Cuando su hermana menor se ríe de ella, Elsa sencillamente pierde toda la poca paciencia que la resaca le había dejado luego de una larga noche de haber bebido demasiado y haber bailado hasta las tantas. Tiene ganas de decirle que la deje en paz por cinco segundos, pero como le pasa un taza humeante de su té favorito con una pastilla para el dolor de cabeza, solo es capaz de decirle lo mucho que la adora.

—No vuelvo a tomar —masculla luego de tragar el medicamento, la nueva novia de su hermana suelta una risilla ante eso, ni tan siquiera se molesta en disimular, Rapunzel Corona, una chica majísima pero con nula capacidad de leer una habitación y comentar de acuerdo a ello—. Lo digo en serio —insiste, se fuerza un poco, pero se deja llevar por las risitas de Rapunzel—. Saldré, bailaré, conoceré gente ¡y todo sin beber!

Anna rueda los ojos con una sonrisa. —Eso espero, porque con el lugar en el que terminamos ayer...

—Y el hecho de que perdieras el móvil —añade Rapunzel.

—Y que tuviéramos que caminar media hora hasta que estuvieras lo suficientemente bien para pillar un taxi a casa... pues como que eso está demasiado cerca a tocar fondo.

Con las mejillas sonrosadas, Elsa cubre su rostro con ambas manos y gruñe en contra de ellas, rogando que al menos la pastilla apresurara su efecto, repite en un murmullo la misma disculpa que les ha estado otorgando. Nunca había llegado tan lejos, nunca había bebido tanto y combinando tanto, jamás se había permitido perder el control de esa manera, mucho menos delante de su hermana menor. De las dos hermanas Queens, Elsa era la responsable y la madura, Elsa era la que se aseguraba que nada malo le ocurriera a Anna, pero desde que había tenido esa ruptura tan mala con la última novia seria que había tenido, parecía que su hermana menor había tomado el puesto de cuidadora que ella solía llevar con orgullo.

Elsa suspira pesadamente, tenía que hacer algo con el problemilla que estaba pillando con el alcohol, las últimas salidas habían sido demasiado, y, como habían dicho su hermana y su novia, estaba muy cerca de haber tocado fondo. No sabía exactamente qué era lo que definía como "haber tocado fondo" pero sabía que sería capaz de identificarlo cuando estuviera allí.

Santos cielos, realmente le estaba costando afrontar esa maldita ruptura.

El resoplido de Mérida la saca de sus pensamientos. —Hombre, yo sigo creyendo que tampoco se te fue tanto la mano, digo, te he visto tomando más y no acabando tan mal, Queens.

Le encantaría discutir con Mérida, dejarle en claro que todas las maneras increíblemente creativas que tenía para decirle que no aguantaba bien el alcohol no eran bienvenidas, pero la escocesa estaba haciéndole mimos en la cabeza que la estaban atontando demasiado como para hablar.

Mérida DunBroch, su amiga de toda la vida y la mujer más incomprensible de la historia, podía llegar a ser un dolor de cabeza la mayor parte del tiempo, podía pasarse horas y horas haciendo que te cuestiones por qué todavía no le has cosido la boca por el bien de la humanidad, pero al final siempre terminas de regreso con ella y adorando cada segundo que tenía su molesta boca abierta porque, cuando era necesario, Mérida sabía que decir, qué hacer y cómo tratarte para que absolutamente todo tuviera sentido y supieras cómo continuar por tu cuenta a pesar de cualquier problema que estuviera intentando frenarte.

—Solo sé que hasta aquí llegué con la bebida —es todo lo que le responde mientras se recuesta sobre la alta mesa del comedor, inclinándose a la izquierda para hacer que sea más fácil para su amiga seguir acariciando su cabello—. No vuelvo a beber.

Es ahora Mérida quien se ríe de su promesa. —Te voy a grabar para cuando volvamos a salir y quieras un chupito.

—Por cierto, ¿ya has bloqueado el teléfono? —pregunta repentinamente Rapunzel, terminando de servir los panqueques que había estado cocinando mientras su novia preparaba jugos para todas las presentes en el apartamento.

