Los primeros días en Milán fueron brutales. Mucho más de lo que pudo haber imaginado. Debió haberse hecho la idea cuando la misma Constance dijo que sería una semana "extremadamente ocupada". Aunque no había podido ver a los niños por mucho tiempo durante el día, estaba tranquila sabiendo que estaban bajo el cuidado de Talia y además estaban disfrutando muchísimo con la piscina de Palazzo Parigi. El hotel era, sin dudas, el más lujoso en el que se había quedado en toda su vida.
El evento de esa noche era una gala. Ella se encontraba en el bar bebiendo una copa mientras observaba a Constance socializar con varias personas que sin duda eran muy importantes en su mundo. Reconoció a algunos de los diseñadores más famosos, como Donatella y Valentino, que caminaron del brazo de Constance mientras hablaban entre sonrisas.
-Me preguntaba dónde te habías escondido. -Ella puso los ojos en blanco al reconocer la voz de Rafael.
-Amaretto di saronno -pidió Sarah, apoyándose en la barra.
-¿Tú también te estás escondiendo? -preguntó Ella con sarcasmo.
-¿Qué? -preguntó Sarah.
-Nuestra Sarah está un poco distraída esta noche -anunció el hombre, moviendo sus cejas de forma juguetona.
-Cállate, Rafael.
-Oh, ¿sí? -Ella se terminó lo que quedaba de su bebida, mirando de reojo a su jefa. Constance había estado impaciente durante la última media hora y estaba segura de que en cualquier minuto le avisaría que se quería ir-. ¿Qué me perdí?
-No es nada -dijo Sarah con seriedad, tomando un largo sorbo de su bebida.
-Ya...
Ella y Rafael se miraron entre sí.
-Venga, Sarah... es tu pupila.
-A mi "pupila" no le incumbe mi vida personal.
-Ouch. Pensé que al menos éramos amigas.
Sarah la miró de reojo y suspiró.
-¿Quieres que se lo diga yo? -ofreció el hombre.
-Son cosas del... -Sarah hizo una mueca- ...corazón -terminó de decir entre dientes y Ella tuvo que contenerse para no reír ante la oleada de muecas que hizo la mujer al forzar esas palabras.
Ella siguió la mirada de Sarah y terminó sobre Constance, que ahora hablaba con su editor y líder del equipo digital.
-¿Constance? -No le sorprendía... después de todo, Sarah siempre ha idolatrado a la mujer.
-¿¡Qué!? ¡No! ¿Estás loca?
Rafael se rio y Sarah se terminó la bebida antes de alejarse rápidamente de los dos.
-No te preocupes por ella -aseguró Rafael antes de pedir una bebida.
Ella miró en dirección a su jefa otra vez. Si no era Constance, entonces... ¿Evan o Alva? No le dio mucho tiempo para pensar más sobre el tema porque Constance se giró y su mente quedó en blanco cuando se encontró con la mirada de la morena.
-Bueno, bella, buenas noches para ti -susurró Rafael segundos antes de que Constance llegara a ellos, anunciándole a su asistente que ya se irían.
Era la primera noche que regresaban al hotel lo suficientemente temprano como para poder cenar con los niños. Constance le dio la noche libre a Talia, y los cinco se encontraban en una de las mesas del hotel, comiendo el postre. Por mucho que Ella lo intentaba, no lograba relajarse como le gustaría, no podía dejar de ser la asistente, aunque estaban simplemente cenando con los niños.
-¿Cuándo podremos ir a nadar? -Preguntó Noah-. Talia sabe y podría ens—
-No tengo tiempo para la piscina, cariño -Ella lo interrumpió rápidamente, quitándole una de las fresas del plato a su hijo y haciéndole un guiño.
Constance ladeó la cabeza, observando cuidadosamente a la mujer.
-¿Por qué no? -preguntó Izzy.
-Porque tengo que trabajar. ¿Recuerdan lo que les dije antes de venir? ¿Que mamá estaría muy ocupada?
Maura miró a su madre y Constance sonrió antes de limpiarle el merengue de la comisura de su labio con el pulgar.
-Mañana tienes la mañana libre, Eliana.
Ella miró a Constance con los ojos abiertos como platos.
-No, hay que—
-Tienes la mañana libre -reiteró la morena.
-¿Tú no? -preguntó Izzy con un rubor en sus mejillas, mirando a Constance antes de volver la mirada al plato enfrente de ella.
Constance sonrió ante la pregunta. Había notado que la hija de su asistente parecía sonrojarse más cuando se dirigía a ella.
