"Mamá, ¿Ella despertará?"

Constance se apretó el puente de la nariz al recordar la primera pregunta que su hija hizo al despertar por una pesadilla la noche anterior.

La psicóloga de Maura había asegurado que estaba progresando. Y era un hecho; Maura hablaba un poco más, aunque se había sumergido en sus dibujos. "Una forma de expresión, un escape" había dicho Paula, la psicóloga.

Maura había pedido seguir viendo a Eliana y estar con los mellizos. Y aunque ya sabía que la decisión de permitirlo tenía un buen impacto en la psique de su hija, Paula lo confirmó.

-¿Cuándo piensas despertar, Eliana? -Susurró sin pensar al mirar su horario para la semana y darse cuenta de que era un desorden total. Totalmente inaceptable.

-Amanda -llamó con un tono más alto, tensando la mandíbula al ver que la asistente -en el escritorio de Eliana- se ponía de pie rápidamente como si su empleo estuviera a punto de extinguirse.

Detestaba que usara el escritorio de Eliana. Ya no era de Eliana y tenía que comenzar a verlo de esa forma. Nunca había sido un problema; cambiaba de asistentes con tanta regularidad que aquel escritorio nunca perteneció a nadie. Ni siquiera a Sarah que había logrado terminar su contrato de dos años.

Era el escritorio de Eliana, y Constance odiaba alzar la mirada y no ver el cabello rubio y la sonrisa juvenil y tan persistente que a veces llegaba a ser hasta irritante.

-¿Sí, Constance?

-Arregla mi agenda de inmediato. Todo está mal.

-Es que… tiene un código de color sin clave y no sé…

-No, no. No tengo tiempo para escuchar tus excusas.

Constance se puso de pie, recogió el abrigo del espaldar de la silla -que normalmente Eliana habría recogido sin siquiera ella percatarse- y dejado en el perchero cerca de la entrada-, la bolsa y los lentes de sol.

-No volveré. Y arregla el maldito calendario si quieres seguir teniendo empleo mañana.

-¿Cuándo volverá?

Constance puso los ojos en blanco y salió de la oficina sin decir una palabra más.


-Todo esto es tu culpa -refunfuñó al entrar, quitándose el abrigo y dejándolo sobre el sofá de la habitación privada de la unidad de cuidados intensivos.

Constance arrastró la silla hasta dejarla al lado de la cama, se sentó y cruzó los brazos, mirando el rostro de Eliana. Elena le había explicado y enfatizado los diversos grados de conciencia; algunos de sus pacientes que estuvieron en coma recordaban algunos sonidos, otros reportaban haber tenido muchos sueños -en su mayoría pesadillas-, y los demás no recordaban absolutamente nada. Por el estado de Eliana, lo más probable era que no escuchara nada y ni tuviera consciencia de su entorno, pero aun así Elena la había animado a hablarle.

Constance siempre pensó que alguna máquina haría ruido, pero la ausencia del sonido era insoportable. Lo más ruidoso en la habitación -y que apenas se escuchaba- era el sonido que causaba la máquina del respirador.

-Rafael contrató una asistente nueva. Se llama Amanda -comenzó a decir con inseguridad, sintiéndose un poco incómoda al estar hablando sola. Eliana se reiría de ella si pudiera-. Si hubieras buscado y entrenado un reemplazo, como te pedí, esto no estaría pasando. -Descruzó los brazos y extendió una de sus manos hacia la de Eliana, pero se detuvo antes de poder tocarla, así que descansó la palma de sus manos sobre los muslos, frotándolas inconscientemente hasta detenerse y cruzar los dedos sobre el regazo-. ¿No has descansado lo suficiente? Trece días, Eliana… esto es simplemente… inaceptable.

Al día siguiente volvió a la habitación privada de la UCI.

-Hablé con Aldo y me explicó lo ocurrido, aunque tengo el presentimiento de que me ocultó algo. ¿Me dirías? -preguntó y suspiró después de unos segundos en silencio-. Maura te extraña mucho. Me hizo comprarte un ridículo peluche de tiburón para que te protegiera como Señor Güino hace con ella.

Había dejado el peluche al lado de la cama donde no estorbara a las enfermeras y doctores. El peluche, a diferencia de Eliana, parecía estar mirándola fijamente. A pesar de ser adorable resultaba un poco perturbador.

