CATALINA

Doña Catalina tenía el mentón alzado en un gesto que solía, continuamente y más de lo que quisiera, le recordaba a Sofía, ambas habían sido criadas por las mismas tías, las cuales al verse desprovistas de la seguridad que un hombre daría su casa y su nombre habían crecido al amparo de años de abolengo rancio y orgullo mal encarado, que, al menos en ese sentido las había vuelto, si Francisco debiera buscar la palabra más adecuada; molestas.

Sofía solía hacer lo mismo, alzar el mentón con la clara intención de demostrar que a él, o a quién le desagradara, ella lo veía desde su superioridad. Y bueno, si Francisco era honesto entendía que esa superioridad era solo se carácter moral y tal vez social. Y siendo ese el entorno, por supuesto que la condesa de los Altamira lo vería desde arriba; ella no había tenido una aventura de la cual resultó algún bastardo y, obviamente, si aquél fuera el caso nadie sabría quién o que es Catalina de Altamira.

En cambio, la tenía ahí frente a él como un animal al acecho esperando el primer signo de debilidad para atacar.

Sin embargo, Francisco, claramente no le daría en el gusto. Si, quizás la señora tenía razón, si quizás aún la necesitaba, pero eso no significaba que lo que ella dijera se sobrepondría a sus órdenes directas como amo y señor de Camporeal.

Además, él era un hombre inteligente, sabía perfectamente como dar vuelta este escenario.

̶ Comprenderá usted, Doña Catalina, que Juan no podrá permanecer toda su vida como un muchacho sin nombre. Quiero hacer de él alguien que pueda darse el sustento y vivir la vida que… ̶ y se inclinó hacía adelante con la sola intención de asustar a la condesa ̶ como un Alcazar y Valle, le corresponde.

Aquello no pareció surtir el mayor efecto. Quizás Doña Catalina valoraba más de lo que él imaginara la educación de sus hijas. Por tanto, la vio, si es que era posible, alzar aún más el mentón y replicar;

̶ Me disculpará usted Francisco, pero Juan aún no es un Alcazar y Valle, e incluso si así fuera el apellido no podría borrar su oscuro pasado y las circunstancias de su nacimiento y sus modos salvajes y violentos.

Francisco sintió la molestia bajarle por la garganta, Catalina viuda, frente a él, toda temerosa se le enfrentaba ante lo que ella consideraba una humillación para los suyos.

̶ Juan no es culpable de nada de ello ̶ el mentón de Catalina volvió a levantarse.

̶ Lo sé, usted lo es… usted y esa…

̶ ¡Ahora guarde silencio señora! ̶ interrumpió. No lo había querido, pero su tono de señor de Camporeal afloró sin que pudiera controlarlo. Así le ocurría cada vez que pensaba en ella.

Catalina no lo miró cuando cerró su boca, pero su gesto de oprobio era evidente. Quizás debería jugar sucio, no sería la primera vez que lo hiciera. Y, nuevamente siendo honesto consigo mismo, entendía que la necesidad de Catalina podría ser mayor a la que ella tuviera de él.

̶ ¿Qué hará con las niñas entonces? ̶ ante la mención de sus hijas ella pareció reaccionar, pero no le dio el gesto sumiso que él esperaba.

̶ Me las llevaré a San Pedro, en cuanto a la ayuda que Sofía me había prometido, no es necesario que se moleste Francisco, yo podré arreglármelas.

̶ ¿Estás segura de ello prima? ̶ Catalina debió haber percibido el peligro en su tono. Y era voluntario, Francisco estaba harto de tener que regatear con la condesa ̶ No tienes contacto alguno y supongo que buscaras recursos en las propiedades que te quedan.

El rostro de la mujer pasó de inmutable a serio y Francisco vio con placer como su parpado inferior tembló.

̶ Don Noel…. ̶ empezó ella.

̶ Noel trabaja para mí ̶ se impuso ̶ y quizás por las de él accedería a ayudarte prima para ello lo enviaré a México a ayudar con mis propiedades ahí, entonces ̶ extendió su brazo y cogió un vaso de brandy que tenía cerca ̶ me encargaré de que ningún abogado, o comprador pueda adquirir propiedad alguna que te dejara el difunto conde ¿estás segura prima?

̶ No todo el mundo esta a tu servicio Francisco.

̶ Jamás presumiría de ello, pero si estarán al servicio del mejor postor y, de San Pedro a la capital, resulta que ese soy yo.

