Buenas madrugadas (acá lo es), espero estén disfrutando de la historia, ya saben que para apoyarla sólo deben dejar su comentario, fav o follow ^^

Avanzando de a poco vamos entrando al tema, realmente estaba muy emocionada por hacer que interactuaran, en fin, los dejo con la lectura, hasta pronto~

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 3: Un Mismo Suspiro

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Cuando gira por esa esquina, aquella mientras camina por la plaza noxiana, llevada de la mano por sus demás hermanas, puede verlo, un muchacho lustre, cabello plateado como la misma luna, ojos brillantes y rojos como la rosa más hermosa que ha visto, es tan etéreo, no puede apartar su mirada.

Irelia sonríe inadvertidamente y al darse cuenta oculta su bondad, sus hermanas aún la tienen del brazo, está un poco relajada, iba a llegar temprano a la iglesia donde celebrarían el matrimonio al que fue invitada, pero sólo se topó con eso, ése… chico.

— ¡Las flores! —gritó una de las jóvenes del grupo.

Un par de ramos habían caído al piso, ante el alboroto, los monocromáticos ciudadanos, extrañados por el visual de esas jóvenes se vieron cautivados, aunque no eran sólo ellos.

Swain iba directo a la iglesia a pedido de su madre, iba a asistir a la familia Fleuran en todo lo necesario y quizás encontrarse con el heredero, conversar un poco ayudaría a su imagen, después de todo, sus anhelos eran grandes, como para ser el último hijo de su casa. Pero todo se vio encausadamente pausado por ella.

El aliento se le fue por un par de segundos, veía a la distancia a ese grupo de señoritas, juntas y arremolinadas por unas flores, entre ellas estaba una, una que parecía ser conocida, era…

— Agh… —Jericho gimió de dolor tomando su brazo.

Había sentido un preciso dolor punzante, su rostro mismo reflejó el sufrimiento al tiempo que se tomaba el brazo con la mano, miraba entrecerrando los ojos y frunciendo el ceño. Era ella, ella… la mujer que en sus pesadillas se paraba sobre su pecho y masacraba su cuerpo.

No podía respirar y mientras sentía un ataque apoderarse de él como nunca, notó la mirada de la joven de pelo azul. Un frío y helado dolor pasó desde su nuca a su espalda, los vellos de sus brazos se erizaron y disimulando su disgusto puso su espalda recta y caminó a prisa para alejarse.

Cuando perdió de vista lo que lo atormentó, sacó todo el aire, parecía que lo hubiera estado conteniendo, miró al piso y buscó una pared para apoyarse, entrecerró los ojos y luego los cerró, ¿era posible?

La mujer que aparecía en sus pesadillas estaba ahí, la mujer que provocó su dolor y miedo durante ese par de años, ¿estaría invitada a la boda o era simplemente su imaginación?

Antes de entrar en pánico, buscó en sus memorias fallidas quién era, ¿por qué cuando más lo necesitaba su cabeza no le daba una pista? Había una razón, la había, ¿pero cuál? ¿Sería la invasión a Jonia? Sí, eso debía ser, pero ya había evitado ese asunto, Boram estaba acorralado, imposibilitado de crear más caos e incursiones; con la dama blanca, a la cual sí pudo reconocer en sus sueños, lejos del poder, por ahora, no había razón por la cual él sufriera un mismo destino.

Más tarde ese mismo día, durante la ceremonia, volvió a ver a esa niña, la evitó lo más que pudo, era casi imposible pero logró hacerlo de manera imperceptible, su madre insistió en que ayudara a manejar a la comisión de damas traídas de Jonia para la boda, así que ante la insistencia, lo hizo.

— Disculpen —se acercó a las jóvenes, entre niñas y adolescentes— ¿me permiten escoltarlas a la residencia Fleuran?

Todas asintieron mientras los azules ojos de quien deseaba ignorar lo miraron con fijeza. Jericho frotó sus manos entre sí y las puso a los costados, caminó por delante a la mirada de varios asistentes.

