IX – Bajo Asedio
No hubo sueños esa noche, después del Setsubun, pero Sansker había tenido suficiente de escuchar voces y tener visiones así que no lo lamento cuando sus ojos se abrieron nuevamente en la mañana, sintiendo como si hubiera pasado directamente de despedirse de Kikka a levantarse. Se puso de pie lentamente y procedió a buscar sus ropas, arrancando su gabardina de las patas de Tenkichi, que había decidido que sería su almohada esta vez. Ignoro los aullidos de protesta y se la puso, calzando sus botas y guantes después.
—Mi ropa no es tu cama—le dijo Sansker. Y era verdad. Incluso había conseguido una cesta de mimbre y un cojín para que Ten durmiera, pero la zorra no era nada si no traviesa.
Tenkichi se marchó por la ventana, aparentemente ofendida, aunque Sansker la conocía lo bastante como para dejarse manipular. Ya volvería una vez que viera que no pensaba ceder. O cuando le diera hambre. Sansker tomo su espada y escudo, colocándoselos a su espalda y salió hacia la cocina por su desayuno. Ukataka despertaba también, y noto el ajetreo de todos para limpiar los rastros del festival, al igual que los comerciantes empacando para marcharse a la siguiente aldea. Era una mañana cálida de primavera, pero mientras tomaba su comida no pudo evitar sentir algo extraño. Sansker miro a su alrededor, tratando de discernir que era lo que le molestaba.
Era una sensación curiosa, como si algo estuviera a punto de saltarte encima. John recodo una experiencia en las Indias. Su pelotón había sido desplegado en tierra y tuvieron que moverse a través de la selva para cortar a un grupo de bandidos que perseguían. Los guías locales les advirtieron que la zona tenía tigres come hombres, bestias que había probado la carne humana y desarrollado un gusto por ella. John y su unidad no vieron a ningún tigre, pero los escucharon en la distancia, y durante el viaje perdieron a dos vigías y uno de los guías locales. Solo estuvieron allí una semana, pero John apenas pudo pegar el ojo y sintió que los otros estaban igual, tensos, a la expectativa. Era la misma sensación que tenía en ese momento.
Termino de comer, paso un momento a la cabaña para dejarle el desayuno a Tenkichi y camino hacia el cuartel. Fue allí donde finalmente pudo notar que era lo que lo tenía preocupado. No veía a los exploradores. A diferencia de los Asesinos con sus armaduras rojas y doradas, los exploradores usaban túnicas cortas blancas, con el emblema del Ojo de la Verdad en rojo. Usualmente se los veía por la aldea en los constantes cambios de vigía. Eso no significaba nada en si mismo, pero no le dio buena espina al entrar al cuartel.
—Ahí estas, novato, ya era hora que aparecieras—saludo Fugaku, en cuanto entro en el cuartel.
—Buenos días, Fugaku—respondió Sansker— ¿Acaso tenemos alguna misión hoy?
—Ni idea, Yamato dijo que el estirado de Shusui tiene algo que enseñarnos—respondió Fugaku encogiéndose de hombros—Tenía que ir a buscarte, pero me salvaste el viaje. Muévete.
Siguiendo a Fugaku, Sansker termino yendo hacia la pequeña oficina que Shusui tenía en la esquina del cuartel. Ōka y los demás ya estaban allí, al igual que Kikka, quien estaba junto a Shusui que parecía estar terminando una exposición, o algo parecido. Y a juzgar por las miradas serias de los demás, no había dicho algo popular.
— ¿Qué quieres reforzar la barrera?—dijo Ōka con una voz que temblaba de incredulidad.
—Así es…—respondió Shusui, captando por el rabillo del ojo la llegada de los dos últimos Asesinos—Ukataka está protegida por la barrera de energía creada por la señorita Kikka. No obstante, la creciente actividad de los Oni la ha puesto en peligro. La barrera puede repeler a los Oni pequeños con facilidad, pero un Oni gigante podría penetrarla. Por eso propongo que fortalezcamos la barrera de energía, como he sugerido.
— ¿Cómo lo harías?—preguntó Yamato, luego de un breve silencio.
—La barrera es alimentada por la energía de la señorita Kikka, que se transmite a través de las grandes rocas alrededor de la aldea—dijo Shusui—Estas amplifican el poder de la Doncella Sagrada para crear una obstrucción impenetrable. Lo único que debemos hacer es romperlas, incrementando su número. La sinergia entre estas piedras más pequeñas hará que el poder de la barrera se vea incrementado. Eso es lo que propongo que hagamos.
—Maldito seas… ¡¿Acaso hablas en serio?!—exclamó Ōka dando un paso al frente. Su mano aferraba la empuñadura de Suzakura con tanta fuerza que los nudillos estaban blancos—Más piedras implican más presión para la Doncella ¡¿Acaso quieres matarla?!
—Desde luego que no—Shusui acomodo sus anteojos con calma—He tomado en consideración la salud de nuestra Doncella al hacer mis cálculos… Además, la señorita Kikka ya ha mostrado su acuerdo.
Ōka reculo al escuchar esas palabras y Sansker se volvió para mirar a Kikka, quien tenía los ojos cerrados, como si estuviera meditando.
—¿Estas segura de que esto es algo que desees hacer?—intervino Nagi.
—Sí es necesario, entonces tengo que hacerlo—sentencio la joven de cabello blanco, apretando una mano frente a su pecho—Hay cosas muy preciosas para mí que deseo proteger.
—Kikka…—dijo Ōka, sorprendida, sin saber que hacer.
—No me gusta—dijo Ibuki cruzándose de brazos—Si podemos mantener a los Oni a raya, no tendríamos que fortalecer la barrera ¿Acaso dices que no confías en que podamos hacer nuestro trabajo?
—En lo absoluto, Ibuki—dijo Shusui, su mirada recorrió a todos los Asesinos presentes—esto es solo una precaución, tenemos que estar preparados para lo peor. Ahora que hemos descubierto que los Oni poseen una estructura de mando… pero tal parece que no tendremos tiempo para discutir esto a fondo.
— ¿De qué estas…?—intento preguntar Ibuki, pero una serie de campanadas lo interrumpieron.
—No… ¡Oni!—exclamo Ōka al reconocer la alarma— ¡Ahora no!
