-¡Oh! Por fin -exclamó Ella al ver a su hermana caminando en su dirección.

-No puedo creer que me hayas hecho venir hasta aquí en uniforme. Primera vez que pongo pie en este edificio y me haces venir en crocs, Ella -dijo entre dientes.

-¿Te hice? -Preguntó con un tono divertido.

Elena dejó la bolsa de comida sobre el escritorio y se dobló, apoyándose en los antebrazos, apartando varios papeles.

-Pensé que nos reuniríamos afuera, sabes, como siempre.

-No he podido moverme de aquí. Ha sido un día muy atareado, por suerte Oliver ya recogió a los niños.

-¿No has comido en todo el día? -Preguntó con una expresión de desaprobación.

Ella se sacudió de hombros.

-La verdad es que se me ha pasado el tiempo.

-Elena.

Las hermanas Quinns quedaron heladas al escuchar aquella voz. Y con una simple mirada de su hermana, Ella supo que quedaría en deuda con ella por hacerla subir hasta la oficina en aquella vestimenta.

-¡Constance! Qué tal -dijo y el nerviosismo presente en su voz hizo que Constance arqueara una de sus perfectas cejas-. Solo pasando a traerle comida a Ella -se explicó a pesar de que Constance no había siquiera pronunciado otra palabra aparte de su nombre-. Tiene que comer.

Elena tragó en seco al ver cómo la mirada de la mujer la recorrió de pies a cabeza lentamente, pausando momentáneamente sobre los crocs.

-¡Gracias por la comida! -exclamó Ella de repente, haciendo que su hermana y jefa la miraran sorprendidas.

-Supongo que esa es mi señal para irme -dijo Elena, sonriéndole de lado a Constance para luego mirar a su hermana y señalarla con el dedo índice-. Debes cuidarte más.

Ella asintió en silencio y siguió con la mirada a su hermana hasta que entró en el ascensor.

-Ven, Eliana.

Ella se alisó la blusa por costumbre y agarró la bolsa con la comida antes de entrar en la oficina de su jefa y cerrar la puerta detrás de ella, aunque la mayoría de las personas se habían ido a casa o estaban por hacerlo.

-Es de Nick's Bistro. ¿Quieres comer ahora?

-Tienes un horario con recesos y una hora para almorzar. ¿No has comido nada?

-Tú tampoco has comido. Y mi turno terminó oficialmente hace… -Se miró el reloj en su muñeca- …dos minutos.

Constance sabía que no podían seguir usando esa excusa para comportarse de aquel modo. No estaba muy segura qué eran exactamente, pero desde que se quedaron a beber el whisky en la oficina, ambas han seguido usando la excusa del horario laboral para comportarse de esa forma. Una forma más… afable. Es como si sus diferencias en el trabajo se esfumaran con el pasar de los segundos; Constance dejaba de ser la jefa, Ella dejaba de ser su subordinada. A veces se llegaba a sentir como un fin de semana en el medio de la semana laboral.

Y Constance sabía que, tarde o temprano, esa burbuja se rompería.

-Sigo siendo tu jefa -le recordó.

Ella dejó de sacar la comida de la bolsa y alzó la cabeza para mirarla a los ojos.

-Lo sé -dijo con simpleza, volviendo la mirada a lo que hacía-. También sé que Nick's es uno de tus favoritos y que has estado tan ocupada como yo y no has comido nada.

-Eliana esto… -Se echó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio.

-¿Quieres hablar de esto?

La mandíbula de Constance se tensó y apartó la mirada para mirar el contenedor con pasta.

Eliana se relajó en la silla y cruzó los dedos de las manos sobre el regazo, con una expresión pensativa. La reacción de Constance no era inesperada, en realidad lo que más la sorprendía era el tiempo que le tomó comunicar su preocupación. Estaba claro que la relación entre las dos había cambiado drásticamente. Y aunque Ella seguía siendo una asistente excepcional y no era nada más que profesional en Ciao, todo cambiaba cuando se encontraban afuera. Y, en ocasiones, como ese instante, también dentro de la oficina. Era difícil entender a Constance, saber qué estaba pensando, pero con tanto tiempo estando tan cerca, Ella había aprendido a reconocer y anticipar sus necesidades con una precisión casi perfecta. Si ella se sentía confundida con el giro que había tomado su relación, solo se podía imaginar qué era lo que estaba pasando por la cabeza de Constance.