Elsa se levanta de golpe, salvándose de caer abruptamente contra el suelo por los rápidos reflejos de Mérida, quien la atrapa en cuanto ve el leve tambaleo del alto taburete. En cuanto por lo menos la albina pude confirmar que no se va a estampar, se baja apresuradamente del taburete para ir a pillar su cartera.

—¡Demonios! —maldice mientras se apresura a sacar sus tarjetas de crédito y le hace señas a su hermana para que le pase su teléfono—. Ya lo doy por perdido, pero por lo menos voy a ver cómo evitar que me roben todo el dinero de las tarjetas.

—¿No puedes simplemente ponerlo como perdido? Juraría que hay una opción para eso —propone Mérida, apoyando su rostro en una de sus manos.

Anna niega levemente la cabeza. —Bah, ahora mismo eso sirve para poco o nada si la persona que lo pilla sabe lo que hace. Recuerdo que a un primo le robaron el móvil y por mucho que lo bloqueo llegaron meterse en una tarjeta, así que lo mejor creo que sería ver cómo cancelar el acceso de las tarjetas desde el móvil.

Mientras Anna iba explicando, tanto Rapunzel como Mérida podían escuchar a su amiga marcando el número de su banco a la par que se permitía a sí misma lamentarse de la innegablemente terrible suerte que podía llegar a tener algunas veces. La muchacha rubia intenta contener sus risillas, pero en el momento que Mérida se permitió soltar unas cuantas carcajadas sin tapujo alguno decidió imitarla por unos segundos, consciente de que seguramente Mérida sí que podía tomarse la libertad de burlarse tan abiertamente porque conocía a esas dos de toda la vida. Rapunzel era completamente consciente de que a veces se le escapaba un comentario desafortunado o una risa no bienvenida, realmente trabaja en ello, sobre todo porque había notado que a su cuñada se le dibujaba una mueca de desagrado en el rostro cada vez que metía la pata.

Rapunzel es la única sorprendida cuando Elsa vuelve al poco tiempo con una sonrisa triunfadora en el rostro.

—Oh, cómo amo ser una nepobaby —celebra la muchacha, volviendo a su posición anterior para que Mérida retomara las caricias.

Anna suelta una sonora carcajada ante el tonto comentario de su hermana a la par que su novia se voltea en busca de direcciones.

—No lo pillo.

Es Mérida quien responde a pesar de que Anna estaba a punto de hablar. —Oh, es que si estas tiran el apellido Queens se lo resuelven todo de inmediato, son unas burguesas asquerosas, la guillotina las reclama sobre todo a ellas.

—Eh, que yo dono mucho dinero —se defiende apresuradamente Anna entre risas—, contribuyo por el bien de mi gente del colectivo —asegura inflando el pecho de manera bromista, con una sonrisita juguetona en los labios—. Además que tu familia tan poco está corta de dinero, DunBroch, tenéis un jodido palacete en Escocia, así que cállate un rato.

—Eh, que yo no vivo del dinero de papi y mami. Trabajo por completo por mi cuenta, no como vosotras dos que habéis pillado puestos en la empresa de vuestros padres, quienes además nunca os han cortado el grifo.

Elsa intenta defenderse, pero Rapunzel se ríe con ganas mientras comenta. —Buah, ya me gustaría a mí algo como eso, cada vez que veo los intereses de mi deuda estudiantil subir me quiero tirar por la ventana.

Anna frunce levemente el ceño, tomando la mano libre de su novia. —Oye, de verdad, que hablo en serio cuando te digo que te puedo ayudar con eso cuando quieras, solecito.

—Anna, nena, esas cosas las hablamos en privado, ¿vale? —es todo lo que le dice, dándole un tierno beso en la mejilla, pero dejándola con una mueca de preocupación en el rostro.

Mérida y Elsa comparten una rápida mirada antes de decidir aliviar un poco el ambiente porque definitivamente lo mejor sería no terminar la conversación con esos últimos comentarios.

