NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola amigos! ¿Cómo están? Espero y estén disfrutando de un grandioso fin de semana antes de volver a clases para los que aún estudian, y estén de lo mejor en este octavo mes del año. Les traigo por aquí un regalito de verano que espero y disfruten mucho.

Atención: Ojo en este capítulo, habrá algunas referencias (o parodias) de OC inspirados en personajes de películas y si alguien ha sido lector de mi querida Beta GeishaPax quizás reconozcan a un querido personaje. ¡Estos cameos no los tiene ni Stan Lee!

En fin, sin más que decir, disfruten la lectura y un aplauso bien merecido a GeishaPax por fungir la loable labor de revisar esta historia.

¡A leer!


RESPUESTA A REVIEWS:

La Luz de Orion: ¡Hola! Muchas gracias por tu comentario, persona si no respondí en el capítulo pasado, no vi tu mensaje a tiempo y no pude contestar. Aún así estoy siempre al pendiente de sus comentarios y sugerencias. Espero que te guste este capítulo.

GeishaPax: ¡Ahora si viene lo shido hermana! Jajaja gracias por tus consejos y espero hacer arder el fandom justo como tú lo haces. ¡Te quiero!

Lk 2000/ruth/mr fic/manu/hunk 00/gol 0: Como lo dije en el review anterior, y creo que en otro fic ya te lo había comentado, lo volveré a repetir. No hace falta que hagas tantos alter ego para comentar las historias, con uno basta. Créeme me doy cuenta que eres la misma persona y no me molesta, pero lo que está comenzando a incomodarme es que me estés haciendo peticiones cuando ya te aclaré mi situación y que mi tiempo por aquí es escaso, te recalco, no hago yaoi, por las razones que ya te había dicho y porque la verdad no me gusta, de Resident Evil 3 me gusta la pareja de Jill y Carlos pero no tengo planes para ellos a corto plazo, ya te dije los fandoms en los escribo y marvel y dc no es uno de ellos, no los conozco lo suficiente, no tengo poder ni influencia sobre los demás autores y pienso que si sigues insitiéndoles, probablemente puedan molestarse contigo. Por favor querido lector, lectora, a título personal te digo y te lo pido, ya no seas tan necia en estar haciendo peticiones cuando ya fueron denegadas ni sigas siendo así de insistente. Los escritores agradecemos de corazón que se tomen el tiempo de escribirnos, pero con esas actitudes tan negativas, puedes llegar a incomodar o en el peor de los casos a molestar a los autores. Por favor, te pido que cambies tu actitud, porque de lo contrario, voy a comenzar a ignorarte campalmente y a marcar tus reviews como spam. De antemano gracias por la comprensión y perdón por las molestias.

Jill Filth: ¡Hola! Que gusto que la actualización haya sido de tu agrado, la familia de Claire es algo ruda y quise retratar de manera ordinaria esa incómoda reunión con la familia política. Pero bueno, si piensas que la familia Redfield es difícil, ojo, no quiero hacer spoiler, pero espera a que conozcas a la familia Kennedy, que también son todos unos personajes. Espero y te guste este nuevo episodio. ¡Abrazos!

LSK: ¡Gracias! Disfruta la actualización.


"ACCIDENTALLY IN LOVE"

Por Light of Moon 12


CAPÍTULO 4: UNA PELIRROJA EN VANCOUVER

El avión sobrevolaba el espacio aéreo canadiense, anunciando que estaban a punto de aterrizar. Leon se abrochaba distraídamente el cinturón de seguridad mientras Claire hacía lo propio, pero el tiritar de sus manos complicaba su faena.

—Lo siento, debí advertirte que Vancouver es mucho más frío que Washington y por supuesto que California. —Se disculpó abrochando el cinturón de seguridad de su prometida a la vez que se quitaba la cazadora para dársela. —En cuanto aterricemos te compraré un abrigo lo suficientemente cálido para ti.

—Gracias, Leon. Pero de verdad no hace falta. —Respondió ella negando con la cabeza.

—Claro que hace falta. Le prometí a Chris cuidarte y que mueras de hipotermia no está en el contrato. Además, si mi padre te ve así, me dará una buena reprimenda por no portarme como un caballero.

—¿Iremos a ver a tu padre?

—Sí, antes de llegar a casa, pasaremos a ver a papá.

La mujer se hizo un ovillo en su asiento, temblando de frío y nervios.

—Tranquila, papá está enterado de todo y no tendrás que preocuparte por su aprobación, ya la tienes desde que aceptaste participar en esto. —Explicó para calmar a la menor.

—¿Qué hay del resto de tu familia?

