Hola a todos, vuelvo a actualizar por acá por problemas en otras plataformas, de igual modo estaré subiendo esta misma historia en 1nk1tt y AOO, me encuentran con mi mismo nombre de autora (Clarisce).

Bueno, haré una breve actualización en masa por acá :) para no dejarlos desactualizados, disfruten de los episodios y no duden en dejar sus comentarios, favs y demás para apoyar la historia, hasta muy pronto.

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 20: Un Poco de Felicidad

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Opuesto a lo que pensarían de Swain, él no era frío, sentía muchas cosas y en ésta vida se había ocupado de no expresarlas, si se mantenía cuerdo, lograría salir de esa vana existencia, de honrar a su hermano, con todo y las humillaciones.

Un suspiro en aquel pequeño salón en su villa se dejó escuchar, estaba solo, en el piso, sobre una alfombra, sentado mirando la chimenea, como el fuego consumía la madera seca, rechinando y recordándole lo que había hecho.

La audiencia era una mentira, pero ahora había prometido una para hacer a su hermano merecedor de todo su esfuerzo.

— Joven amo, ¿necesita algo? —preguntó Emeri, había llegado de la cocina.

— Cuida de Irelia, si pregunta por mí, sólo dile que no quiero verla —respondió sin mirarla.

— Joven amo, se preocupará si desaparece…

— Recuérdame cuál fue mi instrucción para ti antes de irme, ¿ah? Sí, que no dejaras que saliera de cama y fue lo primero que hiciste —giró su cuello y la miró con fiereza— haría que te azoten hasta dejarte en un maldito charco de tu propia sangre —amenazó— pero si hago eso, no me contendré y terminaré matándote —mostró sus dientes, como un lobo.

— ¡Lo siento mucho! —dijo agachando la cabeza.

— ¿Sabes cuál es otra razón para no hacerlo? —preguntó.

— No, joven amo, pero le pido que perdone mi vida.

— En serio, quiero que me des una respuesta, ¿puedes?

Emeri apretó los labios como si fuese a llorar, no es que fuera a hacerlo, había sido entrenada desde que era una niña a evitar las lágrimas delante de sus amos, como una esclava condicionada.

— Mi… —carraspeó ligeramente— vida es de la joven ama, si he de sufrir por obedecerla, estoy dispuesta a dar lo que me pidan. Mi prioridad, mi deseo, siempre serán para con la joven ama Irelia.

— …

Quedó algo sorprendido por la voluntad de esa niña tonta y antes de mostrarle una sonrisa, giró su rostro. Tenía razón, Irelia había elegido bien, su sirvienta era totalmente leal, no importa si moría, lo importante era que su vida era una segunda opción y la vida de su ama, la primera.

— Vete, antes de que cambie de opinión —dijo y Emeri salió huyendo del salón.

De las sombras, notó que un intruso le miraba, con aquellos enormes ojos gatunos, ésta voló por encima y se animó a acercarse al peliblanco.

— ¿Enojado? —preguntó Yuumi.

— Algo.

— Te ves muy enojado.

— Irelia me desobedeció, pero, ¡ja! —rió irónico para sí mismo— ¿a quién diablos podría obedecer esa mujer? Es como un caballo salvaje.

— Ella te ama, no deberías enojarte tanto.

— Mi única oportunidad de ascender hasta quedarme cerca del emperador, se la di a mi hermano, y todo para que no la lastimaran —dijo con sentimientos encontrados, como si tuviera tristeza y lástima, pero también temor.

— Ese horrible emperador —hizo cara de asco.

— Si sigo así, jamás podré volver el tiempo a como era y todo por… protegerla —dijo enojado.

— ¿Hubieras estado bien si la hubieran lastimado? —preguntó Yuumi y se acomodó en las piernas de Jericho.

— Supongo que no —respondió claro— además ella no es su entretenimiento. No quiero que la lastimen como a mí.

— Entonces hiciste bien —ronroneó.

— ¿Estás usando tu poder en mí? —preguntó curioso, Swain.

— Sí, también debes calmar tu corazón, es importante, para que cuando vayas a ver a tu esposa.

— No quiero verla, siento que… —apretó los puños y una oleada de paz intervino en su actitud, soltó aquel puño y relajó su mano— no es su culpa, es mía por no medir las consecuencias —se cubrió el rostro.

Esa vieja vida, en la que sólo debía velar por sus propios intereses, en la que no había nadie dependiendo de él, esa vida en la que no tenía a Irelia a su lado, aquella mujer que invadió su corazón, que simplemente daría lo que fuera por hacerlo feliz, estaba seguro que incluso si le pidiera su vida, ella con gusto se la daría, ¡lo odiaba! Esa sumisión ante el querer, ese desespero por no poder contenerla, el yugo que admitía, devenido de su amor. Ojalá su esposa supiera que Jericho Swain, era un vil enemigo del mundo, pero ¿cómo lo sabría? ¿Cómo evitaría darle la espalda al pasado que perseguía al cuervo, día a día?

