Advertencia: Este es un What if, así que cambié un poquitito las cosas, incluyendo las edades, para acomodarlas mejor a mi conveniencia.
Disclaimer: Shingeki No Kyojin no me pertenece.
3.
Si hay algo que está destinado a suceder, sucederá, en el momento adecuado, para la persona correcta y por la mejor razón.
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-No puedo creerlo, Mikasa, ¿estás nerviosa?- pregunta Eren, tan indignado como molesto-. Pero si te gradúas primera, ¿cómo puedes estar nerviosa?
-No es por eso, Eren-protesta ella con timidez.
-¿Entonces qué es, mujer?
-Déjala, Eren, tú también estás entre los primeros diez y estás igualmente nervioso- interviene Armin, neutral, a sabiendas de que él no lo estaría. De alguna manera, eso le tranquiliza; sin presiones.
-Definitivamente, mi favorito- canturrea ella, pasando un brazo por el hombro de su mejor amigo.
Eren ya ni se molesta en protestar, completamente acostumbrado a que la conversación termine así.
Es así desde que Mikasa llegó a sus vidas; los acontecimientos de la noche en que ella fue secuestrada, sumada a la promesa con el, a la sazón, sargento Ackerman, provocaron en Eren la necesidad de perseguirla, asegurarse de que esta bien en todo momento, casi como una sombra protectora. Sabe perfectamente que su constante presencia es molesta e incluso asfixiante, lo que hace que tengan constantes peleas porque, si bien ella aprecia el interés, todos saben que, de los tres, es la que más probabilidades tiene de sobrevivir sin los otros dos.
Pero es que simplemente no lo puede evitar.
Para esas ocasiones es que Armin asumió el rol de mediador entre ambos, lo que siempre terminaba en un diálogo medio en broma, medio en serio, sobre cómo Armin es el favorito de Mikasa.
No es que le molestara, por supuesto. Sabe que es un juego.
(Salvo por el hecho que en realidad sí le molesta).
Y, por si fuera poco, no solo debe lidiar con eso, si no que ahora debe hacerlo con el hecho de que Levi Ackerman está cada vez más a su alcance. Era tolerable cuando tenían once años y su enamoramiento por el entonces sargento, era infantil y lejano. Ahora, con dieciséis y con ella siendo la mejor de la promoción, una posible relación no solo se vuelve algo real, sino que posible (eso, claro, sin mencionar ese estúpido rumor de hace algunos años que aún no desaparece por completo, ya que cada vez que Mikasa hace algo extraordinario, los reclutas vuelven sobre él).
Bufa, molesto, al formarse en la explanada donde, al final de su tercer año de instrucción, solo queda un tercio de los reclutas que entraron. Muy cerca de él están sus amigos de la infancia, igual de atentos que él, aunque ve a Armin hacerle un gesto a Krista, algunos lugares más allá, ya que, a pesar de no estar seguros, todo parece indicar que ella logró entrar entre los diez mejores.
Una hazaña, sin duda.
Shadis se para de frente, sobre una tarima que alguien coloca donde antes no había nada. Ve a sus reclutas con una mirada rara; severidad y orgullos mezclados en proporciones difíciles de determinar.
Los jóvenes guardan silencio de golpe cuando su instructor carraspea.
-Cadetes- comienza. Shadis logra proyectar su voz de tal manera que hasta el último de la fila puede oírle con completa claridad-; cuando se pusieron de pie aquí mismo hace tres años se comprometieron a hacer su mejor esfuerzo por servir a la humanidad.
El discurso de Shadis, a pesar de ser duro, conmueve a varios, sorprendidos de oír a alguien tan aterrados como el instructor, diciendo palabras bonitas, por más que suenen a reprimenda.
-… y hoy, al final de su entrenamiento, solo una parte de los que iniciaron está aquí; cumpliendo lo que se propusieron. ¡Enorgullézcanse, soldados!
El hombre se lleva la mano al pecho, y al unísono, los ahora soldados, le imitan.
-Como instructor de la Tropa de cadetes N°104, me enorgullezco de anunciar a los diez mejores graduados quienes, no solamente superaron a sus compañeros, sino que sus propias expectativas y los de sus superiores. En décimo lugar: Krista Lenz.