-He leído un poco sobre pacientes en coma. Y aunque tal vez no me puedas escuchar, seguiré haciendo esto -por muy inútil que sea- ¿Sabes cuál es la ironía? Que hemos -he- hablado más durante estos días de lo que lo hice por mucho tiempo. Los niños estarán llegando pronto. Tus hijos son fuertes, Eliana. De verdad eres una madre y mujer excepcional -dijo en voz baja antes de desplomarse en la silla y cerrar los ojos-. Te haré compañía en este abrumador silencio -susurró tan bajo que de estar despierta, Eliana no la habría escuchado.

No tuvo idea de cuánto tiempo había dormido. El cuello le dolía y mientras se masajeaba el músculo, notó que al lado de la silla había un sándwich con su nombre y una botella de agua.

"Come, por favor - E"

-Tu hermana es igual de amable que tú -dijo al vacío, sorprendiéndose de que el sándwich fuera uno de sus favoritos. ¿Acaso Eliana le había dicho en algún momento? A Constance no le tomó mucho tiempo para darse cuenta de que Elena sabía cosas que solo Eliana pudo haberle dicho.

Constance hizo una mueca ante la idea. ¿Cuántas cosas negativas le habrá contado?

-Las cosas quedaron tan mal entre nosotras -susurró después de beber un poco de agua y ponerse de pie para estirar las piernas, para acercarse más a Eliana-. Ni siquiera sé si… si quisieras que esté aquí…


-Quiero ayudar con los gastos. Sé cuánto cuesta una de esas habitaciones, Elena -decía Constance, siguiendo a la doctora que caminaba rápidamente por el pasillo, con una carpeta bajo el brazo.

-No es necesario, Constance -dijo y miró el reloj en su muñeca y su paso aminoró al ver que tenía tiempo antes de ver a su siguiente paciente-. Todo está arreglado.

-¿Arreglado? Perdona, pero tu ingreso como doctora no daría para quince días en esa habitación y quién sabe cuánto tiempo más será necesario. El salario de asistente apenas le daba a Eliana para mantener su apartamento, Elena.

-Sígueme.

Elena la guio hasta una pequeña habitación y cerró la puerta. Estaban rodeadas de estantes con materiales quirúrgicos y la iluminación era mínima, pero la doctora no se molestó en buscar el interruptor.

-Por lo que veo, Ella no te dijo nada. Sus razones habrá tenido… Ella es millonaria, Constance. Yo también. Nuestros padres nos dejaron una fortuna a cada una, así que los gastos están cubiertos.

-¿Qué?

Elena suspiró. Se notaba que dudaba si seguir hablando sobre algo que su hermana había decidido no divulgar.

-¿Desde cuándo?

-¿Desde cuándo qué?

-¿Desde cuándo lo son?

-Cuando murieron. El abogado nos lo informó el fin de semana y el dinero fue transferido a nuestras cuentas en menos de una semana.

-Estaré en la habitación hasta que lleguen los niños de la guardería. ¿Aún se pueden quedar en mi casa?

Elena quedó perpleja con el cambio de tema, pero se recuperó de inmediato.

-Sí, me vendría genial porque tengo una cirugía que estimo durará unas diez horas, si todo marcha bien.

Constance no dijo nada. Elena sonrió cuando la vio darse la vuelta y salir de la habitación sin más. Ya estaba acostumbrada a las excentricidades de la mujer e imaginaba que era difícil dejar de lado las costumbres de Constance Isles, la editora en jefe.

Cuando Constance estaba a punto de llegar a la habitación de Eliana, se detuvo al ver que la puerta se abrió y una pelirroja que reconoció salió. A veces se olvidaba que no era la única que visitaba a la mujer.

-Constance, qué sorpresa.

-Podría decir lo mismo.

-¿Sí? -Jessica se apoyó en la puerta cerrada-. Soy su amiga. Tú eres la jefa que le hacía la vida imposible, ya podrás entender mi sorpresa al verte aquí.

-Eliana es… -Apretó los labios en una fina línea-. No tengo que darte explicaciones a ti.

Jessica suspiró y se apartó de la puerta.

-Mira… dejando nuestras diferencias aparte y sin importar las razones para que yo o tú esté aquí, al final del día imagino que las dos queremos lo mismo.

Constance arqueó una ceja al darse cuenta de que la mujer no planeaba en elaborar.

