Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 404. La Desesperación De Jasper (2)

Irina era quien había utilizado esta habitación hasta hace poco, pero la habitación vacía le recordó a Isabella.

¿Ve esto, Su Majestad? Es mi habitación.

Le vino a la mente lo que había dicho Isabella con mucho entusiasmo, el día que vino por primera vez a utilizar esta habitación.

Recorrió la habitación con los brazos extendidos y las puntas de los pies levantadas. Al final, respiró profundamente y murmuró cuando sus ojos se encontraron.

Este es el aroma del poder...

Cuando Jasper se rió porque lo encontró divertido, Isabella también se rió. El actual Jasper también se rió al recordarlo.

No, lo que no debí hacer fue traer a Irina para tratar sus heridas y después compadecerme de ella.

No, lo que debí hacer fue contarle a mi esposa después de compadecerme de Irina.

Debí decirle a Isabella que había salvado a esa esclava, que había resultado herida por mi culpa, que su situación era lamentable, y que si la aceptaba como sirvienta en el Palacio del Oeste.

— Escuché que encontraste una esclava fugitiva en el terreno de caza. ¿Es cierto?

Debí responder a la pregunta de Isabella de otra manera.

No debí castigar a Jessica encerrándola por insultar a Irina.

No debí comparar a Isabella con Irina.

No debí decirle, ¿no puedes dejarlo pasar por una vez?

No debí convertir a Irina en mi concubina.

No debí enviar regalos a Irina en nombre de Isabella.

—Basta.

Exclamó Jasper mientras las venas de su cuello sobresalían. Estaba completamente exhausto. No podía soportar el torrente de arrepentimientos que invadía su mente sin control.

Lo más doloroso es que los numerosos errores que cometió podrían haberse enmendado.

Si no hubiera pedido el divorcio a Isabella, podría haber corregido todos sus errores arrepintiéndose, pidiendo perdón y volviéndose a acercar a ella con cuidado.

—Alcohol.

Jasper salió al pasillo y ordenó a un caballero.

—Trae una botella de alcohol.

Cuando el caballero trajo la botella de alcohol, Jasper comenzó a beber sin parar.

Bebió, bebió y bebió hasta que sintió que el alcohol le subía por la nariz.

Cuando inclinó su vaso para beber, pudo ver a Isabella sentada en el escritorio a través del líquido amarillo claro. Parecía pensativa antes de que lo mirara con el ceño fruncido.

—¿No vas a dejar de beber?

—Ah... ah... Isabella... Isabella...

Perdió la fuerza en su mano por un momento, el vaso de vidrio cayó al suelo y se hizo añicos.

Jasper se derrumbó dónde estaba y sollozó.

'Arruiné todo con mis manos. Con mis propias manos.'

En medio de su llanto, se elevaron los gritos efusivos de las personas.

Las personas celebraban la ejecución del Vizconde Vulturi, Alec Vulturi y los Vizcondes Greengrass.


Irina, que había sido encarcelada temporalmente en el Palacio del Sur, fue depuesta en el mismo Gran Salón donde había alcanzado la cima.

La corona de emperatriz le fue quitada y su vestimenta de emperatriz fue cambiada por una túnica negra.

Jasper no apareció. No hubo una última cortesía hacia la emperatriz que provocó la ira del emperador, la emperatriz que ocultó su origen de esclava para ascender al trono, la emperatriz que intentó dar sus tierras.

Irina estaba agotada y soportó todo el proceso sin fuerzas.

Quedó completamente destruida cuando su padre, que la había abandonado en dos ocasiones, la abandonó por tercera vez en la Corte Suprema.

Era como si la pequeña esfera de cristal que quedaba en su corazón se hubiera hecho añicos por completo.

Con ambos brazos sujetados por los caballeros, Irina subía las estrechas y empinadas escaleras de la torre.

En el camino, un caballero habló con voz oscura.

—He estado esperando este momento desde el día en que acompañé a mi señora a la corte de divorcio.

Irina miró a un lado mientras subía las escaleras descalza.

—Tú...

El caballero no reveló su nombre, pero Irina lo reconoció.

Era la subcomandante de los Caballeros de la Guardia Imperial, que siempre seguía a la Emperatriz Isabella como una sombra. Sir Harry.

Irina la miró fijamente y le preguntó.

—¿Cómo es posible?

—¿Qué quieres decir?

—¿Por qué no todos la traicionaron?

—…

—Todos me traicionaron. Pensé que no me traicionarían si ascendía al trono, pero una vez que ascendí, me traicionaron aún más. ¿Por qué no traicionaron a Isabella?

Las comisuras de la boca de Sir Harry se curvaron con frialdad.

—¿De qué estás hablando? Es porque ella fue traicionada que pudiste ocupar la posición de emperatriz, aunque sea por un corto tiempo.

—Ah...

Irina parpadeó y estuvo de acuerdo. Una leve sonrisa apareció en su rostro.

—Eso es cierto.

