Parte II. Primera Relación.

Capítulo 11.

La Casa Goodway.

La Alcaldesa Goodway perdió a Gallileta de nuevo y los cachorros se ven obligados a buscarla dentro de la Casa Goodway, la casa más antigua de la ciudad, donde experimentarán ciertas experiencias un tanto... aterradoras.


Una vez que Marshall fue desenredado y bajado del árbol de navidad, Ryder y los cachorros subieron a sus vehículos y se dirigieron directamente a la Casa Goodway, una antigua pero imponente casa de campo localizada a las afueras de la ciudad, sobre una pequeña colina, cerca del camino que va en dirección a la Montaña Grover.

La casa era prácticamente una reliquia del pasado. Se podría decir que era una casa más grande que el promedio al contar con dos plantas y un ático, con fachadas de piedra repletas de ventanas de madera de distintos tamaños y formas, algunas redondas y otras cuadradas y rectangulares, todas con vidrios empañados que parecían muy deterioradas por el paso del tiempo, el techo de la casa era de madera a dos aguas, recubierto con tejas viejas casi cayéndose a pedazos, con varias chimeneas de piedra sobresaliendo del mismo. Si no fuera por el amplio jardín bien cuidado y recién barrido de nieve, cualquiera pensaría que la casa estaría abandonada.

Algo interesante que resaltaba en el centro del amplio jardín frontal era una singular estatua dorada, situada justo frente a la puerta principal de aquella gran casa, la estatua de un hombre anciano, vestido con un esmoquin y sombrero de copa, una imagen que evocaba al pasado.

Ryder y los cachorros estacionaron sus vehículos en la orilla del camino frente al jardín frontal de aquella vieja casa, para después caminar por el jardín en dirección a la puerta principal.

—No recuerdo haber venido aquí antes..., espera... ¿aquí estaba la estatua del abuelo Grover? —le preguntó Chase a Skye quien caminaba a su lado.

—Yo solo he venido aquí una vez —contó Skye—, Gallileta subió al techo y tuve que bajarla. También le pregunté a la alcaldesa por la estatua, dijo que prefirió traer al abuelo Grover a su antiguo hogar y dejar la estatua de Gallileta en la plaza principal porque, según ella, atrae a más turistas..., ya sabes, prioridades.

—Jajaja… eso es gracioso... y un poco triste... —dijo Chase mientras se reía incómodamente—. Imagina ser el fundador de la ciudad y que te reemplacen por una gallina.

—Y que lo digas… —respondió Skye—, la alcaldesa está obsesionada con Gallileta.

Ryder se aproximó a la puerta principal y justo antes de tocar, la puerta se abrió de golpe revelando a la Alcaldesa Goodway quien parecía bastante alterada.

—¡Ryder!, ¡cachorros!, que bueno que llegan, ¡no encuentro a Gallileta en ninguna parte! —dijo la alcaldesa sonando muy angustiada mientras meneaba sus brazos sobre su cabeza.

—Para eso vinimos Alcaldesa Goodway, ¿podría decirnos que pasó? —preguntó Ryder muy educadamente.

—Claro... por favor pasen, les contaré todo adentro —dijo la Alcaldesa Goodway un poco más tranquila, haciéndose a un lado y extendiendo el brazo, invitando a todos a entrar.

Después de esa interesante bienvenida, Ryder y los cachorros entraron a la casa y se reunieron en la sala de estar junto a la alcaldesa.

Solo al atravesar la puerta ya se podía respirar la humedad del interior. Los pisos eran de una madera muy gastada que rechinaba con cada paso. En las paredes se podía ver un viejo papel tapis estampado, y los muebles de madera ornamentada parecían de un estilo muy anticuado, sin duda era una casa con mucha historia.

—Ryder, cachorros, por favor siéntense donde gusten, están en su casa —dijo la alcaldesa con amabilidad antes de sentarse en un sillón reclinable.

Ryder y todos los cachorros tomaron asiento donde pudieron, algunos en un sofá y otros solo se sentaron en el suelo, todos listos para escuchar lo que la alcaldesa tuviera que decirles.

—Bueno alcaldesa, cuéntenos, ¿qué pasó? —preguntó Ryder mostrando cierto interés.

—Bueno... verán..., ¿por dónde empiezo?... —dijo la Alcaldesa Goodway pensando en voz alta, preguntándose por dónde iniciar su relato—. Bueno, como sabrán, Adventure Bay fue fundada hace más de 200 años..., en 1775 para ser más precisos. Fue fundada por mi tatara-tatara-tatara-tatara-abuelo Grover Goodway, quien, además de ser el primer alcalde, también fue el minero que descubrió la enorme mina de oro de la montaña, por eso la montaña lleva su nombre. Y gracias al descubrimiento de la mina, la ciudad pudo establecerse y prosperar, siendo poblada principalmente por los mineros que se aventuraban a venir a esta isla en búsqueda de oro. Por mucho tiempo, la mina fue la principal fuente de riqueza de la ciudad, hasta que se agotó hace unos 50 años. Todo ese oro atrajo la atención de famosos piratas provenientes del sur como el Capitán Blackfur, por lo que Adventure Bay se convirtió en blanco constante de la ambición de los piratas...

—Todo eso suena muy interesante Alcaldesa Goodway, pero... ¿qué tiene que ver con Gallileta? —preguntó Ryder muy extrañado por aquel relato.

—A eso voy Ryder, no me interrumpas —dijo la Alcaldesa Goodway en un tono soberbio a lo que Ryder solo reaccionó cruzándose de brazos un poco molesto y recargándose más en el sofá—. Bueno… ¿en qué estaba?, oh sí, Adventure Bay se convirtió en blanco constante de piratas, los cuales comenzaron a saquear la ciudad siempre que podían. Estos ataques obligaron a los habitantes de la ciudad a tomar todo tipo de precauciones para protegerse a sí mismos y a su oro de los piratas y bandidos..., y ahí... es donde entra Gallileta.

En ese momento, la Alcaldesa Goodway se puso de pie y caminó hacia un librero que estaba justo detrás del sillón donde estaba sentada. Se paró frente al librero y comenzó a examinar los libros hasta encontrar el que buscaba. La alcaldesa tomó el libro, pero en lugar de sacarlo, lo empujó hasta escuchar un fuerte "click", con eso, todo el librero tembló, la mujer sujetó el extremo izquierdo del librero y haciendo presión logró deslizarlo hacia la derecha, revelando un pasadizo oculto detrás.

—¡Wow!... —exclamaron con asombro todos los cachorros presentes al revelarse el pasadizo secreto.

—Esta casa comenzó a construirse en el año de 1790, y a lo largo de los años, varias generaciones de los Goodway le han agregado su toque personal —dijo la Alcaldesa Goodway con cierto orgullo—. Es posiblemente la construcción más antigua de la ciudad, todas las casas y edificios de Adventure Bay que datan de esa época tienen cuartos secretos. Los habitantes de la ciudad de ese entonces los usaban para ocultarse junto a su oro cuando los piratas llegaban a saquear la ciudad. Esta casa se construyó con un complejo sistema de pasadizos y cuartos secretos que se extiende desde el ático hasta el sótano, incluso varios de ellos fueron agregados y ampliados a lo largo de varias generaciones de mi familia, por lo que realmente no existe ningún plano confiable de la casa, y... creo que Gallileta talvez pudo haber entrado ahí.

—¿Qué?, pero alcaldesa, no creo que Gallileta sea capaz de mover ese librero —dijo Chase muy extrañado.

—Esta no es la única entrada a los pasadizos secretos, están por toda la casa —explicó la Alcaldesa Goodway con preocupación—. Yo estaba tomando una pequeña siesta en este sillón con Gallileta en mi regazo, y cuando desperté, Gallileta ya no estaba. Busqué por toda la casa y ninguna ventana ni puerta estaba abierta, por lo que Gallileta no pudo haber salido. Por lo tanto, la única posibilidad que queda es que haya entrado por accidente a los pasadizos secretos por alguna de las otras entradas. Podría estar en cualquier parte de la casa ahora mismo.

—No se preocupe alcaldesa —dijo Ryder con determinación—, encontraremos a Gallileta, solo indíquenos donde están las otras entradas a los pasadizos secretos y podremos comenzar a buscarla.

—Mmmm... bueno Ryder, con respecto a eso, pues... ¡esta es la única entrada que conozco! —dijo la alcaldesa apenada—, hace años que no vivo aquí, y bueno, los pasadizos siempre fueron... un poco...

—Aterradores... —respondió una voz firme y gruesa al otro lado de la habitación. Ryder, la alcaldesa y los cachorros voltearon su mirada hacia el origen de esa voz para descubrir a Gustavo, el mellizo de la alcaldesa, recargado en el marco de una puerta solo escuchando muy casualmente.

—¿Aterradores?... —preguntó Ryder extrañado.

—A Goldie siempre le parecieron aterradores los pasadizos secretos de la casa —respondió Gustavo—, solíamos jugar en ellos cuando éramos niños, pero mi hermana nunca permanecía mucho tiempo dentro. Desde ese entonces le daba miedo entrar a los pasadizos, incluso una vez dijo que vio a la abuela merodeando dentro.

—¡TE JURO QUE SÍ LA VI GUSTAVO! —gritó la Alcaldesa Goodway aterrada.

—¿Y qué tiene eso de raro? —preguntó Marshall muy inocentemente.

—Una anciana vagando sola por los pasadizos secretos oscuros, ¿qué no ves de raro en eso? —preguntó Zuma extrañado.

—La abuela ya había fallecido cuando Goldie dijo que la vio en los pasadizos secretos —respondió Gustavo con tranquilidad.

Todos los cachorros voltearon a verse entre ellos con las caras largas después de escuchar aquello. Esa revelación los asustó en mayor o menor medida.

—Bueno... si me disculpan, debo hacer las compras —comentó Gustavo—, Goldie, ¿puedes cuidar a mis niños verdad?

—Por supuesto que puedo Gustavo, ¿por quién me tomas?, además, ya tienen 12 años, estarán bien —dijo la Alcaldesa Goodway mostrándose despreocupada.

—Perdiste a tu gallina... y siguen siendo niños... —dijo Gustavo con desdén, poniendo una expresión muy seria en su rostro.

—Bueno... pues... —divago la alcaldesa.

—¿Ryder...? —dijo Gustavo mirando al muchacho directamente.

—No se preocupe Gustavo, nosotros nos encargamos —dijo Ryder con seguridad.

—Gracias, regreso en una hora, están en su casa, Ryder, cachorros —se despidió Gustavo antes de salir por la puerta principal en dirección a su auto.

—Muy bien cachorros, escuchen, esto es lo que aremos —dijo Ryder comenzando a dar las indicaciones para organizar a los cachorros—, nos dividiremos para buscar en toda la casa. Chase, Marshall y Skye, ustedes buscarán en la planta alta y el ático. Rocky, Zuma y Rubble, ustedes en la planta baja y el sótano.

—¡Ático! —susurró Marshall con temor.

—¡Sótano! —dijo Rubble en voz baja no con menos miedo.

—Asegúrense de buscar en todos los rincones y paredes para encontrar las entradas a los pasadizos —indicó Ryder—, busquen cualquier pista de Gallileta o cualquier posible lugar donde crean que una gallina podría entrar fácilmente. No tengan miedo, yo entraré a buscar por el pasadizo del librero, los veo adentro. Alcaldesa Goodway, usted cuide de Julia y Julius y asegurarse de que Gallileta no esté en el jardín.

—Oh gracias, no tendré que entrar ahí —dijo la alcaldesa aliviada.

Ryder llamó la atención de Rubble para que el bulldog se acercara y poder hablar con él de forma más privada.

—Rubble, vigila a Julia y Julius. Solo asegúrate de que estén bien —le susurró Ryder al bulldog—, y si algo ocurre solo llámame.

—Yo me encargo Ryder —dijo Rubble guiñándole un ojo.

—Muy bien cachorros, ¡en marcha! —dijo Ryder dirigiéndose a todos los cachorros.

