Oh, Iduna, cuando te enamoraste ¿sabías que tu vientre sería una tumba?


A Quirón no le gustó en lo absoluto que me pirase de aquella forma de la importantísima reunión en la que supuestamente se estaba intentando decidir cómo sería exactamente mi entrenamiento para cumplir la profecía. Yo me aguanté las ganas de cantarle las cuarentas, más que nada porque no tenía ni la más remota idea de cómo reaccionaría a mi contestación, pero eso no quitaba que estuviera enojada. El muy desgraciado hablaba de mi futuro, de todo el dolor que tendría que afrontar y le costó tantísimo darse cuenta que estuve un largo rato fuera de su ridícula junta de guerra para detener el fin del mundo, parecía que el señor barbudo quería dedicarme una larga reprimenda de que una junta tan importante como esa sencillamente no se abandona de esa manera, pero mi hermanastro Nico di Angelo lo interrumpió de inmediato, sonriente y lleno de emoción al darse cuenta de todo lo que había jugueteado con mis habilidades de semidiosa en tan poco tiempo. Papá normalmente se hubiera sumado a la idea de regañarme para que aprendiese a ser más responsable y empática con las preocupaciones y necesidades de los demás, pero terminó también sumido por la emoción del hijo de Hades, no me podía creer que mi padre, aquel hombre tan normal, pacífico y calmado, estuviera encantadísimo con la idea de que podía atravesar puertas usando las sombras y que podía contaminar el cuerpo de un humano con estas mismas. Eso fue innegablemente extraño para mí, pero muchísimo mejor que tener que soportar las reprimendas que querían impartirme.

Nico consiguió que Quirón finalmente me dejara en paz, dijo que me conseguiría algo para cenar y, mientras empezaban a decidir cuándo empezarían con la preparación para mi cabaña —aparentemente jamás se habían planteado la posibilidad de que alguna vez tuvieran que acoger a una hija de Perséfone—, empezó a encaminarme hacia el único lugar que según él podría sentirse más o menos como un buen hogar mientras tanto.

—No creo que hubiera problema con que te llevara a la cabaña pensada para los hijos de Deméter —me explicaba tranquilamente, con las manos metidas en el bolsillo, mirando fijamente al camino y jamás a mí—, pero creo que es mucho más cómodo que tengas tu espacio personal mientras que estás aquí, además no creo que sea algo ofensivo para él, después de todo ya estamos en la mitad del año en la que Perséfone está en el Inframundo.

Frunzo el ceño ante sus palabras. —No te entiendo, ¿ofender a quién?

—A mi padre —me responde con obviedad, finalmente sus ojos oscuros se centran en mí, puedo sentir un gélido escalofrío recorriéndome por completo, no sé si es por culpa de esos ojos puramente tenebrosos, o por la clara mención al dios de los muertos, Hades, mi padrastro en cierto sentido—. Cuando tu madre confesó tu existencia —empieza a narrar sin motivo alguno, desvío de inmediato mi mirada lejos de él. Me niego a sentirme mal por sus problemas matrimoniales—... has visto su parte más firme, su parte rencorosa. Esa algo tremendamente ridículo, pero creo que no quería verse débil frente a tu padre, no quería sentirse humillado, ya sabes, masculinidad frágil... pero la cosa es que jamás lo había visto así, con ese dolor en los ojos, con toda esa vergüenza. La entiende, o al menos eso creo... entiende por qué le ha engañado, entiende por qué hizo lo que hizo. Se siente culpable.

—Ah, guay —suelto bruscamente—, me alegro que ambos noten que no soy más que un error, seguro que así termina de arreglar su extraño matrimonio, me alegro muchísimo por ellos ¿qué? ¿hacemos un brindis o qué?

Él ignora mis palurdos intentos de hacer bromas. —Creo que en verdad te tienen pena.

Hago una mueca. —Eso no mejora nada.

