Bell sintió un estallido de adrenalina mientras su espada cortaba el aire, segando la cabeza de un monstruo con precisión letal. El peso de la cabeza enemiga se alzó por el aire un momento antes de caer al suelo con un ruido sordo. A través de la visera de su casco, Bell pudo ver los ojos vidriosos del monstruo, reflejando un breve destello de su propia determinación. Girando en el aire, usó su escudo no sólo cómo defensa, sino cómo una extensión de su propio brazo, sino cómo una extensión de su propio brazo, aplastando la cabeza de una hormiga asesina. Las palabras de un encantamiento fluían sutilmente de sus labios casi instintivamente, lanzando un torrente de llamas que envolvía a los enemigos entrantes, reduciéndolos a cenizas.
Sin detenerse, Bell avanzó a toda velocidad para enfrentar el embate del Kobold. El impacto resonó por toda la habitación cuando levantó su escudo, aprovechando la oportunidad para romper la defensa del monstruo con un golpe certero. Con un corte circular, separó las piernas del cuerpo caído y, ágil como siempre, saltó sobre el cadáver para aterrizar sobre una hormiga que intentaba superar el muro de fuego.
La cabeza del monstruo quedó clavada en el suelo tras un golpe de su espada antes de que se dirigiera con rapidez hacia las hormigas que se amontonaban. Apuntó con determinación mientras el muro de fuego de cuerpos ardiendo obstaculizaba su avance.
— ¡Gospel!
Una onda de choque sónica devastó a varios monstruos, dispersando sus restos por la sala. Bell se defendió con su escudo de otro ataque directo, aprovechando la apertura para desintegrar a otro monstruo de un certero golpe con su pie.
— ¡Rugio!
Lanzó la Spellkey para deshacerse de los últimos monstruos que los asediaban con una explosión demoledora.
Examinando el campo de batalla desolado, Bell limpió su espada y levantó la visera del casco, revelando sus ojos rubíes.
— Ahhh, ha sido un buen día, ¿no crees, Lili? —preguntó mientras Lili comenzaba a recolectar las piedras mágicas de los monstruos caídos. Bell agradeció su ayuda antes de que ambos emprendieran el camino de regreso a la superficie.
Habían pasado tres días desde que Bell protegió a Lili de Enoch, un aventurero conocido por su falta de respeto hacia otros. Bell desaprobaba profundamente ese tipo de actitud y prefería mantenerse alejado de él.
En esos días, Bell había empezado a notar a Lili con curiosidad. Habían estado trabajando juntos desde entonces, pero él sentía que ella ocultaba algo. No sabía cuáles eran sus problemas exactamente ni cómo ayudarla, pero desde el primer día, cuando decidió compartir las ganancias equitativamente, Bell había sentido una conexión especial con ella.
Una nueva horda de monstruos emergió frente a ellos, sacándolo de sus pensamientos. Bell sacudió su cabeza, listo para el combate. Ahora no era momento de preocuparse por lo que vendría después, sino de enfrentar el desafío que tenían ante ellos.
X X X X
La comida fluía naturalmente mientras Bell la saboreaba con calma, sentado frente a Lili, quien mostraba un apetito considerable. Como aventurero, entendía lo rápido que podía aparecer el hambre debido al trabajo físico constante.
Lili llenaba su boca con comida lentamente, inmersa en el ambiente de la taberna llena de otros aventureros que comían, bebían, reían y hasta cantaban. Sin embargo, Bell notó una mirada intensa dirigida hacia él y giró para ver quién era. Sus ojos se encontraron con los de una joven de ojos aguamarina, cabello dorado y vestida con un elegante vestido blanco.
Los hombros descubiertos de la chica y su piel impecable insinuaban una vida libre de cicatrices, aunque llevaba mangas que recordaban a guantes de novia. A su lado reposaba lo que parecía una espada, pero Bell intuyó que era un bastón mágico transformado, dado su diseño peculiar y la gema mágica en el pomo.
La chica clavó sus ojos en Bell, un ligero rubor coloreaba su rostro mientras parecía meditar sobre algo relacionado con él. Bell se sintió incómodo ante la atención, pero cuando ella le saludó con la mano, él respondió automáticamente, también saludando a la joven rubia.
— Amo Bell... ¿Acaba de saludar a "Sacred Flame"? —Lili preguntó, sorprendida por la interacción de Bell con la aventurera y el nombre mencionado.
Bell apartó la mirada de la chica para dirigirla a Lili con curiosidad.
