Mónica.
— Aimeé, no puedes darles esperanzas a ambos, tarde o temprano eso saldrá mal — Mónica vio cómo es que su hermana hundía el rostro en la almohada de su cama, mientras que en exterior el ruido de las campanas llamaba a todas las estudiantes de vuelta a sus quehaceres, como alumnas de último año del convento; tanto las actividades de Mónica y Aimeé se veían reducidas a unas pocas horas en la mañana.
—No sé qué hacer — le dijo su hermana, para luego sentarse — creo que Andrés se ha ilusionado solo, te juro que con él no coqueteé nada — Mónica miró a Aimeé creyéndole a medias, ella conocía el carácter de su hermana, y si bien era vanidosa, no sabía que esta tuviera disposición alguna a jugar con las personas. Además, su congoja parecía realmente sincera.
Suspiró.
—Es porque eres demasiado frívola, basta con que les sonrías una vez y más de alguno se creerá dueño de tu interés… — bajó la vista a su libro y puso su pañuelo como marcador de página — Si Juan es quién te ha interesado ¿Por qué no pudiste cortar el trato con Andrés?
—Es muy difícil, y él, muy insistente. Además, estábamos en Camporeal… ¿Qué debía hacer? ¿Darle de largas?
Mónica suspiró;
—Quizás debiste haberte reservado de involucrarte con Juan.
En aquel momento Aimeé sonrió con gesto soñador;
—Era imposible…
Los gestos infantiles y románticos de su hermana le volvieron a sacar una sonrisa, ya muchas veces antes Aimeé se había enamorado de algún joven desde ayudantes de constructores que debieran acudir al convento para realizar alguna modificación hasta el primo del infante Jaime, el príncipe Carlos de Borbón- Dos Sicilias, bastaba que fuera guapo, o interesante, o se viera fuerte, o diferente. Realmente Aimeé no parecía tener reservas sobre lo que debía o no gustarle de un muchacho.
Sin embargo, en esa ocasión no se permitió reír como siempre lo hacía ante las fantasías románticas de Aimeé. Sino que aludió a su pensamiento más racional y alejado de todo romanticismo.
—Aimeé basta, Juan no es un muchacho cualquiera que conocimos durante alguna velada, es el hijo de nuestro tío Francisco, quién financia nuestra educación y además ayuda a nuestra madre.
En ese momento el gesto soñador de Aimeé, desapareció para volverse directamente desafiante.
—¿Acaso tú también crees que debemos rendirle pleitesía solo porque nos da dinero?
—No, pero sí que debes tratar con cuidado a Andrés. Más allá de cualquier enamoramiento que tenga contigo, es nuestro primo y si algo le ocurriera a nuestra madre, el tío Francisco sería nuestro tutor y por tanto Andrés como su heredero tendría directa responsabilidad sobre nosotros. Por otro lado, si es que de VERDAD — he hizo todo el énfasis que pudo en ello — te has enamorado de Juan, y creo que lo mejor es ser directa y honesta con él. Si es verdad, lo que dices de su carácter, él lo entenderá.
Fue cuando Aimeé cambió su mirada, Mónica ya las conocía, ahora vendría su ataque.
—¿No será que estás celosa y si te interesa Andrés hermanita, y todo ese discurso sobre su herencia y responsabilidad hacia nosotros no es una farsa para convencerte de lo contario? — Mónica solo negó, la imaginación de Aimeé para el drama más de una vez le había divertido.
—Siquiera lo conozco para saber si es que me interesa o no — contestó con toda propiedad. Además, y de momento, los sueños de Mónica no estaban centrados en su futuro matrimonio — pero si en otras ocasiones has actuado de manera, no digo inapropiada, pero si, muy irresponsable, te digo; ya no estas en edad para ello. Ya no eres una niña.
—Eres una amargada — le respondió, efectivamente como una niña a punto de hacer un berrinche.
Mónica solo se encogió de hombros. Realmente no le importaban las opiniones de su hermana sobre su carácter, menos conociendo su forma de pensar y actuar.
—Piénsalo — le dijo finalmente, antes de salir de la habitación que ambas compartían, razón por la cual no vio las muecas que Aimeé le lanzó una vez cerró la puerta.
Sin embargo, la duda llegó efectivamente a sus pensamientos. Siendo racional, por supuesto que un matrimonio entre Aimeé y Andrés sería una tranquilidad para ellas, y si bien la idea romántica de su hermana sobre Juan, le había tomado por sorpresa, no diría que le sorprendía.
