Había transcurrido una semana desde que Riza despertó, una semana durante la cual había optado por ignorar la pequeña transgresión de Roy. Comprendía profundamente la turbulencia de emociones provocadas por el peligro; ella misma había estado al borde de la desesperación más de una vez al verlo en situaciones límite. Sin embargo, nunca habían cruzado la línea que separaba lo profesional de lo personal, un muro que ahora parecía resquebrajarse bajo el peso de sus recientes interacciones.

Riza se sorprendió a sí misma sonriendo al pensar en ello. Había algo liberador, casi gratificante, en permitirse esos breves momentos de intimidad. Observar a Roy, usualmente tan compuesto, revelar un lado más vulnerable y alegre había sido inesperadamente conmovedor. No obstante, Riza era realista; conocía las posibles consecuencias de que su relación se hiciera pública. No estaba dispuesta a arriesgar los años de esfuerzo y sacrificio, la carrera que habían construido con tanto empeño, por un capricho sentimental.

Mientras reflexionaba sobre el delicado equilibrio que debían mantener, Roy Mustang entró en la habitación, disculpándose por la demora. Su energía llenaba la habitación.

-Disculpa la tardanza, la reunión ha tardado más de lo esperado, pero puedo decir con orgullo que la nueva escuela será una realidad en breve, además el doctor Marco que ha interceptado por el pasillo para darme los papeles del alta, te traje ropa limpia como me pediste.

Riza negó con la cabeza y lo miraba seria mientras cogía la bolsa de ropa, Roy había dejado cualquier formalismo cuando estaban solos.

-Se está tomando demasiadas confianzas, general -dijo ella, manteniendo el tono formal. Al ver que la ropa era de civil, su objeción fue clara- esto es ropa de civil, le dije… le especifiqué que trajese mi uniforme.

Roy, por su parte, exhaló un suspiro de frustración mezclada con determinación. Ahora que por fin había aceptado que estaba enamorado de Riza, no estaba dispuesto a retroceder.

-Cuidado Teniente, le recuerdo que está de baja hasta que se recupere, tiene la mano derecha rota ¿que pretende hacer?, ropa civil es lo que necesita.

La sorpresa de Riza ante la firmeza de Roy reflejaba la complejidad de su situación: una mezcla de aceptación, desafío y una estrategia sutil para ganarse su consentimiento. Finalmente, accediendo a la lógica de la situación, asintió.

Roy, antes de dejarla sola para que se preparara, le lanzó una sonrisa y una invitación a comer que sonaba más a una promesa que a una simple sugerencia.

-Venga, que te invito a comer. Es una cita.

Era indudablemente una trampa, pero a pesar de los riesgos, Riza se descubrió de nuevo a sí misma sonriendo.

Sentados en la terraza de uno de los pocos restaurantes del lugar, la atmósfera entre Roy Mustang y Riza Hawkeye estaba cargada de una mezcla de confort e incertidumbre. Roy, vestido impecablemente con su uniforme, examinaba la carta con una aparente calma. Riza, por otro lado, se sentía ligeramente fuera de lugar, su atuendo civil en contraste con la formalidad del uniforme de Roy, especialmente bajo la mirada curiosa de algunos transeúntes.

-Ayer vine aquí con Scar -comentó Roy, percibiendo el estado de Riza. -Se sentía muy culpable por lo ocurrido. Le sugerí que viniese hoy para hablar con usted, pero tenía otros compromisos y me pidió que te presentara sus disculpas.

-Ni que él hubiese organizado todo aquello -respondió Riza, restándole importancia a la preocupación de Scar.

-Eso mismo le dije yo -Roy sonrió levemente, cambiando de tema con suavidad. -¿Sabe, teniente? Me he enamorado de una mujer fantástica. Es inteligente, amable, un poco gruñona y muy hermosa. Algún día se la presentaré.

-Si es tan fantástica, me encantará conocerla -Riza captó la insinuación detrás de sus palabras, manteniendo el juego de sutilezas.

-Y usted, teniente, ¿tiene a alguien especial esperándola? -preguntó Roy, su tono cargado de expectativa.