—Discutiremos esto después, prepárense para interceptar al enemigo—dijo Yamato comenzando a caminar hacia la entrada del cuartel, seguido por los demás.
La recepción ya tenía a varios Asesinos que habían llegado al escuchar las campanadas y un grupo de exploradores estaba llegando desde el puente. Los hombres parecían cansados, sus rostros empapados de sudor y jadeaban por el esfuerzo, pero aun así tuvieron la compostura para saludar e inclinarse ante Yamato.
—Reporte—exigió el jefe.
—Señor, hemos detectado dos grandes grupos de Oni al noreste y sureste de la aldea—dijo el líder de los exploradores—Contamos al menos 20 Oni gigantes en cada grupo y un número mayor de los pequeños. Sus movimientos no dejan lugar a dudas, se dirigen hacia nosotros, calculamos su llegada en una hora.
—Entendido… ¿los demás exploradores siguen monitoreando los movimientos de estos grupos?—preguntó Yamato.
—Sí señor, quisimos estar seguros antes de dar la alerta.
—Buena decisión, regresen con su unidad y esperen instrucciones—dijo Yamato despidiéndolos con un gesto. Se volvió hacia los demás.
— ¿Cómo es esto posible?—preguntó Hatsuho con un tono preocupado— ¿Acaso los Oni están formando un ejército?
—Es una posibilidad que he temido desde que escuchamos de ese Oni Comandante… en cualquier caso si dejamos que estos dos grupos nos ataquen aquí podríamos vernos superados—dijo Yamato—Necesitaremos a todas nuestras fuerzas. Ōka, toma a Hayatori y Hatsuho, lideraras a la mitad de nuestros Asesinos contra el grupo del norte, empieza a organizarlos ya.
— ¡Sí, señor!—Ōka saludo y se dio la vuelta para comenzar a organizar a los Asesinos que tendrían bajo su mando.
—Ibuki, tú, Fugaku y Nagi irán con el resto hacia el sur—dijo Yamato volviéndose hacia el rubio que asintió sin decir ninguna palabra y corrió detrás de Ōka, seguido por los otros dos.
—Señor… ¿y qué hay de mi?—preguntó Sansker dándose cuenta de que Yamato lo había dejado fuera de ambos equipos.
—Tú te quedaras aquí y resguardaras la aldea—dijo el jefe mirando hacia la entrada donde Ibuki y Ōka organizaban a los Asesinos—Hay algo que no me gusta en todo esto, necesito tener a alguien en reserva. Cuento contigo.
Una ventaja de que el ataque ocurriera justo después del Setsubun era que todos los Asesinos asignados a Ukataka estaban presentes, sin que faltara ninguno, así que tanto Ōka como Ibuki pudieron preparar sus unidades rápidamente y partieron a toda prisa, guiados por los exploradores. Sansker los vio marcharse sintiéndose algo inútil por quedarse atrás. Yamato actuaba con cautela dejando una reserva, pero dudaba que fuera a ser necesario, y si lo fuera, no creía que él solo pudiera hacer una diferencia.
—Bueno… solo no, supongo—murmuro Sansker poniéndose una mano al pecho, y abriendo su Ojo de la Verdad. Las Mitama en su interior estaban listas para ayudarle. Incluyendo una diosa de cabellos negros y ojos tan intensos como el sol. Ella lo había llamado Gran Unificador. Igual que el legendario fundador de los Asesinos. No se lo menciono a nadie, quizás porque en parte no terminaba de creérselo y también porque no le veía el sentido. Incluso si lo que la diosa decía era cierto, y tenía sus dudas, ¿qué se suponía que debía hacer?
John comenzó a caminar por el cuartel para aligerar sus nervios. Con los Asesinos y exploradores fuera, el lugar estaba tan vacío como el día anterior, pero durante el festival la aldea misma rebosaba de vida, ahora en cambio se podía sentir la tensión. Yamato permanencia junto a la recepción, con los brazos cruzados y mirando hacia el exterior. Yu estaba a su lado, haciendo lo posible para permanecer serena también. Kikka se había retirado para concentrarse en mantener la barrera, pero Sansker tomo nota para hablar con ella después. La única otra personaba que quedaba era…
—Ah, Sansker, veo que te han asignado para proteger la aldea—dijo Shusui, apareciendo detrás de él—Con todos fuera Ukataka parece un poco vacía y vulnerable… dime ¿qué piensas de mi plan para fortalecer la barrera?
— ¿Directo al grano por una vez?—preguntó Sansker encarando al oficial de inteligencia.
—Como he dicho en el pasado, disfruto de nuestras charlas. Creo que tienes una perspectiva bastante peculiar para estos asuntos—dijo Shusui sin inmutarse— ¿Qué hay de malo que extendamos estas oportunidades para conversar?
—… Para responder la primera pregunta, no estoy de acuerdo—dijo Sansker.
—Oh, sospeche que pensarías así, pero estos son tiempos peligrosos. Mira la situación actual ¿Esta la aldea a salvo en este momento?
—Ese no es el problema. Ukataka necesita cualquier defensa que podamos proveerle si ha de sobrevivir, en eso estoy de acuerdo—dijo Sansker—Lo que no me gusta es el método. Pone el peso de todo esto sobre Kikka. Como sí… como si fuera un sacrificio para salvar a los demás.
—Tal es el rol de las Doncellas Sagradas en este mundo—replicó Shusui, sus lentes relampaguearon con el reflejo del sol—El destino al que nos han atado desde el Despertar. Y es inútil especular sobre alternativas. Recuerdo muy bien tus sentimientos al respecto.
Sansker casi pudo sentir ira en las palabras de Shusui, como si le estuviera reclamando su propia decisión. Aceptar ese mundo implicaba aceptar a los Oni y los sacrificios que debían hacerse para luchar contra ellos. No tenía derecho a quejarse, si esta realidad era lo que deseaba.
—Sí, eso dije—admitió Sansker—También recuerdo que fuiste tú quien me metió esa idea en la cabeza, quien hablo conmigo del comandante Oni, y que mencionaste un plan para proteger la aldea… dime, Shusui, ¿qué es lo que pretendes?
—Me parece que eso es…—empezó él, pero John lo interrumpió.
