Constance descendió lentamente por las escaleras y se detuvo en el último peldaño, observando a su hija recostada en el sofá con la cabeza sobre el regazo de Ella, mientras esta acariciaba lentamente los rizos de la niña, contándole sobre las hazañas de los mellizos.

—Claro que podrás conocerlo. Estoy segura de que Noah te contará todo sobre su hermanito en el primer chance que tenga —aseguró en voz baja.

La televisión estaba encendida de fondo con una película que habían escogido mientras comían el pastel, y que permaneció de fondo durante el breve tiempo que Constance se retiró para bañarse. Ella solo había sonreído cuando Constance le dijo que se bañaría rápido y volvería. Por la sonrisa que Ella le ofreció, Constance se relajó, segura de que Ella comprendía que solo necesitaba un momento a solas.

Es real,pensó y tragó en seco, acercándose.

—¡Ma! ¿Sabías que Noah tiene un hermanito? —Exclamó al incorporarse para que su madre se pudiera sentar con ellas.

—Sí, cariño.

—¿Yo también puedo tener uno?

—No.

Ella se había apoyado con un brazo en el espaldar del sofá y la miraba con una sonrisa como si le estuviera diciendo "Ves, esto ha sido mi vida desde entonces".

—¿Por qué?

Constance apartó la mirada de su hija para mirar a la mujer que solo parecía ensanchar su sonrisa aún más.

—Porque... no es así de fácil.

—¿Por qué no? Sé cómo se hacen los bebés, está en el libro que me dio la abuela. Solo necesitas un hombre y hay muchos.

Constance se hizo una nota mental de chequear los libros que su hija ha estado leyendo. Ella no pudo contener la carcajada un segundo más.

—Maura tiene razón, hay demasiados —susurró y cerró la boca ante la mirada fulminante de la morena.

—Es mucho más complicado que eso, hija. Y yo... —miró otra vez los ojos de la otra mujer, y esta vez Ella tragó en seco al ver tanta emoción reflejada en su mirada— ...tengo todo lo que necesito contigo y los mellizos.

Las dos observaron en silencio la expresión pensativa de la niña.

—¿Izzy y Noah son como mis hermanos? ¿Aunque sean hijos de Ella?

—No es necesario tener un vínculo de sangre —explicó Constance, consciente de que Izzy se ha referido a Maura varias veces como su hermana.

—Hmmm... igual quiero conocer al hermanito de Izzy y Noah.

—Hecho —prometió Ella.

—¡Te mostraré a Bass! —Se puso de pie rápidamente.

—¡No corras por las escaleras, Maura! —Le recordó, aunque para cuando terminó la oración, ya Maura había llegado a su habitación—. Me sorprende que le haya tomado tanto tiempo para acordarse de Bass.

—¿Estuvo bien tu baño? —preguntó Ella, y las dos fueron conscientes de lo que realmente estaba preguntando.

—Sí, justo lo que necesitaba —pausó cuando Ella hizo a un lado unas hebras húmedas, apartándolas de su frente—. Gracias —susurró y se giró hacia la escalera al escuchar la voz emocionada de su hija.

Ella no podía dejar de sonreír. Constance estaba nerviosa, aunque mucho menos que cuando estaban sentadas en la feria; ahora, por lo menos, no estaba temblando. La ausencia del maquillaje de Constance permitió que pudiera apreciar con claridad el sonrojo en sus mejillas.

Hermosa.

Maura le presentó a Bass y le explicó detalladamente lo que podía comer y cómo debía cuidar de él, hasta que un bostezo la detuvo. Constance la llevó a su habitación y Ella las siguió, llevando a Bass, sosteniéndolo con cuidado.

—Buenas noches, cariño. —Constance se inclinó para besarle la cabeza.

—¿Estarás mañana? —preguntó Maura somnolienta, con los ojos entreabiertos, mirando a Ella.

—Sí, te visitaré antes de regresar.

Maura la siguió mirando en silencio, luchando por mantener los ojos abiertos. Constance se hizo a un lado, y Ella repitió el gesto que había presenciado antes y besó el cabello dorado de la niña. Maura cerró los ojos al instante y se quedó dormida antes de que salieran de la habitación.

—Sé que ya es muy mayor para darle las buenas noches de esa forma, pero—

—No tienes que explicarte por eso. Sigue siendo tu niña.

—¿Quieres una copa?

Se dirigió hacia la cocina cuando Ella asintió, sintiendo a la mujer siguiéndola de cerca.

—Le dijiste a Maura que visitarías antes de regresar. ¿Cuándo regresarás?