Después de dar las asignaciones, Ryder se dispuso a entrar por aquel estrecho y oscuro pasadizo, mientras cada cachorro se dirigía a sus áreas de búsqueda asignadas.


En la planta baja...

Rocky, Zuma y Rubble caminaron por un pasillo junto a la sala de estar que los llevó a la cocina, la cual, a pesar de estar limpia, daba un poco de miedo. El lavabo oxidado y de estilo antiguo le daba cierto toque inquietante, y ni hablar de las lámparas parpadeantes que apenas y daban luz, si no fuera por el refrigerador moderno, se podría dar por hecho el estar en otra época pasada.

Rocky dirigía el grupo, él imaginó que lo más probable sería que la entrada al sótano estuviera en la cocina, justo debajo de las escaleras que van a la planta alta, lo cual confirmó al encontrar en esa parte una puerta blanca de madera muy vieja, justo a lado de la entrada a la cocina, era la puerta del sótano. Al abrirla, se pudo escuchar un fuerte rechinido que casi se escuchó como el lamento de un animal, tras la puerta se encontraron con las escaleras de madera que bajan al sótano. Zuma intentó encender la luz de las escaleras, pero por más que manipulo el interruptor, la luz nunca encendió.

—¡Genial!, está estropeado —dijo Zuma sonando molesto.

—¡Ruf! ¡ruf!, ¡linterna! —dijo Rocky a lo que una linterna se desplegó de su mochila—, bueno, yo iré adelante, ustedes síganme de cerca.

—Ah... ah... amigos..., ya recordé que Ryder me pidió que me asegurara de que Julia y Julius estuvieran bien —dijo Rubble temblando de miedo—, creo que debería quedarme.

Rocky y Zuma solo se vieron entre sí con unas sonrisas burlonas cómplices.

—¿Tienes miedo Rubble? —preguntó Zuma con una sonrisa sutil.

—¡Sí!, ¡mucho! —respondió Rubble.

—¿A qué?, ¿a la oscuridad? —preguntó Rocky intentando disimular su sonrisa.

—Oscuridad, fantasmas, arañas, ruidos raros, y todo lo que normalmente encuentras en un sótano. Díganme cobarde, pero yo no bajaré ahí —dijo Rubble mostrándose muy nervioso.

—Rubble, si no bajas te quedaras solo aquí —dijo Rocky intentando sonar comprensivo.

—¡No me importa!..., no bajaré ahí... —dijo Rubble meneando la cabeza de lado a lado mientras se alejaba poco a poco de la puerta.

—¡Bien!, Zuma y yo bajaremos —dijo Rocky—, nos aseguraremos de que Gallileta no esté abajo y subiremos de vuelta, no nos tomará más de 5 minutos. Si no vas a bajar, entonces tú ve a vigilar a Julia y Julius.

—¡De acuerdo! —dijo Rubble para después salir corriendo de la cocina en busca de los niños.

—Aún es un bebé… —dijo Zuma después de que Rubble se fuera, a lo que recibió una risita burlona de Rocky.

Después de eso, ambos cachorros bajaron lentamente por aquellas escaleras, sin percatarse de que la puerta del sótano se cerraba sola lentamente detrás de ellos.


En otra parte de la planta baja...

Después de salir corriendo de la cocina queriendo alejarse del sótano lo más rápido que pudiera, el pequeño bulldog terminó alentando su paso una vez que se sintió más seguro, hasta hallarse caminando por un pasillo extraño.

Rubble caminó por ese pasillo largo con la intención de buscar a los gemelos que Ryder le ordeno cuidar. Varias puertas blancas se situaban a cada lado del pasillo pobremente iluminado, no había ninguna ventana a la vista, la única iluminación venía de un foco parpadeante a mitad del pasillo que apenas lograba iluminar las paredes decoradas con un viejo tapis blanco estampado de flores azules y con notorias manchas de humedad, el único sonido que el cachorro escuchaba era el de sus propias pisadas al caminar por aquel piso de madera de quién sabrá cuántos años de antigüedad.

El bulldog continuó caminando lentamente hasta llegar al final del pasillo donde dio vuelta a la izquierda, en ese momento detuvo su paso de forma abrupta al notar a quienes se encontraban frente a él al final del pasillo...

Parados justo frente a una ventana, un niño y una niña tomados de la mano se hallaban en un incomodo silencio, ambos vestidos con lo que parecía ser un uniforme escolar; camisa blanca, corbata y chaleco azul oscuro, el niño vistiendo pantalón y la niña una falda. Eran los gemelos que solo se le quedaron viendo al pequeño cachorro con una pequeña sonrisa inquietante.

—¿Julia?... ¿Julius?... —preguntó Rubble con una voz temerosa. El pequeño bulldog apenas y podía hablar de lo asustado que estaba.

¿Enserio ellos eran los niños que conocía?, ¿por qué lucían tan… inquietantes?, muchas preguntas se mezclaron en la mente de Rubble al estar en esa situación tan particular.

—Ven a jugar con nosotros Rubble... —dijeron los gemelos al unísono con una voz tranquila y muy fría.

—Ah... ah... ¿jugar?... —preguntó Rubble en voz baja.

—Ven a jugar con nosotros... —repitieron los gemelos sin apartar su mirada del bulldog ni mover un solo músculo.

—Todo... ¿todo está... bien? —preguntó Rubble sin entender bien lo que pasaba.

—Ven a jugar con nosotros Rubble... por siempre... por siempre... por siempre... —comenzaron a repetir los niños sin descanso con una voz muy tranquila mientras permanecían en el mismo lugar mirando a Rubble a los ojos sin parpadear.

Rubble estaba aterrado, no entendía nada y solo observaba a los niños frente a él repitiendo las mismas palabras una... y otra... y otra vez. El bulldog no supo que más hacer y solo se cubrió la cara con sus patas y se tumbó en el suelo esperando que los niños dejaran de repetir eso y volvieran a actuar normal.

Después de un rato, las voces dejaron de escucharse. Rubble se descubrió el rostro y notó que los niños que estaban frente a él ya no estaban, eso lo tranquilizó y solo suspiró profundamente creyendo que solo había sido una mala jugada de su imaginación.

Rubble se puso de pie de nuevo, ahora más tranquilo, hasta que... antes de que se diera la vuelta para regresar por donde vino, sintió una mano posarse sobre su cabeza. Rubble sintió como un fuerte escalofrió recorrió su cuerpo en ese momento…, él estaba paralizado.

—Rubble... —se escuchó detrás del Bulldog.

—¡¡¡AAAAHHHH!!! —gritó el cachorro.


En la planta alta...

Chase estaba caminando por un pasillo oscuro mientras iluminaba el camino con su linterna. Ya había revisado varias habitaciones en busca de Gallileta, pero en ninguna encontró ni a la gallina ni ninguna entrada a los pasadizos secretos. Esto se estaba volviendo frustrante para el pastor, buscar a esa gallina por millonésima vez lo estaba hartando.

—¡Chase!, ahí estás, ven, ayúdame con esto —llamó Marshall desde el fondo del pasillo mientras señalaba una cuerda colgando del techo. Chase solo apresuró su paso caminando hacia el dálmata.

—Chase, mira, esa debe ser la escalera del ático —dijo Marshall señalando con su pata lo que parecía ser una compuerta en el techo—, no puedo alcanzarla solo, ¿me dejarías subirme en tu lomo para bajar la escalera?

—Buen ojo Marshall, claro, solo ten cuidado —dijo Chase para después posicionarse justo debajo de aquella cuerda. El dálmata no perdió el tiempo, se subió sobre el lomo de Chase y se apoyó en su cabeza para pararse en dos patas y lograr alcanzar la cuerda con su hocico, después simplemente la jaló para abrir la compuerta y liberar la escalera, la cual se desplegó hasta el suelo causando un fuerte estruendo.

Marshall apenas y logró esquivar la escalera, la cual se desplegó más rápido de lo que hubiera pensando, casi rosándole la cabeza en su camino al piso de madera. Al ver que el peligro pasó, el dálmata bajó del lomo de Chase y, junto al pastor, caminó al frente de la escalera para pensar en que hacer ahora.

—Bueno... ¿y ahora qué? —se preguntó Marshall.

—No te preocupes Marshall —dijo Chase sin mucho animo—, tú puedes quedarte aquí, yo subiré y le daré un vistazo rápido al ático.

—Espera..., ¿insinúas que tengo miedo de subir? —dijo Marshall en un tono "indignado".

—¿No tienes? —preguntó Chase extrañado.

—¿Yo?, ¿miedo?, ¡no!, ya no soy un pequeño cachorro —dijo Marshall inflando el pecho con orgullo.

—No tienes que subir si no quieres Marshall —insistió Chase—, puedo subir y revisar rápido.

—¡Puedo hacerlo!, déjame demostrarte que no tengo miedo —dijo Marshall forzando un tono seguro.

—¿Qué?, no necesitas demostrarme nada Marshall —dijo Chase no muy seguro de lo que hablaba el dálmata.

—Solo... déjame subir primero, y si te necesito, te llamo, quiero demostrar que soy valiente también, por favor… —suplicó Marshall.

Chase solo dio un fuerte suspiro atendiendo la súplica de su amigo.

—Bien, sube tú, solo ten cuidado, yo te esperaré aquí, y si tienes miedo solo llámame, ¿de acuerdo? —dijo Chase intentando sonar comprensivo.

—No te preocupes Chase, estaré bien, te demostraré que puedo ser valiente también —dijo Marshall más seguro de sí mismo.

Después de decir eso, el dálmata se dispuso a subir lentamente las escaleras hasta entrar en el ático, mientras tanto, Chase solo observaba desde abajo, permaneciendo sentado en el suelo.

Chase se quedó atrás al final de las escaleras, mirando atentamente como su amigo dálmata entraba en el ático con mucho cuidado mientras observaba en todas direcciones de forma nerviosa, como si estuviera asegurándose de que nada fuera a saltar frente a él en algún momento.

—Shhh... Chase... ven... mira... —susurró una voz detrás del pastor quien solo volteó su mirada tras de sí.

Chase vio a su novia llamándolo desde una puerta al otro extremo del pasillo, justo frente a las escaleras. Al verla, el pastor solo caminó tranquilamente hacia ella atendiendo su llamado.

—¿Qué necesitas Skye?, ¿encontraste algo? —preguntó Chase.

—Ven, entra… —dijo Skye abriendo más la puerta e indicándole al pastor que entrara también.

Chase obedeció y entró mientras Skye cerraba la puerta detrás suyo.

—¡Chase!... ¡estás ahí!... ¡hola!... —llamó Marshall desde el ático en un tono algo nervioso.

Después de que Chase entrara a la habitación que resultó ser solo un armario lleno de prendas de vestir, Skye cerró la puerta encerrando a ambos dentro.

—Skye... ¿querías mostrarme algo? —preguntó Chase un poco nervioso al estar en medio de la oscuridad en un espacio reducido y muy cerca de su novia.

La cockapoo se quedó mirando a Chase a los ojos en medio de la oscuridad mientras mostraba una tierna sonrisa. Se quedó así por varios segundos hasta que simplemente y sin previo aviso, Skye se abalanzó sobre el pastor y le plantó un profundo beso en los labios a lo que Chase no dudó en corresponderle. Ambos cachorros estuvieron besándose por un par de minutos en la oscuridad del armario hasta que Chase recobró la razón.

—¡Skye espera! —dijo Chase soltando el beso y hablando en voz baja—, no es que no quiera besarte pero... estamos en servicio, lo prometimos, ¿recuerdas?

—¡Esto no es precisamente una emergencia!, ¡lo sabes bien!, solo estamos buscando a Gallileta otra vez, no será la última vez que se pierda, créeme... —dijo Skye sonando algo molesta por estar en esa situación.

—Puede que tengas razón pero... eso no quita el hecho de que estamos en servicio, se lo prometimos a Ryder —dijo Chase sonando muy ansioso.

