Riza Hawkeye contemplaba las paredes de su apartamento, sintiéndolas casi como una prisión. A pesar de haber dedicado la mañana a limpiar cada rincón, pasear a Black Hayate hasta el cansancio y correr por el parque durante más de dos horas, una sensación de inquietud la invadía. Sólo llevaba dos días fuera del cuartel y ya sentía cómo la cordura se le escurría entre los dedos. La inactividad la asfixiaba; necesitaba desesperadamente encontrar algo con qué ocupar su mente.

El timbre del apartamento resonó, sorprendiéndola. Riza raramente recibía visitas, así que la figura del Mayor Fuery, de pie con un ramo de flores en mano, la tomó desprevenida.

-Mayor, no tenía que haberse molestado -dijo, notando el gesto amable pero inesperado.

-Co... cómo se encuentra, Teniente Hawkeye? Perdone mi tardanza en visitarla, la oficina está a tope de trabajo.

Con una sonrisa, Riza le invitó a pasar, haciendo a un lado el aire formal que solían mantener. Mientras servía agua para Fuery, su mente no podía evitar reflexionar sobre su situación. Aunque agradecía la visita, la perspectiva de pasar nueve semanas en ese estado de limbo la aterraba.

Fuery, intentando ser de apoyo, mencionó lo abrumador que había sido el trabajo sin ella y otros dos miembros del equipo. Riza, mientras tanto, observaba sus movimientos, notando la fatiga en su postura, la mirada cansada. La idea comenzó a tomar forma en su mente, una idea audaz que desafiaba las órdenes explícitas de su superior.

-Mayor Fuery, ¿y si… en vez de agobiarse con tanto trabajo, me permite ayudarle desde aquí? Puedo revisar y sellar documentos. Usted sólo tendría que devolverlos a la oficina -propuso, con un brillo de determinación en los ojos.

Fuery vaciló, la preocupación evidente en su expresión.

-No estoy seguro de que al General Mustang le agrade esa idea…

-El general no tiene por qué enterarse. Mantenerme ocupada será beneficioso para mi salud mental -insistió Riza, su tono dejando claro que no estaba pidiendo un favor, sino ofreciendo una solución mutuamente beneficiosa.

La insistencia de Riza, mezcla de orden y súplica, dejó a Fuery sin muchas opciones. La firmeza en su voz, la luz en sus ojos, era imposible de ignorar. Él sabía, al igual que ella, que Riza Hawkeye no era de las que se quedaban de brazos cruzados, incluso cuando las órdenes decían lo contrario.

-Es... es una orden, Mayor -dijo finalmente Riza, con una sonrisa que intentaba suavizar el golpe de su desafío a la autoridad.

Así, en medio de tazas de café y documentos, Riza encontró un respiro a su inquietud, una manera de sentirse útil aun en la forzada pausa de su vida militar. Y Fuery, se convirtió en cómplice de su pequeña rebelión, una que prometía mantener la cordura de ambos en medio del caos del trabajo pendiente.

Roy Mustang se encontraba en medio de una recepción en Ishbal, contando los minutos para que terminara. El tiempo parecía dilatarse desde que había enviado a su teniente, Riza Hawkeye, de vuelta a Central para su recuperación. Tres semanas habían pasado, tres largas semanas en las que sus pensamientos a menudo vagaban hacia esa tarde en la que ambos decidieron olvidar las precauciones y simplemente disfrutar del momento presente. Un leve sonrisa se dibujó en su rostro al recordarla; la extrañaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Fue arrancado de sus reflexiones por la aparición del Führer Grumman, quien había viajado hasta Ishbal para supervisar personalmente los avances de la reconstrucción.

-General Mustang, muchacho, debo admitir que estoy impresionado. Ojalá todos mis subordinados fueran tan competentes y diligentes como usted. Ha logrado un gran trabajo aquí.- Grumman continuó, una chispa de humor en sus ojos: -Y no solo usted, sus hombres en Central están manejando la oficina con una eficiencia y pulcritud que a veces hasta me asusta. Habría pensado que su ausencia, junto con Havoc y la teniente Hawkeye de baja, mermaría su capacidad, pero parece que trabajan mejor sin usted.

Aquella afirmación que sorprendió a Mustang. Conocía bien la habitual resistencia de su equipo al papeleo, su inclinación hacia la procrastinación cuando él no estaba presente. Que ahora estuvieran trabajando con una eficacia y pulcritud inusuales sólo podía significar una cosa: Riza Hawkeye estaba, de alguna manera, orquestando todo desde la distancia.

-Es bueno saber eso, tal vez debería auséntame mas a menudo.

La risa de Grumman llenó el aire, una mano amistosa golpeando suavemente el hombro de Roy.

-Son buenos chicos, sin duda. Y por cierto, me comentaron que el Mayor Fuery ha estado visitando a su teniente dos veces al día, todos los días.

La mención de Grumman sobre las visitas diarias del Mayor Fuery a Riza no hizo más que confirmar sus sospechas. Roy conocía el compromiso y la lealtad de su equipo, pero era evidente que la influencia y la presencia, aunque no física, de Riza en Central eran el verdadero motor detrás de esta transformación.

-Es un hombre muy cumplido, sí -respondió Roy, ocultando su creciente curiosidad y la leve punzada de celos ante la mención de las frecuentes visitas de Fuery a Riza.

La conversación con Grumman y la revelación inadvertida sobre el estado de las cosas en Central dieron a Roy mucho en qué pensar. La eficiencia de su oficina en su ausencia era un testimonio del impacto que Riza tenía en su equipo, incluso desde lejos. Mientras la noche avanzaba y la recepción finalmente llegaba a su fin, Roy se encontraba ansioso por regresar.