Notas de la Autora: Oh por dios! Ya estamos en el primer capitulo de la tercera historia de la Saga de Herencias! Que emoción! Y bueno, comenzamos de forma un poco intensa esta vez jajaja Espero que lo disfruten! Que nervios!

Y muchas gracias por su apoyo y comentarios! Ya saben que siempre leo, y a los que se puede les contesto en el apartado designado a ello! Así que en esta ocasión gracias a CIELO-BL, giulianacontesso, Macka14, AnataYume y Abril Elena por sus comentarios!

Y ahora no quiero retrasarlo más, así que, espero que lo disfruten! :D!

Disclaimer: Ya saben que nada de este mundo me pertenece, todo es de la queridísima J.K. Rowling, yo solo lo manipulo para mi entretenimiento :D


Capítulo 1: El Velo De Admiración

- Has estado muy silencioso desde que subimos al auto – comentó suavemente Narcisa, mirando de reojo a su hijo que miraba de forma distraída por la ventana del elegante auto que los llevaba hacía la Mansión Malfoy.

- Pienso – respondió lacónicamente Draco.

- Sí, me doy cuenta de ello – convino Narcisa, y no quiso presionar a su hijo, sabiendo que cuando éste se sintiera preparado, hablaría con ella.

El resto del camino fue de aquella misma forma, silencioso, con ambos perdidos en sus propios pensamientos.

- ¿Papa está en casa? – preguntó de pronto Draco, cuando faltaba poco para llegar.

- Había salido esta mañana. Seguramente aún no habrá regresado – le respondió Narcisa, mirando de reojo como su hijo asentía con la cabeza.

Nuevamente Draco no volvió a decir nada hasta que por fin llegaron y entraron a la lujosa Mansión.

- Me gustaría hablar contigo, madre – le pidió.

Narcisa asintió con la cabeza.

- Vamos al estudio – le ofreció, y precedió el camino hacía aquella estancia enorme y elegante, que en una orilla tenía un reluciente escritorio de madera negra, y en la otra una cómoda y pequeña sala de dos plazas frente a una chimenea – Siéntate – le ofreció, sentándose ella misma en una de las butacas.

Una Elfina se apareció con una tetera y dos tazas, que dejo sobre la mesita central antes de servir el té. Luego, en ese mismo silencio, desapareció, sin darse cuenta de que era observada atentamente por Draco.

- Te escuchó – le animó su madre, que no había dejado de ver a su hijo. Se estiro para tomar su taza, y le hizo un gesto con la cabeza a su hijo para que tomara la suya.

Draco tomó la taza y le dio un trago sin decir nada, porque realmente aún estaba tratando de organizar sus ideas para saber cómo decirle lo que pensaba a su madre. Paladeo un poco el té antes de animarse por fin a hablar.

- ¿Sabías que papá perdió a su Elfo Domestico Dobby? – le preguntó entonces, conectando por fin aquellos ojos grises, con los azules de su madre.

Narcisa comprendió que, con esa pregunta, Draco estaba dándole dos opciones si sabía la verdad: decirla, o fingir, pero también conocía muy bien a su hijo, no por nada lo había educado incansablemente durante 13 años. No podía mentirle.

- Si, lo comentó – respondió asintiendo con la cabeza.

- ¿Qué comento? – quiso saber Draco.

- Algo sobre el hecho de que lo había perdido por culpa de Harry Potter – le explicó, no queriendo aún entrar en demasiados detalles, hasta no saber realmente lo que su hijo pretendía. Pese a todo era una Slytherin, y debía ser cuidadosa, no porque temiera de su hijo, sino porque temía que su hijo supiera verdades que aún no estaba preparada para contarle.

Draco perdió momentáneamente su mirada en el té, pero Narcisa no interrumpió sus pensamientos y espero pacientemente.

- Mi padre hizo algo terrible – comentó entonces.

- ¿Algo terrible?, ¿Cómo estás tan seguro de eso, Draco? – quiso saber Narcisa.

- Nos llevó mucho tiempo descubrirlo… Pero Dobby fue la pieza clave para entenderlo todo – le aclaró Draco, enfrentando la mirada de su madre, y Narcisa se obligó a mantenerse firme y tranquila ante aquella mirada atormentada que su hijo le dirigía.

- ¿Cómo?, explícame – le pidió la mujer.

- ¿Recuerdas lo que te pedí con referencia a Dobby a inicios de año? – le preguntó Draco, y Narcisa asintió con la cabeza – Descubrimos que quien estaba abriendo la Cámara de los Secretos era el Señor Tenebroso en forma de un recuerdo guardado en un diario que mi padre dejo en el caldero de Ginevra Weasley cuando los encontramos en la librería el año pasado –

Narcisa trato de contener el asombro y el nerviosismo que la invadió cuando escucho eso.

- ¿Cómo estás seguro de eso? – preguntó.

