Ella arrugó el ceño al sentir que algo pinchaba su mejilla. Con cada segundo que recobraba la conciencia, su cuerpo hacía lo mismo, catalogando cada dolor muscular.
-¿Qué haces? -preguntó con voz ronca, notando que Izzy estaba de rodillas al lado del sofá y que era quien había estado usando un lápiz de color para tocarle el cachete.
-Cons me pidió que te despertara.
-¿Cons? -Se incorporó quejándose por los dolores-. ¡Por Dios! -exclamó entre dientes cuando estiró los brazos y su columna vertebral crujió en varios lugares.
-Te advertí que no durmieras ahí.
Ella giró la cabeza para ver a Constance moviéndose por la cocina antes de dirigirse a ella y entregarle una taza de café.
-En tres minutos estarán listos los waffles. Seguí la receta que dejaste escrita, así que espero que salgan como te gustan… ¿Qué? -preguntó al notar que Ella se había quedado mirándola con una expresión tonta y solo se había movido mínimamente para aceptar la taza caliente.
-¿Crees que Rafael me creería si le digo que me has hecho café? -preguntó con un tono divertido y Constance abrió los ojos de par en par antes de echarse a reír, sorprendiéndola aún más.
-Creo que Rafael no se creería muchas cosas -susurró con un tono dulce y sugerente.
Ella tuvo que sostener la taza de café con fuerza para que no se deslizara de sus dedos. ¿Acaso Constance…? No, no. Se aclaró la garganta y apartó la mirada de la morena para ver a su hija, quien se había entretenido con el cuaderno de colorear. Ella tomó un sorbo de café y cerró los ojos por el placer que sintió.
-¿Dónde está tu hermano y Maura?
-Afuera.
Ella se puso de pie, no sin hacer otra mueca porque todo su cuerpo parecía crujir.
-¿Afuera? -preguntó y miró en dirección a la morena en busca de alguna explicación.
-Están con tus vecinos, bueno, están siendo vigilados por tus vecinos.
-¿Sí? -preguntó con un tono inseguro y se acercó a Constance cuando esta le hizo un gesto con la cabeza.
-Desde aquí los puedo ver.
Ella suspiró de alivio cuando vio a los dos niños sentados junto a dos adultos en el muelle.
-Son Mary y Morty. Una pareja encantadora y muy amable. Estuve hablando con ellos, hace poco que se mudaron acá. Morty les está enseñando a pescar.
Constance le dio vuelta al waffle y Ella no pudo hacer más que mirarla, luchando por mantener la boca cerrada. ¿Qué se había perdido que Constance estaba tan de buen humor?
-¿Desde cuándo estás despierta?
-No hace mucho.
-Ujum -musitó, sobándose el músculo del cuello-. ¿Acaso no te duele nada? -preguntó y se arrimó inconscientemente a la mujer.
-¿Por qué me habría de doler algo? -preguntó al poner el wafle terminado sobre un plato y comenzar a preparar otro.
Ella tragó saliva con dificultad. ¿Acaso se lo había imaginado todo? Recordaba que habían hablado, que se habían abrazado. Constance la había abrazado, y por primera vez había iniciado el abrazo, y no la soltó hasta que decidieron sentarse en el sofá porque ninguna de las dos pensaba que podrían conciliar el sueño. ¿Se había imaginado todo aquello? Cómo podría ser cuando las palabras de Constance advirtiéndole que fuera a la cama porque se quedaría dormida en el sofá aún estaban frescas en su mente.
-Puedo escucharte pensar desde aquí -dijo Constance en voz baja, concentrada en lo que hacía; que en aquel momento era solo mirar cómo el waffle se cocinaba lentamente.
-¿Me lo imaginé todo? -soltó sin pensar con una expresión que rozaba el pánico.
Constance tuvo un poco de compasión y le ofreció una leve sonrisa antes de darle la vuelta al waffle y apagar la waflera. El cuerpo de Ella se tornó rígido cuando sintió que Constance se colocó detrás de ella y puso las manos sobre sus hombros. Estuvo a punto de preguntar qué hacía cuando sintió el aliento rozar su oreja.
