Love doesn't discriminate
Between the sinners and the saints
It takes and it takes and it takes
And we keep loving anyway
We laugh and we cry and we break
And we make our mistakes

[...]

Then I'm willing to wait for it
I'm willing to wait for it


Todo empezó por una situación básica de la extenuante vida. A nadie que conozca y no sea millonario le gusta especialmente estar vivo y tener que ir a trabajar. No es que yo lo diga y ya, es un hecho meramente científico, si no de qué te pagarían. Por algo se abolió la sociedad de intercambio de objetos de valor, porque nadie trabajaría en un fast food más de veinte minutos por una bolsa de patatas fritas.

Así que odiando estar vivo, no siendo millonario y teniendo que pagar el alquiler… Ahí estaba yo, Suna Rintaro, trabajando en un puto McDonals en turno de noche mientras por la tele pasaban un partido de la V-league, rezando para que la gente se largara a su casa y no ensuciaran más las puñeteras mesas de la entrada. Por suerte, los miércoles no había tanta gente.

— ¡Miya! Te toca ir a limpiar las mesas de la entrada — ordenó Ukai, el encargado, apoyado sobre la puerta de la nevera mientras miraba su teléfono móvil. Como todos allí deseábamos, estaba viendo el partido de la V-league.

—Que vaya Suna — se quejó Atsumu que acababa de sacar un pedido y realmente era el único que estaba currando de verdad.

— ¡Que te he dicho que vayas tú! ¡Pelmazo!

A mi Ukai no me desagradaba, era un pésimo jefe al que le gustaba cotillear en la entrada de las neveras y que puteaba a todos por igual. Pero debo admitir que a mí me puteaba un poquito menos, y es que el hecho de que no le replicara y simplemente hiciera la tarea cuando la pedía, le hacía más fácil la vida. El tío estaba amargado, a ver imagínate treinta y tantos y trabajando en un fast food. Hacerle la vida fácil era hacerte la vida fácil.

Pero Atsumu, aunque no lo llamaría un tonto de manual, no sabía callarse. Y aquello hacía que lo tuviera en el punto de mira. A mí personalmente me hacía reírme más que nada y bueno, me gustaba un poco. Aquella resistencia a aceptar que estaba en un trabajo de mierda, cobrando el salario mínimo interprofesional y que o se movía o acabaría como Ukai me fascinaba. Supongo que ahí estaba yo también, pero yo vivía en la consciencia de que mi maldición era yo mismo.

Los miércoles la parte de restaurante cerraba a las diez, pero el Mcauto estaba de servicio hasta las doce. Era peor los sábados, estábamos hasta las tres am. Pero el turno de noche te hacía cobrar más y el alquiler no lo pagaba un sugar daddy.

—Oye, si quieres vete a las diez — le dije a Ukai. Las cámaras estaban rotas, lo sabíamos de hacía tiempo, así que Shimizu, la dueña, no nos controlaba como supuestamente debía. No había seguridad ante atracos tampoco— Este y yo nos quedamos.

— ¿No quemareis el local? — Preguntó con ironía Ukai sin apartar la vista de la pantalla de su teléfono.

—Todavía no.

Se giró a mirarme y luego miró de reojo a Atsumu limpiando aquellas mesas del fondo justo antes de que se sentara una chica.

—Prometo hacer yo la caja — aclaré. Y no es que Miya lo hiciera mal, de hecho era mejor que yo con los números… Pero de él no se fiaba.

— Están ganando los EJP Raijin.

Me enseñó la pantalla. Debía admitir que mi encargado me parecía atractivo, pero al mismo tiempo me daba un poco de pena. La precariedad del trabajo en Japón era abrumadora. Ir a la universidad no era fácil, pero incluso yendo podías acabar en un trabajo de mierda.

— ¿Esperabas otra cosa? — Burlarse de tu encargado no era buena idea, pero era como que yo tenía aquellas licencias.

Gracias mamá, no me pariste guapo especialmente, pero si con un yo que sé qué que me deja hacer lo que quiero.

—Me voy a fumar.

Le miré salir haciéndole un saludo militar y salí a caja. Ni un alma, solo Atsumu con cara de cabreo.

