Uno
El ajetreado día estaba a punto de terminar. Al menos eso indicaba el pequeño reloj analógico que la joven pelirrosa llevaba a modo de una coqueta pulsera. De hecho, había olvidado la diferencia entre el día y la noche.
Hacía unos diez años que los altos niveles de contaminación, así como una creciente radiación habían obligado a la humanidad a encerrarse de una vez por todas. Del exterior solamente entraba algo de aire, mismo que era filtrado con el mayor cuidado posible. Ui Tamaki recordaba con claridad el día en que se había vuelto obligatorio abandonar sus hogares. Ella y su hermana empacaron lo necesario y siguieron la ruta de evacuación con la esperanza de que sus padres lograran ser ubicados en el domo gigante que ahora llamarían hogar.
Iroha y Ui Tamaki miraron al cielo tanto como pudieron, intentando grabar en sus memorias el último día soleado, les saludó de vuelta un débil rayo de luz blanca que apenas y lograba atravesar la espesa neblina de smog. El resto de ese día fue demasiado acelerado que ambas chicas se sorprendieron de no haber desfallecido durante las primeras horas, entendían la burocracia y hasta el absurdo papeleo para registrar su ingreso y conseguir su refugio; el problema real fue encontrar su casa después de las eternas escaleras hacia arriba, el laberinto que éstas representaban. Claro que ahora lo dominaba a la perfección: para llegar a casa desde la plaza principal solo debe subir dos tramos de escalera, luego vuelta a la derecha, escalera, izquierda, escalera, derecha, derecha, escalera, derecha, escalera, escalera, escalera, izquierda, escalera, dos casas hacia la derecha y justo detrás del último poste de luz se encontraba su hogar.
Aunque la palabra "casa" tampoco hacía completa justicia a la descripción del lugar donde vivían. Era tan solo un viejo contenedor de carga, acondicionado con bastante prisa para convertirse en un espacio habitable.
No se quejaba de sus actuales condiciones de vida, después de todo habían sobrevivido. Estaba consciente de que la pacífica vida al exterior había terminado y que ahora su única opción era una pacífica vida en el encierro. Además, tras una década las cosas se habían estabilizado bastante bien, incluso tenían un centro comercial bastante grande y muy bien abastecido. Ese era su lugar favorito en el domo-ciudad y esperaba con ansias el día 5 y 20 de cada mes para bajar y comprar ahí. Eran sus días libres y amaba la sensación nostálgica de normalidad que le traía un día de compras.
-Onee-chan –Llamó la atención de Iroha, quien últimamente había adquirido el hábito de sonreírle bobamente a su teléfono.
-¿Mmm? – Respondió sin dejar de ver la pantalla del móvil.
-¿Necesitas algo del centro comercial? –Preguntó sin intentar ocultar esa emoción que le provocaba su única actividad fuera de la rutina.
-Oh, es verdad. Mañana es 20 de agosto–Por fin levantó la mirada y sonrió al ver a su hermana tan contenta. –Um, supongo que ya tienes en tu lista lo que hace falta en la alacena, ¿me equivoco?
-Cierto. –Sonrió un poco decepcionada. -¿Estás segura que no quieres nada más?
Iroha sonrió en respuesta. Por supuesto que deseaba algo del centro comercial, pero no quería sentirse egoísta y malgastar los ahorros que tanto les había costado reunir.
-Compraré el nuevo número de Terapichi. –Ui declaró con una mirada maliciosa. –Escuché que Yachiyo Nanami aparecería en la portada de este mes.
Un ligero rubor coloreó las mejillas de la hermana mayor ¿tan obvia había sido?
-Eh… -Fue el único sonido que Iroha pudo emitir.
-Es para mí. –Continuó con la tortura. –Desde que dijiste que no deseas nada del centro comercial compraré solamente lo necesario. –Se levantó del suelo y caminó hacia el otro lado del biombo que hacía las veces de muro divisorio marcando el inicio de las habitaciones de ambas. - Y mi revista.
-¿Qué acaba de ocurrir? –Se preguntó Iroha en voz baja. ¿Acaso Ui sabía… eso? -¡Dioses! – exclamó exhasperada y se fue a dormir.
Yachiyo Nanami entró a su casa a altas horas de la noche. Agradecía de todo corazón que su contenedor asignado estuviera ubicado en el segundo nivel de ese enorme domo al que ahora llamaban "ciudad". Había pasado una semana demasiado ocupada y odiaría tener que subir esas interminables escaleras para por fin descansar.
