Si de algo Constance podría arrepentirse aquel día, era haber aceptado que Rafael organizara una fiesta de fin de año en su casa. La única condición que había puesto era que solo se invitara a personas cercanas y que todo se hiciera en el primer piso. No estaba acostumbrada a tener personas invadiendo su espacio personal, ni siquiera a sus conocidos más cercanos. Pudo soportar a los 'ayudantes' de Rafael durante una hora, hasta que anunció que se retiraría con Maura. Rafael pareció contento de no tenerla mirando por encima de su hombro cada cinco minutos.

-¿Subiremos? -preguntó Maura, sosteniendo una de sus manos.

Constance miró hacia atrás, notando que Aldo se alejaba en el auto. No sabía por qué había decidido venir hasta la casa de Ella y apenas se daba cuenta de que no la había avisado.

No entendía por qué Ella no había decidido mudarse de aquel vecindario.

Elena no pudo disimular su sorpresa al abrir la puerta.

-¿Constance? ¡Hola, Maura!

Constance asintió en forma de saludo y su mirada se enfocó en la gasa ensangrentada que la mujer sostenía en una mano.

-¿Está Ella?

-¡Maura! -exclamó Izzy y Maura soltó la mano de su madre para entrar corriendo al apartamento, desapareciendo con Izzy.

-Buenos días. ¿Rafael ya te volvió loca tan rápido? -preguntó Ella con una leve sonrisa y el rostro cubierto por una fina capa de sudor.

Constance se detuvo en seco al ver a Ella en ropa deportiva, sentada en el sofá y con una rodilla sangrando.

-¿Qué pasó? -se giró hacia Elena al preguntar, y esta se encogió de hombros antes de volver junto a su hermana para seguir limpiando la herida.

-Fue un accidente. Estaba corriendo en el parque y una mujer chocó conmigo. Fue muy amable y me ayudó a buscar un taxi porque no podía caminar muy bien.

-¿Te hiciste eso al chocar con alguien? ¿A qué velocidad estaban corriendo?

-Dile -dijo Elena, y Constance alzó una ceja y cruzó los brazos.

-Amm... ¿Qué haces aquí? No que me moleste—

-No cambies el tema -Constance notó cómo los hombros de Elena temblaron, como si estuviera aguantando la risa-. Lamento no haberte avisado antes... yo... no sé.

-Entiendo... ¿Por Maura? Supongo que se estaba aburriendo -preguntó con sinceridad, y Constance ignoró cómo la hermana de Ella negó con la cabeza levemente.

-Sí... en parte. ¿Qué ibas a decirme?

-No se sintió mucho como un accidente... en realidad, creo que lo hizo adrede -dijo con una expresión pensativa, frotándose la nuca.

-¿La conocías? -preguntó Constance y se sentó a su lado, mirando a Elena de reojo.

-No, pero dijo que se llamaba Melissa. Tal vez son ideas mías, de verdad fue muy amable—

-¿Una pelirroja? ¿Melissa Steward?

-No se me ocurrió preguntar por su apellido. ¡Auch!

Elena sonrió y alzó ambas manos.

-Ya está limpio -anunció y comenzó a recoger y guardar las cosas en el botiquín.

-Si vuelves a ver a esa mujer, aléjate de ella.

Ella miró a Constance, boquiabierta. Era la primera vez que veía una mirada tan sombría en la mujer. Parecía estar realmente enojada por alguna razón.

-¿La conoces?

-Por lo poco que me has dicho, me atrevería a decir con seguridad que se trata de Melissa Steward. Tuviste una pequeña confrontación con ella.

-Espera... ¿esa es la que golpeó? -preguntó Elena con los ojos abiertos como platos, mirando a Constance.

-¿¡Golpeé a alguien!? -preguntó Ella.

-Le diste una cachetada frente a toda la oficina -dijo Constance con naturalidad, mirándose las uñas como si lo que acababa de decir fuera lo más normal del mundo.