—Ganan los EJP Raijin — dijo apoyándose en el mostrador y mirando fijamente a aquella chica que acaba de sentarse a comer. Quedaban quince minutos para cerrar y aún estaba ahí.

—Ya.

Nos quedamos mirándola comerse aquella hamburguesa, dando pequeños bocados de forma delicada. Cuando trabajas en un sitio así, lo último que quieres comerte es una de esas hamburguesas. Y te preguntas seriamente qué era lo que encontrabas agradable en ellas antes. Después de trabajar allí, el olor a aquella comida ya no era apetecible. Y es que somos putos animales, el horror vivido se queda en el subconsciente y se convierte en un refuerzo negativo: era el olor que te produce estrés postraumático.

— ¿Te imaginas que es bulímica? — preguntó Atsumu haciendo que se me escapara la risa. No era para reírse, pero yo no soy políticamente correcto, que le vamos a hacer.

—Seguro que huele mejor cuando lo pota.

Atsumu empezó a reírse también. El estrés postraumático era compartido.

En la entrada Ukai miraba de reojo a la gente que pasaba. No quería consumidores de última hora, estaba claro. Así que les intimidaba. Quizá éramos el peor equipo, pero si te pagan mal, trabajas mal. Le miramos empezar a bajar la persiana de la entrada asustando a aquella chica de la hamburguesa. Se acercó a ella y le indicó que tenía que empezar a irse. No teníamos permitido hacer aquello, pero no, las cámaras llevaban meses sin funcionar.

—Se va porque la habéis intimidado vosotros mirándola comer — aseguró Ukai y miré a Miya poner aquella cara de cabreo—. Me piro.

Me tiró las llaves y se largó dejándonos solos a la par que invitaba a la chica a irse y acaba de bajar la persiana.

— ¡Será puto cerdo! — se quejó Atsumu, él también quería cobrar horas sin trabajar estaba claro. Pero yo prefería trabajar sin que nadie me supervisase, así podía hacer las cosas a mi ritmo y como me diera la gana.

— Venga, si así deja de dar por culo — argumenté a Miya.

Apagué las luces del local, dejando solo las de la cocina. Y nos movimos hacía la parte de atrás. Podíamos ver la ventanilla de Mc Auto y teníamos el interfono al lado.

—Ya, no es mucho mejor que nosotros, pero le gusta mandar al cabrón.

En el fondo éramos unos simples. La verdad era que yo me quería quedar a solas con Atsumu. Movimos las sillas hacía allí y nos relajamos. Al partido le quedaba el último set, así que no empezaría a venir gente hasta que no terminara.

— ¿Quieres ver el partido o quieres…?— preguntó y le miré.

Llevábamos enrollándonos al menos un mes y medio. No era nada romántico, pero estaba bien. Bueno, supongo que estaba bien pero lo cierto era que a mi empezaba a rallarme un poco.

No tenía mucho sentido, yo no servía para tener relaciones a largo plazo. Se me daba mal, y no era porque no desarrollara sentimientos. Los tenía y joder, a veces eran muy pesados… Pero cuando se sucedían las relaciones siempre entraba la misma dinámica: me aburría y acaba hiriendo a alguien. Especialmente a mí mismo, que me generaba unas falsas expectativas. Así que intentaba mantenerlo en la parte inicial de la relación, cuando solo quieres follar. La parte mala; en el mejor de los caso hería a esa persona que esperaba más de mí, en el peor de los casos acababa por rechazar iniciar una relación que quería pero que estaba destinada al fracaso.

Yo me sentía un fracaso. Pero tampoco podía cambiarlo, solo vivir el día a día y cuando tocara llorar, por favor diosito si existes, que lloren ellos. A ver, tampoco era el gran drama. Estaba triste unos meses y a otra cosa.

— ¿Las dos cosas?

Yo era ambicioso para todo, la realidad. Estaba estudiando ingeniería química, pero la pereza me llevaba a hacerlo a mi ritmo. Partía los años en dos, así que los cuatro años del grado me estaban llevando ocho. Pero para tener éxito uno tiene que conocerse, sino todo acaba mal.