Un aplauso sigue el anuncio y permanece hasta que la chica, diminuta y aparentemente inofensiva, sube a la tarima y se coloca a la izquierda de Shadis.
-…Sasha Blouse… Connie Springer… Marco Bott…
Uno a uno, los nombrados van subiendo a la tarima, colocándose en orden descendente a la derecha de Krista. Sasha y Connie choran puños cuando se ponen uno junto al otro sobre el escenario, y Jean le lanza una sonrisa engreída a Eren cuando le llaman, solo para agriarse cuando es anunciado justo después.
Nadie se sorprende cuando Annie, Bertolt y Reiner son nombraos, en ese orden, dejando a este último como el flamante segundo puesto. Y, claro, tampoco es un misterio quién es el último que falta; el primer graduado.
Shadis solo lo verbaliza.
-Estoy seguro que todos los aquí presentes sabemos con certeza quién es la persona que sigue, porque hemos convivido con ella desde hace tres años, y somos testigos de su excelencia y rendimiento. Ella, el primer graduado de la Tropa de reclutas N°104, Mikasa Ackerman.
Con semejante presentación, es imposible que el público no quisiera aplaudirla con ganas, mientras que la referida sube a ubicarse junto a sus compañeros con toda la timidez y orgullo que una situación como esa puede generarle a un adolescente.
Los aplausos merman hasta detenerse por completo.
-Ahora, soldados; ¡entreguen sus corazones!
Keith Shadis grita el lema, como si fuera una oración en voz alta y golpea su pecho con fuerza. El sonido se repite, haciendo eco en la Muralla María.
-¿Oiste?- dice Auruo, como quien no quiere la cosa, de pronto.
-Contexto, por favor- espeta Erd con una mueca-. Oír qué cosa.
-Anoche se graduaron los cadetes- continúa, como si con eso bastara para que el resto entendiera.
No es así.
-¿Y?- insta Gunther, alargando el sonido con hastío.
-Eso, que se graduaron; tendremos nuevos miembros.
-Es lo mismo todos los años, Auruo- puntualiza Erd, sin entender a dónde exactamente va a esta conversación-; un montón de chicos que no tienen más opción que unirse a la Legión.
-Esa es la noticia, precisamente- insiste Auruo, captando la atención de sus compañeros de escuadrón.
-Auruo, al punto de una vez, haz el favor- Gunther, que ya ha perdido la paciencia, pero que también está interesado, le apura.
-Que esta mañana los diez primeros graduados han elegido rama. Y, antes de que me digan "pero, Auruo, ninguno de ellos nos elige nunca", pues déjenme decirles que este año es diferente: ¡nueve de diez decidieron unirse al Cuerpo de exploración!
Se produce un silencio que Auruo les concede para que digirieran la idea, que parece verdaderamente difícil de creer.
Y a esa conclusión llegan.
-De lo que sea que hayas fumado, déjalo: te hace mal- concluye Gunther, desestimándolo y volviendo a juguetear con el cuchillo y el pedazo de madera al que intentaba darle forma (sin éxito).
-¡En serio! De hecho, allá están Petra y el capitán ahora mismo; ¿y saben por qué? Porque el primer graduado quiere ser uno de nosotros. ¿Sabes cómo la llaman? "La mujer que vale cien soldados", ¿puedes creerlo?
-No, en realidad no- responde Erd, confundido, pero incapaz de no darle el beneficio de la duda-, ¿de dónde sacaste eso?
-Ian- responde con simpleza, como si eso bastara para que ellos entendieran.
Y así es.
Porque Ian Dietrich puede ser de las Fuerzas estacionarias y tener un palo metido en el culo, pero lo que sea que él diga siempre es cien por ciento verdad.
-Y, además, dices que es una chica, ¿qué es lo que tiene que suceder para que ocurra algo así?- la pregunta de Erd es la verbalización del pensamiento del resto. Toda sombra de duda se ha esfumado.
-Se apellida Ackerman- finaliza, como si eso bastara para que los otros entendieran.