Ella no podía cerrar la boca.

-Me insultaba y se atrevió a mencionar a Maura... y en ese momento te involucraste. Supongo que, si es Melissa, estará al tanto de que no recuerdas y se habrá aprovechado para desquitarse.

Aquellos detalles, por desgracia, habían sido publicados en los periódicos que pasaron semanas divulgando cada detalle de la vida de Constance, incluyendo la muerte de su esposo y la condición de su ahora ex-asistente.

-Aléjate de ella si la vuelves a ver -recalcó con un tono serio.

-Está bien... -dijo en voz baja, sin poder creérselo-. Me iré a bañar, amm... -Se miró a sí misma; estaba sudada y tenía mugre en la blusa y leggings-. Me siento sucia.

Elena fue a ayudarla, pero Ella se puso de pie por su cuenta y se dirigió a su habitación. Constance la siguió con la mirada hasta que sintió el sofá moverse por el peso de Elena al sentarse a su lado con una expresión seria.

-¿Está bien? Aparte de 'la caída' -preguntó Constance sin dejar de mirar la puerta que Ella había cerrado.

-No ha querido hablar mucho -respondió la doctora en un susurro.

Durante meses, Elena y ella habían podido hablar con libertad y formar una especie de amistad con un interés en común: Ella. Al principio fue difícil para Elena poder ver más allá de la imagen pública de Constance, pero poco a poco, la mujer le abrió camino. En el fondo, Elena estaba casi segura de que Constance simplemente estaba exhausta y sin energías para mantener sus murallas en alto.

-¿Qué crees que es?

-Es una fecha importante -suspiró, hundiéndose en el sofá-. Pasó Acción de Gracias contigo y volvió súper feliz, sea lo que sea que hayas hecho -dijo con un tono ligeramente diferente y Constance entrecerró los ojos, mirándola, intentando deducir qué era lo que realmente quería decir. No estaba completamente segura, pero a veces Elena le daba la impresión de estar insinuando algo más que ella ni siquiera se atrevía a examinar a fondo-. Navidad estuvo bien, pero empezó igual que hoy. Creo que... -pausó y suspiró- ... solo sonríe por los niños.

Constance se mordió el interior de la mejilla. No era la primera vez que Elena decía algo así y no sabía qué podría hacer para ayudar a Ella. Aún estaba decepcionada de no haber podido pasar la Navidad con la familia Quinns.

-Mi teoría es que... tiene que ser difícil para ella. Joder, yo intento ponerme en sus zapatos y ni siquiera puedo... no sé cómo ella... digo, su terapia ha ayudado mucho y—

-¿El divagar es un rasgo familiar?

Elena cerró la boca al instante y luego soltó una carcajada de repente.

-Por Dios, solo tú podrías decir algo así con esa expresión y justo cuando intento explicar algo delicado.

-Te estás explicando bastante mal.

-Lo que intento decir es que para Ella este será el primer Fin de Año después de olvidar los últimos tres años de su vida. Aún estaba casada, su vida era totalmente diferente: otro estado, vida amorosa, sus hijos eran unos bebés y sus padres estaban vivos.

-Oh...

-Sí, "oh". Mi hermana es fuerte y eso ambas lo sabemos, pero todos tenemos un límite, Constance. Creo que estar rodeada de gente que la conoce y la aprecia le hará muy bien en un día como hoy.

Constance asintió en silencio. Esa era una de las muy pocas razones para haber aceptado la propuesta de Rafael. En sí, había sido idea de él y de Sarah: celebrar juntos por Ella. ¿Acaso ellos sabían algo relativo a lo que Elena acababa de decir? Los dos eran amigos de Ella, estaba segura de que la mujer debía confiar lo suficiente en ellos como para desahogarse. En todo caso, ahora se sentía mucho mejor con la decisión que había tomado.

-Yo me iré a buscar a Lucas. ¿Nos vemos en un par de horas, entonces? Tengo unas botellas de vino que he estado guardando todo el año para una ocasión especial y creo que este día es perfecto.

