Advertencia: Este es un What if, así que cambié un poquitito las cosas, incluyendo las edades, para acomodarlas mejor a mi conveniencia.

Disclaimer: Shingeki No Kyojin no me pertenece.


1.

El aleteo de las alas de una mariposa se pueden sentir al otro lado del mundo.

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Eren bufa con molestia luego de ser ignorado por Mikasa, mientras ella trota frente a él. Odia cuando hace eso. Y el hecho de saber que lo hace solo cuando la Tropa de Reconocimiento entra en el pueblo, debiera ser un consuelo para él, pero no. Eso únicamente lo hace peor.

-Oye, te dije que me esperaras- se queja él cuando la alcanza por fin. Ella ya está encaramada sobre unas cajas que permitirán ver el desfile de soldados.

-Oh, lo siento, Eren, no te oí- responde ella simplemente, con esa sonrisa tonta que se le escapa de sus usualmente elegantes facciones, los contados días en que los exploradores atraviesan el distrito.

Por supuesto, piensa él a su lado.

Sin embargo, no hace nada por moverse de su sitio, ya que el niño también quiere ver a los soldados entrar desde las afueras de los muros como los héroes que son, no por nada Eren sueña con ser uno de ellos y salir de la jaula de piedra en la que nació…

-Eh, mocosos- la voz familiar de uno de los soldados les llama, y a pesar de haber un montón de niños cerca, ellos saben perfectamente que se tata de ellos-, ¿no tienen nada más importante que hacer?

Pese al tono arisco y a la expresión intimidante del hombre sobre el caballo, Mikasa ensancha la sonrisa como si frente a ella hubiera un enorme pastel de cumpleaños a su entera disposición.

-¡Sargento Levi!- saluda ella, encantada.

El soldado le hace una mueca que quiere parecer una sonrisa, lo que parece ser suficiente para la niña, porque se sonroja de alegría.

-Gracias por su trabajo- vuelve Mikasa al ataque.

-Nada de eso- responde Levi con cansancio, pero se nota, incluso Eren puede verlo, que se esfuerza en que no se le note demasiado-, ¿y ustedes, par de mocosos, están haciendo su trabajo?

Ambos asienten, lo que resulta de Perogrullo, ya que llevan costales de madera en la espalda.

-Así me gusta- les felicita con un gesto con la cabeza.

Como es de esperarse, Mikasa está dichosa. Eren a su lado, no puede culparla; ser elogiado por un soldado del calibre del sargento Levi no es menor, incluso él está contento, y eso que vive con los sentimientos de envidia y admiración hacia el hombre en cuestión. Es decir, ¡él sale fuera de las murallas y conoce lo que hay fuera de ellas, y regresa para contarlo! Eso es tan admirable como envidiable, piensa el niño, con las ganas que tiene de hacerlo él.

Pero al mismo tiempo, siente una pica tan insana como injustificada hacia él, por una razón tan mezquina que prefiere morir emparedado que decírselo a alguien, ni siquiera a Armin.

(Aunque, por la forma en que le mira cuando el sargento Levi está presente, diría que él ya lo sabe. Pero también, Armin siempre lo sabe todo).

Y es que realmente no puede odiar al hombre por haber llegado a tiempo cuando él no. Eren, dentro de todo su egoísmo, sabe que el hecho de que Mikasa esté sana y salva es muchísimo más valioso que el que no haya sido él mismo quien la rescatara de los secuestradores que asesinaron a su familia.

No obstante, pese a sus enormes deseos de convencerse a sí mismo de que la forma en que ocurrieron las cosas esa noche hace un año, tampoco puede evitar pensar que todo sería diferente de haber sido él quien llegara primero al lugar en donde era retenida y haber arremetido contra los secuestradores, como fue su primer impulso, en lugar de haber decidido ir y buscar ayuda. Piensa que, entonces, habría sido él quien la salvara y la llevaría a casa, y quizás, solo quizás, Mikasa atesoraría esa vieja bufanda que usaba esa noche y no el pañuelo con que el sargento le limpió las lágrimas, por haber desarrollado ese enamoramiento infantil en él y no en el sargento Levi, pariente suyo, quien, por motivos que luego explicaría como de "persecución racial", pasaba por el distrito para verificar que ese primo de su madre, que vivía con una mujer oriental allá en las montañas cerca de las murallas más externas, estuvieran bien, encontrándose, justo, justo, con la escena del crimen.

