📢Un capítulo corto. Iba a escribir más en este cap, pero al final decidí que no porque me gustaba que fuera solo en el POV de Constance.
No se había sentido tan agotada como esa noche en muchos años, ni siquiera cuando vivía en Francia e intentaba mantener dos trabajos a la vez. Volver a trabajar en un proyecto bajo el mando de su madre era tan agotador mentalmente como físicamente. La cabeza le retumbaba solo al intentar entender lo que su madre traía entre manos. Nada de lo que hacía tenía sentido.
Y Ella. Oh, Ella. Apenas había tenido tiempo para hablar con ella ese día, y lo poco que pudieron hablar fue interrumpido bruscamente por su parte al terminar la llamada al ver que uno de los ayudantes casi dejaba caer una de las pinturas. No se había dado cuenta de que había terminado la llamada hasta después de unos minutos, mientras se aseguraba de que la movilización de las obras se estuviera haciendo adecuadamente. El estómago le dio un vuelco al darse cuenta —no era la primera vez que lo hacía—, pero sí una de las pocas veces que sintió un inexplicable peso en el pecho. El día no mejoró cuando unas horas después tuvo que llamarla para cancelar la cena, diciéndole que no llegaría a tiempo. Ella no mencionó nada sobre la llamada anterior, y con un tono sonriente le aseguró que no se preocupara y que se asegurara de terminar el trabajo, con la única condición de que pidiera algo de comer.
Pasará lo mismo. Constance cerró los ojos con fuerza al escuchar aquel pensamiento intrusivo. Así había sido Althur al principio: comprensible; él le aseguraba que no había de qué preocuparse, pero cuando llegaba a casa era recibida por una mirada fría y palabras distantes. Lo vas a arruinar y todo será tu culpa.
BASTA. Apretó la mandíbula con fuerza y la relajó cuando las voces en su cabeza se acallaron.
—¿Constance? Ya llegamos.
La mujer abrió los ojos y, por la mirada de su chofer, estuvo segura de que no era la primera vez que intentaba llamar su atención.
—Puedes ir a casa. Perdón —se calló de repente y el hombre la miró expectante— …No esperaba que este día terminara tan tarde. Buenas noches.
—Buenas noches, Constance —dijo con una sonrisa disimulada y la siguió con la mirada hasta que la mujer llegó a la puerta.
Constance volvió a cerrar los ojos cuando escuchó la partida de Aldo. Con una mano buscó a ciegas la forma de tiburón en su bolso, pero se detuvo antes de abrir la puerta. Ya verás. ¿Te gritará?
—No —susurró para sí misma. Ella no es como él. Estaba tan cansada que cada paso hasta la puerta se había sentido como si estuviera arrastrando una tonelada de peso en cada pierna. El simple hecho de alzar el brazo y hacer girar la llave fue ridículamente agotador. Cama. Eso era lo que necesitaba de inmediato.
Pero necesitará de tu atención, dijo la voz en su cabeza y Constance casi gruñó al escucharla.
Era lo que más odiaba de este nivel de cansancio: cómo sus defensas mentales disminuían con cada segundo.
La entrada de la casa estaba a oscuras y silenciosa, lo que era de esperar. Los mellizos estaban con su padre para acompañarlo en su cumpleaños, Maura estaba con la abuela, y Ella probablemente estaría durmiendo a esa hora. La luz tenue que provenía de la cocina creó una sombra cuando algo se movió, acercándose, pero no fue hasta que escuchó su voz que Constance alzó la cabeza.
—Permíteme ayudarte con eso.
Constance pestañeó lentamente ante el suave susurro, seguido por manos sobre sus hombros que le quitaron el bolso para luego deslizar lentamente el abrigo y colgarlo en el armario cerca de la entrada. No se había dado cuenta de que había cerrado los ojos nuevamente hasta que sintió una caricia en su mejilla y luego dedos bajo su mentón que alzaron su rostro con delicadeza.
—Bienvenida a casa.
"Casa", repitió Constance en su mente. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sintió que ese lugar era su hogar?
Constance se estremeció al sentir el beso en su mejilla y no pudo hacer más que desmoronarse en los brazos que la recibieron de inmediato, sosteniéndola en un fuerte abrazo.
—Siento no haber llegado a tiempo para la cena… —susurró.
