Crepúsculo pertenece a Stephanie Meyer.

El Harem de la Reina

(Harem: Alice Cullen, Rosalie Hale, Sasha Denali, Tanya Denali, Kate Denali, Irina Denali y Leah Clearwater)

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13: Se acerca el baile de primavera.

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(Rosalie)

—Hey, esta fue una buena cita —me dijo Alice sonriente, mientras que yo, abría la puerta.

—Estoy de acuerdo contigo —dije, me hice a un lado y la dejé pasar, Alice ingresó en nuestro hogar, con su típico paso/salto, estaba tan emocionada como yo — ¿Quién iba a decir, que tener una cita o hablar con un Mimetista, podría ser tan…?

— ¿Fabuloso? —añadí yo, mi hermana asintió, ambas estábamos cargadas de energía — ¿o que una Mimetista podría ser coqueta con una vampiresa?

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Cuando volvimos a clases, Mike quedó desencantado por no haber podido organizar su pelea de bolas de nieve, pero le complacía que pronto pudiéramos hacer la excursión a la playa. No obstante, continuó lloviendo a cántaros y pasaron las semanas.

Jessica hizo que Bella, Leah y nosotros, los Cullen, tomáramos conciencia de que se fraguaba otro acontecimiento: El primer martes de marzo y según mi hermana y yo supimos, Jessica llamó a Bella y le pidió permiso para invitar a Mike en la elección de las chicas para el baile de primavera que tendría lugar en dos semanas.

— ¿Seguro que no te importa? ¿No pensabas pedírselo? —insistió cuando le dije que no me importaba lo más mínimo.

—No, Jess, no voy a ir. —le aseguró Bella, tomando esa rara postura que… ya bueno, era tímida cuando algunas personas, tenían demasiada energía, así que supongo, que mi hermana sabía contenerse. Nunca antes, la había visto encorvarse y meter las manos en los bolsillos, aun así, seguía mirando directamente a los ojos a Jessica —Bailar se encontraba claramente fuera del abanico de mis habilidades.

—Va a ser realmente divertido. —Su esfuerzo por convencerme fue poco entusiasta. Sospechaba que Jessica disfrutaba más con mi inexplicable popularidad que con mi compañía.

—Lo puedo imaginar, pero no hay nadie con quien yo quiera ir. —pero Bella sentía que Jessica, no dejaría el tema en paz, así que añadió: —Soy la nueva y si voy invito a alguien a un baile o si alguien me invita a mí, entonces prefiero conocer a esa persona, de toda una vida o mínimo un año. Solo promete, que vas a divertirte con Mike —le pedí, para luego darle una sonrisa deslumbrante. Incluso a mí, me sorprendió que, al día siguiente, Jessica no mostrara su efusivo ego de costumbre en clase de Trigonometría y español.

Jessica permaneció callada mientras caminaba entre una clase y otra, era raro que no hablara, y gracias a nuestra conexión, supe que a Bella le dio miedo preguntarle la razón. Si Mike la había rechazado yo era la última persona a la que se lo querría contar. Los temores de Bella se acrecentaron durante el almuerzo, cuando Jessica se sentó lo más lejos que pudo de Mike y charló animadamente con Eric. Mike estuvo inusualmente callado. Él continuó en silencio mientras me acompañaba a clase. El aspecto violento de su rostro era una mala señal, pero no abordó el tema hasta que estuve sentada en mi pupitre y él se encaramó sobre la mesa. Como siempre, era consciente de que Edward se sentaba lo bastante cerca para tocarlo, y tan distante como si fuera una mera invención de mi imaginación. —Bueno —dijo Mike, mirando al suelo—, Jessica me ha pedido que la acompañe al baile de primavera.

—Eso es estupendo —conferí a mi voz un tono de entusiasmo manifiesto—. ¡Te vas a divertir un montón con ella!

—Eh, bueno... —se quedó sin saber qué decir mientras estudiaba mi sonrisa; era obvio que mi respuesta no le satisfacía —Le dije que tenía que pensármelo.

— ¿Por qué lo hiciste? —Dejé que mi voz reflejara cierta desaprobación, aunque me aliviaba saber que no le había dado a Jessica una negativa definitiva.

Se puso colorado como un tomate y bajó la vista. La lástima hizo vacilar mi resolución. —Me preguntaba si... Bueno..., si tal vez tenías intención de pedírmelo tú.

Me tomé un momento de respiro, soportando a duras penas la oleada de culpabilidad que recorría todo mi ser, pero con el rabillo del ojo vi que Edward inclinaba la cabeza hacia mí con gesto de reflexión, miré entonces a las chicas Cullen y a Leah, quienes me miraban atentamente. —Mike, creo que deberías aceptar la propuesta de Jess —le dije.

— ¿Se lo has pedido ya a alguien?

—No —le aseguré—. No tengo intención de acudir al baile.

— ¿Por qué? —quiso saber Mike.

No deseaba ponerle al tanto de los riesgos que bailar suponía para mi integridad, por lo que improvisé nuevos planes sobre la marcha —Ese sábado voy a ir a Seattle —le expliqué. De todos modos, necesitaba salir del pueblo y era el momento perfecto para hacerlo.

— ¿No puedes ir otro fin de semana?