—No vamos a follar mientras miras a tu ex jugar en la tele — se quejó Atsumu. No era una cuestión de celos, era una cuestión de orgullo y eso me parecía divertido por su parte porque…

—Como si cuando follamos tu no pensaras en tu ex, y no es mi ex, técnicamente— Me reí de él. A mí no me importaba demasiado. A veces si asomaba el orgullo, claro quizá también los celos, pero solo lo hacía más intenso todo. Cambiemos intenso a divertido, porque al final era eso lo que buscábamos los dos ¿no? Divertirnos.

Lo habíamos hablado. No nos habíamos enrollado en un ataque de pasión, ni nada parecido. Nos conocimos, nos atraíamos y él me dijo que si quedábamos. Y sentados con una cerveza yo le había contado mi incapacidad de amar bien.

"Que eres más tóxico que Chernóbil" había dicho él. Dio en el clavo ¿Lo peor? No sabía cómo hacerlo mejor. No podías tener una relación que no querías y no podías tampoco fingir que no te interesaba conocer y pasar tiempo las personas a las que te follas solo porque no quieras una relación a largo plazo.

Su respuesta había sido "Mi ex me dejó hace años, he salido con más gente pero nadie está a su altura, así que raramente vas a romperme el corazón más que Sakusa, yo ya estoy muerto por dentro".

Y me decidí a comerle la boca allí misma.

Era como un lugar seguro. El sexo estaba bien y los dos llevábamos armaduras de pacotilla basadas en dramas absurdos. Éramos dos muertos en vida que follaban para pasar el rato y recordar que quizá no éramos suficientemente buenos para nadie...

No es que yo pensara que Atsumu no era suficientemente bueno. Estaba estudiando artes audiovisuales, tenía varios proyectos y solo estaba esperando una oportunidad buena. No era tonto y su único problema era haberse atascado en aquella ex pareja. No era un fracaso como yo. Pero que estuviera en aquel punto si lo hacía bueno para mí. Cuando el mismo se diera cuenta de que no era un fracaso, se alejaría y volvería a quedarme solo. Ya lo sabía.

En cualquier caso pensar en Komori me destrozaba un poco porque... Bueno, todo se había acabado porque él quería un compromiso que yo no podía ofrecer. Era insensato, por más que lo desease, decirle que si a vivir juntos cuando yo ya sabía que me cansaría de él y todo se volvería una pesadilla. La imagen de Komori Motoya llorando y mandándome a la mierda era jodida, como también la de tantos otros antes... Mejor que llorara en aquel momento y no cuando metiera a otra persona en casa o me largara sin más porque todo aquello ya no tenía sentido para mí.

—No pienso en Sakusa cuando follamos, ahgmm... — Atsumu cerró la boca dejando escapar un jadeo cuando metí la mano por el pantalón del apestoso uniforme. Agarré su nalga y atraje su cuerpo contra el mío, besándole. Si no íbamos a ver el puto partido, la charla idiota estaba de más. A mí que mierdas me importaba aquel tío perfecto.

Su boca se abrió metiéndome la lengua hasta el fondo y empujando me contra el mármol, mientras sus caderas se apretaba contra las mías.

Metí un par de dedos en su ano y lo oí jadear mientras levantaba la cabeza, separando su boca de la mía. Su erección incipiente contra mis piernas empezó a aparecer.

—No sabía que íbamos a... — Introduje y saqué los dedos de nuevo haciéndole jadear de nuevo y cortándole la frase — ¡Joder! Que no tengo puto lubricante.

Me reí. Si, si, no sabíamos que íbamos a estar solos no pensábamos en esa mierda.

Me reí moviendo los dedos con más rapidez y haciéndole jadear de nuevo.

Le mire soltar me para bajarse pantalones y calzoncillos, dejando a la vista su polla dura.

Hundí mi cabeza en su cuello y lo mordisqueé sin parar de mover mis dedos, e introduciendo uno más. Sus jadeos fueron en aumento cuando le obligué a girarse y empecé a masturbarle con la otra mano.