-Solo lleva a Lucas, ya quiero conocerlo.

-Créeme que el sentimiento es mutuo.

Constance sonrió, observando cómo la doctora se despedía de sus sobrinos y le gritaba a Ella, avisándole que se iba. Unos minutos después, Ella salió de su habitación con una toalla sobre los hombros y el cabello aún húmedo.

-Vaya manera de terminar el año, ¿no? -dijo mientras cojeaba hacia el sofá, deteniéndose antes de sentarse-. No te he ofrecido nada. ¿Quieres algo de beber?

-Siéntate y descansa tu pierna. Estoy bien. ¿Necesitas que te ayude a curarte?

-No es nada, Constance. Solo tengo que ponerme una curita. Tal vez un poco de hielo para la inflamación -Giró su cuerpo, buscando el botiquín con la mirada.

Constance se puso de pie sin decir una palabra y regresó a su lado con el botiquín en la mano.

-Debí ordenar un asesinato cuando tuve la oportunidad. En aquel momento no le di más importancia al tema y no pensé que Melissa fuera tan rencorosa como para aprovecharse de que no la recuerdas -dijo, incorporándose para arrodillarse enfrente de Ella-. Te quedará una cicatriz -aseguró con una mueca, limpiando el rasguño antes de colocar un poco de pomada.

Ella se tensó brevemente al recordar los artículos que había leído, donde se rumoreaba la involucración de Constance con la mafia de Nueva York. Recordaba que se había reído ante aquella idea absurda, pero ahora, al escuchar aquel tono serio de la mujer de rodillas ante ella, no supo qué pensar o creer.

No se relajó hasta que Constance alzó la cabeza y la miró con un brillo en los ojos y una sonrisa de lado.

-No puedes decirme esas cosas con ese tono tan serio. ¿Cómo se supone que debo saber que estás bromeando?

-¿Quién dijo que estoy bromeando?

-¡Constance! -Se quejó y rio entonces.

-Obviamente es una broma -dijo, pero aquella sonrisa no desapareció de sus labios.

Ella gruñó.

-Te ayudaría a esconder el cuerpo.

Las manos de Constance se detuvieron en seco, sosteniendo la curita.

-Es broma, claro -se apresuró a decir, acompañado de un guiño que hizo que Constance negara lentamente con la cabeza.

Constance volvió a sentarse al lado de Ella, suspirando al escuchar la risa de los niños en la otra habitación.


Rafael había hecho un estupendo trabajo, eso era indiscutible. Y la noche estaba progresando sorprendentemente bien. A las 11pm los niños ya se habían rendido al sueño y los tres estaban durmiendo en la habitación de Maura. Constance tomó un sorbo de vino y su mirada recorrió el espacio de su salón: Elena y Lucas se encontraban de pie, cada uno con una copa de vino en la mano, mientras hablaban con Sarah y Alva. Ver a Alva entrar por su puerta la sorprendió, pero entendió rápidamente cuando se percató de los nervios de la mujer y a Sarah a su lado con una expresión de preferir estar saltando de un acantilado. Sarah nunca había permanecido en el interior de su casa por más de cinco minutos. En las pocas ocasiones en que entró, solo había sido para llevarle algo que había olvidado en la oficina o cuando necesitaba que le trajera una copia de la revista.

Lucas, por su parte, se presentó mientras Elena lo miraba con una sonrisa traviesa, escuchándolo casi tartamudear varias veces. Constance lo encontró encantador.

Su mirada deambuló sobre Rafael y los otros invitados.

Para tener tantas personas en su espacio personal, se sentía extrañamente tranquila.

-Hey.

Constance tragó el sorbo de vino y miró a la mujer que se acercaba lentamente, aún con un ligero cojear.

-¿Estás bien? -Preguntó Ella al detenerse a su lado y apoyarse en la isla de la cocina.