Y así es. Un poco. Porque también hay varias otras cosas para las que necesitarán una explicación diferente.
A Petra le gustan los reclutas nuevos, en serio que sí. Son jóvenes que, en uno de dos casos: sueñan con vestir las alas de la Libertad en sus espaldas orgullosas y soñadoras a pesar de los riesgos que eso conlleva, y hay que premiarlos por eso, o que no tuvieron otra alternativa, ya que el derecho a elegir solo se lo llevan los primeros diez de cada promoción (razón por la cual, generalmente sucede más la segunda que la primera opción).
Así que, cuando Levi le pide que le acompañe a la ceremonia de elección de los recién graduados, va feliz, no solo porque disfruta pasar tiempo con él, sino porque está ansiosa por enseñarles una cara sonriente a los nuevos reclutas. Es un ganar-ganar.
Se sorprende mucho, no obstante, cuando es testigo de cómo, en un único acto que parece concertado, nueve de los diez primeros graduados se golpean el pecho con el puño y declaran querer unirse a la Legión de Reconocimiento, incluyendo el primero de todos ellos, una chica alta y esbelta de quien los soldados murmuran maravillas tales como que, según Keith Shadis la calificó por tres años seguidos como "experta en todas las áreas" (lo que es casi ridículo porque quién, por la Muralla Sina, es experta en matar titanes de utilería a los catorce años), o que es una de las mejores cadetes que se tiene registro.
Obviamente, todos esos calificativos se quedan cortos cuando Ian le asegura que el comandante Pixis, además de Nile Dok, de la Policía militar, y de, por supuesto, su propio comandante, están muy interesados en ella por tener ella solita el valor de cien soldados.
Como es obvio (porque ignorarlo deliberadamente es una estupidez), Petra no puede no pensar en el propio Levi cuando oye todos esos apelativos, y de una manera, simultánea, se compadece de esa pobre chica, por toda la presión que debe tener sobre sus hombros nada más graduarse, así como, de forma unilateral, los pone a ambos a competir en su cabeza, ansiosa de concluir que la pobrecita no es la gran cosa, sino que solo una chica que tiene la mala fortuna de tener el mismo apellido que el soldado más fuerte de la humanidad.
Eso hasta que la ve en acción.
El comandante Erwin la ha puesto a ella y a varios otros de sus compañeros a cargo del capitán Levi como una especie de diagnóstico, ya que muy operaciones especiales puede que sea su escuadrón, pero no hay ningún otro con mayores posibilidades de éxito, sobre todo para jóvenes tan prometedores. Hay que cuidarlos. Petra puede entender eso.
Solamente que no se espera que todo lo que oyó haya sido un eufemismo de la que realmente es. Es decir, ella misma es un soldado de élite por derecho propio, por eso es parte del escuadrón de Levi, para empezar. Pero esta chica, Mikasa, es otra cosa.
En u primera expedición, cerca de los muros, para ver cómo reaccionan los nuevos, se encuentran con un enjambre de titanes que pegan manotazos a diestra y siniestra que, para soldados recién graduados, resultó difícil evadir sin daños. Levi está por todos lados, cuidando que ninguno de los niños muera en su primera excursión, así que se despreocupa de su propio equipo, asumiendo que son adultos experimentados que saben hacer bien su maldito trabajo sin morir en el intento.
Y sí, la mayoría de las veces.
No es que ellos, de entre todos los escuadrones de la Legión, estén exentos de bajas, pero sí las mantienen al mínimo.
Con los nuevos reclutas, no obstante, la cosa es distinta. Cometen errores tontos, llenos de ansiedad y miedo, o calculan mal las distancias u olvidan cómo funciona el equipo de maniobras.
Así es como ve morir a algunos de los niños, los que parecían ser una pareja, por la forma en la que ve sus cuerpos juntos, y otro par en manos titanes sin posibilidad de rescate.
Ninguno está libre de eso.
Ni siquiera el primer graduado.
