Riza Hawkeye, apenas unas horas después de su llegada a Briggs, ya sentía la presión de una estancia que prometía ser todo menos fácil. El aire gélido de la fortaleza penetraba hasta los huesos, y la recepción que le había brindado la General Armstrong no hacía más que intensificar el frío que sentía en su interior.

-¿Qué quiere que haga qué? -preguntó Riza, su voz teñida de incredulidad y un ligero matiz de irritación. No podía creer que su presencia en Briggs se redujera a una mera demostración.

-Que repita su tiro de Central aquí -respondió la General Armstrong con una seriedad inquebrantable, extendiéndole un rifle con una naturalidad que desmentía la absurdidad de la petición.

Hawkeye se encontraba al borde de la incredulidad. ¿Había recorrido cientos de kilómetros y puesto en pausa su vida en Central para satisfacer la curiosidad de Olivier Armstrong? ¿Qué buscaba demostrar con esto? ¿Esperaba acaso que fallara? Con un torbellino de preguntas agitándose en su mente y la frustración e ira creciendo en su interior, tomó el rifle, tal vez con más fuerza de la necesaria. El frío metal del arma se sentía helado al tacto, una sensación agravada por el ambiente gélido de Briggs.

-¿El traje de mono de feria me lo pongo también o lo dejamos para otro día? -El comentario sarcástico de Riza, fuera de lugar en la rigidez militar de Briggs, podría haber sido motivo de conflicto en cualquier otro lugar. Sin embargo, en Armstrong, solo logró provocar una carcajada satisfecha.

Despojándose de su abrigo, Riza lo utilizó para envolver el rifle, protegiéndolo brevemente del frío. Tomó posición, cada movimiento calculado y preciso, su mirada fija en el objetivo a través del visor. Encontrar algo a tanta distancia en medio de una nevada con visibilidad reducida rozaba lo imposible, pero finalmente, su objetivo se delineó ante ella. Mientras su mente procesaba innumerables cálculos para ajustar el disparo, se encontraba en la encrucijada de fallar a propósito con la esperanza de que Olivier perdiera interés y la enviara de regreso a casa o intentar acertar. La indecisión la mantuvo inmóvil por unos momentos, tiempo durante el cual escuchó murmullos y apuestas a sus espaldas.

Finalmente, apretó el gatillo. No se molestó en verificar si había acertado; su único deseo era que todo terminara. Recuperando su abrigo, ahora impregnado con el olor intenso de la pólvora, se dirigió hacia el interior del edificio, frotándose las manos en un vano intento por recuperar el calor.

-¡Gran disparo, Hawkeye! -La voz que resonó detrás de ella llevaba una nota de respeto genuino. -Como siempre.

Esa afirmación, aunque reconfortante, no mitigaba la sensación de ser una pieza más en el tablero de ajedrez de alguien más. Sin embargo, la determinación de Riza Hawkeye no flaqueaba; independientemente de las intenciones de Armstrong.

Los días en Briggs se sucedían con una rapidez que a Riza Hawkeye casi le resultaba vertiginosa, cada uno trayendo consigo un frío que se adhería a la piel y un ritmo de trabajo que no daba tregua. Sin embargo, adaptarse a la dinámica de la fortaleza no le tomó mucho tiempo. Desde su llegada, la General Armstrong no había tardado en mostrarle una franqueza cortante como el hielo que rodeaba la base; le confesó, en un gesto de brutal sinceridad, su profundo desprecio por el General Mustang. Para Armstrong, Roy Mustang no era más que una amenaza astuta y subrepticia, una representación viviente de todo lo que despreciaba dentro del ejército.

A través de esta revelación, Riza empezó a vislumbrar el verdadero motivo detrás de su inesperada estancia en Briggs. La sospecha de Armstrong sobre una posible infracción a las leyes anti fraternización entre ella y Mustang, de obtener pruebas seria el fin de ambos, pero en su jugada, inadvertidamente había sumido la relación entre Riza y Roy en un delicado limbo.

Desde ese frío adiós en Central, no habían vuelto a comunicarse; un silencio pesado se había instalado entre ellos, mantenido a pesar de la necesidad ocasional de transmitir mensajes oficiales a través del despacho de Grumman. Esta distancia emocional y profesional parecía confundir a Olivier, que después de semanas de observación solo había logrado descifrar la dedicación de Riza a su trabajo y su rígida rutina diaria.

El Mayor Miles que la mantenía infromada de las andanzas de Mustang no había sacado de la conducta de Mustang mas que la costumbre de invitar a sus hombres a una como los sábados como recompensa por si trabajo, cuestión de las invitaciones a las reuniones finalmente salió a flote, una interrogante directa de Armstrong que buscaba indagar en la naturaleza de su relación con Mustang y sus subordinados, mas concretamente con Riza.

-Si me invitan, pero como me parece inapropiado suelo rechazar - La insistencia de Armstrong en desentrañar cualquier indicio de fraternización más allá de lo profesional ponía a Riza en una posición precaria, obligándola a navegar cuidadosamente sus respuestas.

-¿Inapropiado? ¿Qué tiene de malo tomar unas copas con unos compañeros de trabajo? -presionó Armstrong, con un tono que sugería una curiosidad más estratégica que genuina.

-Puede que aquí no ocurra, pero le aseguro que en Central no se ve con buenos ojos una mujer bebiendo alcohol rodeada de hombres, así que a riesgo de dar una imagen equivocada, rechazo dichas invitaciones -explicó Riza, su justificación revelando las finas líneas que debía navegar dentro de la estructura militar.

-Claro es la única mujer… ¿entonces no sale nunca?.

-Si, con Rebecca Catalina.

La mención de Rebecca Catalina solo sirvió para arrancar un gesto de desdén de Armstrong, una reacción que hablaba volúmenes de su juicio sobre las compañías que Riza elegía mantener.

-Tiene un don, teniente, para rodearse de gente indeseable. Con lo capaz que es, ojalá tuviese cien como usted aquí. ¿No aceptaría un traslado permanente? – Sabiendo la negativa que obtendría

Sin embargo, el silencio que siguió fue elocuente, como si Riza verdaderamente estuviese sopesando la posibilidad de aceptar, este hecho simple pero significativo, dio a entender a Armstrong que tal vez lo posibilidad de robarle a Mustang su valiosa subordinada no estaba tan lejana poco cabía esperar.

-Me temo que prefiero el clima de Central, General Armstrong -dijo, con una nota de firmeza en su voz que dejó claro su posicionamiento.

-No la culpo -respondió Armstrong, su expresión revelando una mezcla de decepción y respeto.

En esa interacción, cargada de subtextos y revelaciones no dichas, Riza Hawkeye reafirmó su posición y su lealtad.