-Te lo advertí -susurró cerca de la oreja de Ella-. No me hiciste caso y nos quedamos dormidas en el sofá. Te culpo de lo adolorida que estoy.
Ella tuvo que morderse el labio inferior para acallar un gemido de placer al sentir que las manos sobre sus hombros ascendieron un poco más hasta su cuello y comenzaron a masajear los músculos.
-¿Cómo sabes hacer eso tan bien?
-Puedo hacer muchas cosas.
Ella abrió los ojos de repente, sintiendo que sus mejillas ardían. Sin dudas estarían sonrojadas. ¿Acaso Constance estaba coqueteando con ella? Porque sonaba bastante a eso… De no ser así, entonces era su mente jugándole una mala pasada.
-¿Mejor?
-Mucho mejor. -Se aclaró la garganta ante la ausencia de las cálidas manos en su cuello.
-Isabel, busca a tu hermano y Maura -pidió Constance y la niña reaccionó al instante.
Ella sonrió de oreja a oreja, observando a su hija salir corriendo de la casa y luego a Constance, quien colocaba una variedad de frutas cortadas sobre la mesa para comer con los waffles. ¿Acaso aquella mujer era la verdadera Constance Isles? ¿La que podía bromear fácilmente, sonreír sin restricciones y tocar? Oh, por Dios, nunca imaginó que Constance fuera tan… táctil. No estaba segura de qué había cambiado o por qué exactamente, pero se sentía como si un interruptor hubiera cambiado completamente a la mujer. El contacto era casi constante y, la verdad, Ella sentía que podría volar.
-Estás con esa cara otra vez. Tal vez deberías hablar con tu doctor y asegurarte de que todo esté bien ahí -dijo, señalando su propia cabeza.
-¿Acabas de bromear a costa de mi salud? -preguntó, intentando fingir un tono escandalizado.
-Te he dicho que puedo bromear… a veces mi humor puede llegar a ser un poco oscuro.
-Me encanta tu humor. Siempre me mantienes en vilo y nunca sé con qué podrías salir. Es refrescante.
-Creo que eres la primera persona que me dice eso -pensó en voz alta, mordiendo una fresa-. La única que se ha atrevido, tal vez. Tienes gustos muy peculiares.
Ella se sacudió los hombros, caminando hacia la mesa, estirando un brazo para agarrar una fresa, pero Constance le dio un golpecito en la mano, deteniéndola.
-Esperaremos a los niños.
-Pero acabas de… -Se calló al ver que Constance se relamía los labios, deshaciéndose de los últimos rastros de la fresa.
-¿Acabo de…? -retó la morena.
-Eres injusta, Isles -dijo, negando con la cabeza.
-Eso suena más a mí -dijo con una sonrisa victoriosa y le hizo un guiño.
Ella se sostuvo con fuerza del espaldar de la silla para mantenerse en pie. ¿Cómo podrá sobrevivir a este lado de la mujer?
Para sorpresa de Ella, Constance estuvo de acuerdo con quedarse esa noche y regresar a la ciudad en la mañana. La decisión tuvo mucho que ver con la invitación de sus vecinos para cenar en su casa. Morty había reconocido a Constance, citando que uno de sus compañeros de trabajo estaba obsesionado con Ciao y la editora, claro.
-Buenas noches, señorita Amelia -se despidió Mary de Izzy, quien sonrió de oreja a oreja.
-¿Amelia? -preguntó Ella, mirando a su hija que ya había dado media vuelta para seguir a los otros niños hacia la salida.
-Es un nombre encantador -dijo Mary.
-Lo es. Buenas noches, Mary, Morty. Ha sido una cena muy agradable. Espero volver pronto.
-Aquí estaremos.
Los cinco caminaron de vuelta a la casa. Los niños corrían enfrente de ellas, gritando y riendo.
-Ha sido obra tuya, ¿verdad?
Constance volteó la cabeza hacia Ella.