Eren suspira ante la idea, agotado y, sí, molesto por la mezquindad de su pensamiento. Al final, las cosas habrían terminado de la misma manera, ya fuera por una causa o la otra, con sus padres adoptando a Mikasa y ellos creciendo como hermanos y no como amigos de la infancia, ya que, por su oficio, Levi no podía hacerse cargo de una niña traumatizada.

Sin embargo, el sargento, haya o no una razón oficial para visitar Shinganshina, llega una vez al mes para ver a Mikasa, tal como hacía con sus madres antes de su muerte, y tomar el té con ella y sus amigos. Él y Armin aceptan siempre, por supuesto, porque tomar el té con el soldado del calibre de Levi Ackerman no es menor. Aunque, por la forma en que le mira cuando están entados a la mesa, puede decir que no le agrada mucho. Él, al menos. Sabe que, a Armin, por alguna razón, le tolera mucho más.

(Aunque, ciertamente, a todo el mundo le gusta mucho más Armin que él).

-¿Se quedará a cenar, sargento?- la pregunta de Mikasa saca a Eren de su ensimismamiento, esperando con un nudo en el estómago la respuesta del hombre.

Dí que no, dí que no.

Levi parece pensarlo antes de responder:

-No esta vez, mocosa- suelta con una exhalación llena de cansancio-; aún hay trabajo y alguien debe hacerlo.

Eren, a pesar de sí mismo, no puede evitar sentirse decepcionado.

-Ah, sí, comprendo- responde ella con todo el buen semblante que puede, pero es imposible no percibir cómo sus hombros caen ante la decepción.

A su lado, el niño no sabe si enfadarse por la forma en que el ánimo de su hermana depende de lo que diga el hombre frente a ellos, o pensar en cómo esta es una oportunidad para consolarla.

-Ya será la próxima vez, lo prometo la consuela el mayor, con lo más parecido que Eren le ha visto a una sonrisa.

-De acuerdo.

Definitivamente, Eren no tiene por qué estar de acuerdo con lo que piensa.

-Muy bien, es hora de irme- anuncia el soldado, volviendo la vista a un subordinado que le espera a un lado-. Pórtense bien- hace una pausa y, mientras la niña asiente, Levi pega sus ojos azules en los verdes de Eren, con una seriedad tal que le hace sentir nervioso a pesar de no haber hecho nada malo-. Y tú, mocoso: te estoy vigilando.

Eren traga y asiente, y Levi parece satisfecho cuando reanuda el rumbo sobre su caballo.

El niño hace una mueca de malestar estomacal, porque su breve interacción con uno de sus ídolos suena demasiado a una amenaza como para disfrutarlo plenamente. Por más que sepa perfectamente que lo suyo es más una misión, una que le encomendó Levi la noche en que rescató a Mikasa, antes de dejarla con su familia: cuidar a Mikasa.

Lo que, si bien es algo que haría con todo gusto, sin necesidad de mediar una amenaza, es algo más bien difícil de ejecutar. No solo porque la mitad del tiempo ella es acosada por los matones del pueblo debido a su favoritismo por el sargento Levi Ackerman, sino que, como ella es lejos más fuerte y veloz que cualquiera de ellos, la otra mitad del tiempo se mete en peleas cuando salta al rescate de Armin o de él mismo cuando están siendo molestados. Al final, ella es perfectamente capaz de cuidarse sola y al resto, aunque eso signifique que se meta en más riñas de las que a él o a su madre les gustaría.

Es decir, si para él ya es difícil reconciliarse con el hecho de que Mikasa es más fuerte que él, para su madre debe serlo aún más, el que su linda hijita adoptiva no se comporta como la señorita que se supone que sea.

La espalda de su soldado favorito ya ha desaparecido en la multitud cuando ambos deciden bajar de donde se han encaramado para irse por fin a casa y entregar su botín a mamá.

A pesar de no haber vivido en el pueblo, sino en la montaña, hasta hace un año, Mikasa conoce los rincones y callejones tan bien como Eren, así que no tardan en tomar uno de los atajos que saben que les llevará a casa sin tener que pasar por las calles principales, en donde la procesión de la Tropa de Reconocimiento aún tiene a demasiada gente en la calle. Van trotando en un juego que solo ellos y Armin entienden, en que el último hace las veces de titán hasta que alcanza al primero, que debe tomar su lugar al final de la fila, cuando ven a lo lejos a la pieza faltante de su equipo de tres hombres, en compañía de otro grupo de niños harto más grandes que él.