-¿Hmm? ¿Por qué lo preguntas?

-Has estado aquí sin moverte por varios minutos y tienes una mirada como... pérdida. -Se atrevió a decir y se aclaró la garganta antes de servirse un poco de agua y beber rápidamente, solo para toser un poco después.

Constance la observó en silencio con una expresión divertida.

-Estoy bien, Ella. Es solo que... no estoy acostumbrada a tener tantas personas en mi casa.

Ella asintió lentamente. Rafael solo había invitado a las personas más cercanas a ellos y cada uno podía traer un acompañante, pero como todos estaban en el mismo círculo, solo eran ocho adultos y la mayoría ya se conocía. Para Ella no eran muchas personas, pero imaginaba que para Constance sí.

-¿Lo estás pasando bien?

-Me atrevería a decir que sí.

-Son buenas personas -dijo Ella en voz baja, con una leve sonrisa, y Constance la miró de reojo.

-Lo son -concordó y su mirada se encontró con la de Sarah, quien apartó rápidamente la mirada y siguió hablando con Lucas y Elena.

-Algún día se le pasará -comentó Ella al notar la reacción de Sarah-. Creo que aún no procesa que ha estado en tu casa por más de diez minutos.

Constance se giró por completo para mirar a la mujer a su lado, y Ella se giró un poco para quedar cara a cara.

-Tal vez le haga falta unas copas más de vino. No parecía muy nerviosa cuando se apareció aquella noche en mi puerta, borracha y sin dejar de reír como hiena. A diferencia de ti, Sarah recuerda los dos años que trabajó como mi asistente; tu trauma con el café no tiene comparación con lo que esa mujer vivió conmigo -dijo en voz baja, mirando en dirección a Sarah por un instante.

-No puedo creer que te acuerdes de eso. -Se cubrió el rostro, avergonzada, aunque se reía.

-Lo dices como si hubiera pasado hace mucho o si hubiera perdido yo la memoria.

Ella abrió los ojos desmesuradamente antes de soltar una carcajada que no pudo contener. Ninguna de las dos se percató de cómo los invitados pausaron momentáneamente sus conversaciones para mirar en su dirección al escuchar la risa de Ella. Sin pensarlo, Ella, quien no dejaba de reír, colocó una mano sobre el antebrazo de la morena. Constance miró la mano, y ladeó la cabeza con una leve sonrisa apareciendo en sus labios. El ser la causa de aquella risa la hacía inmensurablemente feliz.

-No sé qué te parece tan gracioso, querida.

La palabra salió de su boca naturalmente y sin su permiso, sin siquiera pensarlo. Ella pareció haber quedado igual de sorprendida que ella al escucharla porque su risa se ahogó en su garganta, convirtiéndose en una suave sonrisa que desarmó por completo a Constance.

-Dime que estás viendo lo mismo que yo -susurró Sarah entre dientes al deslizarse hacia Rafael, aprovechando que Alva se había alejado de él para ir a rellenar su copa de vino.

-Diré que no porque no sé de qué hablas. -Alzó la copa para tomar un sorbo y así intentar ocultar la sonrisa traviesa en sus labios.

-Rafael... -Se acercó un poco más-. La ha tocado.

El hombre se cubrió la boca cuando ya no pudo contener un segundo más la risa. Era consciente de que, entre las asistentes de Constance, se habían creado ciertas "reglas" y una de ellas era que a Constance no se le tocaba.

-Sarah, ya no eres su asistente y Santorini tampoco lo es. Nuestra Constance es humana, créelo o no, como tú y yo. Ya no tienes que seguir tus ridículas reglas. Míranos: estamos en su casa despidiendo el año con nuestras personas más importantes, con Alva. Tienes que dejar el pasado atrás.

Sarah apretó la mandíbula con fuerza y luego se relajó al ver que Alva la miró y le hizo un guiño con una sonrisa traviesa que hizo que sus mejillas se sonrojaran.