—No, no más desviaciones o verdades a medias—dijo Sansker sonriendo sin ninguna alegría—Si de verdad disfrutas de nuestras conversaciones, creo que puedes ser sincero ahora. Sabías lo del cambio en la historia antes de que yo lo mencionara, lo mismo con el comandante y estoy seguro de que fuiste tú quien le metió la idea a Kikka de reforzar la barrera… Ayudas, sí, pero siempre de manera indirecta, siempre viendo algo más… ¿Qué deseas lograr realmente, Shusui?
El oficial de inteligencia lo miro a los ojos, con esa misma mirada helada que le regalo el día que se conocieron. John le devolvió el gesto y no se dejó intimidar. Ambos guardaron silencio por varios segundos, esperando a que uno de los de los dos cediera. Al final, Shusui fue quien lo hizo, ajustando sus lentes para que la luz volviera a ocultar sus ojos.
—Sí, una perspectiva única… definitivamente—dijo él con una ligera sonrisa amarga— ¿Lo que deseo? Justicia para aquellos que lo perdieron todo. Mi objetivo es uno que cumpliré a cualquier precio. Nada más necesita decirse al respecto.
Sansker asintió. Tendría que bastar con eso por ahora. Aunque esto pudiera considerarse una victoria, deseo con fuerza que nunca tuviera que interponerse entre Shusui y su meta. No quería saber de que era capaz para lograr lo que se proponía.
—En fin, creo que ya hemos discutido mi plan—dijo Shusui dándose la vuelta—Mis preparativos están listos, solo necesito permiso oficial para…
Una vez más, el sonido de la campana de alarma volvió a escucharse en Ukataka, cortando las palabras del oficial de inteligencia. Sansker sintió como su corazón se aceleraba ante la implicación.
Mantener la barrera de energía requería esfuerzo y concentración. El capitán Yamato le tenía preparada una habitación en el cuartel para que ella pudiera aislarse, libre de distracciones terrenales. La única consideración que tenía para su comodidad era un tapiz donde apoyaba sus rodillas en lugar de hacerlo en el suelo de madera. Y estaba también la pequeña piedra. Era un fragmento minúsculo de las rocas que rodeaban la aldea, lo bastante pequeño para que cupiera en la palma de su mano, un catalizador que ayudaba a enfocar su energía más fácilmente.
Kikka se arrodillo y tomo la pequeña piedra espiritual. Esta brillaba con una tenue luz azul al reaccionar con su poder. Ya no necesitaba usarla para crear la barrera en Ukataka, pero le gustaba repetir los mismos pasos cada vez que levantaba la barrera, como le enseñaron en la Montaña Sagrada. Primero tenía que controlar su respiración y armonizar los latidos de su corazón, hasta que ambos estuvieran en perfecta armonía. Luego tenía que extender su poder hacia la pequeña piedra, que se calentaba y expandía su consciencia. Gracias a ello Kikka podía sentir las otras piedras espirituales y al dejar que su poder fluyera por ellas, la barrera de energía era creada.
La sensación era extraña, como si estuviera sosteniendo una enorme esfera entre sus brazos. Kikka podía ver y escuchar allí donde su poder se extendía. Sentir los pequeños quiebres cuando los Asesinos atravesaron su barrera para luchar contra los Oni. Cada vez que uno cruzaba podía sentir la resonancia de su alma y la de sus Mitama. Era lo más cercano a ese lazo que una Doncella Sagrada podía llegar.
Kikka no podía distraerse, una vez levantada la barrera, no necesitaba concentrarse tanto para sostenerla, pero el esfuerzo era terrible. Una presión constante que amenazaba con aplastar su pecho al más mínimo descuido. Pero era algo a lo que estaba acostumbrada. Respiro tranquila, y volvió a repetir los pasos de su entrenamiento, cuando noto que algo estaba mal.
Un vacío negro apareció junto a su barrera, desgarrando la realidad misma y emitiendo un aura tan maligna que Kikka tembló al sentir esas energías dispersarse sobre el escudo. De ese vacío surgieron ellos. Oni, docenas de ellos, y se lanzaron contra la barrera, golpeando, arañando, mordiendo… Más y más criaturas salieron de ese agujero y redoblaron sus esfuerzos, intentando encontrar alguna vulnerabilidad por la cual avanzar y entrar en la aldea. Kikka sintió la presión aumentar y concentro su poder en esa zona.
Una honda azul emano de la barrera e hizo retroceder a los Oni, desintegrando a varios de ellos, pero más emergieron del vacío y volvieron al ataque. En la distancia pudo escuchar la campanada dando la alarma. Normalmente un grupo así hubiera sido destruido de inmediato, pero prácticamente todos los Asesinos de Ukataka estaban fuera. Kikka sabía que tenía que mantener la barrera para darle tiempo a Sansker de salir y destruir a los Oni, así que apretó los dientes y se dispuso a resistir.
Fue entonces que aparecieron los Oni gigantes. Un trio de arañas enormes se movieron hacia adelante y apartaron a los otros Oni, golpeando la barrera con unas garras largas y afiladas, poniendo todo el peso de sus cuerpos en cada golpe. La barrera soporto los embates por unos segundos pero al tercer impacto la luz azul se hizo añicos y la Piedra Espiritual cercana se fracturo por el esfuerzo, creando un agujero en la defensa que los Oni se movieron para explotar.
Kikka sintió un dolor horrible en el pecho, peor que nada que hubiera sentido antes, y pudo ver a los Oni avanzando, listos para cernirse sobre la aldea. No había nada que pudiera hacer, la barrera colapsaría y Ukataka sería invadida por todas direcciones. Incluso si intentaba reconstruir la barrera, sería sencillo para los Oni gigantes romperla otra vez. No era lo bastante fuerte para mantenerlos alejados… a menos que hiciera aquello.
Shusui le había explicado el método que tenía en mente para romper las Piedras de la Barrera. El oficial de inteligencia había pasado todo el día del Setsubun preparándolo. La idea había sido crear pequeñas grietas en cada Piedra, puntos 'débiles' que Kikka podía hacer estallar al imbuir si poder en ellas. Rompiendo las Piedras de la Barrera al mismo tiempo y creando la protección reforzada. Kikka sabía que esto era peligroso, y que no tenía opción.
