-El de Gucci lo puedes cambiar por Kors; irá mejor con la paleta de color de esta página -comentó e hizo una nota con el bolígrafo rojo.

-¿El marrón? -Preguntó Rafael y añadió una nota suya cuando Constance asintió.

Amanda entró en la oficina y dejó dos cafés junto con una nota que le entregó a la morena.

-La Dra. Quinn llamó y pidió que le entregara este mensaje.

La asistente miró a Rafael de reojo y salió lo más rápido posible de la oficina antes de que Constance pudiera cuestionar algo.

Constance giró el pedazo de papel y leyó la única palabra escrita:

"Domingo"

El papel fue estrujado en un puño cerrado.

-¿Todo bien? -Preguntó Rafael, mirándola con preocupación-. La Dra. Quinn es la hermana de Ella.

-Insiste con que vea a Eliana. -Agarró uno de los vasos de café y tiró la nota al latón de basura donde muchas ideas para la revista habían sido tiradas en las últimas dos horas.

-¿No es algo bueno? Han pasado cuatro días, Constance.

-No creo que lo sea. -Dejó otra vez el café sin degustar sobre el escritorio-. ¿Qué le voy a decir? "Soy Constance, he sido tu jefa por casi dos años y te hice la vida imposible. Ah, y por cierto, renunciaste" ¿Eso es lo que quieren?

-Sabes que eso no es cierto -reprendió.

-Lo que es cierto es que no soy buena para ella -refutó con un tono más suave.

-¿Acaso estás diciendo estas cosas porque te sigues culpando de haberla enviado al aeropuerto? ¿Qué harás si recuerda?

-Si lo hace, entonces estoy segura de que entenderá mi decisión.

-Oh, tal vez si vas a verla te diría algo como "No te lamentes. Recuerda". Especialmente ahora que sus recuerdos quedaron con nosotros, contigo.

-No digas tonterías, Rafael.

Constance se puso de pie y caminó hasta el ventanal, mirando hacia el horizonte por encima de la ciudad de Nueva York, y cruzó los brazos

-¿Has hablado con alguien?

-¿Qué?

-Consti. Perdiste a tu esposo, tu hija quedó lastimada y tu asistente, que, corrígeme si me equivoco, pero creo que es una de tus pocas amigas -alzó una ceja como si estuviera retándola a negarlo cuando Constance se giró hacia él con una expresión seria-, está en un hospital y no te recuerda. Necesitas hablar con un profesional.

-Estoy bien. Y no me llames así.

-¿Lo estás? ¿Por qué no vas a verla entonces? Preséntate como su exjefa o lo que sea, no tienes que decirle que fue horrible.

-No puedo.

-¿Por qué? -Presionó.

-Porque no puedo.

-¿Temes a que te dé la espalda?

-Tiene cosas más importantes para preocuparse… su memoria, su recuperación…

-Son excusas.

-¡No puedo! -Gritó y los dos se quedaron helados porque Constance nunca había gritado. No en el trabajo ni en cualquier otro lugar. Rafael se quedó boquiabierta y el lapicero que había estado sosteniendo entre sus dedos rodó sobre el escritorio y cayó al suelo-. Siento... siento nostalgia por alguien a quien todavía estoy aprendiendo a extrañar. No quiero verla y tener que aceptar, pretender como si nada hubiera existido. Aún tengo los recuerdos, todo está aquí -Se señaló la cabeza con brusquedad-. Y si la miro a los ojos y noto la indiferencia en su mirada al no reconocerme, entonces… entonces yo la recordaré de esa forma. Y quiero recordar su sonrisa tonta y su optimismo y… -Se mordió el labio al caer en cuenta de lo que estaba diciendo, y volvió a girarse hacia el ventanal, evitando la mirada inquisitiva de su compañero.

-Prefieres vivir con su recuerdo ¿Solo por el miedo de perder lo que ya tienes?

-No entiendes. Ya la había perdido antes del accidente.

Rafael miró hacia la ciudad con una expresión sombría antes de decir en voz baja:

-Estás siendo muy egoísta, Constance…

Constance tensó la mandíbula hasta que le dolieron los dientes.

-Sigamos trabajando -dijo Rafael con seriedad.


Elena entró en la habitación y dejó las flores cerca de la ventana, ordenando varias de las rosas. Ella abrió los ojos lentamente y giró la cabeza hacia su hermana que en vez de la bata blanca llevaba un uniforme azul marino.

-Buenas tardes, bella durmiente. Son hermosas, ¿cierto? -Preguntó, señalando las rosas azules.

-Son mis favoritas ¿quién las envió?

Elena le hubiera entregado la nota, pero Ella había estado teniendo problemas leyendo y estaba aprendiendo a hacerlo otra vez. Lo bueno es que estaba aprendiendo bastante rápido.

-¿Puedo? -Alzó la nota, pidiendo permiso. Ella asintió.

-"Recupérate pronto, mia bella. Te extrañamos, Santorini" -Leyó Elena y soltó una carcajada-. Es de parte de Rafael, trabajabas con él.

-¿Mia bella? ¿Soy muy cercana a él?

-Es tu mejor amigo, diría yo. Como el hermano que nunca tuviste. Es un hombre muy divertido, italiano -muy italiano- y de vez en cuando te llama de ese modo y otros más.