Uno de los nuevos vuela hasta la rama en donde está Mikasa, sobre dos titanes demasiado grandes para la altura del árbol que usaron como refugio. Al ver dos presas sorbe sus cabezas, remecen el árbol a ver si alguno de los dos cae entre sus fauces. Ambos soldaditos pierden el equilibrio y se proponen a usar su equipo de maniobras para salir de allí, cuando un gesto involuntario hace que el chico agite el brazo y le de un sablazo en el rostro a la chica. Mikasa se echa para atrás para evitar un golpe que le pudo haber cercenado la nariz, y da un paso en falso fuera de la rama.
Mikasa cayó al vacío al mismo tiempo que el otro se elevaba.
Todo parecía indicar que ese sería el fin del soldado que valía por cien, cuando ella vuelve al cielo, enganchando sus grampones a las cabezas de los titanes. En el aire, se dio una vuelta y corta las nucas de ambos gigantes en un movimiento limpio, fluido y casi elegante.
El capitán, quien había llegado hasta allí a una velocidad impresionante, espera a que aterrice donde el resto se encontraba en un lugar seguro.
-¿Te encuentras bien?- preguntó él, más por cumplir que por otra cosa, es evidente que está bien.
Ella asintió y se toca la mejilla, manchada de sangre, en donde le cortaron por accidente.
-¡Mikasa!- el chico que le hizo daño se acerca al trote hasta ella, seguido por otro rubio más bajo, y le abrazó por los hombros-. Lo siento tanto, ¿estás bien?
-Eren- sonríe ella al saludarlo. Petra creyó que de seguro harían buena pareja-, Armin. Sí, estoy bien, solo fue el susto.
-También nos asustamos- sonríe Armin-, pero sabíamos que saldrías de ahí; eres la más dura, ¿no es así, Eren?
Él balbuceó algo ininteligible, con un rubor cubriéndole la nuca.
Por un instante, el ambiente es casi familiar, sonrisas de alivio y comentarios sobre lo horripilante que fue la experiencia. Incluso, Petra puede oír a una chica decir que se moría de hambre. Hasta que el capitán interviene.
-Todos, felicitaciones; han sobrevivido a su primera expedición fuera de las murallas- una breve mueca apareció en sus rasgos, solo para desaparecer inmediatamente después-. Los que no, murieron como héroes, serán velados y entregados, en lo posible, a sus deudos. Cuéntense y atiendan a los heridos rápidamente antes de partir- un largo suspiro de cansancio se oyó cuando el capitán termina sus instrucciones, hasta que habla de nuevo-. Menos tú, Eren, tú estás entre los muertos- aclara de forma tan natural, que cuesta creer que hablaba en serio.
Sin embargo, él, sus amigos de la infancia y su escuadrón, sabían que sí.
Eren tragó pesado, pálido.
-Bien, larguémonos de aquí- ordenó Levi con un gesto que no dio lugar a réplicas.
No es que nadie quisiera replicar.
-¿No crees que te has excedido?- pregunta Hange, mientras ordenan el papeleo de la expedición y deciden qué hacer con los nuevos reclutas.
-Es solo la segunda taza, Cuatro ojos, ¿cómo va a ser eso excederse?- responde él con dicha taza a medio camino entre la mesa y su cara.
-Con ese pobre chico, Levi. Eren- le aclara ella, no pudiendo no sonreír ante su intento por desviar el tema-. Lo golpeaste demasiado fuerte.
-En absoluto, ese pequeño infeliz se lo merecía- es la contundente respuesta de Levi. Simple y categórico.
-Levi- insiste ella, tratando de reprenderlo.
-Qué.
-¿Por qué no asumes que te molesta demasiado que vaya a quedarle una cicatriz?
Por primera vez, Levi levanta la vista y Hange sonríe, subiéndose vencedora de esa pequeña competencia.
-¿Y bien?- torea ella, con esa sonrisa de mierda y los brazos cruzados.
-Óyeme bien, Cuatro ojos- empieza él, dejando sus cosas sobre la mesa y mirándola a los ojos-, esa chica es lo único que tengo, y ese pedazo de mierda no va a ponerla en peligro y dejarle cicatrices en el rostro que no tendría ella por sí misma, en un solo día, y no obtener su merecido, ¿está claro?
Hange sonríe abiertamente, satisfecha.
-Como el cristal.