La joven tomo aire y enfoco su mente en sus seres queridos, conjurando imágenes de su hermana, sus amigos, de todos aquellos aldeanos que deseaba proteger. Kikka dejo que la idea de protegerlos ayudara a su resolución y aferro la piedra espiritual entre sus manos con fuerza, enfocando todo su poder en ella y por extensión a las Piedras Espirituales alrededor de Ukataka. Las rocas comenzaron a brillar con fuerza y entonces reventaron, quebrándose y desplomándose al unísono. Solo que al caer cada fragmento palpitaba de poder y comenzó a emitir una serie de pulsos.
Kikka grito de dolor al sentir como la presión en su alma se intensificaba a un nivel que no creía posible, pero se rehusó a ceder, apretando los ojos tan fuertemente que las lágrimas no podían escapársele. Esto era mucho peor de lo que había esperado, mucho peor que solo mantener la barrera. La presión la estaba matando, hundiéndose en su pecho como si fuera una daga y retorciendo con tal fuerza que cada nervio en su cuerpo estallaba en pura agonía.
Las piedras espirituales alrededor de Ukataka emitieron una poderosa honda de energía que desintegro a todos los Oni pequeños que golpeo e hizo retroceder a los Oni gigantes. La barrera volvió a levantarse, mucho más fuerte que antes y Kikka no pudo más. Se desplomo, cayendo en el suelo. La piedra espiritual se escapó de entre sus dedos, pero incluso así, siguió manteniendo la barrera, incluso si las lágrimas eran tan intensas que no podía ver nada.
—Sabía que algo no estaba bien—mascullo Yamato mirando hacia la barrera desde la torre de vigía sobre el centro de comando—Caímos directo en su trampa. Los Oni están atacando la barrera, buscando un punto débil para entrar.
—La señorita Kikka ha reforzado la barrera, pero no aguantara por mucho tiempo—dijo Shusui, sus manos unidas detrás de su espalda—Se ha enviado una señal de humo a los Asesinos, pero tardaran al menos una hora en volver.
Sansker asintió, sus ojos pegados fijos en el horizonte. Había más Oni allí afuera de los que había visto juntos desde que llegara a Ukataka. Los Mifuchi y otros Oni gigantes lideraban los ataques, y docenas de Diablillos, Aulladores y demás se movían entre ellos. No podía luchar contra tantos solo, y Kikka no podía sostener la barrera el tiempo suficiente para que Ōka y los demás volvieran. Así que solo quedaba una opción.
—Tenemos que mantenerlos a raya, pero no hay nadie más que pueda hacerlo—dijo Yamato— ¿Puedes ocuparte de ello, Sansker?
—Dudo que se marchen si resulta que no puedo, capitán—replicó John. Se sentía curiosamente tranquilo ahora que podía ver al enemigo. Lo único que tenía en mente ahora era como podía luchar contra tantos él solo—Será complicado lidiar con tantos.
—No soy alguien que de ordenes suicidas—dijo Yamato cruzándose de brazos—si crees que perderás, retírate. Incluso sin los demás no podrán entrar en Ukataka de golpe, lo único que necesito es que consigas tiempo. Eres nuestra última línea de defensa, y te necesitaremos con vida.
Un lindo sentimiento, pensó John, pero eso no bastaría. Su mano se movió hacia la empuñadura de su espada. Contaría al enemigo conforme lo fuera cortando. Puso un pie en la baranda, pero antes de que pudiera saltar escucho otra voz detrás de él.
—Espera… por favor…—Kikka apareció en la plataforma, sosteniéndose como podía de la pared y sujetando algo contra su pecho.
—Kikka… tendrías que estar reposando, no te esfuerces sin necesidad—dijo Yamato en un tono preocupado, acercándose a ella.
Shusui se limitó a mirar sin decir nada, pero frunció el ceño ligeramente.
—Estoy bien, jefe, gracias—dijo ella con una voz tensa. Su frente estaba perlada en sudor y respiraba agitadamente. Se la veía pálida y con una expresión que indicaba que solo el llegar hasta allí había sido un gran esfuerzo. Se volvió hacia Sansker—Antes… de que vayas a la batalla… no quiero que estés solo… así que por favor… llévate esto…
—No te preocupes, voy a estar bien—dijo Sansker caminando hasta Kikka. Intento sonreír, pero no pudo forzar la expresión. Ella extendió su mano y Sansker la sujeto con las suyas, sintiendo como depositaba algo pequeño y caliente. En sus manos ahora tenía una pequeña roca que brillaba con una tenue luz azul, igual que las Piedras de la Barrera—Esto es…
—Es un fragmento… de una Piedra Espiritual… cada una tiene una porción de mi alma—dijo Kikka—Si llevas eso, mi voz podrá alcanzarte incluso a grandes distancias… y podré ver lo que estás haciendo… aunque sea solo así… por favor, deja que te acompañe en esta batalla…
John miro la piedra, sintiendo el poder espiritual que residía en ella. Abriendo su Ojo de la Verdad podía sentir a Kikka, y a través de esa piedra era posible percibir la enorme energía espiritual que formaba la barrera. No podía siquiera imaginar la fuerza que requeriría mantener semejante esfuerzo por unos segundos y Kikka sostenía ese peso constantemente. Cerró su mano en torno a la piedra, y la coloco dentro de su gabardina, en un bolsillo cerca de su pecho, donde no podría caerse ni perderse.
—Está bien… entonces iremos juntos—dijo Sansker, ahora si logro sonreír, se volvió hacia Yamato—Parece que ya no estoy solo, jefe… Kikka y yo protegeremos la aldea. Mantendremos a los Oni a raya hasta que lleguen los demás.
—El destino de la aldea está en sus manos—sentenció Yamato—Que la luz de los héroes ilumine su camino.
—Ten cuidado—dijo Kikka con una expresión firme—Y que la fortuna te sea favorable.
Sansker dio la vuelta y salto desde lo alto de la torre, desenvainando su espada y tomando el escudo antes de tocar el suelo, solo para correr hacia la barrera. Se concentro en percibir las Miatamas en su interior y pudo hacer contacto con ellas. Pero junto a la presencia de los héroes del pasado, percibió el calor de la pequeña piedra espiritual y el alma de Kikka. Una conexión menos profunda, y aun así le hizo sentirse acompañado incluso más que los espíritus.