— Gatita… —dijo Swain y miró a Yuumi dormida.

¿Ahora quién movería a ese minino de su regazo? Miró hacia arriba frustrado por la inamovilidad. Así que así se sentía tener un felino, pensó con la pierna empezando a adormecerse.

Pero la noche apenas comenzaba, sobre todo con una mente tan exigente como la suya. Resolvería encontrarse con el emperador, resolvería un puesto para su hermano y finalmente su familia estará en paz, al menos por un rato.

Sin embargo, los días pasaron y nada había cambiado, tanto su hermano como su padre buscan oportunidades para incomodar al menor de los Swain, pero no tenían una razón poderosa para obligarlos como la última vez.

— Joven ama, ¿está despierta? —preguntó Emeri y entró a la habitación, caminó con una charola y sin mover ni un poco la misma abrió la puerta— ¡Joveeen ama! —dijo casi cantando.

No estaba sola, Jericho miró a aquella intrusa con despectivos y helados ojos para luego ignorarla, su atención estaba con Irelia, pero ella lucía más afligida que en días anteriores.

— Vete —ordenó Jericho.

— ¡En seguida! —dijo con el corazón en la garganta y cerró la puerta de inmediato.

No pensó. El amo Jericho había estado ausente de la habitación que compartía con su esposa, creyó que algo malo pasaría, la estaba visitando por primera vez, pero Irelia ciertamente no la pasaba bien, ¿le habrá pedido el divorcio? Pensó Emeri, comenzó a afligirse ella también encorvando su espalda y regresando a la cocina.

— ¿Estás molesto conmigo? —preguntó tímida.

— Quiero que sepas algo —dijo en tono bajo— tenemos problemas, ¿podrás ayudarme?

— Responde primero —buscó respuestas.

— Sí —contestó secamente.

— No me odies —bajó la mirada y tomó el brazo del peliblanco, lo cual incomodó demasiado— ¡no quería que te pasara nada!

— Suéltame —pidió— necesito que me escuches.

— ¿Por eso no has vuelto? —tembló su voz—. ¿Me vas a dejar para estar con la roja? —preguntó de la nada.

— No me lleves al límite.

— ¡VAS A DEJARME POR LA ROJA! —gritó de repente y su compañía se quedó con asombro por el cambio.

— Pensaba tener una conversación contigo, pero veo que sigues delicada, te dejaré descansar un par de días más, reflexionar en soledad hará que…

Sintió las manos de su joven esposa en sus hombros, ésta se levantó para tumbarlo en la cama y ponerse sobre él, esto era tan… extraño, sorprendente, quiso moverse, pero las piernas de aquella fuerte jonia apresaban sus brazos contra el colchón.

— Si te vas con la roja, haré que ella se arrepienta, no te daré el divorcio, no me alejaré y te perseguiré por toda la ciudad, ¿me escuchas? —dijo amenazante— ¿crees que te tengo miedo? Porque Emeri y Lille tiemblan cada vez que hablas y los demás, pero no, no soy igual, no quedará nada de ti para esa mujer.

El amor la había enloquecido, pensó Swain, ¿quién era ella? Esa energía maldita de una destructora de ejércitos se materializaba en una esposa celosa y con genio. No podía reír, esto era su culpa, la llamó "cielo", le dio el afecto que no debía y estuvo a punto de hacerla suya, ahora tenía que enfrentar un demonio en su propia cama.

Cielo… —sabía que era la única manera.

— ¡No me digas así! —le gritó enterneciendo su rostro.

— Jamás me iré con Stelia —añadió cambiando su tono— estaba tan asustado —debía apelar a su lado emocional, de lo contrario, esta situación podría escalar a una obsesión— mi familia no es amable, son crueles y yo… no puedo imaginar que te lastimen como a mí, ¿no crees que debía estar molesto? Te arriesgaste por algo que yo podía enfrentar sin problemas.

— ¿Estabas asustado? —dijo con un tono más dulce y agudo.

— Si algo llega a pasarte… —debía manejar a Irelia así, no había otro camino, ella era indomable, pero su corazón tierno la hacía una mujer amable y dócil, podría lograr que ella conquistara un país entero si se lo pedía, pero lo único que necesitaba ahora, era que lo escuchara— no podría vivir.

Fue como un golpe al corazón, la joven de cabellera oscura cayó sobre el peliblanco, lo abrazó y lloró, estaba asustada, temía que él la desamparara, que se fuera con esa mujer que tanto lo buscaba, quería… abrazar a Swain hasta que no tuviera más fuerzas.

— Ya, ya… —la calmó dándole palmadas en la espalda— ¿entonces ahora podrás escucharme? —le preguntó al oído, la tenía sobre él en aquella mullida cama.

— Ujum… —afirmó sin verlo, tenía su rostro hundido en su hombro.