- Yo no lo sabía. Escuche a Harry diciéndoselo a mi padre, porque fue él quien lo vio echando un libro en el caldero de la niña Weasley, aunque al inicio no sabía lo que era ese libro – le explicó Draco – Mi padre jamás lo acepto, pero tampoco lo negó y enfrento a Harry amenazándolo por decir aquello –

Pese a toda su educación, Narcisa no pudo evitar cerrar momentáneamente los ojos, apoyando la taza de té sobre su pierna para evitar que temblara en su mano. Parecía que aquel momento que tanto había temido, por fin había llegado, y sabía que pese a lo mucho que lo deseara, no era un tema que pudiera o debiera negarse a responder.

Para Draco, aquel gesto de su madre dijo más de lo que pudieron haber dicho mil palabras, y él mismo noto que aquello le hizo sentir más ansioso.

- Mi padre le dio ese libro que contenía un recuerdo del Señor Tenebroso, a una niña inocente – hablo, tratando de que su voz no temblara como finalmente sucedió – Mi padre ayudo al Señor Tenebroso a llegar a Hogwarts, a atacar a otros magos, a alcanzar incluso a Harry Potter, su enemigo número uno… –

Narcisa abrió los ojos con pesar, sintiéndose aún más mal cuando aquellos ojos grises como la tormenta le enfrentaron.

- ¿Por qué, madre? – preguntó Draco, y Narcisa tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad, para no apartar la mirada.

- Hijo, hay cosas que no entiendes de todo esto – comentó a decirle.

- ¡Entonces explícamelas! – le pidió Draco, dejando la taza sobre la mesita - ¡Necesito entenderlo, madre, porque de lo contrario, estoy comenzando a pensar cosas terribles de mi padre! –

Sin poder evitarlo, Narcisa volvió a cerrar los ojos al escuchar a su hijo, pero esta vez no tardo tanto en volver a enfrentar la tormentosa mirada gris. También dejo la taza de té en la mesita.

- No creo que tu padre haya tenido esa intensión – le quiso explicar.

- ¿Entonces cuál fue su intensión? – le preguntó Draco, sintiendo un cierto alivio ante las palabras previas de su madre.

- No estoy del todo segura – confeso Narcisa algo apenada – Tu padre no me cuenta todo lo que sabe o hace, hijo –

- Entonces realmente no lo sabes… - murmuró Draco hundiéndose en su asiento con desaliento al escuchar aquello.

- No creo que tu padre hubiera dejado ese libro en el caldero de Ginevra Weasley, de saber lo que contenía – quiso explicarle Narcisa.

- ¿Por qué no? – cuestiono Draco, pero Narcisa rehuyó su mirada, lo que le puso más en alerta – Madre – la presiono un poco más para que respondiera, y Narcisa suspiro pesadamente.

- Porque si tu padre hubiera sabido que había un fragmento del recuerdo del Señor Tenebroso, no se hubiera desecho de él – respondió por fin, sin poder mirar a su hijo a la cara, incapaz de ver aquella confusión.

- ¿No se hubiera desecho de él…? – repitió Draco, sintiendo un vacío en el estómago - ¿Qué estas queriendo decir con eso, madre?, ¿Por qué mi padre guardaría algo que es de un ser tan repulsivo como él? –

- Draco, en el pasado sucedieron muchas cosas que no entenderías – quiso explicarle Narcisa, sin poder soportar aquel tono ansioso que su hijo casi nunca usaba.

- ¡Entonces explícame! – demando Draco con firmeza.

- Creo que deberemos hablar de esto cuando seas un poco mayor – comentó Narcisa, poniéndose de pie con toda la intensión de irse de ahí, pero Draco fue más rápida que ella y se plantó en su camino mirándola con ansiedad.

- ¡Necesitamos hablar de esto ahora, madre! – contradijo con una firmeza que le costaba mantener - ¡¿Por qué quieres mantener esto en secreto?!, ¡¿Por qué no simplemente me dices lo que está pasando y ya?! –

Narcisa miró muda a su hijo. Jamás había visto perder el control a Draco de esa forma. A Lucius sí, pero no a Draco, aunque tuvo que aceptar que el tema no era para menos. Bajo la mirada.

- Porque quiero que sigas amando y respetando a tu padre – le hizo saber, y Draco fue incapaz de decir nada ante esas palabras, sólo la miro sin comprender, pero de igual forma, sin animarse a preguntar, temeroso de la respuesta que podría obtener.

Fueron algunos minutos los que ambos permanecieron así, de pie, en medio de un incómodo y tenso silencio, antes de que por fin Draco lo rompiera.

- Siempre me dijiste que mi padre sirvió al Señor Tenebroso bajo la Maldición Imperius – murmuró, pero en medio de ese silencio, Narcisa pudo escuchar claramente sus palabras.

- Lo sé – convino.

- Pero no era verdad, ¿Cierto? – le preguntó su hijo – A finales del primer año el Profesor Quirrell lo dijo cuándo comenté eso. Dijo que era una mentira para salvarse de Azkaban, y el Profesor Quirrell en ese momento estaba sirviéndole –

Narcisa contuvo la respiración al escuchar eso.