-No sé de qué hablas.
-Izzy. Nunca se ha presentado con su primer nombre hasta que te conoció.
-Mary tiene razón: es un nombre encantador. Tal vez cuando crezca lo use más. Aunque no me extrañaría que no lo haga cuando su madre prefiere 'Ella' a Eliana -puso los ojos en blanco y ahogó un grito de sorpresa cuando Ella le dio un suave codazo en la costilla.
-Te puedo explicar por qué. Aunque antes tengo una idea y no sé si te guste: S'mores. No está tan frío y tenemos malvaviscos y chocolate. Y sé que te gustan los malvaviscos. A los niños les encantará.
-¿En serio quieres estar a la intemperie? ¿Ahora? Solo para terminar con olor a humo.
-Los niños la pasarán bien. Vive un poco.
-Comienzo a pensar que usas a los niños para convencerme de hacer estas cosas.
Ella chasqueó la lengua antes de soltar una carcajada.
-Te quejas mucho, Constance Isles. Dices eso, pero debes admitir que te diviertes conmigo. Ya verás. Tú solo siéntate, y yo preparé todo. Disfruta.
-Ajá… -susurró, cruzando los brazos.
-¡Niños! -exclamó Ella, corriendo hasta alcanzarlos y contarles su plan. Los gritos de emoción se mezclaron con el sonido de las olas, y Constance suspiró con una sonrisa plasmada en sus labios.
Constance se estremeció por el frío y tiró de las mangas del suéter de lana. Se encontraba sentada al lado de la fogata que no le proporcionaba suficiente calor para estar a gusto. Los niños salieron corriendo por la puerta trasera, con varias mantas, y en vez de sentarse en las sillas, optaron por poner una de las mantas sobre la arena.
La mujer suspiró, suponía que al menos así podían estar juntos.
-No tan cerca del fuego, niños.
Constance escuchó la voz lejana de Ella mientras ella había quedado hipnotizada con las llamas y el sonido de las olas. No fue hasta que sintió un peso sobre sus hombros que reaccionó y giró la cabeza, notando que lo que había sentido era la manta del sofá y que ahora Ella la colocaba sobre sus hombros, cubriéndola.
Ella no dio ninguna explicación, solo le guiñó un ojo antes de colocarse de rodillas entre Constance y los niños.
-Querías hacer esto desde un principio -dijo Constance a nadie en particular, y Ella la miró por un instante antes de sacudir los hombros en admisión.
Recordaba con exactitud el momento en que Ella la hizo dar varias vueltas en el supermercado de pena donde decidió detenerse en el camino a la casa de playa para comprar algunas cosas, "solo por si acaso".
-A los niños les encantan los s'mores.
-¡S'mores! -exclamó Noah al escucharla.
Ella asintió mirando a su hijo con un gesto apesadumbrado. La única razón por la cual sabía que sus hijos habían vivido esta experiencia antes era porque Elena había tomado fotos de ellos en una acampada en Hither Hills.
-Imagino que sí -susurró Constance, sosteniendo con más fuerza la manta a su alrededor, cubriéndose con ella por completo.
Ella giró su cuerpo hacia la morena y lo que vio en sus ojos fue suficiente para saber y decir:
-Tendrás que acercarte un poco más si nos quieres ayudar.
-Ella yo no—
-Te enseñaré.
Constance miró a su hija que sostenía ansiosa una varilla, y con un brillo en sus ojos que la conmovió.
-Esto es para ustedes. -Ella les entregó la bolsa de malvaviscos a los niños-. Uno a la vez ¿vale? ¿Le enseñan a Maura?
-Claro, Ma -dijo Izzy que ya había comenzado a abrir la bolsa.
-Muy bien -sonrió, emocionada también. Hacía mucho tiempo que no había comido s'mores, al menos que lo recordara-. Aquí tiene, mademoiselle.
-¿En serio? -preguntó Constance con una expresión seria, aunque su tono había sido divertido-. ¿Qué? -Miró la barra de chocolate que Ella le estaba ofreciendo.