Los rugidos y chillidos de los Oni le advirtieron de su cercanía, y Sansker dejo que el espíritu de Taira no Kiyomori se funcionara con el suyo, dándole a su cuerpo un súbito incremento de velocidad al cargar contra su enemigo. Su espada se hundió en la quijada abierta de un Aullador antes de que este pudiera siquiera saber que pasaba. Sansker salto por encima de los Oni pequeños y giro en el aire, aterrizando más allá del grupo y dándose la vuelta para luchar contra todos ellos.
Kikka casi cayo de rodillas en cuanto Sansker salto por el borde de la torre. El esfuerzo de subir aquellos escalones había sido demasiado, pero se rehusó a mostrar su debilidad. En su lugar cerro los ojos y cerro sus manos frente a ella, concentrando su atención en ese pequeño fragmento de su alma que acompañaba a Sansker.
Sangre, eso fue lo primero que percibió. Sangre purpura, densa y oscura, explotando en el aire y salpicando por todas partes. Luego pudo sentir el alma de él, brillante y fuerte, en medio de esa sangre oscura. El sonido llego después, ese horrible sonido entre aullidos animales y risas casi humanas de los Oni, mesclado con sus rugidos de ira y dolor. Lo último que noto, antes de que la imagen se tornara clara, fue la presencia de otras almas. Las Mitama, seres de un poder y majestad tan fuerte que incluso en esa conexión indirecta su mera presencia casi amenazaba con romper su concentración. Kikka se apartó de ellos y en su lugar enfoco toda su atención en él.
Ella nunca había presenciado una batalla de Asesinos, aunque conocía su entrenamiento. Ōka una vez le mostro los principios básicos del uso de la espada y Kikka admiro la elegancia y fluidez de los movimientos. La facilidad que su hermana mostraba al mover Suzakura como si fuera una extensión de su cuerpo, le daba envidia, y solo podía imaginar como su hermana sería en batalla. Ahora por primera vez podía presenciar el poder de un Asesino en combate y entendía porque el nombre era tan adecuado.
Sansker se movía entre los Oni como un rayo, sin quedarse quieto. Su espada ascendía y luego golpeaba hacia abajo, siempre hundiéndose en la carne de algún demonio o desviando un ataque dirigido hacia él. Su cuerpo brillaba con un aura verde y en cuestión de unos segundos hirió o mato a una docena de Oni, que comenzaron a perseguirlo, olvidándose de la barrera en su afán por enfrentarlo. Sansker siguió moviéndose, siguiendo el perímetro de la barrera, y atacando a los grupos de Oni que intentaban romper la defensa, siempre obligándolos a seguirlo y disminuyendo la presión que Kikka sentía en la barrera. Era imposible no preocuparse, pero los Oni apenas podían alcanzarlo, hasta que sintió a otros más poderosos acercarse.
"Sansker ¿puedes oírme?" Kikka envió el mensaje de manera telepática. "Ten cuidado, hay Oni gigantes en camino, uno viene desde el norte y el otro por el este"
—Lo tengo, gracias—dijo él desde el campo de batalla, su concentración dedicada al combate.
La advertencia le permitió a Sansker detenerse y una luz blanca apareció a sus pies. Súbitamente el suelo estallo en una serie de cuchillas de luz que destrozaron a los Oni pequeños que tanto se habían acumulado alrededor de él, cortándolos en pedazos y obligando a los pocos sobrevivientes a retroceder. Los dos Oni gigantes aparecieron, eran Mifuchis, arañas gigantes de color negro. Sansker levanto una de sus manos y una gran esfera de luz blanca salió de su palma impactando contra la criatura que venía del norte, dejando solo a uno libre para arrojarse sobre él.
"¡Cuidado!" Kikka no pudo evitar preocuparse, pero Sansker ya estaba moviéndose. Su cuerpo brillo con un breve resplandor purpura y de pronto desaprecio en una nube de humo negro. El Mifuchi atravesó la nube y golpeo algo, porque de repente soltó un aullido y su cuerpo se vio atrapado en una especie de red de energía que sujetaba sus múltiples patas, electrocutando a la bestia y evitando que pudiera moverse por varios cruciales segundos. Sansker salto sobre el demonio, ahora con un aura rojiza y hundió su espada en el abdomen de la criatura, moviendo la hoja hacia adelante y cortándola limpiamente en dos. Liberando la espada del cadáver, Sansker levanto la vista hacia el otro Mifuchi y su cuerpo brillo con una luz azul antes de desaparecer y emerger justo frente al demonio, hundiendo su espada en el rostro de león de la criatura, hasta la empuñadura, sacándola luego de un tirón mientras el cuerpo del demonio se desplomaba por su propio peso.
"Sorprendente… este es… el verdadero poder de un Asesino" Kikka estaba impresionada. La acción apenas había durado unos minutos y Sansker elimino a docenas de Oni y dos arañas gigantes como si no fueran nada. ¿Esto era lo que su hermana y los demás hacían cada vez que marchaban a una misión? Fuerza, velocidad, agilidad… un Asesino era tan superior a cualquier persona normal que no había comparación.
Sansker estaba sin aliento. Nunca había canalizado tantos Mitama tan rápido. Dejar que tu cuerpo fuera poseído por el espíritu de un guerrero y blandir su poder era complicado, y dejaba su marca. El cuerpo humano simplemente no podía contener el poder de una Mitama por más que unos minutos, incluso los Asesinos, entrenados para canalizar la fuerza de sus almas a sus cuerpos y armas, debían respetar sus límites. Y John estaba descubriendo que recibir tantos espíritus tan diversos no era más fácil.
—Solo queda un Mifuchi… lástima que no está Hayatori—mascullo Sansker recordando que el Asesino se le daba muy bien cazar arañas. Percibió movimiento cerca y se levantó, listo para terminar con le Oni.
"Ya enviaron la señal, los demás están en camino. Solo tienes que resistir un poco más" Kikka intento darle ánimos.
Una masa negra avanzo desde los árboles, seguida por los Diablillos y Aulladores. Sansker retrocedió, colocando su escupo por delante. Algunos Oni pequeños intentaron alcanzarlo y él los recompenso con un par de golpes de espada. El ultimo Mifuchi estaba siendo cuidadoso y mantenía la distancia, rugiéndole con ira y dejando que los otros demonios hicieran el trabajo sucio. La sangre de estos últimos empapo la hierba y varios cayeron antes de que la araña hiciera su movimiento.
