Un silencio tenso, durante el cual lo único que se oyó fue el ladrido de un perro en alguna parte y el tráfico; eso sin contar con los latidos del cerebro de América; de alguna manera, eso también podía oírlo claramente. ¿Tan nervioso estaba? Aunque fingía estar sereno, tanto Lituania como él mismo sabían la verdad. El silencio y la completa tranquilidad con la que Lituania se había enfrentado a esas acusaciones le perturbaba en extremo.

— ¿...Y bien?—terminó por romper el silencio.

— ¿Hm?—Lituania parecía hasta aburrido.

— Es ahora cuando te toca desvelar tu malévolo plan...

— Esto no es una de tus películas, América.

— Pues lo parece. Tiene una encerrona, un asesinato, un hijoputa de dos caras...

No sabía cómo no se había lanzado a su cuello aún...

— ¿Es por venganza?—América arrugó las cejas y entornó los ojos—. Sí, será eso...Matar a Walter, robarme mi mierda y echarle la culpa a Rusia...Es un plan de venganza de manual.

— No es tan simple—por fin Lituania mostró alguna emoción: frunció ligeramente el ceño al oír esa conclusión.

— Lo dudo.

— No lo comprenderías.

— Lo comprendo. Lo comprendo de sobra. Te hizo la vida imposible y ahora se lo haces pagar, usándome a mí. Pero ¿qué te hizo Walter? ¡Él nunca hizo nada malo! ¡Yo a ti tampoco! ¡Creía que éramos amigos!

— América...Ya que estamos dejando que los secretos salgan a la superficie, hay algo que tengo que decirte. Lo encontrarás chocante. Pero no eres tan maravilloso como te crees. De hecho...te sorprendería saber a cuánta gente le caes mal. Es hora de que vayas pillando la idea. No eres en ningún aspecto mejor que Rusia.

América meneó la cabeza.

— ¿De veras estoy hablando con Lituania? Quiero decir...Te has tenido que dar un buen golpe en la cabeza o algo, y te has vuelto gilipollas perdido. O es que siempre lo has sido y sabes actuar de maravilla. En cuyo caso, te mereces el Oscar. De veras que me he tragado que eras un buen tipo. Dios mío, seré idiota...Vale. Muy bien. ¿Sabes qué? No me cuentes tu plan si no quieres. Yo te contaré el mío. Voy a plantarme en Bruselas, en la OTAN, en la jodida Cumbre Galáctica si hace falta, y le enseñaré a todos la prueba de lo cabrón que eres, para que todo el mundo lo vea y me ayude a romperte tu culo báltico.

Aún ni rastro de arrepentimiento o temor. Demonios, ahora que se fijaba, Lituania no temblaba ni un poquito, como hacía normalmente (¿en eso también había fingido?). Todo lo que consiguió fue arrancarle una sonrisa.

— ¿Qué prueba? ¿Las fotos y los vídeos que te ha mandado tu amigo? ¿Las grabaciones que tienes en el móvil? ¿Las grabaciones que ya no existen? ¿Esa prueba?

El corazón de América dio un vuelco. Corrió a coger su teléfono y miró en la galería y en el historial de mensajes.

Alzó los ojos hacia Lituania y lo fulminó con la mirada. Como respuesta, la sonrisa de Lituania se ensanchó.

A América sólo le gustaba la chulería cuando lo hacía él. Decidió que era hora de darle un descanso a la lengua y dejar que los puños se hicieran cargo de la situación; ya se morían de ganas por que les presentara la cara de Lituania.

Dio un paso hacia él, sólo uno, antes de que lo agarraran por la espalda.

Se dio la vuelta y vio que era la presidenta Muskietiene. Y no parecía contenta.

— ¿Qué está ocurriendo aquí?

— ¡Suélteme, señora! ¡Se lo ha buscado!—forcejeó América.

— ¡Creía que su pelea era con el señor Rusia...! ¡¿Tanta sed tiene de sangre que está dispuesto a atacar a sus propios aliados?!

— Así que no le has dicho a tu jefa lo que has estado haciendo, ¿eh? Bueno, ¿y a qué esperas? ¡Díselo! ¡Dile en qué has estado ocupado últimamente!

No venía sola. Todos los viandantes se habían detenido y estaban grabando con los móviles. Algunos murmuraban con desaprobación.

— ¿De qué está hablando?—preguntó Muskietiene.

— ¡Él fue quien los mató, y me robó!—respondió América.

