–¿Jotaro?– llamó Holy nuevamente, tocando la puerta del departamento–. Ábreme la puerta, cariño.
Silencio. Otra vez.
Llevaba en eso los últimos cinco minutos, tiempo suficiente para que Holy Kujo perdiera la paciencia –la poca que le habían dejado los hombres de esa familia– y golpeara la puerta frenéticamente.
–¡Kujo Jotaro! ¡O abres esta puerta o la abro yo! ¡Tienes diez segundos! ¡Uno! ¡Dos!
Cranberries asomó una de sus ramas espinosas por su hombro y comenzó a introducirse en la cerradura y el resquicio de la puerta, aprovechando que era flexible y podía modificar su grosor a voluntad.
–¡Tres! ¡Cuatro!– contaba Holy–. ¡Ok, respeté tu privacidad como hijo preguntando si podía entrar, pero reafirmaré mi autoridad como madre al entrar de todos modos! Salvation!
Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, alguien la abrió por dentro y un muy aturdido Jotaro recibió todo el ataque de Cranberries en su cuerpo, arrojándolo violentamente con puerta y todo hacia atrás, estrellándose en la mesa del comedor que se hizo añicos.
–Creo que me excedí– comentó Holy, con los ojos muy abiertos.
–¿Tú crees?– se quejó su hijo, apartando la puerta que estaba sobre él.
–Si sabías que iba a entrar, ¿para qué te pones en la puerta?, ¿estás bien?
–Sobreviviré.
Jotaro estaba levantándose cuando oyeron murmullos y pasos de los vecinos que, asomados por las puertas y escaleras, curioseaban el escándalo. Holy hizo acopio de toda la amabilidad y serenidad que Japón le había enseñado a cultivar e hizo una reverencia a los espectadores.
–Disculpen, no es nada grave, explotó la cafetera pero nadie salió herido, pueden volver a sus casas, aihen omatase shimashita.
–¿Seguro que está todo bien?– inquirió una joven en la escalera–. Fue un ruido muy fuerte.
–¡Y la puerta está en el suelo!– añadió un señor mayor, boquiabierto.
–Sí– dijo Holy–. Que pasen buen día.
Entró en el departamento rápidamente y con la ayuda de su stand devolvió la puerta a su lugar, que quedó precariamente apoyada en el marco. Después de quitarse los zapatos, se acercó a Jotaro, que se sacudía los pedazos de vidrio y madera de la ropa.
–Konnichichiwa, Jojo
–Yōkoso, oka–san– saludó su hijo, quitándose vidrio del pelo antes de ponerse la gorra–. No tenías por qué tirar mi puerta, ya iba a abrirte.
–Cortaste la llamada del conserje, me dejaste esperando afuera cinco minutos y además te di diez segundos más.
–Fueron cuatro–respondió Jotaro mientras traía pala y escoba para recoger el desastre–. No te muevas, no vayas a cortarte.
–Diez segundos de madre– aclaró Holy de forma hostil, evaluando el lugar con la mirada y entrecerrando los ojos al ver el sillón con claras señales de que alguien había dormido allí– ¿Dónde está tu prometida?
–Susanna se fue unos días donde su hermana.
–¿Se pelearon?
–Fue mi culpa.
–A estas alturas, no me sorprende.
Su hijo se encogió de hombros ante el comentario, mientras vaciaba la pala en una caja junto al basurero de la cocina. Ella apartó las mantas del sillón y se sentó.
–Aún así, deberías dormir en la cama, JoJo, y no en el sillón; ella no está usándola. ¿Te dijo cuándo regresaría?
–No.
–Y tú, en lugar de ir a buscarla, ¿te encerraste aquí?
–Mmm…
–Ven, hijo, siéntate y conversemos.
Palmeó el espacio junto a ella con su mejor sonrisa de madre y Jotaro, suspirando, obedeció, manteniendo la máxima distancia que podía considerando el espacio del sofá. Ella pudo notar unas profundas ojeras bajo unos ojos veteados de preocupación y culpa.
–Lo primero es lo primero, ¿cómo es eso de que te vas a casar?– preguntó Holy de inmediato.
–La amo, oka–san.
Holy entrecerró los ojos frente a esa declaración. Ni a ella su hijo le decía que la amaba tan abiertamente.