El rubio resopló. Esa era la parte difícil.

—Creo que ante ellos si tendremos que fingir. Ellos no saben nada del acuerdo que hay entre nosotros.

—Cuéntame de ellos. ¿Cómo son? —Preguntó curiosa la motociclista retirada.

El agente sacó su smartphone y en la galería buscó una fotografía de la última Navidad que había pasado con su familia, donde aparecían retratados todos los integrantes.

En la imagen aparecían dos mujeres y tres hombres, los cuáles los de mayor edad por obviedad eran los padres.

—Él es mi padre, Richard Kennedy. —Explicó señalando al hombre de cabello rubio oscuro y ojos verdes. —Cabeza de la familia Kennedy y actual presidente y socio mayoritario de Chambéry Inc. La mujer que ves a su lado, es mi madre, Meryl Hamilton-Kennedy.

Claire observó detenidamente a la mujer que sería su futura suegra. A pesar de ser una mujer mayor, era bastante esbelta y tenía porte elegante, resaltado por el traje sastre y las zapatillas de tacón alto que vestía. El cabello rubio cenizo era muy parecido al de Leon a diferencia de algunas canas y el peinado sofisticado. Tenía unos penetrantes ojos azules y la misma sonrisa de su prometido. Leon Kennedy era idéntico a su madre.

—Mis padres llevan poco más de cuarenta años de casados, contrajeron nupcias muy jóvenes. —Relató el ex Policía. —Mamá estudió mercadotecnia y publicidad en Harvard y durante los primeros años de su matrimonio hasta el nacimiento de mi hermano Joey, fue la publicista de la empresa.

—Tu madre es muy bella. —Reconoció Claire Redfield que miraba con cierta inquietud la mirada imponente de Meryl Hamilton-Kennedy.

—A mi derecha se encuentra mi hermano Joey Kennedy. Hay un año de diferencia entre nosotros.

El tal Joey Kennedy era tan alto como Leon, pero ligeramente más corpulento. A pesar del cierto aire de familia que guardaban los hermanos Kennedy, Joey era más parecido a su padre, heredando el mismo color de ojos y cabello ligeramente más oscuro, pero manteniendo los rasgos finos de la señora Hamilton.

—Joey estudió leyes en Alemania y es el representante legal de la Compañía prácticamente desde que terminó la carrera. Finalmente, ella es Julia Kennedy, mi hermana menor.

Julia Kennedy era la más parecida a Meryl, teniendo la cabellera rubia, las facciones delicadas y los ojos azules de Leon y su madre, pero a leguas se veía que era mucho menor que sus hermanos varones. El aspecto de la chica le recordó a las muñecas Barbie con las que Claire solía jugar en su infancia.

—Julia estudió Finanzas en Suiza al igual que papá. A mi parecer ella era la más idónea para tomar el puesto de presidencia, pero ya sabes, las cosas nunca salen como uno quiere. —Terminó el rubio encogiéndose de hombros.

—Tienes una familia muy linda.

Kennedy soltó una sonrisa irónica.

—Seguro.

El avión aterrizó sin ninguna complicación y después de buscar las maletas, ambos se dirigieron a la tienda del aeropuerto donde el ex Policía le compró un abrigo y una boina a juego a su prometida.

Acto seguido, tomaron un taxi que los llevaría al Corporativo Chambéry, donde Richard Kennedy ya los esperaba.


El Corporativo Chambéry Inc. era un enorme complejo arquitectónico con forma de un polígono semirectangular hecho en su mayoría de cristal y concreto, dándole un diseño moderno y elegante a la vez. En la entrada había un enorme escudo de color rojo con una cruz blanca en el centro y una estrella dorada en la esquina superior derecha, idéntico al de la ciudad francesa del mismo nombre, con la salvedad que el nombre de la empresa, resaltaba con caligrafía fina en medio del logo de la fábrica de chocolates.

Al llegar a las instalaciones, Leon pagó al chofer y arrastró dos de las tres maletas que llevaban, ya que Claire se ofreció a llevar la tercera. Mientras caminaban por los pasillos de la empresa las miradas indiscretas del personal operativo se posaban sobre los recién llegados, pero sobretodo en la acompañante del hijo del dueño del lugar.

—Creo que vamos a ser la novedad durante mucho tiempo. —Murmuró la menor Redfield a su pareja.

—Después de un rato te acostumbras.

Cuando llegaron al quinto piso del edificio, Leon se plantó frente a la secretaria de antaño de su padre.

—¡Señor, Kennedy! ¡Qué gusto verlo por aquí! —Saludó amable la empleada de su padre.

—¿Cómo estás, Irma?