- ¿Por qué nunca me lo dijiste? – le preguntó.

- Porque no le creí cuando dijo eso – le aclaró Draco, mirándolo entonces dolido – Porque yo creí en lo que tú siempre me habías dicho –

- Draco… - murmuró Narcisa dolida, y dio un paso hacia él, pero con asombro, vio a su hijo dar un paso hacia atrás, mirándola con un resentimiento que jamás había estado dirigido hacía ella.

- ¿En qué más? – preguntó Draco.

- ¿En qué más? – repitió Narcisa confundida.

- ¿En que más me has mentido? – aclaró Draco mirándola con desconfianza - ¿Qué otras cosas hay que yo no sepa, pero los demás sí? –

- Cariño… - casi le suplico Narcisa, dando otro paso hacía él, y sintiendo que el corazón se le rompía cuando lo vio dar otro paso hacia atrás.

Derrotaba, bajo la mirada, incapaz de seguir viendo aquellos acusadores ojos grises, sobre todo, porque en ese momento sintió las lágrimas empañarle la visión.

- No pensaba decírtelo pronto, quizás ya que tomaras el lugar de Jefe de Familia – aceptó con tristeza, y paso saliva para poder seguir hablando – Como te dije, no quería que dejaras de amar y admirar a tu padre. Pensaba que mantenernos juntos era la mejor forma de afrontar cualquier cosa –

- ¿Aunque fuera estar juntos a base de mentiras? – le preguntó Draco con dureza.

- Esperaba que tu padre recapacitara, y si llegaba el día en que el Señor Tenebroso regresara, él decidiera esta vez pelear del lado de Harry y los demás – comentó dolida, y ahora fue Draco quien contuvo la respiración, sabiendo lo que esas palabras significaban.

- Entonces si fue un Mortífago por voluntad propia… - murmuró.

- Pero tu padre ha cambiado, Draco – le quiso decir Narcisa, mirándole intentando contener las lágrimas, sintiéndose mal de aquella expresión dolida en el rostro de su hijo.

- ¿En serio, madre?, ¿O es otra de tus mentiras? – le cuestiono Draco con fría dureza, apretando los puños furioso.

- No seas así conmigo hijo – le pidió Narcisa con tristeza.

- ¿Así cómo?, ¿Decirte las cosas como son? – le preguntó Draco – ¡Yo creyendo y defendiendo a mi padre, y resulta que no fue mejor que muchos de esos bastardos que trabajaron para ese engendro!, ¡Y tú lo sabías y me lo ocultaste!, ¡Me dejaste hacer el ridículo quien sabe frente a cuanta gente! –

- ¡Draco por favor! – le pidió Narcisa - ¡Sólo escúchame! –

- ¡¿Y cómo sabré que esta vez lo que dices es la verdad?! , ¡Ya no quiero escucharte más! – y dándose media vuelta, Draco salió corriendo del estudio, mientras Narcisa lo veía irse con el corazón destrozado.

Regreso a la butaca desde la que momentos atrás se había parado, y sentándose, dejo que las lágrimas salieran por fin. Siempre temió aquel momento, no saber cómo reaccionar o explicar las cosas correctamente para Draco, que la situación los superara, y eso fue justo lo que acababa de pasar aquel día.


- ¿En verdad quieres tomar Adivinación como una optativa? – le preguntó Sirius asombrado.

- Pensé en lo que me dijeron, sobre el hecho de que la Profesora que está ahora, es quien dijo la Profecía – le explicó Harry mientras mordía una galleta.

- La verdad no sé qué tan buena Profesora sea – comentó Sirius pensativo.

- Yo tampoco, y debes recordar que pese a todo, las Profecías y la Adivinación no son una ciencia exacta – comentó Remus mientras le daba un sorbo a su té.

- ¡Aquí está su té, Harry Potter, señor! – le informó Dobby orgulloso, poniendo sobre la mesa delante de él, la humeante taza.

- Gracias Dobby – le respondió Harry sonriéndole antes de mirar a Remus – Me asombra que dejaras que te ayudara en las labores de la casa –

- Desde que llegó quiso ayudar – le contó Sirius divertido – Remus le dijo mil veces que no, que era un invitado, pero sin importar cuanto se lo decía, Dobby siempre ayudaba o hacía las cosas mucho antes de que nos diéramos cuenta. Cuando bajamos a hacer la cena, Dobby ya la tenía lista, o terminábamos de comer, y Dobby comenzaba a recoger –

- ¡Para Dobby es un placer ayudar a la familia de Harry Potter! – le hizo saber Dobby mientras se sentaba también a la mesa con su propia taza de té - ¡Y está más que feliz de ser tratado como un igual por primera vez en la vida! –

- Como no dejaba de ayudar, Sirius y yo decidimos contratarlo, de esa forma, no sería un esclavo – le siguió contando Remus – Nos ayuda en todo, pero le pagamos un sueldo por ello, y tiene un día de descanso en el que puede ir a donde quiera –

- Vaya, eso suena muy bien, ¿No, Dobby? – le preguntó Harry sonriéndole.