–No lo dudo. O sea, te eduqué para que si algún decidieras casarte, fuera por amor. Lo que no entiendo es qué pasa con Noriaki-kun. Creí que estaban juntos. No me pongas esa cara ni insultes mi inteligencia, JoJo, lo supe mucho antes de que les dijeras a tus abuelos. Todos lo sabíamos. Es más, tu abuela fue la que ayudó a Kakyoin a confesarte que te quería.
La cara de su hijo era un poema de horror e incredulidad.
–¿Cómo sabes eso? ¡¿Por qué no dijeron nada antes?!
–¿Qué se supone que dijéramos?– respondió Holy–. Es tu vida y la de él, no nos íbamos a inmiscuir. Además se veían felices y tranquilos, no había razón para impedir nada o forzarlos a algo– su hijo suspiró pesadamente–. ¿Acaso creyeron que no los aceptaríamos?
–No… no lo sé.
–Jotaro, por favor, ¿en serio no te has puesto a analizar nuestra familia? Mis padres y madre llevan desde los '40 con su relación hasta con guerras de por medio. Yo me fui de mi país sin avisar y crucé el océano para casarme con tu padre, a quien amaba, porque venías en camino. Tu abuelo le fue infiel a sus parejas y tuvo un hijo. No somos nadie para juzgarte mientras seas feliz y no le hagas daño a nadie ni a ti mismo.
–Hmmm…
–¿Entonces?
–¿Entonces qué?
–Si estabas con Noriaki-kun y ya no, asumo que es porque te enamoraste de esta muchacha. Me dices que la amas y te vas a casar con ella, pero ¿no crees que es muy pronto? Es decir, ¿en qué momento terminaste tu relación con Noriaki? No creo que haya sido hace tanto, si el muchacho está desaparecido.
–Lo sé, intenté comunicarme por él y recibí un fax de odio de su madre, culpándome de eso…
–¡Su familia lo busca con desesperación, no han sabido de él semanas! ¿Qué le hiciste? Necesito explicaciones. Ahora.
–Yo… no había, no he terminado mi relación con Nori. No le dije a Nori que me iba a casar– respondió Jotaro al cabo de unos eternos segundos de mutismo–. Le llegó la invitación antes de que yo hablara con él.
–¿Qué? ¡¿Me estás diciendo que te vas a casar con una persona sin haber terminado tu relación con otra y que además se enteró porque le llegó la invitación?! ¡¿ESO ME ESTÁS DICIENDO?!
–Mam…
Holy golpeó a su hijo en la nuca mientras le gritaba:
–¡Pudiste conversar con Noriaki, explicarle que te estaba gustando otra persona y no sé, ser más transparente con todo esto!
–Mamá, es más complicado que eso.
–¡Bueno, explícame por qué es tan complicado!
–¡Porque sigo amando a Nori!
–Pero… no, espera, ¡¿amas a esa muchacha y a Noriaki-kun?!– vociferó Holy.
Jotaro asintió. Holy, gritando internamente, trató de ordenar sus ideas para entender la cronología de acciones de su hijo en ese dramón de telenovela que se estaba armando.
Jotaro estaba con Noriaki-kun.
Jotaro conoció a esa tal Susanna y se enamoró también.
Jotaro no le dice a Noriaki que le gusta otra persona.
Jotaro decide casarse con Susanna.
Noriaki se entera de esto por la invitación a la boda.
Algo no le calzaba, obviando el hecho de que debías tener serias fallas como persona si se te ocurría enviar la invitación de tu boda a tu otra pareja sin avisarle antes que estabas saliendo con la persona con la cual te ibas a casar. ¿Sabría acaso Susanna de la existencia de Noriaki? Pero iba a ahondar en eso después, lo urgente ahora era:
–Jotaro, ¿cuál es el apuro por casarse? Puedo llegar a entender que estés enamorado de dos personas a la vez, pero… ¡de ahí a casarse con una de ellas en tan poco tiempo! ¿Por qué rayos te quieres casar? ¡Solo tienes veintidós años!
–Por la misma razón que te empujó a ti y a papá a adelantar su boda– dijo Jotaro, después de una muy incómoda pausa.
