Hola a todos, pasaba por aquí a dejarles otra actualización, espero disfruten de la lectura, ya seguiré más tarde con algunos episodios más, que estén muy bien.

No olviden dejar su apoyo con comentarios, favs y demás :D hasta muy pronto~

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Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.

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Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^

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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 24: Entre Enemigos

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Las luces tintinearon un par de veces mientras terminaban sus proyectos, Jericho levantó la mirada, estaba cansado y tenía una falta de aire que no podía disimular frente a sus compañeros, ya se había desvanecido por la mañana durante unas prácticas. Ahora mismo era el más débil de aquel grupo.

— No puedo creerlo, tu caligrafía es perfecta —le dijo la encargada del grupo, viendo los documentos que había completado.

— Gracias, señorita Diavil —sonrió amable.

Las prácticas eran durante la mañana y aunque aquella mujer fuera tan asfixiante, era importante llevarse bien, su familia aún le podría ser de utilidad, y más ahora que se encontraba solo.

— Sabes… —tocó con su dedo su brazo— me gustaría llevarte a mi oficina, podríamos leer algunos proyectos que terminé, así me darías una opinión.

— No creo que pueda hacerlo, tenemos gente que nos observa —dijo viendo a sus demás compañeros.

— Tu esposa jamás lo sabrá y ellos no abrirán la boca.

— Te dije que es muy celosa, tengo que negar-

Detuvo sus palabras al ver algo muy raro por la ventana que daba a la entrada de aquel edificio, los eruditos no eran visitados a menudo pero cuando sucedía, llamaba mucho la atención.

La imagen que daba, con Stelia a su lado, muy pegados no era buena y ahí estaba, su amable y calmada esposa con ojos tan grandes como podían acercándose hasta donde estaba.

— ¡Aléjate! —escuchó mientras la puerta de aquel salón se abría.

Todos volvieron sus miradas a la joven de cabellera oscura, la cual sostenía una canasta, viéndose lo más hogareña posible.

— Señorita Diavil, permítame —Swain se adelantó a detener a Irelia tomando su cuerpo. Era como si fuera a lanzarse hacia Stelia— ¿qué haces aquí, querida?

— Él es un hombre casado —dijo con gran voz— ¡conmigo! —extendió su mano mostrando su anillo— así que no vuelvas a acercarte a él.

Stelia la miró de lejos, pero como si hubiera olvidado su respuesta habitual a improperios, esbozó una gran sonrisa.

— Bienvenida.

— ¡Tú! ¡Cuando te atrape! —gritaba Irelia mientras agitaba sus brazos, aún sostenida por Jericho el cual usaba todas sus fuerzas para halarla lejos del salón y las demás miradas.

Estando fuera él no se atrevió a reprenderla puesto que todavía quería quedar bien, así que la miró a los ojos, pero ella, cual si fuera un animal violento de pelea no dejaba de ver hacia Stelia.

— Viniste a verme.

— Sí —siguió sin mirarlo.

— Aunque te dije que no lo hicieras —continuó.

— Sí.

— Irelia.

— No —apretó la mandíbula dispuesta a romperle un par de huesos a aquella roja.

— Te quiero.

Pensó tanto en esas palabras, eran verdad, la quería, la quería tanto que era hora de aceptarlo, estaba molesto por hablar de su vida de pareja porque no quería adelantar esto que sentía, forzarlo podría marcar un error en su matrimonio. Si la Irelia del pasado despertaba, no se sentiría deshonrada, cuando él sentía definitivamente algo bueno.

— ¿Eh? —estaba desencajada— ¿Qué dijiste? —volteó a verlo con ojos de perrito.

— Que te quiero, deja de pelearte con todo lo que se mueve, no soy tan liberal para buscar una esposa más, a duras penas puedo contigo, tener otra haría que muriera del esfuerzo.

— ¿Del esfuerzo de estar con las dos? —preguntó frunciendo el ceño.

— Del esfuerzo de detenerte para que no la mates y que me mates a mí también —suspiró— es una broma estúpida —se arrepintió, eso había sonado mejor en su cabeza.

— ¡Más le vale a esa roja alejar sus manos de ti! ¡Eres mi marido! —gritó y de repente dio un pequeño salto.