— ¿Quién...?
— ... Sacred Flame, la Doncella de…
— Opal Alfhilia, un gusto…
Una voz melódica los interrumpió, haciéndoles voltear con sorpresa. La joven se acercó a su mesa con su bastón cerca de su pecho, pareciendo usarlo como una especie de escudo emocional frente a Bell y Lili.
Lili parecía congelada, mientras la chica apartaba rápidamente la mirada al darse cuenta de la atención que había generado, dejando a Bell desconcertado por la reacción de Lili.
— Oh, un gusto Opal, soy Bell Cranel.
— Así que eres tú... —susurró Opal con un tono misterioso que Bell no comprendió del todo, pero luego sonrió ampliamente y se sentó junto a Lili, lo que hizo que la joven asistente diera un pequeño brinco —. Es un placer conocerte. Recientemente te has convertido en tema de conversación en varios círculos de Orario.
Bell inclinó la cabeza con escepticismo ante la afirmación. ¿Por qué estarían hablando de él? Era un aventurero novato que ni siquiera había ganado un Alias o había hecho algo especialmente destacable, en su opinión.
— ¿Hablan de mí?
— Sí, hablan de cómo derrotaste a "La Promesa" solo usando un escudo. Enoch no es fácil de vencer, incluso para aventureros de nivel tres. El hecho de que un nivel uno lo haya derrotado, y solo con un escudo...
Opal hablaba con entusiasmo, claramente impresionada por la hazaña de Bell, lo que hizo que lo mirara con una gran sonrisa.
— No fue tan impresionante. Solo bloqueé sus golpes...
Bell pensó en su tía, quien era mucho más rápida y hábil que él. Sin embargo, desechó esos pensamientos cuando sintió una mirada severa de Lili.
— ¿No fue tan impresionante? ¡Es increíble! Enoch era considerado una promesa para convertirse en el primer aventurero de primera clase de la familia Aeshma, aparte de ser un logro significativo para la familia...
Los murmullos y susurros comenzaron de nuevo, algo que desconcertó a Bell. Cuando trató de acercarse para escuchar mejor, Opal se sonrojó y aferró su bastón a su pecho, desviando la mirada con timidez.
— Si hablamos de aventureros poderosos de la familia Aeshma, entonces Enoch no sería el primero, ¿verdad, Sacred Flame?
La referencia a su Alias sorprendió a Bell, haciéndole pensar que ella era un aventurero de nivel dos, un rango que desconocía por completo. Su Alias era algo que no había escuchado antes, pero decidió preguntar cuando notó que Opal parecía tensarse.
— ¿Qué hay del Alias?
— Sacred Flame, la Doncella del Fuego Santo, Opal Alfhilia, aventurera de nivel 4... de la familia Aeshma.
Finalmente, todo cobró sentido parcialmente. Ahora entendía cómo ella lo conocía. Miró a la aventurera de ojos azules, quien parecía nerviosa o asustada. Percibió angustia en sus ojos, mezclada con una ligera curiosidad y timidez, preguntándose cómo reaccionaría ante la revelación.
Hubo un momento tenso en el que ambos se miraron fijamente. Luego, Bell simplemente sonrió.
— Supongo que eres mi superior, una aventurera de nivel más alto hablando con un novato como yo. ¡Qué suerte la mía!
Lili negó con la cabeza, encontrando la actitud de Bell cada vez más incomprensible. ¿Era un mujeriego encubierto o simplemente algo no andaba bien en su cabeza? No podía entenderlo, pero dejó que continuara.
Desde la perspectiva de Lili, algo en Bell no encajaba del todo bien, pero al mismo tiempo, la forma en que Opal hablaba parecía genuina. Estaba claramente emocionada por la victoria de Bell sobre Enoch, a diferencia de él. Lili, criada en la ciudad, sabía sobre los asuntos turbios que rodeaban a la familia Aeshma, lo que la hacía observar con cautela desde su posición segura.
Opal Alfhilia era una figura conocida entre los niveles cuatro, apodada la Doncella del Fuego Santo por su atuendo y su habilidad mágica singular. Aunque era una maga, no parecía seguir las convenciones estándar al aventurarse sola en los pisos del calabozo sin ser una espadachina mágica.
Su firma, el fuego blanco que dejaba en los monstruos derrotados, confirmaba sus habilidades, aunque Lili desconocía los detalles más profundos de sus hazañas. Opal era una figura enigmática, como la Princesa de la Espada o el Vendaval.