—Su padre ya los está esperando en su oficina, enseguida los anuncio. —Explicó tomando el teléfono para llamar al Presidente de la compañía.

Antes de cualquier cosa, el varón consideró pertinente presentar a su futura esposa ante todos de viva voz, previo a que se iniciaran los cotilleos incómodos.

—Irma, quiero presentarte a Claire Redfield, mi prometida. —Presentó haciéndole una señal a Claire para que se acercara ya que se encontraba observando tímida a sus espaldas.

La mujer mayor le dedicó una sonrisa cálida a la pelirroja a la cual miró de pies a cabeza con educación.

—Irma McCarthey, para servirle, señorita. —Dijo extendiendo la mano para saludarla.

—Claire Redfield, encantada de conocerla, Irma. —Correspondió devolviendo una sonrisa reluciente.

Después del amigable recibimiento, la asistente de Richard Kennedy indicó a los más jóvenes que pasaran a su oficina.

En el enorme recinto de paredes blancas, muebles de roble, y la alfombra egipcia, se encontraba la Presidencia de la compañía donde el dueño y padre de los Kennedy los esperaba sentado en su enorme silla reclinable.

—Leon. —Saludó poniéndose de pie para saludar a su primogénito.

—Hola, papá.

Ambos hombres se dieron un abrazo fraterno y enseguida los ojos verdes del mayor se posaron en la chica que vestía un abrigo blanco.

—Tu debes ser Claire Redfield. —Intuyó acercándose a ella para presentarse. —Yo soy Richard Scott Kennedy , Presidente de Chambéry Inc. y padre del superhéroe americano. —Expresó con humor y saludando educadamente a la joven de ojos azules.

—Claire Redfield, es un placer. —Contestó con cortesía la ex motociclista.

—Leon me ha contado mucho de ti, no me cabe duda que eres una chica muy linda.

El rubio carraspeó la garganta en señal de que su padre quizás ya estaba hablando de más, ligeramente incómodo.

—Claire, muchas gracias por todo lo que haces por nosotros y por nuestra familia. Tienes mi eterna gratitud y no dudes que te compensaremos por ello. —Agradeció sincero el Presidente de la empresa.

—Me halagan mucho sus palabras, señor. Pero en verdad hago esto de manera desinteresada y…

—Por favor, insisto. Al menos, permítenos hacer amena tu estancia con nosotros y siéntente como en tu casa. —Se empeñó el líder de la compañía para luego dirigirse a su hijo. —Leon, ¿por qué traes cargando esas maletas? Te dije que podía enviarte al chófer al aeropuerto.

—Sabes que nunca me ha agradado tener chófer cuando yo mismo puedo conducir. —Explicó el de ojos azules.

—Como sea, tu camioneta ya está en el estacionamiento para el momento en que quieran ir a casa.

—Creo que nos iremos ahora para instalarnos de una vez. —Afirmó el hijo del socio mayoritario.

—Perfecto, nos veremos en la comida. —Dijo el hombre de negocios mirando su reloj para después despedirse. —Que tengan un lindo día y Claire, bienvenida.

En cuanto salieron de la oficina un empleado llegó para ayudar a ambos con las maletas y conduciéndolos al estacionamiento.

—Tu papá es un hombre muy agradable. —Comentó la menor Redfield a la vez que caminaba de la mano de su prometido.

—Le has caído muy bien.

El trabajador de Chambéry Inc. le entregó las llaves de una Hummer todo terreno en color negro, para después subir las maletas en la cajuela.

—Creí que no te agradaban las camionetas y preferías los coches. —Expresó la pelirroja a la vez que el ex Policía la ayudaba a subir.

—Debido al clima frío y a que la autopista siempre está mojada son mejores para este tipo de terreno, además de tener mayor estabilidad en la carretera. —Explicó a la vez que cerraba la puerta de copiloto y él subía a ocupar el lugar del conductor.

En el trayecto de la Compañía al hogar de Leon, Claire miraba a través de las ventanillas cómo poco a poco se iba desdibujando la mancha urbana para dar paso a las afueras de Vancouver guíados a través de la amplia vereda de asfalto. Después de media hora de trayecto, Leon tomó la primera desviación hacia la derecha donde se apreciaba a lo lejos un enorme portón de herrería que era custodiado por una caseta de vigilancia. El encargado de la entrada al reconocer el vehículo de la familia abrió la gigantesca puerta metálica y la camioneta ingresó sin problema alguno avanzando unos metros más hasta donde se encontraba la residencia.