-Rompe la barra -dijo y miró a los niños por encima del hombro-. Asegurénse de no quemarlos. Maura ayuda a Noah a romper las galletas graham.
Constance parecía que sostenía una bomba en sus manos en vez de una barra de chocolate Hershey.
-Ella, yo nunca… yo no sé… -dijo en voz baja y se calló cuando Ella se acercó hasta quedar de rodillas delante de ella, cubriéndole las manos con las suyas. Las manos de Ella estaban tan cálidas que provocaron que cerrara los ojos por un instante.
-Desenvuélvelo -indicó en voz baja, apartando sus manos.
Constance puso los ojos en blanco, pero siguió las indicaciones.
-Ahora rómpela por la mitad y esa también. Ves, así de fácil.
Constance gruñó al entregarle los pedazos de chocolate y se envolvió en la manta otra vez.
Cuando la risa de los niños llamó su atención, Constance pensó que Ella le llamaría la atención a Noah al ver que había quemado su malvavisco, pero para su sorpresa, Ella empezó a reír también.
-¡Mira, Ma! -exclamó Maura, mostrándole un malvavisco con un dorado perfecto.
-Se ve delicioso, hija.
Constance no pudo contener la sonrisa, observando cómo Ella le mostraba a Maura cómo colocar el malvavisco asado en la mitad inferior de la galleta Graham, el cuadrado de chocolate y cubrirlo con otra galleta.
-Y ahora lo aprieto suavemente y desliza la varilla, cariño. ¡Perfecto! Aquí tiene su s'more, señorita.
Maura soltó una carcajada, sosteniendo el s'more con una expresión que no dejaba duda de que la boca se le estaba haciendo agua.
-Solo ten un poco de cuidado, puede que aún esté muy caliente. Ustedes también, eh -dijo, observando que los mellizos se estaban ayudando entre sí, preparando sus propios s'mores.
El cuerpo de Ella se estremeció con una oleada de viento y envidió a los niños acurrucados entre sí, cubiertos en mantas.
-Tendremos que compartir esta varilla -le dijo a Constance, colocando dos malvaviscos en la varilla, pero antes de acercarla al fuego, una mano sobre su hombro la detuvo. Ella se giró y miró el espacio que la morena había creado al alzar la manta con un brazo… ¿acaso…?
-Ven aquí. Me está dando hipotermia de solo mirarte.
-¿Eh…?
-¿En serio me harás repetirme? -preguntó alzando una ceja.
Ella tragó en seco y se incorporó, sacudiéndose las rodillas aunque no tenía arena, y se sentó al lado de Constance, sintiendo el brazo por encima de sus hombros para cubrirla con la manta.
-Es lo suficientemente grande para ambas.
Ella asintió porque no se atrevía a hablar en ese momento. Sus muslos se tocaban y en realidad no quedaba espacio entre las dos. ¿Cómo su cuerpo pasó de helado a ardiente en cuestión de segundos? No tenía idea, pero era agradable.
-Tenías razón -dijo Constance unos momentos después, observando cómo Ella les daba vuelta a los malvaviscos-. Se están divirtiendo.
Ella sonrió al mirar a los niños que habían comenzado a prepararse otros. No sé qué la llevó a girar la cabeza hacia la morena, pero cuando lo hizo, se paralizó al ver el reflejo de las llamas en los ojos verdes de la mujer. Lo único que pensó fue que eran los ojos más hermosos que había visto en su vida.
-¿Y tú? - preguntó Constance.
-¿Hmm? -No podía dejar de mirarla.
-¿Te estás divirtiendo?
-Siempre lo hago… -dijo y no se atrevió a terminar su pensamiento en voz alta "contigo". La mirada expectante de Constance casi la hace arrepentirse de no tener el valor de decirle aquello en voz alta.
-Quemarás mi malvavisco, Eliana -susurró con calma y una sonrisa divertida.
Ella dio un brinco, alarmada, que casi le da la vuelta a la silla.