— Me alegra que seas un buen chico. Esperaba algo peor de alguien que venció a Enoch —declaró Opal con una sonrisa, soltando lentamente su bastón y mirando a Bell a los ojos.
— Bueno, supongo que no se debe juzgar por las primeras impresiones.
— Sí, eso también me preocupaba... Dada la situación...
— ¿Qué situación?
Opal rió antes de negar con la cabeza.
— No te preocupes. Si ocurre lo que creo que va a ocurrir, serás el primero en saberlo... Ah, debo irme. Tengo una misión en el piso dieciocho. Fue un placer conocerte. ¡Nos veremos más a menudo!
Con esas palabras, Opal se puso de pie y se despidió antes de alejarse de la taberna. Bell la observó irse con intriga antes de regresar a su cena, que tanto él como Lili disfrutaron, sin saber que se convertirían en espectadores involuntarios de un plan que comenzaba a desarrollarse en los niveles inferiores del calabozo
X X X X
Bell salió de la taberna con el casco bajo el brazo, el escudo colgado del hombro y la espada envainada en la cintura. Lili había sugerido irse sola a casa, pero esta vez el albino decidió acompañarla hasta un punto más cercano a su hogar.
Al salir a una zona abierta entre callejones, Bell se detuvo abruptamente y extendió la mano para detener a Lili.
—¿Amo Bell? —preguntó Lili, sorprendida por su acción, mientras observaba cómo emergían figuras de entre las sombras de los callejones. Reconoció sus rostros de inmediato y su corazón se aceleró. Bell notó su reacción y volvió a centrar su atención hacia adelante.
—Vaya, vaya. Parece que la pequeña Lili ha encontrado un nuevo aventurero para estafar —escupió uno de los hombres con desdén.
—¿No es irónico? Ese chico vale una fortuna, y ahora nos topamos con la inútil Lili. Hoy es nuestro día de suerte —añadió otro con una sonrisa retorcida.
Los comentarios llenaron a Bell de una mezcla de rabia y determinación. Avanzó unos pasos, dejando a Lili detrás de él. Ella, paralizada por el miedo, apenas pudo contener el aliento.
—¿Qué asunto tienen conmigo? —inquirió Bell, manteniendo la compostura mientras sus ojos escudriñaban a sus adversarios.
—¡Corra, amo Bell! ¡Son de la familia Soma! ¡Lo quieren matar! —gritó Lili de repente, su voz temblorosa pero llena de desesperación. Conocía bien a esos hombres y sabía de lo que eran capaces.
Sin entender completamente por qué lo había hecho, Lili se dio cuenta de que no quería que Bell sufriera. Él ya la había protegido en dos ocasiones sin siquiera conocerla. Ahora, lo estaba haciendo de nuevo, tomando la delantera para protegerla en caso de un enfrentamiento.
Al ser descubiertos, los hombres de la familia Soma no tuvieron otra opción más que empuñar sus armas y lanzarse sobre Bell como depredadores sobre una presa indefensa. Bell reaccionó con destreza, levantando su escudo para recibir tres ataques simultáneos. Aunque bloqueó los golpes, el impacto desequilibró su postura.
—¡Amo Bell!
Con movimientos rápidos como el rayo, Bell agarró la empuñadura de su espada, la Ignis Heros, y la desenvainó a tiempo para interponerla entre su cuello y la hoja de un bracamarte. Retrocedió con agilidad, levantando su escudo para bloquear un hacha y un martillo que lo empujaron hacia el centro de la plaza, alejándolo del callejón donde había dejado a Lili.
Girando con agilidad felina, Bell se puso de pie y clavó sus ojos en los hombres que lo rodeaban. Tomó su casco del suelo y lo colocó en su cabeza, mientras su espada se balanceaba con ferocidad en su mano.
—¡Vamos a hacer esto!
Con un gesto rápido, la visera de su casco bajó y Bell adoptó una postura desafiante. Sus enemigos, llenos de arrogancia, avanzaron con sed de sangre.
—¡Bastardo!
—¡No te hagas el valiente!
—¡Te vamos a destrozar!
Levantando su escudo, Bell bloqueó un bracamarte, luego empujó y golpeó para abrir la defensa del enemigo. Realizó un rápido movimiento con su espada, infligiendo un daño considerable al espadachín a pesar de su armadura.
