La penumbra de la noche y el helado viento de invierno; soplando con fuerza sobre los techos de las casas y edificios, eran los cómplices que Megumi Walker necesitaba en ese momento para esconder su presencia.
Uniéndose a la oscuridad; otorgada por las nubes que cubrieron la luna por unos segundos, entró a una habitación del hospital por una ventana abierta, permaneciendo de pie al lado izquierdo de una cama.
Compungida, retiró de su cabeza la capucha de su larga capa negra, observando el precario estado en el que se encontraba su heredera. Dio un paso. Puso su mano derecha sobre su frente; haciendo a un lado algunos de sus cabellos negros, y cerró los ojos.
Susurrando el conjuro que su maestro le había enseñado hace algunos años, invocó una llama de color blanco debajo de su palma. Con ella, se enteró de que el alma de la joven, ya había cruzado la puerta de su santuario.
Por lo tanto, había conseguido despertar a Allen de su coma.
Abrió los ojos. Susurró otro conjuro y luego, desvaneció su llama blanca y retiró su mano, girando sobre sus talones para marcharse de ahí. Como si se tratara de un soplo creado por el viento de esa noche.
Saltando sobre el colchón de la cama, HanaYasha abrió de golpe sus ojos dorados. Con una máscara de oxígeno colocada sobre su nariz y su boca, jadeaba rápidamente, examinando el lugar en el que ahora se hallaba.
La blanca habitación con sus luces apagadas estaba en completo silencio. Disponía de una pequeña mesa de centro y tres sillas pegadas a la pared. También había un armario, pero no podía ver lo que tenía adentro porque las puertas estaban cerradas.
Ya con la respiración más tranquila, vislumbró un jarrón lleno de flores sobre un buró a su izquierda... junto con su espada. La brillante funda negra hizo que se diera cuenta de que el cuarto no estaba en completo silencio como creía. Una máquina a su derecha le medía su pulso.
Enojada, se quitó la máscara de oxígeno. Se inclinó despacio hacia adelante para sentarse y se giró a su izquierda, poniendo sus pies en el piso. Estaba frio. Pensó que eso era normal... hasta que, por la ventana, vio un conjunto de copos de nieve cayendo con calma.
¿Invierno?
Más confundida que antes, tomó su arma. Agarrando el asidero con ambas manos, se apoyó en ella para levantarse. Por desgracia, sus piernas estaban tan débiles que la obligaron a caer de rodillas.
Apretando la mandíbula y quejándose, hizo lo posible por levantarse y moverse, arrastrando los pies hasta llegar a la puerta corrediza y abrirla con su mano derecha.
El pasillo, al igual que su habitación, también estaba inundado en un silencio que le causaba escalofríos. Arrastrando de nuevo los pies, se movió hacia su derecha.
No había nadie que pudiera escucharla o auxiliarla. Lo cual, le resultaba esperanzador porque tampoco necesitaba que se entrometieran en su camino y la devolvieran a la cama.
Se sentía sofocada. Quería salir ¡Necesitaba salir!
Llegando a lo que parecía una acogedora recepción; con sillas blancas pegadas a las paredes, libros y una tetera llena de café, se apresuró en aproximarse a la enorme puerta de cristal que funcionaba como salida y entrada del sitio.
Satisfecha por tocar las grandes manijas horizontales, las abrió de par en par, dejando entrar un nostálgico viento invernal, antes de dar un paso en la capa de nieve sobre el piso pavimentado.
Sus labios expulsaron una nubecilla de vaho. Tenía frio, se estaba congelando. Pero su determinación por continuar era más grande. Volteando al frente, continuó su camino, arrastrando los pies, esta vez, sobre la nieve y creando por varios metros, dos líneas gruesas y profundas.
Apareciendo detrás de un árbol, con su cabeza resguardada bajo la capucha de su capa negra, Megumi la miraba inexpresiva. El arete dorado que tenía puesto en su oreja derecha comenzó a parpadear. Ignorándolo, dirigió sus ojos castaños a su derecha.
Faltaba un buen tramo para llegar a "ese" lugar.
