No me puedo escaquear, estoy atrapada en esta locura.
Cuando termino de decir aquello, ellas deciden que lo lógico es mirarme como si estuviera completamente loca, como si dentro de mi cabeza no hubiera ni una sola neurona funcional. Me da algo de vergüenza admitirlo, pero no es la primera vez que me miran de esta manera, normalmente es porque suelo fingir que los comentarios honestos y sarcásticos que hago son pura torpeza, que las cosas que suelto es porque se me han escapado y son solo pensamientos intrusivos que no puedo controlar, me suelo aprovechar de lo poco que se espera de mí, hace que sea fácil tomar ventaja y es más complicado decepcionar y que te carguen con trabajo innecesario, pero ahora mismo me toca las narices que me estén mirando de esa manera porque, llámame loca si se te apetece, pero no creo que mi pregunta sea una locura. Si te enteras que el mundo entero depende de ti y que te tienes que tirar de cabeza a un peligro colosal ¿no te gustaría saber si te puedes hacer a un lado?
—¿Escaquearte? ¿Por qué querrías hacer eso? —me cuestiona incrédula Rapunzel, yo parpadeo algo atontada por su pregunta.
—Pues... porque no me quiero morir, ¿sabes? —le respondo con lentitud, hablándole despacio y claro por si acaso, no vaya a ser que la pobre es tonta y no se entera de las cosas si se lo dices muy rápido—. ¿Has oído lo que dice esa profecía? Yo paso de toda esa locura.
—¡Pero tienes que hacerlo! —insiste, parece que está perdiendo la paciencia—. La profecía habla específicamente de ti, Anna ¡Nunca antes había visto una profecía tan clara! Solo tú puedes hacerlo, seguramente con la ayuda de alguien de mi cabaña ¡Incluso podría ayudarte yo!
Hago una mueca muy pronunciada. —Pero... es que paso olímpicamente, nunca antes mejor dicho, de tener que salvarle el trasero al Olimpo. Quiero decir, la única relación que tengo con ellos es mi madre... y ella me abandonó y me trata como si fuera el mayor error de su vida.
Heather se hunde en hombros mientras asiente. —La mayoría de dioses importantes se comportan así, sobre todo si no tienen muchos hijos.
—Heather no estás ayudando —le recrimina Astrid—. Mira, lo entiendo, ser un semidiós es una mierda, estás en constante peligro y seguramente tengas que pasar por una muerte horrible, además que precisamente los hijos del Inframundo jamás tienen buenas vidas...
Aprieto con fuerza los labios mientras sudo frío, dioses santos, todo eso suena horrible, quiero largarme ahora mismo. Astrid entonces se acerca más para colocar su mano en mi hombro, apretujándome levemente, no me puedo creer esto, pero aparentemente hay un pero en cierto punto positivo después de toda esa locura que supuestamente me aguarda.
—Pero te jodes —suelta bruscamente, recibiendo el regaño de las otras dos y haciendo florecer mis ganas de apartarme, pero ella me sujeta con más fuerza—. La profecía habla de ti, tendremos que lidiar con Haddock sí o sí y supuestamente eres la única que puedes lidiar con ello. Y si no descubrimos por qué diantres Hiccup nos quiere matar, no sabremos qué diantres le pasó a Elsa.
Aprieto los puños y tomo aire solamente para asegurarme de no dar a entender que he estado fisgoneando la habitación y que he visto las fotos. —¿Qué quieres decir con todo eso? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Es Rapunzel quien me responde. —Creemos... creemos que hay algo que no nos están contando... que Elsa esté... que ella esté muerta y que Hiccup ahora vaya en contra del Olimpo... eran pareja, se querían muchísimo, Hiccup la adoraba... hay algo que no nos están contando, hay una razón por la que ahora Hiccup supuestamente esté en nuestra contra.
—Y no podéis, no sé ¿llamarlo? ¿localizarlo para saber qué pasó? Suena a que estaría solo enojado con el Olimpo.
Astrid ladea la cabeza y frunce el ceño. —Has leído lo que hay escrito en sus paredes, ¿verdad? —señala el exterior de la cabaña—. A Elsa la trataban de la mierda aquí, Hiccup lo sabía perfectamente, que decida hacer pagar a quienes más daño le hicieron tampoco es un disparate.
—Todos parecían destrozados por el tema de su muerte —me aventuro a comentar.
—Todos son unos hipócritas —me responde con obviedad—. Solo les afecta que sea una muerte, solo les afecta que estemos lidiando con una nueva gran amenaza, se pondría así con cualquier otro, porque la muerte es algo que todos aquí sabemos respetar, hija de Perséfone.
Me remuevo incómoda. —¿Por qué eso último sonó como un insulto?
—Tal vez lo sea.
—Eso de convencerme de que me quede para cumplir mi misión no te está saliendo del todo bien, me estás motivando a pillar mis cosas y volver a mi casa.