—Chase..., hemos tenido un día largo..., ¿no te gustaría tomarte un momento?..., necesitas relajarte..., te noto un poco tenso... —dijo Skye hablándole suavemente al oído a su pastor, intentando persuadirlo.

—Bueno..., puede ser, pero... Ryder confía en nosotros, no podemos solo... —dijo Chase hasta que fue silenciado por otro dulce beso de Skye.

—Dame solo 2... no, 3 minutos Chase. Tú te relajas, yo me relajo, y después continuamos con nuestro trabajo, eh… ¿qué dices? —propuso Skye hablándole muy dulcemente al pastor después de besarlo.

—Yo... yo... solo 3 minutos... —dijo Chase antes de plantarle un apasionado beso en el hocico a Skye, empujándola un poco hacia atrás, poniendo a la cockapoo contra la pared detrás suyo, tomando por completo el control de la sesión de besos y caricias.

La pareja de cachorros se concentró por completo en sí mismos, olvidándose de cualquier otra cosa que no fuera su compañero especial. Chase se concentró en su papel dominante manteniendo a Skye contra la pared al fondo del armario, mientras la besaba en el hocico, las mejillas y después en su cuello, mientras que la cockapoo solo cerró los ojos dejándole al pastor todo el control y dejándose llevar por el placer momentáneo. Ambos cachorros se dejaron llevar demasiado por su pequeño momento de afecto que se olvidaron por completo de su trabajo.

Fuera del armario se escuchó un fuerte estruendo seguido de varios golpes que, a pesar de hacer mucho ruido, no llamaron para nada la atención de la joven pareja de cachorros quienes solo siguieron besándose muy apasionadamente hasta que...

—¡¡¡TRASSS!!! —un fuerte golpe se escuchó detrás del pastor, como si la vieja puerta del armario hubiera sido golpeada con tanta fuerza como para romperla.

Ese estruendo asustó y llamó por completo la atención de la joven pareja quienes, sintiéndose muy confundidos y asustados, dejaron de lado sus muestras de afecto para voltear su mirada rápidamente en dirección a la puerta y...

—¡¡¡AQUÍ ESTÁ MARSHALL!!!, ¡LOS ATRAPÉ! —gritó el dálmata de forma maniaca desde el gran agujero que dejó en la puerta del armario después de romperla con su cabeza, mostrando una nariz sangrante y una sonrisa inquietante.

—¡¡¡AAAAHHHH!!! —gritaron Chase y Skye mientras se abrazaban y miraban a Marshall con unas expresiones de genuino terror e incredulidad al sufrir ese repentino susto.

—¡¡¡Marshall!!!, ¡¿qué rayos te pasa?! —gritó Skye muy exaltada.

—¡¿Y por qué rompiste la puerta?! —gritó Chase muy confundido mientras aún abrazaba a la cockapoo.

—¡Te estuve llamando y no me respondiste Chase! —gritó Marshall molesto—. Todo estaba oscuro en el ático, Gallileta no estaba ahí, y cuando regresé, me tropecé con un bate o algo parecido. Rodé por las escaleras y por el pasillo hasta estrellarme con esta puerta. ¿No podían ayudarme?, ¡¿cuántas veces me van a abandonar hoy?!

—Oh Marshall..., fue mi culpa... —dijo Skye sintiéndose muy apenada—, yo le dije a Chase que viniera aquí.

—No, fue mi culpa Marshall —dijo Chase con remordimiento—, te dije que me quedaría en las escaleras y no lo hice, enserio lo siento amigo.

—¿Se estaban besando en el armario... verdad?, bueno..., no los culpo, de hecho..., creo que los envidio. Imagino que si yo estuviera en su lugar, también haría cosas así —dijo Marshall de forma comprensiva y poniendo una mirada soñadora—. Algún día... realmente quiero estar en su lugar amigos.

Chase y Skye voltearon a verse entre sí con una sonrisa sutil después de escuchar a Marshall soñar despierto.

—Bueno Marshall..., eso depende de ti amigo —dijo Chase guiñándole un ojo al dálmata en señal de complicidad.

—Marshall... ¿le dirás a Ryder lo que hicimos? —preguntó Skye con nerviosismo.

—Bueno, yo fui el que insistió en subir solo al ático, así que no..., no le diré..., pero solo si me ayudan a salir de aquí..., creo que estoy atorado... —dijo Marshall intentando sacar su cabeza del hoyo mientras hacía presión en la puerta con sus patas.

—De acuerdo…, Skye, tú acomódale la cabeza para sacarlo mientras yo lo jalo desde atrás —dijo Chase antes de abrir la puerta con cuidado para poder salir, intentando no lastimar más a Marshall.

Chase tomó la cintura del dálmata por atrás y comenzó a jalarlo mientras Skye se concentraba en destrabar con cuidado su cabeza para sacarla. De un momento a otro, su cabeza cedió y el dálmata salió disparado hacia atrás cayendo encima del pastor.

—Lo siento Chase… —dijo Marshall desde arriba de su amigo.

—Sí…, yo también lo siento, ahora quítate de encima por favor —dijo Chase antes de que Marshall se quitara y se volviera a poner de pie.

—Oh Marshall..., tu nariz está sangrando —dijo Skye con preocupación notando la sangre goteando del hocico del dálmata.

—¡¿Qué?!, oh vaya..., no traje mi equipo médico —dijo Marshall agarrando su nariz y haciendo presión.

—Descuida, yo siempre traigo pañuelos conmigo. Ven, déjame ayudarte —dijo Skye de forma muy comprensiva sacando un pequeño paquete de pañuelos del bolsillo de su chaleco y comenzando a limpiar la sangre de la nariz del dálmata.

Mientras Skye atendía la hemorragia del dálmata, el pastor notó algo extraño al fondo del armario, una parte de la pared que parecía algo así como una tabla fuera de lugar. Volvió a entrar y se acercó a la pared del fondo, justo donde Skye se apoyó en su sesión de besos. Chase hizo presión en la madera de la pared y logró abrir una pequeña compuerta hacia adentro, revelando una de las entradas a los pasadizos secretos.

—¡Amigos!, ¡la encontré!, ¡encontré una entrada! —dijo Chase con emoción mientras corría fuera del armario para avisarle a sus amigos.

—¿Una entrada?, ¿dónde? —preguntó Skye justo después de terminar de atender a Marshall.

—Al fondo del armario, vengan —ordenó Chase para después ser seguido de cerca por Skye y Marshall dentro del armario hasta el fondo donde se encontraba la entrada.

—¡Rayos!..., pude haber caído por ahí mientras nos besábamos —dijo Skye con preocupación mirando lo que parecía ser un foso profundo detrás de la compuerta.

—Sí…, tuvimos suerte... Es una entrada pequeña, una gallina cabe por ahí —dijo Chase mirando el compartimiento oscuro.

Skye no lo pensó mucho para acercarse más y apoyarse justo en la orilla de aquel foso, metiendo la cabeza y asomándose intentando ver que tan profundo era. Estaba muy oscuro, no se podía ver nada y, sin previo aviso, Skye simplemente decidió saltar dentro, cayendo por ese compartimiento y perdiéndose en la oscuridad.

Chase no pudo evitar entrar en pánico al ver como su novia desaparecía dentro de aquel extraño hueco.

—¡¡¡SKYE!!! —gritó Chase aterrado mientras se asomaba por la compuerta.

—¡Descuida!, ¡estoy bien!, ¡estoy al nivel del primer piso!, ¡vengan! —gritó Skye desde el fondo del foso.

Chase sintió un inmenso alivio al escuchar la voz de su amada, por lo que, después de ese susto, se preparó para saltar y bajar con ella. Marshall también hizo lo mismo pero sin mucho cuidado, terminando tropezándose, empujando a Chase y cayendo ambos de forma desordenada por el pasadizo, llegando al fondo con un fuerte estruendo. Marshall terminó cayendo sobre Chase y el pastor terminó muy adolorido en el suelo.

—¡Oigan!, había una escalera en la pared, ¿no la vieron? —preguntó Skye extrañada, mirando a los dos perros tirados en el suelo quejándose del dolor.

—¡No!, ¡estaba oscuro! —dijeron Chase y Marshall al unísono.

Una vez que Chase y Marshall se restablecieron y se pusieron de pie, el pastor volvió a activar la linterna de su mochila revelando frente a ellos un estrecho pasillo de madera de no más de medio metro de ancho. Era demasiado angosto, por lo que tendrían que caminar en fila.

—Muy bien, exploraremos este lugar. Yo iré adelante, ustedes síganme de cerca y no se separen mucho, no sabemos que hay aquí —dijo Chase indicando el plan.

—Entendido —respondió Skye siguiendo a Chase de cerca.

—Voy detrás de ustedes —dijo Marshall desde atrás de la pareja.


En el sótano...

Zuma estaba golpeando la puerta buscando que alguien lo escuchara pero, por más ruido que hiciera, nadie venía en su ayuda, pues tal parece que la puerta estaba trabada desde afuera donde no se escuchaban sus gritos.

—¡RUBBLE!, ¡ABRE LA PUERTA! —gritó Zuma con desesperación.

—No te escucha Zuma —dijo Rocky de forma despreocupada desde atrás del labrador—, ¿por qué no bajamos y hacemos lo que vinimos a hacer?, buscamos alguna entrada a los pasadizos secretos y vemos si Gallileta está por ahí.

—¿No puedes usar tus herramientas para destrabar la puerta? —preguntó Zuma.

—Podría perder el tiempo destrabando la puerta ahora, o podría perderlo buscando la entrada a los pasadizos secretos que también nos sacarían de aquí, ¿no crees? —respondió Rocky sin mucho animo, intentando sonar razonable.

—Buen punto..., está bien, vamos —dijo Zuma sonando fastidiado de estar ahí.

Ambos cachorros bajaron por las escaleras caminando con mucho cuidado, escuchando un fuerte rechinido cada que apoyaban una pata en cada escalón derruido por el tiempo, sin poder ver bien los escalones debido a la falta de luz. Al llegar al final de las escaleras, Rocky iluminó con su linterna el camino, revelando una serie de estantes a cada lado, todos llenos de cachivaches, latas, artículos metálicos, y un sin fin de objetos viejos llenos de polvo. El sótano era un espacio muy amplio que abarcaba casi toda la totalidad del área de la casa. Estaba dividido por varias paredes gruesas de piedra que parecían formar parte de los cimientos. Todo sumido en completa oscuridad.

Rocky y Zuma caminaron entre los estantes, buscando cualquier pista que les indicara si una gallina estuvo ahí, o cualquier posible entrada a los pasadizos secretos.

—¡Demonios amigo!, este lugar es más grande de lo que creí… —dijo Zuma molesto pero al mismo tiempo sintiendo un poco de miedo.

—Sí, es enorme, y está lleno de basura —dijo Rocky más emocionado que temeroso—. ¡Este lugar es genial!, hay tantas cosas que podría usar, si no estuviera tan oscuro, este sería mi paraíso soñado.

—¿Enserio Rocky?… —dijo Zuma mirando a Rocky con extrañeza.

Los cachorros siguieron recorriendo el lugar sin mucha suerte de encontrar nada hasta que, desde las sombras, muy al fondo de los estantes, pudieron escuchar un fuerte gruñido, parecido al bramido de alguna especie de animal hambriento.

—¡Estuchaste eso! —le susurró Zuma a Rocky, intentando no hacer mucho ruido.

—Tenía la esperanza de que fueras tú... —dijo Rocky en voz baja sonando un poco atemorizado—, hay algo más aquí Zuma.

—¡¡¡Algo!!!, ¡no podías decir alguien! —susurró Zuma con pánico.

—¡¿Qué es peor, algo o alguien?! —susurró Rocky con fuerza—. Ese ruido proviene del fondo de este pasillo de estantes, vamos a ver.

—¡Estás loco!, ¡vámonos de aquí!, ¡puedes destrabar la puerta!, ¡por favor amigo! —dijo Zuma muy asustado, casi llegando a las lagrimas.