- Dobby es inmensamente feliz. No cabe duda de que los magos que rodean a Harry Potter son extraordinarios, Dobby es afortunado por poder estar aquí – le respondió, lo que hizo sonreír a Harry.

- Remus es el extraordinario – comentó Sirius, y atrayendo al castaño por la cintura, le beso, aun cuando todo rojo, Remus trato de alejarse.

Harry sonrió divertido, mirando a Dobby, que apenado, apartó la mirada.

- Ellos se quieren mucho – le comentó a Dobby sonriendo.

- Dobby lo sabe, Sirius Black ama a Remus Lupin – convino Dobby.

En ese momento, el sonido de campanillas anuncio que alguien intentaba contactarse por medio de Red Flu.

- ¡Yo voy! – aviso Harry animado, y sin dejar de sonreír, salió de ahí hacía la sala donde estaba la chimenea que tenían conectada a la Red - ¿Si? – preguntó en cuanto abrió la comunicación, pero le asombró mucho cuando el rostro desencajado de Draco se asomó entre las flamas, sobre todo porque podía ver los ojos rojos y el rastro de lágrimas.

- Yo… Puedo… - pero simplemente las palabras no salieron como el rubio había esperado, atorándosele de forma dolorosa en la garganta como una garra invisible.

- Puedes venir si lo necesitas – le aclaró Harry, sintiendo un nudo en el estómago al verlo de esa forma – Abriré la conexión, ¿Está bien? –

Draco simplemente asintió con la cabeza y su cabeza desapareció de entre las llamas. A los pocos segundos entro desde la chimenea trastabillando y cayendo de rodillas, pero no se levantó ni se movió como siempre hacía, lo que preocupo sobremanera a Harry.

- Draco, ¿Estás bien? – le preguntó ansioso, hincándose en el suelo frente a él.

Para su total sorpresa, sin decir absolutamente nada, Draco simplemente lo abrazo por la cintura, y escondiendo el rostro en su pecho, comenzó a llorar.

Por unos segundos no supo muy bien cómo reaccionar. Jamás había visto a Draco así, él siempre se mostraba fuerte, firme, orgulloso, y verlo así de vulnerable le hacía sentirse bastante preocupado sobre lo que pudo pasar para ponerlo en ese estado, pero después, con cuidado comenzó a acariciar su espalda, dejándolo que llorara si eso era lo que necesitaba. Obviamente en esos momentos no estaba listo para hablar de nada, y no lo estaría a menos que sacara eso que le estaba lastimando de esa forma.


- Vamos Sirius – le instó Remus en un susurró, jalándolo para alejarlo de la puerta donde ambos se habían asomado para saber quién había llegado y el porqué su ahijado no había regresado aún al comedor.

No dijeron nada al ver aquello, o cuando menos Remus no lo hizo, y tuvo que detener a Sirius cuando lo vio que estaba dispuesto a ir para separar al rubio de su ahijado. Luego, le hizo la asertiva observación de que el rubio estaba llorando, y que su ahijado estaba consolándolo. No era correcto interrumpir algo así.

- Pero quiero saber que paso… - murmuró Sirius haciendo un puchero como niño chiquito mientras se dejaba llevar por Remus, que sonrió divertido.

- No seas chismoso – le reprocho.

- No es por ser chismoso – se defendió Sirius alzando la nariz ofendido – Algo malo pudo haber pasado, y Draco podría necesitar ayuda, incluso Narcisa –

- Si eso fuera, créeme que Draco Malfoy no estaría llorando en nuestra sala abrazado a tu ahijado – observó Remus divertido mientras entraban en la cocina – Vamos a preparar más té, Dobby – le indico al Elfo, que estaba también ahí por si necesitaban su ayuda, discretamente asomado como los otros dos adultos – Dejaremos pasar un rato y luego podrás traerlo junto con algunas galletas para que ambos coman mientras hablan –

- Si, está bien, Remus Lupin, señor – convino Dobby, yendo animado a la cocina.

Sirius sólo suspiro derrotado, dejándose llevar por el castaño.

- Descuida, sea lo que sea que haya sucedido, estoy seguro de que ya que las cosas estén más tranquilas, Harry nos lo contara – le hizo ver Remus mientras depositaba un suave besito en los labios de Sirius, pero este lo afirmó por la cintura e hizo el beso más intenso sin que esta vez el castaño se resistiera tanto.


- Lo siento, no sé qué me paso… - se disculpó Draco cuando por fin pudo hablar. Se separó de Harry, pero apenado como se sentía, no le miró en ningún momento, y tampoco se levantó del suelo.