El más fuerte de los tres, armado con un martillo, fue evaluado rápidamente por Bell. Bloqueó un hacha con su escudo y aprovechó la fuerza del golpe enemigo para hacer que el arma patinara sobre su armadura. Luego, con un giro hábil, dio una patada que envió al hombre directamente hacia el portador del bracamarte.
Bell esquivó un golpe del martillo y contraatacó con la espada Ignis. Aunque el golpe fue detenido por la armadura de su enemigo, fue suficiente para obligarlo a retroceder. Bell giró y esquivó al bracamarte que regresaba junto al hacha.
Con determinación, Bell se deshizo de su escudo, permitiéndole tomar su espada con ambas manos. Bloqueó el bracamarte y luego, usando toda su fuerza, dirigió la espada hacia un lado, abriendo una brecha en la defensa enemiga. Agarró la hoja de su espada y empujó con todas sus fuerzas, golpeando al enemigo en el vientre con el pomo del arma antes de terminar de rematarlo con un poderoso derechazo.
Recuperando su escudo, Bell bloqueó un martillazo y rompió la guardia del guerrero con un golpe contundente. En lugar de eliminarlo de inmediato, pasó junto a él con rapidez.
—¡Gira, gira, gira, señor del trueno, emperador dorado que...
El hombre con el hacha recibió un golpe devastador en el pecho, interrumpiendo su canto con un grito ahogado. Una explosión de fuerza lo lanzó contra la pared más cercana, dejándolo inconsciente en el suelo.
Bell levantó su espada para bloquear otro martillazo, pero fue desarmado con un movimiento violento. Enfocando toda su atención en el guerrero frente a él, Bell apuntó con la mano desnuda al pecho de su oponente. El golpe fue brutal, gracias a su mano enguantada y blindada, pero no se detuvo ahí. Usó el borde de su escudo para destrozar el mango del martillo enemigo, dejando al guerrero atónito y vulnerable.
Un golpe certero en la nariz con el escudo dejó al aventurero desorientado, con lágrimas en los ojos. Bell bloqueó otro golpe, pero recibió un golpe contundente en el estómago. Aguantando el dolor, Bell usó su mano como un mazo para golpear la nuca del enemigo, haciendo que su cabeza golpeara el suelo y lo dejara inconsciente de inmediato.
Bell se detuvo, jadeando por la intensidad del combate, mientras observaba a los tres aventureros derrotados yacían en el suelo. Caminó hacia su espada, la recogió y la envainó con determinación. Luego, levantó la visera de su casco.
—¡Lili! ¿¡Estás bien!?
Buscó a Lili con la mirada y la vio salir del callejón, con el rostro aún pálido pero visiblemente aliviada. Bell suspiró profundamente y se acercó a ella con calma. Había salido victorioso de la pelea sin sufrir heridas graves, lo cual lo llenó de un alivio momentáneo.
Lo que Bell no sabía es que, a lo lejos, tres figuras lo observaban desde diferentes lugares. En los callejones, oculto bajo una capa negra, el Dios Aeshma sonrió con satisfacción al ver el resultado de su experimento antes de desaparecer en las sombras.
Desde los tejados, Alise Lovell observó la pelea con una sonrisa satisfecha, esperando a que Bell se retirara antes de bajar a la plaza para hacerse cargo de los alborotadores.
Y en Babel, Freya estaba emocionada después de presenciar un combate tan rápido y feroz como el latido desbocado de un corazón en plena carrera.
Pero dejemos de hablar del aventurero que ahora escoltaba a Lili como un caballero hasta la puerta de su casa, y pasemos a otro lugar donde se desarrollará otra historia.
X X X X
Desesperación: un sentimiento que se eleva en tu vientre cuando te das cuenta de que tu mejor golpe, aquel que puedes asestar cuando todo parece perdido, el golpe de un héroe que lo da todo por la victoria, resulta inútil. Este era el sentimiento que embargaba a Lefiya mientras observaba impotente cómo su hechizo era detenido sin esfuerzo.
Para recapitular, había descendido al piso dieciocho junto a su familia después del entrenamiento con Bell, encontrándose inesperadamente envuelta en un caso de homicidio. El culpable, que se desvaneció como el viento, llevó a su familia a cerrar Rivira, dejándola ahora en serios aprietos.
Todo comenzó con un incidente relacionado con una joya extraña y Aiz, seguido por la aparición de plantas carnívoras y, poco después, del asesino. Bueno, para ser precisos, la asesina que intentó hacerse pasar por un hombre tras desfigurar a su víctima. Esto desencadenó un enfrentamiento en el cual Lefiya fue protegida por Aiz, brindándole la oportunidad de lanzar un hechizo que ahora había sido bloqueado en un lugar completamente distinto.