-No me hagas eso, ¡por Dios! -exclamó aún con el corazón en la boca al ver que los malvaviscos no estaban quemados sino perfectos-. Me darás un ataque al corazón un día de estos.
Constance miró a los niños que parecían igual de divertidos que ella con la reacción de la mujer y les guiñó un ojo.
-No sé cómo tienen tanta energía… -pensó Constance en voz alta, mirando a los niños que habían estado entrando y saliendo del salón, pero en ese momento estaban al otro lado de las puertas corredizas de cristal, jugando en el suelo.
-Maura parece que se quedará dormida en cualquier momento -dijo Ella, observando cómo la niña veía algo en un libro con Izzy, y pestañeaba lentamente.
Ninguna se atrevió a cuestionar por qué aún no habían entrado también. Ambas habían comido dos s'mores y las varillas de metal quedaron olvidadas sobre la manta que los niños dejaron sobre la arena. Para haberse quejado tanto del olor a humo, Constance parecía no tener ningún apuro para alejarse de la fogata.
Ella estaba reuniendo el coraje para preguntar algo, pero todos los pensamientos que rebotaban en su cabeza se esfumaron al sentir una cálida mano sobre su muslo, oculta por la manta que las rodeaba a ambas.
-Gracias por habernos traído -susurró sin dejar de mirar las llamas-. Por estas experiencias.
Ella cubrió la mano con la suya cuando sintió que comenzaba a retirarla y Constance ahogó un gemido de sorpresa, mirándola, buscando alguna explicación en sus ojos. Y pudo notar el instante en que la expresión de Ella cambió a melancólica cuando sintió que retiraba su mano, y luego a sorpresa instantánea cuando en vez de retirarla lo que hizo fue girarla para entrelazar sus dedos.
-Amm… y-yo... -Ella cerró la boca al escucharse tartamudear y volvió a mirar a la mujer a su lado cuando sintió que temblaba por la risa.
-Hace mucho tiempo que no te escuchaba tartamudear -dijo en voz baja sin dejar de sonreír, apenas conteniendo la risa. Ella tragó en seco-. Eras un manojo de nervios al principio cuando empezaste a trabajar para mí, aunque no duró mucho…
-Es difícil no estar nerviosa en tu presencia -confesó.
-Sé que no me temías, pero también he escuchado que "mi aura" en Ciao era palpable. -Constance se movió varios centímetros hacia atrás para apoyarse en el respaldo de la silla, suspirando con pesar.
-No lo decía por eso.
-¿Ah no? ¿Entonces por qué?
La mirada de Constance se dirigió al lugar en la manta donde se encontraban sus manos ocultas y entrelazadas, y que ahora Ella sostenía con un poco más de fuerza. Su mirada ascendió hasta el rostro de la mujer y notó la expresión decidida y cómo Ella pareció tragar con dificultad antes de abrir la boca. Ninguna palabra salió y Ella se mordió el labio inferior antes de volver a intentarlo.
-Porque eres una mujer hermosa.
Los labios de Constance se separaron y sintió cómo su corazón comenzó a latir con fuerza. Ella no había dejado de mirar el fuego al decir aquello, en sí, parecía estar extremadamente concentrada en mantener la mirada en aquellas llamas para no mirarla a ella. Pensó que era todo lo que escucharía, pero estaba equivocada.
-Imagino que te han dicho eso mil veces… -dijo al permitir que la inseguridad comenzara a apoderarse de ella-. Pero—
-Ella.
Constance esperó, pero Ella se mantuvo inmóvil, como una estatua, mirando la maldita fogata.
-Eliana, mírame… por favor.
-No puedo -susurró casi inaudible, pero Constance se encontraba demasiado cerca.
-Te confesaré algo que tal vez sea una sorpresa para ti -dijo, pensando en abrirse un poco más con la mujer, justo como ella se había atrevido a hacer-. Durante el tiempo que trabajé en Ciao conocí a muchas personas: modelos, fotógrafos… asistentes. Asistentes he tenido muchas, pero tú, Eliana, eres la única mujer que ha logrado ponerme realmente nerviosa.