Sus brazos apoyados contra el mármol de la cocina y su cabeza ligeramente ladeada para mirarme, junto con sus leves gemidos me ponían cachondo hasta decir basta y aunque quería penétrale sin lubricante ni preservativo no era buena idea. Así que continué hasta verle correrse, por desgracia sobre la caja de salsas.

Yo no me di cuenta de aquel detalle hasta minutos más tarde, mientras me lavaba las manos, Le vi limpiar el exceso con papel y girar la caja para que no se notara que el cartón estaba húmedo y manchado.

—Aún no acaba el último set eh — dijo Atsumu recolocándose la ropa e insinuando que era mi turno antes de que empezasen a llegar varios coches. Era miércoles, tampoco habría tantos.

Se acercó a mí con su mirada provocadora, a veces no sabías si iba a golpearte o a besarte.

—Gracias por acordarte de que existo — mencioné despreocupado arqueándole las cejas.

A mí en realidad me gustaba mucho aquel teatro. Y en realidad Atsumu también me gustaba muchísimo y sabía que tenía que parar con él ya o... Pero aquel era mi último problema en la lista: era un puto adicto.

Así que... Ya lo solucionaría EL Suna Rintaro del futuro.

Me dejé besar, despacio y con meticulosidad, como le gusta a hacer a Atsumu. Noté sus dientes clavarse en mi clavícula de forma dolorosa mientras me bajaba los pantalones y zarandeaba mi pene. Ahogué un gemido para irritarle. No se felicitaba al perrito Atsumu, evitarlo le animaba a poner más entusiasmo... Aguanté hasta que se metió mi polla en la boca y noté su aliento cálido sobre mi piel, sus labios presionado mi pene y su puñetera lengua haciendo virguerías.

Me apoyé contra el mármol y pasé la mano por su pelo rubio, dejándome llevar por la sensación. Ni siquiera fue tanto rato cuando se sucedió el fogonazo de calor, la relajación de mis músculos a la par que él se acercaba y alejaba de mí con la cabeza...

El timbre del McAuto sonó y alargué el brazo para contestar. Ni siquiera era capaz de pensar si pulsé bien o no el botón cuando la voz del cliente sonó al otro lado. Un jadeo fue lo único que salió de mi boca como feedback.

— ¿Si? Mira Querría dos menús Big Mac con soda y patatas fritas por favor — dijo la voz a la par que yo me corría en la boca de Atsumu.

— Serán mil setecientos yenes — contestó Atsumu pulsando el botón de respuesta tras tragarse mi semen. Tras soltar el botón me miró — Ahora mismo me acabas de pegar el sida, mamón.

Me reí. Era un gilipollas y yo más porque me apetecía abrazarle. Le miré empezar a preparar aquellas hamburguesas.

—Está bien, es justo, tú me lo pegaste a mi primero, gonorrea andante.

Gruñó al notar que le abrazaba por la espalda mientras le decía aquello y le mordisqueaba la oreja mientras él ponía el pepinillo y la salsa en aquel pan azucarado.

Fui hasta la ventanilla de cobro para recoger el dinero y le pedí que esperase allí. El trabajo nos ocupó una hora y media más antes de apagar las luces.

— ¿Te vienes a mi casa? —preguntó Atsumu.

Estábamos fuera, era noche cerrada sinceramente me apetecía pasar la noche con él. Pero no quería más decepciones.

—Nah, mañana tengo uni — y era verdad, pero a las 12 y media de la mañana para una práctica rápida y luego volver a aquel mugriento fast food.

—Pues nos vemos el sábado — dijo secamente y le miré largarse.

Yo, el Suna Rintaro inconsciente, si quería una relación con alguien. El sexo esporádico estaba bien, pero conectar con las personas era algo mucho más interesante. Sin embargo ¿para qué seguir cagándola una vez tras otra? ¿Por qué una decepción tenía que suceder a la siguiente y así hasta el infinito? Podía llegar hasta los 70 de aquel modo, y cuando ya no se me levantará el pene... Bueno, supongo que podría morirme o empezar a pinchar me heroína. Cuando eres viejo las drogas te pegan viajes mucho más bestias, así que ya hacía tiempo que había decidido morir de sobredosis, y no con mórficos cutres de hospital geriátrico.