–¡Pero no es lo mismo, cariño, porque ya llevaba años con tu padre, éramos varios años mayores que tú y además yo estaba…!– parpadeó lentamente–...yo estaba… yo…
Los ojos claros de Holy se abrieron como si hubiese tenido una revelación. Miró a su hijo con la boca abierta, tratando de procesar lo que su hijo intentaba decirle.
No, esto no puede ser verdad…
Una voz juguetona dentro de su mente le habló:
"O sea siempre quisiste ser abuela. Y pronto, relativamente. Querías poder compartir tiempo con tus nietos, ¿cierto? No te estás haciendo más joven. ¿No estás feliz, no es lo que querías?".
–¡Así no!– tronó, sintiendo como una onda de ira le recorría el cuerpo. Su hijo se sobresaltó y se apartó de ella, levantándose–. ¿Me estás tomando el pelo, Kujo Jotaro? ¿ES EN SERIO? ¿TE VAS A CASAR SÓLO PORQUE TU PROMETIDA ESTÁ ESPERANDO UN HIJO TUYO?
Jotaro se estremeció mientras su madre tomaba un cojín y gritaba con su cara hundida en él. Cranberries asomó sus ramas por la espalda de ella, acercándose amenazadoramente a él. Por precaución, Star Platinum flotaba detrás de Jotaro, lo cual fue una suerte cuando una de esas ramas intentó golpearlo, porque su stand fue más rápido y la atrapó.
–No es sólo eso, oka–san. Ya te dije que la amo…¡ARGG!
Una de las ramas se había aferrado a su tobillo y se estaba enroscando en su pierna mientras Star luchaba por golpear y esquivar a las otras, que cada vez eran más porque Holy Kujo se había levantado y se acercaba a él con un aura terrorífica. La clase de aura cuando atacó a su abuelo hace unos años o cuando lo defendió en Nápoles cuando era niño.
–¡La amas! ¡Y amas a Noriaki-kun! ¡Y en lugar de ser una persona responsable y hablar de lo que te pasaba con ellos dos, decidiste casarte por dejar embarazada a esa chiquilla! ¡¿Qué pasó con el adulto que yo crié como un tipo hecho y derecho?!
Otra rama se aferró a su pierna y ya tenía varias subiéndole por la espalda. Star luchaba contras ellas, pero se le hacía cada vez más difícil.
–¡Sé que me equivoqué, pero Nori desapareció antes de que yo pudiera conversar con él y no puedo hacerlo si él no está!
–¡NORIAKI DESAPARECIÓ PORQUE LLEGÓ TU INVITACIÓN A LA BODA! ¡¿ES QUE NO LO VES?! ¡YA ERA MUY TARDE PARA CONVERSAR CON ÉL!
–¡Ya sé que la cagué, ¿ok?! ¡Hasta Susanna está molesta conmigo porque…!
–¿Y qué has hecho al respecto? ¿Fuiste a disculparte con ella? ¿La fuiste a buscar? ¿y Noriaki? ¿Lo buscaste por todas partes? ¿Hablaste con sus padres? ¿Usaste los recursos de la Fundación? ¿Le pediste a tu abuelo que lo buscara usando esa cosa que hace con la que rompe los televisores y cámaras?
–Yo…
–¡NO! ¡SÓLO TE HAS QUEDADO AQUÍ AUTOCOMPADECIÉNDOTE Y CASTIGÁNDOTE EN LUGAR DE HACERTE CARGO DE TUS PÉSIMAS DECISIONES! ¡POR EL AMOR DE LA ABUELA ERINA, YA NO ERES UN ADOLESCENTE! ¡CUANDO ERAS MÁS JOVEN ERAS MENOS TONTO! ¿QUÉ DIRÍA LA ABUELA ERINA SI TE VIERA AHORA?
–¡No lo sé, no la conocí!– exclamó Jotaro, luchando con las ramas que le apretaban el cuerpo. No había forma de escapar.
–¡NO ME VENGAS A RESPONDER, KUJO JOTARO!
–¡PERO ME HICISTE UNA PREGUNTA!
–¡ERA RETÓRICA!
Cranberries envolvió el cuerpo de Jotaro como si se tratara de ropa. Si bien Star Platinum era rápido y poderoso y además controlaba el tiempo, la energía del stand de su madre era realmente omnipotente cuando estaba molesta. Eso, sumado a que sabía que era su mamá: no podía ni quería hacerle daño. Las ramas y lianas de Cranberries lo inmovilizaron, apenas dejándole espacio para respirar y hablar.