—Eso, Anna, que no queremos ver cómo presumes de tu dinero —bromea Mérida mientras que Elsa se ríe y se endereza un poco de su sitio. Las mejillas de Anna se sonrojaron levemente mientras finge que la broma no le afecta tanto como en verdad lo hace.

Elsa niega exageradamente con la cabeza mientras vuelve a tomar su taza de té para darle un trago. —Qué modales más malos, tendré que acusarte con mamá y papá, no me dejas más opción, Anna.

—Sois de lo peor —masculla la menor, rodando los ojos y recostándose levemente contra el cuerpo de su novia. Mérida le responde sacándole la lengua mientras que Elsa le manda un beso.

—Yo también te quiero mucho, enana.

—¡Pero si ya no eres más alta que yo!

—Porque siempre vas con plataformas, Anna. Lo de tramposa no te queda muy bien, peque.

Anna extiende el brazo. —Regrésame el té que te hice con tanto cariño, no te lo mereces en lo absoluto. Además que tú también usas tacones todo el tiempo, hipócrita.

Elsa coloca una mano sobre su pecho mientras que finge estar gravemente ofendida por las acusaciones tan directas de su hermana menor. —Mira que hablarme de esa manera, Anna, me lastimas el corazón.

—Y quien da y quita con el diablo se desquita —añade Mérida, con una sonrisa sumamente orgullosa en su rostro pecoso. La única respuesta que logran sacar de Anna es que rodara los ojos y decidiera ignorar por completo a las dos mayores del grupo en ese momento—. ¡Ah por cierto! —dice Mérida de momento a otro, tomando con algo de fuerza a Elsa del brazo—. Que se me olvidó comentarte algo importantísimo.

Mientras se aparta de su amiga para sobarse el brazo, Elsa le pregunta. —¿El qué?

Una sonrisa coqueta y juguetona se le extiende a la joven DunBroch por el rostro. —Que Honeymaren no ha paraba de hablar de ti desde que os fuisteis —Mérida suelta aquello con tanta emoción que no puede evitar sentirse profundamente decepcionada ante la falta de una reacción más positiva de su amiga, y la cosa empeora cuando una leve mueca se le forma en el rostro—. ¿A qué viene esa cara? Pensaba que estabas a esto —hace un seña con los dedos— de comerle la boca.

—Buah, eso te lo dije hace semanas, Mérida, además que estaba borracha y con ganas de un revolcón. Pero Honeymaren y yo hemos sido muy buenas amigas ya por dos años, y yo sé que le gusto pero es que no estoy como tener una relación seria con nadie. No quiero darle esperanzas, mucho menos hacerle daño, de verdad que la aprecio demasiado.

Mérida rueda los ojos con una sonrisita ladina mientras Elsa comienza a acariciar su cabeza para ayudar a aliviar, no puede evitar burlarse un poco de su buena amiga de toda la vida. —Tía, estás rodeada de un montón de tías buenas que les encantaría liarse contigo o tener una relación preciosa, pero tú no quieres porque sigues fatal por una ruptura ridícula.

Pero antes de que, volviéndose a lamentar de haber tomado tanto la noche anterior, Elsa pudiera intentar defenderse, Anna entonces se apresura a tragar bruscamente el trozo de panqueque que se había metido en la boca. —¡Creo que eso es justo lo que te falta! —exclama encantada, inclinándose hacia su hermana mayor, quien le responde alzando una ceja—. ¡Conocer gente nueva! ¡Darle una oportunidad de verdad a alguien que no sea el amigo del amigo!

Mérida frunce el ceño. —¿El amigo?

—Digo yo que mi hermana es bisexual por algo.

Pero Mérida se voltea con falsa ofensa hacia su amiga. —¿Me estás diciendo que elegirías a un hombre sobre a alguien como Honeymaren? Wow, chica, que gustitos.

Elsa frunce el ceño. —Pero si eres tú la única del grupo que sale con un hombre.