-¿Te sientes mal? O sea, ¿sientes que estás haciendo algo indebido?

Constance entrecerró los ojos, mirándola. Ella continuó:

-¿Entonces qué es esto? Solo somos dos mujeres, amigas -dijo cuando reunió el coraje para decirlo en voz alta-, soy tu asistente y hago mi trabajo de una forma excepcional. -Sonrió cuando Constance refunfuñó-. Y cuando mi horario -oficial- termina, soy simplemente Ella. Eliana para ti. -Se corrigió y aquello pareció sorprender a Constance porque abrió los ojos tan cómicamente que hizo que la sonrisa de Ella se ensanchara-. Y me gusta esto que tenemos, Constance. Tu amiga, tu conocida, lo que sea o cómo le quieras llamar. Me gusta salir contigo y con los niños, hablar incluso cuando se trata de Versace o cualquier otro diseñador aburrido -Constance arqueó una ceja ante el comentario-. Me gusta mucho más escucharte hablar de arte y de los sueños que quieres cumplir…

-Es suficiente.

Ella cerró la boca de repente, sintiendo el corazón en la garganta. ¿Cómo se atrevió a decir tanto?

-No eres como las demás -dijo Constance en voz baja, como si se lo estuviera diciendo, recordando, a sí misma.

-No, no soy como las demás -concordó, sonriendo amablemente ante la sorpresa en el rostro de Constance. Ahora estaba segura de que las palabras de su jefa no habían sido supuestas a ser dichas en voz alta.

Constance se aclaró la garganta y decidió permanecer en silencio mientras observaba cómo Eliana terminaba de organizar la comida que había pedido. En el fondo sabía que, tal vez, Eliana no tenía ni mínima idea de a lo que se había referido.

La comida fue un deleite, y Constance estuvo agradecida por la consideración, aunque como su asistente, no era una sorpresa. Si no fuera por Eliana, se olvidaría de muchos almuerzos por el simple hecho de no darse cuenta o no tener el tiempo.

-¿Me necesitas para algo más por hoy? -Preguntó Ella al regresar de tirar los contenedores de comida.

-Tienes mejor conocimiento de mi agenda que yo. Dime tú.

-No tienes nada más por el resto del día -confirmó con un leve temblor en su voz.

Constance alzó la mirada de la copia de la revista al notar que Eliana se quedó callada y no se movió de la entrada.

-Puedes irte a casa.

-Ammm.

Constance suspiró y alzó la mirada una vez más, encontrándose con una asistente nerviosa. No había visto a Eliana de aquel modo desde el primer mes que empezó a trabajar para ella.

-¿Qué te pasa?

-Los niños estarán con su padre hasta mañana y como Maura está con Arthur… -Constance estuvo a punto de abrir la boca para exigirle que ya soltara lo que quería decir, pero se abstuvo al ver que la asistente tomó aire profundamente y continuó-. ¿Te gustaría ir a un juego de sóftbol? Hoy.

-¿Perdón?

-Mi equipo tiene un juego en tres horas. ¿Recuerdas el día que me viste en uniforme porque estaba en práctica? Pues ese equipo. Soy la lanzadora. Mi hermana iba a ir, pero tiene cirugía y—

-Estás divagando, Eliana.

-¿Quieres ir? -Preguntó, sonando un poco más segura, aunque se mordió el labio inferior cuando el silencio de Constance se prolongó-. Olvídalo… no sé qué estaba pensando.

-Sí.

-No debí… ¿Qué? ¿Sí?

-Confío que tendrás todo en orden para que pueda llegar a dónde sea que tengas tu juego.

-Claro. Sí. ¿En serio, Constance?

-No me hagas cuestionar mi cordura.

-No. Claro que no. -Dio unos pasos atrás, hacía la puerta, sin dejar de mirar a su jefa-. Nos vemos en dos horas. Sí, sí -asintió lentamente y se giró para abrir la puerta y salir.

Constance suspiró y volvió a agarrar el lapicero rojo con el que había estado haciendo correcciones. No pudo hacer nada para detener la sonrisa que se formó en sus labios.


-¡Te ves genial, Ella! -Exclamó Aldo al recibirla en las afueras de su edificio, guiñándole un ojo, antes de abrirle la puerta trasera del auto y quitarle el bolso del hombro para ponerlo en el maletero.