—Creo que les da pena que tuvieras que nacer de ese tipo de sentimiento. Del rencor de Perséfone —insiste en explicarse, a mí me encantaría quedarme sorda en estos precisos momentos—. Hazel y yo nacimos de verdadero cariño, del interés, incluso de pasión, pero nacimos porque Hades se enamoró... Yo, dioses suena cruel cuando lo digo así, pero creo que yo... que nosotros dos... que Hazel y yo nacimos de los sentimientos más bellos de Hades, nacimos por el lado más bueno de nuestro padre.

Me aguanto las ganas de llorar, me aguanto las ganas de gritarle que se calle, solo aprieto con fuerza los labios. —Yo nací de lo peor de mi madre, de su rabia, de sus celos... soy el producto del odio y el resentimiento.

Espero a que me corrija, a que lo niegue por completo, a que intente consolarme, cualquier cosa digna de un adulto funcional y lógico que entiende que necesito algo de apoyo en este momento. Pero no, no hace nada de eso, me toma bruscamente de los hombros y básicamente me arrastra por unos segundos hasta que llegamos a una cabaña completamente negra que da un miedo que no te imaginas. Me mete bruscamente en la cabaña, enciende la luz y cierra la puerta detrás de él.

—¿¡Qué crees que haces!? ¡Enfermo! —bramo angustiada, asegurándome de apartarme todo lo posible de él, sintiendo el temor carcomiéndome por completo e intentando buscar una forma de escapar.

Él levanta las manos. —Eh, tranquila, tranquila, solo necesitaba un poco la privacidad de la cabaña, hace tiempo me aseguré que estuviera protegida de Hefesto TV.

—¿Hefesto qué?

—La cadena de televisión divina que usan los dioses para enterarse de lo que está pasando en el mundo —me explica apresuradamente, no llego a comprender mucho. Veo que quiere empezar a hablar, pero de momento a otro cambia su expresión—. ¿Te pensabas que iba a hacerte algo?

—¡Me metiste a la fuerza a un cabaña y cerraste la puerta! ¡Me asustaste!

Lo siguiente me lo dijo con una obviedad que fue extremadamente molesta. —Soy tu medio-hermano.

—Me. Asustaste. —le repito, yendo más despacio y remarcando cada una de mis palabras, cruzándome de brazos—. Da igual, ¿qué es lo que quieres que no escuchen los dioses?

—Que algo está mal —me dice sin tapujos ni más esperas—. Algo está muy mal con respecto ese hijo de Poseidón y su supuesta amenaza al campamento. Algo no cuadra en lo absoluto y tenemos que descubrir qué es antes de que te manden a matarte con ese lunático.

Me remuevo incómoda. —Me han dicho lo mismo, las chicas que se fueron de la reunión, las amigas de esa chica que ha muerto, Elsa. Ellas también han dicho que todo el tema les huele a chamusquina.

—Y vaya que se nota —asiente firmemente—. Lo que os ha contado Dioniso no concuerda con lo que sabemos en el Inframundo, no concuerda con lo que nos ha contado Deméter. El señor D asegura que ese muchacho viene a acabar con todos nosotros, con todos los campistas, pero Deméter asegura que es el Olimpo y los dioses los únicos en peligro. El señor D no ha querido explicar en lo absoluto qué ha pasado, cómo ha muerto; pero a Deméter se la ha escapado que es culpa de Zeus.

Frunzo el ceño mientras me abrazo fuertemente a mí misma. —¿Y qué significa todo eso? ¿Qué ha pasado en verdad?

Nico di Angelo me mira fijamente con esos ojos tenebrosos que, no hay duda alguna, han visto lo peor del mundo. Pero aquella mirada digna de la Parca se va en cuanto suelta un pesado suspiro.

—Que el Olimpo nuevamente está escondiendo su basura mientras obliga a niños a arreglar sus problemas —me dice, rendido, agotado, mientras se pasa una mano por el rostro—. Tengo que hablar con mi padre, tengo que intentar sacarle algo a Deméter, en cuanto descubra algo, lo que sea, te lo haré saber... Esta supuesta nueva guerra no tiene ni pies ni cabezas, no pienso dejar que niños moráis solo por que los dioses no saben manejar correctamente sus malditos problemas... Hazel y yo haremos lo que haga falta para evitarte las desgracias de la guerra, Anna.