Nadie había anticipado esto, menos Aiz. Preparándose para un enfrentamiento directo, consideró activar su magia. Sin embargo, se sorprendió al ver que la asesina apenas se movió y ya estaba sobre ella, levantando su espada por sobre su cabeza para tratar de cortar a la princesa en dos.
Fue entonces que una voz resonó con poder:
—Luz sagrada que defiende a los justos y separa a los pecadores...
Un destello poderoso hizo que la espada de la asesina rebotara contra una superficie dura en lugar de alcanzar a Aiz, sorprendiendo a todos los presentes.
Aiz, desconcertada, observó cómo una joven vestida como una santa avanzaba con tranquilidad, sosteniendo un bastón en forma de espada.
—Sacred Flame...
Opal Alfhilia había llegado a la batalla del piso dieciocho en el momento justo.
—Parece que llegué a tiempo, Thousand Elf's —dijo la rubia de ojos azules con una sonrisa, refiriéndose al grupo.
El escudo de luz desapareció, permitiendo a Aiz moverse de nuevo mientras preparaba su propio hechizo.
—¡Tempest!
Con un grito, el viento envolvió a la princesa de la espada, tomando por sorpresa a la asesina que apenas podía ver. Aiz, con un rápido movimiento, la lanzó poderosamente contra un cristal, rompiéndolo y haciendo que la máscara de la asesina se desprendiera, revelando su rostro.
—Así que eras tú... Aria.
El nombre pronunciado por la asesina dejó a Aiz momentáneamente aturdida. ¿Cómo sabía ella ese nombre? Fue un golpe directo a sus pensamientos, un momento que pasó desapercibido mientras la criatura dentro de la joya comenzaba a agitarse como si intentara escapar.
Y lo logró.
Al romper la joya que la aprisionaba, la criatura saltó hacia Aiz, quien logró esquivarla haciendo que impactara contra el cadáver de una planta carnívora que ella misma había derrotado previamente, provocando una reacción inesperada.
Pero la situación no terminó ahí. Al entrar en contacto con la criatura caída, ésta comenzó a fusionarse con la planta carnívora, otorgándole un nuevo y poderoso aspecto.
—¡Luz sagrada que defiende a los justos y separa a los pecadores! —Opal apareció rápidamente, deteniendo un trozo de cristal con su Faith Shield, ganando tiempo mientras Aiz huía, llevándose consigo a Opal, Lefiya y una chica llamada Lulune.
Corrieron con todas sus fuerzas para alejarse del peligro, mientras Aiz observaba con horror cómo la materia vegetal y monstruosa comenzaba a absorberse y fusionarse.
—¡Está absorbiendo a los monstruos! —gritó Lefiya, mientras Aiz, decidida, rompía el suelo y se lanzaba como una bala hacia el monstruo en crecimiento.
Mientras tanto, desde la familia Loki en Rivira, observaban con asombro cómo el enorme monstruo se formaba: una figura femenina con características de vegetación, algo nunca antes visto y que ahora estaba siendo meticulosamente analizado por Finn y Riveria.
—Viene hacia aquí.
—Me pregunto de dónde vino, pero creo que nuestra primera opción es destruirlo.
—Estás en lo correcto.
—¡¿Qué les pasa?! ¡¡Deberían estar un poco asustados!! —Bors estalló, dirigiéndose a los líderes del grupo Loki.
Pero antes de que pudieran responderle, la princesa de la espada apareció como una flecha, depositando a Lefiya con cuidado en el suelo mientras Opal y Lulune se recuperaban.
—¡Riveria, ocúpate de Lefiya!
En un instante, la princesa de la espada despegó, atrayendo la atención del monstruo hacia ella.
Mientras tanto, Lefiya estaba sufriendo los efectos de su propia magia, algo que no había anticipado, aunque no resultó demasiado dañino, podría ser un problema a futuro.
—Alivia las dolencias… Heal.
Un círculo mágico azul y blanco surgió debajo de Opal, envolviendo a Lefiya en una energía verde que alivió su dolor, permitiéndole levantarse con todas sus heridas sanadas.
—No podemos quedarnos aquí —dijo Opal, al ver que Lulune también se había recuperado gracias al círculo mágico que las protegió.
—Sacred Flame.