- No tienes que disculparte, y tampoco tienes que explicarme nada, ni siquiera la razón por la que estas así si no quieres – le hizo saber Harry sonriéndole – Sirius solía decirme que es normal si necesitamos llorar, que somos humanos y sentimos, y eso es lo maravilloso de ser humano, además, uno no crece escondiendo lo que siente, sino afrontándolo, y parte de afrontarlo, es aceptar llorar cuando así se necesita –

Draco le escuchó y asintió con la cabeza a sus palabras, aunque no podía dejar de sentirse apenado por la forma en que se había comportado, porque a él, Lucius le había enseñado algo muy distinto, Lucius, aquel mago al que creía conocer y admirar, y ahora no estaba seguro de quien era en realidad… Apretó los puños, sintiendo una furia que le quemaba por dentro, pero entonces, Harry tomó sus manos, lo que hizo que confundido y asombrado le mirara.

- Yo estoy aquí contigo, y te voy a apoyar en lo que necesites porque eres mi amigo – le aseguro, apretando sus manos.

Draco le miró asombrado ante sus palabras, y al sentir que los ojos se le volvían a empañar, bajo la mirada.

Harry no dijo nada y lo abrazo, dejándole que llorara si así lo estaba necesitando, y Draco lo hizo, dejo salir el llanto mientras aspiraba el agradable aroma del moreno.

Varios minutos después, fue el mismo Draco quien rompió el silencio.

- Mi madre me mintió… - murmuró.

- ¿Por qué? – le preguntó suavemente Harry, sin dejar de acariciar su espalda.

Draco no respondió de inmediato. Tardo un poco en animarse a hablar, pero se dio cuenta que pese a toda la vergüenza y desilusión que sentía, era algo que sí quería contarle a Harry, que se sentía apoyado y respaldado por él, y que no quería esconderle algo como eso.

- Lucius si fue Mortífago por voluntad propia… - murmuró apenas.

Harry se asombró un poco al escuchar eso, y entonces entendió porque el rubio estaba así. Siempre había defendido a su padre, y estaba muy orgulloso de su familia. Enterarse de que su padre había seguido por voluntad propia a Voldemort, cuando él estaba tan en contra de eso, debió haber sido un golpe duro.

- Lamento saber eso – le susurró amable.

- ¿No te asombra? – le preguntó el rubio, separándose entonces para mirarlo.

- No realmente – le confeso Harry sonriéndole algo apenado ahora él.

- ¿Por qué? – quiso saber Draco mirándole con una ceja alzada, suspicaz ante aquellas palabras, lo que hizo que Harry se mordiera suavemente el labio.

- Sirius me lo había dicho hace tiempo. Gracias a Snape, ellos sabían que Lucius seguía a Voldemort por voluntad propia, y no mediante la Maldición Imperius como había quedado estipulado cuando se le concedió la libertad – le hizo saber, queriendo ser sincero, sabiendo que en ese momento, el rubio no iba a soportar más mentiras, aún cuando saber eso podría hacer que se molestara con él por no ser sincero en su momento.

- ¡¿Hace tiempo te lo dijo?! – le preguntó Draco a la defensiva, y se levantó como impulsado por un resorte, mirándole dolido - ¡¿Y porque no me lo dijiste?! – le reclamó.

- Porque no era yo quien debía decírtelo, no, cuando fue tu madre quien te dijo lo contrario – le respondió, manteniéndose tranquilo, sabiendo que si los dos perdían la calma, eso no iba a terminar bien, y que era normal que el rubio reaccionara de esa forma.

- ¡Parece que de una u otra forma todos me mienten! – mascullo furioso, dando algunos pasos por la sala para tratar de liberar la frustración que sentía.

- Lamentablemente eso pasa cuando no queremos lastimar a la otra persona – comentó Harry, que también se levantó del suelo y fue a sentarse a uno de los sillones.

- ¡Eso no justifica decir una mentira de esa magnitud! – le reclamó.

- No, no lo justifica – convino Harry asintiendo con la cabeza – Lamento no habértelo dicho entonces en su momento, pensé que no era algo que me concerniera a mí, sino a tu familia –

- ¡Ella me dijo que no me habría dicho hasta convertirme en Jefe de Familia! – se quejó Draco furioso.

- Bueno, eso no es lo mejor, pero tuvo que haber tenido una razón para querer hacerlo de ese modo – comentó.

- ¡No te pongas de su parte! – le reclamó Draco indignado.

- No me estoy poniendo de su parte – le aclaró Harry – No está bien la postura que quiso tomar, y está bien si quieres o necesitas sentirte furioso, pero entender su razón puede ayudarte con el coraje que sientes en estos momentos –

Draco no dijo más, siguió dando vueltas en la sala como serpiente acicateada, furioso, mascullando y soltando patadas en ocasiones contra el suelo.

- ¡Me hizo quedar en ridículo!, ¡Debió ser sincera! – se quejó mirando a Harry.

- Si, debió hacerlo – convino Harry asintiendo con la cabeza. Se había quedado callado, sólo mirando al rubio sin querer decir nada para permitirle estar con su dolor y coraje.

- ¡Estoy tan furioso! – mascullo el rubio.