La actual Irina no tenía la misma fortaleza que cuando lanzó sus zapatos y gritó en la corte suprema que el emperador era un hombre castrado.

Otro caballero hizo un guiño a Sir Harry con una expresión que parecía decir, ¿Se ha vuelto loca?

Sir Harry sacudió la cabeza. No importaba si se había vuelto loca. Irina permanecería encerrada en la torre el resto de su vida.

Pasaría sus días sola en una habitación donde tendría tiempo para reflexionar sobre los malos actos que había cometido.

No tendría forma de morir ni nadie con quien hablar, sólo podría pensar en el pasado día tras día.

El encarcelamiento era un castigo cruel, aunque no lo pareciera.

Aunque se arrepintiera de sus malos actos, nada cambiaría.

Encerrado en una torre durante muchos años, incluso una persona normal acabaría por volverse loca.

Mientras Sir Harry observaba a Irina moverse sin fuerzas, pensó que no resistiría por mucho tiempo.

Cuando llegaron a la parte alta de la torre, un caballero abrió la puerta y Sir Harry empujó a Irina al interior.

—¡Aah!

En cuanto Irina cayó al suelo, la puerta fue cerrada de forma brusca.

Se escuchó cómo la puerta era trancada.

Irina miró a su alrededor. Estaba oscuro. La habitación estaba a oscuras, sin una sola vela.

La luz del sol que entraba por una pequeña ventana en lo alto era la única luz aquí.

Una cama deteriorada y un pequeño baño... a oscuras. La habitación se volvería más oscura por la noche.

¿Viviré aquí el resto de mi vida? Irina finalmente entró en pánico.

—No quiero... ¡no quiero!

Irina se acercó rápidamente a la puerta y comenzó a golpearla.

Thump, thump, thump.

Sus golpes sacudieron la pequeña habitación.

—¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta!

Los ojos de Irina se abrieron mucho y no paró de golpear la puerta.

—¡No quiero quedarme aquí! ¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta!

Irina dio patadas, puñetazos y cabezazos a la puerta, pero no se abrió. Ni siquiera hubo respuesta.

Los caballeros parecían haber bajado las escaleras.

Irina dio un paso atrás y gritó con todas sus fuerzas.

—¡Kiaaaaaaah!

Gritó varias veces como si fuera un cuervo.

Sintió un alivio temporal al pensar que no moriría fácilmente porque aún era demasiado joven, pero eso también implicaba que

¿Cuántas décadas pasaré aquí? ¿Qué haré en ese tiempo? Todo era aterrador.

—¡Jasper! ¡Su Majestad! ¡Abra la puerta!

Completamente confundida, Irina volvió a golpear la puerta.

—¡Su Majestad! ¡Abra la puerta! ¡Lo lamento, abra la puerta! ¡Su Majestad, abra la puerta!

Irina se aferró a la puerta llorando. Por más que rugía a la puerta, no había respuesta.

—¡Su Majestad! ¡Por favor, abra la puerta!

Irina sollozó y golpeó su cabeza contra la puerta.

—¡Dijiste que serías mi salvador! ¡Me prometiste que nunca más pasaría por momentos difíciles! ¡Su Majestad, dijiste que siempre me protegerías!

Irina sacudió la cabeza mientras gritaba, pero nadie respondió.

Irina retrocedió y se agachó al lado de la cama.

Mientras temblaba, recordó el momento en que Delise le enseñó su lengua con una sonrisa, recordó la cabeza de Fix, que había sido cortada, recordó los chillidos del pájaro azul al arrancarle las plumas, recordó la sensación de apuñalar a Arian para poder escapar...

Irina se sintió abrumada por todas sus malas acciones que vinieron a su mente en forma de alucinaciones.

—¡No! ¡No! ¡Tengo miedo! ¡Su Majestad! ¡Tengo miedo! ¡Su Majestad, tengo miedo!

Irina lloraba y daba fuertes pisotones en el suelo, pero las alucinaciones no desaparecían.

—¡Sálveme, Su Majestad!

Irina volvió a correr hacia la puerta y la golpeó.

En ese momento, se abrió la tapa de la pequeña abertura situada en la parte inferior de la puerta por la que se pasaba la comida, y una mano blanca apareció.

Esa mano desapareció en cuanto dejó caer una píldora al suelo.

Irina se quedó mirando la píldora hasta que se dio cuenta de que no había sido una alucinación, y se apresuró a golpear de nuevo la puerta.

—¡Abre! ¡Abre! ¡Abre la puerta! ¡Por favor, ayúdame!

Pero la persona que vino por un momento se fue sin hacer ruido.

Después de permanecer delante de la puerta durante varias horas, Irina extendió lentamente la mano para recoger la píldora.

Irina miró aturdida la píldora que tenía en la mano. No había indicación de qué píldora se trataba, pero Irina lo dedujo de inmediato. Era una píldora venenosa.

Irina tiró la píldora venenosa.

—¡¿Qué quieres?! ¡¿Qué se supone que significa esto?!

Nadie respondió a sus gritos.