Eren frunce el ceño. Otra vez esos estúpidos están molestando a Armin.

Si bien es Eren quien grita a los cuatro vientos sus deseos de unirse a los exploradores para salir al exterior, Armin mantiene el mismo empeño en la privacidad de su círculo. Sabe muy bien que, a pesar de ser el más listo de ellos, también es el más débil, por lo que no está dispuesto a lidiar con lo que el resto tenga que decir al respecto.

Cosas como ésta, en que los más grandes se acercan a él solo para molestarlo por su enorme ambición con escaso fundamento, son más comunes de lo que a él o a sus amigos les gustaría. Detesta que los otros se sientan con el derecho de hostilizarlo, casi tanto como detesta que Eren y Mikasa se sientan con la obligación de protegerlo.

Así que esta vez decide defenderse solo. No permitirá que ninguno de estos brutos se salga con la suya.

-...Olvídate de esas fantasías y dedícate al cultivo, como los ancianos y los debiluchos; lastres como tú no tienen la fuerza para ser soldados.

-Cualquier estúpido con algo de fuerza puede cultivas el campo, incluso ser soldado, si se esfuerza un poco más; yo tengo algo más valioso que eso- arremete Armin con toda la violencia de un buen argumento-. Ya verás: saldré de estos muros y veré tantas cosas en el mundo exterior, que al volver ni me acordaré de sus feas caras.

-¡Y el estúpido soy yo!- se ríe el otro-, tú solo no llegarás a ninguna parte, ni siquiera si el tonto de Eren te acompaña: ambos están perdidos sin esa blanca.

El vocablo causa espanto en Armin. Se les dice así a las personas que son sujeto de trata de blancas; es una forma menos violenta, aunque igualmente peyorativa, de decir esclava. Es un secreto a voces lo sucedido a la familia de Mikasa hace un año; que los traficantes de esclavos oyeran sobre su madre, de sangre oriental, escasa y exótica, y decidieran que sería buena mercancía para algún coleccionista. La intervención de su padre, un hombre tan pacífico como fornido, acabó en la muerte de ambos, dejando a la niña, de solo nueve años, a merced de secuestradores inescrupulosos.

Únicamente la llegada del sargento Ackerman evitó que sucediera algo incluso peor.

Fue realmente lamentable, pero eso no impide que idiotas insensibles sin cerebro lo usen para mofarse de ella. A falta de fuerza física que pueda rivalizar con la suya, usan la violencia verbal.

-Entonces es bueno que yo también vaya a ir con ellos- la voz de la aludida hace que el grupo se congele en su sitio. Todos ya han sentido de cerca lo doloroso que es meterse en una riña con Mikasa, y prefieren evitarlo en la medida de lo posible. Sobre todo, si no está sola.

-¿Qué?- la voz de Eren, a su lado, escandalizada, desvía la atención de la niña de los matones, y ellos no pueden evitar sentir alivio por perderla , ¿cómo que tú irás con nosotros?

-Pues… sí, eso. También me enlistaré responde ella con un encogimiento de hombros.

-¡Vaya, eso es genial!- celebra Armin a un lado, genuinamente contento por su amiga-, ¿cuándo lo decidiste?

-¡Armin!- protesta Eren.

-Lo he estado pensando desde hace un tiempo, me pareció un buen momento para decírselos- responde ella con algo de timidez, ignorando por completo a su hermano adoptivo.

-¡Hey!

Por otro lado, los matones deciden que este es un excelente momento para huir, ya que el trío se ha enfrascado en una discusión para la que seguramente requieren privacidad, así que, con un dedo índice sobre sus labios, el líder les indica a sus secuaces que es hora de una retirada táctica silenciosa.

Por su parte, ni Armin ni Eren ni Mikasa se fijan en eso.

-¿Ya se lo has dicho a mamá?- pregunta Eren con desespero.

-Aún no, ¡pero no vayas a decírselo tú! Estoy esperando el momento correcto.

-¿Y cuándo es, según tú, el momento correcto?- se lleva una mano al puente de la nariz-. Sabes lo que opina de la Tropa de Reconocimiento, ¡definitivamente le va a dar algo!

