Al cruzar el umbral de su apartamento, Riza Hawkeye exhaló un suspiro de fatiga. Los dos meses en Briggs le habían exigido más de lo que estaba dispuesta a reconocer. La ausencia de Black Hayate le confería al espacio una quietud que rozaba lo inquietante, acentuando la soledad que se adueñaba del ambiente. Mañana, prometió, recuperaría a su fiel compañero de la casa del Mayor Fuery, agradeciéndole por haber cuidado un pedazo de su vida mientras ella se enfrentaba al gélido desafío de Briggs. La idea le arrancó una sonrisa fugaz; el pobre Mayor, siempre tan dispuesto a ayudar.
Buscando un respiro, se sumergió en las aguas templadas de un baño que prometía disipar el peso de haber soportado a la General Armstrong. Pero la relajación que encontraba en el calor del agua no hacía más que llevar sus pensamientos hacia aguas más turbulentas. ¿Cómo enfrentaría a Roy después de dos meses de silencio sepulcral? Aunque la distancia había servido para apaciguar las sospechas de Olivier, dudaba de la capacidad de dos personas para retomar algo tras un paréntesis tan prolongado.
La niebla del baño se elevaba en remolinos, como los pensamientos que danzaban en su cabeza, cuando un ruido en la entrada la sacó bruscamente de sus cavilaciones. En un instante, su instinto tomó el control; agarró su arma y se apostó al lado de la puerta, preparada para lo peor.
La puerta se abrió con cautela, y ahí estaba él, Roy Mustang, con las manos en alto y una expresión de sorpresa pintada en su rostro.
—No me mates aún, Riza. Espera al menos que me explique —dijo él, intentando aliviar la tensión con un toque de humor que no lograba esconder su nerviosismo.
Riza bajó el arma, aunque el susto y la sorpresa aún palpitaban en su pecho.
—¿Cómo se te ocurre, Roy? Podría haberte matado —respondió ella, mientras se dirigía hacia el armario envuelta en su toalla, su voz revelando una mezcla de alivio y reproche.
El hombre la siguió con la mirada hipnotizado por su presencia
-Habría sido difícil de explicar la presencia de un cadáver en tu casa. - dijo intentando aliviar un poco la tensión
-Habría sido más difícil explicar que ese cadáver era de mi jefe, que el cadáver en si- Riza replicó con una punzada de ironía. - -¿Cómo has podido meter a Fuery en esto? ¿Qué locas ideas pasan por tu cabeza?
-No, la pregunta es ¿porque el tiene llaves de tu apartamento y yo no?.- preguntó con una mezcla de indignación y celos mal disimulados.
—Fuery cuida de Hayate y ha venido a casa para asegurarse de que todo esté bien. Por eso tiene las llaves —explicó Riza con lógica, intentando poner razón donde las emociones amenazaban con desbordarse.
-Si pero ¿porque lo hace el?, yo podría haberlo hecho ¿o no confías en mí?. – Roy a veces tenía la sensación de que cuando Riza tenía que elegir el general ganaba al hombre.
Riza camino hasta el con sus ojos fijos en los suyos, y tomo su rostro entre las manos.
-Si tu fueras solo tu y yo fuera solo yo, no tendría que recurrir al podre Fuery o a Gracia para estas cosas,- su voz temblaba ligeramente, un reflejo del peso emocional que sus palabras llevaban, aunque Roy pudiese no darse cuenta por actitud siempre correcta y lógica a Riza también le costaba tener que separar su vida en dos.- pero por desgracia no es así, si hay gente que sospecha que estamos juntos, siendo cuidadosos, escondiéndonos y dejando de hablarnos por dos largos meses,- Cada palabra era una confesión de los sacrificios no vistos, de las decisiones que pesaban sobre sus hombros como una armadura invisible.
Cada palabra era una confesión de los sacrificios no vistos, de las decisiones que pesaban sobre sus hombros como una armadura invisible.
-Sabiamos que no seria fácil y aun así decimos intentarlo, pero si te resulta demasiado doloroso tal vez deberíamos dejar de luchar por lo imposible.- Las palabras de Riza no buscaban una salida fácil. Eran una llamada a reconocer la realidad de su situación, una invitación a reevaluar su capacidad de soportar el peso de un amor que desafiaba las normas.
-No, volver a lo anterior ya no es una opción, no para mi.- dijo apretando los puños, ella tenía razón como siempre.
Porque el no era simplemente Roy Mustang, era General del Ejercito de Amestris y como tal estaba atado por leyes y expectativas que ponían en peligro todo por lo que habían luchado, pero Roy empezaba a estar cansado de sacrificar su vida y su felicidad por el bien del país, sabía que debía pagar por los errores de su pasado ¿pero cuanto sería suficiente? al ver el rostro de Riza vio como una lagrima se deslizaba por su mejilla, deslizo los dedos por aquella lagrima
—A veces soy demasiado estúpido para darme cuenta de lo mucho que sacrificas para que esto funcione —confesó Roy, sus palabras eran un bálsamo sobre las heridas abiertas entre ellos- lo haces de manera tan natural que tengo la sensación de que no te importa poner barreras entre nosotros cuando se que no es así, y sí, presioné al pobre Fuery para que me diera una copia de las llaves, porque la idea de que el tuviese acceso a una parte de tu vida privada y yo no me torturaba. – Aquella declaración de su desesperación por estar más cerca de Riza, por trascender las limitaciones impuestas por sus roles le hizo estrecharla entre sus brazos como si fuese a desaparecer.- Porque quiero formar parte de tu vida al completo,- enterró su rostro el cabello húmedo de la mujer que amaba.- Quiero levantarme por las mañanas y que seas lo primero que veo, quiero poder tomarme un café a tu lado sin preocuparme si estoy siendo demasiado informal o si estoy demasiado cerca, quiero poder dar un paseo por el parque contigo o llevarte a cenar a un sitio elegante, quiero dormir a tu lado o que hagamos el amor toda noche, quiero que sonrías conmigo … te quiero.
Dejó que su corazón hablara sin restricciones. Cada deseo expresado era una ventana a un futuro que anhelaba con fervor, un mundo en el que podían ser libres para amarse sin sombras, para compartir los momentos cotidianos y extraordinarios sin temor.
Ante aquellas palabras riza sintió que su mundo se desmoronaba, eran deseos tan sencillos que cualquier pareja normal podría llevar a cabo sin dificultad, pero lo que más le dolió fue el hecho de que ella también deseaba aquellos pequeños placeres que parecían tan imposibles, aferrándose al cuerpo de Roy como si aquello fuese una promesa de que algún día podrían caminar por la calle tomados de la mano se permitió ser frágil por un momento.
-Te quiero Roy Mustang.
El abrazo entre Riza y Roy se convirtió en un refugio seguro, un espacio donde podían permitirse ser vulnerables, donde las barreras que los separaban del resto del mundo no tenían cabida. En ese instante, no eran el General y su teniente; eran simplemente Roy y Riza, dos almas que se habían encontrado y se rehusaban a soltarse.