-No sé, ¿tengo algo que hacer en la mañana? -dijo con una mirada desafiante dirigida a la rubia, quien no había cerrado la boca y alternaba la mirada entre ella y su hija.
-Tienes la reunión con Mia—
-¿Estás segura?
Ella entrecerró los ojos, sosteniendo la mirada de su jefa como si se tratara de un desafío.
-No. Tienes la mañana libre, Constance -respondió Ella, intentando sonar más segura de lo que se sentía. La sonrisa de Constance se amplió y Ella contuvo un suspiro de alivio.
-Parece que pasaremos la mañana en la piscina -anunció Constance, dirigiendo una mirada alegre a los niños antes de volver a su asistente, quien ahora miraba el plato vacío frente a ella, y un rubor subía por su pecho hasta el cuello.
De tal madre, tal hija, pensó Constance mientras la observaba, sorprendiéndose al sentir la emoción de anticipar lo que les esperaba al día siguiente.
Ella tuvo que hacer varias llamadas para cancelar no una, sino tres reuniones que Constance tenía programadas para esa mañana. Los mellizos la guiaron hasta el ascensor y por los pasillos hasta llegar a la piscina. La piscina resultó ser mucho más pequeña de lo que esperaba, pero se alegró al ver que no había nadie más, aunque le sorprendió que Constance ya no estuviera allí con Maura.
-No es profundo, ¿verdad? -Preguntó, sentándose en las escaleras de la piscina.
-Aquí no -respondió Noah.
Ella asintió y cruzó los brazos sobre sus muslos, observando a sus hijos jugar en el agua. No había traído un bikini, ¿por qué lo habría hecho a comienzos de otoño y cuando solo tenía planes de trabajar sin descanso? Así que al ver que solo tenía ropa interior y un sostén deportivo, decidió salir temprano a buscar uno. La cantidad de dinero que gastó en el bikini negro de una pieza que ahora llevaba puesto había sido…simplemente absurda. ¿Qué habría pensado Constance si se hubiera atrevido a aparecer en shorts y el sostén deportivo? No es que fuera a meterse en la piscina, al menos no más allá de las escaleras donde estaba sentada.Y, conociendo a Constance (más o menos), podía imaginársela llegando y sentándose en una de las sillas al otro lado de la piscina para leer un libro. Constance no se metería al agua, de eso estaba segura.
-Maura, no corras, podrías resbalar. Buenos días, Eliana -saludó Constance.
-Buenos días, Constance. Hola, pequeña -saludó a Maura, quien pasó rápidamente a su lado como un relámpago antes de saltar al agua con los mellizos.
Ella sonrió para sí misma al notar el libro en la bolsa que Constance dejó sobre la silla, justo donde se había imaginado que leería. La boca de Ella se abrió cómicamente cuando su jefa comenzó a desatar los lazos de su vestido blanco, deslizando la tela por sus hombros, dejándolo caer y revelando un bikini blanco de dos piezas.
-Joder… -susurró y se aclaró la garganta cuando el brazo se le resbaló del muslo donde se había estado apoyando. Nunca pensó ver tanto de Constance. Sí, la mujer de vez en cuando usaba alguna blusa o vestido con un escote revelador o algún diseño que dejaba al descubierto su espalda, pero ¿esto? Esto nunca se lo esperó.
Constance dio la vuelta a la piscina y Ella hizo todo lo que pudo para no seguir el movimiento de sus caderas.
-¿No te meterás? -preguntó, descendiendo por la escalera hasta que el agua le llegó a la cadera.
No seas obvia. No seas obvia. Se repitió a sí misma e intentó mirarla a los ojos, pero su mirada pausó brevemente sobre el busto de su jefa antes de subir rápidamente a los ojos verdes que la miraban fijamente.
-No.
-Ma no sabe nadar -dijo Noah y Ella se cubrió el rostro con una mano, avergonzada.
-¿Es cierto? -preguntó Constance, acercándose.
¿Cómo sobreviviré a esto? Se preguntó, intentando mantener la mirada en cualquier lugar excepto la piel expuesta de la mujer que se acercaba. Para su sorpresa, Constance no se rio como su exmarido había hecho cuando descubrió que no sabía nadar. Había esperado, al menos, un tono burlón por parte de Constance.
-Parece que los mellizos saben nadar bastante bien -comentó, mirando a los niños de reojo-. Eso es bueno.
-Su padre les enseñó.
-¿Sabes flotar? -preguntó en voz baja, deteniéndose frente a ella. Ella notó que la profundidad del agua no cambiaba porque aún estaba al nivel de la cadera de la morena-. ¿Le tienes miedo al agua?
-¿Qué? Sí, claro que no.