— Tenemos que conseguir una reunión con el emperador y pedirle un puesto importante para mi hermano, de lo contrario, nuestra seguridad aquí no estará garantizada.

— Ujum… —respondió moviendo ligeramente su cabeza.

Si al menos ambos estuvieran en condiciones iguales, a pesar de tener 14 años, sus mentes habían hecho recorridos diferentes, para variar, él vivía en el pasado y ella quería un presente. Tan distintos.

— ¿Cómo es que lograré eso? —preguntó Irelia sentada en la cama abrazando a su esposo el cual no podía evitar ser presa de ésta situación.

— Más tarde saldré, tengo una reunión en el palacio —pausó— quiero que vengas —respiró hondo— y mientras estás conmigo, uses tu ingenuidad para subir al primer piso, claro, te detendrán, pero cuando lo hagan el emperador será informado y…

— ¿Por qué dudas tanto? —preguntó suave.

— Es algo que podría acabar con nosotros, si cree que ofendiste a la familia real te ejecutarán, pero estoy —cerró los ojos— estoy, estoy —apretó los labios y lo soltó— seguro de que, al tener su favor, te concederá una audiencia, de lo contrario, las cosas aquí no serán seguras.

— Sé que quieres esto, pero me preocupas.

— De todas formas, estamos arruinados, le mentí a mi padre y él no lo dejará pasar. Podrían desterrarme y a ti, encerrarte en alguna propiedad de la familia, una que nadie visita, al ser parte de los Swain, mi madre tendrá el derecho de decidir sobre ti.

— ¿Nos separarían? —preguntó frunciendo el ceño.

— Si te rebelas, nos divorciarán y no me verás jamás, pero si no te rebelas, mi madre podría usarte de las peores maneras. Incluso pienso que te vendería a alguna familia, como hicieron con mi madre —susurró.

— ¿Tu madre?

— ¿No te dije? No soy hijo de esta casa, soy un trofeo, obtenido por mi padre, de su padre, quien compró una esclava jonia para procrearme, al menos es lo que me dieron a entender por todos estos años —miró a la nada aún siendo abrazado por su esposa.

— ¿Eres jonio? —preguntó curiosa.

En sus ojos podía notar la alegría de encontrar un nuevo común entre ambos, la ligereza de sus palabras, la hacían ver inocente en este tema, ella era feliz por saber que él tenía su sangre y él le hablaba del peor giro que le fue dado por los espíritus.

En el pasado, Jericho Swain era un noxiano de sangre pura, hijo de Emal Swain, notorio en su área y muy destacado entre los suyos, pero al renacer, los espíritus de jonia lo maldijeron o bendijeron con sangre de los suyos, aún no determinaba ese asunto, porque a pesar de estar en contacto con su lado espiritual, era una basura para sus símiles.

— Mitad —respondió.

— ¿Y dónde está tu madre?

— Ella fue usada y desechada. Las concubinas no viven mucho tiempo y menos si las esposas llegan a saber de su existencia.

— Eso es horrible.

— Tu pueblo ha sufrido más de lo que imaginas y yo no quiero verte vivir ese mismo destino, si mi madre te vende —se perdió a sí mismo, no estaba con ella, estaba solo, en un oscuro y frío rincón de su cabeza— engendrarás a más mestizos indeseables que cubran puestos de hijos noxianos desechables.

— ¿Te hicieron "desechable"? ¿Qué quieres decir?

— Emal Swain, mi madre, perdió un niño, muy cercano a la muerte de un familiar, éste era un numerólogo obseso con el 3, suena ridículo —se rió ligeramente mientras veía a Irelia, ésta tenía un rostro desencajado— lo sé, pero pasábamos por un crítico momento, perdimos el favor de la familia real, casi perdíamos nuestros bienes y tanto mi padre como mis hermanos todavía vivían de la "gracia" de ese personaje, fue así que decidió engendrarme en secreto.

— Es tan raro escuchar de numerólogos.

— Estoy seguro que tenía un problema. Decirle a mi padre que heredaría todo lo que tenía en honor a su tercer hijo y si no era así, no heredaría nada jaja

— Pfff…. —se cubrió la boca.

Irelia entrecerró sus ojos, no quería reírse, pero era tan ridículo, en un momento hasta pensó que estaba inventándolo, no era una historia seria, ¿un numerólogo? ¿El número 3?

— Si vas a reír, ríete —pidió con el rostro serio, pero con una risa atorada en la garganta.

— ¡Qué tonto eres! —gritó una voz desde una esquina, era Yuumi, había estado ahí todo el tiempo, ésta se rió a grandes voces e Irelia le acompañó.

¿Esto era la felicidad? Miró con alegría a su joven esposa y a su amiga Yuumi, eran las únicas que podrían escuchar esa ligera pero fina risilla, un privilegio, una estrella fugaz en el cielo, Jericho Swain estaba riendo… y era feliz, al menos por un poco más de tiempo.

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Fin de Episodio 20

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