–A veces pienso que debí ser más estricta contigo– dijo Holy, acercándose a su hijo–. Sé que parte de la personalidad de una persona no tiene que ver en un 100% con la crianza, pero afecta. Yo… no sé, JoJo, siempre me has mantenido tan alejada de lo que sientes, ¿por qué no me dijiste lo que estabas viviendo, hijo?
Verla y escucharla hablar así era aún más escalofriante que verla vociferando.
–No lo sé– admitió Jotaro.
–¿Acaso no confías en mí o en tu familia? ¿En alguno de tus amigos siquiera? ¿En Susanna y Noriaki? ¡¿Por qué no le contaste a nadie lo que te estaba pasando?!
–Todo pasó muy rápido y yo…– suspiró, dejando caer su cabeza–. Estaba aterrorizado. Estoy aterrorizado. Voy a ser papá, estoy enamorado de dos personas y siento que hice todo mal. Lo sigo haciendo mal. No veo cómo mierda puede solucionarse esto, porque pase lo que pase, voy a terminar haciéndole daño a alguien que quiero.
Una minúscula gota cayó desde el mentón de su hijo hasta una de las lianas de Cranberries y eso fue todo lo que necesitó Holy para liberar a Jotaro. Éste permaneció de pie, sujeto por Star Platinum que lo obligó a levantar la vista para toparse con la de su madre. Ella se acercó y le acarició los brazos.
–Cariño, fuiste un tonto y lo sabes. Y tonto es una palabra muy suave para describir tus acciones.
–Lo sé.
–Si tan sólo hubieses hablado con alguien de esto, ese alguien pudo haberte dicho que la estabas cagando en grande– le secó una lágrima que pugnaba por salir–. O pudo haberte ayudado a arreglar todo esto.
–Lo sé– repitió Jotaro, apartándose suavemente del tacto de su madre–. La verdad no sé por dónde empezar a arreglar esto.
–Mmm, lo primero es lo primero, buscaremos a Susanna y a Noriaki. Y hablaremos con ellos. Será incómodo, desagradable y agotador emocionalmente, pero hay que hacerlo. ¿Estarás bien con eso?
Jotaro se dejó caer en el sillón con un suspiro de resignación o desolación, no le quedó muy claro a Holy.
oOo
–¿Está bien la temperatura así?– le preguntó Kakyoin en japonés a Giorno, mientras el niño tocaba la superficie del agua de la tina–. Sino tendrías que esperar a que se enfríe un poco.
–Está bien.
–¿Te bañas estilo japonés o europeo?–preguntó Kakyoin, dejando las toallas a mano.
El niño lo miró sin entender
–Me baño con agua.
–Me refiero a si necesitas ayuda o te bañas solo– dijo Kakyoin, no pudiendo evitar una risita.
–Solo– dijo Giorno, algo avergonzado.
–Muy bien. Aquí está el shampoo, jabón y otras cosas que encargué. También te traje ropa limpia de tu casa– dijo Noriaki, mostrándole las cosas que mencionaba.
Se giró para salir, pero sintió un tirón en la tela de su pantalón que lo hizo detenerse.
–¿Qué pasa?
–Yo… mmm… ¿puede dejar la puerta abierta?
–De todas maneras iba a hacerlo, estaré afuera si necesitas algo, ¿bueno?
Giorno asintió y lo soltó. Kakyoin le dedicó una sonrisa antes de salir y dejarse caer en la cama del hotel donde se estaba quedando con el niño. Necesitaba descansar, porque después de esos ajetreados días, notaba como si alguien lo estuviera observando y vigilando, pese a que tenía algunos agentes de la SWF cuidándole las espaldas. La suya y la de Hol. Pero no era suficiente, no sabía si se estaba volviendo paranoico o qué, pero vivía con la constante sensación de que alguien lo observaba. Y pese a que había usado a Hierophant para asegurarse de que era producto de su imaginación, la paranoia persistía.