-Ha sido más difícil de lo que pensé, pero tienes razón. Aquí estamos.

-Hablando de 'aquí estar' y tal... ¿ya lo hiciste?

-¿Eh?

Rafael alzó la mano libre moviendo los dedos, y Sarah cayó en cuenta de inmediato, negando con la cabeza.

-No he encontrado el momento perfecto... -confesó y tomó un largo sorbo de vino, sintiendo la pequeña caja en el bolsillo de su vestido. Rafael la había ayudado a comprar el anillo y, la verdad, estaba sorprendida de que le haya tomado tanto tiempo al hombre para preguntar o hacer alguna insinuación al respecto.

-No siempre se necesita un momento perfecto, cariño -le dijo, aunque su mirada estaba enfocada en la sonrisa de su amiga en la cocina y cómo Santorini no dejaba de sonreír mientras hablaba con ella.

La música sonaba a un nivel considerado y la televisión estaba prendida de fondo para seguir el conteo para dar la bienvenida a un año nuevo. A estas alturas todos los invitados estaban visiblemente relajados -en parte gracias al alcohol- y la conversación fluía entre todos con sorprendente facilidad.

Ella siguió el cambiar de los segundos en la televisión. Recordaba su último Fin de Año y el recuerdo no era muy agradable. Su vida había dado un giro completo y, mirando a las personas que la rodeaban en aquel momento, diría que ese giro ha sido excepcionalmente positivo. Su hermana estaba feliz, y a su lado tenía amigos y sus hijos estaban durmiendo seguros dos pisos arriba. ¿Qué más podría pedir?

-Prepárate para presenciar un ataque de nervios o tal vez no...

Ella dio un brinco al escuchar la voz de Rafael tan cerca. ¿Cómo se había acercado sin siquiera percatarse? El hombre hizo un gesto con la cabeza y Ella lo siguió con la mirada, viendo cómo Constance se acercaba a Sarah, hablándole.

-Tal vez no -repitió Ella con una sonrisa satisfecha al ver que Sarah parecía mantener la compostura.

-Cómo han crecido ustedes dos -fingió un sollozo y se limpió una lágrima invisible antes de colocar una mano sobre el hombro de Ella.

-¿Cuántas de esas te has tomado? -preguntó con la mirada fija en la copa de vino.

-No las suficientes. -Rafael se aclaró la garganta y su tono se volvió más serio-. Lo digo en serio: Sarah realizando su sueño y creciendo cada día más como persona y profesional. Tal vez no lo sepa, pero estoy seguro de que Constance vio el potencial en ella desde el primer instante. Y mírate a ti, escribiendo y poniendo en uso dos de tus títulos... nunca pensé que se te daría tan bien jugar a detective.

-¿Detective? Espera... ¿Has leído mis artículos?

-Claro. ¿Te hago una sugerencia? Si piensas seguir escribiendo sobre eso e ir más a fondo en el mundo del fraude... considera usar un seudónimo. Es un mundo peligroso, Ella -dijo y tomó un sorbo.

-Lo tendré en cuen—

Ella cerró la boca cuando su hermana, Lucas y Alva gritaron de emoción. Al otro lado del salón, Constance abrazaba a Sarah brevemente y esta apenas tuvo tiempo para reaccionar.

-Ni se lo cree -susurró Rafael con un tono divertido-. ¡Feliz Año Nuevo, mi Santorini!

Antes de que Rafael pudiera siquiera dejar la copa a un lado, ya Ella lo había rodeado con sus brazos.

-¡Feliz Año Nuevo, hermanita! -Exclamó Elena al acercarse y casi levantarla por completo del suelo en un fuerte abrazo-. Perdón, perdón -se disculpó rápidamente al escuchar una queja de dolor de Ella, que le recordó su rodilla lastimada.