Ella agarró la copa y agitó el líquido por varios segundos antes de tomar un sorbo, saboreándolo. Constance se sentó a su lado en el sofá, con su propia copa en la mano.

—Mañana en la noche.

—¿¡Tan rápido!? —No pudo ocultar su sorpresa.

La mirada de Ella descendió a la copa que sostenía con ambas manos y, unos segundos después, se inclinó para dejarla sobre la mesita de café. Se restregó las palmas de las manos en el material de su pantalón y se aclaró la garganta.

—Solo vine a verte y decirte...

Constance ladeó la cabeza, esperando pacientemente a que continuara.

—No esperaba lo mejor —confesó—. No esperaba que correspondieras a... a esto. —Hizo un gesto con la mano, señalándose a sí misma—. Pensaba que volver lo más pronto posible sería lo mejor.

—¿Tan poca esperanza tenías? —Dejó la copa con el vino sin degustar al lado de la de Ella.

—No se trata de eso, Constance. Yo vivo de la esperanza, pero—

—¿Entonces? —le pregunta, mientras le levanta la barbilla para sopesar la mirada de sus ojos claros.

Ella cerró los ojos por un instante cuando pudo aspirar el frágil e insondable perfume de Constance. Por tantos años ese aroma le ha dado una sensación de paz y a su vez hacía que su corazón vibrara como un cable.

—Me había preparado para lo peor. Esperaba lo peor —confesó, sosteniéndole la mirada con tal vulnerabilidad que, de no estar sosteniendo la barbilla de Ella, Constance estaba segura que su mano estaría temblando incontrolablemente.

Constance se perdió en la mirada de Ella. Ella, la mujer que había viajado al otro lado del mundo solo por su cumpleaños, para confesar lo que ella misma no ha tenido el valor —por muchos años— de admitirse a sí misma. Después de haber reducido el contacto en su intento fallido de colocar algo de distancia con la mujer, a pesar de eso, aquí estaba Ella —como si nada— como si entendiera perfectamente por qué lo hizo. Sin un solo reproche.

No te merezco. Constance sintió el mismo escozor en sus ojos que había sentido con regularidad durante los últimos años.

Ella ahogó un sollozó mezclado con una risa y unió sus frentes. Las dos cerraron los ojos con el contacto. La mano de Constance se deslizó de la barbilla de Ella hasta la nuca, aferrándose a la mujer.

—Podría decir lo mismo —susurró Ella.

Los ojos de Constance se abrieron de repente. ¿Acaso había pronunciado aquellas palabras? La duda se esfumó en un instante y sus ojos ojos volvieron a cerrarse automáticamente al sentir una cálida mano sostener su mejilla con ternura.

—Dime que esto no es un sueño —suplicó con voz temblorosa, y Constance se separó un poco y esperó a que Ella abriera los ojos para encontrarse con su mirada—. Tienes mi corazón en tus manos y he soñado esto tantas vec—

Un dedo índice sobre sus labios la silenció, y su corazón dio un vuelco ante la sonrisa dibujada en los labios de Constance. Nunca la había visto tan hermosa a pesar de las lágrimas que ahora corrían libremente por sus mejillas. Ella intentó limpiarlas, justo como había hecho mientras estaban sentadas cerca de la noria en la feria, pero Constance la detuvo al apartar la mano para agarrar la suya y acercarla a sus labios para besar los nudillos. Los dedos de la mano en la base del cuello de Ella se movieron suavemente y todo su cuerpo se estremeció involuntariamente.

—En mis sueños... —comenzó a decir Constance a la vez que su mirada descendía a los labios entreabiertos de Ella—. Nunca me he atrevido a hacer esto...

La respiración de Ella se entrecortó por el instante que le tomó en caer en cuenta de que Constance cerraba los ojos y acortaba los pocos centímetros que las separaban.

El primer contacto fue un simple roce de labios, tímido e inocente, que las dejó sin aliento. El segundo fue más seguro, y Ella le dio un apretón a la mano que sostenía sobre su regazo, a la vez que inclinó un poco la cabeza y separó los labios para profundizar el beso. Un gemido nació de la garganta de Constance cuando sintió la lengua húmeda y caliente de Ella rozar su labio inferior, pidiendo acceso que fue concedido de inmediato. El beso se tornó más hambriento y fogoso con cada segundo, como si las dos hubieran encontrado el oasis que han estado buscando durante años. El cuerpo de Ella se estremeció otra vez cuando sintió las cortas uñas de Constance hundirse brevemente en la piel de su nuca, sosteniéndola con fuerza a su cuerpo, profundizando aún más el beso y arrancándole un gemido sensual que le puso la piel de gallina. Ella alternaba los besos y sus caricias con una cadencia que Constance sentía que el corazón le latía desbocado.

