Disclaimer: Shingeki No Kyojin no me pertenece.


4.

Todos nosotros, de algún modo, estamos batiendo nuestras alas invisibles de forma constante…

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Desde que puede recordarlo, nadie ha logrado que Mikasa haga (o no haga) algo que ella no quiere. Muchos lo han intentado y fracasado en dicho propósito imposible, siendo el más increíble de todos, su propia madre, cuando quiso impedir que la entonces niña de diez años se enlistara en el ejército al cumplir la edad mínima reglamentaria.

Luego de tal estrepitoso fallo, Carla deja de perseverar en sus apenas velados intentos por modelar el comportamiento de su hija adoptiva, rindiéndose al hecho de que no había forma en que Mikasa, a pesar de sus formar y sus rasgos naturalmente elegantes, no sería una dama apropiada por la fuerza.

Así que, salvo ciertas correcciones y recomendaciones que toda madre que se respeta debe hacer mientras aun respira, permite que Mikasa juegue con los chicos (no demasiado brusco, espera Carla), que haga las mismas labores que hace Eren (a pesar de que ansiaba enseñarle otras), y acusa a ella cuando crea que lo necesita. No sin antes, por supuesto, rogarle a Eren que cuide de su hermana, allá lejos, donde ella no puede alcanzarla.

Eren no siente que aquella sea una carga injusta, ni demasiado pesada; lo hace con gusto. Sin embargo, sí debe admitir que cuidar a Mikasa y evitar que se meta en problemas es un poco más difícil de lo que pensó que sería cuando le dice a su madre que no se preocupe; no solamente porque su hermana es como un atraedor-de-problemas* andante, sino porque, también, el tipo de problemas que esperó tener difiere completamente de los que tiene.

Como, por ejemplo, ahora mismo. Mikasa es ascendida inmediatamente después de una salida especialmente exitosa, en que, a pesar de haber tenido suficientes bajas como para considerarse un fracaso, es posible capturar a un titán vivo para su estudio (algo que Hange agradeció con espeluznante entusiasmo). Dicha captura se catalogó como el hito más importante desde que, hace como 75 años, un niño vivo salió del vientre de su madre luego de ser comida por un titán. La hazaña se produce, en gran medida, gracias al soldado Mikasa Ackerman, y como el hecho mismo es tan notable y Hange hace un gran escándalo, a Erwin le cuesta trabajo (tampoco que se haya resistido mucho, la verdad sea dicha) negarse al homenaje que el Rey quiere hacerle al Cuerpo de Reconocimiento, en general, y a ella, en particular.

A nadie le cabe duda de que al muy bueno para nada del Rey le viene bien la idea de celebrar, por mucho que el escuadrón que protagonizó la proeza aún no se recupera de las pérdidas. Pero también es cierto que el Cuerpo de Reconocimiento necesita de buena publicidad.

-Lo lamento, Mikasa, pero debes ir- se disculpa nominalmente Erwin cuando la recién ascendida oficial del ejército Ackerman le pide permiso para ausentarse. Un ascenso es más que suficiente para ella-. Eres la principal razón de la fiesta, ¿qué debería decir si no te presentas? ¿"Lo siento, Su Majestad, la invitada de honor prefirió quedarse hoy en casa"?

Dicho así, hasta Mikasa, quien está plenamente consciente de que solo está siendo manipulada, siente que es una ridiculez. Así que se rinde.

Sin embargo, como Erwin es un genio militar, pero que algo de empatía tiene, percibe la decepción en los rasgos de su soldado más famoso del último tiempo, y decide que al menos puede decir algo agradable, porque, sí, la chica es el soldado más joven en ser ascendido, además del resto de su impresionante currículum, pero también es solo eso; una adolescente.

-Velo de esta forma- trata de sonreír y verse menos severo que el resto de los días, no que Mikasa tenga problemas con eso, porque pasar tres años bajo el mando de Keith Shadis cura de espanto a cualquiera-, irás con otros miembros de tu escuadrón, habrá comida deliciosa, y hasta puede que te inviten a bailar. Será una oportunidad de esparcimiento; no tenemos muchos de ésos.

Ella ve con claridad el intento de hacerle sentir mejor y decide que le recompensará con una sonrisa, aunque no haya funcionado.

Con un gesto de su superior, Mikasa sale de su oficina con la sensación de derrota sobre sus hombros. Nada de esto se siente bien, ni la fiesta, ni el homenaje, ni siquiera el ascenso, que le pesa como una muralla entera sobre su conciencia. Tal vez si hubiera podido traer de vuelta a todos sus compañeros, la cosa sería distinta, y quizás incluso le daría gusto la idea de ir a celebrar una misión exitosa con sus amigos.