Ella conocía y recordaba a Juan como el niño enojado y triste que llegó a la hacienda poco antes de que su tía Sofía muriera, recordaba la molestia de su madre en tratar con él y lo agresivo que su tío Francisco se comportaba ante ambos.
Habían coincidido en un par de ocasiones mientras crecían, pero decir que habían interactuado más que para saludarse sería mentir. Ahora se sentía culpable de ello, ya que voluntariamente Mónica siguiendo el ejemplo de su madre lo había ignorado.
Eso hasta que claro, Aimeé llegara de sus vacaciones contándole su aventura con Juan. Lo que había sido un shock en un principio.
¿Qué edad tendría él? ¿veinte, veintiuno? Bien, aquello daba lo mismo. Su hermana había sido irresponsable y él más aún al comprometerla de esa manera, supuso que por mucho que su madre tratara de hacerlo un caballero su naturaleza podía más, mucho más.
Aunque ¿Qué podía hacer desde su posición?
Cuando Aimeé le relatara sobre los besos que se habían dado, su primer pensamiento era que su hermana se había vuelto loca. Pero de inmediato aquella idea le dijo que, de decirlo, la terquedad de esta se dispararía a las nubes, hablar en contra de Juan y lo que fuera que tenían solo sería un impulso para su hermana para continuar y seguir.
Además, si lo pensaba con detenimiento Juan, a pesar de su nacimiento era un Alcazar y Valle, por tanto, cualquier objeción sobre su estatus sería ridículo, sobre todo considerando que incluso si era el hijo natural de su tío, el abolengo que acompañaba el nombre no podía ser ignorado.
"Si el tío Francisco los apoya, cualquier cosa que mi mamá objete no tendrá sentido"
Que injusto el que las relaciones de su familia, la de su hermana e incluso cualquiera que ella pudiera llegar a tener, dependieran exclusivamente de lo que un extraño como su tío, pudiera o no decir.
Por otro lado… suspiro.
Aimeé era demasiado inmadura para que de un momento a otro se hubiera enamorado de alguien como Juan, y además estar dispuesta a enfrentar todo lo que aquello podría acarrear con un posible compromiso.
"Además ¿Qué seguridad podría darle él?"
Juan no era un cualquiera, cierto. Pero existía la seria posibilidad de que su madre si pusiera el grito en el cielo y con ello enojara a su tío, quién también podría quitarles cualquier tipo de ayuda. Mónica no era ciega y si bien desde afuera la imagen de su tío se resguardaba muy bien de cualquier mancha, ella conocía su carácter; frío, algo déspota, condescendiente, un hombre que había arruinado la reputación de una mujer casada que había sucumbido a la violencia de su marido al parir a un niño bastardo, quién además fue responsabilizado por aquél pecado.
Mientras que él, mientras que Francisco Alcazar y Valle se enriquecía a expensas del trabajo de pobres y arruinando a sus contendientes, como lo fuera ese hombre, el marido de la mujer italiana.
Si, ella tenía una pobre impresión de su tío y sabía que mucho de ello venía de su madre, pero también a ella la conocía y si bien podía ser prejuiciosa, su madre jamás había sido malagradecida, y ver y leer como se refería a Don Francisco Alcazar y Valle, le daba una buena idea a Mónica sobre cómo había actuado este en su vida.
"Así son los hombres…"
Le había dicho su madre, y a ella le parecía de lo más injusto.
— Mónica — le susurró una de sus compañeras, Teresa quién era su amiga más cercana, interrumpiendo su lectura — la hermana Emmeline te está buscando — Mónica asintió y cuando ambas salieron de la biblioteca Teresa se permitió cogerla del brazo.
—Marguerite me ha comentado sobre un viaje que hizo a Escocia el verano pasado y fuera del clima, que llovía a cántaros, dice que no lo recomienda en lo absoluto; todo gris y frío y en los días en que hacía calor, mínimo llevaba tres abrigos encima ¿es posible que en un lugar el clima sea igual todo el año?
—San Pedro es así, incluso en las noches de tormenta el clima es tibio y húmedo, y eso sin variar la estación — Teresa le sonrió.
—Pero, por como lo describes, San Pedro parece un paraíso tropical comparado con la gris Escocia.
—Debe serlo, comparado con cualquier lugar de Europa, pero aún así es un lugar que tiene mucha pobreza.
—¿Lo extrañas?
—Todo el tiempo — sonrió.