Las dos se separaron por la necesidad de respirar.

—Guau —suspiró Ella, sintiendo la respiración agitada de Constance golpearle la piel de su cuello en pequeñas bocanadas. Durante el beso, Constance había descruzado sus manos y se había aferrado a la cadera de Ella, sosteniéndola a su cuerpo, mientras los dedos en la nuca no se habían dejado de mover, acariciándola inconscientemente—. Ha sido mejor que todos mis sueños.

La risa de Constance vibró sobre la piel de su cuello, y Ella la rodeó con sus brazos, estrechándola en un abrazo.

Guau —repitió Constance con un tono divertido, semejante a una burla.

Ella cerró los ojos, apoyando el mentón sobre la cabeza de Constance. Trazó delicados círculos sobre la espalda, y hundió los dedos en el cabello de Constance hasta que tocó suavemente con las yemas de los dedos la suave piel de su cuello, imitando los movimientos de los dedos de la mujer que aún acariciaba su nuca.

La conocía lo suficiente como para saber que, si se hubiera tratado de cualquier otra situación, Constance habría opinado mucho más sobre su 'guau'. Definitivamente no faltaría algún comentario sobre su pobre vocabulario, pero, en aquel momento, parecía estar lo suficientemente complacida —o distraída— como para burlarse.

—Hey —dijo Ella unos minutos después, ya cuando sus respiraciones se habían calmado notablemente. Esta vez fue ella quien sostuvo la barbilla de Constance para que la mirara a los ojos— ¿Bien?

Qué pregunta tan simple y cargada a su vez.

Un atisbo de temor, duda y desconcierto se reflejó en la mirada de Constance.

—No es un sueño.

—No. No lo es —aseguró Ella sin poder evitar sonreír.

Eliana... ¿Estás segura...? De mí... de esto. Yo no... yo no podría perder tu amistad si esto no llega a funcionar. No puedo perderte. ¿Entiendes?

—Entiendo. Nunca me perderás. Pase lo que pase. —Selló su palabra con un beso sobre los labios carnosos de Constance.

—Quédate esta noche.

Ella abrió los ojos alarmada.

—A dormir —aclaró, inclinando la cabeza en un gesto de aparente timidez.

Ella levantó suavemente el rostro de la morena para volver a mirarla a los ojos, que ahora eran de un verde intenso y oscuro.

—Con tenerte cerca es más que suficiente. Ninguna de las dos tiene que hacer algo de lo que no esté lista. Estás segura conmigo.

Constance agarró el rostro de Ella con ambas manos, y cuando la besó, pudo sentir la sonrisa en los labios de la mujer.

Constance le prestó un cambio de ropa, y en veinte minutos estaban acostadas en la cama, envueltas en una oscuridad plácida. Ella se acercó y la abrazó cuando escuchó un simple pedido: "Necesito sentirte cerca".

—Se cumplió mi deseo... —comenzó a decir y pausó para suspirar feliz al sentir el calor del cuerpo de Ella en su espalda y un brazo rodear su cintura, buscando su mano para entrelazar los dedos.

—¿Sí? —preguntó Ella con los ojos cerrados, deleitándose con el perfume de la mujer.

—Ujum... tal vez tenías razón y esas reglas tuyas sí tengan algo de validez.

Constance sonrió en la oscuridad al sentir el cuerpo de Ella vibrar por la risa.

—¿Qué deseaste?

—Este año no deseé olvidarte... deseé tener el valor para mostrarte lo que siento; besarte, poder decirte lo que estoy pensando. —Se giró entre sus brazos y la besó brevemente antes de ocultar el rostro entre los pechos de Ella, quien se quedó inmóvil por un instante antes de rodearla con los brazos, tragando en seco, intentando ignorar la sensación que estaba causando la respiración caliente y constante que atravesaba la fina tela de la blusa de dormir—. Deseé permitirme amarte.

—Estaremos bien —susurró Ella unos minutos después cuando pensó estar lista para hablar sin que su voz se quebrara con la emoción que la sobrecogía.

—Sí, siempre has podido hacer lo imposible, Eliana —susurró con un tono soñoliento.

—Duerme, aquí estaré cuando despiertes. —Besó el cabello sedoso porque no se creía capaz de contenerse si llegaba a besar esos labios otra vez.

Constance hizo un ruido muy parecido a un ronroneo y se acurrucó a su cuerpo. Ella cerró los ojos y sintió que se relajaba con cada respiración que sentía sobre su piel y, sin darse cuenta, se quedó dormida.