- ¿Quieres ir abajo a entrenar? – le preguntó Harry – Tienes muchísima energía contenida, y no es bueno simplemente acumularla. Le diré a Sirius que nos ayude a entrenar, y eso te ayudara a gastar toda esa energía, así, luego podrías estar más tranquilo y pensar con mayor claridad y calma las cosas –

Draco le miró un momento antes de asentir con la cabeza.

- Pero no le digas por qué vine – le pidió.

- Esta bien – convino Harry, y salió de la sala para buscar a Sirius en la cocina, sin saber si aún seguían ahí, pero viendo que en efecto ambos seguían ahí, con una charola con una tetera y dos tazas, mientras ellos tomaban té y galletas también.

- ¿Ya se calmó el pequeño Draco? – le preguntó Sirius al verlo entrar.

- Realmente no, y aún no ha querido hablar mucho de lo que lo tiene así – le explicó Harry.

- Pobrecito – comentó Remus tras un suspiro.

- Tiene demasiada energía contenida, así que le propuse bajar a entrenar para que queme esa energía – les hizo saber antes de mirar a su padrino - ¿Podrías ayudarnos, Sirius? –

- Claro – convino el otro pelinegro antes de levantarse, tomando su varita de la mesa – Eso le ayudara a calmarse y aclarar la cabeza –

Harry asintió con la cabeza.

- Pero no hagas comentarios sobre como esta, por favor – le pidió.

- Esta bien, está bien – convino el mayor alzando las manos en señal de rendición – Ya vuelvo – le aviso a su pareja, besando fugazmente sus labios, antes de salir con Harry.

- Vamos, Draco – le animó el ojiverde asomándose a la sala, por lo que Draco se apresuró a alcanzarlos, mirando con cierta pena a Sirius, al recordar que éste le había advertido hace tiempo a Harry sobre su padre.

- Buenas tardes – saludo pese a todo.

- Buenas tardes, pequeño Draco – saludo también Sirius mientras se encaminaban a las mazmorras, sin comentar nada como le había prometido a su ahijado.


Harry hizo una mueca al ver como Draco volvía a caer en el suelo con un ruido sordo. Hace tiempo que él había dejado de participar en el entrenamiento, cuando noto que los ataques de Draco eran más enérgicos y constantes. Intuía que debía dejarle gastar toda esa energía, y pensó que quizás terminarían por cansarse pronto, pero para su asombro había pasado una hora, y aún seguía viendo como Sirius vapuleaba al rubio una y otra vez, y una y otra vez, Draco se levantaba dispuesto a atacar.

Sus pulcras ropas estaban todas sucias de la cantidad de veces que había caído al suelo. Tenía algunos raspones y heridas, pero había un brillo tan intenso en sus ojos, que Harry comprendió que no se detendría hasta que ese brillo se apagara, y parecía ser que lo mismo pensaba Sirius, porque en ningún momento le pidió que se detuviera.

Nuevamente Draco se levantó, aunque Harry pensaba que lo hacía más por terquedad que por tener energía, porque inclusive su postura ya no era tampoco firme. Lanzó un hechizo a Sirius, pero este lo repelió con un movimiento de varita, y con un siguiente movimiento mando de nuevo a volar al rubio, haciéndolo caer de espaldas contra el suelo. Trato de levantarse de nuevo, pero entonces descubrió que ya no le quedaban energías para hacerlo.

- Fue un buen entrenamiento – observó Sirius – Creo que es hora de descansar. Cuando suban, Remus puede curar sus heridas – y guardando su varita, le dirigió una rápida mirada a Harry antes de salir de la mazmorra.

Draco ya no intento seguirse moviendo, porque sabía que simplemente le sería imposible, y aunque era demasiado el dolor que le recorría en aquellos momentos, aquello se sentía bien, ese dolor físico era mejor y más manejable para él, que el dolor emocional.

Harry fue a sentarse a su lado.

- ¿Cansado? – le preguntó.

- Bastante – respondió Draco con apenas un hilo de voz.

- Eso es bueno – opinó Harry asintiendo con la cabeza, y se acostó a su lado mirando el techo.

- No es bueno estar recostado en el suelo de piedra – comentó Draco.

- Sólo será un poquito – le aclaró Harry – En un momento te ayude a pararte e iremos arriba a que Remus te cure –

- No es necesario. Regresare a mi casa, no quiero molestarlos más tiempo – le hizo saber Draco, ante lo que Harry se sentó en el suelo para poder verlo mejor.

- No tienes que regresar si aún no te sientes preparado – le quiso decir, y le sonrió cuando los grises ojos le miraron con asombro.

- No quiero molestarlos ni meterlos en esto – le explicó.

- Lo sé, pero soy tu amigo y quiero ayudarte – le recordó Harry - ¿Qué clase de amigo sería si no lo hiciera?, tú siempre me ayudas, y ahora yo puedo ayudarte, así que quiero hacerlo –

- ¿Y si Sirius no está de acuerdo? – le preguntó Draco.