Opal levantó la vista hacia Riveria y Finn, sintiéndose momentáneamente intimidada por su presencia, pero luego asintió con determinación. Era hora de unirse a la batalla para salvar Rivira.
Mientras la criatura persiguió a Aiz, Tiona descendió girando su espada monstruosa con fuerza, cortando limpiamente las raíces de los monstruos en su camino, neutralizándolos temporalmente.
Sin embargo, la criatura continuaba avanzando, resistiendo los ataques como si perder una extremidad no fuera más que un inconveniente menor.
—¡Maldita sea, son más resistentes de lo que esperaba!
De repente, Finn apareció volando como un hombre de acción, balanceándose desde una cuerda clavada en la criatura con una flecha. Giró su lanza con precisión, cortando varias raíces en su camino.
—Sacred Flame.
— Por favor, señorita Riveria, dígame Opal.
Opal estaba junto a Lefiya y Riveria, esperando instrucciones rápidas antes de salir corriendo con su bastón en mano. Lefiya también se dirigió en otra dirección, ambas determinadas y concentradas en la tarea por delante.
La criatura, agitada por el dolor, abrió la boca y emitió un grito desgarrador, lanzando a todas partes las plantas carnívoras que ahora actuaban como sus piernas. Los aventureros yacían a su alrededor, luchando por sobrevivir.
—¡Por favor, no quiero morir! ¡No quiero morir!
Fue el grito angustiado de Bors, quien se había lanzado al suelo, protegiendo su cabeza mientras los monstruos con apariencia de mujer los atacaban implacablemente.
—¿Puedes moverte? ¡No puedo defender a todos si ustedes no hacen algo, maldita sea!
Tiona gritó con desesperación mientras manejaba sus cuchillos, defendiéndose de los monstruos que intentaban devorarla a ella y a los aventureros que se habían refugiado tras ella.
—¡Maldición! ¡Aunque los corte, no se detienen!
—La piedra mágica debe estar en la parte superior de su cuerpo. Debemos confiar en ellas...
Mientras Finn decía esto, Riveria se puso de pie con su bastón, comenzando un cántico lento mientras observaba a la bestia.
—Guerreros orgullosos, arqueros del bosque. Preparad vuestros arcos contra los invasores que nos amenazan.
—¡¿Nadie te está defendiendo?! ¡¿Quieres morir?!
Bors gritó hacia la elfa, quien sonrió mientras los monstruos convergían sobre ella, saltando justo a tiempo para evitar una explosión que habría sorprendido a cualquiera. Nadie entendía por qué acumulaba tanto poder mágico, solo para cancelarlo después.
Pero el canto continuó.
—Responde al llamado de tus hermanos y prepara tus flechas.
Era una trampa; habían utilizado una magia poderosa para ocultar otra magia aún más poderosa. En ese momento, no podías quedarte quieto para atacar al mago que preparaba un ataque masivo en tu contra.
—Uriel…
Una flecha de fuego puro y blanco surgió hacia los ojos del monstruo. Aunque no causó mucho daño, era un hechizo pequeño. Cuando volteó para ver quién había lanzado el ataque, se encontró con una doncella vestida de blanco puro, una clériga usando magia ofensiva.
—Castiga… Uriel!
De la mano de la maga brotó una bola de fuego que explotó poderosamente en el rostro del monstruo. Pero algo no cuadraba. ¿Cómo era posible? Reconocía el nombre de la magia y el efecto no era el mismo.
—Castiga…
Otra vez el mismo cántico. No iba a permitirlo. Lanzó un ataque poderoso. Aunque su bastón parecía una espada, sabía que, incluso con eso, la clériga no sería capaz de resistir todo lo que podría lanzarle.
Pero lo esquivó.
—…Señor en los cielos que odias. ¡Uriel!
Cuatro bolas de fuego aparecieron alrededor de la clériga y se arremolinaron hacia adelante como un torrente de llamas, haciendo que el monstruo gritara de dolor, sintiendo su vida arder, una agonía que nadie debería experimentar. Pero no tenía sentido; era la misma magia, cada vez más poderosa, cada vez que el cántico se alargaba, el daño aumentaba.
Los monstruos se lanzaron contra ella, pero Opal los esquivó con gracia.
Los magos puros eran frágiles, aunque su magia poderosa pudiera doblegar al enemigo más formidable, la mayoría no era tan resistente físicamente para pelear solos.
Incluso con el canto concurrente, los magos siempre necesitaban apoyo; un mal golpe podría ser fatal para ellos.