—¡Ja! Buena suerte intentando hacerte a un lado, créeme, terminarás en medio de esa locura tarde o temprano, lo mejor es que te quedes, que entrenes todo lo necesario, que aprendas a manejar esos poderes tan peligrosos que tienes.
No puedo evitar fruncir el ceño ofendida. —Ya os he dicho que lo de Rapunzel no fue más que un accidente.
—Exacto —intercede Heather—, fue un accidente que no se puede repetir, Anna, tienes que quedarte, aprender a controlar tus poderes y luego comenzar la misión por el bien de todos nosotros.
No puedo evitar mirar lentamente la cabaña, sintiendo que así podía ver los mensajes que dejaron con pintura roja en aquellas preciosas paredes blancas, sintiendo que podía entender de alguna manera todo lo que aquella chica muerta, Elsa, debió haber sentido mientras estaba en el Campamento, todo por lo que pasó, todo lo que hizo para al final morir sin terminar la misión que le permitiría volver a verse con sus amigas en el Más Allá. No puedo evitarlo, pregunto sin pensar por qué la odiaban tanto. Las veo removerse.
Veo como Heather suspira pesadamente antes de responder. —Hace unos quince años el Olimpo se enfrentó con una de las titanes primordiales, la madre de todos, Gea, la Madre Tierra, algunos dioses menores se pusieron de su lado para combatir a los Olímpicos y acabar con sus hijos, entre ellos Quíone, la diosa de las nieves y el invierno, hija de Bóreas... la madre de Elsa.
Rapunzel se abraza a sí misma mientras continúa lo que Heather dejó en el aire. —Muchos semidioses murieron por culpa de Quíone, muchos niños jamás volvieron a casa... muchos hermanos se perdieron y, bueno, no puedes enfrentarte directamente a los dioses, por muy menores que sean, sin importar que tan poco relevancia tengan... pero a otra semidiosa si te puedes enfrentar, sobre todo si incluso el Olimpo la desprecia, sobre todo si es la única, sobre todo si todo el campamento está de tu lado. Elsa era un blanco fácil, alguien en quien concentrar toda la rabia que tenían en común...
—Y teniendo en cuenta que los propios directores de este maldito lugar tampoco les importaba nada de lo que pudiera llegar a pasarle.
Jugueteo un poco con el bordillo de mi camiseta antes de atreverme a seguir hablando. —Entonces... esos dos, Dioniso y Quirón, lo único que realmente les importa es que salvemos el trasero de los Olímpicos.
Astrid asiente con molestia. —Bueno, además Dioniso es uno de los 12 Olímpicos, y siempre nos ha dejado en claro que nunca le hemos importado en lo absoluto, tan solo se preocupa por sus hijos, no hay nada más que realmente le angustie .
Tiro de mi cabello hacia atrás, llena de frustración y ganas de mandar a tomar por viento a todo aquel que se me cruce por el camino. —Repito, ¿esta es vuestra manera de convencerme de que me quede para cumplir la misión? Porque todo lo que constituye este mundo oculto está tan mal que realmente creo que sería mejor que lo dejara derrumbarse bajo el peso de sus propios errores.
Se me quedan mirando en completo silencio, levemente asustadas por todo lo que acabo de decir, se miran entre ellas por unos segundos y finalmente es Astrid quien decide responder a mis más que lógicas dudas mientras frunce el ceño y se cruza de brazos.
—Vosotros los niños del Inframundo dais miedo.
—¡Solo digo las cosas como son! ¿¡Qué más da que doce idiotas pierdan su poder que no beneficia a nadie más!? ¿¡Por qué venís a este campamento si está lleno de imbéciles que os dificultan la vida!? —me detengo bruscamente, pensando entonces en lo obvio—. Si todo el mundo odiaba tanto a Elsa, si incluso esos 12 sujetos todopoderosos la despreciaban... ¿por qué seguía viniendo aquí? ¿Por qué no se quedaba en casa tan a gusto? Porque honestamente creo que esa es la mejor opción, además que...
Heather me interrumpe bruscamente. —Por dos motivos importantes: primeramente, una vez que sabes lo que eres, una vez te das cuentas por qué hay tantas cosas diferentes en ti en comparación a los mortales, una vez te das cuenta de que eres uno de nosotros, hija de Perséfone, no hay vuelta atrás, una vez lo notas tú, lo notan ellos.
Frunzo el ceño e intento disimular el miedo. —¿Y quiénes son ellos?
—Monstruos —responde Rapunzel, abrazándose a sí misma—. Quimeras, furias, harpías, el maldito minotauro. Anna, los semidioses nunca estamos a salvo. Vale, la mayoría tenemos ciertas habilidades que nos mantienen a salvo, pero ser un semidiós es peligroso, en la mayoría de casos solo consigues una muerte espantosa y dolorosa... Anna, ahora que sabes quien eres, ahora que sabes lo de tu madre... pues ya no hay vuelta atrás, tú y tu familia estaréis en constante peligro y la única forma de mantenerte a salvo es quedándote aquí, entrenando, aprendiendo de lo que te encontrarás allá afuera... y mantener al Olimpo en el poder, permitir que nuestros padres sigan siendo los mandamases es lo que nos mantiene seguros a nosotros. El Olimpo está lleno de idiotas, no te lo niego, pero son el mal menor, todo aquel que antes ha intentado derrocarlos lo ha pensando en eliminarnos a nosotros también.