- No te preocupes por eso, no creo que ese sea el caso, pero igual hablare con él – le prometió – Además, no es como que vayas a quedarte a vivir aquí para siempre, sólo será en lo que te sientes preparado para regresar a tu casa y hablar con tu madre –

- No sé si quiero hablar con ella… - murmuró Draco mirando de nuevo el techo.

- Quizás ahorita no – convino Harry sin querer presionarlo – Pero la quieres mucho, y es por eso que arreglaras las cosas con ella cuando te sientas preparado para hacerlo –

Draco le miró apenas un poco antes de regresar su vista al techo.

- Piensas demasiado bien de mí – murmuró.

- Pienso de ti como eres – le aclaró Harry, mirándolo asombrado de sus palabras.

- Soy el hijo de un Mortífago – le recordó Draco con amargura.

Harry le miró asombrado ante aquellas palabras, pero entonces se hinco a su lado, inclinándose ligeramente hacía su rostro, lo que atrajo de inmediato la atención del rubio.

- Draco, no eres el hijo de un Mortífago – le aclaro Harry con firmeza, con una seguridad que brillaba en aquellos verdes ojos dejando sin aliento a Draco, aunque quizás también era por la cercanía del moreno – Eres el hijo de Lucius Malfoy, pero lo que tu padre halla hecho, no tiene que ver contigo. Tan es así, que tú ya tomaste tu propia decisión, tu propio camino a seguir, y no es el de Voldemort. Pelearas a mi lado, serás mi mano derecha. Lucius Malfoy fue un Mortífago, eso es cierto, pero inclusive no sabemos si lo sigue siendo. Tú por el contrario, eres un miembro de la Orden del Fénix, y mi mano derecha –

Draco no supo que decir, lo miró inclusive con la boca semi abierta ante semejante declaración de confianza hacía él, y verle así hizo sonreír divertido a Harry.

- Yo confió en ti – le recordó, y parándose, le tendió la mano – Vamos, quizás sea mejor que te bañes primero, ya luego Remus podrá curarte –

- No tengo ropa aquí – comentó, tomando aquella mano para ayudarse a poner de pie, haciendo una ligera mueca ante el dolor que le recorrió.

- Podemos pedirle a Dobby que vaya a tu casa a traerte ropa – le sugirió Harry.

- Eso suena bien – convino Draco.


- ¿Y el pequeño Draco? – le preguntó Sirius al ver a Harry entrar a la sala. Estaba sentado en el sillón leyendo con el castaño entre sus brazos leyendo también.

- Esta arriba bañándose – le respondió Harry.

- ¡Ya parece que vive aquí! – comentó Sirius divertido.

- ¿Te molesta? – quiso saber Harry, mirando atento a su padrino, que negó con la cabeza sonriéndole.

- No, realmente no – le respondió tranquilo – Y si las cosas se pusieron mal en su casa, creo que es bueno que te tenga la suficiente confianza para venir –

Harry asintió con la cabeza ante sus palabras.

- ¿Puede quedarse aquí unos días? – le preguntó.

- ¿Tu que dices, cariño? – le preguntó Sirius a Remus.

- Puede, pero tendremos que avisarle a Narcisa, Harry – le hizo saber Remus – Ella puede estar preocupada sobre su paradero –

- Esta bien – accedió Harry, a final de cuentas, no le parecía tan descabellada esa petición.

- ¿Y qué fue lo que le paso? – quiso saber Sirius.

- Su madre ya le dijo que Lucius no sirvió a Voldemort bajo la Imperius – le explicó, ante lo que Sirius hizo una mueca.

- Pobre – murmuró simplemente.

- Cuando termine de bañarse avísame para ir a curarlo – le pidió Remus.

- Si, está bien – convino Harry antes de irse.

- ¿Qué piensas? – le preguntó Remus al ver que el pelinegro seguía mirando por la puerta por donde su ahijado se había marchado.

- En lo que el pequeño Draco deberá afrontar ahora, y en las muchas veces que sentía que me asfixiaba en mi casa, y James me abría las puertas de la suya para que me refugiara ahí – le contesto Sirius.

- Es bueno que Draco tenga a Harry, como tú tuviste a James – observó Remus.

- Lo es – convino Sirius asintiendo con la cabeza – Ir en contra de la familia nunca es fácil… -

Remus acaricio suavemente el brazo con que Sirius le abrazaba.

- Y tú lo sabes mejor que nadie – comentó – Lo que sigue ahora es que le avises a su madre que él está aquí para que no se preocupe –

Al escuchar eso, Sirius hizo una mueca.

- Si, supongo que tienes razón – convino, aunque sin demasiadas ganas – La contactare cuando subas a curar al pequeño Draco – decidió, queriendo tener más tiempo antes de tener que hacer aquello.


Harry estaba en su cuarto leyendo, cuando Draco llego. Llamó a la puerta antes de entrar, y Harry bajo el libro mirándolo.

- ¿Listo para que te curen? – le preguntó.

- No creo que me quede de otra – observó Draco yendo a sentarse a la cama del moreno con una ligera mueca de dolor.