Sin embargo, la Doncella de Fuego Santo tenía fama por el poder que le habían otorgado.
El poder de castigar la maldad.
—Castiga. Señor de los cielos que odias. Desprecio, odio, aborrecimiento. Ira divina, todo lo que puedes hacer es destruir el mal que ha corrompido lo que amas. Otórgame el fuego de los cielos.
—Tintémoslos con la llama, luces del bosque. Libérenlos, flechas de fuego de las hadas.
Mientras Opal demostraba su habilidad para cantar y moverse, Lefiya continuaba su propio canto. El monstruo tenía que concentrarse en una sola maga; las magias ahora competían en poder y alcance.
El aire a su alrededor comenzaba a calentarse.
—Oh divino padre, oh divino ser. Quiero ser la ira, quiero ser la furia que grita tu nombre…
—Cayendo como lluvia, consume a los salvajes…
El calor aumentó a niveles inesperados.
—¡FUSILLADE FALLARICA!
Desde la elfa fue lanzado un bombardeo, una lluvia de flechas de fuego que cayeron sobre el enemigo, infligiendo un daño increíble. Sin embargo, él resistió, demostrando su tenacidad.
Pero mientras caía hacia atrás, notó cómo el cielo artificial del piso dieciocho brillaba intensamente, como una luz angelical que parecía guiarlo hacia el paraíso si los monstruos iban allí.
Como una lanza arrojada por un querubín, una saeta de castigo divino finalmente descendió cuando la santa en vida lo ordenó.
—¡URIEL!
Un resplandor divino de pura furia, una intervención celestial, un fragmento de la ira del Dios todopoderoso se manifestó, rugiendo con la fuerza de mil tambores de guerra, bramando como mil bestias hambrientas de más.
Y así como vino esta explosión celestial, terminó, con el monstruo en el suelo, consumido por las llamas. El bombardeo que había recibido mostraba por qué Opal era considerada una de las mejores, si no la mejor maga del nivel 4.
La bestia, agonizante, intentó arrastrarse hacia el agua en un intento desesperado de escape, pero fue interceptada por Tiona y Tione con sus cuchillos y espada monstruosa, impidiendo su huida y enviándola a las profundidades.
Habían ganado, algo para celebrar. Pero la batalla aún no había terminado, y Opal lo sabía. Lefiya, Riveria y Finn se movieron rápidamente, y ella hizo lo mismo.
X X X X
El choque de espadas entre dos guerreros hablaba por sí solo. El sonido metálico resonaba en el aire, revelando a los oídos entrenados quién era el más fuerte, quién tenía más experiencia y quién llevaba la delantera.
Desafortunadamente para Aiz, cualquier observador experimentado habría concluido que era ella quien estaba perdiendo terreno.
Cada embestida de su enemiga la forzaba a retroceder, algo que no esperaba, especialmente porque su oponente era considerada una nivel 6.
Aiz fue lanzada hacia atrás, chocando contra un lecho de cristales afilados. Usando el viento de Ariel, giró en el aire como si aterrizara en tierra firme, encontrando refugio en un
pilar que, aunque seguro para su integridad física, no la protegía completamente de los ataques de su enemiga, quien se detuvo momentáneamente.
—Ese viento es útil.
—¿Dónde…? ¿Dónde has oído ese nombre…? —Aiz la miró con furia. Sabía que ese nombre no era conocido, nadie debería saberlo. Sin embargo, estaba en boca de una completa desconocida.
La furia ardía dentro de ella, una mezcla de incredulidad y enojo al saber que alguien desconocido poseía información tan íntima sobre ella, tratándolo como algo cotidiano, como si todos lo supieran.
Esa falta de conocimiento le causaba una rabia incontrolable. Aiz no entendía cómo esta mujer podía tener esa información, pero su enemiga ni siquiera parecía considerarlo relevante. Era como si lo supiera de toda la vida.
—¿Quién sabe?
Esas fueron todas las palabras que le dió. Aiz lo sabía, sabía que esa persona era más fuerte que ella.
Y, sin embargo, ella aceleró.
Ejecutando una maniobra rápida pero precisa con Ariel, Aiz esquivó un tajo lanzado por su enemiga y se colocó en su punto ciego, levantando su espada para descargar un tajo con toda su fuerza y velocidad, pero en ese instante la pelirroja se inclinó profundamente, casi tocando el suelo con el pecho, y se reincorporó para lanzar un corte vertical.