-Prefiero que alguien esté a su lado a que esté sola -dijo cuando pasó por el lado de la morena, deteniéndose por un instante-. Sé que fuiste a verla al juego de sóftbol. Creo que eso dice mucho de cuán importante es para ti. Cuídala, Constance. Y no la lastimes.

Constance pestañeó varias veces, confusa, y miró por encima de su hombro para ver la espalda de la pelirroja marchándose.

Al entrar en la habitación se sentó en la silla que ya estaba al lado de la cama y cruzó los brazos sobre el pecho, pensando. Era inútil: no podía dar un trato silencioso a alguien que ni siquiera estaba consciente.

-Es irracional -susurró y descruzó los brazos-. Me siento enojada y no sé por qué. Tu aventura estuvo aquí. Ya sé, ya sé… Rafael dijo que solo son amigas -confesó-. ¡No pregunté! Sabes cómo es él…

Su mirada quedó en blanco sobre la vía intravenosa conectada en la muñeca de la mano izquierda. Las enfermeras se habían deshecho de algunas y aun así eran demasiadas cosas conectadas a Eliana.

-Todos estos meses pudiste haber renunciado en cualquier segundo ¿por qué seguiste trabajando para mí si no tenías necesidad de hacerlo? -Preguntó y extendió una mano, atreviéndose a rozar los dedos de Eliana- No tenías que soportarme. Sé lo exigente que puedo ser… -susurró y apoyó la cabeza en el costado de la cama, sosteniendo la mano de Eliana con un poco más de fuerza, cerrando los ojos.


-Los niños quieren ir al zoológico. Elena los llevará y yo… yo no sé si pueda ir sin ti -admitió-. Han pasado treinta y ocho días, Eliana. Las pruebas que han hecho dan buenos resultados, así que, ¿por qué no estás despertando? -Suspiró y miró el techo-. Renunciaré a Ciao. -Ahogó una carcajada-. Ya sé, yo también. De verdad estoy perdiendo la cabeza, ¿no crees? Estoy hablando sola…

A pesar de haberlo hecho cada día no se acostumbraba a hablar sin recibir una respuesta.

-Seguiré siendo una socia y estaré trabajando junto a Rafael hasta que él lo maneje todo apropiadamente. Sabes que no aceptaré nada menos que perfección ¿Puedes creerlo? Él es la mejor opción para reemplazarme; ha estado trabajando conmigo desde el principio y sabe cómo funciona el negocio. Aparte de ser tan… él, es un hombre con mucho talento. Yo… no sé muy bien qué dirección tomar aún... ¿Recuerdas la conversación que tuvimos delante de La Mort de Socrate? Tenías tanta fe en mí… y hace tiempo que alguien no la ha tenido, no con esa sinceridad tuya.

Constance tomó la mano de Eliana entre las suyas y acarició inconscientemente los nudillos.

-Por mucho que me lo negué, es verdad, Eliana… me viste y lo detestaba. Y esto, -La miró de pies a cabeza- esta situación me ha abierto los ojos y me he dado cuenta de que la vida es demasiado corta para no hacer las cosas que de verdad me apasionan y deseo. -Sus palabras desataron un recuerdo en su mente, como un estallido: Eliana sonriendo y casi saltando por la adrenalina causada por la victoria de su juego. El recuerdo de la emoción y las ganas que sintió en aquel instante de abrazar a la rubia y felicitarla -como realmente quería- era dolorosamente vívido-. Debí abrazarte cuando pude… -susurró al vacío, cerrando los ojos-. Te prometo que seguiré mis propios sueños, Eliana Quinn, y seré la mejor, mejor que tu padre, mejor que cualquiera. Mucho mejor.

La puerta de la habitación se abrió de repente y Elena entró con los niños, sonriendo levemente al saludar a Constance con un asentir de cabeza y luego su mirada se dirigió a las manos de la mujer que sostenían la de su hermana. No era la primera vez, aunque sí la primera que Constance era consciente de ser vista. Muchas veces se encontró a Constance dormida en la silla en posiciones extremadamente incómodas, y otras veces era acompañada por los niños. Con los días Constance se fue acercando más; al principio solo permanecía sentada con los brazos cruzados, luego una mano sobre la cama, otro día en vez de quedarse dormida con el cuello girado en un ángulo incómodo, lo hizo con la cabeza apoyada en el costado de la cama de Ella. Y cómo olvidar aquella noche, cuando fue a visitar a su hermana después de terminar una larga cirugía a medianoche, y se sorprendió al ver a través de la ventanilla de cristal de la puerta que Constance Isles estaba allí, cubriéndose el rostro con una mano mientras con la otra sostenía la de Eliana. Elena se había quedado boquiabierta, paralizada, viendo cómo los hombros de la mujer temblaban por los sollozos hasta que se dobló, escondiendo el rostro en el colchón. Y, en ese momento, se preguntó si así era cómo Constance siempre terminaba dormida en aquella posición.