—¿Ahora quién es el bebé?, yo iré a ver, tú quédate aquí si quieres Zuma —dijo Rocky continuando caminando hacia aquel espantoso ruido.

Zuma por un momento dejó de caminar quedándose atrás, para finalmente decidir de mala gana volver a lado de Rocky, no queriendo quedarse solo en ese lugar.

Ambos cachorros continuaron caminando con mucha precaución hasta llegar a la posible fuente de aquel extraño ruido. En un rincón, al fondo del sótano, entre una montaña de cachivaches, vieron una lona vieja que parecía moverse arriba y abajo. Lo que sea que esté produciendo ese ruido, estaba debajo de aquella lona... respirando.

—¡Vámonos Rocky! —susurró Zuma entre lagrimas al ver esa lona "respirar".

Lejos de acatar la sugerencia de Zuma, Rocky se acercó más a la lona, la tomó con sus patas y, en un rápido movimiento..., la jaló.

—¡AAAAHHHH...! —se escuchó un espantoso grito proveniente del lugar donde estaba la lona.

—¡Aaaaaahhhhh...! —gritaron Rocky y Zuma aterrados mientras se abrazaban después de escuchar aquel desgarrador grito.

—¡¿QUIÉN ES?!, ¡¿QUÉ SUCEDE?!, ¡¿DÓNDE ESTOY?!, ¡¿QUIÉN ESTA AHÍ?! —gritó la persona que hasta hace poco estaba bajo la lona.

—¡¡¡TÍO OTIS!!! —gritaron Rocky y Zuma con incredulidad, quienes aún permanecían abrazándose muy asustados.

—¡¿Qué?!, ¡cachorros!, ¡¿quién los dejó entrar a mi cabaña?!... ¡¿y cuándo salieron del closet?! —dijo el tío Otis muy confundido.

Al escuchar ese comentario, Zuma rompió el abrazo con Rocky, apartándose rápido del mestizo quien solo volteó a mirar a Zuma con una amplia sonrisa en la cara.

—Tío Otis, ¿qué hace aquí? —preguntó Rocky.

—Sí, y… ¿cómo hacía ese ruido tan extraño? —preguntó Zuma.

—¿Ruido?, ¿qué ruido?, no sé de que ruido hablan, yo solo estaba dormido en mi cama... Rocky y... eh... mmm... —dijo el tío Otis intentando recordar.

—Zuma... —respondió molesto el labrador.

—Sí, Scuma..., esperen..., esta no es mi cabaña..., ¿dónde...?, ¿dónde estoy? —preguntó el tío Otis sonando muy confundido.

—Está en el sótano de la Casa Goodway señor —respondió Rocky.

—¡¿El sótano?!, oh… sí..., ya recuerdo. Esta tarde vine a buscar unas herramientas que necesitaba. Debí quedarme dormido, ya debe ser de noche... y creo que estoy hambriento —dijo el tío Otis después de escuchar un fuerte rugido venido de su estomago.

—Eso explica el espantoso sonido —le susurró Zuma a Rocky al oído, quien solo se limitó a asentir en respuesta.

—¡Espere tío Otis!, aún no es tan tarde —dijo Rocky notando un error en aquella explicación—, apenas son como las 2…

—¡Ya son las 2 de la mañana!, ¡repámpanos!, ya debo volver a casa —dijo el tío Otis mostrándose muy preocupado por la hora.

—Son las 2 de la tarde, aún es de día —remarcó Zuma.

—Las 2 de la tarde, ¿estás seguro...? este... mmm... —preguntó el tío Otis intentando recordar.

—¡Zuma! —gritó el labrador enojado.

—Sí, lo siento pequeño Espuma..., este..., ¡esperen!... ¿hoy es domingo... verdad? —preguntó el anciano con esperanza.

—Hoy es martes… —respondió Rocky con incredulidad.

—Ya está senil... —le susurró Zuma a Rocky al oído.

—¡Martes!, ¡estuve dormido por dos días!, eso es un nuevo record —dijo el tío Otis—, por cierto cachorros, ¿qué hacen aquí?.

—Gallileta se perdió, y la alcaldesa nos pidió que la buscáramos en toda la casa y en los pasadizos secretos —respondió Rocky—, además, la puerta del sótano se atoró y no podemos salir.

—Mmmm... entonces mi querida sobrina perdió a su gallinita otra vez..., me sorprende que esa gallina siga viva —dijo el tío Otis despreocupado—. Si quieren entrar a los pasadizos secretos, hay una entrada debajo de los primeros escalones de las escaleras. Vengan, les mostraré.

El tío Otis se levantó de su cama improvisada y caminó sin prisa hacia las escaleras seguido de cerca por Rocky y Zuma. Al llegar, solo tomó el primer escalón desde debajo y, sin mucho esfuerzo, levantó una sección de la escalera conformada por cuatro escalones, revelando un oscuro túnel debajo.

—Ahí lo tienen cachorros, ¡los pasadizos secretos! —dijo el anciano emocionado—, vayan a buscar a la gallina de mi sobrina.

—Wow, gracias tío Otis, pero... ¿y usted? —preguntó Rocky preocupado por el anciano.

—No se preocupen por mí, echaré un vistazo por aquí por si encuentro a esa gallina, y después saldré por la puerta —dijo el tío Otis muy calmado—. No es la primera vez que esa puerta se atora, yo sé como salir.

—De acuerdo, entonces entraremos, y gracias de nuevo tío Otis —dijo Rocky educadamente mientras entraba en ese pequeño túnel bajo la escalera seguido de cerca por Zuma.

—No hay de qué cachorros..., oh, y si ven a mi mamá por ahí, denle mis saludos, a ella le gusta recorrer los pasadizos secretos. Buena suerte Rocky y... eh... este... —dijo el tío Otis perdiendo la memoria de nuevo.

—¡ZUMA!, espere..., ¡¿qué dijo?!... —gritó Zuma molesto antes de cambiar su expresión a una nerviosa.

—¡Adiós Zuma! —se despidió el tío Otis antes de solo bajar la sección de escalones detrás de los cachorros, sellando los pasadizos de nuevo con Rocky y Zuma dentro.

—¡¿Acaso él dijo... su mamá?! —dijo Zuma muy asustado.

—Ignora lo que dijo... por el bien de nuestra salud mental... —dijo Rocky muy nervioso—. Sigamos por el túnel y encontremos a esa gallina rápido.


En el jardín...

La Alcaldesa Goodway caminaba entre los arbustos buscando a su querida gallina. Buscó en el jardín frontal y caminó alrededor de toda la casa hasta el patio trasero donde revisó cada metro cuadrado sin encontrar nada.

—¡Gallileta!, ¡Gallileta!, ¡¿dónde estás mi linda gallinita?! —gritaba la Alcaldesa Goodway mientras buscaba entre los arbustos—, ¡sal por favor!, ¡te compraré el maíz más caro que encuentre!, ¡regresa con mamá chiquipu!

La Alcaldesa Goodway siguió buscando entre los arbustos para después caminar apresuradamente hasta el único árbol de gran tamaño existente en el patio trasero de la casa. Un enorme y viejo árbol que, debido a la época del año, se había quedado sin hojas. La mujer caminó alrededor del árbol buscando cualquier pista que la condujera a su querida gallina sin tener mucha suerte. Se concentró en buscar detrás del árbol hasta que, por no fijarse por donde caminaba, tropezó con algo incrustado en el suelo que la hizo caer de rodillas sobre la nieve que cubría el jardín.

—¡Auchy!... ¡¿qué fue eso?!... —se quejó la Alcaldesa Goodway mientras se levantaba del suelo sacudiéndose la nieve de su ropa.

—¿Qué es esto? —dijo la mujer al observar un pequeño objeto de metal sobresalir de la tierra. Era algo que no había visto antes.

La alcaldesa tomó con sus manos aquel extraño objeto metálico e intentó jalarlo pero, al no ver resultados, simplemente decidió pararse sobre este y comenzar a pisotear con fuerza sobre toda el área alrededor de aquel metal, intentando adivinar que había abajo.

La mujer estaba parada sobre una sección del jardín que se sentía "extraña". La alcaldesa no sabía como describirlo, era simplemente como si no estuviera parada sobre tierra firme, la sensación era más bien como estar sobre una caja… hecha de madera. Entonces la Alcaldesa Goodway tuvo la "brillante" idea de comenzar a saltar sobre esa sección del jardín para intentar "sentir" mejor lo que había debajo, ella simplemente continuó saltando hasta que...

—¡¡¡CRASH!!! —se escuchó un fuerte estruendo en el suelo.

Una compuerta de madera se rompió bajo los zapatos de la alcaldesa, quien terminó cayendo cerca de 3 metros dentro del agujero que cubría dicha compuerta.

—¡¡¡AAAAYYYY!!! —gritó la pobre mujer mientras caía dentro del agujero oscuro hasta azotar con fuerza en el piso de piedra al fondo del mismo.

El agujero parecía un poso redondo, totalmente recubierto de piedra por dentro. A un costado del fondo de este, se situaba un oscuro túnel cuyo fin no podía verse desde ahí, como si solo se adentrara más y más en un oscuro abismo sin fin.

—¡¿Desde cuándo está esto aquí?! —gritó muy sorprendida la Alcaldesa Goodway mientras se recuperaba de su fuerte caída sobándose la retaguardia, mirando aquel túnel sombrío.

La alcaldesa volvió a observar el agujero por donde cayó y, para su suerte, terminó encontrando en una pared a su lado unas escaleras verticales por donde se podía regresar al jardín, las cuales no dudó en comenzar a escalar para salir de ahí hasta que, sin previo aviso, terminaron cediendo, rompiéndose debido a estar hechas de una madera que ya estaba podrida por el paso del tiempo, no soportando su peso y haciéndola caer de nuevo al fondo del foso.

—¡Auchy!..., ¡¡¡POR QUÉ!!!... —gritó la mujer sintiéndose desesperada al estar de nuevo atrapada en ese lugar.

—Mmmm... oh, ya sé, llamaré a Ryder, él sabrá que hacer —dijo la Alcaldesa Goodway para sí misma—. ¡Ay no!..., él y los cachorros están buscando a Gallileta en los túneles. No puedo solo pedirles que vengan a sacarme, eso sería muy desconsiderado de mi parte..., supongo que no tengo opción.

Resignada, la Alcaldesa Goodway encendió la linterna de su celular y se dispuso a caminar dentro del oscuro y aterrador túnel frente a ella, entrando a los pasadizos secretos con la intención de dirigirse a la salida, y de paso, unirse a la búsqueda de su querida gallina también.


En alguna parte de la casa...

El grupo conformado por Chase, Marshall y Skye llevaba un buen rato explorando los pasadizos oscuros de buena parte de la construcción, con Chase liderando con su linterna, Skye caminando detrás suyo, y Marshall en la retaguardia visiblemente cansado y asustado, volteando detrás suyo cada minuto para, según él, asegurarse de que nadie estuviera siguiéndolos.

—¿Ya casi llegamos? —preguntó Marshall después de dar un profundo bostezo.

—Marshall, no estamos yendo a ningún lugar en particular, deja de preguntar eso —dijo Skye sintiéndose ya bastante cansada de caminar por esos oscuros pasadizos sin lograr encontrar nada.

—Les dije que nos separáramos, así hubiéramos cubierto más terreno —dijo Marshall de forma despreocupada.

—¿Enserio quieres recorrer solo estos pasadizos?, porque yo no —dijo Chase sin mucho animo.

—¿Por qué?, ¿acaso... tienes miedo? —preguntó Marshall forzando un tono seguro y burlón.

—Sí Marshall, temo que alguno de ustedes pueda salir herido en un lugar como este y que nadie esté cerca para ayudar —dijo Chase con preocupación y sintiéndose un poco decepcionado de sí mismo—. Te dejé solo un minuto y te caíste por las escaleras. No volveré a cometer ese error, por eso nos quedaremos juntos.

—Vamos Chase, no fue tu culpa, solo fue un accidente —remarcó Marshall—, y quiero demostrar que no tengo miedo.