Su madre a la distancia notó la incomodidad de su joven hijo, tanto como pudo sonrió sin ser vista.

No iba a poder retrasar su ascenso por más tiempo, pensaba constantemente, con su inteligencia, su trabajo duro y el nombre que su marido había insistido en darle, podría llegar lejos, incluso si no estuviera bajo su mando.

Sus hijos, nacidos de su vientre, no tendrían la misma oportunidad, podría incluso ser el heredero del título, porque su marido mansamente cedería a sus verdaderos intereses.

Alain y Jeremiah no eran ni la mitad de lo que Jericho era, eso lo podía decir a simple vista. Varias familias ya presentaban su claro interés en una unión, el matrimonio podría elevarlo a una posición que incluso ella no podría tocar, ser asistente del emperador y tener un título, no lo soportaba.

Así que pensó en otra solución, una piedra atada a su cuello, que lo enterraría a tener las posibilidades que por nacimiento debía tener. Esa piedra tendría un nombre y sería una insignificante niña jonia, alguien que no tenía poder, una joven que sólo agrietaría su destino.

— Señora Emal Swain —saludó alguien tras ella.

— Oh… —contestó sorprendida dando una ligera reverencia— señorita Diavil, ¿cómo se encuentra? No la vi con los invitados cuando fui a saludar.

— Llegué hace un momento, no podía dejar a los Fleuran sin la gracia y representación de mi familia, por cierto, ¿dónde está Jericho?

La joven preguntó buscando con la mirada alrededor de la señora Emal, ésta reprimió su negatividad y mientras lo hacía recordó cuán demostrativa era Stelia Diavil, única heredera de los duques Diavil.

Era claro su interés por su hijo, los duques ciertamente serían una rampa al poder absoluto, una rampa que Emal Swain no estaba dispuesta a darle a su 'hijo'.

— Mi querido Jericho ayuda a los representantes de la comisión a asentarse en la residencia de los Fleuran, ¿hay algo que necesite de él?

— Deseaba saludar —inclinó ligeramente la cabeza y moviendo su vestido se giró con suavidad— siempre está ocupado con reuniones, tutorías y otras simplonas situaciones.

— Son parte de su deber, como hijo de nuestra casa.

— Una madre no debería ser tan apegada a su hijo, los demás podrían ponerse celosos.

— Tengo el mismo amor para todos.

— Lo sé —dijo la joven heredera de los Diavil, era sarcástica— hasta pronto, señora Swain —se giró en conjunto a su vestido y desapareció.

¿Cómo podía ser tan descarada? Pensó Emal, contuvo su ira en un penoso pensamiento, no quería que estos dos se unieran en matrimonio, estaba dispuesta a hacer todo a su alcance, debía adelantar sus planes, necesitaba… necesitaba…

— Volvamos a casa —dijo en tono de orden y uno de sus sirvientes la acompañó a la salida.

Un plan se maquinaba en esa cabeza, uno que perjudicaría al joven que tanto había deseado matar al inicio de su vida y que no tuvo el valor.

Todavía recordaba que tras un terrible primer embarazo, dio a luz a Alain, su primogénito, el segundo… digamos que no pudo concluirse, dando a luz a un niño que simplemente murió días después en su cuna. Entristecida y odiando el destino, procuró tener otro niño rápidamente.

En aquel entonces, su marido y ella sólo pasaban la noche contractual que debían para engendrar un heredero, así que mientras estuvo embarazada, llegó un nuevo niño a casa, de la mano de su esposo. Fue un escándalo interno, ella estalló en contra de todo lo que esa criatura representaba, ¿quién era la madre? Fue lo primero que preguntó, Isain no dijo nada, era un marido silencioso mas ya no confiable.

Los esposos Swain volvieron a pelear, pero como siempre ella tendría las de perder, él podría aislarla con la excusa de procurar su salud y ella tendría que hacer oídos sordos. Si este escándalo salía fuera de la familia Swain, sería el fin de su figura de cara al público. Imagina ya cuánto los círculos sociales se alimentarían de ese chisme y sobretodo, cómo la pondrían.