Esa noche Elena decidió dar media vuelta y no interrumpirla. Su hermana estaba en buenas manos.

Constance se aclaró la garganta y soltó la mano de Eliana con delicadeza antes de abrir los brazos para recibir a Maura y sentarla sobre su regazo.

-¿Y esto? -Preguntó, mirando los dos monitos de peluche que Maura sostenía.

-Uno para mí y otro para Ella.

-Estará rodeada de peluches cuando despierte.

Noah parecía estar muy cansado porque se sentó en el sofá y se quedó dormido casi de inmediato. Elena ayudó a Izzy a subir y apartar varios cables para que pudiera acostarse al lado de su madre.

-Cuidado con su pierna, Izzy.

-Sí, tía.

-¿Cuánto han caminado? -Preguntó Constance unos minutos después de ver cómo Elena chequeaba en silencio el historial de su hermana, antes de sentarse al otro lado de la cama. Maura se quedó dormida en sus brazos e Izzy se había rendido igual de rápido que su hermano.

-Lo mismo de siempre, pero no durmieron muy bien en la noche.

-¿Pesadillas?

Elena asintió con una expresión preocupada. Ninguna de las dos estaba dispuesta a decir lo que estaban pesando: ¿Despertará del todo?

-Maura también… sigue teniendo pesadillas del día del accidente. La psicóloga me dijo que recuerda ver a su padre con el rostro ensangrentado… -Decía en voz baja para no despertar a ninguno de los niños-. Aldo me confirmó que Arthur estuvo consciente por varios segundos, que intentó chequear si Maura estaba bien…perdona que no haya podido acompañarte -dijo de repente para cambiar de tema.

-Ella me dijo que nunca pedías perdón -dijo con una sonrisa de medio lado. No mencionó que también le dijo que Constance no solía dar las "Gracias", lo cual ya había hecho varias veces.

Los labios de Constance se arquearon en una sonrisa melancólica.

-Parece que algunas cosas han cambiado.

-Así parece -confirmó Elena, mirando el rostro de su hermana-. Los domingos -comenzó a decir y el labio inferior le tembló- …se habían convertido en el día favorito de Ella. Toda la semana pensaba en el domingo, dónde podrían ir, qué necesitaría. De solo escucharla me estresaba, pero Ella no dejaba de sonreír. Imagino que te puedes hacer una idea de por qué ¿no?

Los domingos… claro que sabía.

-Elena, yo… -Pestañeó rápidamente al sentir un repentino escozor en sus ojos- Te dije que Eliana renunció ese día, ella… ella salió de mi oficina pensando que solo la veía como una asistente y no como... No le pude decir la verdad y si soy honesta contigo no sé si algún día podré.

-¿Alguna vez la viste como una amiga?

-Claro…Eliana es… -Se mordió el labio inferior al percatarse de sus palabras- …mis domingos están arruinados, como has podido notar. -Intentó sonreír con sarcasmo cuando alzó la cabeza para mirar a la mujer a los ojos, y se sorprendió al encontrarse con una mirada comprensible.

-Pues asegúrate de decirle cuando despierte. No todos tienen la suerte de una segunda oportunidad.

-Espero tener el valor.

-¿Constance Isles? Claro que sí.

Las dos sonrieron mirando a Ella.


Cuarenta y tres días.

¿Por qué seguía llevando cuenta?

A Constance no le dio tiempo llegar a la habitación de Eliana porque Elena la detuvo en el pasillo y con una expresión muy seria le dijo que la siguiera.

-¿Pasa algo? ¿Elena?

Las dos entraron en una habitación vacía y Elena comenzó a dar vueltas con las manos sobre las caderas.

-No… no me digas que mur—

-¡No, no! -Se apresuró a decir la doctora y se detuvo en seco, mirándola a los ojos con miedo y algo de nerviosismo.