-Es por eso no le he dicho nada aún, Eren…

-Es por eso que no debes enlistarte, Mikasa.

-Espera, eso es injusto, ¿por qué tú si pueden y yo no?- protesta Mikasa, con justa razón.

Eren, obvio, detesta que Mikasa, además de ser la más fuerte y rápida del pueblo, odia que sea casi tan lista como Armin.

Aunque, claro, eso no va a impedirle discutir con ella.

-Porque mamá se llevará un disgusto, porque eres una chica, y porque el sargento Levi me cortará la cabeza si permito que te enlistes y algo te sucede.

Mikasa respira profundo por la nariz y Armin ve con fascinación cómo su pecho se expande antes de contestar, como quien presencia la crecida del justo antes de una inundación.

-Primero que todo: mamá se llevará un disgusto tanto si lo hace cualquiera de los dos. Segundo: ¿en serio? Pues esta chica puede cargar tres veces más leña que tú y acabar duda y se corrige … lidiar con quien quiera hacerme daño. Y tercero: no aprecio que ni tú ni Levi decidan sobre mi bienestar sin consultarme.

Dicho eso, Mikasa emprende camino a casa, despidiéndose de Armin con un murmullo.

Eren, que no sabe qué le impresiona más, si el que haya soltado esa perorata sin detenerse a respirar, que se haya referido al hombre más fuerte de la humanidad con tanta familiaridad, o que haya insinuado que es capaz de matar a alguien, intercambia miradas con Armin. Éste se encoge de hombros, indicando que también se ha dado cuenta y que no sabe cómo proceder. Con el mentón, le dice que la siga, que él puede volver solo a casa.

Sin embargo, antes de separarse, él añade:

-Ella tiene razón, lo sabes, ¿cierto?

Eren no responde, y se gira para seguir a su hermana, pero incluso él, tonto, terco y obtuso, sabe que Armin siempre está en lo cierto.

También porque el desliz de Mikasa le recuerda que su padre mantuvo una conversación en privado con el sargento luego de dejarles a la niña en su casa, que nunca quiso revelarle.


Cuando por fin llega a casa, Mikasa está ayudándole a su madre con la cena. Eren entre con su carga de leña en la espalda y la deja en el baúl casi lleno en donde Mikasa ha descargado la suya.

-Has tardado, cariño. Mikasa llegó hace rato comenta Carla- mientras revuelve la cacerola.

-Me entretuve en el camino- responde simplemente. Su padre, sentado en la cabecera de la mesa, con el periódico en las manos, comete el error de mirarlo, y él aprovecha ese instante precioso para comunicarle con sus expresivos ojos verdes que lo necesita.

Con un suspiro, Grisha vuelve a doblar el periódico en cuatro y lo deja sobre la mesa.

-Eren, ¿me acompañarías un momento? Hay algo que quiero mostrarte- propone él con una mirada a su hijo, para luego mirar a su mujer, pidiéndole una autorización silenciosa para que ambos desaparezcan un rato.

Un asentimiento por parte de Carla es todo lo que necesita para proceder. Con una palma sobre el hombro de su hijo, se encaminan hacia donde Grisha Yeager tiene su oficina en el sótano.

Una vez que su padre cierra la puerta tras de sí y se sienta en su escritorio, es que Eren se da cuenta de que nunca antes ha estado en esta habitación. Debe decirse a sí mismo que no es momento de distraerse con los misterios que el estudio privado de su padre presenta ante sus ojos.

-Y bien, Eren, ¿de qué querías hablar?- pregunta el hombre con toda la paciencia que solo un padre sabio y comprensivo puede manifestar.

-Es sobre… esa noche- responde Eren, aludiendo a la noche del secuestro y rescate de Mikasa, al que jamás se han referido de manera menos ambigua. Ni a ellos les gusta mencionarlo, ni a Mikasa le agrada recordarlo. Es un pacto tácito de silencio.

La expresión en la cara de su padre denota sorpresa.

-¿Qué es lo que quieres saber?

-¿Qué es lo que sucedió antes de que llegáramos?- pregunta el niño con seriedad-. Sé que no lo viste, pero sé que él te lo contó explica, y ambos saben de quién habla-. Padre, ¿qué les ocurrió a esos hombres?