Después de darle una excusa creíble a la policía y trasladar a los caídos al hospital más cercano, habían dejado a Hol y a los Giovanna ahí y se habían hospedado en un hotel cercano y decente. Kakyoin había convencido a una de las enfermeras que era pariente de Giorno, lo que había evitado que llamara a Servicios Sociales para que alguien se hiciera cargo del pequeño. Giorno apoyó su historia y decidió quedarse con él, lo que le sorprendió. Y por eso estaba allí, echado y supervisando que Giorno se bañara. Dios, ¿en qué lío estaba metido? ¿Qué iba a hacer con ese niño? ¿Por qué ese niño confiaba tanto en una persona que apenas conocía?
Hol tiene razón, me estoy metiendo demasiado en esto, pensó.
–Oni-chan–escuchó desde el baño.
Kakyoin se levantó y se paró junto a la puerta.
–Dime.
–¿Puede ayudarme a lavarme el cabello?
–Claro.
¿Por qué Giorno confiaba en él? Es decir, básicamente era un mafioso que conoció hace un par de días y que había ido a su casa a amenazar a su familia. ¿Qué persona normal confiaría en alguien así? Suspirando, entró al baño y se sentó en el borde de la tina, donde Giorno estaba sumergido hasta los hombros. Tenía el cabello oscuro cubierto de espuma, la que estaba peligrosamente cerca de sus ojos. Kakyoin deseó tener de esos sombrillas que su madre usaba para bañarlo a él cuando era pequeño y así evitar que le cayera shampoo en los ojos. Pero estaban muy lejos de Japón y dudaba que esas maravillas estuviesen en Italia.
–Cierra los ojos– le pidió, mientras le apartaba la espuma de la frente y dejaba su mano ahí a modo de visera. Con el cabezal de la ducha, enjuagó con facilidad el cabello del niño, que era muy corto.
–Oni-chan
–¿Sí?
–¿Qué va a pasar con mi mamá y su esposo?
– Hoy los médicos dijeron que estarían bien, ya mañana podrás irte con ellos.
Decir eso le causó un vuelco en el estómago y no supo identificar por qué. El niño también se removió, inquieto.
–Ustedes les pegaron a mamá y a su esposo.
No era una pregunta.
–Sí–reconoció Kakyoin–, pero fue sólo porque ellos intentaron dispararnos primero. Jamás le hubiésemos hecho daño si no nos hubieran atacado.
–Ellos son así siempre– murmuró Giorno después de unos segundos, abrazando sus rodillas.
–¿Te tratan mal?
Giorno asintió, mientras Kakyoin le echaba un poco de acondicionador en el cabello.
–Por eso nunca estoy en mi casa.
–¿Qué cosas te hacen?
–Me pegan y me gritan, a veces me encierran y se les olvida darme comida.
–¿Y le has dicho a alguien de esto? ¿Un profesor, un vecino?–preguntó Kakyoin, sintiéndose hervir de rabia.
–A mi profesora, pero no hizo nada. También al señor Marco, el vecino, pero nunca los volví a ver.
Dios.
–¿Me das permiso para revisar si tienes alguna marca visible?
–No tengo, ya me revisó una enfermera.
Kakyoin resopló, recordando que él mismo había mirado el informe médico de Giorno cuando lo revisaron en el hospital. No había nada, ni siquiera un rasmillón o hematoma. Un poco más tranquilo, su mente divagó hacia las personas que había mencionado el niño: ¿qué le habría pasado a la profesora y al vecino? Estaba seguro que Enzo Giovanna se había enterado y, al controlar todo ese sector de la ciudad, podía hacer desaparecer fácilmente a quien quisiera. Kakyoin no entendía por qué Giovanna se empeñaba en conservar al niño si no lo quería. Podría haberse desecho de él en cualquier momento. Es hijo de una ex yakuza y de una Shiobana, además. Debía ser eso. Los Shiobana eran el "brazo izquierdo" del grupo Shinomiya, una de las familias más poderosas de Japón. Se encargaban de los asuntos sucios, con los que buscaba aumentar sus riquezas y competir con los Kakyoin. Quizá Giovanna buscaba utilizarlo en el futuro, me pregunto qué lugar ocupaba Kikyo en la organización. Debe ser uno importante.
Había algo que no le calzaba. Era evidente que Kikyo tampoco quería a su hijo, ¿por qué había decidido quedarse con él? Pudo haberlo abortado o dado en adopción, incluso haberle pedido a su esposo que la ayudara en eso. No estaba muy al tanto con las leyes de aborto en Japón, pero perfectamente pudo haber viajado al extranjero para realizarlo. ¿No había huido de su país a Italia? A menos que la razón fuera…
–Giorno… ¿te puedo hacer una pregunta personal?– preguntó Noriaki, dejando de masajear el pelo del niño.