—Voy a tirarte de esa silla.

—No estoy mintiendo.

—Vas a besar el piso, Queens.

—Y tú luego vas a besar a tu novio.

Anna tiene que darle un manotazo en la cabeza a Mérida para que esta no tire a su hermana mayor del taburete. Apresurada, Elsa se baja de su sitio y se apresura a tomar el asiento libre que había quedado al lado de su hermana. Mérida la ve al otro lado de la alta mesa y se limita a hacer una mueca infantil ante ella, a lo que Elsa se limita a responderle con un gesto de un nivel similar de infantilidad: sacándole la lengua por unos segundos. Mientras Rapunzel oculta una risilla bajo su mano, Anna se limita a rodar los ojos ante las acciones incorregibles de su hermana mayor y su amiga.

Dejando el tenedor sobre su plato, aún clavado en un trozo de panqueque, Anna estira el brazo para colocar una mano sobre el hombro de su hermana mayor. —Oye, de verdad, no estaría mal que intentaras conocer a alguien nuevo, abrir un poco más tu círculo de conocidos. Conocer a alguien fuera de una discoteca o de un bar.

Ante las palabras de su hermana menor y las señas que estaba haciendo para dejar en claro que le estaba insinuando algo, todo lo que hace Elsa es fruncir el ceño con algo de confusión. —No entiendo lo que estás proponiendo.

—Dios, Elsa —suspira pesadamente Anna—, descárgate una app de citas, no es tan complicado.

Pero Elsa suelta un bufido molesto.

—Paso, esas cosas son una pérdida de tiempo, Anna, y lo sabes, además que las considero muy inseguras.

Rapunzel alza una ceja ante el comentario de su cuñada. —Si recuerdas que Anna y yo nos conocimos por una app, ¿verdad?

—Y es exactamente por eso que todavía tengo a un detective investigando sobre ti, Rapunzel, si es que así te llamas —responde rápidamente con una sonrisa juguetona en el rostro, su hermana no se toma muy bien la broma y decide clavarle el codo en las costillas mientras le regaña—. ¿¡Por qué todas me atacáis!?

—Porque eres idiota —le dicen Mérida y Anna al unísono, como si lo hubieran tenido perfectamente ensayado. Las cuatro chicas deciden sencillamente dejarlo allí, por mucho que a Elsa le apeteciera defenderse diciendo que evidentemente no es idiota, porque ninguna realmente había comido casi nada de su desayuno por sus conversaciones tontas y la comida pronto se enfriaría.

Elsa sopla su humeante té mientras se aguanta las ganas de seguir argumentando en contra las apps de citas. Sencillamente no les encuentra la gracia, no ve cómo realmente podrían funcionar, aunque no podía negar que su hermana había tenido la suerte de encontrarse a alguien fantástico con aquel dudoso método, a Elsa le seguía pareciendo demasiado riesgoso y una pérdida de tiempo. Pasarse horas leyendo y revisando perfiles de gente que ni siquiera podía confirmar que se veían tal y como se promocionaban mediante la aplicación, encontrándose una y mil veces con personas desagradables que dejaban el peor tipo de mensajes, e incluso si le pareciera encontrar a alguien decente, siempre había esa posibilidad de que fuera toda una mentira enrevesada llevada a cabo por un completo lunático que solo busca hacer daño a quien se cruce en su camino.

Las aplicaciones de citas no solo le parecían peligrosas por lo fácil que era engañar teniendo las pantallas de por medio, sino que le quitaban toda la gracia que había en conocer a gente nueva de la manera tradicional. Ella no era la mayor fanática de hacer las cosas "a la antigua" y sabía perfectamente que su propio método —conocer a gente en bares, divertirse un poco y luego arrepentirse a la mañana siguiente por haber tenido estándares tan bajos a la hora de elegir por culpa de lo ebria que iba— no era precisamente el más recomendable ni por asomo, pero de todos los métodos posibles para conocer nueva gente con el propósito de desarrollar algún tipo de relación, hacerlo mediante un deslizamiento a la derecha o a la izquierda le parecía el peor de todos.

