2. La Invitación

Higashikata Tomoko sintió el timbre y por la hora, asumió que era el correo, así que abandonó su café y fue a abrir la puerta reprimiendo un bostezo.

–Buenos días, Ishimura-kun– saludó al joven cartero que traía una enorme caja en los brazos.

–Buenos días, Tomoko-san. Llegaron las cosas que pidió para el cumpleaños de Josuke-kun y un montón de cartas– dijo el joven, pasándole las cosas.

–Gracias– dijo ella, recibiéndolas.

–Tomoko-san.

–¿Sí?

–¿Te gustaría salir algún día? ¿No sé, a tomar un helado o un café?

–No, gracias. Nos vemos.

Tomoko hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta con el pie. ¿Qué onda ese tipo tan insistente? Día por medio le pedía una cita, pese a las constantes negativas de ella. ¿Por qué no sale con jóvenes de su edad?

Mientras pensaba en eso, maniobró mal la caja y las cartas sobre ésta cayeron al suelo. Maldiciendo, dejó la caja sobre la mesa y se agachó a recoger el desastre cuando un sobre gris y elegante llamó su atención.

–¿Qué es esto?– preguntó, abriéndolo con curiosidad.

Kujo Jotaro & Susanna Bangles lo invitan a usted y a su acompañante a ser testigo de su unión en matrimonio el día 23 de septiembre a las 17:00 horas en el salón del Four Seasons Hotel ubicado en 757 Market St, San Francisco, CA.

Por favor confirmar su asistencia.

¿Qué? ¿Jotaro va a casarse? ¿y no con Kakyoin?

oOo

Al mismo tiempo, pero en un huso horario diferente, Caesar Zeppeli se encontraba en su casa en Nueva York leyendo unos documentos legales cuando Roses -mayordomo y mano derecha de Suzie Joestar-, entró intempestivamente a la biblioteca, sobresaltándolo.

Signore Caesar.

–Roses, cielos, casi me matas del susto, ¿qué pasa?

El mayordomo, con cara de circunstancias, le extendió un sobre gris abierto.

–Mejor vaya a la sala que la señora Suzie y el señor Joseph están perdiendo la cabeza.

–Eso no es novedad, ellos siempre…

Sus palabras se perdieron en el aire al leer el parte de matrimonio. Tuvo que leer varias veces la información para que su cerebro la procesara. ¡¿Que su nieto iba a casarse con quién y cuándo?!

Salió disparado de la biblioteca hasta la sala, desde donde se oían claramente las voces de su esposo y su amiga. Al entrar los vio conversando muy emocionados: Joseph estaba anotando algo en un enorme cuaderno mientras Suzie hojeaba revistas.

–¡Ah! Caro, ¿leíste la carta? ¡JoJo bambino se nos casa!– exclamó Suzie levantándose para abrazarlo.

–Sí, pero…

–¡No pensé que sería tan pronto!– dijo Joseph–. Me hubiese gustado que nos contara de su relación con Kakyoin primero, pero bueno…

–Nosotros también hicimos eso y nadie se alarmó, JoJo– le dijo Suzie.

–Oigan…

–Caesar, en Países Bajos están discutiendo lo del matrimonio igualitario aún, pero podemos hacer una ceremonia no oficial como la hicimos nosotros, ¿qué te parece? ¿Crees que el chamán lakota esté vivo aún? – preguntó Joseph

–Esperen, lo que pasa es que…

–¡Sería estupendo! Lo bueno es que la sociedad está avanzando, así que ahora no es necesario hacerlo a escondidas– dijo Suzie pasándole un montón de revistas de ¿novias? a Caesar–. Ya tenía marcadas varias ideas, llevo años planificando esta boda. ¿Crees que a Kakyoin le guste ir vestido de blanco o de negro?

–Pero Jotaro no…

–Sabía que esto pasaría eventualmente– decía Joseph–. Míralos, creyendo que nos tomaban por sorpresa cuando sabemos muy bien que se aman y están juntos desde hace años.

–No sé cuál es el afán de esconderlo en todo caso, o sea, no es como si los fuéramos a juzgar, ¿verdad?

–Con qué cara–rió Joseph.

–Oigan, escuchen un segund…

– Literal fui yo quién más insistió a Kakyoin que se le confesara a JoJo bambino, porque ese es tonto– dijo Suzie.

–JOTARO NO SE VA A CASAR CON KAKYOIN, SE VA A CASAR CON UNA MUJER LLAMADA SUSANNA, ¿QUE NO SABEN LEER?– bramó Caesar, exasperado.

Joseph y Suzie lo miraron parpadeando con lentitud.

–No seas ridículo, ¿por qué se casaría con otra persona si ama a Kakyoin?– preguntó Joseph, como si fuera algo obvio.