Pero, con el hechizo que le puso antes de despertar, estaba segura de que lo conseguiría. Lo único que necesitaba, era una guía. Dejando escapar una nubecilla de vapor de sus labios, levantó su mano derecha; doblando los dedos anular y meñique para susurrar un conjuro.
HanaYasha cayó al suelo lleno de nieve, agotada por el esfuerzo. De pronto, un viento cálido, similar al que soplaba en primavera, llamó su atención, ayudándola a levantarse y a proseguir.
Pasados unos minutos, llegó a un sitio silencioso y tranquilo, repleto de lápidas.
Jadeando un par de veces más, con nubecillas de vaho alrededor de sus mejillas, tomó de nuevo su arma con fuerza y se arrastró al interior. Su corazón comenzó a latir con inquietud.
De repente, su pie izquierdo resbaló, desplomándola sobre la nieve y obligándola a quejarse, tanto de dolor como de frío. Entonces, se encontró con dos símbolos familiares, grabados en dos lápidas diferentes.
Uno era del clan Uchiha y el otro... del clan Higurashi. La media luna color carmesí oscuro.
Levantándose, se sentó y se acercó a una de ellas, quitándole la escarcha que cubría su nombre. Sus ojos se abrieron como platos al saber a quién le pertenecía.
-Itachi... Uchiha... - leyó en voz alta.
En eso, la cabeza comenzó a dolerle tanto que se la sostuvo con las manos.
-¿Qué haces?
En su mente, escuchó con claridad la voz de un muchacho.
-¡¿Qué diablos estás haciendo?! ¡Está muerta! ¡Ya no puedes hacer nada!
-No... existe una manera.
Ahora era la voz de Itachi la que la molestaba y preocupaba.
-El Jutsu que estoy haciendo, puede regresarla a la vida. Sin embargo. Existe un precio. Si ella regresa...
Agotada, jadeó y bajó despacio sus manos temblorosas. Sintiéndose mejor, volteó hacia la otra tumba.
Otro muchacho estaba con ellos al momento de su repentina despedida. Recordó asustada.
Arrastrándose a ella, también le quitó con los dedos de su mano derecha, la escarcha que cubría su nombre.
-Taichi... Higurashi...
La cabeza le punzó y le palpitó de nuevo con agresividad. Para soportarlo, tomó con sus manos la nieve a su alrededor, encerrándola con fuerza en sus puños.
Al cerrar los ojos, vio como un joven pelirrojo recibía directamente en su pecho, el filo de una espada... manipulada por el sujeto con la máscara anaranjada. Y como Itachi le sonreía, antes de caer sobre ella.
Enfurecida, abrió los ojos y soltó varios alaridos fuertes. Tampoco podía detener su caótico temblor y su embravecido llanto, arrodillándose en medio de las tumbas y aferrándose a los bordes con sus manos.
-Lo lamento... - musitó arrepentida. - ...lo lamento...
-¿HanaYasha?
Al escuchar su nombre; tan fuerte y claro, volteó despacio, asustada.
A un par de metros de distancia, un hombre de ojos y puntiagudos y cortos cabellos negros, la miraba perplejo, llevando en sus manos un enorme ramo de camelias blancas.
Las flores favoritas de Itachi. Pensó.
Quería hablarle y disculparse. La culpa que se abría cada vez más espacio en su pecho no le permitía hacer más que eso. Sin embargo, su pálida mirada la desconcertó, haciendo a un lado sus intenciones.
¿Por qué la miraba de aquella forma? ¿Tenía algo en el rostro?
De pronto, recordó lo ocurrido en aquella isla flotante. Bastó una sola mirada de su parte para que Allen consiguiera desaparecer, volver a su mundo.
¿Por qué? ¿Qué tipo de poder tenía ella para conseguir algo así?
Moviéndose con parsimonia, se giró de nuevo hacia la tumba de Itachi. Quitó el resto de la escarcha en la piedra negra y brillante con su nombre tallado y miró su reflejo, entrando en un estado de pánico atroz.
"No tengas miedo, me quedaré contigo". Le había dicho Itachi antes de caer.
