Capítulo 1:
Es curioso que la única memoria que tengo sea cómo tocar el piano. Recuerdo perfectamente el día que me acercaron a uno, aún no recuperaba por completo el control sobre mis manos, pero de forma instintiva levanté una y temblando, toqué un acorde. Fue la primera experiencia comunicativa que tuve después de lo que parecía una vida en silencio.
La música siempre me ha llenado el alma. Claro que la palabra 'siempre' es bastante inexacta, debería ser 'desde que desperté'. Antes de recuperar el habla, mis manos hablaban por mí deslizándose sobre las teclas blancas y negras reproduciendo una infinidad de piezas clásicas guardadas en ese espacio de mi mente inalterado. La música me tranquiliza de forma inmediata, es como si entrara en un mundo seguro y pacífico, donde no importa quien fui o cuál era mi historia. Un refugio, decía la terapeuta.
Mientras toco el piano mi mente pone todo en perspectiva. A veces me gana la ansiedad por encontrar algo de mi pasado, pero afortunadamente el piano desenmaraña ese caos, hebra por hebra y me devuelve la paciencia para aceptar aquello que no está en mis manos.
Cuando la última nota se apaga, salgo de mi burbuja. La visión es bastante deprimente, el bar está prácticamente vacío. Joey limpia los últimos vasos de la noche, una pareja se acaricia viviendo en su propio mundo en un rincón oscuro y otro ahoga sus penas en la barra. La luz neón parpadea anunciando el cansancio tras una nueva jornada. Me levanto y Joey me sonríe a la distancia, es un buen amigo, muy protector. Creo que mi historia le causó ternura y cada vez que vengo a tocar se preocupa de que coma bien y vuelva segura a casa. Frente a la barra deja una bolsa con comida para mí, dice que necesito calorías. Tomo mi bolso y me coloco el viejo abrigo de colores que me dieron en la Fundación cuando me dieron el alta. Tomo mi bolsa de comida y le hago un gesto con la mano a Joey.
"Nos vemos la próxima semana", me despido y me sonríe. Ajusto los anteojos que constantemente se me caen de la nariz y camino hacia la salida cargando el bolso y mi comida cuando alguien me sujeta un brazo y me voltea con fuerza. No alcanzo a reaccionar cuando me encuentro frente a frente a un hombre que me mira con ojos desorbitados. Su rostro desconfigurado pareciera ver un fantasma. Está desaseado, con una barba incipiente, y el pelo enmarañado. Sin embargo es la desesperación de sus ojos, muy azules, la que me aterroriza.
"¿¡Lisa!?"
Hace dos años que dejé de vivir. Técnicamente sigo respirando y funcionando, pero mi alma dejó mi cuerpo el día que Lisa se alejó de mí. Quizás se la llevó consigo y por eso sólo soy un autómata.
El recuerdo me acompaña y atormenta cada segundo del día y la noche. Sus ojos llenos de lágrimas diciendo que me ama y despidiéndose. Yo corriendo tras ella y Minmei abriendo los brazos frente a mí, deteniéndome. Ese segundo lo cambió todo. Khyron atacó la ciudad y la voló en mil pedazos. Protegí a Minmei con mi cuerpo y luego corrí desesperadamente buscando a Lisa, pero se había desvanecido. Ya estoy acostumbrado a la punzada que siento en el pecho cada vez que lo revivo, ojalá algún día se transforme en un infarto.
La busqué por todos lados pero a mi alrededor sólo había destrucción y muertos. Fue como si la tierra se la hubiese tragado. Minmei corrió tras de mí y me pidió volver, pero le dije que no, que se fuera al refugio, yo tenía que encontrarla. El ataque continuaba sin parar y pensé que quizás Lisa había llegado al puente, aunque mi mente también me decía que era muy poco tiempo. Corrí a la base, subí al Skull-1 y me lancé a la cacería. Quería verla en la pantalla de comunicación pero no apareció. Me lancé con todo contra esa maldita nave cuando una voz lejana y cortada nos avisaba que el SDF-1 iba a levantar el vuelo y disparar contra Khyron por última vez. Salimos de ahí a tiempo y el impacto desestabilizó la nave, que se fue a pique contra el SDF-1. Ví con desesperación, sin poder hacer nada, cómo se estrellaba y explotaban juntas. Lisa no podía estar ahí. No podía.
Kim, Sammy y Vanessa murieron inmediatamente por el impacto y Gloval con sus últimas fuerzas puso a Claudia en la única cápsula de emergencia que quedaba. Cuando la encontré me preguntó por Lisa. No supe qué decir. No estaba conmigo ni tampoco llegó al puente. Con impotencia nos abrazamos y lloramos entre las ruinas. Lo habíamos perdido todo.