Grisha suspira, contrariado. No es como si no hubiera estado esperando que este momento llegase algún día, pero el comportamiento a veces atípico, por decir lo menos, de su hija adoptiva, no podía siempre explicarse por un síndrome de estrés post traumático debido a l que vivió hace un año, y mucho menos esconderlo de Eren, la persona quien mejor la conoce en el mundo entero.

Sí, esto iba a ocurrir tarde o temprano, pero mentiría si no admitiera que esperaba que sucediera más tarde.

-¿Ella ha dicho algo?- tantea el terreno, antes que nada. Primero debe saber dónde está parado.

-Hoy discutimos- empieza él a explicar, un poco avergonzado-, sobre porqué no debería enlistarse, ¡pero no le digas que yo te dije! Y dijo algo que nos llamó la atención… No, no algo, fue cómo lo dijo… dijo que podía acabar- dibuja comillas en el aire con sus dedos- con quien quisiera hacerle daño. Luego se corrigió por "lidiar", lo que no es falso; Mikasa suele meterse en peleas y ni siquiera se despeina.

Grisha se toma un segundo para pensar cómo comenzar. Se decide a hacerlo por el inicio.

-Mikasa es el resultado de una mezcla racial muy especial, Eren- empieza-. Su madre era oriental, venidos desde el otro lado del mar antes de que se construyeran los muros; son hermosos y orgullosos. Con el tiempo, se han hecho tan escasos que los traficantes los ven casi como un tesoro- hace una pausa para estudiar la expresión de su hijo-. Su padre, por otra parte, era un Ackerman, un linaje demasiado antiguo, provenientes desde las profundidades de la tierra; nacieron con un instinto de supervivencia descomunal, obligándolos a sobreponerse frente a cualquier dificultad… con el defecto de que son extremadamente leales y serviciales. Eso los hace lo suficientemente peligrosos como para que los cacen.

Su padre vuelve a suspirar.

-Como verás, Mikasa es un espécimen perfecto, tanto desde el punto de vista de la genealogía como de los coleccionistas. El sargento Levi iba precisamente a verificar cómo estaban, ya que su madre era prima del padre de Mikasa. Fue una afortunada casualidad que se encontrara con el espectáculo, y que fuera capaz de rastrearla.

Eren asiente, siguiendo el relato.

-El sargento dijo que cuando los encontró, se deshizo de dos de ellos antes de desatarla, pero no vio al tercero, que se le acercó por la espalda mientras salían. Para cuando se dio la vuelta, ya había caído muerto. Levi nunca responsabilizó a Mikasa por nada de lo ocurrido dentro de ese cobertizo, pero sí creyó que era importante que yo supiera que ella despertó esa noche ese instinto que hace a los de su familia perseguidos. Y por lo que yo he visto desde entonces, ella solo se volverá más fuerte y más hermosa. Una presa codiciada.

Esa última parte le deja preocupado. Como si todo lo que acaba de oír no fuera preocupante.


Eren pasa el resto de la noche pensando en lo que le ha contado su padre, y en las implicaciones que puede tener.

Si lo que dice su padre es cierto y ella solo se verá más asediada, ya sea por su sangre oriental o su sangre Ackerman, entonces Eren solo puede pensar en lo mucho que quiere protegerla. La cosa es cómo.

Esconderla en las montañas no protegió a sus padres. Permitir que sepa defenderse, por otro lado, parece ser la única opción. Ella estaría a salvo en la Escuela militar y además tendría herramientas para sobrevivir ante cualquier persona. Pero al mismo tiempo, se le hiela la sangre de solo imaginársela ante un titán. A pesar de que sabe de lo que es capaz, verla en peligro (aunque sea tan solo hipotético) le paraliza.

Así que, como cada vez que tiene dudas sobre algo, le pregunta a Armin.

Su mejor y más antiguo amigo le mira a él y luego a un punto fijo en el suelo mientras piensa. Armin suele hacer eso, y por lo general, Eren no tiene problemas con esperar por una respuesta, pero esta vez, no puede evitar que su rodilla rebote con un molesto ritmo mientras lo hace.

-Creo que, independiente de que sepamos esto o no, si Mikasa decidió enlistarse, es nuestro deber apoyarla, ya que, después de todo, nosotros haremos lo mismo- es la contundente y, al mismo tiempo, poco satisfactoria respuesta de Armin.

