Ella volvió a Nueva York desganada, aunque el reencuentro con sus hijos después de varias semanas y escuchar sus anécdotas ayudó a levantarle el ánimo. Durante la primera semana, se mantuvo tan ocupada para evitar pensar, que apenas fue consciente del paso del tiempo. Le costaba conciliar el sueño por las noches. Al principio pensó que se debía al cambio de hora, pero luego se dio cuenta de que era porque extrañaba la presencia de Constance a su lado y despertar junto a ella.

Cuando Rafael se enteró de que había regresado, la llamó de inmediato para cobrar un favor.

Un favor que la llevó a donde se encontraba ahora: saliendo de una limusina, aceptando la mano extendida de Rafael para ayudarla a bajar. Las cámaras casi la ciegan, y estaba segura de que los periódicos de farándula se deleitarían inventando rumores. No será la primera vez que lea especulaciones sobre su supuesta relación amorosa con Rafael. También había varios 'periodistas' que se atrevían a hacer referencia a su tiempo como asistente de Constance y cómo encontraban 'curioso' que ahora estuviera acompañando al nuevo editor en jefe de Ciao.

La alfombra roja en el evento de exposición de moda en el MET fue, por suerte, breve. A Ella no le importaban los rumores ni la atención no deseada. En ese momento, lo único que buscaba era una distracción, y fue justo lo que encontró.

—Parece que necesitas esto.

Ella se giró y sonrió al ver a Sarah ofreciéndole una copa de champán.

—Valentino... el azul real te queda bien —observó.

—Vaya, un halago de Sarah Bell. Es mi noche de suerte.

—Pensé que aún estabas en Francia, haciendo, hmm, quién sabe qué —dijo con una sonrisilla que intentó ocultar detrás de su copa—. Cuando Rafael me dijo que habías regresado hace una semana, no pude evitar pensar que me has estado evitando. —Sarah se apoyó en la pared, con una expresión pensativa—. Y me pregunté, ¿por qué Santorini estará evitándome? Entonces recordé nuestra última conversación.

—Sarah...

Sarah sonrió como una niña traviesa.

—Sabía que no se podría resistir a ese Arsouni —susurró sin dejar de sonreír.

—No sé de qué hablas.

Sarah observó cómo Ella intentó mantener una expresión neutral, pero su pecho y cuello se habían sonrojado notablemente.

—No tienes que decir nada, Ella. ¿Somos amigas, no? Lo único que me importa es que estés bien y feliz. ¿Lo estás? —preguntó con un tono más suave.

Ella solo pudo asentir levemente, intentando mantener bajo control la ola de recuerdos que se le vino encima. No ayudó mucho y comenzó a sentir calor, así que tomó varios sorbos de champán, casi tomándosela toda. Por la mirada que Sarah le lanzó, estaba casi segura de que la mujer había deducido lo que estaba pasando por su cabeza.

—Muy bien.

¿Eso es todo lo que dirá? pensó Ella.

—¿Alguien sabe? ¿Rafael?

—Solo tú... ni siquiera Eli, aunque ha notado que estoy... ¿diferente? No le tomará mucho tiempo en deducirlo.

Sarah estuvo a punto de decir algo, pero el móvil de Ella sonó, y observó cómo sonrió de oreja a oreja al ver el mensaje:

"Azul real comienza a ser mi color favorito. Hermosa. —C"

—Bueno, será demasiado obvio si sonríes así siempre que lees uno de sus mensajes.

—¿Qué?

Sarah puso los ojos en blanco.

—Estoy feliz por ustedes, Santorini —confesó, admirando la sonrisa deslumbrante en el rostro de su amiga.

—¿Quién está feliz? —preguntó Rafael, acercándose a ellas.

Ella guardó el móvil sin dejar de sonreír.

—Le estaba diciendo a Ella lo feliz que estoy de que esté de vuelta.

—Awww, no pensé que admitirías lo mucho que la extrañaste.

Ella pareció sorprendida con esas palabras y miró a Sarah a su lado, quien solo se encogió de hombros y le hizo un guiño.


Elena estaba en la cocina preparando su creación más reciente: papas fritas con mayonesa, trozos de tocino y chocolate derretido. Cuando terminó, se sentó en el sofá, observando a su hermana ayudar a los mellizos con la tarea.

Los niños hicieron una mueca cuando escucharon el spray y vieron lo que su tía estaba haciendo.

—Me harás vomitar. En serio —dijo una Ella espantada, cubriéndose la boca al ver cómo su hermana usaba el queso en spray para cubrir mitad de las papas que ya parecían tener... ¿¡chocolate!?

—Deberías probarlo antes de hacer esa cara —dijo Elena y gimió al comer la primera papa.

—¡Terminamos! ¿Podemos jugar? —preguntó Noah con urgencia.

Ella suspiró sentada en el suelo y, a los tres segundos de asentir, los niños habían desaparecido.

—Eso fue rápido —comentó Elena, mirando hacia la escalera.

—No me extrañaría que se hayan ido para no ver esa abominación. —Apoyó los brazos sobre la mesita de café, haciendo otra mueca al ver cómo su hermana se aseguraba de que las tres papas fritas tuvieran un poco de cada salsa antes de metérselas en la boca.

—No es culpa mía. Es culpa de esto. —Se señaló el abdomen de cinco meses de embarazo—. Pensé que esto no pasaría, sabes. Había sido bastante normal hasta ahora, y de la nada estoy haciendo que Lucas vaya al mercado porque me despierto a las dos de la mañana y quiero tuna con leche de chocolate.