Pasé días buscándola pero fue infructuoso. La ciudad se había transformado en un cementerio a tajo abierto. La radiación obligó a una evacuación masiva y Max me tuvo que quitar el Skull-1 para que no pudiese volver. Nunca pensé que lo golpearía, pero en mi angustia me fui en su contra. Fue Miriya quien me detuvo con una patada que me sacó el aire. Tirado en el suelo, ambos se acercaron a mí y lo único que pude hacer fue abrazarme a ellos llorando amargamente. No podría encontrar jamás su cuerpo.
Lo que quedó de Macross se distribuyó en varias ciudades. Todo fue un verdadero caos y tuve que apoyar diversas labores de seguridad y transporte a pesar que no sentía el cuerpo. Todo era automático y como buen soldado, sólo seguía órdenes.
Música… el suave sonido de un piano me saca de mis recuerdos. El whisky se me esta acabando y pido otro. El tipo me mira con lástima y rellena el vaso. Le agradezco con un gesto.
Me acostumbré a vivir con la culpa y cada día me carcome un poco más. Ojalá pronto me haga desaparecer. El alcohol no me gusta, pero me nubla la cabeza lo suficiente para dejar de pensar y dormir.
Minmei vive conmigo, aunque es poco lo que la veo. Llego tarde, usualmente ebrio al borde del coma y me voy a la base apenas me despierto. Honestamente, no sé a qué está jugando. Soy un desastre ambulante pero parece no importarle. Cada vez que tengo un poco de claridad trato de hablar con ella, pero me recuerda que dejó su carrera por mí, que yo la escogí, que fui el primero en su vida. Me abraza y me besa, me busca. No tengo fuerzas para pelear con ella, dejo que haga lo que quiera.
No me queda nada de Lisa. Todo se perdió en el ataque, ni siquiera tengo una fotografía. ¿Por qué no me di cuenta antes que era a ella a quien quería? ¿Por qué no le dije que la amaba cuando ella valientemente me lo confesó? ¿Por qué fui tan ciego, tan obtuso? Cuando estoy con Minmei, realmente no estoy ahí. Funciona la anatomía pero nada más. Nunca he vuelto a sentir deseo por ella ni nadie. La imagen de Lisa a mi lado, riendo, jugando, queriéndome es el único consuelo que me queda. Estuve dos años con ella y no supe valorarla. Debí gritar a los cuatro vientos que era mi mujer, que la increíble Lisa Hayes me había escogido a mí, miserable e inmaduro teniente para estar junto a ella. Debí llenarla de flores, de cenas, de viajes, de alegría y decirle a cada segundo que la quería. Debí casarme con ella y formar una familia. Debí hacerle caso cada vez que trató de empujarme a que fuera más allá de mis límites, que podía aspirar a más. Que podía ser más, como ella.
El nudo de la garganta me quiere hacer llorar, pero no creo que me quede. Lo paso con un trago de whisky mientras la melodía del piano acompaña el sufrimiento que me merezco. Es algo clásico, lo agradezco, no aguantaría escuchar otro cover de To Be In Love.
La última nota del piano se va y cae el silencio. No queda nadie. Cada cierto tiempo cambio de bar cuando los clientes recurrentes me empiezan a reconocer. No tengo ánimos de hablar con nadie, sólo quiero mi trago y borrarme un rato de la existencia. Este es nuevo, un tugurio más al cual volver por algunos meses. La chica que toca el piano toma sus cosas y se va.
"Nos vemos la próxima semana". Esa voz, esa voz la conozco. Esa voz es su voz. No, no otra vez. He visto a Lisa mil veces pasar a mi lado y nunca ha sido ella, es sólo mi estúpida imaginación que no quiere asumir que simplemente murió. Sin embargo se me aprieta el estómago. Esa voz la conozco muy bien, vuelve a mí cada noche cuando sueño con ella, cuando recuerdo sus órdenes, su risa y sus gemidos. Esa voz vive en mi cabeza.
No es una voz que se parezca. Es su voz. No puede ser. No otra vez. Doy vuelta la cabeza y la sigo con la mirada mientras camina hacia la puerta. No es Lisa, es muy delgada y tiene el pelo corto. No distingo el color, la luz es débil. No puede ser.
Sin embargo la forma en que camina cargando sus bolsas hace que se me seque la boca. Conozco ese andar. No puede ser.
No soy yo quien se levanta de la silla y corre tras ella. Al menos no conscientemente. La sujeto del brazo y la giro con fuerza. Necesito verle la cara.
Es muy delgada, más pequeña que Lisa. Su pelo es muy corto, más que el de Vanessa y usa unos lentes ópticos grandes, como los de Max. No es ella. No puede ser.
Me mira con miedo, cómo no si de la nada prácticamente la ataqué. Pero más allá de las diferencias veo sus ojos verdes. Conozco ese color. Conozco ese brillo. Dios, no juegues conmigo. Mátame, pero no juegues conmigo.
"¿¡Lisa!?"