—¿Por qué?, ¿crees que te considero un cobarde o algo así? —preguntó Chase extrañado—, porque no es así Marshall, tú ya has demostrado valor muchas veces cuando es necesario, y aun así, has estado todo el día con eso, nadie te está exigiendo nada amigo.

—Lo sé..., es solo que... quiero ser valiente... —dijo Marshall bajando la mirada.

—Marshall, ser valiente no significa no tener miedo y lanzarse a lo desconocido sin pensar —explicó Skye—, ser valiente es aceptar tener miedo y aun así hacer lo que debes hacer.

—Sí... lo sé..., es solo que... yo... —dijo Marshall sintiéndose nervioso y sin saber si podía decir lo que tenía en mente.

—¿Algo te molesta amigo? —preguntó Chase.

—Sabes que puedes hablar con nosotros —dijo Skye de forma comprensiva.

Marshall lo pensó por un momento antes de suspirar sintiéndose resignado, él realmente necesitaba desahogarse.

—Este... ¿puedo contarles un secreto? —preguntó Marshall un poco temeroso de hablar.

—Claro Marshall —respondió Skye mostrando una sonrisa reconfortante.

—¿Prometen no decirlo? —preguntó Marshall.

—Por supuesto amigo, puedes contarnos si quieres, no diremos nada —respondió Chase.

—Está bien... bueno... verán... este... —comenzó Marshall sonando muy nervioso mientras divagaba—, hay algo..., bueno... más bien... es alguien..., quiero decir..., hay alguien que me pone nervioso..., ¡pero no de mala manera!... Lo que quiero decir es que hay alguien..., alguien que... me gusta... ¡oh al demonio!, ¡me gusta Everest! —gritó Marshall al final.

Chase solo dejó de caminar por ese pasillo oscuro y angosto al escuchar la "revelación" del dálmata. El pastor detuvo su paso seguido por Skye, antes de solo voltearse a ver el uno con el otro, pensando en lo que les acababa de decir su amigo. Al final, los cachorros detuvieron su andar para sentarse en el suelo y poder conversar con más calma.

—Sí... y... ¿cuál es el secreto? —preguntó Skye no muy sorprendida.

—¡ES ESE! —gritó Marshall.

—Oh... sí... ese... —dijo Chase de forma reflexiva.

—¿No están sorprendidos? —preguntó Marshall incrédulo.

—Marshall... —comenzó Skye—, todos ustedes nos dejaron bastante claro que lo que había entre Chase y yo era muy obvio. Créeme..., lo tuyo también lo es.

—¡¡¡QUÉ!!! —gritó Marshall mostrándose muy sorprendido por su situación. Él realmente no lo había pensado.

—Sí Marshall, lo es, y eso… ¿qué tiene que ver con que quieras ser valiente? —preguntó Chase sin entender muy bien el punto.

—Bueno... verán..., hace poco… escuché a Everest decir que le gustan los chicos valientes —dijo Marshall bajando la mirada.

—¿Y solo por eso subiste solo al ático para caerte por las escaleras y romper la puerta con tu cara? —preguntó Skye intentando ser seria y aguantándose las ganas de reír—. Marshall, hacer eso no te hace valiente, además, ¿a qué chica no le gustan los chicos valientes?

—Entonces... ¿cómo puedo ser valiente? —preguntó Marshall.

—Podrías decirle lo que sientes a Everest —recomendó Skye.

—¡¿QUÉ?!, pero... ¿y si me rechaza? —dijo Marshall muy nervioso mientras pensaba en esa posibilidad.

—Marshall, seré muy franco y directo contigo —dijo Chase muy seriamente, mirándolo a los ojos y poniendo una pata en el hombro del dálmata en señal de apoyo—, y te lo digo por experiencia personal... ¡NO IMPORTA!, si te acepta o te rechaza, ¡NO IMPORTA! Yo viví por años reprimiéndome porque tenía miedo de decirle a Skye lo que sentía. No quería escuchar que me rechazara porque tenía miedo de salir lastimado, y tenía miedo de terminar lastimándola a ella también, no quería arruinar nuestra amistad. Estaba aterrado… pero... lo peor que te puede pasar es que te diga que no. Everest no se enojará contigo, ella seguirá siendo tu amiga sin importar nada, y si se lo dices, a pesar de tener miedo, y sin importar su respuesta, tú podrás sentirte orgulloso de ti mismo, porque sabrás que tuviste el valor suficiente para decírselo..., eso es ser valiente amigo.

—Wow... Chase..., ¡eso es lo más genial que te he escuchado decir nunca! —dijo Marshall muy asombrado—. Maduraste mucho en una semana.

—¿Tú crees?, no estoy muy seguro... —dijo Chase algo apenado por el alago.

—Sí, actúas un poco distinto —dijo Marshall—, como si fueras una versión de Chase más segura de sí misma.

—Bueno, talvez..., me siento bien, me siento bastante bien de hecho, no recuerdo haberme sentido así antes —dijo Chase con orgullo—. Me siento libre, como si me hubiera quitado un gran peso de encima y lo hubiera reemplazo con paz y mucho amor.

—Y solo tuvo que decirme lo que siempre quiso decirme —dijo Skye antes de darle un tierno beso en la mejilla a Chase para después volver a ver a Marshall a los ojos—, tú también puedes hacerlo Marshall.

—Bueno..., realmente quiero hacerlo... pero... no tengo que decírselo ahora... ¿verdad? —preguntó Marshall.

—No Marshall, no hay prisa, créeme, sé lo difícil que puede llegar a ser el decírselo... pero vale la pena intentarlo —dijo Chase mientras Skye se acercaba más a su costado, abrazando una de sus patas con ternura y frotando su cabeza contra su pecho.

—No saben cuanto los envidio amigos… —dijo Marshall después de presenciar esa muestra de afecto.


En otra parte de la casa…

Rocky y Zuma se hallaban caminando por un pasillo angosto, con paredes de madera a cada lado, con el mestizo iluminando el camino con su linterna, la única que tenían, con un camino sumido en completa oscuridad al frente por recorrer. Ya hace tiempo que el par había logrado subir desde el sótano por los pasadizos secretos, y llevaban un buen tiempo explorando aquellos rincones solitarios de la gran casa, sin haber tenido suerte en su búsqueda, y sin siquiera estar seguros de dónde estaban exactamente.

—¿Ves algo? —preguntó Zuma.

—Nada aún… —respondió Rocky—, este lugar parece un laberinto enorme. Me sorprende que aún no nos hayamos encontrado con Ryder y los otros cachorros.

—Sí…, ni cachorros, ni gallina, ni nada de oro —suspiró Zuma—. Este lugar está vacío, no hay nada.

—¿Oro?, ¿qué oro? —preguntó Rocky extrañado.

—Ya sabes, el oro que mencionó la alcaldesa, dijo que lo ocultaban aquí para esconderlo de los piratas. Pensé que talvez podríamos tener suerte y encontrar algo. ¿Qué dices Rocky?, ¿mitad y mitad de lo que encontremos? —expresó Zuma con una sonrisa sutil en su rostro.

—Zuma…, eso fue hace 200 años, ya no queda nada de ese oro por aquí, y si de casualidad encontráramos algo, no podríamos quedárnoslo, eso sería robar, no podemos hacer eso —explicó Rocky un poco sorprendido por la sugerencia de su amigo.

—¡Demonios amigo!, ya lo sé, solo bromeaba, ¿tú también me vas a sermonear?, ya tengo suficiente con que "Don Perfecto" nos haya regañado esta mañana —dijo Zuma sonando molesto.

—¿Don Perfecto? —se preguntó Rocky en voz alta.

—¡Sí!, ¡Don Perfecto!, como si él nunca se equivocara, ¿quién se cree que es para regañarnos así? —resopló Zuma en un tono enojado.

—Bueno…, es el subjefe… y el encargado de la disciplina del grupo —respondió Rocky—, y siendo franco..., sí nos estábamos burlando de ellos, puedo entender que se hayan molestado.

—¡Vamos Rocky!, ¡¿de qué lado estás?!, ¡se supone que eres mi mejor amigo!, ¡no podrías al menos fingir que me apoyas! —gritó Zuma con enojo.

—Cálmate Zuma, ¿de qué hablas?, no hay lados que apoyar, solo estamos charlando tranquilos, y te enojas de la nada. No entiendo que te molesta —expresó Rocky exaltado por la reacción de su amigo.

—¡¿Que qué me molesta?! —dijo Zuma casi al borde de las lagrimas—, ¡Chase me molesta!, ¡siempre siendo el centro de atención!, ¡siendo el favorito de Ryder y de toda la maldita ciudad!, ¡y ahora siendo el doble de popular por ser el primero en conseguir novia!, ¡el tipo debería de agradecerme el haberle dejado a Skye!, ¡si hubiera querido, me habría quedado con ella!, ¡estuvo años haciéndose el tonto frente a ella!, ¡y ahora que la tiene se cree mejor que nosotros!, ¡NO ES JUSTO!, ¡no es justo que Ryder le de la mayoría de los trabajos a ese par de…! ese par de…, y yo… aunque me esfuerce… con suerte… solo me da cualquier trabajo en el mar…, la gente ni siquiera recuerda mi nombre…, yo también soy parte del equipo…, no es justo…

Zuma no lo pudo soportar más. Visiblemente acongojado después de desahogarse frente a Rocky, dejó de contenerse y comenzó a llorar incontrolablemente mientras agachaba la cabeza en un vano intento de evitar que Rocky lo viera. El mestizo, al presenciar el estado de su amigo, no pudo evitar abrazarlo, esforzándose por ser lo más reconfortante posible.

—Está bien Zuma…, todo está bien… —dijo Rocky mientras abrazaba fuertemente al labrador.

—¡Soy un asco!… —balbuceó Zuma mientras se aferraba a Rocky—. Skye nunca… ¡ella nunca me hubiera elegido a mí!, ¡Ryder no me elige a mí!, ¡ni siquiera debería estar aquí!, ¡solo estoy aquí porque le rogué a Ryder que me aceptara!, ¡soy un inútil!, ¡lo único que sé hacer bien es nadar!

—Zuma, no hables así de ti, eres muy importante para el equipo… y para mí…, eres mi mejor amigo y… bueno…, me duele escucharte decir esas cosas… —dijo Rocky mientras frotaba el lomo de Zuma con sus patas intentando calmarlo.

—Todo es verdad…, le rogué… le supliqué a Ryder…, si no hubiera hecho eso… no estaría aquí… —dijo Zuma aún apoyándose en el hombro de Rocky.

—Eso no es cierto Zuma…, conoces a Ryder, sabes que él nunca toma decisiones a la ligera —dijo Rocky de forma reflexiva—. Estoy seguro de que él tenía un buen motivo para adoptarte, algo que no puedo decir de mí, yo estaba medio muerto cuando me encontró y me adoptó. Si de alguien se apiadó, fue de mí.

—No lo creo… —dijo Zuma un poco más calmado pero sin soltar el abrazo.

—Sí… así fue…, otros perros casi me matan…, no es algo que me guste recordar… Ryder se compadeció de mí…, le debo mi vida… —dijo Rocky hablando con cierta nostalgia en su voz.

—Lo siento amigo…, pero aun así, no lo creo… —dijo Zuma después de dejar de llorar, mirando al mestizo a los ojos—. Rocky..., Ryder también debió tener una buena razón para adoptarte..., no creo que solo te tuviera lastima..., de eso estoy seguro.

—Gracias amigo, enserio... gracias... —dijo Rocky mostrando una cálida sonrisa—. Pero dejemos eso en el pasado, qué tal si hablamos de cosas menos tristes, dime… ¿enserio te gustaba Skye?

—Jaja… sí…, un poco, supongo…, ella es muy linda… —dijo Zuma soltando una risita—, pero como dije antes, solo Chase tenía oportunidad con ella, y eso está bien…, así es la vida… aunque duela un poco… No sabes lo que se siente tener un amor imposible amigo.