-Bien- y tras eso, vuelve a su papeleo.
-Bueno, no es que no crea que no te lo mereces- comenta Jean, junto a Connie, Sasha y Marco quienes, a su lado, intentan no aguantarse la risa-. De hecho, creo que te hizo un favor: ahora te ves más guapo que antes.
Eso es suficiente para que los otros tres estalle a carcajadas. Eren, sentado en el piso, con el rostro sucio con barro seco en algunos lugares, y medio húmedo en otros, les mira, pensando en que conseguirá nuevos amigos. Luego prefiere volver a cerrar los ojos; fijar la vista le duele horrores con su ojo morado.
Krista, por su parte, no lo encuentra gracioso. Le tiene terror-pánico al capitán Levi y cree que la paliza que ha recibido Eren es excesiva. Con cuidado, trata de limpiarle el rostro al muchacho con un trapo húmedo, para luego poder atender bien su ojo negro.
-Lo siento, ¿duele mucho?- pregunta ella, luego de que Eren siseara de dolor.
-No, está bien- responde él, decidido a ser un hombre y no quejarse de las consecuencias de algo que él provocó. Sin embargo, no puede evitar consolarse por el hecho de que, si todo va mal y Mikasa acababa casándose con el capitán, él podría pedirle matrimonio a Krista.
Se siente horrible. No solo su acto involuntario puso en serio peligro la vida de su mejor amiga, sino que, además, le quedará una cicatriz en la cara. De alguna forma, cree que el capitán fue muy blando con él al solo darle un puñetazo y hundirle la cara en el lodo con la suela de su bota derecha. Se alegra, eso sí, de no haber muerto; puede dedicar su vida a redimirse.
-Eres tan valiente, Eren- llora Jean, entre risas, limpiándose una lágrima imaginaria con el dedo.
-Cállate de una vez, Cara de caballo, bufa Eren con el ceño fruncido, e ignorando completamente la protesta del aludido, continúa-, ¿alguien ha visto a Armin y Mikasa?
-Mikasa partió a defender tu honor- responde Jean, la idea le causa tanta gracia como le molesta-. Armin ha ido de testigo para proteger el suyo.
-Hablando de eso, ¿qué se traen todos ustedes? Cosas como éstas no ayudan a que no circulen rumores- opina Connie, sentado a como un metro de Eren, como si todos estuvieran de picnic y no atendiendo a un herido.
-Es una historia larguísima, y no necesariamente mía para contar- declara Eren con semblante serio-: yo solo estaba presente.
-Entonces, al menos puedes decirnos qué hay de cierto en los rumores- Marco, amable, conciliador, pero tan humano e interesado en los chismes como cualquiera, propone.
-¿Cuál de todos?
-El primero: que Mikasa folla con el capitán- responde Ymir, tan delicada como siempre, sentada junto a Krista porque allí donde está Krista, también estará ella.
-Por supuesto que no, en ese entonces no teníamos más de catorce años.
-Ese ya no es un obstáculo, ¡no? Mikasa cumplirá diecisiete el año que viene- aporta Sasha, junto a Connie.
-Por las Murallas, espero que sí lo sea- gime Eren, como si la sola idea le causara más dolor que el golpe en el ojo-. No, su relación es más platónica… es como si él fuera su padrino o algo así.
Un silencio reflexivo se produce entonces. Eren se siente un poco adormecido por la caricia de Krista al limpiarle la cara.
-No sé si sentirme feliz por ella o compadecerme- comenta Ymir, la voz de la brutal honestidad.
-¿Qué quieres decir?
-Bueno, es lindo tener algo así como un hermano mayor que cuite de ti: yo no tengo nada parecido- empieza ella con naturalidad-. Pero, así como va la cosa, cualquiera que sea lo suficientemente valiente o loco como para querer acercarse a Mikasa, no sobrevivirá al capitán-padrino-Ackerman.
La observación cae como agua helada sobre ellos. Jean palidece y Eren exhala con cansancio. No es como si no lo hubiera sabido, pero oírlo de boca de otra persona solo lo hace real en un sentido más objetivo.
-¡Ymir!- susurra Krista con fuerza, reprendiéndola por ser tan poco sensible.