Teresa la dejó en la entrada del salón en donde la hermana Emmeline solía dar sus clases; un amplio salón de color verde agua, limpio e impoluto y el cual en más de una vez debió limpiar, un cuadro que representaba la última cena adornaba el muro perpendicular de su entrada, un crucifijo sobre la mesa y la imagen del santo padre sobre el pizarrón era toda la decoración, sin cortinas y con ventanas casi transparentes el sol entraba directo sobre los pupitres, lo que las muchachas agradecían en aquellos fríos día en los cuales, el sol se asomaba.
Monica se inclinó levemente y se persigno, antes de que la hermana Emmeline le indicara que se sentara frente a ella.
—¿Cómo estás Mónica? — preguntó mientras hojeaba lo que parecía ser el libro de calificaciones.
—Muy bien hermana, gracias por su preocupación — la hermana Emmeline alzó el rostro y Mónica pudo ver en ella el cansancio, pero a la vez el orgullo que siempre rodearan sus maneras.
—Hoy la madre superiora me ha preguntado sobre las proyecciones a futuro tuyas y de tu hermana. Este es su último año — Mónica asintió, era una conversación que se tenía con todas las muchachas del lugar — ¿te has decidido por alguna carrera en especial o estás comprometida? — aquella era una pregunta difícil, de tener una respuesta ideal Mónica se inclinaría por una carrera, aunque al ser mujer estas estaban dirigidas exclusivamente hacia la educación, modas o enfermería y ciertamente que, en ese momento, ninguna le interesaba lo suficiente, aunque claro la opción del matrimonio tampoco existía.
Eso sin mencionar que su madre tendría un ataque, peor que el que Aimeé podría causarle si se decidía a trabajar.
"De seguro a mi tío Francisco no le importaría…"
—Hermana, creo que si pudiera inclinarme por una carrera esta sería educación, creo tener buena disposición hacia los niños y es algo que puedo hacer en mi hogar. Pero no le mentiré, sería una tremenda humillación para mi madre.
—¿Tienes entonces alguna proposición de matrimonio? — Mónica siquiera se avergonzó al negar.
La hermana suspiró.
—Si tuvieras el apoyo de tu madre, podrías ir a la escuela técnica de Málaga y estudiar educación.
Aquello sonaba bien, muy bien. Podría volver a San Pedro y ayudar con sus conocimientos a las hermanas del convento local, volver al cálido clima del pequeño pueblo en donde viviera toda su infancia, ver a su madre. Pero esta última, era precisamente el principal escollo ante la idea de ejercer algún tipo de profesión que se considerara respetable.
—¿Cómo se lo explicaría a mi madre?
—¿Tiene ella algún pretendiente para ti? — Mónica negó, de haberlo su madre se lo habría dicho.
"Es bastante difícil el buscar a algún pretendiente si solo estoy acá… quizás Aimeé tiene razón, quizás si estoy celosa"
—No… — carraspeó — no he buscado pretendientes hermana — esta solo asintió, era lógico — y no tengo nada arreglado para ello.
La hermana Emmeline suspiro.
—¿Qué tal si le escribo a tu madre? No como un plan hecho, sino como una sugerencia ante el potencial que has mostrado durante estos años. Sería una alabanza a tu capacidad, si realmente le interesan tu porvenir, no podrá ser indiferente a tus capacidades — Mónica asintió siguiendo las ideas de la hermana Emmeline.
Hasta que claro, otra idea se coló en su cabeza.
"Andrés…"
—Hermana… si me permite la sugerencia — la hermana Emmeline asintió con calma — ¿podría mejor dirigirla hacia mi tío Don Francisco Alcazar y Valle? Es él quién paga nuestra colegiatura.
—¿Está enterado de tus planes? — Mónica negó.
—No, pero es el único que podría neutralizar a mi madre.
La hermana Emmeline sonrió y Mónica salió del salón sintiéndose feliz e intranquila al actuar de esa forma. Pero fue una sensación que duró poco. Si no resultaba simplemente volvería a su hogar a hacer compañía a su madre y tarde o temprano prestaría ayuda a las monjas del convento del pueblo.
De todas maneras, creía tener una relación, como mínimo cordial con Andrés quizás si le escribía para que apoyara su causa con su tío Francisco y su madre podría tener un buen resultado, aunque quizás no sería prudente considerando que este pretendía a Aimeé, así como podía molestar a su tío.
"Aimeé es egoísta, creerá que estoy tratando de llamar la atención de Andrés…"
Quizás lo mejor, de momento fuera ver como avanzaban las cosas, el primer paso, escribirle a su tío ya estaba en marcha.