-¿Eres consciente de que sentirte culpable es una pérdida de tiempo y energía?- la voz de Levi la toma por sorpresa, haciéndola dar un respingo. Él, obvio, se da cuenta, y levanta una ceja ante lo que fuera de lugar que parece su reacción-. ¿Buu?

-Lo siento, estoy un poco cansada, eso es todo- se disculpa ella ante la ofensa que solo ella ve.

-Y yo aquí pensando que no estaría vivo para verlo con mis propios ojos.

Él lo dice como una broma, porque claro que debe contestarle algo, si no, no sería él. Pero Mikasa no está por la labor de entenderlo como tal, sino como una ofensa personal. Se da la vuelta para mirarlo, como si su capitán le hubiera agarrado el trasero, con sus ojos grises abiertos de la indignación y los labios fruncidos.

-¡No… lo digas de esa forma!- dice a tropezones, deteniendo su grito interno para no echarle una bronca inmerecida a su superior directo.

Levi, quien evidentemente, demuestra tener una inteligencia emocional superior a la del resto de varones que conoce, capta de inmediato que ella se pondrá a llorar incluso antes de ver el primer cristal sobre sus espesas pestañas.

El duelo, la culpa del superviviente, la responsabilidad del más fuerte, son cosas con las que él mismo ha tenido que lidiar muchas veces.

Él también perdió gente en la última misión.

Con la misma firmeza con la que toma sus sables, pero con la delicadeza con la que sirve el té, la toma de la muñeca y la arrastra tras de sí (con harto poca resistencia de su parte, la verdad sea dicha, ya que ella está más preocupada de limpiarse las lágrimas que se saber a dónde la llevará el hombre que le salvó la vida), a los asientos que ellos mismos hicieron con tocones de madera para que le diera el aire en la cara.

-Lo siento- vuelve a disculparse ella. Llorar como una niña acongojada no es nada propio del oficial del ejército que es ahora. Pero encontrarse con Levi, de alguna forma, le hace reventar.

-No, no te disculpes; no has hecho nada malo- dice el cuando le entrega una taza con agua y se sienta frente a ella-. No quise ser insensible, lo siento.

Mikasa resopla con gracia, haciendo un sonido curioso al reír y llorar a la vez.

-No, solo estoy siendo sensible- porque, claro, no es que él haya sido particularmente grosero al decirle nada, es solo que, de puro imaginarse a otro de sus amigos muriendo, le produce una angustia difícil de mantener a raya.

-Nos pasa incluso a los mejores, mocosa- intenta decir con soltura el capitán, con todo el cuidado que requiere no volver a hacerla llorar sin querer.

El intento parece dar resultado, porque Mikasa inspira profundo, como con cansancio, y levanta la nariz, colorada por el breve llanto, y una sonrisa tímida.

-Escucha, mocosa- dice él en una exhalación-, sé por lo que estás pasando. Es horrible y una mierda. Pero cada vez sucederá más; por cada vez que vuelves viva, va a haber alguien que no, u no puedes desmoronarte cuando eso suceda porque llegará el día en que serás tú la que se quede atrás y eso, pequeña llorona, no voy a permitirlo, así sea que deba sacarte yo mismo de las entrañas de un titán, ¿me oíste?

Tal vez es que Levi habla sin detenerse a tomar aire y al final se queda sin aliento, o que usa una serie de apelativos nada amables para alguien que no es Levi, o que la sola idea de imaginarse a Levi Ackerman entrando voluntariamente por la garganta de un titán para sacarla de ahí, le causa una gracia nerviosa, o incluso, puede que fuera todo eso junto. La cosa es que ella ríe. Ríe con suavidad, con cansancio y con pena. Pero es genuino.

Y a Levi le parece una pequeña victoria.

Levi le mira cuando vuelve a reír en silencio.

-Ahora no puedo no pensar en ti cubierto de baba de titán- explica ella con soltura.

-Qué asco.

Sí, pequeñas victorias.


El código de vestimenta para la fiesta del Rey, que tendría lugar en Mitras, habría sido la oportunidad perfecta para que los miembros más jóvenes del escuadrón de operaciones especiales (ahora, los únicos miembros de dicho escuadrón), vistieran las galas que la mayoría de ellos jamás pudieron. Y ya que ahora podían costearse un traje hecho para ellos, el saco del abuelo o el vestido de mamá no serían necesarios.