Tiemblo un poco por la seriedad de su mirada, tiemblo muchísimo más por como su mano, huesuda y tremendamente fría, se apoya en mi hombro. Pero me calmo, él logra que me tranquilice un poco, solo porque en lo profundo de esos ojos oscuros como las fauces del averno, soy capaz de notar aquello que me dejó completamente en claro que sus palabras eran innegablemente honestas. Miedo, Nico Di Angelo tenía miedo, no por la guerra que se avecinaba, no por todo lo que podía suponer la amenaza de ese tal Hiccup, sino que era miedo por lo que podría pasar conmigo, miedo de que en verdad estuviera viendo como los dioses lanzaban a una nueva generación contra sus enemigos como carne para cañón.

Yo le importaba a mi hermanastro, él se preocupa por mí, lo hacía de verdad.


Menudo día de mierda, colega, pero, oye, la comida no estaba tan mal la verdad. Me tocó muchísimo las narices eso de que tenía que arrojar comida al fuego por los dioses, manda narices, de qué diantres servirá eso. Un chico alto y bastante guapo de la cabaña de Hermes me lo explicó bastante bien.

—No les basta con ser omnipresentes y todopoderosos —me dice sonriente, pero la amargura se le nota en cada poro—, necesitan sentirse apreciados.

Su nombre era raro, dijo que se llamaba Eugene, y no podía esperar a irse a la universidad y escapar de toda esta locura. Me sentí tremendamente tentada de decirle que me llevara a escondidas con él, pero en ese preciso momento pude ver a Rapunzel por el rabillo del ojo, por lo que cerré la boca, recordando la tontería que había prometido.

Me ponía de los nervios la manera en la que Rapunzel brillaba y destacaba. Su rubio cabello era larguísimo y tan sedoso que tenía que contenerme muchísimo para no correr en su dirección y empezar a juguetear con sus mechones, sus ojos verdes me deslumbraban como si en verdad fueran dos linternas coloridas apuntándome directamente a la cara, la sonrisa que en estos momentos forzaba en su rostro me estaba enloqueciendo, porque, los dioses sabrían por qué, me estaba matando por dentro. Incluso me estaba indignado ¿por qué no podía dar una sonrisa más genuina, más honesta? No estaba pidiendo mucho ¿tanto le costaba hacer eso por mí?

Wow... wow, sí, sí, ya me escuché a mí misma y lo delulu que estoy. No volverá a pasar, colega, perdona por eso.

Una amiga suya, seguramente su mejor amiga, estaba muerta y yo me estaba quejando y enojando porque ella no quería sonreír de verdad ¿qué diantres me ocurre? Te juro que no suelo comportarme de esta manera, yo no soy así, no sé de dónde diantres vienen estos pensamientos intrusivos tan extraños, pero ojalá se detengan pronto o por lo menos a tiempo para que ninguno se me escape en voz alta.

Ceno a solas, en una mesa terriblemente alejada del resto, oculta casi por completo por profundas sombras que seguramente hacen que me vea rarísima —dudo mucho que yo, señorita trencitas rojas, se vea mínimamente intimidante de ninguna manera posible—. Quirón insistió que Nico llevara a papá a una zona segura, porque aparentemente nuestro hogar, sin la protección que mi madre había puesto todos estos años sobre mí, ahora era todo lo contrario a un espacio en el que puedes andar tranquilamente sin temer que salga un monstruo griego a devorarte. No fue una despedida muy lacrimógena, papá no lo permitió, insistió muchísimo con que vendría a visitarme en cuanto pudiera, que no dejaría que estuviera mucho tiempo aquí sola, y teniendo en cuenta de que Nico había prometido algo similar, creo que es justo decidir confiar en que así será.