—Talvez sí lo sé… —pensó Rocky para sí mismo.

—Rocky… amigo…, podrías…, por favor no les digas nada de lo que dije…, fui muy grosero… —suplicó Zuma sintiéndose apenado por su arrebato.

—No te preocupes amigo, no le diré a nadie, esto queda entre nosotros —dijo Rocky con comprensión—. No es tu culpa que la adolescencia te haya pegado fuerte —bromeó Rocky, a lo que Zuma contestó dándole un golpe juguetón en el hombro.

—¡Cierra el hocico!, sigamos buscando, esa gallina no se encontrará sola —respondió Zuma con más animo.

—Puede que sí. Nunca se sabe con Gallileta —dijo Rocky pensándolo un poco.

—Jajaja, tienes razón, me pregunto… ¿qué sorpresa nos espera con Gallileta esta vez? —dijo Zuma en voz alta antes de continuar caminando por aquel pasadizo junto a Rocky.


En alguna parte de los pasadizos secretos...

Los cachorros liderados por Chase continuaban caminando por aquellos estrechos pasillos sumidos en completa oscuridad y sin tener un rumbo fijo, solo esperando tener suerte de encontrar pronto a la gallina perdida. En algún momento terminarían caminando por una sección de los pasadizos anormalmente larga, casi sintiéndose interminable, esa parte les pareció extraña.

—¿En qué parte de la casa estamos? —se preguntó Marshall en voz alta.

—Comenzamos en la planta alta y desde ahí entramos por el armario y bajamos a la planta baja —comenzó explicando Skye muy detalladamente—, seguimos derecho por aquel pasillo, después caminamos por varios pasillos: izquierda, derecha, derecha, izquierda, derecha, hasta subir las escaleras verticales que dejamos atrás. Así que deberíamos estar en algún lugar de la planta alta de nuevo, justo en medio de alguna pared larga o algo así, talvez incluso estemos entre el piso, no estoy muy segura. La arquitectura de esta casa me tiene muy confundida.

—¡Buen resumen Skye!, tienes una excelente memoria —felicitó Chase a Skye.

—¡Gracias! —dijo Skye con una linda sonrisa.

—Aunque este pasillo ya parece demasiado largo —dijo Chase—. ¿Enserio la casa es tan grande?

—Eso parece..., oigan... esperen... alto..., ¿escuchan eso? —dijo Marshall captando un sutil sonido, deteniendo su paso.

Chase y Skye también dejaron de caminar para escuchar con más detenimiento.

—Son... pisadas... —dijo Skye en voz baja no queriendo hacer mucho ruido.

—Sí..., parece que vienen de enfrente de nosotros —dijo Chase con una voz calmada, tampoco queriendo hacer mucho ruido, buscando ser precavido por instinto.

—¿Qué hacemos?, ¿será el fantasma de la abuela? —preguntó Marshall en voz baja sonando asustado.

—Lo más probable es que sean Ryder o los otros cachorros, pero aun así debemos tener cuidado, este lugar no me gusta nada —dijo Chase poniéndose en alerta—. Los dos, ¡detrás de mí!, hasta no saber quién es, tengamos cuidado, ¿entendido?

—Entendido —respondieron en voz baja Skye y Marshall.

Desde que entraron en esa casa, todo ese tiempo Chase había tenido un mal presentimiento sobre ese lugar, algo simplemente no se sentía bien con él. Puede que solo sea su imaginación, o talvez sea ese sentido agudo que se dice que tienen todos los perros para detectar el peligro. Sea lo que sea, Chase no es alguien a quien le guste el riesgo, y su prioridad siempre será proteger a sus amigos, por lo que nunca se puede dar el lujo de bajar la guardia en situaciones inciertas.

Los cachorros continuaron caminando por el pasillo con mucha precaución, hasta que Chase logró ver al final del pasillo una tenue luz que proyectaba una extraña sombra que venía de uno de los costados. El pastor sintió un poco de miedo al ver aquella silueta, ¿será otra linterna o... algo más? Chase decidió apagar la linterna de su mochila por ahora, no queriendo llamar la atención. Si bien, él nunca fue alguien creyente de los fenómenos sobrenaturales, tampoco le gustaba tentar al destino, y siempre tenía cuidado en cualquier situación que se le presentaba.

Conforme se acercaban al final del pasillo, los pasos ajenos que escuchaban se hacían cada vez más audibles y aquella extraña sombra se hacía más visible. Chase caminó lentamente hasta el límite del pasadizo y vio que no solo era el final, sino que era una intersección en forma de "T", por lo que tenía dos caminos ahora, a la izquierda y a la derecha, y los pasos cada vez se acercaban más a su posición desde el pasillo derecho. El pastor se recargó en la esquina de la pared, manteniéndose en las sombras sintiéndose muy nervioso. Su respiración era agitada, él sabía que debía asomarse para ver quién estaba ahí, pero toda la situación lo mantenía muy alerta, él tenía miedo. Chase volteó primero hacia atrás para confirmar que Skye y Marshall siguieran ahí, cuando lo hizo y los vio igual de asustados, se dispuso a ver por la esquina para saber quién estaba ahí y terminar con la incertidumbre.

Muy lentamente, el pastor asomó su hocico, volteando a ver hacia aquel pasillo pobremente iluminado por aquella tenue luz cuando, antes de que pudiera confirmar quién era...

—¡¡¡AAAAHHHH!!! —se escucharon unos fuertes gritos provenientes de aquel pasillo.

El escuchar aquellos gritos solo asustó más al trio de cachorros quienes también comenzaron a gritar. Todo el pasadizo se llenó de gritos de terror, sin que nadie estuviera seguro de lo que estaba pasando, hasta que...

—¡Oigan!, ¡silencio!, ¡somos nosotros! —gritó Rocky desde aquel pasillo mientras Zuma se aferraba a él, abrazándolo fuertemente.

Marshall y Skye también abrazaban a Chase aferrándose a él, ambos visiblemente asustados por aquel fuerte grito.

—¡¿Por qué gritaron?! —preguntó Chase aún agarrándose el pecho, intentando recuperarse de aquel susto.

—Fue Zuma, a mí no me mires —dijo Rocky sonando despreocupado.

—¡Chase me asustó! —dijo Zuma dejando de abrazar a Rocky—, ¡¿tú qué harías si vieras a alguien asomándose desde un pasillo en medio de la oscuridad, en una casa tan vieja como esta?!

—¡Tú insististe en caminar adelante! —le dijo Rocky a Zuma.

—Bueno, ya olvídense de eso, ¿ustedes de dónde salieron? —preguntó Skye más calmada.

—Ingresamos a los pasadizos secretos por una entrada que encontramos bajo las escaleras del sótano —explicó Rocky—, por cierto, Gallileta no estaba ahí, y recorrimos varios pasillos, ¿y ustedes?

—Encontramos una entrada en un armario de la planta alta —dijo Chase—, recorrimos varios pasillos de la planta baja y la alta y no hemos encontrado a Gallileta.

—Sí, nosotros igual —dijo Zuma—, esta casa resultó ser más grande de lo que creí.

—Y que lo digas —respondió Skye.

—Shhh... oigan amigos, silencio..., ¿escuchan eso? —preguntó Marshall llamando la atención de todos.

Todos los cachorros guardaron silencio y pusieron atención. Un extraño y fuerte rechinido, como de alguna clase de madera vieja, se escuchaba desde el pasillo izquierdo, el cual continuaba sumergido en las sombras.

—Díganme por favor que es Ryder... —dijo Marshall en voz baja muy asustado.

El resto de cachorros solo voltearon a verse entre sí con expresiones consternadas.

—Esperen aquí, iré a revisar —dijo Chase volviendo a encender su linterna y comenzando a caminar por aquel pasillo solitario.

Chase caminó lentamente por el pasadizo, no era tan largo en realidad, solo necesitó poco menos de 20 pasos desde la intersección para llegar al final. No había más pasillos, solo una pared de madera, pero seguía escuchando aquel extraño y aterrador rechinido que lo estaba poniendo nervioso. El pastor decidió posar su oído contra la pared para escuchar mejor pero, al apoyar su peso en aquella pared, esta cedió un poco, abriéndose una puerta secreta que aparentaba ser una pared. Chase se asomó por aquella rendija sin querer abrir por completo la puerta y, lo que vio... lo paralizó.

Parecía ser una habitación con una chimenea encendida al fondo y, frente a la chimenea, pudo ver una vieja mecedora de madera moviéndose, la fuente de aquel perturbador rechinido, y sobre la mecedora… observó una extraña figura blanca, indistinguible…, como si estuviera vestida con una túnica blanca que le cubría todo el cuerpo y no dejaba mostrar su rostro…, como si fuera una persona sentada, reposando frente a la chimenea, meciéndose en aquella vieja silla. Pero, si todo eso no fuera suficiente…, lo que más sorprendió al pastor... fue la gallina que estaba sobre aquel extraño ente, profundamente dormida sobre su regazo.

Chase estaba en shock, su corazón latía a un ritmo acelerado, no sabía que debía hacer ahora. El pastor solo se alejó caminando hacia atrás desde la puerta, volviendo sobre sus pasos de regreso a donde estaban sus amigos, sintiéndose muy aturdido por lo que acababa de presenciar.

—Chase... ¿qué había dentro? —cuestionó Rocky muy consternado al ver al pastor.

—Ah... ada... dada... aga... gala… —dijo Chase sin poder articular palabras de la impresión.

—¿Qué?, no se te entendió nada Chase, iré yo a echar un vistazo —dijo Zuma dispuesto a ir hacia aquel cuarto secreto hasta que Chase lo detuvo con su pata impidiéndole el paso.

—¡¿Qué no se dan cuenta?! ¡Está en shock! —dijo Skye exaltada, apresurándose a donde estaba Chase y parándose frente a él para ayudarlo—, Chase..., tranquilo..., aquí estoy, por favor dime... ¿qué viste? —preguntó Skye sentándose frente al pastor y acariciando su rostro con sus patas para intentar calmarlo.

—Ga... ga... Gallileta... —dijo Chase con mucha dificultad.

—¿Solo es Gallileta? —preguntó Rocky—, entonces... ¿cuál es el problema?, vayamos por ella y salgamos de aquí.

—No... vayan..., hay… una cosa... más... ahí... —dijo Chase recobrando un poco el sentido, pero continuando igual de nervioso—, una cosa que... parece una persona... pero... no lo es...

Todos los cachorros se miraron entre ellos sintiendo un fuerte escalofrió recorrer sus cuerpos al escuchar aquella revelación provenir de Chase, quien es conocido por todos por ser el más serio y escéptico del grupo. El pastor nunca hace esa clase de bromas, por lo que todos asumieron de inmediato que lo que decía… era verdad.

Skye se dio la vuelta para ver directamente aquella puerta al final del pasillo, se levantó con la intención de caminar hacia ella, pero antes de que la cockapoo diera otro paso, Chase la tomó por la cintura y la acercó a su cuerpo, abrazándola para no dejarla ir.

—No vayas Skye... por favor... —suplicó Chase con una voz muy suave y temerosa mientras abrazaba a la cachorra.

—Pero Chase... yo... está bien... —dijo Skye intentado protestar para luego resignarse al ver lo nervioso que estaba su novio, no queriendo asustarlo más—. Amigos... ¿algún voluntario?

Zuma y Rocky solo se miraron entre sí, esperando que el otro se ofreciera, pero ninguno parecía estar dispuesto, hasta que Marshall, quien estaba sentado detrás de todos, se levantó y caminó hacia el frente.

—Yo iré... —dijo Marshall mientras tragaba saliva.

—¿Estás seguro Marshall? —preguntó Skye.

—No... pero alguien debe ir... —dijo Marshall comenzando a caminar hacia la puerta hasta que Chase lo detuvo.

—No tienes que hacerlo Marshall... —dijo Chase esforzándose por sonar calmado—, iré yo..., solo... denme un minuto... por favor... necesito calmarme...