-Gracias, Aldo.

-Pasaremos a recoger a la jefa a su casa. La verdad es que aún no me puedo creer todo esto, tienes un toque mágico, Ella.

-¿Qué parte no puedes creer? ¿Que haya aceptado ir a un juego de softbol?

Aldo soltó una carcajada mientras conducía.

-¿Crees que sabe? Que tendrá que estar sentada en este frío, con suerte una hora, y ver cómo lanzan una pelota.

-Ni la más mínima idea.

Los dos rieron, aunque la risa de Ella estaba teñida por sus nervios.

Cuando la velocidad del auto disminuyó, Ella apartó la mirada de la ventanilla al escuchar el ruido del cristal de privacidad subir. Aldo no dijo nada y tampoco la miró a través del retrovisor. Constance nunca se lo había pedido a Aldo, al menos no en su presencia, y tampoco había comentado algo al respecto.

La puerta se abrió y Constance subió con la misma elegancia de siempre. Las dos parecieron igual de sorprendidas con la vestimenta de la otra, aunque Constance, como siempre, lo supo disimular mejor.

-Es diferente -dijo cuando el auto se puso en marcha-. Tu uniforme.

Ella aún no cerraba la boca. Primero porque era la primera vez que veía a Constance vestida tan…corriente, y segundo porque ¿recordaba el uniforme de práctica?

-S… sí. -Cerró la boca antes de que Constance dijera algo al respecto-. Tú… ¿lo recuerdas?

Constance puso los ojos en blanco como si aquella hubiera sido la pregunta más innecesaria del mundo.

-¿Te sorprende que recuerde tu uniforme mugriento? Soy la mejor en lo que hago porque presto atención a los detalles, Eliana.

-¿¡Mugriento!? -Exclamó escandalizada, aunque no sin reír-. Es el uniforme de práctica y justo venía de una, claro que estaba sucio. Mugriento es una exageración…

Los labios de Constance se arquearon en una sonrisa y sus ojos parecieron brillar. Ella sentía que comenzaba a ser hipnotizada o había entrado en un plano paralelo.

-Te ves bien, Eliana

-¿Perdón? -Susurró apenas. Debió haber escuchado mal porque Constance Isles no daba halagos a la ligera o del todo, en realidad. En el tiempo trabajando para ella lo más que ha visto como aprobación de algún diseño ha sido un leve asentir de cabeza.

-Tu uniforme, es aceptable.

"Eso sonó más a mi Constance Isles" -pensó Ella con una sonrisa de lado antes de que sus ojos se abrieran de par en par y la sonrisa se le congelara. ¿Mi?

-¿Acaso estás teniendo un derrame cerebral?

Ella pestañeó lentamente, enfocando la mirada en la mujer que la miraba con una expresión inmutable.

-No, no. Gracias, Constance. Tú te ves… -pausó al ver cómo Constance alzaba las cejas con un gesto divertido- …normal.

-Eres la que siempre dice que no debo llamar la atención en nuestras… salidas.

-Llamas la atención, aunque no quieras -soltó y se aclaró la garganta antes de continuar-. Es que nunca te había visto con una sudadera… solo te faltan unos pantalones chándal.

-Hay límites, Eliana -chasqueó la lengua, sacudiendo una pelusa imaginaría en su pantalón de mezclilla negro-. Y esto es Balenciaga -remarcó, señalando la sudadera.

-Lo sé, lo reconocí.

-Algo has aprendido entonces.

-Recuerdo haberte dicho que aprendo rápido.

Por muy frecuente que estas charlas se han convertido entre las dos, a Ella no dejaba de provocarle un cosquilleo en todo el cuerpo. Nadie en Ciao le creería lo graciosa e ingeniosa que podía llegar a ser Constance. Si era sincera, nadie le creería que Constance entablara una conversación ordinaria con su asistente.

Ella suspiró y la miró por el rabillo del ojo. Constance había girado la cabeza, mirando el mundo exterior a través de la ventanilla.

Somos más que eso… pensó Ella. Constance estaba ahí, con ella, camino a un juego de sóftbol. Claro que era más que otra asistente insignificante.

Cuando el auto se detuvo, Aldo bajó el cristal de privacidad y Constance le dijo que lo llamaría cuando el juego haya terminado. El hombre abrió el maletero y le entregó el bolso a Ella, deseándole suerte.