–¿Qué es eso?
–Que si te puedo preguntar sobre tu papá.
–No sé quién es– dijo Giorno–. Oka-san nunca me dijo nada.
–Hmm…
Kakyoin retomó el masaje y luego se quedó viendo la marca de estrella en el hombro del niño. Cierto, había omitido ese detalle. ¿Acaso su padre tendría alguna relación con los Joestar? Los únicos descendientes vivos de la familia eran el señor Joestar, la señora Holy, Josuke y el idiota de Jotaro. Ninguno de estos ni sus ancestros habían tenido hermanos o hermanas, ¿o sí? Noriaki se había aprendido la historia del linaje de esa familia de memoria desde el viaje a Egipto, así que comenzó a retroceder. Jotaro era hijo único, Holy y Josuke eran los únicos hijos del señor Joestar, éste era hijo único, su padre había sido hijo único y también su abuelo…
No, espera. Jonathan Joestar sí había tenido un hermano. Hermanastro, en realidad. El que le había robado el cuerpo y les había hecho la vida cuadritos hace unos años.
–¿Qué le pasa?– le preguntó Giorno, mirando por sobre el hombro izquierdo.
Noriaki se estremeció al recordar la fotografía de un hombre musculoso en la penumbra, dándole la espalda y con una brillante marca de estrella en el hombro izquierdo. Se le erizaron los vellos de la nuca, sintiéndose otra vez muy observado.
oOo
Al mismo tiempo, pero en el huso horario correspondiente a San Francisco, Estados Unidos, un hombre canoso se rascaba el mentón mientras miraba la fotografía que acababa de revelarse.
–Ok, esto es raro– dijo Joseph–. Es como un deja vu.
Suzie se la quitó y junto a Holy la observaron con atención. Salía un niño de pelo castaño con el torso al descubierto, dándoles la espalda y con una estrella marcada en el hombro izquierdo. Parecía que estaba tomando un baño.
–¿No se parece a la foto de Dio?– preguntó Holy.
–Buscamos a Noriaki y aparece este niño–dijo Suzie–. Creo que está fallando tu Hermit, JoJo.
Joseph, que estaba mirando detrás de las mujeres, bufó.
–No sean así con Hermit. Además, al menos ya no rompo las cámaras.
–Porque te entrenaste para no hacerlo, está bien que tengamos dinero, pero esa no es justificación para andar botando cámaras como si fueran basura– replicó su esposa, que seguía escudriñando las fotos de la mesa.
Eran las que Joseph había sacado en los últimos días, cuando Holy lo había llamado exigiendo que encontrara Kakyoin con urgencia porque Jotaro estaba al borde de una crisis nerviosa y necesitaba hablar con él y explicarle todo. De modo que el matrimonio Joestar-Zeppeli había viajado a San Francisco en el primer avión y habían prácticamente pateado la puerta del departamento de Jotaro, cumpliendo su rol de padres y madre intensos a la perfección.
–¿Qué le quiere explicar ese niño a Noriaki? "Hola, me voy a casar con otra persona pese a que te quiero, pero es porque los quiero a los dos, ¿eh?"– había dicho Suzie.
–Eso y que voy a ser abuela– había dicho Holy.
La reacción de sus padres había sido un poema: Suzie parpadeó rápidamente y se puso pálida, Joseph abrió la boca sin emitir sonido y Caesar prácticamente se desmayó. Holy había pasado la siguiente media hora tranquilizándolos con té con malicia y respondiendo a su bombardeo de preguntas. Y sólo entonces se habían puesto a trabajar. Llevaban un par de días en eso.
–Chiara no me quiso dar más información– informó Caesar entrando al comedor en ese momento, viendo todas las fotos sobre la mesa–. ¿Encontraron algo?
–Quizás debes hacerle una oferta que no pueda rechazar– dijo Joseph.
–La mafia no funciona así.
–Tal vez debería– dijo Holy–, porque estas fotos no nos dicen nada, solo la última.