La ocasión ideal para que jóvenes y señoritas paseen por las modistas y sastrerías de los distritos interiores, charlando y comentando sobre telas, colores y estilos.

No obstante, todos ellos dejan pasar la posibilidad. Lo que queda del escuadrón de operaciones especiales, junto con su capitán, el soldado más fuerte de la humanidad, se sienten más de duelo que con ganas de celebrar; visten su uniforme de gala con escrupulosa solemnidad, y se presentan como un único cuerpo militar.

En principio, Mikasa habría esperado que estar vestida exactamente igual que otra decena de personas, la haría pasar desapercibida entre la gente. Pero no, ella no tiene tanta suerte. La sobriedad de su atuendo solo hace que su belleza natural salte a la vista.

Para total irritación de algunos de ellos, quienes deben presencial cómo los invitados la piropean por su apariencia y la felicitan por sus logros con algo más que genuino respeto.

-Toma, ten- le ofrece Eren una copa, cuando Mikasa se libera del tercer aristócrata que se le acerca para decirle alguna-cosa.

Esta noche tienen permitido beber. Tienen permiso de hacerlo cada día de asueto, porque están de francos, y porque el Cuerpo de Exploradores tiene una tasa de mortalidad tan alta (como ellos saben), que prohibirles el placer de una copa parece casi un crimen. Sin embargo, hoy tienen el uniforme puesto. Están de servicio.

Porque de otra forma no habrían venido.

Es una ocasión especial, después de todo.

-Gracias- sonríe ella, aceptando el cristal con vino espumante, como si acabara de salvarle la vida.

-Cuando sea- se encoge de hombros con una sonrisa.

-¿Y Armin?

Él hace un gesto a un lado con el mentón. Al otro lado del salón, un muy apuesto Armin está hablando con una no tan malhumorada Annie quien, también en uniforme, pero de la Policía militar, está de turno en la fiesta.

Mikasa siente una especie de satisfacción malsana en verla trabajado en un evento en donde ella, precisamente ella, es la homenajeada. Pero también se siente bien porque incluso alguien como Annie siente debilidad por Armin.

-¿Y tú, cómo estás?- vuelve a preguntar.

No iba a ponerse a competir por quién se tomó peor el resultado de la misión, pero Eren, definitivamente, no era de los mejores.

Eren vuelve a encogerse hombros, sin saber exactamente cómo responder. No está bien, por supuesto, pero ya no es como al principio. Tampoco cree que lo olvide nunca, así como tampoco cree que, de buena fe, pueda prometerse no perder a nadie más.

Pero sí tratar de evitar que se repita, a toda costa. Que la sensación de pérdida le sirva de lección y motivación para ser mejor.

-En proceso.

Ella sonríe con suavidad ante una respuesta sensata y propia de Eren. Ambas al mismo tiempo.

-Y hablando de eso- se interrumpe el chico para beber de su copa-, ¿cómo te está yendo con ser el centro de atención, señorita popularidad?

Ella gime con cansancio.

-Es espantoso, no sé cómo él lo soporta- ambos saben a quien se refiere; a algunos metros delante de ellos, el capitán Levi Ackerman está rodeado de mujeres jóvenes que están dispuestas a saltarse las normas del decoro por acercarse al atractivo capitán de escuadrón.

-Supongo que la popularidad viene de familia, entonces- bromea él, llevándose la copa a los labios, pero sin perderla de vista por el rabillo del ojo.

El codazo que Mikasa le pega en las costillas hace que casi deje caer el contenido de su copa, pero ambos ríen con discreción.

-Ya, en serio, te has portado muy bien- continúa Eren-. No creas que no vi la cara que pusiste cuando ese tipo de la nariz grande te dio la mano; mamá estaría orgullosa.

-Mamá habría preferido que me quedara en casa y que aceptara al tipo de la nariz grande.

-Ni hablar; nadie cumpliría jamás los estándares de mamá- sonríe el otro-. Nadie es lo suficientemente bueno para la niña de sus ojos.

-¿Mucho menos Levi Ackerman?- pregunta ella, su voz deja entrever la broma del presente y la amargura del recuerdo.

Un silencio se produce entre los dos.

Por el tenor de la conversación, Eren no es capaz de vislumbrar si la repentina melancolía de Mikasa se debe a que aún no supera la sensación de duelo a pesar de haber sido ascendida, si a la falsa creencia de que ha decepcionado a su madre por haber escogido una vida de incertezas en lugar de la tranquila vida de una ama de casa, o al hecho de que su enamoramiento infantil por Levi Ackerman está a punto de pasar al registro de deseos no cumplidos de la niñez o a su primer adulto que, según parece, va derechito a uno no correspondido.