Constance ladeó la cabeza.
-No le tengo miedo al agua. Aquí estoy ¿no?
-Hmmm.
-¿Qué? -Preguntó con un aire irritado.
-No quise… No me estoy burlando, Eliana. Solo sentía curiosidad.
-No es… Lo siento. No debí reaccionar de esa forma. Nunca me enseñaron y mi ex solo se rio cuando se enteró -giró la cabeza para evitar mirar a la mujer y para ver cómo los niños se seguían entre sí en el agua-. Se flotar y, en teoría sé cómo nadar, pero nunca he sabido cómo controlar mi respiración cuando lo intento…
-Te puedo enseñar -dijo Constance y extendió una mano para que Ella la tomara.
Ella miró la mano mojada y luego el rostro de su jefa. Constance estaba hablando en serio.
-No tienes que hacer eso.
-Lo sé, pero quiero.
-¿Por qué?
-Porque es bueno saber cómo hacerlo, Eliana. Te puede salvar la vida o puedes salvar la de alguien más, especialmente la de tus hijos.
Ella comenzó a negar con la cabeza, tragando en seco cuando Constance se acercó más, subiendo un escalón de la escalera y agarrándole la mano. El cuerpo y los pensamientos de la rubia quedaron paralizados. Ella se dejó llevar como un marinero hipnotizado por el canto de una sirena.
Para ser una mujer notoriamente conocida por su corta paciencia, Constance estaba demostrando mucho más de lo Ella pudo haber imaginado. Media hora pasó en un abrir y cerrar de ojos mientras le enseñaba a aguantar la respiración y soltar el aire bajo el agua. Los niños se unieron rápidamente y siguieron cada indicación que Constance le daba a Ella.
-El gimnasio en la 43 tiene piscina. El de Manhattan Plaza -comentó Constance, terminando de secarse y colocándose el vestido blanco que parecía más una bata, hasta que comenzó a cerrarlo poco a poco, haciendo lazos a lo largo del torso.
-Gracias, pero no creo que tenga tiempo de ir a un gimnasio. Tengo un trabajo bastante exigente, sabes -dijo con una sonrisa de oreja a oreja, olvidándose por un instante con quién estaba hablando.
-Hmmm. ¿Qué es todo eso? -Preguntó Constance, notando el bulto de plástico en la bolsa de su asistente.
Ella volvió a meter una de las cámaras desechables que se había salido con una de las toallas, y luego sacó una Polaroid.
-¿Puedo? -Apuntó la cámara en su dirección y Constance pareció indecisa.
-Mientras no aparezca en los periódicos...
Ella estuvo a punto de indignarse ante la insinuación, pero la leve sonrisa en los labios de la mujer se deshizo al instante de aquellos pensamientos.
-¿Te gusta tanto la fotografía? -Preguntó después del flash, observando cómo Eliana agitaba el papel que salió de la Polaroid y luego lo dejaba a su lado, diciendo que estaría lista en unos diez minutos.
-Me gusta capturar momentos -explicó Ella, mirando su bolso de reojo.
Constance observó en silencio mientras Ella se puso de pie y se acercó a los niños para tomarles varias fotos mientras se ponían en diferentes poses. La bolsa de Ella estaba medio abierta sobre la tumbona y Constance no necesitaba indagar para saber que, como mínimo, tenía unas cuatro cámaras desechables.
Algo le estaba dando vueltas en la cabeza y se contuvo hasta que la rubia volvió a sentarse en la tumbona.
-¿Por qué parecías avergonzada? Con tus cámaras.
-No estoy avergonzada.
-¿Por eso la escondiste tan rápidamente?
Ella miró la Polaroid entre sus manos, mordiéndose el labio inferior.
-Es solo… no quiero que pienses que he violado tu privacidad. Nunca he tomado fotos de ti, no lo haría sin pedir permiso, como hice hace un momento.
Ella alzó la mirada encontrándose con una expresión pensativa en el rostro de su jefa. A su madre nunca le agradó que siempre estuviera tomando fotos, tampoco que pasara horas en un rincón del sótano que había convertido en un pequeño cuarto oscuro para revelarlas. Con el tiempo, poco a poco e inconscientemente, comenzó a tomar las fotos a escondidas y su madre dejó de molestarla.
-¿Qué es lo que fotografías?
Ella apretó la Polaroid con fuerza. ¿En serio le importaba saber?
-Cualquier cosa… los niños más que nada. Lugares que visitamos, fechas importantes… He intentado tomar más de personas, pero no a todos les agrada ser fotografiados. Estas… -miró la bolsa-, las he traído para este viaje y solo me quedan dos… así que unas sesenta fotos, más o menos. Si te molesta que tome fotos de Maura puedo—
-No me molesta. ¿Me enseñarías? Las fotos.