Se tenía que buscar una nueva forma de conocer gente, eso era cierto. Le vendría bien salir un poco de su círculo, finalmente dejar de liarse o entablar relaciones con la amiga o el amigo de, eso también era cierto. Pero la simple idea de hacer todo eso digitalmente provocaba que eligiera sin pensarlo mantenerse en su zona de confort por el máximo tiempo posible, aunque eso significa que terminaba sin tener idea de qué era lo que tenía que hacer para acercarse a alguien nuevo.

Buah, todo era infinitamente más sencillo mientras estudiaba, incluso preferiría volver a esa época en la que sus padres insistían en presentarle al hijo, el sobrino o el nieto de un socio económico. En aquel entonces cuando las cosas salían mal podía sencillamente culpar a sus padres y no tener que plantearse qué era lo que tenía que cambiar y cómo podía hacerlo.

Elsa hace una mueca cuando se acuerda de que se le había olvidado hablar con sus padres sobre lo que había pasado la noche anterior. Preferiría ser ella quien se le explicara y tener que soportar de una vez sus sermones a que a Anna se le fuera la lengua y entonces sus padres asumieran de que les estaba ocultando algo. Adoraba a sus padres y estaría eternamente agradecida por lo mucho que habían facilitado su vida, pero cuando Agnarr e Iduna Queens asumían que alguna de sus hijas les estaba guardado algún secreto esos dos se volvían sencillamente insoportables.

Aún tenía el teléfono de su hermana, cuando terminara de desayunar llamaría a su madre y se quitaría el problema de encima.


—¿Vamos a tener que prohibirte salir a tomar, hija? —le pregunta su madre, con ese tonito que le deja muy en claro que ahora mismo la está tratando, y la está viendo, como una quinceañera irresponsable.

Elsa se aguanta el suspiro pesado, y se aguanta poner los ojos en blanco de manera involuntaria, tan solo por la costumbre de no hacerlo cuando sus padres la regañaban. —No, madre, no tenéis que castigarme como cuando iba al instituto, he aprendido por mi cuenta que tengo que empezar a contenerme. No tenéis que preocuparos por mí, lo digo en serio.

De lejos, escucha la voz de su padre. —Cualquiera pensaría que sí que tenemos que preocuparnos, ratoncita. ¿Qué hubiera sido de ti si tu hermana no hubiera estado allí contigo?

—Pues no creo que necesitemos ninguno de nosotros preocuparnos por eso, padre, después de todo nunca salgo sola, y eso lo sabéis perfectamente.

—Pero si llegara a pasar... —comienza su madre.

Aprieta con rabia los labios. —¿Puedes decirme directamente qué es lo que quieres que te responda para que no estemos en bucle?

—¡Elizabeth Queens!

—Ya no soy una cría —responde apresuradamente ante el llamado indignado de su madre—. Sí, he cometido una tontería, sí, he sido irresponsable. Pero esto no es una confesión, ni estoy buscando vuestro perdón, solo os estoy contando qué fue lo pasó para que no os angustiéis cuando no conteste al teléfono, eso es todo, ¿podemos tener una conversación en la que me tratéis como una adulta?

Lo que Elsa recibe en esos momentos es un intenso silencio que no concluye hasta que sus padres suspiran pesadamente, puede imaginárselos perfectamente en esos momentos. Su padre se está pasando una mano por la cara y su madre está contando hasta diez con la ayuda de sus dedos, le parece impresionante aún saber de memoria las manías de sus padres.

—¿Necesitas dinero para comprarte un nuevo teléfono, ratoncita? —le pregunta su madre con delicadeza, seguramente forzándose a sonar amable y comprensiva.

Decide no sentirse ofendida por esa pregunta ya que sabe que es el intento de su madre para calmar un poco la situación. —No, no me hace falta, tengo lo suficiente para un nuevo teléfono. Ya os lo he dicho, no os tenéis que preocupar por mí, en cuanto lo tenga os avisaré, ¿de acuerdo?