-Pe-pero…

-Eren, entiendo que quieras protegerla (sobre todo si el sargento Levi te dijo que lo hicieras), pero si no la apoyamos en esto, ella lo hará sin nosotros, y eso es mil veces peor, ¿no crees?

Y él debe admitir que, si bien es cierto que sigue en desacuerdo, también es cierto que Armin tiene razón. Como siempre.

-Todo saldrá bien, ya lo verás- intenta animarlo Armin con una gentil mano sobre su hombro.

-Es que… no lo sé, Armin- insiste Eren por última vez-, siento que ella no sabe lo que hace, o si lo hace porque de verdad quiere entrar al ejército o únicamente porque está enamorada de ese enano…

Sin embargo, el sonido de un jadeo, seguir por el de una bolsa contra el suelo hace que ambos vieran en esa dirección, solo para ver a Carl Yeager con los ojos bien abiertos y ambas manos en la boca.

Ambos niños desean con todas sus fuerzas que un titán gigantesco atraviese las paredes en ese mismísimo instante, con tal de evitarse la escena que viene a continuación.

-¿Que Mikasa qué?

-Eh…- Eren balbucea, sin saber si realmente debe repetirlo o es una pregunta más bien retórica. Disimuladamente, mira de reojo a Armin en busca de apoyo.

-¿Desde cuándo es que sabes de esto?- le exige, sin esperar a que respondiera lo anterior. Ah, era retórico, entonces.

-Eh…- vuelve a balbucear no sabiendo si debe responder y echarse al agua a él y a su hermana, a pesar de haber prometido no decir nada, o fingir demencia.

-¡Eren!- insiste ella, tomándole por los hombros y zarandeándolo.

-Desde hace un par de día-s dice él con el susto que solo una autoridad materna puede inspirar.

Entonces, Carla gruñe, toma a Eren del codo y, sin soltarlo, se encoge para buscar su bolsa perdida. Luego emprende el camino a casa.

Armin los ve marcharse con una mezcla entre culpa y alivio por haber sido ignorado.


Verla atravesar la puerta como un vendaval es un espectáculo en sí mismo, aún cuando él va justo detrás, con el codo que se le sale del brazo, por la forma en que su madre tira de él sin piedad. Carla "El vendaval" Yeager atrapa por sorpresa a Mikasa, quien comenzaba a sacar las verduras que se usarán en la cena.

La escena se congela un instante, Mikasa, con un par de papas en las manos, y mamá, con la mano con la que acaba de apartar la pueta de entrada de su camino, extendida, y la otra, todavía sujetando el codo de su hijo consanguíneo.

-¡Mikasa!- la llama la mujer, haciendo que la niña se encoja de puro respeto ante la figura materna, aun cuando ni se imagina qué es lo que ha hecho mal , ¿es cierto?

-Eh…- balbucea la niña, sin saber cómo responder correctamente a una pregunta apenas formulada.

-¿Es cierto que quieres en listarte?- pregunta, por fin, soltando a Eren y acercándose a su hija de todo menos de sangre, la toma la cara con ambas manos y se arrodilla frente a ella-. Mikasa…

Mikasa mira a su madre, luego a su hermano y une los puntos.

-¿Le dijiste?- acusa, herida-. Eren, me prometiste que no le dirías.

-¡No, yo no…!- intenta excusarse el niño, sabiendo que probablemente no sea cierto nada de lo que diga, porque su madre sí se enteró por él, aunque no fuera a propósito. Pero no alcanza, porque su madre es la que más apuro tiene de hacer sus propias acusaciones.

-¿Entonces es cierto?- por un segundo que puede hacer durado varios minutos, en opinión de una desesperada Carla, Mikasa no responde-. Mikasa.

-¡Pero Eren también quiere enlistarse! ¿Por qué solo está mal si lo hago yo?

-Es distinto. El ejército no es lugar adecuado para una niña.

-Ya no seré una niña cuando me enliste.

-Ese no es el punto.

-¿Entonces cuál es?

-Que eres una chica, que pronto será una mujer- responde con exasperación-. Una mujer que tiene más probabilidades de encontrar un marido que la quiera y que la cuide si se queda en casa, en lugar de en una barraca. Un marido mejor que Levi Ackerman.