Justo como la cabaña que usaré momentáneamente, esta mesa es de Hades, no de Perséfone. Está llena de polvo pero es mucho más firme y nueva que cualquiera de las otras mesas que he visto de reojo, en el extremo interior izquierdo, justo donde estoy sentada, alguien había tallado un corazón bastante cutre que dentro ponía N + W, no soy tonta, sé reconocer aquella marca como el legado de algún enamoramiento por el que pasó Nico, me pregunto cómo llegó a terminar esa relación.

Siento que me miran de reojo y me evitan mientras camino hacia la cabaña de Hades, solo por unos minutos llegué a sentir la mirada fija de Rapunzel sobre mí. Dios, esos ojos de verdad que brillan, como dos maros que te guían a través de una noche tenebrosa en la altamar. La preocupación inunda su expresión, espero que sea porque está realmente preocupada porque, ya sabes, colega, hay una maldita profecía que dice que tengo que salvar el mundo; pero seguramente le da miedo que decida mandar todo a tomar por viento y escape lejos de toda esa locura.

Incluso cuando ya estoy recostada en mi cama esa idea martillea mi cabeza. Escapar, escapar lejos de todos, escapar allá donde esta locura no pueda alcanzarme.

No esperaba soñar con alguien que había tenido esa misma idea.

Aparecí en un apartamento sencillo, sonrío al darme cuenta de las tiernas decoraciones que indicaban que alguien vivía allí y disfrutaba de su vida —perdona, le tengo bronca a la gente minimalista. Ponle color a tu casa, no te va a matar algo de vidilla—, estoy en la sala y tarde me doy cuenta de que hay una muchacha sentada en el sofá que tengo justo al lado.

La distingo rápidamente, una versión mucho más joven de la madre de Elsa. Con su cabello castaño atado en una desordenada coleta, sentada mientras lee un libro, cubierta por una manta celesta. Se ve tan tranquila, tan cómoda, tan segura de que todo está perfectamente en su sitio, que nunca le pasará algo terrible.

Una fuerte ventisca helada abre bruscamente las ventanas de la sala, alzando hasta que rozan el techo las cortinas blancas que las cubrían. Me llevo un buen susto por ello, pero aquella mujer responde con una risilla, volteo hacia ella y me quedo boquiabierta al ver que ahora hay otra mujer en la escena.

Es una mujer de una larga melena negra, se extendía hasta debajo de su cintura, estaba completamente suelta, permitiéndose fundir con el largo abrigo negro que llevaba puesto y cubría su traje levemente informal blanco. Parecía la secretaría del invierno, encargada de que todo poco de nieve caiga donde deba de caer para evitar la completa anarquía.

Los ojos de aquella mujer eran tan azules como los de Elsa, pero mucho más maliciosos y distantes, una oscura mirada afilada que tan solo parecía relajarse un poco cuando observaba a su amante. Doy por hecho que evidentemente son amantes porque ahora mismo la madre de Elsa está tirando de la nuca de la señora secretaria para atrapar sus labios en un beso tierno. Desvío rápidamente la mirada, soy metiche, no fetichista, tampoco es mi plan ver como dos adultas jóvenes se comen los morros la verdad.

Debí de intentar mirar algo de las marcas del suelo, así me hubiera preparado mejor para el tirón que de momento hizo que cayera hacia atrás, quise soltar un grito por como todo se puso oscuro, pero no me dio tiempo. Al siguiente segundo estaba sentada en una silla increíblemente cómoda, mirando fijamente a la mujer más hermosa que había visto en toda la vida.

Se parecía muchísimo a Rapunzel, pero mucho más adulta, tal vez de unos veintipocos. Su cabello era larguísimo, igual de sedoso y radiante, suelto para que cada mechón cayera delicadamente como mejor lo prefiriera. Su piel cubierta de pecas estaba un poco más bronceada, pero sus ojos verdes brillantes eran idénticos a los que había visto antes de irme a dormir, y en su rostro encantador se dibuja una sonrisa algo nerviosa que de inmediato se vuelve radiante.