Eren no es Armin. No tiene el don de la sabia sensibilidad masculina que él aprovecha al máximo. No tiene el consejo perfecto en la punta de la lengua, esperando a ser dicho de forma desinteresada aún en contra de sus propios deseos más profundos.

No puede decirle que está siendo tonta y que se arroje a los brazos de su capitán para ver si él ya no la ve como a la niña a la que rescató, porque Eren la ama desde que vio por primera vez a esa misma niña, y su propio enamoramiento infantil por ella hace tiempo que mutó de un amor pseudo filial al que se tiene por una mujer fuerte y hermosa a la que, además, conoce mejor que a la palma de su mano.

Qué más quisiera él que convencerla de que con él estaría bien, que seguiría viviendo la vida que deseó para sí misma, bajo el mando del hombre al que admira, pero también cumpliendo los deseos de su madre de casarla con un buen chico, porque no hay mejor prospecto para ella que el que su propia madre crió. Es más, sabe que no puede compararse con un hombre como Levi Ackerman, que es tan solo un niño en comparación, pero que, con el tiempo y su compañía, puede convertirse en el hombre que Mikasa merece…

Pero no puede. No así, sin considerar que Mikasa aún tiene algo sin resolver. Porque Eren la ama a ese punto y va a correr el riesgo de verla la espalda al irse con otro, para que pueda cerrar sus ciclos.

-No es que quiera hacer un tema de este tema, pero… pensé que eso ya era agua pasada- intenta Eren, viéndola desde su altura.

Recién se da cuenta que ahora es un poquito más alto que ella, cuando siempre fueron iguales.

Mikasa se encoge de hombros, como si le hubiesen preguntado si está lloviendo afuera y ella ignora la respuesta.

-No lo sé, ¿yo también lo pensé, supongo? Tal vez siempre supe que era una cosa de niños y lo que ahora me molesta es asumir que nunca sería distinto.

-¿Y estás bien con eso?- pregunta Eren, casi indignado. Casi.

Mikasa se da vuelta y sonríe.

-Linda forma de no hacer del tema un tema- se burla-. Por supuesto, Eren, siempre lo tendré, aunque sea solo como una especie de prima. Y siempre los tendré a ustedes y a mamá y papá. No necesito más.

Y aunque en su interior, una parte de sí salta de alegría por esa pequeña sentencia favorable a su causa, también hay otra parte de sí que se niega por principio a conformarse con eso.

-No puedes estar hablando en serio, ¿te estás rindiendo?- pregunta, más molesto, pero sin alzar la voz-, ¿tú, Mikasa Ackerman, sin dar pelea? No me lo creo.

-No es que me esté rindiendo, Eren- protesta ella con un puchero, lo que le recuerda a cuando tenían doce años y Mikasa le reclamaba sobre haber escondido su pañuelo-. Es que no puedo competir con Petra si está muerta.

Y, como si hubiera dejado caer un yunque en el piso embaldosado del salón de fiesta, a Eren le da la sensación de un silencio abrumador. Lo que es imposible; el salón está repleto de gente que charla, bebe y baila, y nadie oye ni está pendiente de su conversación y mucho menos la frase perentoria que acaba de soltar.

Casi se siente culpable por insistir. Casi. Porque si él sufre por esto, a ella no va a salirle gratis, tampoco.

-Echarle la culpa a un muerto por tu cobardía, Mikasa, sigue siendo algo impropia de ti.

Por la cara que pone ella entonces, pareciera que Eren, en lugar de haberle dicho algo, bien pudo haberle pegado una bofetada.

Y, probablemente, ambos lo hubieran preferido de esa manera.

Mikasa le mira sin saber si sentir ira, vergüenza o pena. Y Eren intenta no arrepentirse por lo que acaba de hacer. Al contrario, trata de juntar fuerza para seguir adelante.

Ella esconde el mentón en su pecho, avergonzada y con los ojos vidriosos, pero lo suficientemente orgullosa como para seguir mirándolo de frente y no apartar el rostro. Y de no ser porque él es, precisamente, quien lo provoca, estaría orgullosa de cómo ella es capaz de mantener el control de la situación.

-Eres un idiota- termina por declarar ella, como si acabara de llegar a esa conclusión.

-Siempre he sido el mismo idiota, Mikasa- hace una mueca, porque lo dice con toda la honestidad del mundo; siempre ha sido un pequeño idiota malcriado, acostumbrado a obtener todo lo que ha querido.