Ella tartamudeó, algo que no había hecho en meses en presencia de Constance.
-S-sí, claro.
Constance no pudo evitar sonreír al ver cómo su asistente se iluminaba de alegría y un brillo resplandecía en sus ojos azules. Había visto ese brillo en muchas personas cuando hablaban de algo que les apasionaba, pero en la mirada de Eliana era realmente hermoso.
-Nos quedan unos días -dijo Constance en voz baja, mirando a los niños salir del agua y cómo Ella les entregó las toallas para que se secaran-. Llévalas contigo -dijo, mirando el bolso de Eliana-. No tienes que volver a pedirme permiso.
-Pe… ¿por qué?
-Hay momentos que valen la pena ser capturados y eso -hizo un gesto con una mano, señalando la Polaroid- te apasiona. Lo puedo ver en tu mirada, Eliana. No eres un buitre intentando capturar la próxima foto de mí para hacerme ver mal y ganarte unos dólares.
-No sé qué decir, Constance.
-Hmmm. Muéstrame.
A Ella le llevó un par de segundos darse cuenta de que se refería a la foto que le había tomado minutos antes y que ya estaba lista. El rostro de Constance permaneció neutral mientras observaba la foto, y luego Ella le pasó la foto de los niños. La comisura de los labios de Constance se arqueó formando una leve sonrisa.
Algo había cambiado, de eso Ella estaba segura. Solo que no podía precisar si todo había comenzado en el momento en que Constance preparó los trámites para que los mellizos pudieran acompañarlas a Milán o si fue cuando cenaron con los niños después de la gala… y ni hablar de la hora que pasaron en la piscina. Lo único que tenía completamente seguro era que Constance había cambiado. Un cambio casi imperceptible, pero no para ella que había estado aprendiendo a leer a la mujer y a anticipar lo que quería en cada segundo.
A la mañana siguiente regresarían a Nueva York, pero antes tenían que asistir a la última gala de la Fashion Week. Ella no era necesaria, al menos no su presencia, pero Constance insistió en que la acompañara. Rafael la ayudó a conseguir un vestido adicional y Sarah se aseguró de que el maquillaje estuviera impecable.
-Sarah se esmeró y la elección de Rafael ha sido… -Los ojos verdes de Constance recorrieron el cuerpo de la mujer sentada a su lado en el asiento trasero del auto-, aceptable.
Ella agradeció mentalmente el tener una buena capa de maquillaje, y esperaba que estuviera cubriendo el sonrojó de sus mejillas. No era necesario mirar a Constance para saber que la estaba observando, su mirada se sentía.
-Aceptable -Constance repitió inconscientemente en voz baja y se aclaró la garganta al darse cuenta.
Unos minutos después, finalmente, Ella se atrevió a mirar a Constance, aprovechando que esta estaba concentrada en observar pasar el mundo exterior. El vestido rojo, cortesía del mismo Valentino, estaba hecho a medida y resaltaba cada curva en el cuerpo de la morena. Esa noche, Constance optó por llevar el cabello suelto sobre los hombros, sombra de ojos oscura y labios con un lápiz labial rojo mate.
El auto se detuvo y el chófer se apresuró a abrir la puerta de Constance. Los destellos de las cámaras comenzaron al instante y Constance sonrió hacia ellos. Me está esperando, pensó Ella al darse cuenta de que Constance no se había movido. Constance no dejó de sonreír, sintiendo la presencia de su asistente a dos pasos detrás de ella mientras subían los escalones hacia la entrada.
-Estás hermosa -murmuró Ella.
Constance reconoció al instante la voz susurrante y se detuvo en seco, girando la cabeza hacia Eliana, quien rio nerviosamente, mostrando la misma risa de siempre cuando decía algo que no quería expresar en voz alta pero se le escapaba.
En lugar de cuestionar su comentario, Constance le ofreció una de sus sonrisas más sinceras, olvidándose de que ese momento estaba siendo capturado por varias cámaras. No. Necesitaba decir algo, algo que había tenido en la punta de la lengua desde que se reunió con Eliana en el vestíbulo de Palazzo Parigi.
-Y tú estás deslumbrante -confesó con un tono igual de bajo que solo Eliana pudo haber escuchado.
Por un momento pensó que rompió a la mujer, cuando la expresión de Eliana cambió por completo por una fracción de segundo, antes de que volviera a mostrar sus perfectos dientes blancos en una amplia sonrisa.