–¡¿Porque eso dice la invitación?!– exclamó Caesar, moviéndola frente a sus ojos–. ¡¿La leíste o no?!

–¡Dame eso!- exclamó su esposo, quitándole el papel–. Aquí dice claramente Kujo Jotaro & Susanna… No, espera, ahí dice Kujo Jotaro & Susanna… ¡¿KUJO JOTARO & SUSANNA BANGLES?! ¡¿QUIÉN CHUCHA ES SUSANNA BANGLES?!

Caesar suspiró y Suzie le quitó el papel a su esposo y lo releyó.

–¡ROSES TRÁEME EL TELÉFONO!– chilló.

oOo

En Europa, varias horas después, Iggy dormía sobre el cabello de Polnareff al mismo tiempo que lo masticaba. El sonido del teléfono junto al velador lo despertó y como vio que el humano no daba señales de moverse, el perro de acomodó y se tiró un pedo en su cara. Vio como la nariz de Polnareff se movió ligeramente y comenzó a contar en su mente:

–5, 4, 3, 2,1…

–¡AGGGGHHH, IGGY!– chilló Polnareff, tosiendo y haciendo arcadas, sentándose en la cama mientras Iggy saltaba al suelo–. ¡Cuántas veces te he dicho que no hagas eso!– el teléfono seguía sonando y Polnareff lo miró con desprecio junto al reloj. Lo levantó–. ¿Quién mierda llama a las cuatro y media de la mañana? Allô?

– Jean-Pierre Polnareff, si alguien sabe qué mierda está pasando, ése eres tú– dijo una voz amenazadora.

Iggy miró al humano y al teléfono con curiosidad. Polnareff se restregaba los ojos y trataba de que sus neuronas hicieran sinapsis. Afortunadamente no necesitaba demasiado esfuerzo para reconocer la voz y el acento de un amigo, de modo que reorganizó su cerebro para hablar en inglés rápidamente.

–¿Noriaki? ¿Qué pasa? No me digas que el señor Joestar engañó de nuevo a la señora Joestar y al señor Zeppeli por favor que mi espíritu no aguanta otro drama familiar.

–Jotaro se va a casar– dijo Kakyoin.

¿Casarse, Kujo Jotaro? Sí claro, y yo soy británico, pensó Polnareff.

–¿Estás embarazado o qué? ¿No son muy jóvenes para casarse?

–¡No se va a casar conmigo, imbécil!

–No has negado el embarazo.

–Jean, no estoy para tus huevadas ahora.

–En lugar de llamarme a mí a las cuatro de la mañana, deberías llamarlo a él y preguntarle qué verga está pasado– dijo Polnareff entre bostezos.

–No me contesta el teléfono.

–Seguramente es un malentendido, Noriaki. ¿Cómo te enteraste que se va a casar?

–¿Cómo va a ser un malentendido si me llegó la invitación a la boda? Se va a casar con una tal Susanna Bangles, ¿la conoces?

–¿Invitación? ¿Era en serio lo de la boda?

–¿POR QUÉ MIERDA CREES QUE TE ESTOY LLAMANDO A ESTA HORA?¡QUÉ ONDA TU CAPACIDAD DE ATENCIÓN, JEAN! ¿CONOCES A UNA SUSANNA BANGLES O NO?

Polnareff se sentó en la cama, atento. ¿Por qué ese nombre le sonaba? Susanna, Susanna. Dios, era demasiado esfuerzo para su adormilado cerebro. Necesitaba un café muy cargado para esto, ¿por qué carajos Kakyoin no había esperado un horario más decente para…?

Y su cabeza se iluminó.

Oh santa mierda.

Susanna Bangles, ¿la profesora universitaria? ¿el amor universitario y culposo del que Jotaro siempre le hablaba porque no sabía qué hacer porque amaba a Kakyoin? ¡¿ESA SUSANNA BANGLES?! ¡¿Se iba a casar con ella?! ¡¿En qué minuto había pasado esto?!

–¡Jean! ¡¿La conoces o no?!

–S..No–se corrigió Polnareff a tiempo.

Jean Pierre…

Un escalofrío le recorrió la columna ¿Quién diría que Kakyoin podía sonar tan aterrador por teléfono? Jotaro era un hombre muerto.

Descansa en paz, Kujo Jotaro, amén.

–O sea, no la conozco en persona…– dijo el francés–, pero Jotaro me-me habló de ella, pe-pero no creí que fuera nada serio, cr-creí que si algún día se casara ese tonto, sería contigo, si todos saben que ustedes… ¿Aló? Allô? ¡Iggy, me colgó!

oOo

–¿Cariño?–dijo Kujo Sadao saliendo al jardín en donde su esposa batallaba con las hierbas–. Jotaro está saliendo con su amigo ese, el pelirrojo, ¿verdad?