-Habla claro, Elena -exigió.

-Ella despertó esta mañana.

Los hombros de Constance se relajaron y sintió como si todo el oxígeno se le escapaba.

-¿Por qué tienes esa cara entonces? -Constance había leído mucho sobre las comas y las consecuencias que podrían tener el tipo de lesiones que había sufrido Eliana. Oh, no.

-Constance… -Elena tragó en seco y se pasó una mano por el cabello-. Ella no recuerda. -La miró con los ojos llenos de lágrimas y reflejando la desesperación que sentía.

-¿Qué? ¿Qué no recuerda?

-Por las preguntas que logró contestarme, no recuerda alrededor de tres años y medios. Apenas pudo reconocer sus propios hijos y no recuerda haber venido a Nueva York o que nuestros padres han muerto. No quise abrumarla con tanta información porque el ver a los mellizos tan grandes fue suficiente para que tuviera un ataque de pánico. Lo último que recuerda fue que se graduaba y eso fue hace más de tres años atrás…

-Entonces no… no me recuerda -susurró y sintió que el estómago le dio vuelco.

-Tampoco a Maura. Vinieron con Talia a visitarla…

-Ya veo… -susurró y dio unos pasos atrás hasta colisionar con la pared y se cubrió la boca con una mano cuando un sollozo inesperado escapó de sus labios. No pudo controlarlo por mucho que quisiera. Cuarenta y tres días deseando que despertara y ahora esto. Los hombros le temblaron y sintió un peso en su pecho que le costó respirar.

-No, no, no tú también -exclamó Elena, colocando ambas manos sobre los hombros de Constance-. Respira, respira profundo, sigue mi respiración.

-No me recuerda -repitió en un susurro con la respiración entrecortada y lágrimas que no podía detener.

La sorpresa de Elena al verla llorar de aquel modo fue evidente.

-No sabemos qué podrá pasar, Constance. Puede ser que recuerde…

-Como también puede ser que nunca lo haga.

-Intentemos ser optimistas. Si no lo hace, pues… míralo como una segunda oportunidad.

Constance negó con la cabeza y Elena retiró sus manos para guardarla en los bolsillos de su bata blanca.

-La recuperación que le espera será larga. Tendrá que hacer mucha terapia física y aún no sabemos si la lesión cerebral afectó algo más aparte de su memoria.

-¿Cómo se lo tomó Maura? -Preguntó Constance, secándose las lágrimas y respirando profundamente.

-¿Qué? -La pregunta inesperada la hizo pausar.

-¿Cómo se lo tomó Maura? Cuando no la reconoció.

-Maura es una niña, Constance. Le dije a Ella que era una amiga de los mellizos. Maura entendió que Ella no recordaba.

-No puedo hacer esto -susurró para sí misma y Elena arrugó el ceño por la confusión.

-¿Qué?

-No puedo estar aquí. Tengo que… tengo que irme.

-Constance no hagas esto. Valor, ¿Recuerdas? ¿Qué pasó con segundas oportunidades?

-Todo ha cambiado. Tú misma lo dijiste: está abrumada y yo, yo no soy importante y si tú y yo somos honestas, es mejor que no me recuerde. No fui muy buena para ella, Elena. Debes saberlo. Tal vez la segunda oportunidad es para Eliana, para no volver a tenerme en su vida.

-No digas eso. Sabemos que no es verdad.

-¿No lo es? -Preguntó con una expresión seria que hizo entender a Elena el por qué la gente temía a Constance Isles.

No le dio tiempo a responder. Constance se dio media vuelta, abrió la puerta y se marchó rápidamente sin darle oportunidad de reaccionar.


NA: Recuerdan cuando dije que este fic tendría mil "tropes"? :) No podía faltar el de pérdida de memoria. Por esto el fic se llama Extrañas por Naturaleza. Si no hace sentido ahora, lo tendrá más adelante (espero). Por cierto, estoy resubiendo Tú y Yo en Wattpad con algunos arreglos, más que nada gramaticales, pero lo estoy releyendo para saber qué quiero cubrir en el Acto III desde el punto de vista de estos personajes originales y Constance. Hasta ahora tengo una lista bastante extensa (sorry, este fic será súper largo...), pero si se acuerdan de algo del fic o han releído recientemente y quieren ver más de X escena, me dejan saber por acá o DM, y lo consideraré :) Saludos