-Santorini… -susurró Ella con la mirada fija en el techo blanco y monótono que había mirado por lo que se sentía una eternidad.

-¿Recuerdas algo? Sobre Santorini.

-No… es más una sensación. ¿Por qué me llama así?

Elena se sacudió de hombros.

-Creo que nunca te lo explicó.

-Nunca he estado en Santorini. -Arrugó el ceño- ¿O sí?

-No, nunca has ido.

-Tal vez sea por mis ojos… ¿Cuándo llegan los niños?

-En dos horas. Talia los traerá puntualmente. A final de semana te quitarán este yeso -dijo al notar que Ella se arrascaba la piel del brazo en la base del yeso-. El de la pierna tienes que tenerlo por unas semanas más.

-¿Qué pasó con mi trabajo? ¿En qué trabajo?

-No te preocupes por eso ahora, ¿vale? Solo céntrate en recuperarte rápido y el resto vendrá.

-Pero… ¿Saben que estoy aquí? ¿No me despedirán?

-Claro que saben que estás aquí.

-Elena, habré perdido tres años de mi vida, pero aún sé cuándo me estás ocultando algo. Necesito confiar en ti.

La mujer suspiró y se sentó en la silla, arrastrándola un poco para acercarse más a Ella.

-Trabajas como asistente para la jefa editora de Ciao, que es una revista de moda. Renunciaste el día del accidente, pero no presentaste una renuncia oficial y tu jefa no notificó a recursos humanos. ¿Oficialmente? Sigues empleada.

-Asistente… -Arrugó el ceño. Elena tuvo que morderse el labio para no sonreír porque sabía que su hermana nunca consideró ese trabajo-. ¿Por qué renuncié? ¿Por qué no lo reportó?

-Pues… la razón para renunciar creo que solo tú la sabes -sabías-, Ella. En cuanto a tu jefa, tal vez ella tenga una idea del por qué tomaste esa decisión. La verdad es que tampoco sé por qué no lo reportó o si lo ha hecho a estas alturas. Tengo el presentimiento que, en parte, fue para que se pudiera usar el seguro médico y la ausencia pagada. Tu jefa, o exjefa, también renunció poco después del accidente, aunque eso no tuvo nada que ver con lo ocurrido.

-¿Por qué suenas sorprendida?

-¿Aparte de renunciar a ser la editora jefa? Es buena en lo que hace. Muy buena. Una de las mejores en el mundo de la moda y no exagero. Me sorprendo porque lo dejó todo sin ninguna explicación. De un día a otro. Los periodistas aún están enloquecidos con esa decisión -añadió con una expresión pensativa.

-¿Ha venido?

Elena la miró a los ojos y permaneció en silencio sin saber qué decir o si debía decir algo del todo.

-¿No?

-Es complicado…

-¿Sí?

-Sí, creo.

Ella ladeó la cabeza, confusa.

-Es tan complicado como lo hagas, Elena.

-Constance es una mujer muy complicada.

-¿Constance?

-Así se llama, Constance Isles. Es la madre de Maura y fuiste su asistente por casi dos años.

-Maura… la niña -dijo en voz baja, pensativa-. Se lleva muy bien con los mellizos. Elena, por favor… me siento como si estuviera leyendo un libro al que le faltan páginas.

-Está bien… El día del accidente no estabas sola. Constance te había pedido buscar a Maura y Arthur al aeropuerto. Arthur es el padre de Maura, él murió durante la cirugía. Maura solo sufrió varios rasguños y la fractura del brazo, por eso el yeso. Aldo, el chófer, terminó con varios moretones. Constance te visitó cada día; los cuarenta y tres días que estuviste en coma. Los niños se llevan bien porque han pasado mucho tiempo juntos en la guardería de Ciao, en casa y también salían los fines de semana.

-No entiendo. ¿Por qué no ha venido?

-Para ser honesta, hermana, yo tampoco entiendo mucho. Te dije que era complicada. No podría decirte qué está pensando esa mujer. Tú eras la que más la conocía -entendía- probablemente mejor que ella misma -dijo con un suspiro.

-¿Maura vendrá hoy?

-Sí. Esa niña te adora.

-Y ella es adorable. Si entiendo algo… Constance no viene y, aun así, ¿permite que su hija me siga visitando?

Elena se puso de pie, alisándose el uniforme con las manos. Ya era hora de volver a su trabajo.

-Sabe que eres muy importante para Maura y Constance nunca le negaría algo a esa niña. He intentado hablar con ella, entender qué está pensando, pero ha resultado ser un desafío. Supongo que lo hará cuando le parezca apropiado o cuando esté lista. Así es Constance, hace las cosas en sus propios términos.

-¿Acaso le hice algo?

-No, Ella. Solo hay que darle tiempo. Tú enfócate en recuperarte rápido, ¿sí? Ahora tengo que regresar al trabajo, pero Talia debe llegar pronto. Me puedes marcar si necesitas algo.

-Gracias, Eli -susurró y se alarmó al ver los ojos brillosos de su hermana-. ¿Qué pasa?

-Hace años que no me llamabas así. -Elena se acercó y besó la frente de su hermana-. Vuelvo cuando termine mi turno y me llevo a los niños.