–Se supone que no sabemos nada, pero sí, ¿por qué?– respondió Holy Kujo, alzando la vista detrás de la menta–. No me digas que lo van a hacer oficial por fin.

–No exactamente–dijo su esposo, con un sobre gris en la mano–. A menos que el pelirrojo se llame Susanna Bangles y se vayan a casar.

¿Qué?

Holy se irguió, se quitó los guantes y le quitó el sobre a su esposo. Después de leerlo varias veces para cerciorarse que no era una broma, entró a zancadas a la casa, exclamando enojada:

–¡NO OTRA VEZ! ¡Dios, los hombres de esta familia me van a volver loca!

oOo

De vuelta en Estados Unidos, específicamente en California, en algún otro huso horario, Kujo Jotaro despertó sobresaltado, como si fuera a recibir el ataque de un stand user. La luz de la mañana se filtraba por la cortina y le llegaba directo a los ojos. Con un gruñido, se levantó para ir al baño mientras le llegaba la voz de Susanna desde la cocina. Después de orinar, lavarse las manos y la cara, se pasó las manos húmedas por el cabello y miró su rostro agotado en el espejo. Salió del baño y caminó hacia donde estaba su ahora futura esposa, quien hablaba por teléfono animadamente. Al verlo, ella le dio un beso corto en la mejilla y le indicó con un gesto una taza con un humeante té sobre la mesa.

Jotaro se sentó a mirar el desastre en el que se había convertido su departamento con la cantidad de cajas, revistas, muestras de tela y cosas típicas de una boda. Después de darle un trago a su té, tomó la caja de las elegantes invitaciones que habían llegado hace un par de días de la imprenta y comenzó a jugar con ella.

No podía dilatarlo más. Hoy era el día. Hablaría con su familia para explicarles que iba a casarse y luego les enviaría las invitaciones. Hablaría con Noriaki en persona cuando viajara a Japón en unas semanas y le explicaría… bueno, todo. Seguramente lo odiaría para siempre, pero el pelirrojo se merecía saber todo el asunto en perso…

Abrió la caja.

Qué mierda, la caja estaba… ¿vacía.?

LA CAJA ESTABA VACÍA.

Escupió un poco de té y revisó con desesperación la caja nuevamente, luego el mesón y con la mirada la habitación, ¿quizás Susanna las había cambiado de lugar?

–Su–la llamó con pánico–. ¿Dónde están mis invitaciones?

Ella tapó el teléfono con la mano y lo miró, ladeando la cabeza.

–Las envié hace como dos días. Me dijiste que había que enviarlas pronto porque toda tu familia y amigos viven desparramados por el mundo, así que las mandé por servicio especial… ¿qué te pasa?, te ves pálido.

–¿Las enviaste todas?

–Pues claro.

Jotaro sintió que el alma se le iba del cuerpo, pero no tuvo mucho tiempo para desesperarse porque sonó el citófono del departamento. Aturdido, fue a contestar por hábito.

–¿Señor Kujo?

–¿Sí?

–Tiene un millón de llamadas urgentes en recepción. Llevan llamando bastante rato diciendo que su línea suena ocupada.

Jotaro miró a Susanna y ella se encogió de hombros.

–Estoy hablando con los músicos, cariño.

–Llamó su abuela, su abuelo, su otro abuelo, un tal…Jean Pierre Polnareff–continuó diciendo el recepcionista–, la sastrería, su prima…

–No tengo prima

–Bueno, no sé, eso dijo ella. También me dijo su nombre, no sé si lo anoté bien… Jigachi algo, Tomocó o algo así.

¿Hasta Tomoko lo había llamado? ¿Ya le había llegado la invitación? Eso significaba que también le había llegado a …

Oh no, Noriaki.

Oh mierda. Oh mierda.

¡¿Por qué chucha el servicio especial de correo en San Francisco era tan veloz justo ahora?! ¡¿Tardaban semanas en traerles los alimentos japoneses que compraba al otro lado de la ciudad, pero mandar cartas al otro lado del mundo les tomaba dos días?!

–No es mi prima–pudo decir cerrando los ojos porque sentía que su cabeza iba a estallar–. ¿Llamó un tal Kakyoin o mis padres? Si llamó mi prima, alguno de ellos debió llamar también.

–Déjeme revisar… No, sólo sus padres. Ah y el servicio de banquetería, su abogada la señorita Jo Brown y una tal "granny" Lisa Lisa que pensó que estaba llamando a una pizzería, pero que aprovechando que se había comunicado con su edificio, que quería hablar con usted.

Jotaro podía imaginarse el desastre en que estaría convertida su familia en este momento por la invitación. Pero no eran prioridad ahora, necesitaba hablar con Noriaki. Urgentemente.