Sus padres aceptan aquella promesa y, aunque le cuesta, decide ignorar el tono nervioso que encuentra perfectamente en ambas voces. Cada día le parecía más impresionante que a cada año que pasaba, sus padres parecían creer que se volvía más y más dependiente de ellos e inexperta del mundo real. Y eso que siempre la habían felicitado por ser tremendamente madura cuando era niña.

Charlan un poco más, solo para no terminar la conversación con un mal sabor de boca, solo para disimular que la leve discusión que habían tenido al inicio de la llamada, logran incluso conversar más tranquilamente, sin tener que forzar la amabilidad y dejándose llevar únicamente por el gran cariño que se tienen. Y si no hubiera sido porque Anna ya quería su móvil de regreso, seguramente hubieran continuado por un rato más.

—Pude habérselo comentado yo —comenta Anna sin darle mucha importancia, incluso hundiéndose de hombros—. Porque ya me imagino que te han dado una charlita de esas que recibíamos cuando recién pudimos empezar a relacionarnos con otra gente que no fueran los empleados de casa.

La mayor de las hermanas Queens rueda los ojos. —¿Y dejarles creer que me avergüenzo de alguna manera o que pueden seguir tratándome como una niña? No, gracias, he dicho todo lo que tenía que decirles y he dejado bien en claro las cosas con ellos. Así las cosas son mucho más sencillas.

—Vaya, haciéndote la dura con mamá y papá, eso es nuevo —le dice con una sonrisa burlona en el rostro.

—Me siento demasiado bien conmigo misma como para que tus tonterías me importen, peque —se acerca a su hermana para apretarle la mejilla derecha con algo de fuerza, logrando sacarle un quejido y que se aparte apresuradamente—. Bueno, yo me voy ya, gracias por cuidar de mí anoche —le sonríe tiernamente a su hermana menor y ella solo responde con un movimiento de mano para restarle importancia—, ¿qué haría yo sin ti?

Ambas sonríen ante esa última pregunta, era un tierna costumbre suya, una forma algo rebuscada de decirse lo mucho que se querían. Había empezado casi por accidente hace muchos años y, casi sin saberlo, volvían a ella de vez en cuando.

—Sabes que siempre estaré para ti —finalmente le responde dándole un leve empujón con el hombro en el brazo, motivándola a que empiece a caminar—. ¿Vendrás de visita cuando tengas un nuevo teléfono?

—Sabes que sí —responde con obviedad mientras va dirigiéndose hacia la puerta principal.

Desde la cocina, Rapunzel se asoma. —Ve con cuidado —se despide también con un gesto de mano.

—Gracias por el desayuno, Rapunzel, y por haber lidiado conmigo anoche —Elsa siente una leve satisfacción al ver la alegría en el rostro de su cuñada. Rapunzel en verdad era un encanto de muchacha y estaba muy feliz de que su hermana estuviera con alguien como ella, pero eso no quitaba que de vez en cuando le gustaba ponerla de los nervios para ver cómo reaccionaba—. Y cuida de mi hermana, me enteraré si no es así.

Cuando Elsa cierra la puerta, Rapunzel se voltea a su novia con un gesto de preocupación.

—Oye, ¿tu hermana no tiene un detective investigándome, verdad? —pregunta con algo de nerviosismo—. Quiero decir, os sobra el dinero para gastarlo en esas cosas

Anna rueda los ojos. —Claro que no, Punzie, Elsa nunca haría eso —añade con seguridad, aunque se demora un poco en hacerlo.

—Has dudado —señala, frunciendo levemente el ceño.

—Es que me estoy planteando si mis padres sí serían capaces de hacer eso —murmura mientras se va acercando hacia su novia para rodearle la cintura con ambos brazos—. Y la verdad... los veo capaces.

Mientras rodea el cuello de Anna con los brazos, Rapunzel no puede evitar dibujar una mueca en su rostro y temblar levemente. Se apretuja mejor contra el cuerpo de su novia, intentando calmar un poco su paranoia.