-¡Qué?- exclama la más alta, incapaz de ver dónde está el error-, no es como si alguno de ellos realmente tuviera oportunidad. Estaba pensando en un rango superior…
-No es como si Mikasa necesitara que la cuiden, de cualquier forma- opina Sasha, casual, como si comentara una obviedad-. Hemos pasado mucho tiempo entrenando juntos. Sabemos de lo que es capaz. No creo que el capitán realmente crea que alguien puede lastimarla.
-No existe persona dentro de estas murallas que impida que Mikasa haga lo que quiere- intervino Eren con una jovial seriedad. Su rostro ya limpio de barro, salvo por unos cuantos mechones en la línea del cabello y las orejas, está ahora despejado para poder untar ungüento desinflamatorio en el moretón que tiene en el ojo-. Ni siquiera Levi Ackerman.
A pesar del jadeo de algunos de sus compañeros, por la osadía de nombrar al capitán por su nombre de pila, sin el cargo, Eren igual sonríe.
-¿Tienes algo que decir en tu defensa?
-No tengo nada sobre lo que desee defenderme, mocosa.
-Levi, no creo que ésas sean las bases de una comunicación sana- repone Hange con seriedad.
-Concuerdo- acota Armin, sentado junto a ella, ordenando los papeles que los dos mayores abandonaron hace rato, cuando llegaron los dos más jóvenes.
-¿Qué hacen ustedes dos aquí, otra ves?- protesta Levi, enfadado, molesto e incómodo.
-Yo estoy mediando en esta discusión- responde Hange con descarada soltura-, y Armin está ayudándonos con el papeleo.
Nadie en la habitación menciona lo mucho que "ayudándonos con el papeleo" suena a "haciendo el papeleo por nosotros".
-Volviendo al tema- Hange no permite que la atención se desvíe, demasiado entretenida con el culebrón que le cayó el cielo-… Levi, ¿tienes algo que decirle a Mikasa?
Él, sentado en la butaca donde estaba echado hacia atrás y de brazos cruzados cual berrinche, parece pensarlo.
-Lo hiciste bien allá- dice como una ocurrencia de último minuto-. Me asusté por un momento, pero no debí hacerlo.
-Qué lindo- aprueba Hange, y continúa-, pero no es suficiente- hace un gesto con el pulgar hacia una Mikasa nada impresionada-: intenta otra vez.
-Creo que deberías unirte a mi escuadrón- dice luego de una exhalación-. Si tú quieres.
-¿Tú quieres que lo haga?
Levi se encoge de hombros.
-Realmente creo que vales cien soldados. O más. Y así podré mantenerte vigilada; son dos titanes de un solo corte.
Ella pareció pensarlo.
-¿Qué hay de ellos?- hace un gesto con el mentón hacia Armin, quien terminaba con los papeles.
-Arlert es lo suficientemente listo como para sobrevivir en cualquier equipo. Es más, ésos son los formularios en donde reparto a los mocosos; apostaría mis sables a que él ya se apuntó al mío- y con eso, todos miran al rubio, quien hace una excelente actuación de "yo no he roto ni un huevo".
La confesión más contundente posible.
-¿Y Eren?- insiste ella.
El rostro del capitán se desfigura como si hubiese olido algo feo.
-Esa pequeña mierda irá a los establos. O a las letrinas. Lo que él prefiera- resuelve, la mejor oferta que podrían sacarle.
-No hay trato- responde ella, tajante.
Con eso, mira a Armin, quien se pone de pie en el acto y se dispone a seguirla como un subordinado fiel.
Porque ella inspira ese respeto, por más que Armin tenga madera para ascender como estratega militar. Lo más seguro es que Armin pueda leer las intenciones de Mikasa y haya decidido obedecer. O peor, que todo esto sea obra de Arlert y que sea Mikasa quien sigue sus instrucciones, completamente consciente de que lo más probable es que los planes de su amigo de la infancia se cumplan con éxito.
Levi estaría orgulloso de este trabajo en equipo, de no ser, claro, que está siendo usado en su contra, así que está molesto.