̶ Sofía ya me había advertido de ti…

̶ Una lástima que este muerta ̶ sentenció, sintiendo por primera vez verdadero pesar de ello.

"Con Sofia esto sería más fácil…¿cierto?"

Quizás lidiar con Catalina, pero no respecto de Juan.

Francisco miró las manos de la mujer y la vio apretar su abanico. La edad le había llegado de manera anticipada a Catalina, sus manos lo reflejaban aún cuando su indumentaria fuera digna de su título. Quizás cuantas penas y amarguras debió de enfrentar por el conde, quizás cuantas le había causado él a Sofía.

"Cree en la causa de mi esposa, se identifica con ella"

̶ Catalina, prima. No quiero que esto sea un incordio entre nosotros. Lo queramos o no somos familia y tu eres la única tía viva de mi hijo ̶ se puso de pie ̶ con tu guía Juan puede volverse un muchacho digno y aceptable a la sociedad. Con la compañía de tus hijas, conocer verdaderamente lo que es tener un roce con muchachas de nuestra sociedad. Su historia hasta ahora ha sido resultado de los errores de otros. Pero yo como su padre e incluso su madre eran personas de sociedad que, como te he repetido, cometieron errores por los cuales poco y nada pagaron. ¿No crees que es cruel castigarlo a él por eso?

Catalina apretó los labios y negó.

̶ Mi prima tampoco tenía la culpa de tus errores.

̶ Y admiro tu lealtad, pero ella también vio en Juan a un enemigo cuando no era más que una víctima. Y no me equivoco al pensar en que, al menos tú, siempre has tenido un corazón más gentil y menos orgulloso que el de mi esposa.

Solo eso pareció suavizarla. Ante esa vista Francisco solo pudo concluir que se había equivocado Catalina si era orgullosa solo que no de su nombre o de su pérdida riqueza o belleza, sino que, de su supuesta virtud cristiana, aquello era tan hipócrita que casi le hace reír.

Cansado suspiró.

̶ Prima tienes hasta mañana para pensarlo ̶ y antes de que ella pudiera contestar, Francisco se apresuró en salir de la habitación.

Esa noche Catalina solo pudo mirar a sus hijas dormir sin saber que hacer. Le frustraba que su posición se viera tan reducida en aquél momento a tener que aceptar al bastardo de Francisco, como si la humillación que recibió su prima no fuera suficiente, ahora debería verlo crecer entre sus hijas y lo mejor de la sociedad de México como un Alcazar y Valle, disfrutando del abolengo y nombre que se había robado.

Además, solo bastaba con verlo para saber su cuna, Francisco y Andres habían tratado de hacerlo lo mejor posible, pero los trajes del niño le quedaban cortos y era incapaz de ponerse zapatos adecuados. Corría por todos los lados como un animal y sus modales en la mesa simplemente no existían.

"Pero nada de eso es su culpa"

Y si, era verdad. Nada era su culpa. Castigarlo a él cuando la ofensa a la pobre Sofía la habían cometido esa desdichada y Francisco. ¿Qué se podía hacer? Era tan incorrecto el cargar con la culpa a Juan, como el hacer la vista gorda al pecado de su padre. Pero ¿Qué se podía hacer? Era tan común que muchos hombres tuvieran hijos naturales.

"Hijos Naturales"

Si, era mejor aquello que llamarlo bastardo. Además, si lo pensaba bien su lugar de nacimiento no era nada si se consideraba que Jesus había nacido en medio de los animales. Y que incluso los pecados de sus padres habían sido lavados por la sangre de cristo.

"¿Entonces quién soy yo para juzgar?"

Solo una viuda amargada por la soledad, amargada por que a su prima la trataran de esa forma; con lo hermosa y voluntariosa que Sofía había sido. Con lo regio de su porte, con la fuerza de su mirada.

"Ay prima…"

¿Qué se podía hacer?

Francisco ya estaba en la mesa, esa mañana cuando ella llegó a su lado. El café servido se veía frío y la fruta en cambio relucía, Francisco a penas la saludo al verla y nada dijo cuando ella comenzó a hablar:

̶ Me darás 20% más por la casa de San Pedro y yo me iré a vivir a la casa de la playa. Además, quiero a mis hijas con la misma educación que recibirá Andres y tu… hijo natural, primo. A cambio lo convertiré en un caballero y apoyaré tu solicitud de reconocerlo, ya sea como testigo o en lo que necesites primo.

Francisco no dijo nada, solo asintió con tranquilidad, se sirvió un sorbo de café frío y se retiró.