Las manos de Jericho habían tomado su cintura, pasaba sus dedos como si la acariciara, ésta se sobresaltó para luego mirar nerviosa a los ojos rojos de aquel.

— Cuando todo esto termine —pausó y continuó al tener la atención de su esposa— quiero que pienses en nuestro trato, esperar hasta que alcancemos la mayoría de edad y tal vez… podamos hacer otras cosas mientras lo hacemos.

— ¿Sí? —dijo con voz aguda, la mano enguantada de su esposo tomó su cuello y la acercó a él.

— Eres mi esposa, no mires a nadie más —dijo y la besó.

Stelia vio desde el interior del salón cómo Jericho había tomado a esa mujerzuela joniana para mostrarle un afecto que nunca había imaginado venir de él, apretó los puños completamente furiosa, pero si alguien notaba lo que esa mujer provocaba, perdería no sólo ante ella, sino ante todo el público que tenían.

Swain besaba a su esposa públicamente sin ningún recato, tan sólo a unos pasos de aquella mujer que lo había cortejado. Stelia giró su mirada a otro lado, recogió sus cosas y caminó a prisa en medio de los demás jóvenes eruditos.

— ¿Por qué cambiaste de opinión? —dijo Irelia al separarse de aquel beso.

— Luchar con esto es agotador, además algo que dijiste cobró sentido.

— ¿Qué?

— Que, si esto era sincero, tu otro yo no me haría pedazos.

— Soñé contigo por tanto tiempo —sus ojos tiernos brillaban— y sólo quiero que seamos felices, lamento haber dicho que te odiaba…

— Lamento haberte gritado.

— Hay algo que tengo que decirte —dijo, ya dispuesta a contarle del sirviente del emperador.

— Es hora de seguir con el seminario, le pido que regrese al salón —dijo Stelia interrumpiéndolos.

Ambos voltearon a verla, Irelia enfrió su mirada y con la altura que tenía la vio desde arriba, esa mujer de cabello rojo no era más alta, ni más fuerte, ¿por qué debía sentir inseguridad a su lado? Se preguntó de pronto una orgullosa guerrera de ojos rasgados.

— Cielo —se dirigió a Irelia— te escribiré seguido y haz caso a lo que diga, ¿está bien?

Endulzó su tono de voz y la miró amable, era otro Jericho.

— Claro —respondió e inclinó su cabeza, miró hacia Stelia e hizo una reverencia sin bajar la cabeza— hasta una próxima ocasión, señorita Diavil.

Sus ojos encontrados declararon la guerra. No era para menos, la nobleza noxiana nunca rechazaría un desafío y menos de una campesina bañada en perfume barato.

Con pasos calmos dirigió su camino hacia la salida, pero pronto fue interceptada por guardias.

— Debe acompañarnos —dijeron.

Si huía, no, no, ella no había hecho nada para huir, pensó y su cabellera oscura se agitó al acto de respuesta.

— Bien.

Estos la guiaron por los pasillos hasta pasar puerta por puerta al inicio de cada nivel del palacio, cuando finalmente llegaron a su destino, uno de los jefes de seguridad, un caballero se acercó a ella para entregar un mensaje escrito.

— ¿Lo leo? —preguntó.

— Retírense todos —dijo el caballero a cargo y los subordinados que le seguían desaparecieron, miró a la joven para seguir— espere aquí y lea la carta —se retiró él también.

No tenía miedo, pero ¿qué era ese misterio? De la nada unos guardias se la llevaron, no podía si quiera hablar con Emeri para que le pida a Darius ayuda o a su esposo.

Vio el mensaje escrito y procedió a leerlo, le fue un poco complicado, habían términos que ciertamente no le enseñaron, quizás eran maneras de escribir de la nobleza, no lo sabía.

— ¿Estás en problemas? —le preguntó una voz.

Giró de inmediato.

— ¡Tú…! —dijo con sus ojos llenos de esperanza.

— ¿Te dieron algo? —preguntó viendo la tarjeta en sus manos.

— Llevo un buen rato intentando entender, pero mi noxi es terrible —confesó apenada— además… ¡oye! —pensó en voz alta— sigo encontrándome contigo, pero no me has dicho tu nombre, ni nada.