La espada Desperate se interpuso, pero la fuerza del golpe fue tal que Aiz voló como una flecha disparada desde una ballesta, sin control, hasta que impactó contra una pared y derribó una sección, quedando en el suelo con heridas que le dificultaban moverse.
Cuando logró alzar la mirada, un puño enfundado en una cubierta negra se abalanzaba hacia su rostro a gran velocidad, a punto de aplastar su cabeza.
Entonces, dos varas se cruzaron en forma de X, deteniendo el puño justo en el centro.
—¿¡Qué…!?
—No te perdonarémos…
—... por poner tus manos sobre nuestra princesa.
Aquella simple declaración bastó para que la pelirroja alzara la mirada hacia un Pallum y una Elfa que parecieron aparecer de la nada. En ese instante, trató de protegerse de un posible ataque frontal, sin anticipar que en realidad vendría desde su costado.
—Castiga. Señor de los cielos que odias.
Una bola de fuego estalló a su lado, derribándola al suelo y envolviéndola en llamas intensas que la hicieron gritar de dolor, una agonía pura mientras el fuego devoraba su carne.
—¿Qué le lanzaste…?
Fue la pregunta de Lefiya mientras observaba a la pelirroja arder sin tregua, hasta que Riveria y Finn se sumaron a la lucha.
—Las llamas de Uriel son para purgar. Consumirán a su objetivo mientras sea un monstruo, purgarán su maldad y todo el dolor que ha causado… Supongo que ella cumple con todas esas condiciones y por mucho…
Uriel era una magia extraña, una que Lefiya ahora comprendía mejor. Su poder aumentaba si el objetivo cumplía ciertas condiciones específicas y podía ser lanzada en base a la longitud de su canto.
Opal, sin embargo, no se detuvo ahí. Se acercó a Aiz en el suelo y colocó su bastón frente a ella.
—Alivia las dolencias, Heal.
Las heridas de Aiz sanaron rápidamente y recuperó su movilidad. La princesa tomó su espada del suelo y se levantó, corriendo de nuevo hacia la batalla, donde sus maestros ahora luchaban contra la mujer con determinación.
Las llamas se extinguieron, dejando marcas severas en su piel. A pesar de todo, ella se retiró rápidamente, grabando en su mente el rostro de Opal con furia.
Antes de que pudiera escapar, un golpe poderoso la lanzó varios metros hacia atrás, y luego una bola de fuego blanco la alcanzó, haciéndola gritar de agonía mientras intentaba desesperadamente escapar.
Con Aiz en su persecución, incapaz de articular ni una palabra de despedida, la mujer se arrojó de frente al agua y desapareció completamente.
—Esa mujer… No era humana…
Opal murmuró mientras miraba hacia el acantilado por donde la pelirroja se había lanzado, sacando una poción de su bolsa y consumiéndola.
—Gracias por tu ayuda, Opal. Te lo debemos.
—No se preocupen, jeje… Estaba por aquí por un encargo. Debía buscar una joya que Lulune me entregaría, pero parece que eso tendrá que esperar.
Opal rió un poco, recargando su bastón en su hombro desnudo. Sin embargo, su expresión pronto se volvió seria cuando giró para mirar a Lefiya, quien se sorprendió por su repentino cambio de actitud.
—¡Oye, Thousand Elf's!
—Llámame solo Lefiya.
—Oh, bueno, Lefiya, ¿podrías hablarme de Bell Cranel? He oído que son amigos.
La elfa inclinó la cabeza con curiosidad, mientras Finn y Riveria prestaban atención para no perderse ninguna palabra. Incluso Aiz desvió la mirada al escuchar el nombre del aventurero.
—¿Uh…? Bueno, puedo contarte algo, aunque no mucho… ¿Por qué la pregunta?
Opal pareció sonrojarse ligeramente mientras abrazaba su bastón.
—B-Bueno, es algo vergonzoso de decir… pero… Bell va a ser mi prometido.
—¿Eh?
—S-Sí. Lord Aeshma, al ver cómo Bell derrotó, humilló, aplastó, destrozó y aniquiló a su mejor aventurero —ella parecía odiar profundamente al hombre por lo que estaba diciendo—. decidió que ya no sería la madre de los hijos de Enoch y… bueno, parece que Aeshma ahora quiere que yo… es complicado decirlo… —jugaba nerviosamente con sus dedos, tocando las puntas de ambos con timidez.
—¿Qué…?
—P-Pues parece que me convertiré en la madre de los hijos de Bell, jeje…
—¡¿¡¿QUÉ?!?!