Los labios de Constance temblaron con una pequeña sonrisa nerviosa cuando, finalmente, Ella se dignó a mirarla a los ojos. Estaban tan cerca que podría jurar que estaba viendo el alma de la mujer a través de su mirada.
-Cons…
Constance le devolvió el apretón de mano.
-No dejes que tu hija te escuche llamarme de ese modo, sigue pensando que es exclusivo de ellos -dijo en un tono divertido y su risa se ahogó al sentir la cabeza de la mujer apoyada sobre su hombro. Por un instante, un pensamiento intrusivo cruzó por su cabeza, preguntándose qué estaba haciendo, pero se desvaneció tan rápido como vino. La calidez del cuerpo a su lado, la vibración de la risa de Ella y sus manos unidas eran lo único que importaba en ese momento.
-Lo tendré en cuenta -susurró Ella.
-Quedémonos un rato más aquí.
No había sido una pregunta, así que Ella simplemente cerró los ojos y dio un pequeño apretón a sus manos entrelazadas, y sonrió al sentir el cuerpo de la mujer a su lado relajarse y apoyar la cabeza en la suya.
-Estaba supuesta a ser niño -susurró Ella aún con los ojos cerrados.
Constance abrió lentamente los ojos. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero estaba demasiado cómoda para importarle y no quería moverse porque Ella estaba acurrucada a su lado.
-¿Hmm?
-Mis padres esperaban un niño y terminaron conmigo. Incluso habían escogido un nombre y el color azul fue muy prominente durante mis dos primeros años de vida. Elías.
-¿Por eso Eliana?
-Sí.
-Eso no explica por qué prefieres Ella.
Una risa se ahogó en la garganta de Ella y se incorporó un poco, alejándose solo lo suficiente para mirarla.
-Has visto el parecido que tengo con mi hermana. Aunque es mayor que yo, en el colegio siempre nos confundían y la llamaban "Eli". A Elena le gustaba y a mis padres les molestaba porque así me llamaban ellos. Así que, como niña caprichosa, comencé a llamarla Eli y ella comenzó a llamarme "Ella". Todo comenzó como una broma para molestar a nuestros padres. Es algo tonto.
-Y aún así prefieres Ella.
-Le tengo cariño -dijo con una sonrisa dibujada en los labios y se mantuvo en silencio por varios segundos antes de separar los labios y volverlos a unir sin decir nada. Constance tuvo paciencia: había reconocido que Ella hacía aquello cuando estaba pensando en algo que no estaba segura de querer compartir-. Nunca había apreciado tanto "Eliana" hasta que lo escuché en los vídeos que tengo… la forma en que lo dices. Me gustaría pensar que antes pensaba lo mismo.
-Hmmm. -Constance giró la cabeza para enfocarse en las llamas de la fogata-. No sabría decirte -confesó con honestidad. No te quejabas, aunque en ocasiones -especialmente en el principio- tu expresión hablaba suficiente por ti. Pero, como sabes, continué llamándote Eliana.
-Me gusta.
Constance tragó en seco sin atreverse a mirarla.
-¿Sigues llamándola "Eli"? A Elena.
-Ahora sí, de vez en cuando… aunque creo que lo había dejado de hacer por alguna razón. Elena no me ha dicho por qué y creo que a estas alturas prefiero no saber. Cuando desperté en el hospital, hubo un momento que la llamé de ese modo y pareció sorprendida… me dijo que hacía tiempo no la llamaba de ese modo.
El silencio las envolvió por varios minutos hasta que Constance habló.
-Gracias por compartirlo conmigo, Eliana. -Miró a la mujer que sonrió de oreja a oreja sin poder contenerse.
-De nada, Cons. -Guiñó un ojo y estalló en risa cuando Constance puso los ojos en blanco.
A/N: Los que leyeron Tú y Yo, ya conocían a Mary y Morty. Y aquí intenté dar una explicación del porque en el otro fic, usan "Elías" en honor a Ella ;) Saludos
