Roy Mustang se apoyaba contra el frío marco de la ventana, observando la lluvia caer sobre Central como si esta se mofase de el recordándole lo inútil que se sentía en aquel momento. Los últimos arrestos habían dejado una marca indeleble en su propia percepción del ejército.

Con cada nombre que salía a la luz, cada oficial que era esposado y llevado ante la justicia, una parte de él no podía dejar de preguntarse cuánto más profundo era el abismo que se escondía bajo la superficie pulida del ejército de Amestris."¿Acaso no habían aprendido nada del régimen de Bradley?", pensaba con un pesar que le arrastraba hacia un mar de dudas.

El cristal de la ventana de su oficina reflejaba la imagen de un hombre cansado, un líder militar condecorado cuya mayor batalla parecía no ser contra un enemigo externo, sino contra la traición dentro de su propia casa. Mustang cerró los ojos, dejando que el silencio llenara la habitación por un momento. Al abrirlos, se encontró con la firmeza que necesitaba.

-No es suficiente con eliminar a los corruptos; tenemos que entender por qué floreció esta plaga bajo nuestro propio techo y para hacerlo hay que encontrar a Gardner,- murmuró para sí mismo. Decidido, se dirigió a su escritorio, donde un montón de expedientes le esperaba.

Se hundió en la silla de su despacho, su mirada perdida entre las montañas de papeles que parecían condenarlo tanto como a los que tenia que ajusticiar, con una simple firma sellaría el destino de cada uno de ellos. La luz mortecina de la lámpara de escritorio lanzaba sombras largas sobre los informes, cada uno marcado con el sello del ejército de Amestris, un recordatorio del deber que no se detenía, ni siquiera ante la traición interna.

-En que hemos fallado, arriesgar tanto, solo para deponer el mando del ejército.- susurró, viendo desmoronada su resolución, su mano temblaba con cada firma, pues incluso sabiendo que aquellos traidores buscaban su muerte, la Grumman y el resto de generales, incluso así, el acto de condenar una vida con una firma le parecía repugnante.

Justo entonces escucho un par de golpes sueves en la puerta, seguidamente se abrió con un clic suave, y Riza Hawkeye entró con la misma gracia y eficiencia que siempre la había caracterizado, llevaba semanas dirigiendo interrogatorios y arrestos, buscando hasta en el último rincón de Central, y aun así allí estaba haciendo horas extras a su lado.

-Reporte, teniente Hawkeye- dijo Roy, sus ojos aún fijos en los papeles frente a él.

Riza se acercó, depositando un nuevo expediente sobre la ya abarrotada mesa.

-He revisado las últimas declaraciones. El prisionero 352536 nunca vio a Gardner en persona. Se comunicaban a través de terceros-, explicó Riza, cuya voz resonaba con una mezcla de fatiga y determinación. -Pero mencionó que usted sigue siendo el objetivo principal.

Había adoptado recientemente la práctica de referirse a los prisioneros por su número, quizás como un mecanismo para distanciarse emocionalmente del hecho de arrestar a los que hasta ahora habían sido sus compañeros.

-He estado pensando, si usted sigue siendo el objetivo, ¿y si los ataques que sufrió en Ishbal no fueron obra de insurgentes radicales? Supusimos que era así debido a su etnia, pero ellos se infiltraron en una reunión secreta, bajo la seguridad que en aquel momento gestionaba el coronel Clorense.

Roy se reclino sobre su asiento, su rostro bañado por el cansancio. Las sombras de la noche danzaban sobre las paredes de la oficina, como si quisieran devorar cada pedazo de certeza que alguna vez tuvo. El silencio que siguió a las palabras de Riza era pesado.

-Si eso es cierto, los tentáculos de Gardner abarcan más de lo que había imaginado, - murmuró, más para sí mismo que para Riza. El oficial que llevó la investigación en Ishbal y declaró a los atacantes como insurgentes podría estar metido en toda aquella trama. En ese momento, estaba claro que solo podía confiar en las palabras de su círculo más cercano. Suspiró, sintiendo el peso de la derrota temporal. - Me temo que tendremos que volver a Ishbal y reabrir el expediente en persona.

Se apretó el puente de la nariz, sintiendo cómo los problemas se acumulaban en una pila interminable. Riza asintió.

-Prepararé todo para el viaje-, dijo ella. Su mirada se cruzó con la de Roy, por un momento, decidió dejar a un lado el formalismo laboral. – Ya sabes que te seguiría hasta el infierno.

Roy sonrió, un gesto suave que alivió la severidad habitual de su rostro marcado por las responsabilidades.

-Gracias, Riza-, respondió, su voz baja y cargada de sinceridad. Se levantó de su silla y se acercó a ella, cerrando la distancia entre ellos.

Por un momento, el mundo exterior con sus crisis y conspiraciones pareció desvanecerse, dejándolos solos en un remanso de calma relativa. Se detuvo frente a ella, observando cómo la luz tenue se reflejaba en su rostro, iluminando sus rasgos con suavidad.

-Sé que te pido mucho, - comenzó Roy, su tono más suave y personal. -Y cada vez que pienso que no podría pedirte más, el destino parece poner otra montaña frente a nosotros.

Riza levantó la mano, posándola brevemente sobre el brazo de Roy, un gesto de apoyo y cercanía.

-No hay nadie más con quien preferiría enfrentar esas montañas. Has sido mi superior, mi amigo..., - hizo una pausa, su mirada intensa y llena de una emoción no expresada, - y mucho más. No importa lo difícil que sea el camino, lo importante es que lo recorremos juntos.

Roy tomó su mano entre las suyas, sintiendo el calor y la firmeza que siempre le había brindado, aquel "juntos" significaba para ellos dos mucho más de lo nadie pudiese imaginar.

-No sé qué haría sin ti, - admitió, Roy se inclinó hacia adelante, y con cautela depositó un beso en sus labios, solo por aquel instante se permitirían aquella pequeña transgresión.

- Resolveremos esto, - murmuró, con la promesa implícita de protegerla tanto como ella a él. -Juntos.

-Juntos. - Riza esbozó una sonrisa, esa sonrisa rara y valiosa que reservaba solo para él.