Comisión pedida por Dryky
Fandom: Jujutsu Kaisen
Pareja: Gojō Satoru x Itadori Yūji
Advertencias de contenido: Non-con, tortura, abuso y manipulación, violencia y gore, bad enging, dead dove: do not eat
PRELUDIO
El gélido viento rodeó las extremidades de los hombres en una danza que no parecía ser mortal, hasta que cortes irregulares, cada vez más profundos, comenzaron a hacerse visibles; que fueran tan finos lo convertía en un tormento que se intensificaba de los pies a la cabeza.
El viento se tornó violento cuando el grupo de desdichados intentó cubrirse. Brazos y piernas salieron disparados, dejando sus torsos retorciéndose en el suelo.
Los berridos y suplicios que hacían eco en aquel oscuro rincón conformaban una sinfonía macabra que sólo era superada por la determinación en los ojos de la criatura elemental que los torturaba.
Saturado por el dantesco espectáculo que debía recrear cada día, les separó la cabeza con un tajo certero y los cuerpos dejaron de removerse cual larvas sobre la carne putrefacta.
Un resplandor carmesí iluminó ese lúgubre tugurio donde sólo las alimañas rapaces serían capaces de distinguir a su presa, y envolvió al ser elemental, que tomó la forma de un varón joven, de cabellos cortos y rosados, con ojos avellana y una piel clara, algo tostada.
Su amo y señor, Sukuna, se estremeció por la destreza de su creación y aplaudió con desgana un par de veces, utilizando dos de sus cuatro brazos, mientras una débil sonrisa retorcía su rostro comúnmente aburrido e impasible.
El joven se turbó. Percibió los aplausos como si se tratase de enormes tambores siendo aporreados a escasos centímetros de sí. De hecho, aunque sabía que Sukuna se hallaba lejos de donde se encontraba parado, lograba distinguir sus facciones con claridad, por lo que debía ser enorme e imponente, en especial si se ponía de pie, pues se encontraba tomando asiento sobre los restos óseos que alguna vez pertenecieron a los sacrificios humanos que los mortales le ofrecían para mantener su ira apaciguada y sus deseos bélicos dormidos.
—Para ser un arma de apariencia tan simple y mediocre, has demostrado ser bastante fuerte —dijo, su voz grave y rasposa resonó en cada rincón—. Me agrada.
—¿Por qué debo hacerlos sufrir así? ¿No es suficiente con sólo matarlos? —intentó no titubear ante el imponente estruendo que las palabras de su creador le cimbraban en el alma.
—¿Acaso crees que puedes cuestionarme? —De Sukuna emanó un aura sofocante y despiadada, que amenazó con presionar al muchacho hasta reventarlo. Sonrió al ver cómo éste caía de rodillas al suelo, arañándose el cuello en un intento por desgarrarse la garganta para respirar—. Debes aprender tu lugar o no estarás listo para el próximo rito.
Dispersó las intenciones asesinas para dejar que el otro recuperara la lucidez y atendiera a sus indicaciones.
—No olvides que eres la extensión de una minúscula parte de mi poder. Un fragmento de mi voluntad. Nada más.
—En-entiendo —respondió, las pupilas fijas en cada gota del pavoroso sudor disperso en el suelo.
—Te enviaré con la próxima basura que solicite mi intercesión.
El joven retomó su postura erguida, ignorando su propia desnudez, pues en ese lugar nadie llevaba ropa encima, sólo Sukuna.
—Ya puedes irte, mocoso —agregó, fastidiado.
—¿No me va a dar un nombre?
Una serie de ojos, empotrados en las paredes, se abrieron en efecto dominó, originando un sonido viscoso en la sala.
Sukuna resopló.
—Ah, sí, que los tengo que nombrar… Debí cederles eso a los patéticos humanos, después de todo, ya los tratan como mascotas. —Eso último lo dijo para sí mismo—. Tu nombre será Yūji.
Yūji se puso de rodillas y agachó la cabeza, como había visto hacer a otros anteriores a él, cuando pertenecía a las masas amorfas que decoraban con sus cuencas oculares las paredes.
—Recibido.
Esa fue la última vez que Yūji pudo estar en presencia de Sukuna. Pese a saber que las cadenas de dominio lo mantendrían atado a él, sin escapatoria alguna, todavía era pronto para que Yūji supiera que sus acciones futuras sólo profundizarían su papel en el oscuro juego que estaba siendo forzado a jugar.