Mientras me explica todo eso no puedo evitar pensar en lo que Perséfone me había dicho, que me había estado protegiendo tanto de los otros dioses como de los monstruos todo este tiempo. Que me había ocultado para que nadie pudiera hacerme daño, para que nadie se diera cuenta de que existía. Me había dicho que no tenía preocuparme, que si no había pasado nada raro hasta ahora significa que realmente ese peligro era falso, que solo se estaba inventando excusas para justificar haber sido la peor de las madres... pero si en verdad había algo de lo que ocultarme, si ella realmente me ha estado protegiendo ¿qué será de mí una vez esa protección se vaya por darle la espalda a mi madre? ¿qué será de mi padre?
Bufo molesta ante ellas, maldiciendo por lo bajo y aguantándome las ganas de llorar de la rabia. La voz de Astrid vuelve a llamar mi atención.
—Y, por segundo motivo, porque Elsa era definitivamente mucho mejor persona —señala con obviedad.
Frunzo el ceño con rabia. —¿Qué significa eso?
Heather se hunde en hombros con obviedad. —Elsa sabía que tarde o temprano llegaría un nuevo hijo de Quíone, sabía que tarde o temprano alguien tendría que estar en esta cabaña. Si ella hacía lo que le pedían, era buena campista y arregla su imagen, nadie le haría daño a quien viniera después. Algo así deberías tener en mente, si ahora haces las cosas bien y el Olimpo llega a, por lo menos, considerar que no eres una molestia ni una amenaza, significaría que cualquier otro posible hermano tuyo estaría a salvo y en situación mucho mejor.
Asiento irónicamente. —Ajá, sí, genial, esplendido, o, escuchadme por un segundo, mi madre podría no liarse con más mortales porque, ya sabes está como que, pff, casada y todo eso, así que tal si ella no se tira a más humanos y mejor para todos, ¿eh? ¿no suena mejor? Es más, ¿por qué no les obligamos a esterilizarse a todos esos cabrones? Digo, suena como una respuesta eficiente para el problema este de que los semidioses estemos en constante peligro, solo hay que detenerlos de crear más, ¿sabes?
Me miran como si estuviera completamente loca, cuando mi solución seguramente es la más lógica de la historia, seguro que jamás han escuchado palabras tan brillantes saliendo de la boca de nadie.
Heather termina pasándose ambas manos por la cara. —Mira, me rindo, la chica es tonta y eso no se puede arreglar.
—¡Hey!
—Descansa un poco, piensa bien todo lo que acaba de pasar. Mañana comenzaremos a entrenar —me avisa con un tono de voz que me incomoda de lo serio que es.
Niego con la cabeza. —Paso.
—Te vemos mañana, hija de Perséfone —es todo lo que me dice antes de tomar el brazo de Astrid e irse, terminando rápidamente ocultas en la oscuridad.
Rapunzel se queda ahí, mirándome fijamente, jugueteando con las manos y parece que quiere decirme algo, pero me apresuro en interrumpirle porque realmente no pienso lidiar con absolutamente nada de esto. Paso a su lado rápidamente para irme lejos de esta deprimente cabaña.
—Hasta nunca —le digo apresuradamente, pero no llego lejos, siento su cálida mano tomando la mía, tira de mí levemente, no solo suficiente para que ella sola me detuviera, pero no puedo evitar obedecer a su muda orden. Aprieto con fuerza la mano libre—. No —digo firme—, no pienso quedarme, no pienso estar en medio de toda esta locura, ya veré como me las ingeniaré para sobrevivir, pero no pienso salvarle el trasero a un montón de idiotas que no han hecho nada por mí. No pienso sacrificarme por Perséfone, no merece nada de mí.
Ella solo aprieta más mi mano. —Ellos no, definitivamente ellos no. No te pido que lo hagas por ellos, ni siquiera que lo hagas por Elsa, para descubrir qué le pasó exactamente —su cuerpo entero brilla, sobre todo la mano que me sujeta, veo lágrimas brillantes —raro, lo sé— empezando a salir de sus ojos—, pero por favor, hazlo por mí. La profecía habla de que la magia del sol te guiará, yo soy una hija de Apolo, el dios del sol, puedo ayudarte, puedo guiarte... déjame descubrir qué pasó con la chica que me salvó la vida, te lo ruego.
Aprieto con fuerza los labios mientras intento tranquilizar mi alterado palpitar. Suspiro pesadamente y me deshago rápidamente de su agarre porque sentir el candor de sus dedos contra los míos me está poniendo nerviosa.
—¿Dónde dormiré hoy?
.
.
.
Tenía planeado que esta novela Anna y Rapunzel solo tuvieran una relación platónica... pero creo que al final no va a ser así ._.