—Lo siento, pero no. —respondí —No deberías hacer esperar a Jessica más tiempo. Es de mala educación.

—Sí, tienes razón —masculló y, abatido, se dio la vuelta para volver a su asiento.
Cerré los ojos y me froté las sienes con los dedos en un intento de desterrar de mi mente los sentimientos de culpa y lástima. El señor Banner comenzó a hablar. Suspiré y abrí los ojos.

Ignoré la mirada de Edward Cullen, quien me seguía a todas partes, con su mirada, plantando sobre mí, una miraba con curiosidad, aquel habitual punto de frustración de sus ojos negros era ahora aún más perceptible. Le devolví la mirada, esperando que él apartara la suya, pero en lugar de eso, continuó estudiando mis ojos a fondo y con gran intensidad. Me comenzaron a temblar las manos.

— ¿Señor Cullen? —le llamó el profesor, que aguardaba la respuesta a una pregunta que yo no había escuchado.

—El ciclo de Krebs —respondió Edward; parecía reticente mientras se volvía para mirar al señor Banner. Clavé la vista en el libro en cuanto los ojos de Edward me liberaron, intentando centrarme. Tan cobarde como siempre, dejé caer el pelo sobre el hombro derecho para ocultar el rostro. No era capaz de creer el torrente de emociones que palpitaba en mi interior, y sólo porque había tenido a bien mirarme por primera vez en seis semanas. No podía permitirle tener ese grado de influencia sobre mí. Era patético; más que patético, era enfermizo. Intenté ignorarle con todas mis fuerzas durante el resto de la hora y, dado que era imposible, que al menos no supiera que estaba pendiente de él. Me volví de espaldas a él cuando al fin sonó la campana, esperando que, como de costumbre, se marchara de inmediato. — ¿Bella? —Su voz no debería resultarme tan familiar, como si la hubiera conocido toda la vida en vez de tan sólo unas pocas semanas antes.

Sin querer, me volví lentamente. No quería sentir lo que sabía que iba a sentir cuando contemplase aquel rostro tan perfecto. Tenía una expresión cauta cuando al fin me giré hacia él. La suya era inescrutable. No dijo nada. — ¿Qué? ¿Me vuelves a dirigir la palabra? —le pregunté finalmente con una involuntaria nota de petulancia en la voz.

Sus labios se curvaron, escondiendo una sonrisa. —No, en realidad no —admitió. Cerré los ojos e inspiré hondo por la nariz, consciente de que me rechinaban los dientes. El aguardó. —Entonces, ¿Qué quieres, Edward? —le pregunté sin abrir los ojos; era más fácil hablarle con coherencia de esa manera.

—Lo siento. —parecía sincero —Estoy siendo muy grosero, lo sé, pero de verdad que es mejor así.

Abrí los ojos. Su rostro estaba muy serio. —No sé qué quieres decir —le dije con prevención.

—Es mejor que no seamos amigos, —me explicó, pero yo podía sentir sus emociones, así como él, podía leer las mentes de las personas: Él estaba celoso de sus hermanas y obsesionado conmigo. Parecía comprender, que no podría hacer que sus hermanas, dieran un paso atrás, para intentar su movimiento. Eso o comenzaba a ver los efectos de la Impronta —confía en mí.

Entrecerré los ojos. Había oído eso antes. —Es una lástima que no lo descubrieras antes. —murmuré en voz baja —Te podías haber ahorrado todo ese pesar. Pero… lo agradezco.

— ¿Pesar? —La palabra y el tono de mi voz le pillaron con la guardia baja, sin duda—. ¿Pesar por qué?

—Deseas haberme ignorado, pero mi instinto es tan nuevo, que no sé controlarlo y por lo mismo, humanos, vampiros, Mimetistas y licántropos, están al pendiente de mí. que deseas estar en el lugar de tus hermanas. No te importa romper las reglas, al igual que a nosotras no nos importa. La Impronta es lo más importante, en estos momentos, no los deseos que tú o que ellas o que yo tenga. Es imposible combatir la Impronta y ellas y yo, estamos juntas. —repliqué con brusquedad.

—No sabes nada. —Definitivamente, se había enfadado. Alejé bruscamente mi rostro. Recogí los libros y luego me puse en pie para dirigirme hacia la puerta. Pretendí hacer una salida dramática de la clase, pero, cómo no, se me enganchó una bota con la jamba de la puerta y se me cayeron los libros. Me quedé allí un momento, sopesando la posibilidad de dejarlos en el suelo. Entonces suspiré y me agaché para recogerlos. Pero él ya estaba ahí, los había apilado. Me los entregó con rostro severo.

Él se acercó a mí, rápidamente, pero ya detrás suyo, estaban sus hermanas y Leah, listas para arrancarle la cara. Yo las calmé con un simple pensamiento y algo de mi poder, como si yo fuera la Hembra Alfa de una manada. — ¿Quieres apostar? —Pregunté, con una sonrisa malvada y él sufrió un ligero movimiento, en su habitual rígida postura de Pálido —Estás celoso. Quieres que te invite al baile a ti. Quieres que yo sea tu Impronta y no puedes soportar, que yo lo sea de tus hermanas, incluso si mi olor te hace querer alejarte de mí.