"Mi hermana me dijo que tú tienes una habilidad que podría ayudarlo a despertar". Comentó Susan, confundiéndola por la falta de ese recuerdo.
Ahora que podía ver sus ojos, entendía mejor las palabras de cada uno, pintando la nieve de rojo.
El sharingan estaba activado en sus pupilas, dejando escapar unas lágrimas escarlata por su despertar.
Abrumada, ladeó su cuerpo a su izquierda y se dejó caer. No obstante, antes de tocar la nieve, Shisui corrió hacia ella, arrodillándose para poder atraparla en sus brazos.
Las flores que había llevado para Itachi, quedaron tiradas en otra tumba cercana.
PPPPP
-¡¿Qué?! ¡¿Cómo que mi hermana desapareció?! - interrogó Daika Higurashi, parado en la entrada del hospital.
-¡L-Lo sentimos, jefe! - exclamó uno de sus subordinados, arrodillado en el piso cubierto de nieve.
-¡F-Fuimos a buscar algo de comer y cuando volvimos, ella ya no estaba! - dijo el segundo, llorando lágrimas en forma de cascadas.
-Genial... - se quejó con una mueca, llevándose una mano por detrás de su cabello negro platinado. - ¿Ahora qué voy a decirles a mis papás?
-Que Shisui la encontró sana y salva.
Al girarse, los presentes se toparon con el mencionado, llevando en sus brazos a la joven de cabello negro.
Antes de regresar, había limpiado sus lágrimas de sangre con un pañuelo, tomando la decisión de no contarle a nadie sobre el sharingan en sus ojos.
Por el momento, él sería el único en entenderlo... por ser el único que había ayudado a Itachi con aquella idea absurda y descabellada.
Un método para transferirle el sharingan a alguien que no pertenecía al clan Uchiha.
De solo recordar aquella conversación, le daban ganas de investigar una técnica ancestral para viajar al pasado e insistirle a su amigo que era una locura. Egoísta, pesada y desconcertante.
Anonadado, Daika caminó hacia ellos, acariciando la mejilla derecha de la Hanyou con su mano.
-Está helada... - comentó, quitándose su camisa verde de mangas largas para ponérsela encima. - ¿Dónde la encontraste?
-En el cementerio, frente a las tumbas de Itachi y Taichi.
El muchacho palideció ante aquella trágica imagen. ¿Había recordado lo que les sucedió en su última misión y por eso salió por su cuenta de su habitación?
-¡I-Iré por la señorita Shizune! - dijo uno de sus subordinados, marchándose a su lado derecho.
-¡Y-Yo traeré a los sannin! - exclamó el segundo, yéndose por la izquierda.
-Demonios... - el Hanyou se quejó otra vez. - ...siempre hacen lo que se les pega la gana. - cambiando su expresión, volteó de nuevo hacia Shisui. - Tengo que avisarle a mis papás. ¿Podrías quedarte con ella y cuidarla?
El hombre asintió.
Sonriendo agradecido, Daika saltó a las ramas de un árbol cercano.
Luego de que desapareciera de su vista, se encaminó al interior del hospital, yendo automáticamente a una habitación con la puerta abierta. La máquina pegada a la pared sonaba como loca, al no tener a alguien para medirle el pulso.
Caminó hacia la cama desordenada. Acostó a HanaYasha en el colchón y después, procedió a rodear el mueble para desconectar el aparato. Con los cables tirados en el piso, se levantó y se aproximó al armario. Abrió las puertas. Tomó un par de almohadas acolchadas de las repisas superiores y regresó con la Hanyou.
-Gracias, Shisui... - musitó, sintiendo como la volvía a tomar en sus brazos y acostaba su cabeza y su espalda sobre las almohadas.
-¿Cómo te sientes? - preguntó seriamente, cubriéndola con la camisa verde oscuro de Daika y las cobijas de la cama.
-Fatal. - admitió, tomando su mano con la poca fuerza que le quedaba disponible. - En un momento, vivo en una aventura irreal y, al siguiente, recuerdo cosas que no sabía que había vivido y despierto en una pesadilla.
-Si lo dices así, suena inquietante.