—Y yo pensaba que mis antojos eran extremos.

—No sé cómo pudiste hacer esto con dos.

Ella sonrió, apoyando la mejilla en la palma de la mano. A pesar de los antojos raros, Elena estaba radiante.

—¿Por qué estás sonriendo así?

—Estás radiante. Literalmente, tu piel está resplandeciente.

—Hormonas. Qué sé yo.

—Ujum. Aparte de los antojos, creo recordar algo más de mi segundo trimestre. Apuesto a que la comida no es lo único que está haciendo que despiertes a Lucas a cualquier hora de la madrugada.

Elena se dio varias palmaditas en el pecho al casi atragantarse con una papa. La sonrisa de Ella se ensanchó.

—Temo preguntar qué acaba de pasar por tu cabeza.

—He roto mi regla del trabajo —confesó.

—¡No! —exclamó Ella, fingiendo un tono escandalizado.

—Varias veces.

—Para ser honesta me sorprendió que tuvieras 'esa regla'. Prácticamente viven en el hospital.

—Tambiénelestacionamiento —confesó rápidamente.

—¿Eh?

—¡No podía esperar a llegar a casa y ya habíamos salido del hospital!

—Por Dios. ¡Mi hermana es una exhibicionista!

—No digas tonterías —dijo con un rubor en las mejillas—. ¡Era el estacionamiento subterráneo! Mi cuerpo está fuera de control; con los antojos y este libido —no me quejo por eso—, pero creo que Lucas no podrá seguirme el ritmo por mucho más tiempo. Al menos lo estoy alimentando bien.

Ella soltó una carcajada, negando con la cabeza.

—No sé cómo has podido mantenerte célibe por tanto tiempo —dijo antes de masticar otra papa y entrecerrar los ojos cuando la mano donde Ella apoyaba la cabeza se resbaló al dar un pequeño brinco—. ¡Oh! Hermanita, ¿¡En serio!?

—¿En serio qué?

—¿Sabes que eres un libro abierto conmigo, verdad? Tampoco que puedas ocultar tus emociones muy bien. ¿Crees que no me he dado cuenta siempre que andas al teléfono? Espera...

Las dos se miraron en silencio por varios segundos.

—¿A quién te tiraste?

Ella hizo una mueca. ¿Por qué su hermana tenía que ser tan vulgar al preguntar esas cosas?

—¿Podemos seguir hablando sobre ti o mi futuro sobrino o sobrina?

—Para nada. Ahora todo tiene sentido —dijo Elena con una expresión pensativa, como si estuviera conectando los puntos—. ¿Por eso extendiste tu estadía en Francia? Pensé que estabas loca por... —pausó y abrió los ojos desmesuradamente—. ¡No! —exclamó con una sonrisa que no podía abarcar más de su rostro porque no podía—. ¿¡CONSTANCE!?

—Shhhh. ¡Baja la voz! —pidió aunque los niños estaban en el tercer piso y no había nadie más que las podría escuchar.

—¡Joder, hermanita! —volvió a exclamar con la boca abierta y un brillo en los ojos—. ¡Cuéntamelo todo! ¿Y por qué no me dijiste nada cuando volviste?

—¡Es que no sé si deba!

—Oh. ¿Acaso es un secreto? Todo el mundo lo sabe. Vale, no todo el mundo —se corrigió rápidamente al notar la expresión aterrorizada de su hermana—. Diría que los más cercanos a ambas. Sarah, por ejemplo.

—Sarah... —Ella suspiró, sobándose la sien.

—Rafael y ella siempre han dicho que Constance te trataba diferente desde antes, cuando eras su asistente. No era nada romántico, claro, pero definitivamente había algo. Y después, pues, tú sabes el resto. Constance es diferente cuando está contigo y nosotros hemos podido ver ese lado de ella en varias ocasiones. ¡Oh, por Dios! ¡Cuéntame!

—¿Qué quieres que te cuente?

—¡Cualquier cosa! Literal te acabo de decir que me follé a Lucas en un estacionamiento.

Ella hizo otra mueca.

—Algo que no quería saber —aclaró.

—Ya, pero esto yo sí quiero saber. Es que... ¡Es Constance! ¿Es serio? —preguntó después de varios segundos de silencio.

—Sí...

—Entonces... —Dejó el plato con la comida a un lado—. ¿Estás en una relación o es abierto?

—¡No! Digo... no es abierto.

—¿Y para Constance?

Ella parpadeó lentamente. No habían tocado ese tema en específico, pero por las veces que había escuchado a Constance susurrar "mía" con la cabeza entre sus piernas, diría que tampoco estaría feliz con la idea de compartir.

—¿Qué cochinada acabas de recordar?

—Nada.

Elena soltó una carcajada.

—Vaya. Constance y tú—

—Preferiría que no te hagas una imagen mental de eso.

—No estoy tan enferma. —Le hizo un guiño—. Solo estoy feliz por ambas. Además de que ya me empezaba a preocupar por tu vida sexual.

—Ya suenas como Sarah.

—Sarah sabe de lo que habla.

Ella suspiró.

—En eso tienes algo de razón.

—¿Volverá? —preguntó Elena unos segundos después.

—Pronto —dijo Ella con una leve sonrisa.

Constance se lo había asegurado en un susurro cuando se despidieron con un fuerte y largo abrazo en el aeropuerto. Y ella esperaría el tiempo que fuera necesario.