-No -respondió tajantemente Riza, sosteniendo su mirada.

-¿No? -Roy se mostró a la vez dolido y confundido por su respuesta directa.

-No, no tengo esa suerte, general. Estoy segura de que la mujer a la que ama tanto le corresponde y está deseando que vuelva a Central para estrecharle entre sus brazos, considerando que es tan estupenda -contestó ella con una sonrisa, devolviéndole el gesto de coqueteo velado.

-En verdad lo es, sí -Roy asintió, satisfecho con su juego de palabras. -Bueno, no se desanime, teniente. Alguien por ahí estará dispuesto a aguantarla.

-Eso espero, general -Riza replicó con ligereza, escondiendo cualquier emoción real bajo una capa de humor.

Y así, entre juegos de palabras y diálogos cargados de significado, transcurrió su almuerzo.

Frente a la puerta de su habitación, Riza Hawkeye se detuvo, su mano vacilando sobre el pomo. Roy estaba justo detrás de ella, un silencio cargado de expectativas flotando entre ellos. Riza conocía bien lo que Roy esperaba, o al menos, lo intuía, y esa comprensión era precisamente el núcleo de su dilema. Una parte de ella, impulsiva y sincera, la instaba a cruzar ese umbral no solo físico, sino emocional, a acoger lo desconocido que les esperaba al otro lado. La otra parte, cautelosa y calculadora, le sugería que se alejara, que mantuviera intacta la línea que hasta ahora habían respetado con tanta disciplina.

Esa noche, Riza partiría hacia Central, dejando a Roy en las competentes, aunque no substitutas, manos de Havoc. La distancia física no era nada nuevo en sus carreras militares, pero el contexto había cambiado. Roy había sido claro: no volvería al servicio activo hasta estar completamente recuperada. Para él, su bienestar era prioritario, incluso si eso significaba mantenerla a distancia, lejos de los peligros que su vida cotidiana implicaba.

Con un suspiro apenas audible, Riza giró el pomo y cruzó el umbral de su habitación. Al voltearse, vio cómo Roy la seguía, cerrando la puerta detrás de sí. Por un momento, sólo el sonido de sus respiraciones llenó el espacio, mientras se medían con la mirada, cada uno buscando en los ojos del otro una señal de qué hacer a continuación.

Roy, captando la indecisión en los ojos de Riza, consideró una retirada estratégica.

-Tal vez sea muy pronto para esto. Mandaré a alguien para llevarte a la estación -dijo, su voz un reflejo de su conflicto interno.

-¡Espera! -La palabra escapó de los labios de Riza más por impulso que por decisión, resonando con una urgencia que sorprendió a ambos. -No vamos a vernos en unos meses. No te vayas.

La decisión de Riza, impregnada de vulnerabilidad y deseo, borró cualquier vacilación en Roy. Con pasos firmes, acortó la distancia entre ellos y la atrajo hacia sí, un gesto protector y a la vez revelador de su necesidad compartida. Con delicadeza, elevó el mentón de Riza hacia él y depositó un beso en sus labios.

El beso, inicialmente tierno y cauteloso, gradualmente adquirió una intensidad mayor, reflejo de emociones y deseos contenidos por años. Roy, con un cuidado reverente, la atrajo más cerca, sus manos deslizándose con gentileza bajo su blusa, trazando la suavidad de su espalda en un gesto de admiración y profundo afecto. Con movimientos medidos, la guió hacia la cama, depositándola con suavidad antes de capturar su mirada con la suya, un espejo de la sinceridad y la profundidad de sus sentimientos.

-¿Estamos seguros de esto? -la pregunta de Roy, cargada de significado, colgaba en el aire, un último reconocimiento de la importancia del paso que estaban a punto de dar.

-No, pero qué más da -respondió Riza, su voz teñida de una mezcla de ansiedad y resolución, una aceptación de que, pese a las incertidumbres, lo que compartían en ese momento trascendía las dudas.

Y así, en la intimidad de ese espacio compartido, se permitieron trascender las barreras que se habían impuesto, encontrando en el otro una conexión que iba más allá de palabras y deberes.