—Bien, bien. Iduna y Quíone están justo donde las necesito, todo está yendo de acuerdo al plan —balbucea mientras le toques a la mesa donde se apoya la pantalla en la que está viendo la escena en la que acabo de estar. No puedo evitar hacer una mueca de desagrado, esa no es ni de broma la voz de Rapunzel, ni siquiera podía dar por hecho que era la voz que tendría como adulta —aunque creo que es bastante lógico dar por hecho que no estoy viendo a una Rapunzel de unos cuantos años más—, era una voz más dulzona, más nerviosa y algo aguda. La voz de alguien que se intenta convencer de que todo está bajo control—. Todo va bien, todo está bajo control —ja, que lista que soy—. Solo tengo que esperar un poco más, solo unos meses más y entonces —la escena de la pantalla cambia por completo, ahora muestra un desolado paraje de gente congelada, estática para siempre en una sola pose, y un enorme bloque de hielo sin forma clara destacando sobre todo—. Entonces finalmente saldrás de allí, pequeño hijo de Poseidón... mientras no te quejes mucho con tu padre... sí, sí, definitivamente todo saldrá bien, todo saldrá bien —la veo tirando de su cabello hacia atrás, tomando mucho aire para tranquilizarse—. Obtendrás lo que me pediste. Una muchacha hermosa, descendiente de Dorieo, descendiente mía, toda para ti.

La mueca de mi rostro se acentúa y las ganas de vomitar golpean mi garganta, ¿qué diantres significa eso?

A ver, no soy tonta, puedo sumar dos más dos. Esa mujer era la madre de Elsa, la secretaría de la nieve era su otra madre, Quíone. No tenía ni idea quién era esta otra señora con cara de Rapunzel, pero es evidente que de alguna forma está relacionada con Iduna y que, por algún motivo, ha maquinado todo el enamoramiento entre esas dos para... ¿para entregar a Elsa luego a ese hijo de Poseidón?

Un recuerdo me golpea repentinamente como si fuera un puñetazo en la cara ¿lo peor? Me lo repetía la horrible voz de Hades.

Hiccup Haddock, hijo de Poseidón, le ha declarado la guerra al Olimpo y a este Campamento.

Vale, ¿qué narices está ocurriendo?

La antepasada de Elsa, la chica que ha muerto, orquestó el romance de sus madres para que ella naciera y así entregarla a Hiccup Haddock, su novio, con quien se había ido a una misión, misión de la que no va a volver jamás.

La voz de Hades vuelve a hablarme, ahora para resumir todo incluso mejor.

Una niña nacida para morir.


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Lo sé, lo sé, lo siento por no actualizar, he tenido unas semanas de exámenes de la mierd* y literalmente han habido días en los que sencillamente no podía más con mi cuerpo como para ponerme con este capítulo.

Al menos tenéis algo un poquillo más largo de lo usual, espero que eso sea suficiente para perdonarme.

Anna viendo a Afrodita como una copia de Rapunzel porque jeje, ahora me gustan más ellas como pareja e incluso me estoy planteando cambiar muchas obras en borradores para que estas dos estén juntas.

Nico Di Angelo mi niño bello eres el mejor hermano mayor del mundo mwah mwah

Anna siendo el producto de la rabia de Perséfone va a marcar muchísimas cosas.

Me da gracia pensar en Anna enterándose de las cosas como algún lector que se ha encontrado primero con esta secuela y no está entiendo nada xd

Mentiría si dijera que el título no está basado en ese post de Tumblr que habla de María y Jesús "(...) Porque la cosa que acunaban sus brazos no era un bebé, era un sacrificio: nacido entre los otros animales que balan cuya sangre algún día será derramada en nombre de quién lo demanda. La noche es muda por la anticipación. María, ¿lo sabías? ¿Sabías que tu vientre era también un tumba?"

No Tumblr haciendo que me sienta mal por la gente que me causó trauma religioso lmao.