Desde hacía mucho, la menor Redfield estaba enterada de la lujosa y acomodada vida con la que había crecido el ex Policía de Raccoon City pero jamás imaginó a qué grado. El lugar donde su prometido había pasado sus años de infancia y algunos de juventud eran diez hectáreas de pura opulencia. Un jardín botánico que parecía sacado de un cuento de hadas adornaba la entrada del hogar de los Kennedy; flores de colores formaban diferentes diseños en el suelo, los árboles estaban sembrados en perfecta simetría y podados como si fuesen un espiral. El pasto era verde en su totalidad y una fuente hecha de cantera del tamaño de una piscina estaba al centro del patio, adornada por supuesto con querubines hechos del mismo material, que parecían ser tallados por algún artista del Renacimiento.

Si el jardín era precioso, la fachada de la vivienda lo era aún más.

A pesar de que se notaba que sólo contaba con tres pisos, la extensión de terreno sobre la que estaba construida le daba la apariencia de algún complejo turístico de cinco estrellas, y no de una casa donde reside una familia de cinco personas. La casa era de estilo palacete con un enorme ventanal en la parte frontal, justo por encima de la puerta de madera y cristales de colores que formaban en una especie de vitral la letra "K" mayúscula. En el porche había varios pilares que adornaban el lugar a juego con farolas rústicas que lucían en sintonía con los colores crema y café de la casa.

—Tu casa es enorme. —Exclamó sorprendida la ex motociclista retirada. —Debe tener el mismo número de habitaciones que un hotel.

—En realidad, sólo son ocho habitaciones, pero todas se encuentran perfectamente equipadas; baño propio, sala de estar, comedor…

Claire enarcó una ceja.

"Eso no es una habitación, es toda una casa dentro de otra casa." Pensó sorprendida la menor de los Redfield.

En cuanto se detuvieron en el estacionamiento de la residencia, Leon apagó el motor y estaba a punto de bajar cuando notó la ansiedad de su compañera.

—¿Estás bien?

Cuando la activista aceptó hacerse pasar por la prometida de su mejor amigo para después fingir una boda y una relación amorosa falsa, no creyó que esto le terminara resultando tan difícil. El estilo de vida de Leon que no era muy diferente al de la realeza se estaba imponiendo ante ella y eso le ponía los pelos de punta. Sobretodo lo que el resto de la familia pudiera pensar.

—Sí. Sólo estoy nerviosa.

El rubio notó el temblar de la mandíbula de su compañera y sabía que ella estaba minimizado la situación.

—Escucha, Claire, no tienes que hacer esto si no quieres.

—Quiero hacerlo, sólo estoy nerviosa por lo que pueda pensar tu madre y tus hermanos. Ellos no saben que estoy aquí ni de mi existencia.

Leon suspiró y trató de comprender a la pelirroja. Sabía que esto no era fácil para ella y se detuvo a pensar cómo podría facilitarle las cosas a su compañera.

—Escucha, si quieres, puedo hablar primero con mi madre y decirle que estás aquí y contarle todo. No me agrada la idea de dejarte aquí en el auto, pero, si eso te hace sentir más tranquila.

—Por favor, hazlo. Me harías un gran favor. —Pidió ella con ojos suplicantes.

El varón asintió y le dio un cálido beso en la frente a su prometida.

—No tardaré.

Dejando la calefacción encendida bajó del vehículo para caminar hacía la entrada de la vivienda mientras Claire lo miraba expectante desde su asiento. Caminó por el salón con la mirada puesta en el piso de mármol cuando notó a un par de empleados que limpiaban la chimenea lo saludaron gustosos, al parecer en casa ya esperaban la llegada del hijo pródigo.

Caminó hacia el ala oeste de la Mansión donde según los trabajadores de planta le indicaron que se encontraba su madre.

Sentada en el sofá revestido de colores dorado y perla, Leon alcanzó a distinguir la figura de su madre pero a la vez, notó que platicaba amenamente con alguien más.

Al notar la presencia de un tercero, la mujer mayor volteó a mirar a sus espaldas para ponerse de pie automáticamente al reconocer la figura de su primogénito.

—¡Leon, cariño!

—Hola mamá.

La mujer se echó a los brazos de su retoño y le dio un beso en la mejilla para después mirarlo de pies a cabeza.

—Hijo, ¿que acaso vienes de limpiar una cloaca? —Cuestionó al observar los jeans desvencijados, tenis deportivos y la cazadora sencilla que llevaba puesta.

—He estado en una cloaca, madre. Pero hoy vengo de un vuelo de cinco horas y media para después manejar alrededor de treinta minutos desde la empresa hasta aquí.