Caesar se acercó y miró las fotografías que apenas se había dedicado a mirar. En la mayoría de ellas aparecía pasillos de hospital o clínica a juzgar por la iluminación y el predominante color blanco; en otras un supermercado o interiores de vehículo; en otras aparecían calles o interiores de habitaciones: todo bien genérico y poco reconocible. Pero la foto del niño le llamó la atención.
–¿Quién es este niño y por qué me recuerda a una foto del vampiro que intentó destruir nuestra familia?
–No sabemos, pero debe estar relacionado con Noriaki-kun–dijo Holy–. A menos que papá esté usando mal a Hermit.
–Y dele con que las gallinas mean–dijo Joseph, enojado–. Hermit no está fallando, nunca ha fallado. Lo que necesitamos es identificar algo de estas imágenes, como cuando lo hicimos con Dio.
–En ese momento, Jotaro ayudó.
Pero Jotaro no estaba, se había ido a hablar con Susanna a intentar arreglar su relación.
–Al menos sabemos que es Italia–dijo Suzie–, por algo Noriaki-kun llamó a tu hermana, ¿no, Caesar?
–No podemos estar seguros, pero sí es probable que sea Italia–dijo–. La llamó por un trabajo de la Fundación, pero tampoco ellos me quisieron decir algo, ya lo intenté. No sirve de nada mi cargo ahí cuando les conviene. Aspetta– dijo, mirando una fotografía de la mesa–. Creo que ya sé dónde está.
–¿Es broma?– preguntó Holy–. ¿Dónde?
–No, mira– dijo su padre, indicándoles una fotografía de una calle genérica que no tenía nada escrito en italiano–. Está en Napoles. ¿Ves el reflejo de esa ventana? Aparece el logo de una tienda.
Todos se inclinaron para observar y algo se notaba.
–Es la gelateria Casa Infante– dijo Caesar, con una expresión de triunfo–. Es una tienda que existe hace casi un siglo y sólo se encuentra en Nápoles. Venden gelato desde hace veinte años o más.
–¿Y cómo diablos sabes todo eso?– preguntó Suzie mientras Holy corría al teléfono a llamar a Jotaro.
–Porque mi hermana Cassandra es la dueña actual.
–¿Tienes contacto en toda Italia o qué?– inquirió Joseph–. Sabía que tenías varios hermanos menores, pero no sabía ni cómo se llamaban. ¿Por qué nunca han sido parte de nuestras vidas? ¡Suzie y yo somos hijos únicos!
oOo
La hermosa mujer la subió sobre la mesa y le subió la falda hasta la cintura mientras no dejaban de besarse. Sus labios bajaron por el cuello, los hombros descubiertos, el nacimiento de los pechos y se posaron en uno de sus muslos, subiendo hasta la ropa interior.
–Sei troppo bella e sensuale– le dijo la mujer rozando con sus dedos el borde la ropa interior mientras dejaba besos húmedos en el interior de sus muslos.
Un teléfono sonó cerca de su oreja y se distrajo. La mujer lo notó y levantó la vista.
–¿Estás bien?–le preguntó –. ¿Sigo?
Ella iba a decirle que sí, pero el teléfono seguía y de pronto el contorno de la cosas se vio borroso. La mujer le dio un último beso corto y desapareció junto con todo lo demás.
–¡No!– gimió Josephine Brown cuando la realidad la golpeó y se vio enredada en sus propias sábanas, en su habitación y el teléfono del velador le rompía los tímpanos con su timbre.
Quiso ponerse a llorar, pero era una mujer fuerte e independiente, así que gruñó de frustración, estiró el brazo y contestó, demasiado adormilada aún para fijarse en el identificador de llamadas. En lo que sí se fijó es que eran pasadas las cuatro de la mañana.
–¿Qué?
–¿Jo? Soy yo, Noriaki.
–¿Por qué diablos me estás llamando a las cuatro de la mañana?
–Perdón, acá son las diez y no calculé bien la hora.
–Me doy cuenta, ¿qué vergas quieres?
–Necesito ser tutor legal de un niño italiano-japonés de la forma más rápida posible sin secuestrarlo, sin matar a sus padres o familiares y sin sobornar al gobierno italiano. Ah y que no me descubran ni los yakuza ni la mafia. Ni los Joestar o la SWF, ya que estamos.
–¡¿Qué?!