Un silencio estruendoso se produce entonces. Uno en el que el rostro de Mikasa enrojece por la vergüenza o la rabia, o ambas, ni ella misma está segura. Mira con espanto a su madre y luego a su hermano, con toda la furia de la traición que sus ojos grises no le han mostrado nunca a él.

Eren puede sentir cómo el alma se le cae a los pies al ver la decepción en su hermana no de nacimiento, y al mismo tiempo, se siente ansioso por la resolución de su madre.

-No me estoy enlistando en el ejército por ir detrás del sargento Levi, si eso es lo que te preocupa- espeta la niña, hundiendo los dedos en las papas crudas que todavía tiene en las manos-. ¡Y si yo realmente quisiera casarme con él, no es algo que te incumba, después de todo, no eres mi madre!

El ambiente se congela en ese preciso instante, solo interrumpido por el jadeo espantado de Carla. Eren, desde su lugar, le mira con los ojos verdes bien abiertos, sin crees que ella le hubiera dicho una cosa semejante a quien la cuidó como a una hija desde el momento en que se paró frente a su puerta.

La ira de Mikasa se enfría y se convierte en vergüenza, pero se niega a disculparse poque nadie se ha disculpado con ella tampoco.

Sin embargo, el peso de las miradas sobre ella es demasiado para soportarlo, así que huye. Sale de la casa corriendo, pegándole a Eren en el hombro al pasar por su lado.

Eren se queda de piedra, sin saber si debe ir y consolar a su mamá, o correr tras su hermana. Va a dar un paso hacia adelante cuando ella le habla:

-Ve tras ella, que no haga ninguna tontería. Yo estaré bien; estaré aquí cuando vuelvan.

Él asiente, a sabiendas de que ella no puede verlo, y corre.

Ella tiene razón, estará bien. Mamá ama a Mikasa y harán las paces.

Pero primero debe encontrarla.


No debe correr mucho antes de encontrarla, sabe bien, después de todo, a dónde irá. Está en ese recodo que da al río, en donde él, Mikasa y Armin se sientan a hablar sobre lo que se imaginan que habrá al otro lado de las murallas; la ve con la frente pegada a las rodillas y a Armin con una mano sobre su espalda.

De solo pensarlo, se siente estúpido. Con él y Armin parloteando día y noche sobre salir al mundo exterior, y con las visitas periódicas del sargento: Mikasa ha estado expuesta a la idea desde que llegó al pueblo, y luego de lo que sucedió, la sensación de claustrofobia debe ser incluso mayor que la suya propia.

Si la idea de Mikasa fue realmente influenciada por alguien, definitivamente fue por ellos.

Cuando se acerca, Armin se vuelve a verlo, mirándolo con su cara de "ya me he enterado", sin despegar su mano de la espalda de su amiga. Tiene unas enormes ganas de disculparse porque, por accidente o no, ha roto su promesa, así que se siente responsable.

Sin embargo, no alcanza a decir nada cuando Mikasa es la que habla:

-Le dije algo horrible a mamá- llora ella, a través de sus brazos contra sus rodillas.

Una sonrisa se forma en el rostro de Eren, y ve que Armin hace lo mismo. Si está más arrepentida por lo que dijo, que molesta por la discusión (o con él, también), es que todo está bien. Todo volverá a la normalidad.

-Por eso debes ir a disculparte- dice Eren, sentándose a su otro lado-. Deben hacer las paces. Y cuando se hayan amigado nuevamente, ya podremos convencerla de que nos deje enlistarnos.

Ella levanta la cabeza por primera vez, sus ojos grises más claros por las lágrimas.

-¿En serio?- su voz lacrimógena, llena de esperanza.

Eren asiente con seguridad e inspirándole confianza a ella.

Porque, después de todo, él tampoco es capaz de separarse de ella. Es mucho mejor ir todos juntos, cuidarla de cerca, que dejarla en casa y esperar que todo esté bien.

-Ya verás, Mikasa- interviene Armin con esa linda sonrisa suya, quien de seguro llegó a esa misma conclusión en el momento en que Mikasa les anunció su decisión-. Iremos los tres juntos.

Ella sonríe y con cada brazo, atrapa el cuello de sus amigos, atrapándolos en un abrazo fuerte y juguetón.

Los tres juntos.

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Esta forma de ver la historia se me ocurrió hace un montón de tiempo, pero no había podido ponerlo de la forma en que me la imaginaba, me costó mucho.

Espero que les guste.