Salvo a ella, por supuesto.

-¿Y estás eligiendo este momento exacto para superarte a ti mismo?- el golpe que Mikasa le da le duerme el brazo.

Él se encoge de hombros, no pudiendo evitar resoplar ante el hormigueo que le recorre desde el deltoide hasta la punta de los dedos.

Bueno, al parecer, su estrategia de ser un capullo para que ella corra a los brazos de Levi no está funcionando como pensó. Y quizás debió haberlo sabido; Mikasa no es de las que se ofenden fácilmente y huyen. No, ella es de otra madera. Ella simplemente le golpearía y le insultaría de vuelta, y tan amigos como siempre.

Tal como acaba de hacer.

Cambio de planes; será directo.

-Lo siento- empieza él. Porque no puede asumir el enfoque frontal si está en malos términos por haber fallado al ir por los flancos.

Ella bufa, aún molesta, pero incapaz de permanecer enfadada con él.

-Mira, lo que intento decirte es que, al menos, deberías hablar con él.

-Pero…

-Todos estamos de duelo, Mikasa- se apresura él a interrumpirla, aclarando lo obvio-. Y siempre lo estaremos, en nuestra línea de trabajo. No es que vayas a encontrar un momento menos malo.

Eren, a pesar de sí mismo, deja escapar una mueca graciosa al ver cómo ella se pasa la mano por la cara con frustración. Es un gesto entrañable que hace desde pequeña y que él ve constantemente.

-¿Y si…?

-¿Desde cuándo buscas excusas para no hacer las cosas?- bromea Eren, ahora sí, medio molesto, medio divertido-. Anda, vamos- le dice antes de tomarla por el codo y arrastrarla consigo por todo el salón de fiesta hasta donde ambos pueden ver a su capitán siendo flanqueado por dos hombres mayores vestidos de traje, lo más seguro es que estuvieran tratando de convencerlo de algo, por la forma en que él negaba y agradecía cada vez con más cansancio.

Eren puede ver ahí la oportunidad ideal para intervenir.

-Lamento la interrupción, capitán, caballeros- anuncia el joven a su llegada, cuadrándose, pero sin quitar sus ojos verdes de los azules del superior-. Requiero su ayuda con un asunto.

-Por supuesto- concede, el alivio filtrándose en su voz a pesar de la seriedad de sus facciones. Acto seguido, se vuelve hacia los dos hombres y les despide con un gesto amable que ninguno de sus subalternos ha visto antes provenir de él, y que habrían celebrado con una risotada, de no ser porque es el peor momento posible-: caballeros, mis disculpas. El deber llama.

-Des eso hablábamos, precisamente, capitán; demasiado deber y muy poco placer. No encontrará esposa si sigue así- dice uno de ellos.

El otro, a su lado, ríe por su comentario, mientras los uniformados se retiran.

-¿Es que se convirtió en el mejor partido de la temporada y no nos lo dijo, capitán?- bromea Eren, a sabiendas de que está tentando a su suerte.

-Tienes suerte de que estoy realmente feliz de haberme quitado a esos viejos sacos de mierda de encima, así que perdonaré tu insolencia- anuncia, como si el joven en cuestión no hubiese tenido nada que ver con eso en absoluto.

Eren, quien al parecer se siente valiente y audaz esta noche (y tampoco, al parecer con temor a la muerte), sonríe.

-Bien, qué sucede- pregunta, cruzándose de brazos con soltura, casi como si estuviera preparado para mediar en algún tipo de estúpida discusión entre ellos.

-Oh, nada, en realidad- responde Eren con simpleza-, solo parecía como si necesitara de alguien agradable con quien charlar. Y, como nos ha quedado claro a todos nosotros desde hace años, yo no lo soy. Además, aún no he probado de esos pedacitos de carne frita, y si no me apresuro, Saha acabará con todos. Pero aquí Mikasa sí cumple con sus estándares de tolerancia y está más que dispuesta a sacrificarse por el equipo- y, acto seguido, coloca a la chica frente a él, cogida por los hombros, como si no fuera capaz de hacerlo ella misma.

Ella, con los ojos grises bien abiertos de vergüenza e impresión por la audaz (y estúpida) explicación de Eren, se siente un poco intimidada ante la expresión poco impresionada de Levi. Y a él, sin poder evitarlo, la escena le suena un poco a las mamás nutrias que ponen a sus crías frente al depredador para evitar ser sus presas.