La matriarca de la familia puso los ojos en blanco ante el comentario de su primogénito y agregó;

—No importa, tu ropa nueva está en tu habitación. —Y después de darle otra sonrisa de orgullo a su hijo, continuó: —Aún no puedo creer que tu padre te convenciera de volver a casa y tomar la dirección de la compañía.

—Yo tampoco, mamá.

—Haces falta aquí, querido. En fin… Como sabíamos de tu llegada, mira quién llegó para visitarte. —Anunció con entusiasmo la mujer para tomar de la mano a su hijo y llevarlo con la invitada con la que estaba hablando hace unos momentos.

Acto seguido una dama que estaba sentada en el sofá de junto, se puso de pie. Se trataba de una mujer de más o menos la misma edad de Leon, alta y exuberante. De cabello castaño, ojos verdes y piel ligeramente bronceada. Facciones finas, ojos almendrados y una sonrisa encantadora. Toda una belleza de mujer enfundada en un vestido de diseñador que se ajustaba perfectamente a sus curvas. Se trataba de Stacy Watson, hija de una de las accionistas minoritarias de Chambéry y ex novia de Leon antes de que partiera a Estados Unidos.

Stacy se acercó con paso firme a su ex novio para saludarlo con evidente coquetería.

—¡Leon! ¡Qué gusto volver a verte! —Saludó para después lanzarse sobre él en un abrazo efusivo. —No has cambiado nada.

"Mierda", pensó el ex Policía de R.P.D.

—Stacy ¿Cuánto tiempo? ¿Cómo estás? —Saludó con fingida cortesía.

—¿Acaso no es maravilloso que hayan vuelto a reunirse después de tanto tiempo? —Comentó Meryl cruzándose de brazos.

—Por supuesto que lo es, Meryl. Estaba ansiosa por volver a ver a Leon. —Celebró la llamativa señorita.

—Sí, es un gusto. Mamá ¿puedo hablar contigo un segundo? —Pidió el rubio apartándose unos pasos de distancia para llamar a su madre. —¿Nos disculpas unoa momentos, Stacy?

—Por supuesto, cariño. El tiempo que necesiten. —Contestó amable y guiñándo un ojo, sentándose nuevamente en la sala, cruzando descaradamente una pierna con la otra para levantar un poco más la falda de su vestido.

El mayor de los hijos Kennedy se apartó una distancia prudente para que nadie pudiera escuchar la conversación que iba a tener con su madre.

—¿Quieres decirme por qué te estás comportando tan grosero con Stacey? Es nuestra invitada y en esta casa tenemos modales. —Regañó bastante molesta la mujer que vestía un traje de diseñador y botines altos.

—Mamá, ¿por qué invitaste a Stacy a la casa?

—Creo que sabes que soy muy amiga de su madre y le conté que vendrías de regreso. Quería verte y la invité a pasar unos días con nosotros.

—¿Ah sí? ¿Con qué propósito? —Reclamó bastante molesto.

—Soy tu madre y a mí no me hables en ese tono. —Reprendió alzando su dedo índice en son de amenaza.

—Por favor, mamá. Contéstame. —Insistió comenzando a impacienterse.

—Conoces muy bien las reglas y las políticas de la empresa, para subir a la presidencia tienes que estar casado y Stacy es una buena opción. Ya fue tu novia en el pasado y además de que su familia lleva una excelente relación con la nuestra, son también accionistas de una parte de la fábrica.

Leon se llevó una mano a la nuca. De repente sus planes se iban a complicar a niveles insospechados.

—Mamá, ¡¿por qué hiciste eso?! ¡No me voy a casar con Stacy!

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo Stacy? —Cuestionó la mujer mayor.

No tenía ganas de ponerse a discutir con su madre las razones que en el pasado lo habían llevado a ponerle fin a su relación con la exuberante hija de los Watson, así que sería práctico e iría al grano.

—Si hubo una razón de peso por la cual decidí renunciar a todo esto en el pasado y hacer mi vida por mi cuenta es porque todos aquí quieren decidir mi futuro. —Señaló bastante enojado. —Ya me obligaron a tomar la presidencia y a casarme, pero no van a obligarme a hacerlo con alguien que no quiero. No voy a tener ningún tipo de relación con Stacy y voy a casarme con mi prometida. —Determinó con autoridad, poniéndo las cosas nuevamente en su sitio.

—¿¡Qué?! —Replicó Meryl incrédula.

—Lo que escuchaste, mamá. Tengo una prometida y voy a casarme con ella, y más vale que la acepten. Voy por ella en este momento.

Y dándose media vuelta, el hijo mayor de los Kennedy dejó a su madre a la mitad del salón, incrédula e iracunda por la noticia repentina que su primogénito le había notificado.