-Tu juego es en el Yankee Stadium -dijo al alzar la mirada y ver las letras. Por su tono parecía estar sorprendida.

-Emm sí. Es algo grande… digo el juego, no el estadio, claro. -Sonrió nerviosa y se llevó una mano a la nuca-. Jugaba para mi universidad y nuestro equipo ganó dos años consecutivos el Campeonato Nacional Universitario -decía mientras la guiaba hacia la entrada.

-¿Dijiste que eres la lanzadora?

-Sí. Y hablando de eso… tengo que ir a calentar antes del juego. Primero… te tengo algo. -De repente soltó el bolso en el suelo y lo abrió, buscando algo hasta encontrarlo y mostrárselo a la mujer.

-De ninguna manera. Absolutamente no.

-Te ayudará para que no te reconozcan, y es de nuestro equipo.

Constance presionó los labios y entornó sus ojos verdes. En ocasiones se preguntaba si Eliana usaba aquel tono de voz a propósito o si era siquiera consciente del poder que tenía sobre ella. Observó en silencio cómo Eliana sacó una segunda gorra, ajustó el cierre de hebilla y se la colocó y ajustó el cabello dorado, recogido en una coleta.

-¿Qué tal? No se ven tan mal, ¿cierto? Y es nueva -informó, señalando la gorra que la morena aún sostenía entre sus manos como una granada-. Me aseguré de ello.

Constance parecía indecisa y Ella se inclinó para recoger el bolso del suelo y colocarlo nuevamente sobre el hombro.

-Se te veía estupendo cuando usaste una en el acuario -dijo y sacó un pedazo de papel del bolsillo de la chaqueta-. Es el asiento más cercano que pude conseguir.

Constance miró el ticket, luego la gorra y por último los ojos azules de Eliana que brillaban con emoción. Un suspiro de resignación fue la respuesta de Constance antes de peinarse el cabello con los dedos, ponerse la gorra y lanzarle una mirada que gritaba "¿Feliz?"

Eliana sonrió de oreja a oreja y, por un instante, Constance pensó que su asistente empezaría a saltar de emoción.

-Nos vemos, entonces -dijo y se dio media vuelta, ajustando el bolso.

-Eliana.

La rubia se detuvo y la miró por encima del hombro.

-Gana.

Ella había visto muchas veces aquella sonrisa amable pero afilada a su vez.

-Sí, Constance.


Constance cruzó los brazos al instante que se sentó. La noche se había vuelto helada y la sudadera no proveía tanto calor como anticipó. En ese momento se cuestionó qué diablos la había hecho aceptar la ridícula propuesta de venir a ver un juego de sóftbol. Nunca en su vida había visto un juego de béisbol, mucho menos uno de sóftbol, y, dudaba mucho que la breve 'investigación' que había hecho la ayudaría a entender o disfrutar de aquello.

Su mirada divagó entre las jugadoras hasta que el agitar de un brazo llamó su atención, y antes de percatarse ya estaba sonriendo y descruzando sus brazos para saludar de vuelta.

Eliana literalmente saltó de la emoción.

"Maldita sea" -masculló Constance al darse cuenta de la verdadera razón de estar allí.

-Está usted muy alegre -comentó Jessica, ajustándose el guante mientras caminaban a sus respectivas posiciones en el campo-. ¿Qué bicho te ha picado? No has dejado de sonreír.

-¡Qué dices! Siempre estoy así. -Se sacudió de hombros con una sonrisa divertida.

Jessica, que debía seguir caminando hacia la primera base, se detuvo a su lado en la posición del lanzador.

-¿Tu hermana pudo venir? -Preguntó, mirando hacia las primeras filas donde solían sentarse los familiares y conocidos de las jugadoras.

-No.

-¿Entonces?

Ella la imitó, mirando hacia los asientos, aunque su mirada estaba clavada en Constance que la miraba fijamente con los brazos cruzados. La gorra cumplía con su propósito; apenas se le podía distinguir el rostro, pero, de alguna forma, estaba segura de que aquellos ojos esmeraldas estaban mirándola fijamente.

-No le puedes decir a nadie. Ni siquiera a las otras -pidió mientras giraba la pelota en una mano.

-Vaaale.

-Constance.

-¿Constance? ¿Constance Isles?

-Shhh.