De un salto se levantó por encima de los demás Oni y se dejó caer sobre Sansker, uniendo sus patas bajo el cuerpo como si tratara de empalarlo con ellas. John rodo a un lado y el Mifuchi cayó sobre los Diablillos restantes, aplastándolos, pero antes de que terminara de hundirse dio un giro de 360 grados. Sus enormes cuchillas golpearon el borde del escudo y Sansker sintió como se lo arrancaba de un tirón, pero era demasiado tarde, la araña necesito de un segundo para reorientarse y mientras lo hacía John corrió hacia ella, hundiendo su espada justo entre los ojos de la bestia, empujando la hoja hasta la empuñadura. El Oni quedo paralizado, desplomándose sin apenas hacer ruido.
—Y con esta… ya son 3—Sansker retiro la espada, consciente de que aún quedaban docenas de Oni más pequeños por allí—Kikka ¿puedes ver a los otros Oni?
"Sí, están… no… se están alejando. Creo que se retiran" respondió la Doncella.
— ¿Así de fácil?—preguntó Sansker sin poder evitarlo, aquello era demasiado leve para llamarlo un asalto.
"Hay algo más… una presencia más grande… familiar… se acerca…" Kikka sonaba tensa, como si estuviera esforzándose por ver más claramente "Esto es… ¡No!"
— ¿Qué ocurre?—preguntó Sansker sorprendido por el tono. De repente él también lo sintió. Un nuevo desgarre apareció en el aire, un vacío negro que comenzó a brillar cuando un torrente de llamas emergió del abismo. Sansker retrocedió al ser golpeado por una honda de aire caliente, sintiendo una presencia increíblemente maligna y pesada detrás de aquel fuego. En medio de las llamas una manos gigantescas aparecieron, aferrándose a los bordes del desgarro en la realidad y expandiéndolo, causando una explosión de fuego que consumió toda vegetación y los cadáveres de Oni que estaban cerca.
Una figura negra emergió, envuelta en llamas. Era grande, con una forma y tamaño similar a un Kueyama, pero donde el otro Oni era gordo y torpe, este era musculoso, con una armadura de hueso y escamas negras sobre una piel purpura oscura, cubriendo la parte inferior de su cuerpo y sus brazos, dejando el torso desnudo. Sue cabeza estaba rematada por dos grandes cuernos y a diferencia del Kueyama era proporcional al resto del cuerpo. Dos colmillos remataban su quijada inferior y una gran cola, terminada en una masa con pinchos, se agito detrás del demonio al dar sus primeros pasos.
Sansker retrocedió lentamente, abrumado por la presencia del Oni. Este portaba un miasma tan denso que le hizo toser solo respirarlo, y estaba tan caliente que estaba comenzando a sudar. Pero lo peor fueron los ojos. El demonio miro hacia abajo y clavo sus ojos en él. Dos orbes negros llenos de pura maldad. Dos orbes que ya había visto antes. La noche que El Perla se hundiera, cuando los Oni atacaron por primera vez y él se viera obligado a huir.
—No… no puede ser…—John sacudió la cabeza. Incluso si se trataba de un Oni de la misma especie no había forma de que fuera el mismo.
La criatura rugió y de su boca salió una bola de fuego en dirección a él. Sansker apenas alcanzo a hacerse a un lado, pero el calor le chamusco las ropas, y el fuego lo cegó. John intento recuperar el control de su cuerpo, y lo consiguió justo cuando uno de los enormes puños del Oni avanzaba hacia él. Sin su escudo solo pensó en golpear con la espada, pero su hoja reboto contra la armadura del demonio y la fuerza del golpe lo arrojo lejos, haciéndole rodar por el suelo. Nunca nada, ni siquiera el Kazekiri que estuvo a punto de matarlo, le había golpeado tan fuerte.
"¡Sansker, ten cuidado, es el Oni que comandaba a los otros! ¡Es un Gouenma!"
No tenía tiempo para responder, el demonio se dio la vuelta y su cola descendió sobre el Asesino como si fuera un látigo. John roto a un lado, y corrió cuando el ser movió su cola en un círculo, intentando darle, arrancando la corteza de los árboles al trazar un enorme arco que casi lo aplasto. Sansker maldijo, y trato de concentrarse para volver a utilizar el poder de las Mitama. Su cuerpo brillo con un aura verde, y el espíritu de Taira no Kiyomori se fusiono con el suyo, dándole más energía a su cuerpo y dejándole aumentar la velocidad. Esquivo la cola del Oni y goleo varias veces. Su espada saco chispas con cada golpe, pero la armadura del Oni bloqueo sus ataques, y este levanto su pierna, hundiéndola en el suelo con fuerza, levantando un muro de llamas que casi lo atraparon.
—Si no es velocidad…—Sansker cambio de idea y conjuró a Yorimitsu, su cuerpo cambio a un aura rojiza, y esta se extendió hacia su espada.
El Gouenma se movía con rapidez para ser tan grande y antes de que John pudiera atacar, se dio la vuelta y trato de golpearlo, intentando aplastarlo con sus puños. Sansker apenas pudo hacerse a un lado, y tuvo que rodear a la bestia, esquivando sus ataques hasta que vio una abertura. Su espada, con el poder de la Mitama, logro morder, pero la armadura era demasiado gruesa y su esfuerzo solo consiguió arrancar una escama de hueso de los guanteletes. El Gouenma contrataco y su otro puño alcanzo a Sansker por el flanco, golpeándolo con tal fuerza que lo arrojo hacia atrás, tirándolo de regreso hacia la aldea, quedando a solo unos metros de la barrera.
"Los demás ya casi están aquí, por favor aguanta un poco"
El Oni no pensaba esperar y corrió hacia él, haciendo temblar la tierra. John aún no se reponía del todo del último golpe, pero trato de luchar. El Gouenma se lanzó sobre él con un rugido y el Asesino respondió, pero cada golpe de espada era reflejado, o apenas hacia mella en la bestia. Sus contrataques eran incansables, y John solo evito que lo aplastaran o quemaran gracias a sus Mitama, pero se estaba volviendo lento y el Oni no daba signos de parar. Finalmente ocurrió el desastre. Sansker intento parar un golpe luego de fallar su ataque, colocando su espalda delante de él, y apoyando el plano con su brazo a modo de escudo. La hoja tomo el impacto y con un horrible estallido se partió en pedazos, separándose a solo unos centímetros de la empuñadura
John vio los fragmentos de metal mientras volaban en todas direcciones y de alguna forma se las arregló para no soltar lo que quedaba de su arma mientras rodaba por el suelo. Termino su camino a los pies de una de las Piedras Espirituales. Sansker miro su espada quebrada y luego al Gouenma, que se puso a cuatro patas y abrió la boca de par en par. De las profundidades de su garganta surgió un rayo de llamas infernales que avanzaron hacia él.