–A todos los que no tengan que ver con la boda, díganles que me embarqué y que no vuelvo en tres días, ¿bueno? A los demás les dice que sigan llamando al departamento. Por favor. Trataremos de desocupar la línea.

–Ok. Ah, por cierto, lo llamé porque tiene una visita. Lo dejé subir porque dijo que era el MC de su fiesta.

–No hemos contrata…

El timbre del departamento sonó casi cantarino.

Por la mierda, pensó Jotaro.

–Hastaluegobuenosdías–dijo, colgando.

Miró por la mirilla de la puerta y no vio nada porque alguien la tapaba. Star Platinum asomó su cabeza por la puerta y vio a un hombre alto y corpulento con un turbante en la cabeza mirarlo seriamente.

–Hola Jotaro, ¿saldrás o tendré que sacarte como cuando te saqué de la cárcel?

oOo

Kakyoin pasó a la sala de reuniones del Departamento de Investigación de la SWF con cara inexpresiva, pese a que tenía deseos de matar a alguien. En ella estaba Bonnie Jo Cherilyn, directora de la SWF Tokio (que prefería que le dijeran solo Cher), su jefe directo, la jefe de Operaciones y Hol Horse.

Espera, ¿qué hacía ese idiota ahí?

Saludó educadamente antes de fruncir el ceño a Hol Horse, que lo miraba divertido.

–¡Ah, Kakyoin-san! Le estaba contando a Cher-sama del avance de tu investigación de las flechas malditas de DIO– dijo Akimoto, su jefe, haciéndole una venia para que continuara hablando.

–Está comprobado que están hechas del mismo meteorito que cayó en Groenlandia hace casi veinte años, Cher-sama–dijo el joven–. Las flechas y el meteorito portan un virus que o mata a la persona o ésta sobrevive adquiriendo un stand. Discúlpenme, pero ¿puedo saber qué hace este hombre aquí?

–El señor Horse nos está ayudando a rastrear las flechas que vendió Enya a un comprador desconocido–dijo Cher con su característica voz ronca-. Nuestros últimos informantes es que algunas de ellas están en Italia, específicamente en Nápoles, que es donde se está levantando una importante red criminal.

–Enviaremos a alguien encubierto, Hol Horse lo acompañará–dijo el jefe de Kakyoin–. Necesitaremos que nos dejes copias del informe de los efectos del virus para estar preparados.

–Excelente, ¿cuándo nos vamos?– preguntó Kakyoin.

Los otros intercambiaron miradas confundidas, en especial las dos mujeres. Matsubara Miki, la jefa de operaciones miró al joven con una mirada crítica. Akimoto carraspeó.

–Kakyoin, con todo respeto, tú no eres un agente de campo. Podría ser peligroso.

–No, pero quiero ir, buchō. Creo que estoy listo.

–¿Hay alguna razón en especial por la cual quieras ir a arriesgar tu trasero a Italia y lidiar con mafiosos, niño bonito?– le preguntó Hol Horse con una mueca burlona.

Kakyoin decidió que no era un buen momento para portarse como un hombre de las cavernas y golpear al rubio tonto, así que suspiró resignado y habló con superioridad.

–Mis conocimientos sobre las flechas y cómo funcionan sobrepasan con creces a los tuyos, mi stand tiene más alcance y poderes que The Emperor, además de que tengo más experiencia persiguiendo a los "tipos malos" que tú, que sólo te has dedicado a huir, ¿o me equivoco?

Hol Horse lo miró con cara de pocos amigos.

–No necesito niñera.

–¿Kakyoin, verdad?– dijo Matsubara, hablando por primera vez. El joven asintió–. Es una misión peligrosa y aunque tengas experiencia, me preocupa que -por tu expresión-, la quieras hacer por los motivos equivocados.

–¿Cuáles serían esos, señora?– preguntó Kakyoin, tratando de no sonar altanero con ella.

–Escapar de algo–replicó Matsubara–. Y hundirte en el trabajo para no enfrentarlo. Y créeme, no es una buena motivación para…

–Mi novio, con el que mantengo una relación a distancia de tres años, me envió en la mañana la invitación a su matrimonio con otra persona que será en dos meses al otro lado del mundo y jamás me dijo que estaba saliendo con otra persona– dijo Kakyoin como si estuviera presentando el pronóstico del tiempo–. Necesito escapar y hundirme en el trabajo, señora.

Cher y Matsubara se miraron, mientras Akimoto se atoraba en su café y Hol Horse miraba a Kakyoin con la boca abierta.

–Sales en dos días–dijeron Cher y Matsubara al mismo tiempo.

oOo

Notas:

signore: señor

caro: querido

bambino: niño

buchō: jefe