— ¡Demuéstralo!—gritó un hombre.

— ¡Eso, yanqui, pruébalo!—asintió otro.

— ¡Él lo hizo! ¡Él empezó todo esto!

América abrió la boca para añadir algo, pero no le salieron las palabras.

— ¿Y bien?—dijo Muskietiene con impaciencia.

América lanzó en derredor una mirada nerviosa. Toda aquella gente se estaba tomando sus acusaciones como un insulto. Muy a menudo, cuando alguien hace algo a tu nación, te lo hacen a ti. Todos aquellos lituanos parecían listos para defenderlo a bocados, si hacía falta.

Odió la gentil sonrisa de Lituania más que nunca. Aquella sonrisa de quien se sabe victorioso.

— A la vista está que tendremos que cortar las relaciones diplomáticas...—dijo Muskietiene —. Ahora mismo el señor América está fuera de control, no distingue a amigos de enemigos, ha venido a la casa del señor Lituania a insultarlo...No puedo dejar que se mezcle en todo esto, señor...

— Sí. No hasta que haya recobrado el sano juicio—coincidió Lituania.

— Eso, tú hazte el loco...—gruñó América.

— Probablemente, lo único que quería era invadirle, con la excusa de tener bases militares para atacar a Rusia—murmuró una mujer entre el gentío, lo suficientemente alto para que él pudiera oírlo.

— El mundo entero lo sabrá...

— ¡Espero que Rusia te baje los humos!—dijo un hombre a América.

— ¡Rusia también lo sabrá, y más vale que empieces a rezar todo lo que sepas, Lituania, porque no le va a gustar ni un poquito que le hayas echado la culpa!

A pesar de todo, Lituania siguió sonriendo.

Y el dolor de cabeza de América empeoró al darse cuenta de que tenía razones para ello. Porque...¿le creería Rusia?

— Váyase a casa, señor América, y descanse, a ver si así recobra la cordura—le dijo Muskietiene con severidad.

Todo lo que sabía Rusia era que alguien le había hecho mucho daño...Pero...¿Lituania? Parecía absurdo. A él mismo le habría parecido increíble de no haber visto las imágenes...

América retrocedió lentamente, hasta que echó a correr.

— ¡Eso, lárgate!

— ¡No somos la colonia de nadie!

— ¡Necesita amigos mejores, señor Lituania!

Todos con cuantos se cruzó le lanzaron miradas furibundas, excepto los trabajadores del aeropuerto: ésos parecieron facilitarle las cosas para que se fuera cuanto antes. Encontró a su piloto fumando un cigarrillo en un rincón.

— Vámonos—dijo sin mirarlo.

— ¿Tan pronto?—el piloto se encogió de hombros, apagó el cigarro y fue hacia la cabina—. ¿Sigue en pie lo de ir a Moscú?

— Sí...

Rusia había dicho la verdad desde el principio...Él no lo hizo...Nunca había tocado a Walter, ni sus archivos secretos, ni nada...

Pero seguía creyendo que él había puesto aquella bomba en el ballet y le quería muerto por eso. Y no tenía pruebas para convencerlo de lo contrario.

Lituania tenía muchas razones para sonreír...


Casi parecía que los viejos roles se habían intercambiado y ahora Letonia era el pequeño gigante y Rusia, un enorme ratoncito asustado. Sentía un escalofrío en los huesos, mientras que el báltico se erguía bien firme y desafiante.

— ¿Le...Letonia? ¿Tú...?—Rusia sacudió la cabeza con incredulidad—. No...No, no fuiste tú...

— Nunca habría sido capaz de hacer algo así, ¿verdad?—los ojos de Letonia centellearon—. El pobre e insignificante Letonia no podría haber golpeado a Rusia donde más duele...Estar en un rinconcito del mapa, olvidado e ignorado por todos; haber pasado tantos años atrapado en tu capital tuvo sus ventajas.

— No pudiste...

— Pude. Y lo hice—las palabras provocadoras de Letonia tuvieron el mismo efecto que un mazo haciendo añicos su ánimo—. ¿Y sabes qué? Me sentí genial al verte lleno de sangre y a tu gente gritar para variar...

Letonia tembló, solo que esta vez de excitación.