"¡No!"
La barrera de la aldea se extendió hacia adelante, cubriéndolo, y las llamas impactaron con fuerza haciéndola temblar, y desviándolas hacia arriba como su fueran un torrente de agua.
—Kikka… ¿qué estas…?—Sansker intento hablar pero una tos lo interrumpió.
"Solo unos minutos… yo lo detendré… ponte a salvo" La voz mental de Kikka transmitía su dolor al sostener la barrera frente a este asalto.
Sansker quiso hacer algo, pero su espada estaba rota, su escudo perdido e incluso si no fuera así… "No puedo vencerlo, es demasiado fuerte… es igual que…" Igual que aquella noche cuando el Perla se había perdido. Ni las balas ni los cañones pudieron hacer mella en aquel Oni, incluso después de adquirir este poder su espada fue inútil. Era como si nada hubiera cambiado.
"…una sombra se pondrá en tu camino ¿Lucharas contra ella y serás nuestro salvador? ¿Huiras o morirás y el mundo será consumido?"
Las palabras de la diosa casi parecían una cruda advertencia. Sansker lucho por ponerse de pie, ignorando el dolor en su cuerpo. ¿Esto era a lo que se referían los héroes del pasado? Esta era la prueba que lo marcaria para lo que fuera que tuvieran en mente o lo exterminaría si no estaba a la altura.
—Profecías… nunca pueden ser claras…—mascullo Sansker apoyándose en la Piedra Espiritual y enderezándose—Un maldito Oni invencible aparecerá mañana… ¿qué tan difícil era decir eso?
No podía hacer esto solo… pero no estaba luchando solo, y no lo hacía por él mismo. Sansker sentía a Kikka, esforzándose por mantener la barrera y detrás de él la aldea entera pendía de un hilo. Los otros Asesinos no regresarían a tiempo. Esta era la trampa del Gouenma. Sansker invoco a las Mitama dentro de él. Todos aparecieron a su alrededor, con una expresión indescifrable.
—No sé qué es lo que tienen en mente… y no creo que importe demasiado—dijo Sansker mirando más allá hacia el Oni. Detrás del Gouenma los Diablillos y otros demonios se estaban reuniendo, sintiendo como la barrera caería pronto—Si de verdad piensan darme su poder… este es el momento ¿Quieren que sea su salvador? Entonces ustedes serán mi espada.
El Gouenma dejo de respirar fuego y su cuerpo pareció cubrirse de llamas mientras preparaba otro ataque, uno aún más poderoso. Sansker avanzo, dejando atrás la protección de la barrera e ignorando a Kikka cuando le suplico que no lo hiciera. Le quedaba un último truco bajo la manga. El movimiento más poderoso que un Asesino podía utilizar: el Destructor. Poner tu alma, todo el poder de tu espíritu en tu arma, dándole un poder destructivo incomparable. Sansker estaba cansado y apenas le quedaba energía, pero contaba con las almas de 6 Mitama además de la suya.
No era el momento de pensar si esto era posible, si fallaba entonces era hombre muerto, si funcionaba… Sansker dejo que las Mitama entraran en él, no solo una a la vez, todas. Sincronizar tu alma con una Mitama era complicado, era dejar que tu cuerpo tuviera dos espíritus guiados por el mismo impulso. La unión requería un entendimiento y cooperación únicos. Él podía hacerlo automáticamente, sin pensarlo, pero al hacerlo con más de una Sansker pudo sentir que era una mala idea. Su cuerpo comenzó a arder, una energía impresionante comenzó a recorrerlo de pies a cabeza y pronto no fue capaz de controlarla. El aura a su alrededor cambio de color hasta formar una intensa luz dorada que se filtró por sus ojos y lo hizo brillar como si fuera una llama.
Podía sentir a todas sus Mitama pero también más, otros espíritus, incontables, que se extendían a su alrededor y colapsaron sobre él. Sansker dejo de pensar y actuó por instinto, permitiéndole a los espíritus entrar en su cuerpo y usarlo como un anclaje para el mundo terrenal. Su espada comenzó a brillar con la misma luz dorada y una hoja de energía espiritual se formó más allá de la hoja quebrada, creciendo hasta adquirir las dimensiones originales del arma.
El Gouenma lanzo un rugido y los Oni pequeños retrocedieron cuando él avanzo. Podía verlos ahora, tal y como eran en el mundo espiritual, un vacío negro que chupaba cada fragmento de luz que se les acercaba. Pero la luz que ahora fluía en él no era de su agrado. El líder de los Oni avanzo y abrió su boca, soltando las llamas que había acumulado en un torrente de calor tan intenso que las hojas de los árboles ardieron en llamas. Sansker levanto su espada, sujetándola con ambas manos y la dejo caer, liberando todo ese poder que consumía su cuerpo mientras lo hacía.
Un rayo de luz dorada choco contra el fuego infernal y partió el rayo de llamas en dos, avanzando hasta chocar contra el cuerpo del Gouenma, destrozando su cuerno y brazo izquierdos, estallando en un destello de luz que desintegro a todos los Oni pequeños, incluso purifico los cadáveres y destruyo el reflejo del Otro Mundo que la presencia de los Oni había creado. Con un solo rayo de luz dorada, Sansker acabo con el ejercito frente a Ukataka.
El Gounenma retrocedió, herido y ahora solo. John apunto su espada hacia él y por un segundo esos ojos demoniacos mostraron una emoción: miedo. La criatura hizo un gesto y la realidad se desgarro detrás de él nuevamente, permitiéndole entrar y desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Sansker no hizo ademan para seguirlo, no podía. Con una sonrisa se dejó caer hacia atrás, soltando su espada, que finalmente estallo en pedazos. Lo último que escucho antes de que la oscuridad lo reclamara fue a Kikka llamando su nombre.