- Te sentirás mejor cuando te curen – le aseguró Harry.

- Si, supongo que sí. Todo me duele – le confeso el rubio, ante lo que Harry sonrió.

- No es para menos con la vapuleada que te dio Sirius – comentó, ante lo que Draco hizo una mueca – Espera aquí, iré por Remus – y diciendo así, se puso de pie y salió del cuarto.

En la sala seguían Remus y Sirius leyendo cuando Harry llego.

- Draco ya está listo – le aviso al castaño.

- Entonces vamos – convino Remus, moviéndose de con Sirius para ponerse en pie.

- Creo que entonces yo iré a hablar con su madre – les hizo saber Sirius.

- Esta bien, suerte – le deseo Remus – Dobby – llamó, y el Elfo se apareció frente a él al momento.

- ¿Si, Remus Lupin, señor? – le preguntó.

- ¿Puedes llevarme al segundo piso el botiquín que deje preparado en la otra sala? – le pidió Remus.

- ¡Claro que sí! – convino Dobby, y al punto desapareció.

- Vamos Harry – le animó Remus, saliendo de la sala mientras Sirius aspiraba el aire para animarse en la tarea que le tocaba.

Se levantó del sillón, y tomando los Polvos Flu, los lanzo a la chimenea.

- Mansión Malfoy – pronuncio antes de meter la cabeza.


Cuando uno de los Elfos le aviso que Sirius Black estaba en la chimenea y quería hablar con ella, Narcisa se apresuró. Había hecho que buscaran a Draco por toda la Mansión luego de darse cuenta de que no estaba, y comenzaba a sentirse ansiosa y desesperada, pero escuchar que Sirius quería hablar con ella, le hizo tener la esperanza de que quizás su hijo había ido a la casa de Harry.

- Sirius, ¿Draco está ahí? – fue lo primero que le preguntó, y Sirius no dijo nada del aspecto lloroso y frágil que daba esa mujer que siempre le había parecido fría y firme.

- Esta aquí – confirmó, no queriendo retrasarlo más, y sonrió muy ligeramente cuando vio el alivio que inundó el rostro tenso de la mujer.

- ¡Quiero ir a hablar con él! – le hizo saber, mirándole decidida - ¡Por lo más sagrado que tengas, permíteme entrar a tu casa! –

Sirius la miró asombrado.

- Narcisa, dale tiempo – le pidió.

- ¡Pero…! – intento protestar la mujer, pero Sirius se le adelanto, hablando con firmeza.

- Él aún no está listo para hablar – le explicó – Si vas, sólo forzaras las cosas y puede que termine todo peor de cómo está ahora –

- Aun hay mucho que tengo que explicarle… - murmuró la rubia con tristeza.

- Imagino que sí, pero no es el momento. ¡Eres una Slytherin, despeja tu mente y piensa con claridad, mujer! Si no esperas a que Draco esté más tranquilo, no va a escucharte, y no van a poder arreglar nada – le hizo saber Sirius, y Narcisa no pudo menos que mirarle con asombro. Que un Gryffindor le estuviera recordando que era una Slytherin y debía recuperar la calma, le hizo ver lo mal que estaba actuando.

- Tienes razón… - convino, y aspiro aire hondamente, componiendo un poco su aspecto, lo que hizo sonreír a Sirius.

- Descuida, el pequeño Draco estará bien, lo cuidaremos. Y cuando se sienta preparado, entonces te avisare para que se reúnan y puedan hablar – le prometió.

- Jamás pensé que tendría que agradecerte justamente a ti por cuidar de mi hijo, y sobre todo por ayudarme a entenderlo – le confeso Narcisa sonriéndole suavemente, sin esa frialdad que la caracterizaba, lo que hizo sonreír también a Sirius de forma más auténtica.

- A mi modo, yo también tengo un hijo, así que puedo hacerme una idea de lo que estás pasando, además, tengo cierta experiencia como para poder ayudarte con uno que otro consejo – le recordó, algo que hizo reír suavemente a Narcisa.

- Es verdad – aceptó la rubia sonriendo – También tienes un hijo del que cuidas, así que sabes de estas cosas. Gracias –

- No es nada – le aseguro Sirius negando con la cabeza – Nos vemos luego –

- ¡Cuida mucho de mi hijo, Sirius! – le pidió pese a todo Narcisa, mirándole triste.

- No tienes ni que decirlo – le aseguró Sirius con tranquilidad.

- Lo sé, y también sé que ahora tengo una deuda contigo que no sé cómo podría pagarte – le hizo saber Narcisa.

- Si quieres pagarla, entonces simplemente encárgate de cuidar a Harry siempre que tengas oportunidad. Así me pagaras – le pidió Sirius, ante lo que Narcisa asintió con la cabeza.

- Lo haré – le prometió, llevando su mano derecha a su corazón

Sirius sonrió divertido, pensando en lo extraña que estaba resultando esa conversación.

- Nos vemos – le dijo, sacando la cabeza para cortar la comunicación.

Continuara...