—No me estás ayudando, cielo.

—Hombre, míralo por el lado bueno, al menos no pillarían un sicario... no, espera, mi abuelo Runeard sí que lo haría.

—¡Anna!

—Siempre ha sido muy sobreprotector conmigo, si el hipotético detective de mis padres descubre algo que no le guste, sería completamente capaz de contratar a alguien para que te haga dormir con los peces.

Rapunzel tira un poco de ella. —¡No me estás ayudando! ¡Tu familia da mucho miedo!

—Pero si son un encanto.

—Anna, dan mucho miedo, tu abuelo y tu hermana los que más.

Aguantándose las risas, Anna no tiene más opción que aceptar que, en algunos momentos, su familia llegaba dar algo de miedo, sobre todo cuando se acordaban de que ella era la más joven y decidían que lo más lógico era sobreprotegerla de cualquier pequeño inconveniente. Llena de besos el rostro de su novia para intentar tranquilizarla un poco, pero no consigue hacer que sonría hasta que besa tiernamente sus labios.


Te ves hermosa.

Encendiendo el segundo cigarrillo de la mañana, Hiccup intenta disimular lo mejor posible el hecho de que está siguiéndola. Hay al menos seis personas entre ellos, un grupo de tres adolescentes que van charlando en un tono bastante alto, una mujer con un maletín y unos taconazos que avanza apresurada mientras revisa desesperada su teléfono y una pareja de ancianos bastantes cariñosos que van caminando lentamente, charlando a gusto como si nada más existiera. Intenta que no se note lo mucho que se fija en ella, desvía la mirada de vez en cuando, haciendo todo lo posible para no incomodarla, para que no lo note, para que no termine encarándolo al darse media vuelta.

Sería un verdadero problema que llegara a verlo en ese momento.

Cuando pasan por una curva muy marcada que además hace que los adolescentes se vayan por otra ruta, no encuentra más solución que cubrirse levemente el rostro con la visera de su gorra gris.

Le parecía una maravilla que Elsa no le hubiera pedido nada de ropa prestada a su hermana más que una chaqueta que le quedaba enorme, eso significaba que ella seguía con ese precioso vestido, eso significaba que podía ser apreciado cada centímetro de su figura.

Deja que una mujer con un carrito de bebé se le adelante, ahora mismo podría tener nuevamente a más de tres personas entre ellos, pero la mujer con el bebé los sobrepasa a todos y él tiene que contenerse para no chasquear la lengua con molestia.

La ve incómoda y, mientras suelta humo, se pregunta si habrá sido muy evidente a la hora de quedarse viéndola. Pero Elsa sigue avanzando sin ninguna muestra de temor o intención de apresurar el paso, por lo que se permite asumir que solo está frustrada por lo que sea le esté pasando en la cabeza luego de una noche de borrachera y seguramente una mañana de resaca. Una noche en la que se ha dejado olvidado su móvil en las calles, permitiendo que él pudiera tan siquiera rastrear el apartamento de su hermana y llegar a tener la suerte de que ella ahora lo estuviera guiando a su hogar.

Incluso después de diez minutos siguiéndola, la pareja de ancianos sigue entre ellos, y él está encantado de poder usarlos como tapadera, como un bloque para que él no llegara a cometer alguna tontería y para que ella no se diera cuenta de su presencia.

Reduce la velocidad cuando ve que está empezando a buscar sus llaves. Hiccup maldice cuando ve que la pareja de ancianos sigue de largo mientras ella se encara a un portón.

Seguir avanzando es todo lo que se puede permitir, si se queda parado ella lo notará y de verdad no quería hacer ninguna tontería, lo último que quería era tener que obligarla a quedarse a su lado, tener que obligarla a aceptarlo.

Se fija bien en el número de la dirección, lo apunta en el móvil sin tan siquiera mirar la pantalla. Cuando confirma que lo ha dejado todo bien, puede respirar tranquilo y se permite a sí mismo removerse con emoción.

Ahora sabía dónde vivía su angelito.