—Chase, te ves muy nervioso, no podemos mandarte ahí así —dijo Marshall de forma comprensiva.

—No puedo pedirte que vayas amigo, hoy ya te fallé mucho. Enserio lo siento Marshall —dijo Chase con tristeza y arrepentimiento—. Iré yo, talvez... solo... miré mal...

—Chase, no necesitas disculparte, iré yo, sé que tú harías lo mismo por mí —dijo Marshall mostrando una sonrisa reconfortante.

Chase no podía negar que estaba un poco sorprendido por la actitud del dálmata. Marshall no estaba intentando hacerse el valiente como antes, él solo quería ayudarlo, y eso lo conmovió mucho.

—Está bien..., pero Marshall... ten cuidado... por favor... —dijo Chase mirando al dálmata a los ojos mientras seguía abrazando fuertemente a su novia.

Marshall solo asintió con la cabeza y siguió caminando por el pasillo mientras Chase lo iluminaba con su linterna desde atrás.

El grupo de cachorros logró ver desde la distancia como Marshall caminaba lentamente hacia la puerta y, con mucho cuidado, daba un vistazo por la rendija antes de entrar en ese misterioso cuarto hasta salir de la vista de todos.

Pasaron varios segundos interminables llenos de incertidumbre en los que no se escuchó nada. Después, se escucharon algunos golpes, un cacareo, y finalmente...

La puerta se abrió de golpe revelando a un Marshall muy agitado cargando una gallina con una de sus patas delanteras, sosteniéndola contra su pecho. El dálmata salió corriendo a tres patas de aquella habitación en dirección hacia los cachorros gritando...

—¡CORRAN!, ¡LA TENGO!, ¡CORRAN! —gritó Marshall con todas sus fuerzas, pasando de largo a los cachorros y corriendo de regreso por el pasillo por donde llegaron en un principio.

Los cachorros se quedaron aturdidos donde estaban, tardando en reaccionar a las advertencias del dálmata, y solo se limitaron a observarlo correr a su lado, para después voltear a ver en dirección a la puerta al final del pasillo, la cual comenzó a moverse sola, abriéndose y cerrándose de golpe una y otra vez con mucha fuerza. Los cachorros sintieron una fuerte ráfaga de aire provenir desde aquella habitación, la cual los impactó directamente, haciéndoles sentir el peor escalofrió que hayan experimentado nunca, erizándoles el pelaje.

Chase no lo pensó dos veces, tomó a Skye y la subió a su lomo para después salir corriendo despavorido por el mismo pasillo por donde llegaron, justo detrás de Marshall. Rocky y Zuma no lo pensaron mucho para salir corriendo detrás de Chase por aquel mismo pasillo como si sus vidas dependieran de ello.

El grupo de cachorros corrió por aquel largo y estrecho pasillo, cada uno siguiendo la cola del que tenía enfrente, sin poder ver bien por donde iban debido a la oscuridad del lugar, Marshall corriendo a tres patas al frente por cargar con Gallileta, Chase siguiéndolo detrás cargando a Skye quien se aferraba al cuello del pastor con sus patas para mantener el equilibrio sobre su lomo, Zuma siguiéndolo de cerca, y Rocky en la retaguardia esforzándose por no quedarse atrás.

Al final del pasillo, Marshall terminó volviendo a una sección con una pequeña escalera vertical de pared que daba directamente al primer piso. El dálmata no alcanzó a ver la bajada a tiempo y terminó cayendo por la abertura, apenas logrando caer sobre sí mismo para no aplastar a la gallina. Mientras estaba tirado en el suelo, escuchó las pisadas apresuradas de sus amigos que venían detrás de él y pensó que podrían caer de la misma manera, él intentó advertirles pero, antes de poder articular una palabra, vio como Chase caía por la abertura de igual forma. Marshall logró reaccionar a tiempo y arrojó a Gallileta a un lado antes de que Chase y Skye cayeran sobre él, seguido de Zuma y Rocky quienes corrieron con la misma suerte. De un momento a otro, todos los cachorros cayeron en una pila desordenada sobre Marshall, unos sobre otros. Marshall no pudo evitar pensar que esta vez no fue del todo su culpa como suele pasar en el ascensor.

—Amigos... auxilio... no puedo... respirar... están... sobre mí... —suplicó Marshall desde debajo de todos.

—¡Oh rayos!, ¡todos... quítense rápido! —ordenó Chase apurado.

Todos los cachorros obedecieron y se quitaron de encima lo más rápido que pudieron, algunos más adoloridos que otros por el golpe de la caída. Al final, Marshall quedó tendido en el suelo.

—Definitivamente... hoy no es mi día... —dijo Marshall aún tirado en el suelo, sintiéndose adolorido.

—¿Estás bien Marshall? —preguntó Chase con preocupación.

—Estoy bien..., eso creo... —dijo Marshall tranquilamente antes de sentarse de golpe en el suelo luciendo sobresaltado—. ¡GALLILETA!, ¡¿ESTÁ BIEN?!

—No te preocupes Marshall, está bien gracias a ti. Mira, está por allá picoteando el piso como siempre —dijo Skye señalando a la gallina parada a un metro frente a ellos.

Después de comprobar que la gallina estaba bien, el dálmata no pudo evitar relajarse volviendo a recostarse en el suelo, sintiendo que ya todo había pasado.

—Marshall... dinos... ¿qué pasó cuando entraste ahí? —preguntó Chase con más temor que curiosidad.

—Bueno... —dijo Marshall hasta que una voz familiar llamó su atención desde otro pasillo.

—¿Cachorros? —se preguntó Ryder desde el fondo de un pasillo adyacente, para después comenzar a caminar con prisa hacia ellos—. ¡Aquí están!, llevo un buen rato buscándolos... y encontraron a Gallileta, buen trabajo todos —dijo Ryder hasta que notó las expresiones preocupadas y serias de todos ellos—, ¿qué sucede?

—No nos vas a creer Ryder... —dijo Chase en un tono muy nervioso.

—Cuéntame lo que pasó Chase —ordenó Ryder muy seriamente.


Unos minutos después...

Chase le contó a Ryder con mucho detalle lo que vio en aquella habitación secreta y lo que pasó después de que Marshall saliera de ella. Aquella situación dejó muy intrigado al muchacho.

—Mmmm... interesante... —reflexionó Ryder—. Muy bien, esto es lo que haremos. Marshall, tú cuidaras a Gallileta, Chase y yo volveremos a esa habitación, y el resto de ustedes esperaran aquí.

—¡¿Volver?! —gritó Chase exaltado.

—Si no quieres ir Chase, puedes esperar aquí con los demás a que yo regrese —dijo Ryder—. Dijeron que es al final del pasillo de arriba a la izquierda, ¿no es así?

—Bueno... sí... pero... —dijo Chase antes de suspirar resignado—, bueno, iré contigo Ryder, solo... terminemos con esto. Necesito saber lo que vi en realidad.

Ryder y Chase subieron por las escaleras y recorrieron el largo pasillo, Chase guio el camino hasta llegar a aquella puerta secreta al final de ese pasillo, la puerta estaba cerrada como al principio. El pastor la empujó de nuevo como la primera vez, sintiéndose más seguro al estar en compañía de Ryder. Cuando la puerta se abrió, aquella habitación lucía... diferente.

La mecedora de madera estaba quieta, cubierta con una manta blanca llena de polvo, como si llevara muchos años en ese estado. La chimenea frente a la mecedora estaba apagada y cubierta de ceniza en su base y, al fondo del cuarto, justo detrás de la puerta, se podía ver una pequeña ventana abierta, por donde casi no entraba luz, una ventana que Chase no había visto hasta ahora.

—Ryder... todo está diferente..., yo... te juro que digo la verdad... —dijo Chase muy nervioso de la impresión.

—Te creo Chase, este cuarto sí es bastante extraño —dijo Ryder mientras recorría el cuarto secreto y se acercaba a la chimenea para revisar aquella ceniza.

—Esta chimenea sin duda estuvo encendida hace poco —pensó Ryder para sí mismo.

—Ryder... ¿tú qué crees? —preguntó Chase.

—Talvez... fue una ráfaga de viento lo que movió la manta, la mecedora y la puerta... —dijo Ryder intentando calmar a Chase—, o talvez... la explicación sea otra... o puede que no haya explicación..., no puedo decirlo con seguridad.

—¿Crees que... en verdad fue un fantasma? —preguntó Chase con temor.

—Todo está bien Chase, volvamos con los demás ¿sí?, no te preocupes, ya pasó todo —dijo Ryder acariciando la cabeza del pastor e ignorando su pregunta a propósito.

Ambos salieron de la habitación secreta, Chase al frente seguido por Ryder quien se aseguró de volver a cerrar esa puerta. Los dos volvieron por el mismo pasillo hasta reencontrarse con el resto de cachorros.

—¿Y bien? —preguntó Marshall exaltado, a lo que Chase solo respondió negando con la cabeza.

—Salgamos de aquí cachorros —dijo Ryder—, vengan, conozco el camino de regreso al librero, síganme de cerca y no se separen.

Ryder comenzó a guiar a los cachorros por los estrechos pasillos, iluminando el camino con la linterna de su comunicador.

Mientras caminaban hacia la salida, un débil murmullo proveniente de un pasillo lateral, llamó por completo la atención de todos.

—¡¿Escuchan eso?! —gritó Marshall.

—Suena como si alguien... llorara... —dijo Rocky no menos nervioso.

—Quédense detrás de mí cachorros, iré a investigar —dijo Ryder comenzando a caminar en dirección a la fuente del llanto.

Ryder caminó por aquel pasillo seguido de cerca por los cachorros, hasta llegar al final de este y ver otra vieja puerta de madera, detrás de esta se escuchaba aquel llanto. Ryder extendió la mano para tomar la manija y, de un rápido movimiento, abrir la puerta sin rodeos, revelando a una conocida mujer cubriéndose el rostro mientras lloraba.

—¡¡¡ALCALDESA GOODWAY!!! —gritaron Ryder y todos los cachorros al reconocer a aquella mujer.

—Ehhh… ¡Sí!, ¡soy yo!, ¡la Alcaldesa Goodway!, ¡y me hubiera salido con la mía de no ser por Ryder y sus cachorros entrometidos! —gritó la mujer después de descubrirse el rostro.

—¿Entrometidos? —se preguntó Chase sintiéndose bastante confundido.

—Alcaldesa Goodway... ¿de qué rayos está hablando? —preguntó Ryder muy extrañado.

—Oh, lo siento Ryder..., no me hagan caso..., es solo que..., bueno..., lo vi en televisión y siempre quise decir eso sin sonar como una loca —explicó la Alcaldesa Goodway sintiéndose apenada.

—No creo que lo haya logrado... —le susurró Zuma a Rocky al oído quien solo se rio un poco de la broma.

—Ok... pero... ¿qué hace en ese extraño... lugar?, y… ¿por qué hacía esos ruidos? —preguntó Ryder.

—¿Qué?, ¿este pequeño armario? —preguntó la alcaldesa—. Oh, solo es mi lugar seguro. Por alguna razón, siempre logro encontrar este armario antes que la salida cuando entro a los pasadizos secretos. De niña solía esconderme aquí para alejarme de todos cuando tenía un mal día y quería desahogarme llorando un poco.

—Oh..., creo que yo tengo un lugar igual —dijo Skye en voz baja para sí misma. Chase no pudo evitar sentirse preocupado al escucharla decir eso.

—¡¡¡GALLILETA!!! —gritó la Alcaldesa Goodway al ver a su preciada mascota posada sobre el sombrero de Marshall. Rápidamente, la mujer salió del armario para tomar a la gallina entre sus manos—, ¡me alegra tanto que estés bien!, gracias por encontrarla Ryder.

—Bueno, fueron los cachorros quienes la encontraron —dijo Ryder con orgullo.

—Gracias cachorros, no sé que haría sin mi preciada gallinita —dijo la Alcaldesa Goodway antes de darle un pequeño beso a Gallileta.