-¿Cómo te las arreglaste para…? Olvídalo, no me sorprende. De verdad puedes hacer lo imposible, Ella. ¿Constance Isles, aquí? Ver para creer.

Ella se contuvo de señalar en su dirección. No quería hacerlo. Tampoco podría explicar la sensación que sentía al saber que Constance Isles estaba allí, en el Yankee Stadium con unas temperaturas casi rozando cero Celsius, solo para verla jugar. A ella, su asistente…

Tiene que ganar.

-Pues si lo que dices es cierto… entonces hay que ganar, querida.

-Ya lo había dado por hecho -dijo con seguridad y le guiñó un ojo antes de que Jessica corriera a la primera base.

Ella se preparó para su primer lanzamiento y, sin poder contenerse, miró en dirección de Constance que se había enderezado en su asiento. Reconocía aquella postura.

Toda su atención en mí… -pensó Ella, intentando deshacerse de los nervios que aquel conocimiento causó.

-Mírame -articuló y, para su sorpresa, Constance se echó hacia delante como si hubiera podido leer sus labios.

-¡Strike!

Una hora y cuarenta y siete minutos más tarde, Constance se puso de pie con el resto de los espectadores, aunque a diferencia de la mayoría que brincaba y gritaba, ella solo aplaudía y sonreía con una sonrisa tan grande que sus cachetes comenzaban a quejarse del dolor. Su expresión se tornó rápidamente a una de preocupación cuando vio cómo el equipo de Eliana la abrazaba y saltaba encima hasta que la derribaron al suelo y, una por una, se tiró encima de la mujer. En unos segundos cada una se fue apartando hasta que Jessica le tendió la mano y la ayudó a ponerse de pie, abrazándola con fuerza, saltando las dos. La energía y alegría de las mujeres resonaba en ella y, por primera vez, pudo reconocer una de las razones por la cual a la gente le gusta ver deportes.

Buscó a Constance con la mirada y cuando esta asintió levemente, Ella soltó una carcajada, feliz.

Constance recibió un mensaje de parte de Eliana unos minutos después, pidiéndole que la esperara cerca de la escalera por donde habían entrado. No muchas personas la hacían esperar o, mejor dicho, se atrevían a hacerla esperar, y mucho menos preguntar y, aun así, Constance se colocó de brazos cruzados al lado de la escalera.

Quince minutos después, Eliana apareció enfrente de ella sin el uniforme y con varias hebras de cabello húmedo. Se había bañado y cambiado de ropa y, al parecer, había dejado su bolso en algún lugar.

-Gané -dijo sin aliento como si hubiera corrido hasta ella.

-Felicidades -susurró Constance, mirándola a los ojos. Eliana parecía vibrar en el lugar y cerraba y abría sus manos. Estaba inquieta, nerviosa tal vez.

-Aún no lo puedo creer -dijo rápidamente, haciéndole obvio a la morena que estaba conteniendo sus emociones.

Las personas seguían saliendo del estadio, moviéndose como hormigas sin prestar atención a los demás. Algunos aún seguían celebrando la victoria, y la energía se podía palpar en el aire.

Constance definitivamente podía sentir la energía emanar del cuerpo de la rubia. Quería abrazarla, se dio cuenta de eso cuando dio un paso -inconscientemente- hacia Eliana. Quería hacerlo como habían hecho sus compañeras de equipo.

-Te invito a cenar, por tu victoria. -Fue lo que dijo en cambio y pareció pasar saliva con dificultad al percatarse de que -por primera vez- fue incapaz de hacer lo que realmente deseaba.

-¿Sí? Acepto. Estoy hambrienta -dijo Eliana y Constance notó cómo algo en su mirada cambió por un instante antes de que el brillo volviera a los ojos azules. ¿Acaso se había dado cuenta de sus intenciones? Siempre había sido excelente en anticipar lo que quería… no le extrañaría que Eliana hubiera notado su verdadera intención-. Puedo llamar a Aldo y decirle.

-Ya lo hice. En este momento no eres mi asistente, Eliana. Recuerda eso y que también no soy completamente inútil sin una.

Eliana se recuperó rápidamente de su sorpresa y se apresuró para alcanzar a la morena que ya caminaba hacia la salida.

-Tengo mucha energía. Después de cenar, ¿quieres bailar?

Constance la miró como si de verdad hubiera perdido la cabeza.