Ella pestañeó varias veces, su mente intentaba procesar todos los eventos que estaban pasando en cuestión de segundos. Automáticamente le deseó Feliz Año Nuevo a su hermana y esta se dio media vuelta para abrazar a Alva y Sarah. Lucas la abrazó, y luego le siguió Alva junto con una Sarah que no podía sonreír un poco más porque la comisura de sus labios no daba para más.

-Gracias por este año, Sarah. Por estar a mi lado y apoyarme -susurró Ella sin pensar y sintió el instante en que la mujer se tensó por un segundo solo para abrazarla con más fuerza.

-Gracias a ti por darnos la oportunidad de permanecer en tu vida, Santorini. -Se separó lentamente y Ella la miró a los ojos con una gran sonrisa antes de abrazar a Alva.

Las tres escucharon a Rafael quejarse -no tan disimuladamente- de que solo faltaba alguien por desearle un Feliz Año Nuevo. Sarah puso los ojos en blanco y lo abrazó brevemente antes de llevarse a Alva de la mano.

Esa noche había sido mil veces mejor que la última que recordaba. Se sentía a gusto en aquel lugar, con la compañía de personas que sabía que la apreciaban y querían. Se sentía feliz. Inmensamente feliz y no podía dejar de sonreír.

-Hey.

Ella se giró y tragó en seco al ver a Constance allí, mirándola con un brillo en los ojos y un rubor en las mejillas -tal vez causado por el alcohol-, pero eso no importaba. Bajo la tenue luz de la cocina, se veía simplemente hermosa.

-Feliz Año Nuevo, Eliana.

La boca de Ella se abrió y cerró sin decir nada. Constance había dicho aquello en un tono normal, pero su nombre lo había susurrado de una forma que estremeció a Ella de pies a cabeza y eso aún no dejaba de pasar siempre que la mujer decidía usar su nombre. A veces se preguntaba si algún día se acostumbraría y su corazón dejaría de galopar como lo estaba haciendo en ese instante.

Constance dio un paso hacia ella y alzó una mano para apartar un mechón de pelo, colocándolo detrás de la oreja.

-Este año... ha sido duro para ambas. Nunca te he agradecido por tener el valor de acercarte a mí aquel día en el museo... si no hubieras hecho eso, tal vez no estarías aquí... nadie estaría aquí -dijo en voz baja, mirando de reojo a los invitados antes de volver la mirada a los ojos azules y brillantes que la miraban sin parpadear.

-Cons—

Ella cerró la boca de repente al sentir los brazos de la morena abrazarla con fuerza. No era la primera vez que se abrazaban o que Constance iniciaba un abrazo, pero sí era la primera vez que lo hacía estando consciente de que no estaban a solas. Si el cerebro de Ella no hubiera dejado de funcionar al instante que escuchó el agradecimiento que Constance susurró a su oído, se hubiera dado cuenta de que aquel abrazo no era, en lo absoluto, parecido al que presenció entre Constance y Sarah. Por cómo sentía las palmas de las manos en su espalda tornándose en puños, estaba segura de que Constance se estaba aferrando a ella.

-Feliz Año Nuevo, Cons -pudo susurrar finalmente, devolviendo el abrazo, olvidándose de los invitados que podrían estar observándolas.

Por suerte, el rostro de Constance se encontraba del otro lado, oculto de quien pudiera estar presenciando el momento.

-Te prometo que, de ser necesario, seguiré intentándolo por las dos. Me han dicho que puedo ser algo persistente y, por suerte, tú eres algo testaruda. Así que creo que estaremos bien con lo que sea que este año nos depare.

Constance se separó un poco, riendo al escuchar aquellas palabras. Ella tragó en seco al notar cómo la mirada de la mujer descendió a sus labios y luego volvió a sus ojos.

-Confío en ello.

A Ella se le entrecortó la respiración cuando Constance se acercó un poco más y rozó su mejilla con sus labios. Cuando se separó, alejándose lentamente sin decir nada, lo único que Ella pudo hacer fue asentir y sonreír de oreja a oreja como nunca había recordado hacer.