XIV – Manifestaciones
Sansker estaba otra vez en ese vacío donde las Mitama rondaban. Era un lugar bastante inhóspito, sin ninguna señal o accidente excepto por uno mismo y las almas de los demás. No sentía nada estando en ese lugar, pero al mirar hacia abajo vio que sus ropas estaban manchadas de sangre y desgarradas. Se toco las heridas del pecho, notando cuan profunda eran.
— ¿Esto es estar muerto?—preguntó en voz alta.
—Oh, no lo sé, amigo. Esperaba que tú fueras quien me lo dijera—respondió la voz de Sakamoto Ryoma. El héroe apareció junto a él, cruzándose de brazos—Mira que tienes mala suerte. Llegas para salvarme y en nada tienes que ser salvado tú.
—Lamento que no fuera un rescate más eficiente—dijo Sansker haciendo una mueca— ¿Qué es lo que sucede ahora? No es por nada, pero esperaba que la otra vida fuera un poco… no sé… menos decepcionante.
—Ya te lo dije, tú eres quien debe responder a eso. Yo ya no estoy atado a un cuerpo, pero no he podido cruzar hacia el otro lado—dijo Sakamoto encogiéndose de hombros—Admito que me preocupe por un momento. Pero si estás aquí, creo que significa que no has terminado tu misión. Una vez yo mismo luche por traer el cambio al mundo, amigo, estaba cenando en mi casa de té favorita cuando de repente un Oni surgió desde debajo de la tierra y me trago entero ¡No lo vi venir! Antes de saber que pasaba yo me había convertido en su cena.
—Sí, es una historia que se ha vuelto demasiado común—dijo Sansker, pensando en sus palabras ¿seguía vivo? No le parecía que fuera así. Aunque tampoco es que conociera los secretos de la muerte—Estoy buscando a un Oni muy poderoso, uno que está dirigiendo a los demás, quizás incluso al que te ataco ¿sabes algo al respecto?
—Ya veo… me temo que no puedo ayudarte. No he visto nada parecido, pero creo que escuche a otro espíritu como yo mencionarlo—dijo Sakamoto Ryoma pensando brevemente—No podemos percibir demasiado dentro de estas bestias, pero recuerdo sus palabras. Sé que hay más de los nuestros atrapados por esos demonios, si los liberas ellos debería poder ayudarte con eso.
—Así que casi me mato, si es que no me mate, pero no logré lo que pretendía…—Sansker soltó una risa amarga—No es por ofender, solo… esperaba más.
—No te preocupes, entiendo a qué te refieres. Cuando el Oni me atrapo me sentí decepcionado por no poder quedarme y presenciar el fin del Shogunado…—Sakamoto Ryoma suspiro y sacudió la cabeza, riendo suavemente. Le dio unas palmadas a Sansker en el hombro—Luché por el cambio en mi época y creo que tú estás luchando por otro en esta era. Quizás pueda divertirme en este lugar. Los Oni creen que pueden cambiar la historia, pero no contaban conmigo ¡Ahora podré explorar un mundo que nadie ha visto nunca!
Se puso a reír con ganas, pero Sansker no compartió en su alegría.
— ¿Estas satisfecho con eso?
—Por supuesto amigo. Mira, nuestro objetivo es hacer el mundo mejor, aunque solo sea un poco—dijo el héroe—Ten fe en el futuro que estas tratando de crear y arrójate hacia adelante. Tienes mi poder para lo que necesites, ahora deja esa cara larga y despierta. Hay muchos que todavía quieren verte.
Kikka se arrodillo con cuidado, colocando el plato con comida en el suelo junto al tazón de agua. Tenkichi se aproximó, olfateando la comida, pero levanto la cabeza y lanzo un gemido lastimero mirando hacia la cabaña que era su hogar.
—También estoy preocupada, pero John no querría que te murieras de hambre esperándolo—dijo la Doncella intentando darle una sonrisa al Tenko, le acaricio la cabeza—Se pondrá bien, ya lo veras.
—Kyu, kyu…
El animalito no parecía muy convencido, pero comenzó a comer, Kikka se quedó mirándola, pero su mente también viajaba hacia la cabaña. Apenas habían pasado tres días, pero se sentían como semanas. Tres días desde que Nagi y Fugaku regresaron del campo de batalla, arrastrando el cuerpo inconsciente de su capitán, con su pecho envuelto en vendas ensangrentadas y su rostro tan pálido como el de un fantasma.
Kikka había estado meditando en el segundo piso cuando escucho la conmoción en la recepción. Bajo corriendo los escalones y se encontró con un revuelo, el jefe ordenando a los cirujanos que se presentasen de inmediato, personas corriendo de aquí para allá. No tuvo ocasión de preguntar porque fue entonces que vio pasar la camilla con John acostado en ella y Kikka sintió como la sangre abandonada su propio rostro. Solo podía recordar el color carmesí de las vendas, tan intenso que incluso sus ropas negras parecían pintadas de rojo. Y en contraste su piel, normalmente de un tono tan saludable y bronceado, parecía casi gris. Necesito de toda su fuerza de voluntad para no desmayarse de la impresión.