-Lo es. - parpadeando agotada, suspiró. - Debería estar muerta.
-Por favor, no digas eso. - replicó enseguida. Se arrodilló junto a la cama, apoyando los codos en el colchón. Encerró su mano entre las suyas y le dio calor con su aliento. - Ante cualquier dificultad que se presentara en sus misiones, Itachi y Taichi siempre te pusieron a ti como su prioridad.
-Pero, ¿Por qué? - cuestionó, cubriéndose los ojos con su brazo derecho. - No soy hermosa, especial o destacable...
-Para ellos lo fuiste. - agregó, logrando que quitara su brazo y lo viera atónita.
Por primera vez desde que se reencontraron, le sonrió. - Porque te amaban.
Esas pequeñas palabras de su parte, hicieron que su corazón saltara en el interior de su pecho. No por alegría. Sino por culpa. Al final, fueron sus sentimientos por ella lo que los llevó a la muerte.
-¡HanaYasha!
De pronto, aparecieron en la puerta dos personas que no había visto en mucho tiempo, expresando sorpresa e incredulidad en su rostro. Inclinándose hacia adelante para sentarse, ayudada por Shisui, parpadeó confundida.
-¿Mamá? ¿Papá?
InuYasha y Kagome corrieron hacia ella. Shisui soltó su mano y se levantó para que los adultos pudieran tomarla y encerrarla con fuerza en sus brazos. Sintiendo su calor, escuchando sus llantos y como la llamaban dulcemente con sus voces, la joven cerró los ojos. Agachando la cabeza, levantó sus manos y tomó con fuerza los brazos de cada uno.
Por fin estaba en casa.
En su verdadera casa.
-¡Vaya!
En eso, escuchó otra voz desde el umbral de la puerta. Alzó la mirada con curiosidad. Un hombre de largo y puntiagudo cabello blanco la miraba con una gran sonrisa.
-¡Realmente despertó!
-¡A un lado, Jiraiya! - al instante, fue tirado al otro lado del pasillo por una mujer de cabello rubio. - ¡Soy su ninja médico, así que tengo preferencia!
Kagome sonrió nerviosa, al mismo tiempo que InuYasha hacia una mueca.
-¿Señora Tsunade? - la llamó HanaYasha, consiguiendo que las miradas de los presentes se concentraran en ella.
-Así que si te acuerdas de mí. - dijo con una sonrisa, dándole un par de palmadas en la cabeza. - Perfecto, ese es un buen inicio. - sus ojos color miel, se dirigieron a sus padres. - ¿Me permiten revisarla más a fondo?
-¡C-Claro! - exclamó Kagome, apartándose al mismo tiempo que el Hanyou.
Una vez que los dos se pararon al lado de la ventana, la mujer se sentó en la orilla izquierda de la cama y comenzó a revisarla, pasándole su mano derecha; con un brillo verde en su palma, de un lado a otro.
Mientras tanto, parada en la rama de un árbol y con los brazos cruzados, Megumi observaba apacible cada movimiento de quienes se encontraban en la habitación... hasta que su arete dorado volvió a parpadear. Sonriendo, presionó el botón escondido detrás y respondió la llamada.
-¡M-Megumi-san! ¡¿Qué ocurrió?! - la cuestionó Umiko.
Podía imaginarla pegada a la bocina de la radio, inclinando su cuerpo hacia adelante para acaparar el espacio disponible de la mesa de madera.
-¡¿L-Lo conseguiste?! - interrogó Lavi enseguida.
-Si... - comentó, mirando a HanaYasha con alivio. - ...la misión fue un éxito.
Ensanchando más su sonrisa, por la algarabía que escuchaba de parte de sus compañeros, creó un portal con su garra plateada y regresó a su dimensión.
Fin del capítulo.
Por la emoción que me causó haber terminado "Luna de demonios", se me olvidó mencionar que esta historia también se actualizará 2 o hasta 3 veces por semana (lunes, miércoles, viernes o sábado). Espero hayan disfrutado de este capítulo! Muchas gracias por su apoyo y paciencia! :3 Saludos a todos, cuídense mucho!