Los demás Asesinos llegaron varios minutos después. Ōka fue la primera en aparecer, seguida por Fugaku y Hatsuho, pero ya no quedaban rastros del enemigo. Solo las masas purificadas de los Oni que habían atacado la aldea. Ōka conto al menos unos 200 a simple vista, incluyendo 3 grandes arañas y los pedazos de alguna otra criatura. El área alrededor de la aldea estaba destrozada y libre de cualquier rastro de miasma, como si nunca hubiera existido el más mínimo rastro del Otro Mundo. En medio de todo eso, apoyado contra el tronco de un árbol, estaba una figura vestida de negro.
— ¡Sansker!—exclamo Hatsuho al verlo y salió corriendo hacia él.
Ōka la siguió, sintiendo el corazón en un puño al pensar que pudiera estar muerto. La lucha que habían tenido fue complicada pero apenas vieron la señal de humo comprendieron que era una trampa y se apresuraron a volver ¿acaso llegaron demasiado tarde? Hatsuho aferro al Asesino y lo sacudió, llamándolo con fuerza. Los demás los alcanzaron en ese momento y para sorpresa de todos Sansker se movió, abriendo los ojos y sonriendo levemente.
—Está bien, está bien… estoy despierto… solo, no me muevas tanto…—dijo el Asesino de negro levantando las manos.
— ¡No me preocupes así!—replicó Hatsuho suspirando aliviada y limpiándose el rostro rápidamente. Le dio un golpe en el pecho que le hizo doblarse en dos—Y eso que vinimos tan rápido como fue posible.
—Lo siento… la próxima vez no me dormiré estando de guardia…—mascullo Sansker frotándose el abdomen.
—Lo importante es que estas bien y la aldea a salvo—dijo Ōka suspirando aliviada, pero también impresionada. Sansker tenía habilidad, lo había visto en persona, pero ¿Cómo pudo derrotar a tantos Oni él solo?
—Diablos ¿derrotaste a todos estos por tu cuenta?—dijo Fugaku mirando alrededor—No eres un Asesino ordinario, novato…
—Estoy de acuerdo—intervino Ibuki cruzándose de brazos— ¿Te importaría contarnos como paso?
—Es… complicado—replicó Sansker sacudiendo la cabeza y se volvió hacia Ōka—además, me temo que no todo son buenas noticias…
Ōka frunció el ceño, pero entonces noto algo que al principio estaba demasiado distraída para ver. Las Piedras de la Barrera, normalmente se alzaban como grandes peñascos alrededor de Ukataka, y ahora estaban rotas, esparcidas por el suelo en fragmentos mucho más pequeños. Ōka sintió como su alivio daba paso a la sorpresa.
—La barrera ha sido reforzada…—dijo despacio, casi esperando que alguien la contradijera. Sansker aparto la mirada y Ōka sintió como la colera comenzaba a apoderarse de ella— ¡Shusui!
Aquel maldito oficial de inteligencia había procedido con su plan después de todo. Ōka se apartó de sus compañeros y casi corrió de regreso hacia la aldea. Nagi intento decirle algo, pero ella la ignoro, demasiado concentrada para detenerse. Kikka estaba bien, la presencia de la barrera al menos indicaba eso, pero si las piedras habían sido quebradas el mantenerla debía estar causándole un dolor tremendo.
Sin pensar en nada más Ōka atravesó las filas de los Asesinos reunidos allí y regreso a la aldea, seguida por Hayatori y Hatsuho, que fueron incapaces de detenerla. Al entrar en el cuartel Ōka vio al jefe Yamato hablando con uno de los exploradores y a su lado estaba él, Shusui, quien levanto la mirada hacia ella con la más absoluta calma.
—Ah, ya han regresado. Es bueno volver a verlos—dijo él tranquilamente.
Aquello fue lo que más la enojo y antes de darse cuenta Ōka cubrió la distancia que los separaba, tomando al oficial de inteligencia por su chaqueta azul y levantándolo hacia ella.
— ¡Shusui! ¡¿Cómo te atreves a estar tan tranquilo?!—exclamo Ōka luchando contra el deseo de sacar su espada y cortarlo en dos— ¡¿Tienes idea de lo que has hecho?!
—Me temo que tendrás que ser más específica, Ōka—respondió Shusui sin alterarse—No recuerdo haber tomado ninguna decisión que justifique esta reacción.
— ¡Hijo de…!—Ōka levanto su mano, cerrándola en un puño, pero alguien sujeto su brazo
— ¡Ōka, por favor detente!—dijo Kikka con una expresión angustiada—Él no tiene la culpa, yo fui la que decidió reforzar la barrera.
— ¿Qué…?—Ōka soltó a Shusui. Fue como si de pronto perdiera toda la fuera en su agarre— ¿De que estas hablando?
—Shusui preparo todo, pero la que decidió activar el plan para defender Ukataka fui yo—dijo Kikka mirando al suelo—Esta es mi voluntad.
—Kikka… ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?!—dijo Ōka sin creer lo que estaba escuchando, se giró hacia ella, poniéndole ambas manos en los hombros— ¡No puedes arriesgar tu vida de esta manera tan irresponsable!
—Este es mi deber, Ōka—respondió Kikka con voz suave, aún sin levantar la mirada.
—Tu vida es demasiado valiosa para que hagas algo así—replicó Ōka, sacudiendo la cabeza—No lo permitiré. Reconstruiremos las Piedras Espirituales ¿está bien? Arreglaremos…
— ¡No!—exclamó Kikka y se soltó de sus manos. Ōka retrocedió, sorprendida—Ya no soy una niña, y no estoy haciendo nada irresponsable. Yo soy la Doncella Sagrada y tengo la misión sagrada de proteger Ukataka y sus habitantes. Si no te gusta… ¡Aprende a vivir con ello!
Kikka se dio media vuelta y se alejó con paso decidido, dejándola sola. Ōka extendió su mano y abrió la boca para llamarla, pero ningún sonido salió de su garganta. Kikka jamás le había hablado de esa forma, nunca le dijo nada semejante o rechazado su protección de una manera tan rotunda… Ōka bajo su brazo mientras Kikka se alejaba sintiendo como si una parte de su corazón le estuviera siendo arrancada en ese momento.