Abrió el frigo rezando porque unos duendes mágicos lo hubieran abastecido en su ausencia. Lastimosamente eso no había ocurrido y la misma solitaria botella de vino tinto que tuvo de desayuno yacía esperando ser servida como cena.
-Dioses, extraño la comida decente. –Se quejó. Pero eso no cambiaba la situación. Tenía que conseguir comestibles sí o sí.
Extrañaba los días en que un asistente lo hacía por ella, pero hacía años que eso ya no era posible. El encierro también significó perder sus privilegios de celebridad. En el momento en que se declaró la emergencia mundial, la industria del entretenimiento murió de golpe y todo mundo tuvo que conseguir un empleo relevante para la supervivencia.
Afortunadamente para Yachiyo, la industria renació como una medida para contrarrestar los crecientes índices de depresión en la población refugiada. Sin embargo, esto no significaba que pudiera acceder a grandes lujos, así que eso significaba que incluso ella debía hacer sus compras, llevar su propia agenda, negociar su sueldo y sus contratos.
-Incluso la última becaria me sería útil. –Pensó en voz alta antes de resignarse e irse a dormir.
Recordaba lo dura que fue con la chica, sabía que era lenta pero notaba en su mirada que tenía muchas ganas de aprender, de no haber sido por el encierro esa niña pelirrosa habría logrado grandes cosas.
-Asociado de farmacia, favor de presentarse en Atención a Clientes. –Se escuchó en los parlantes por encima de la música de jazz que ambientaba el supermercado.
La voz era monótona, cansada de la rutina. Y aún así Ui sentía esa experiencia como un regalo. Hacía más de media hora que había llenado su carrito de compras con los productos de su lista de compras, pero seguía sin decidirse a pagar. Quería seguir ahí y sentirse como un niño pequeño en juguetería.
-Ah, hay un descuento en las sopas instantáneas ban-banzai…- Se emocionó. No eran las mejores, pero tenían cierto toque nostálgico en ellas que la llevó a echar un par de vasos en su carrito.
-Asociado de farmacia –La voz en los parlantes volvió a sonar, pero esta vez se notaba un tono más urgente. –Es necesaria tu presencia en Atención a clientes.
La tensión en la voz de la encargada hizo sentir a Ui un cierto malestar que le hizo decidir pagar sus compras de una vez. De todas maneras ya tenía todo listo, incluso el nuevo número de Terapichi que sería el perfecto regalo de cumpleaños para su hermana.
-¿Encontró todo lo que buscaba? –Preguntó la rubia cajera.
-Sí, muchas gracias. – Respondió Ui con su voz cantarina mientras hojeaba la revista.
-AAAAAAAA ¿QUÉ DEMONIOS TE PASA? –Se quejó a lo lejos una voz femenina. -¡AYUD…!
Y de pronto más voces alarmadas se hicieron sonar dentro del supermercado. Ui levantó la mirada intentando entender qué sucedía, solo logró ver un montón de siluetas humanas persiguiendo a las personas.
Entonces fue cuando notó que estaban en penumbras ¿Cómo es que no había notado el cambio?
¿Y por qué había personas rándom atacando a los demás?
Tenía que salir de ahí, ponerse a salvo y asegurarse que Iroha estaba bien. Inmediatamente tomó sus compras y salió corriendo. A cada paso le pesaba descubrir que no era muy atlética.
"Soy de lo peor" se recriminó inmediatamente al notar que su voz interior le sugería robar esa bicicleta que había llamado su atención desde hacía meses. Sin embargo, la alarma de desastres del domo comenzó a sonar.
-Nee-chan. –Pensó nuevamente en su hermana y ordenó sus prioridades. Pero es que cargar las compras era un suplicio y ni loca las iba a dejar abandonadas, necesitaba comer para sobrevivir a lo que fuera que los atacaba ahora.
Corrió hacia la sección de deportes y notó un rostro conocido. La dueña de ese rostro conocido justo había tenido la misma idea de robar la bicicleta. De hecho, tomó exactamente la que Ui tenía en mente, así que no quedó más remedio que llevarse la segunda mejor opción.
Colocó los comestibles en la canastilla y pedaleó por su vida. Ese par de kilómetros debía ser recorrido pronto si quería asegurarse que su hermana se encontraba segura.
A lo lejos notó el amarillo de la otra bicicleta frenar de golpe casi al llegar al primer bloque de casas. Si bien los adinerados y famosos tenían el privilegio de no tener que subir miles de escalones cada día, esta vez les jugó en contra.