-Eh…- balbucea un poco bajo la mirada de su capitán, pero para cuando ella se vuelve a pedirle ayuda a quien acaba de plantarla frente al metafórico depredador, Eren ya ha desaparecido.

-Ahora, ¿de qué se trata todo eso?- pregunta Levi, aún esperando una revelación absurda, como que alguno de ellos ha roto un jarrón invaluable o ha entrado a robar a la cocina o algo así.

-Nada, en serio- dice ella con toda la convicción que puede, intentando borrar el pánico que la vergüenza de encontrarse en esa situación le imprime a sus usualmente elegantes facciones.

-Ahá.

-De verdad- insiste ella, poniendo los ojos en blanco, en un gesto tan natural, que hacia difícil pensar que hace tan solo un segundo, ella moría del bochorno.

Al parecer, lo único que necesita para volver a la calma respecto a Levi es, precisamente, un poco del Levi de siempre.

Un discreto rugido de su estómago viene en su auxilio de forma demasiado oportuna entonces.

-No he podido comer mucho en toda esa gente que viene a hablar con nosotros, tú tampoco, asumo- dice ella, buscando casualmente a alguno de los garzones que tuviera alguna bandeja medianamente llena en sus manos, al cual interceptar y arrebatársela.

-No, esos viejos costales de carne y hueso podrido no me dejaban en paz, no importa cuántas veces intenté decírselos- dice entre dientes, tomando de una de las bandejas del pobre mesero que tuvo la mala suerte de toparse con ellos, dos copas de vino espumante recién servido.

El pobre chico, quien no puede ser mucho mayor que los novatos homenajeados, se da cuenta de esto, y se detiene a ver a ambos soldados, no sin un poco de embeleso. ¡Qué personas tan atractivas y tan intimidantes al mismo tiempo!

Sin embargo, su examen visual es interrumpido cuando la chica, primero, desvía sus ojos grises hacia él con una amable interrogación implícita para, acto seguido, el otro le mirara igualmente interrogante, pero mucho menos amigable.

-¿Se te ofrece algo?- pregunta el capitán, sobresaltando al garzón; sus palabra son las correctas, como si fuera su propósito ofrecerle algo, en lugar de al revés, pero su tono le hace querer salir corriendo.

Así que, juntando toda la valentía que no tuvo cuando decidió no enlistarse en el ejército cuando pudo, y así conocer a esta bella y audaz chica, habla:

-Me preguntaba si acaso desean que les traiga un surtido para comer- ofrece, haciendo obvio que ha alcanzado a oír su conversación, pero sin mencionarlo en absoluto.

Por un instante, piensa que ahí acabará todo. Que uno de ellos (o ambos) iría donde su supervisor para informarle que no solo oía conversaciones de los invitados, sino que intervenía en ellas…

-Oh, eso es muy amable de tu parte, muchas gracias- la voz de la chica, demasiado elegante como para ser soldado, pero tan jovial como sonaría una chica normal, le responde.

Justo cuando pensaba que una chica como ella estaría siempre fuera del alcance de alguien como él, de pronto ya no se ve tan imposible. Ante el pensamiento, un rubor se materializa con violencia en el rostro del joven y balbucea una respuesta ensayada, antes de apresurarse a buscar un surtido diverso y abundante de aperitivos para ambos soldados.

Quizás también otro par de copas.

Una vergüenza infantil le calienta la nuca mientras se pierde entre la multitud.

Ackerman al cuadrado le ven marcharse con distintas expresiones en el rostro. Mikasa sonríe, por supuesto, complacida con la amabilidad del chico, mientras que él levanta una ceja, entre divertido y molesto.

-¿Qué?- pregunta ella cuando se voltea a verlo.

-¿Sueles causar ese efecto en la gente o es solo el uniforme?

-¿Qué cosa?

Levi, en vez de responder, hace un gesto con el mentón hacia donde desaparece el garzón hace un rato.

Ella hace una mueca, sin entender realmente.

-¿No debí aceptar? No pensé que fuera un abuso ni nada; él se ofreció.

-Mikasa, él te habría ofrecido lo que sea con tal de que lo miraras de esa forma- explica él, entre exasperado y un poco divertido de que realmente debiera explicárselo.

Ante la expresión confusa en el rostro de la chica, que luego de un instante comienza a colorearse a medida que la teja cae, Levi se pregunta si acaso Carla habrá encerrado a su hija hasta el día en que se enlistó, o Mikasa de verdad jugó como un chiquillo por los recovecos de Shinganshina sin preocuparse de cosas como ésas hasta los trece años.