— Si por mí fuera...¡Hubiera puesto una bomba en cada rincón de tu apestosa casa! ¡Sólo así habríamos estado en paz por todo el daño que me hiciste, por toda la gente que me arrebataste! ¿De verdad creías que me quedaría de brazos cruzados? ¿Que se me olvidaría? Es tan fácil olvidarse del pequeño Letonia...¡Y eso es justo lo que me permitió darte tu merecido!

Ahora Rusia estaba más abierto a creerlo todo. Toda la bilis que guardaba en su corazón estaba rezumando por su boca, exudaba de cada poro de su cuerpo. Eso le hacía parecer alguien completamente distinto. Alguien a quien Rusia no conocía.

— ¿Qué pasa, Rusia? ¿Te ha comido la lengua el gato?—sonrió burlonamente Letonia.

— ¿...América te ordenó hacerlo? Sí...Él te obligó...¡Te obligó!—exclamó Rusia.

— ¿No terminas de creer que puedo pensar por mí mismo? ¿Tan difícil es de entender para ti, pedazo de saco de mierda? ¡Ah! ¡Ya sé! Ibas tan pancho por ahí, creyéndote que nadie te puede toser, y entonces viene uno que es un cuarto de tu tamaño, te jode y...

— ¡Cállate! ¡Cállate!—gritó Rusia, tapándose los oídos. ¡La imagen de él sonriendo ante su dolor era demasiado horrible para soportarlo!

Letonia se calló, pero la sonrisa siguió instalada en su cara. Y eso dolía a Rusia lo indecible.

Tenía que borrársela. No podía ni mirarla. La odiaba. Le aterraba. ¡No, no, no! ¡Basta! ¡Basta, por favor!

Así que, tambaleándose, lo agarró del cuello de la camisa, alzándolo unos centímetros en el aire.

Sabía que no podía matarlo. Estaba demasiado estupefacto, demasiado confuso.

Mas Letonia no sólo siguió sonriendo, sino que parecía extrañamente contento de que al fin le hubiera puesto las manos encima. Pronto Rusia vería por qué.

Letonia comenzó a gritar cuanto sus pulmones le permitieron. Y alguien salió de la casa.

Todos temían que los bálticos fueran a ser los primeros aliados de América en sufrir las represalias de Rusia, así que Suecia había decidido quedarse con él y ayudarlo a rearmarse...

El nórdico apenas mostró sorpresa, más allá de abrir mucho los ojos, al encontrarse a Rusia agarrando de esa manera a Letonia. No perdió tiempo con eso. Se limitó a entrar corriendo a la casa otra vez, y volvió unos segundos más tarde con una escopeta.

Disparó un único tiro, que rozó la oreja izquierda de Rusia. Probablemente no era más que un disparo de advertencia, porque podría haberle alcanzado bien de haberlo querido. De todas maneras, cumplió con su propósito: Rusia dejó caer a Letonia y salió corriendo, y él no le siguió. Se limitó a girarse para socorrer a Letonia en cuanto lo vio retirarse. Rusia echó un vistazo por encima del hombro y vio a Letonia adoptando su comportamiento habitual: hecho un ovillo en el suelo, lloriqueando y temblando como loco.

Aunque Rusia no necesitaba ver curvarse sus labios para saber que por dentro sonreía.

Corrió hasta que se creyó a salvo. Se detuvo para recobrar el aliento. Tardó un buen rato, pero aún más el ser capaz de pensar con la mente fría.

Letonia lo hizo...Letonia siguió sus pasos, puso aquellos explosivos, y fingió ser un agente de América...Lo cual quería decir que había juzgado mal a América...

Creía que eran amigos...Estaba seguro de haber visto en las noticias a Letonia prometer a América que estaría de su lado si las circunstancias lo requerían...¿Qué le había hecho América?

¿Importaba, acaso?

El frío le hizo volver a temblar. Porque Suecia le había visto atacar al pequeñajo, a un aliado de América y miembro de la OTAN, y pronto mucha gente apuntaría sus misiles hacia él. Es decir, si América dejaba algo que atacar.

Venía para allá, ¿recuerdas? Por fin escuchó a su jefe y consideró la situación en toda su dimensión.

América ya estaba de camino para atacarlo.

Letonia podía permitirse ponerse tan chulo como quisiera. ¿A quién iban a creer? América a él, no. Seguía cabreado por la muerte de su amigo a manos de sus hombres...Tenía a quien culpar, ¿qué más necesitaba?


América/Rusia se temía...que nada había cambiado realmente...Aún así, vendría a matarlo...Y no le quedaba más remedio que defenderse...