Era verdad que ella había deseado matarlo, desde que era un bebé; entraba a su habitación, lo miraba desde arriba y se quedaba por horas observándolo, a veces con las manos extendidas. Su cuello se rompería fácilmente, nadie sabría que ella lo había hecho… nadie, sólo ella, pensaba.

Emal Swain, herida en su orgullo, un día, con todo su coraje y dolor, intentó, puso sus manos en su cuello y el bebé no lloró, Jericho era callado y sólo miraba a su alrededor, lo apretó ligeramente y pensó que debía poner más fuerza pero por un segundo recordó aquel bebé que perdió. Esa cuna, era la misma, la ropa que llevaba también, el olor… todo era igual al recién nacido que pereció de la nada, lo soltó entonces. Lloró amargamente junto a su cuna, ¿qué podía hacer? El destino le había quitado a su hijo y le había dado otro del vientre de una mujer desconocida, no podía matarlo, ¡no iba a asesinar al niño que se parecía al que perdió!

Por eso, ella simplemente decidió criarlo, aunque permaneció reacia a su esposo, lo odió por mucho tiempo y le dio un trato indiferente, porque eso era lo que se merecía, INDIFERENCIA.

— Ya llegamos —dijo Jericho con una leve inclinación de cortesía.

Cada una de las jóvenes observaron la gran puerta de madera de la casa de los Fleruan, ésta era un ala para invitados, con jardines importados y cautivadoras aves que trinaban.

Swain esperó que cada una se fuera en un grupo, pero cuando pretendía despedirse de todas las jóvenes, la joven de pelo azul se quedó frente a él.

— Por favor pase —dijo seco, como si no tuviera ninguna intensión de llamar la atención.

— ¿Hay algún lugar que pueda conocer? —se quedó inadvertida a su mirada.

— ¿Nuevo? ¿Una plaza? —preguntó con duda, quería ignorarla pero estaba ahí evadiendo una interacción directa.

— Sí.

— Enviaré un folleto con lugares de sugerencia para que puedan conocer —contestó Swain— los Fleuran las llevarán encantados.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó Irelia con la boca ligeramente abierta.

— Ireliaaaa —gritó de fondo una voz— ¡ven aquí! —era la novia, bueno, recientemente esposa del joven heredero de los Fleuran.

— Con su permiso —se inclinó— me retiro, señorita —giró sobre sus talones y se fue caminando a pasó rápido.

Esa sensación, pensó Swain, a una distancia prudente pudo sentir el odioso escalofrío en su cuerpo, la sensación térmica reducida y el dolor en su brazo, terriblemente difícil de ignorar.

No puede ser, no puede ser… —se quejó en un murmullo.

No podía, lo confirmó. Estar cerca de esa mujer, la de sus pesadillas, era como una patada a la boca del estómago, un presagio de mala suerte, una tortura, no lo aguantaba, sólo sabía que ella quería arrancarle la garganta y todas sus demás extremidades de manera dolorosa. Quería vomitar.

— Jericho —le habló una voz.

— Discúlpeme, este no es momento para hablar —se excusó sin si quiera ver a la persona que le hablaba.

— Soy yo…

Dijo una voz desde un carruaje, no era nadie más que una conocida de su infancia, Stelia Diavil, hija de los duques, una hermosa muchacha de pelo naranja y ojos dorados, era única, hermosa e inteligente. Pocas mujeres podían tener una conversación a su ritmo, apreciaba su compañía.

— Entra —abrió la puertecilla.

— Quisiera caminar —le dijo aún indispuesto. Se vería muy mal que él dejara su pantalla de 'muchacho serio' frente a una dama como ella.

— Tonterías, déjame llevarte. Tu madre me dijo que estabas por aquí y vine.

Después de pensarlo, suspiró y subió al carruaje, se sentó frente a Stelia y actuó como siempre, rígido y serio, a pesar de tener una edad similar a la de aquella joven.

— Señorita Diavil, gracias por brindarme su ayuda.