-¿Logras hacerme venir a un juego de sóftbol y ya quieres llevarme a bailar?

-No es lo que crees.

-¿No?

-Ya verás.

-No, no creo que veré, Eliana.


Eliana logró convencerla, aunque tuvo que sacar todas sus armas secretas para poder llevarla al lugar que había tenido en mente. Eran casi las diez de la noche cuando llegaron al arcade y Constance casi sale corriendo al instante que vio qué era lo que Eliana había llamado "DanceRush" durante la cena.

Tomó un poco de provocación y también valor para poder burlarse de Constance Isles, pero con eso logró que la mujer se colocara a su lado, de brazos cruzados y en silencio, mientras la observaba escoger una canción.

-Empecemos con algo fácil -dijo y la miró por encima del hombro, guiñándole un ojo-. Ya sabes, para que agarres el ritmo. Esta es una clásica.

Ella no se arrepentía, nunca lo haría con la noche que había pasado, pero estaba físicamente destruida. Sabía que Constance tenía un lado competitivo, claro, pero nunca imaginó cuán competitiva podía llegar a ser. También se había olvidado de que la mujer tenía programada sesiones de ejercicio cuatro veces a la semana. Y durante la hora y media que estuvieron 'bailando' Constance demostró el nivel de su resistencia. Las dos habían sudado mucho, hasta el punto de que Ella ofreció pasar por su apartamento -ya que quedaba mucho más cerca- para bañarse.

Como Constance no tenía que volver a casa temprano para cuidar de Maura, aceptó quedarse a dormir. Ninguna de las dos pensó de más con aquella decisión, simplemente parecía ser lo más razonable en el momento, dadas las circunstancias. Cuando Ella salió del baño, llamando a Constance, cerró la boca de repente al notar la copa vacía sobre la mesita de café y el cabello oscuro que pudo divisar desde donde se encontraba de pie. Ella caminó lentamente hasta quedar enfrente del sofá, sonriendo al notar que Constance se había quedado dormida.

Buscó una manta y la cubrió, apartando con suavidad un mechón de cabello oscuro. Tragó en seco y se dio media vuelta, recogió la copa vacía y caminó lentamente hacia la cocina para beber de su propia copa.

En el silencio del apartamento, el girar de una llave en la cerradura la alertó como si hubieran chocado dos sartenes al lado de su cabeza. Solo podría ser una persona…

-Oh, Dios, qué día de mier—

-Shhhh.

Elena se quedó como una piedra al escucharla y ver la expresión de su hermana. No le tomó mucho en darse cuenta del por qué: desde la entrada tenía una vista perfecta del sofá. Ella le hizo un gesto en silencio y Elena la siguió hasta la habitación.

-¿Qué haces aquí?

-Te mandé un mensaje avisando que venía a verte… ¿Qué hace Constance Isles durmiendo en tu sofá, vistiendo tu juego de pijama? -Susurró, aunque podría estar gritando, estupefacta, basado en su expresión.

-Necesitaba un cambio de ropa y nunca lo he usado.

-Guau -exclamó Elena mirando en dirección del sofá, aunque la puerta de la habitación estaba cerrada-. Constance Isles en tu pijama -se rio divertida-. Has cambiado a esa mujer, hermanita.

-No he hecho nada, ella es… es así. Es divertida, Elena. No tienes idea de quién es Constance Isles realmente -dijo con una sonrisa de oreja a oreja, recordando la risa de Constance cuando le ganó -repetidamente- mientras bailaban y se ganaban una audiencia de adolescentes rodeándolas para ver cómo jugaban.

-Ten cuidado, ¿sí?

-¿Eh? -La sonrisa se le congeló-. ¿Por qué dices eso?

-Solo… cuida esto ¿sí? -Pidió, señalando su propio corazón-. Sé que la conoces mejor que muchas otras personas, pero sigues siendo su asistente.

-Lo sé -dijo rápidamente y Elena reconoció el tono defensivo, suspiró y se acercó a su hermana, abrazándola repentinamente, tomándola por sorpresa.

-Felicidades por tu victoria y siento mucho no haber podido ir a verte…

-Gracias por pasarte y perdón por no haber visto tu mensaje, he estado…

-¿Distraída? -Le guiñó un ojo y Ella asintió con una sonrisa.


Disfruten de este cap porque se viene el ANGST :)