-¡Por aquííí!- Gritó a todo pulmón esperando que la chica escuchara
Yachiyo Nanami volteó sorprendida de escuchar una voz coherente en medio del griterío y el sonido gutural de sus atacantes. Encontró a una joven pelirrosa agitando su mano para llamar su atención y sin pensárselo pedaleó hacia ella.
-¡Vamos! –La animó Ui mientras ella misma se ponía en marcha.
Los escalones principales estaban abarrotados por esa horda de… ¿sería correcto llamarlos zombies? Como sea, que se les fuera a llamar, ellos seguían atacando a todo el que se les pusiera enfrente.
-¡No podremos subir! –Dijo Yachiyo en cuanto logró ponerse a la par de la pelirrosa. –Todas las entradas están bloqueadas por ellos.
-¡Por aquí! –Ordenó mientras viraba su dirección hacia su derecha. Conocía algunos atajos para llegar a casa. Algunos más peligrosos que otros y hoy, de hecho, usarían el más peligroso de todos.
La peliazul siguió obedientemente a la chica, no era momento de desconfiar y mucho menos de preguntarse si era seguro caminar hacia lo desconocido.
Ui mostró el dominio que tenía sobre el terreno, se impulsó hacia arriba sosteniéndose de un par de cables que mantenían firmes los contenedores y en un parpadeo ya se encontraba encima del primer lote de casas.
-Quizá muera esta noche… -murmuró Yachiyo al ser consciente del nivel de condición física que requeriría para llegar hasta donde se encontraba su salvadora.
-De eso nada. –Regañó la más pequeña –Tienes que subir, sé que puedes lograrlo.
"No puede ser que un renacuajo me acabe de reñir" pensó, y con el orgullo herido empezó a escalar siguiendo el ejemplo de Ui. No quiso detenerse a pensar en que la menor no solamente escalaba con gran habilidad, sino que seguía aferrándose a las enormes bolsas con sus compras. Con lástima echó una mirada a la bicicleta que dejó abandonada con sus comestibles. Suspiró y se concentró en intentar sobrevivir.
Ventanas, cañerías, cables… todo lo que estaba a la vista sirvió de escalón para alcanzar la cima. Ahí, en el último piso, cerca del poste estaba su hogar. Y para alivio de ambas, no había señales del ajetreo que gobernaba los primeros pisos.
-Perdona la intromisión. –Dijo ceremoniosamente al entrar al hogar de la más pequeña y después se desplomó en el piso. -¿Qué demonios fue eso?
-No lo sé y no quisiera averiguarlo. – Respondió sintiendo de repente un gran escalofrío al darse cuenta del peligro al que se acababan de enfrentar.
¿Cómo era posible que un día tan tranquilo hubiera terminado de esta manera?
-Ui- Se escuchó una tranquila y somnolienta voz proveniente de la habitación del fondo. -¿Qué es todo este esc…?
Iroha salió a recibir a su hermana y por lo visto no parecía enterada de lo que ocurría en los pisos inferiores de su ciudad.
-¡Nee-chan! –Ui se arrojó a los brazos de su hermana. - ¡Estás bien!- Había logrado mantenerse ecuánime hasta ese momento, pero no podía ocultar que desde que vio el primer ataque, temió por la seguridad de su hermana mayor. Después de todo, era la única familia que le quedaba.
-Por supuesto que estoy bien, ¿por qué no lo estaría?
-La gente enloqueció. –Yachiyo fue quien respondió. –Ellos solamente comenzaron…
No es que no haya notado su presencia, de hecho si Ui no se hubiera lanzado a abrazarla tan estrepitosamente, tal vez Iroha se habría congelado ahí mismo. El que su ídolo se encontrara en su casa resultaba tan surrealista que no lograba hacer que al menos un par de neuronas hicieran sinapsis.
- Creo que no está escuchando. –Dijo por fin la más pequeña y Yachiyo tuvo que guardar silencio. –Nee-chan… -apretó su mano transmitiendo sin querer ese miedo que aún sentía. –corremos peligro. –Lloró. Esas personas comenzaron a atacarnos, a todos… pensé que moriríamos ahí. Ellos…
Un estruendo la interrumpió. Yachiyo y Ui adivinaron rápidamente. Ellos habían llegado.
Pues me van a cerrar el server de magia record :( y estoy lista para jugar exedra. Solo que no puedo dejarlas ir tan fácilmente, así que dejaré un fanfic chiquito de ellas con mi otro trauma que son los apocalipsis. Si alguien lee este fic, gracias, si no pues bueno, ahí está
Pero sí soy de los que shippearon a Yachiyo e Iroha por la relación tan sana y la familia que formaron en Mikazuki villa. Anyways, en este fic Iroha es totalmente mayor de edad