— ¿Te sientes bien Jericho?

— Sí, nada que mencionar —mintió.

— Luces todo lo contrario.

— Estaría mejor si pudiera descansar mi cabeza por un minuto.

— ¿Lo incomodaron esos salvajes? —preguntó.

— Agradezco su preocupación, pero todo está bien.

— Debes estar cansado, Jericho, ¿n-no te gustaría ir a nuestra casa? Pronto tendremos una reunión social con algunas casas importantes de la zona y mi padre me preguntó por ti.

— ¿Cuándo es la reunión?

— En 4 días, pero te quedarías en nuestra residencia para invitados, nada me haría más feliz que aceptaras.

— Aprecio infinitamente su gracia, pero mi madre solicitó mis servicios mucho antes. Estoy en una posición en la cual, debo rechazar cualquier invitación ajena a la de mi familia.

Stelia inclinó su cuerpo ligeramente hacia Swain, lo cual no provocó ninguna reacción en él. Lo vigilaba con esos intuitivos ojos dorados.

— Esa es la actitud de un hombre —quiso pasar el cumplido como un comentario amable pero no era de esas chicas. Volvió a reclinarse en el respaldar del asiento— si cambias de opinión, avísame, no importa cuánto pase.

Cualquier otro hombre habría tenido sus mejillas y orejas rojas por tales palabras y acciones, Stelia podía provocar todo tipo de emociones debido a su físico y estatus. Ciertamente un gran partido, mas Swain sólo veía a una joven con buenos modales, sus ojos difícilmente podrían notarla y más cuando pasaba por un mal momento. Swain no era normal, no era el chico que quería seguir órdenes, sólo era un hombre con sueños del pasado en el cuerpo de un niño.

— Oh, llegamos —dijo Swain, se levantó del asiento y salió del carruaje— fue un gusto verla, señorita —dijo mientras se inclinaba.

— ¡Swain! —gritó ella para llamarlo.

— Dígame —respondió regresando a la ventana del carruaje.

— Si decidiera comprometerme con alguien bajo contrato, ¿crees que me aceptarían?

Los ojos rojos de Swain se mostraron sorprendidos por aquel emprendimiento, miró por un segundo un costado y luego hacia la joven Diavil, mostró una mueca aliviado y a pesar de no sonreír contestó.

— Cualquiera que rechace un compromiso con usted, no sería más que un irremediable ignorante —inclinó su cabeza en despedida y se fue.

Suena estúpido al momento, pero… Swain no pensaba realmente que se refiriera a él, creyó que habían situaciones que acorralaban a la heredera de los Diavil, como una sucesión obligada u otras peticiones de familias prestigiosas.

Jericho Swain había dejado de ser un buen partido desde que nació en la familia Swain como el menos privilegiado de la casta, un muchacho que no tenía su nombre asegurado y menos el destino de ser cortejado por una hija privilegiada de una gran familia.

¿Qué iba a saber de los deseos nacidos de un impulso? Sólo era un chico, asociado con la suerte más amarga posible, dada para los miserables, alguien con el destino marcado por su nacimiento y acabando en su muerte.

Su pasado seguía teniendo borrones negros, nublados, tanto como sus razones para aceptar ir a la guerra, enlistarse y finalmente ser atacado por la joven que vio, la muchacha de pelo azul, en sus memorias. Algo estaba claro, debía alejarse más de ella, ésta reunión, la familia Fleuran, eran un problema, si seguía así, nada podría detenerlo de cometer un error.

Y de provocar un problema, su madre tendría más razones para atarlo con las cadenas familiares alrededor de su cuello.

— Un poco más y se terminará —suspiró Swain.

Irelia pensó en él en ese instante, el chico de cabello plateado y ojos rojos, suspiró como si lo imitara a la distancia y deseó, por primera vez en su corta vida, volver a verlo…

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Fin de Episodio 3

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Nota de la Autora:

Estaré subiendo un par de ilustraciones a mi instxgrxm - OnlyStarling cuando quieran pásense.