Del modo que fuera, la visión de la linda carita de Mikasa, usualmente compuesta, le causa gracia.

-Ah.

-Ah- repite él con burla.

Un silencio medio cómodo, medio cómico se forma entre ellos, en que ella se cuadra, negándose terminantemente a parecer amilanada frente a él, de todas las personas.

-¿Y cómo te ha ido a ti?-pregunta ella, intentando verse astuta y desenfadada-, ¿ya encontraron novia para ti o sigues siendo el solero más elegible de la temporada?

Levi bufa, como si acabara de decirle una brutalidad.

-Muy graciosa.

-¿Qué?

-Algo como eso no sucederá jamás.

-Yo no lo veo como algo así.

-Eso es porque tú, mocosa, me conoces desde hace mucho tiempo- responde él, como si eso lo explicara todo.

Y, quizás, sí lo hace, al menos para él. Por su lado, Mikasa solo se encoge de hombros, como si en realidad ese fuera solo un dato de la causa.

-Tal vez eso es exactamente lo que necesitas- dice ella con una simpleza pasmosa.

Levi le mira como si acabara de hablar en lenguas.

Sin embargo, su petición de traducción no alcanza a ser verbalizada, porque el joven mozo elige ese precioso instante para aparecer nuevamente con una bandeja colmada de bellos aperitivos y dos copas llenas del brillante líquido espumoso.

El silencio con el que lo reciben es atronador de formas tan diametralmente distintas, que es ruidoso por sí mismo; el hombre larga un resoplido ansioso, como si acabara de tragarse la réplica de alguna discusión, lo que hace que el servidor se pregunte si acaso debería permanecer un tiempo más ahí para evitar que se produzca una pelea en la que, él asume -de forma estereotípicamente justificada- que la chica saldrá perjudicada. Pero la forma en que ella le agradece, tan desenfadadamente, que lo duda.

Ante la tensión que le produce la mirada del soldado, el garzón resuelve que no puede soportarlo. Con pesar y vergüenza, hace un gesto con la cabeza y se retira, convencido de que, definitivamente, eligió bien al quedarse a salvo en el interior de los muros porque no había forma en que sobreviviera a una vida de soldado, y que, jamás en la vida, habría podido aspirar a un amor con una chica como ella, quien se mantiene impasible ante titanes y el gesto ceñudo del soldado más fuerte de la humanidad.

Solo una vez que el tercero se marcha, es que Levi se vuelve a continuar su conversación.

-¿Me puedes explicar, según tú, qué es exactamente lo que necesito?- empieza entre dientes.

Mikasa, con un canapé colorido en la mano, le mira con aparente casualidad, a pesar de que su corazón amenaza son subírsele hasta la garganta de lo fuerte que le late.

-Solo digo que tal vez estás rodeado de gente que únicamente puede ver esta parte de ti, al "soldado más fuerte de la humanidad", el capitán del escuadrón de operaciones especiales. Una expectativa muy poco realista, si me lo preguntas.

-No te lo pregunté.

-… Y, siendo francos-continúa ella, haciendo caso omiso de su intervención-, eres mucho más que eso, un tipo de monstruo muy distinto. ¡Eres obsesivo compulsivo, por las Murallas!- Levi bufa, pero Mikasa vuelve a ignorarlo-. Quizás sería bueno para ti alguien que supiera lidiar con todas esas monstruosidades que te hacen la persona que eres en realidad; alguien que te conozca de verdad.

Un silencio se produce en que ella respira profundo antes de decir:

-Sé que no soy Petra, y que no puedo reemplazarla. Pero quizás yo puedo ser ese alguien.

Un silencio ensordecedor rodea su metro cuadrado, en que Mikasa puede oír el murmullo de las voces del salón, ignorantes del latido de su conversación, pero solo hace que el latido de su corazón sea más escandaloso y doloroso en su pecho ansioso, bajo la mirada del hombre al que acaba de soltarle la declaración más atrevida del mundo.

Por su parte, Levi la mira en un esfuerzo consciente de responder algo coherente.

¿Es que acaso oye visiones o Mikasa acaba de decirle que se case con ella, en defecto de Petra?

No sabe cuál de esas cosas le espanta más, el hecho de que Mikasa realmente se lo esté pidiendo, o que ella realmente pensara que Petra era su primera opción.

La idea dio violentos botes dentro de su cabeza, incapaz de procesarlo de forma adecuada. Mikasa, sin lugar a dudas, es la chica más bonita y elegante que la humanidad fue capaz de crear dentro de esas sucias murallas rodeadas de titanes. El que, además, sea un soldado ejemplar es un extra. Que la conozca desde que es una niña es una dolorosa casualidad.