— Podemos hablar en tu idioma, me ayudarías a practicar —mencionó— mi nombre es Dorian —dijo algo torpe en un lenguaje que Irelia podía entender.

Llevo tanto tiempo sin escuchar… mi propia lengua materna —dijo con nostalgia— perdona, tal vez te quito tiempo con mis pequeños problemas.

Naida* es diminuto* si te entristece así —dijo para animarla.

Se pronuncia "Nada es pequeño", sonó un poco a "Naida e' diminut", parece igual pero no es lo mismo —lo corrigió, y Boram torció las comisuras de sus labios, esa joniana lo había aleccionado, sería raro recordar en ese momento cuánta gente había desaparecido por ese simple acto—. Tienes una bonita sonrisa —lo elogió de repente y pronto aquellos míseros pensamientos salieron volando.

¿Lo crees? —preguntó animado.

Claro, tu esposa debe ser muy feliz con tu presencia.

No lo creo —decía una verdad, ninguna de las mujeres dadas por su estatus, era capaz de sentir algo así, además la opinión más importante sería la de su emperatriz y ese puesto seguía vacante a causa de sus enemigos.

Trabajas muy duro, ¿estás todos los días en palacio? El emperador debe darte mucho qué hacer y aquí estás —sonrió ligeramente— ayudándome.

Era cierto, tenía trabajo que hacer, pero a su lado, esa corona no pesaba tanto y su atención valía la pena cada segundo.

Todos saben que es un monstruo —afirmó, pero había cierto deje de tristeza en aquellas palabras.

Yo sólo puedo decir que él es generoso, me ha tratado como si fuera parte del imperio y… ha enviado a alguien tan amable como tú para ayudarme. No quiero juzgarlo más allá de eso —decía sincera—. Espero que un día pueda mostrarle parte de mi agradecimiento.

Se quedó pensativo, ¿por qué era amable? ¿Por qué sentía esa humanidad recorrerle el cuerpo siempre que la tenía de frente?, era una joniana como muchas otras, una que no se doblegaría a su poder, como muchos de su raza, así que ¿por qué ella no lo odiaba como todas las de su clase?

Y… tener una concubina joniana arreglaría sus problemas con las tierras ionias, sus pensamientos atravesados callaron su mente; en definitiva, parecía ser el único fuera de los planes de aquellos dioses del mundo espiritual.

Además, con todos esos matrimonios mixtos entre noxianos y jonias, su posibilidad de obtener la aprobación de invasión a esas tierras se reducían al punto de parecer una locura. Esas damas influían negativamente en cualquier plan expansionista que hubiera creado.

Pero lo más extraño era que este "destino inevitable" o llamado al "amor mágico", podía tocar a todos, menos a él, esa novela podría destruir el imperio, pero ¿qué podría hacer? Además de dar el ejemplo y tomar una concubina jonia.

Se perdió en aquel cielo azul que tenía como mirada esa mujer, para luego girar su cabeza y leer la tarjeta que traía su invitada.

— Eso dice que eres bienvenida siempre que lo necesites —añadió Boram a la conversación.

— ¿Crees que tenga problemas si me voy? —preguntó.

— Dime Dorian —dijo Boram— pero no, no creo que haya problema alguno —extendió su brazo y esperó que ella lo tomara, pero la joven se quedó viendo como si no entendiera el gesto— olvídalo —retomó su pose relajada.

Girando con gracia hacia un lado, Irelia retomó lo que sería su camino.

— Nos veremos, Dorian —se despidió mientras su cabellera azul marino se agitaba al aire, ésta tenía un aroma peculiar.

La vio dar algunos delicados pasos, como si se deslizara en una pista, tan agraciada como un ave que volaba en el cielo, tan sencilla como una flor, sin esforzar su valor como muchas otras lo habían intentado para atrapar su atención.

Si tan sólo pudiera desear algo, desearía no amputarla de la familia Swain como había planeado, pero hay que hacer lo que se debe hacer.

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Fin de Episodio 24
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Nota de la Autora:

El nombre completo que he asignado a Boram será: Dorian Boram Darkwill Grey.

Y es una referencia al retrato de Dorian Grey. Me gustó mucho ese nombre así que se lo puse así, al menos con eso podrá disimular su verdadera identidad mientras Irelia sigue sin conocer al "emperador".