-Él solo te retrasará, Mikasa- advierte él cuando ella pone una mano sobre el pomo de la puerta-. Ya te puso en peligro.
-Pero salí bien de esa- protesta ella-. Sin un rasguño.
-¿Ninguno?
-Uno- corrige-, y el último.
-Más te vale- bufa él-. Sigo opinando lo mismo.
-Fuiste tú el que dijo que nos cuidáramos entre nosotros- repone ella.
Eso es jugar sucio y ella lo sabe.
-Cómo te atreves a usar mis palabras contra mí, sucia rata tramposa.
Mikasa, en lugar de ofenderse o espantarse por el apelativo, sonríe de medio lado.
Levi suspira, derrotado.
-Bien, tú ganas. El mocoso se puede quedar- acepta, bebiendo un poco de té, como si se lo hubiera estado aguantando-. Pero lo estaré vigilando: un error más y que mejor ruegue que se lo coma un titán.
-Puedo vivir con eso- sonríe Mikasa.
-Awm- Hange hace un sonido enternecido, como si acabara de ver una escena conmovedora y no la negociación más rara y dura que Armin ha presenciado en su vida-. Me encantan los finales felices. ¡Viva el amor!
Levi, muy a pesar suyo, sonríe con una mueca suave, incapaz de negar que, por más rabia que le provoque, adora a esa mocosa obstinada.
-Ya, ahora váyanse, antes de que cambie de opinión- dice él, haciendo un gesto con la mano.
-Con su permiso- corean ambos y se marchan.
No sin antes, al menos, de sonreírle sobre el hombro a su capitán.
Para consternación del severo y agresivo capitán Levi Ackerman, su versión de sí mismo como el valiente y protector hermano mayor Ackerman se hace famosa entre los nuevos reclutas.
No importa qué tan mal los trate o lo desagradable que sean las tareas que le rodene hacer, ellos siempre las hacen con presteza y diligencia, como si fuera todo un honor. Lo que, en principio, no es malo, de no ser por la forma en que le miran; como si estuvieran viendo a un oso pardo tratando de sacar miel de un panal particularmente pequeño.
Eso le irrita. Aunque no sabe exactamente porqué. Sí se ha formado una infame reputación, pero solo porque un cuartel ordenado y disciplinado mantiene a sus soldados vivos; si esos soldados (vivos) son ordenados y disciplinados, y además lo hacen con gusto y no porque teman un castigo, ¡cuánto mejor!
Quizás le molesta porque es nuevo.
Su propio equipo le tenía terror cuando los reclutó, para luego irlo perdiendo con el paso del tiempo. Estos mocosos no le tenían miedo (ya no, al menos). Le respetan.
Lo ven como una figura que cuidará de ellos.
Y no puede pensar en nadie más que tenga la culpa de eso, que en el trío de mocosos problemáticos.
Para su propia sorpresa, acaba aceptando a todo el grupo de nuevos reclutas que solicitaron pertenecer a su escuadrón de operaciones especiales (porque de todas formas iba a revisar lo que hizo Amin; muy listo el mocoso y todo, pero él sigue siendo un hombre con responsabilidades). Y al resto los deriva en distintos equipos dentro de la Legión. Tampoco tarda mucho en hacerse a la idea de que ahora es como una mamá pato con varios polluelos que le siguen.
Él suspira con cansancio; un momento es el temido soldado más fuerte de la humanidad, y al siguiente es mamá-pato.
Sus compañeros de escuadrón lo encuentran hilarante. Lo sabe porque les sorprende aguantándose las risas cuando le ven acompañado por uno o dos de los nuevos. Y antes, con una sola mirada habría bastado para enviarlos a hacer cualquier otra cosa, pálidos de miedo.
Eso ya no sucede.
Sin embargo, no puede quejarse de eso si ahora puede tomar el té con Mikasa todas las semanas.
Aún si a veces trae consigo a uno de sus amiguitos; Arlert es tolerable, pero definitivamente debe poner un límite a sus interacciones con Jeager.
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Este capítulo fue muy largo de hacer. No me convencía de las cosas que debían ir o no ir. Al final, me decidí por este.
Estero que les guste.