—¡Ya podemos salir de aquí!, ¡este lugar no me gusta nada! —insistió Zuma.

—Le tomo la palabra a Scuma, vámonos de aquí —dijo la Alcaldesa Goodway sin pensarlo mucho, caminando entre los cachorros pareciendo impaciente por encontrar la salida.

—¡ZUMA!, ¡MI NOMBRE ES ZUMA! —gritó el labrador molesto.

—Oh sí, lo siento Zuma, me cuesta ver dentro de estos pasadizos oscuros —dijo la Alcaldesa Goodway.

—¿Y eso qué tiene que...? olvídelo... —dijo Zuma resignado.

—Muy bien todos, síganme, la salida no está lejos —dijo Ryder retomando la guía del grupo.


De regreso en la sala de estar...

Ryder, la alcaldesa y los cachorros salieron juntos por el pasadizo secreto del librero, justo donde habían comenzado en un inicio. Al salir, lo primero con lo que se toparon fue con un Gustavo profundamente dormido en ese sillón donde estuvo sentada la alcaldesa, con el televisor encendido frente a él.

—Cof, cof, cof... —tosió la Alcaldesa Goodway para llamar la atención de su hermano.

—Ahhh, ah... qué.. quién... —dijo Gustavo al despertarse de golpe, dejando de roncar para comenzar a estirarse—, vaya..., este sillón es realmente cómodo... ¿Por qué me despiertas Goldie?

—Roncas muy fuerte Gustavo, además, quería decirte que los cachorros encontraron a Gallileta..., para que no estuvieras con el pendiente —dijo la Alcaldesa Goodway mostrando en alto a su querida gallina con orgullo.

—Vaya... que alivio... —dijo Gustavo sin mucho animo antes de levantarse del sillón y apagar la televisión—, bueno, gracias por venir y ayudar a mi hermana Ryder, cachorros.

—No se preocupe Gustavo, estamos para ayudar —respondió Ryder.

En ese momento, el viejo tío Otis entró a la sala desde el pasillo, bebiendo tranquilamente de una caja de leche, algo que, por obvias razones, molestó a Gustavo.

—¡Tío Otis!, cuántas veces te he dicho que no bebas directamente del cartón, ¡usa un vaso! —dijo Gustavo molesto, caminando hacia el tío Otis y arrebatándole el cartón de leche—, ¡acabo de comprar esta leche...!, espera... ¿qué haces aquí?, no te vi entrar.

—¿Qué?, tenía hambre aguafiestas, ¡y devuélveme mi leche! —dijo el tío Otis, arrebatándole de nuevo el cartón de leche a Gustavo.

—Bien, quédatela, de todos modos nadie más beberá de ese cartón —dijo Gustavo cruzándose de brazos.

—También, si fueras tan amable de prepararle a tu pobre y anciano tío un sándwich... te estaría muy agradecido —dijo el tío Otis fingiendo un acento de anciano decrépito.

—Bien..., pero solo si prometes dejar de tomar del cartón —dijo Gustavo con una mirada inquisitiva.

—No prometo nada —dijo el tío Otis sin ninguna vergüenza.

—Como sea..., vamos a la cocina, creo que también le prepararé uno a los niños, y de paso uno o dos para mí —dijo Gustavo caminando por el pasillo con un tío Otis bastante animado siguiéndolo de cerca.

Ryder y los cachorros solo presenciaron en silencio aquella extraña escena mientras la Alcaldesa Goodway mantenía toda su atención en su gallina.

—Muy bien Alcaldesa Goodway, si no necesita nada más, nosotros nos retiramos —dijo Ryder con educación.

—Gracias de nuevo por encontrar a Gallileta cachorros. Vuelvan cuando gusten, siempre serán bienvenidos en nuestra casa —dijo la Alcaldesa Goodway muy agradecida.

—Gracias alcaldesa —dijo Ryder mientras abría la puerta de la entrada—. Bueno cachorros, debemos volver al centro, aún debemos llevar el árbol al centro de reciclaje y guardar lo demás en el deposito.

Los cachorros solo suspiraron con pesar, ya se habían olvidado de que aún no terminaban de retirar el gran árbol. Uno a uno, los cachorros salieron por la puerta cabizbajos, dejando a Ryder al final para cerrar la puerta.

Ya en el jardín, Chase se acercó a Marshall para hablar con él, aún teniendo cierto asunto pendiente con el dálmata.

—Marshall..., escucha amigo... yo... no te he dado la atención que solía darte, y bueno... lo siento..., hoy te dejé muchas veces a tu suerte, y no fue justo... —dijo Chase sonando arrepentido hasta que Marshall lo detuvo.

—Chase, tranquilo, no necesitas disculparte, comprendo que ahora quieras dedicarle más tiempo a Skye, y eso está bien, no estoy enojado contigo ni nada, y lo que pasó hoy solo fueron accidentes. No fue la primera ni la última vez que me caigo por unas escaleras —dijo Marshall de manera muy comprensiva.

—Gracias amigo..., de verdad lo aprecio... —dijo Chase sonando bastante aliviado.

—Y bueno Chase..., si algún día necesito tu ayuda para atender cierto asunto que involucra a cierta husky, ¿puedo contar contigo? —preguntó Marshall esperanzado.

—Por supuesto Marshall, te ayudaré en lo que pueda, pero no esperes que se lo diga por ti, eso debes hacerlo tú amigo —dijo Chase guiñándole un ojo al dálmata en señal de complicidad.

—Lo sé Chase..., lo sé... —dijo Marshall de forma reflexiva.

—Marshall..., cambiando de tema... —dijo Chase de forma más seria—, si puedo preguntar..., enserio necesito saberlo..., ¿qué viste cuando entraste ahí?

Marshall lo pensó por un momento antes de dar su respuesta.

—Cuando entré en ese cuarto..., me enfoqué todo lo que pude en Gallileta... —relató Marshall—, no miré nada más porque no quería mirar nada..., pensé que talvez así no tendría tanto miedo, pero... estoy seguro Chase..., y no estoy hablando de Gallileta..., cuando entré ahí..., no me sentí solo..., pero tampoco me sentí en peligro..., si salí corriendo de ese lugar fue porque simplemente tenía miedo de estar en esa habitación, pero nada más..., no sé si eso tenga algún sentido, solo así me sentí.

—Creo que entiendo Marshall —dijo Chase con una sonrisa de satisfacción—, demostraste que eres más valiente que yo. Bien hecho amigo.

—No creo serlo... pero gracias Chase, eres un buen amigo —dijo Marshall mostrando una cálida sonrisa—. Y bueno..., te dejo por ahora, creo que tu novia quiere decirte algo —dijo Marshall guiñándole un ojo a Chase, antes de salir corriendo a su camión de bomberos.

Skye estaba caminando detrás del par de amigos solo escuchándolos hablar y, una vez que vio a Marshall alejarse, caminó al lado de Chase y le plantó un pequeño beso en la mejilla a su pastor.

—Hola Skye... —dijo Chase antes de devolverle el beso en la mejilla a la cockapoo.

—Hola Chasey… —respondió Skye con una tierna sonrisa—, dime..., después de que terminemos con el trabajo que dejamos pendiente en la plaza... ¿te gustaría ir a la playa?

—¿La playa?, pero... aún es invierno... —dijo Chase extrañado.

—No estoy diciendo que vayamos a nadar jiji —dijo Skye riéndose un poco—, hablo de ir a la playa para relajarnos, solo nosotros dos y, ya sabes, besarnos un rato, en algún lugar donde nadie nos vea para no incomodar a nadie.

—Mmmm..., no es un mal plan..., me encantaría princesa... —respondió Chase antes de darle un beso en la frente a su novia, no pudiendo estar más de acuerdo con la idea—. También podemos pasar con el Sr. Porter para comprar algo de comida y comer juntos en la playa.

—Me gusta como piensas, me muero de hambre, gracias Chasey —dijo Skye antes de recargar su cabeza en Chase mientras caminaba.

Ambos cachorros solo siguieron caminando juntos en un cómodo silencio hasta llegar al lugar donde dejaron estacionados sus respectivos vehículos.

Ryder y todos los cachorros subieron a sus vehículos y se prepararon para volver al centro de la ciudad pero, justo antes de que Ryder encendiera su ATV, se dio cuenta de algo importante que faltaba... o mejor dicho, de alguien...

—¡Oigan cachorros, aguarden!... —dijo Ryder desde su moto volteando a ver a todos lados—, ¿dónde está Rubble?

Al escuchar esa pregunta, todos los cachorros comenzaron a buscar a sus alrededores y a mirarse entre ellos, también preguntándose lo mismo.


En una habitación dentro de la Casa Goodway...

Rubble y los mellizos estaban sentados en el suelo jugando un particular juego de mesa.

—Estoy bastante seguro de que fue el Profesor Mora —dijo Julius con seguridad.

—¡¿En qué te basas?!, él no le haría daño a nadie —reprochó Julia.

—¿Por qué lo defiendes tanto Julia? —preguntó Julius cruzándose de brazos.

—Porque es lindo y porque es un profesor, él no le haría daño a nadie. Apuesto a que fue la Señorita Escarlata, ella sí parece malvada —acusó Julia.

—¡No!, la Señorita Escarlata es inocente, ella nunca mataría al mayordomo —dijo Rubble a la defensiva—, además, todos estamos de acuerdo en que el asesinato ocurrió en los pasadizos secretos, y la Señorita Escarlata no estaba ahí.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió revelando a Ryder, quien volvió a la casa para buscar a Rubble.

—Rubble, ¿estás aquí?, ya nos vamos —dijo Ryder llamando al bulldog desde la puerta de la habitación.

—¡Ryder!, ¿encontraron a Gallileta? —preguntó Rubble mientras se ponía de pie.

—Sí, la encontramos, pero ya debemos irnos Rubble. Tenemos que volver al centro para terminar con el árbol y llevarlo a reciclar —ordenó Ryder.

—Oh, claro, dame un minuto Ryder —suplicó Rubble.

El bulldog se puso a revisar sus notas rápidamente para encontrar una respuesta y terminar el juego.

—¡Bien!, mi última acusación: fue el Coronel Mostaza, en los pasadizos secretos, con el revólver, a la hora del té —dijo Rubble con seguridad y orgullo.

Julius, buscando terminar el juego de una vez, tomó el sobre con la resolución del caso para confirmar las sospechas de Rubble.

—Wow... ¡acertó! —dijo Julius sorprendido.

—¡Ja!, nadie se mete con la Señorita Escarlata, ¡Jaque Mate! —celebró Rubble, y con eso, el bulldog caminó a la puerta donde Ryder lo esperaba pacientemente—. Gracias chicos, fue divertido, nos vemos después.

Ryder y Rubble salieron por la puerta cerrándola tras de sí, dejando a Julia y Julius solos en su habitación.

—Es más listo de lo que parece —dijo Julia tirando sus cartas a un lado sintiéndose derrotada.

—Sí..., pero nunca se dio cuenta de que fuimos nosotros quienes llevamos a Gallileta a los pasadizos secretos —dijo Julius jactándose de su "victoria".

—Esa fue tu idea Julius —protestó Julia.

—La bisabuela quería conocerla, ¿qué más podía hacer? —dijo Julius no aceptando la responsabilidad.

—Pudimos preguntarle a la tía Goldie —pensó Julia en voz alta—, ¿crees que debamos decirle?

Ambos mellizos pensaron en ello por un momento hasta llegar a una misma conclusión.

—¡No le digas nada a la tía alcaldesa! —se ordenaron mutuamente los mellizos.

—¡Hecho! —se respondieron al mismo tiempo.


A la mañana siguiente...

Gustavo se despertó temprano como de costumbre y estaba preparándose para llevar a sus hijos a la escuela. Salió de su habitación y caminó hasta el armario al final del pasillo para buscar un abrigo cuando...

—¡¿Oigan?!, ¡¿quién rompió la puerta?! —se preguntó Gustavo más extrañado que molesto—. ¡Ah!... enserio debo mandar a reparar muchas cosas en esta casa.