Por supuesto que la ama. Solo que ha tardado años en determinar si la ama como a la sobrina que jamás tendrá, como su único pariente vivo, o como la mujer con la que vivirá la dicha de permanecer vivo hasta que la muerte los atrape entre las fauces de un titán.

Cuando él era más joven y ella no era más que una niña, por supuesto que no lo pensó así. Qué clase de degenerado se estaba creyendo ser. Pero al verla en su uniforme militar, ya capacitada para morir en batalla, le hizo reconsiderar sus objeciones. El lustro que les separa en edad no es tan implacable con ambos de ellos jugándose el pellejo por la humanidad, y lo hace sentirse menos depravado, también.

Maldición, y pensar que tildó a Petra de loca cuando ésta la insinuó que, si él no daba el primer paso hacia Mikasa, ella lo daría hacia él. Petra debe estar regodeándose en su tomba ahora mismo.

Una mano firme se apoya contra su frente, como si sus dedos en sus sienes le permitieran pensar mejor.

Claro, como si no lo estuviera haciendo desde hace una virtual eternidad. Eleva la vista, retirando su palma de su campo visual, y ve cómo Mikasa, su Mikasa, la niña a la que rescató y que acabó por salvarle la vida esa misma noche al apuñalar al bandido que le atacaría por la espalda. La chica que, de un día para el otro desapareció de Shinganshina y que llegó a encontrar en un Pelotón de entrenamiento como un año después, casi matándolo de preocupación en el proceso.

La joven que acabó siendo la mejor recluta, no solo de su Tropa, sino desde que se tiene registro y que, pudiendo quedarse a salvo en la seguridad de la muralla interior, eligió sentar precedentes yendo fuera de ellas y salvar a la humanidad como la mujer que vale cien soldados.

La mujer que, tras ser el soldado más joven en ser ascendido, hubiera preferido vivir su duelo por sus amigos caídos en batalla, en la tranquilidad de su Cuartel, acompañada del resto de sus compañeros dolientes.

La misma que ahora mismo le mira entre orgullosa y tímida, avergonzada y altiva, porque acaba de decirle que se conforme con ella.

Levi no puede esperar para sacarla de su error.

… Por más que aún no le ha contestado nada.

Porque cualquier cosa estaría bien. Si le dice que no, bueno, ella tendrá que lidiar con un corazón roto al igual que todas las chicas normales de su edad, y luego podrá buscar a alguien que sí la ame como merece. Podría ser el tonto de Jeager, o Kirstein, cuando supere el luto por la muerte de su mejor amigo, o incluso aquel garzón que hace rato estaba tan ansioso por ser mirado por ella. Pero no puede. Porque por más que él sea capaz de reconocer que él no es lo mejor para Mikasa, no soporta la idea de verla con otro. ¡Podría matar a aquel que se le acerque lo suficiente!

Así que solo hay una respuesta posible.

-No tienes idea de lo equivocada que estás- quiere ser firme y receptivo a la vez, pero su respuesta sale como un gruñido, y espera realmente que Mikasa no elija ese preciso instante para ser como el resto de sus congéneres y espantarse por su tono áspero.

Peor es Mikasa con quien está hablando.

Ella se ruboriza, sin saber exactamente, si por su tono de voz o por la sola idea de que esté siendo rechazada. Pero no va a dar marcha atrás antes de saber su respuesta.

-¿Estás segura de que es lo que quieres?- pregunta entonces él, casi desarmado-, soy un monstruo, después de todo.

Ella se ilumina.

-Es decir, sí. Ya tengo práctica en eso. Y si no me lo vas a pedir tú, supongo que debo hacerlo yo- suelta como una obviedad.

Levi vuelve a pensar en la predicción de Petra, y en lo ridículo que debió verse ante sus ojos al descartar de plano la posibilidad que para su colega era un hecho cierto.

Entonces, sí, solo queda una respuesta.

-Entonces, mocosa, espero que asumas la responsabilidad.

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*Hace referencia a un imán, pero la verdad es que no recuerdo si en la serie se menciona la conciencia de ellos o su forma de funcionar.

¡Uff! Este capítulo me costó mucho escribirlo. Cambié el escenario unas tres veces, y la declaración, algunas más. Ni siquiera voy a decir cuántos cambios de último instante hice.

Pero es que el último capítulo tenía que valer la pena. Sí, chiquillada, último capítulo. Pero aún queda un pequeño epílogo que está en producción.

Espero que les guste.