—No te disculpes por hacer tu trabajo. ¿Te llegó la comida que te ordené? ¿Te la comiste? —Sonrió al sentir el asentir de la cabeza escondida en su cuello.
—Sí, todo.
—¿Incluyendo el postre?
La morena no pudo evitar sonreír al reconocer la sorpresa en la voz de Ella.
—Sí, aunque no hagas costumbre ordenar rosquillas.
—Ven, te he preparado un baño de espumas de té blanco y jazmín —dijo mientras se separaba con una expresión pensativa—. La encargada de la tienda me aseguró que era perfecto para la relajación y aromaterapia; eso será algo que tendrás que confirmar tú.
Constance no pudo evitar sonreír mientras escuchaba a Ella divagar. Adoraba cómo la mujer podía empezar hablando de un baño de espumas y terminar explicándole cómo y por qué la encargada tenía un gato mascota en la tienda que había estado durmiendo sobre el mostrador.
—¿Me preparaste un baño? —preguntó, y Ella la miró a los ojos antes de asentir y tomarla de la mano para guiarla hacia las escaleras.
—Sabía que estarías muy cansada. Te ves agotada —decía mientras entraban en el cuarto de baño y la fragancia de jazmín recibía a Constance. El baño solo estaba iluminado por varias velas y solo con el aroma y el ambiente, Constance empezaba a sentirse más relajada—. Has tenido un largo día —se giró y le empezó a desabrochar la camisa lentamente.
Constance apenas pestañeó, intentando procesar todo lo que estaba ocurriendo. La voz que la había atormentado hacía un rato estaba extrañamente callada. Podría llorar. Se dio cuenta de eso y por un breve momento pensó que lo haría cuando su respiración se entrecortó.
—¿Está bien? —preguntó Ella, haciendo un gesto con la cabeza hacia el pantalón de traje que sostenía con sus dedos antes de deslizarlo hacia abajo cuando Constance asintió en silencio.
—Me preparaste un baño —repitió en un susurro, mirando a la mujer que ahora estaba de rodillas, ayudándola a quitarse los tacones. Ella miró hacia arriba y sonrió de oreja a oreja en modo de respuesta.
—Y cuando salgas te espera una cama con sábanas recién sacadas de la secadora. Será genial.
Constance no pudo detener la risa que burbujeó desde su interior ante aquel comentario. El agua caliente fue una maravilla y su cuerpo reaccionó al instante, haciendo que cerrara los ojos y suspirara profundamente.
—¿A dónde vas? —preguntó al abrir los ojos y ver que Ella había doblado la ropa y se dirigía hacia la puerta—. Ven aquí en este instante —dijo en voz baja pero firme, y sonrió para sus adentros al notar el sonrojo en las mejillas de Ella—. Aquí —especificó señalando al agua cuando Ella se detuvo al lado de la tina. Constance se movió para hacer espacio detrás de ella, mientras observaba cómo Ella se quitaba prenda por prenda sin dejar de mirarla.
—¿Feliz? —preguntó en un susurro mientras rodeaba la cintura de Constance, quien se relajó al instante en sus brazos, con un largo suspiro.
—No tienes idea.
—Hmm, creo que puedo hacerme una —refutó y besó un hombro desnudo. Constance giró la cabeza un poco, lo suficiente para poder besarla brevemente en los labios.
Si hubiera sido una opción, se hubiera quedado a dormir en la tina, entre los brazos de la mujer. Ella salió primero y se envolvió en una toalla antes de ayudarla a salir del agua y comenzar a secarla lentamente. Quería objetar, pero estaba realmente cansada y el agua caliente la había relajado tanto que sus ojos se mantuvieron cerrados.
—No te duermas de pie —advirtió Ella, mientras secaba su torso.
Constance abrió los ojos al sentir el roce en sus pechos, pero Ella continuó secando los brazos como si nada. Maldito cansancio, pensó, cuando Ella la rodeó con la toalla y besó su mejilla, tomándola de la mano para guiarla a la cama. No es como él, le dijo a la voz en su cabeza que no había vuelto a molestarla. A pesar de tener sus defensas bajas, los brazos de Ella y su comprensión habían brindado toda la armadura que necesitaba para protegerse incluso de sí misma. Su cama se sintió como el paraíso.
—Estoy en casa —pensó en voz alta y sintió los brazos alrededor de su cintura estrecharla un poco más fuerte.