Nagi dirigió a los doctores y los ayudo con la operación. Les tomo horas, hasta que finalmente la arquera salió para informar que John estaba fuera de peligro, pero demasiado débil por la pérdida de sangre. No sabían cuando despertaría. Lo trasladaron a su cabaña y desde entonces los Asesinos habían estado montando guardia a su lado, cuando no estaban ocupados con sus misiones usuales. Ōka prácticamente vivía allí o en el cuartel, atenta a todo, ayudando a cambiar los vendajes y siempre dispuesta a dar una mano. Lo mismo pasaba con Hatsuho. Hayatori, Ibuki y Fugaku merodeaban, esperando noticias, mientras que Nagi se mantenía al lado de su paciente casi todo el día.
Kikka no pudo hacer nada. Desde el principio se había sentido impotente. Solo podía rezar en el templo por la recuperación de John, o preguntar a su hermana como seguía. Incluso había tomado la tarea de alimentar a Tenkichi, quien estaba tan preocupada por su amo como los demás. Kikka necesitaba sentir que estaba haciendo algo, que podía ayudar de alguna forma, porque de lo contrario…
—Kyu…
Un maullido de Tenkichi la hizo parpadear, dándose cuenta de que sus ojos se estaban llenando de lágrimas. Kikka se apresuró a limpiarse, poniendo sus emociones bajo control. John era quien necesitaba ayuda, ella no podía darse el lujo de ser débil ahora.
—Estoy bien, no te preocupes—le dijo a la Tenko, que puso sus patitas contra su rodilla, maullando tristemente—Solo… estoy cansada. Tenemos que seguir firmes y esperar ¿está bien?
Acaricio a Tenkichi, quien apoyo su cabeza en su regazo, haciéndole compañía un tiempo. Kikka inspiro profundamente. Las lágrimas le venían con sorprendente facilidad ahora. Se llevo una mano al pecho, donde escondía la cruz de plata que John le regalara, debajo de sus ropas formales. Una Doncella Sagrada se debía a su aldea. Debían tener una mente y alma puras, para proteger a todos por igual. No existía el favoritismo, ni siquiera para con la familia. Y no es que las amistades estuvieran prohibidas, era solo que una Doncella velaba por todos. Pero Kikka ahora sabía que su corazón no era puro, y que estaba jugando a favoritos.
Lo supo en cuanto vio a John en esa camilla. No fue el dolor de ver a su mejor amigo, tampoco fue la preocupación por su salud, o la insoportable espera. Verlo allí, como si fuera un cadáver, golpeo a Kikka con más fuerza que reforzar la barrera de energía. Encima del dolor, de la preocupación… un miedo terrible se apodero de su ser y por poco colapso ella misma. "No puedo perderlo" fue lo único que pudo pensar. El miedo de que John pudiera morir, de que nunca más pudiera volver a verlo, hablar con él, reír con él, o solo compartir su presencia… era tan fuerte como lo era la idea de perder a Ōka.
En tan poco tiempo ese Asesino taciturno y reservado se había vuelto una persona importante para ella. Fue John quien le enseño que era más fuerte de lo que pensaba, quien le dio consuelo y apoyo cuando más lo necesitaba. Sin pedirle nada a cambio, sin mostrarle deferencia, John se había introducido en su vida y le dio un calor y confort tan fuerte. Pero Kikka no supo que tan importante era hasta que lo vio ese día, hasta que sintió como le arrancaban una parte de su corazón donde él ahora ocupaba un lugar tan importante como su hermana. Kikka tenía miedo, de lo que pasaría si John no despertaba, de que no pudiera decirle…
—Lo siento Ten, soy un poco egoísta—dijo Kikka, mirando a la Tenko que ladeo la cabeza—John significa tanto para todos en esta aldea… lo sé, no soy la única que desea que se recupere pronto. Seguro que él diría que no me preocupe tanto, pero… yo, no puedo… si algo le pasara… yo no sé qué haría.
Sansker abrió los ojos y se encontró acostado sobre su espalda, mirando hacia el techo de madera. Parpadeó, intentando recordar en qué momento había decidido dormir. Las tablas del techo cobraron nitidez y pudo reconocer los contornos familiares de su cabaña. Lo último que recordaba era estar hablando con Sakamoto Ryoma, algo sobre la muerte… Sansker no quiso pensar más en ello, se sentía increíblemente cansado… mejor volver a dormirse. Cerro los ojos otra vez… ya se disculparía con Nagi y Fugaku luego… El Tsuchigazuki estaba muerto de todas formas, no importaba…
John abrió los ojos de golpe al recordar todo. La lucha contra él Oni, el último ataque desperado del demonio, y el momento en que empujo a Nagi fuera del camino. ¿Qué estaba haciendo acostado? Sansker movió el brazo para apartar las sábanas y enderezarse. Pero ni bien puso fuerza en su torso un torrente de dolor azoto su pecho, y por poco le hizo gritar de pura agonía. Soltando un gruñido estrangulado Sansker cayó sobre la cama otra vez, mirando hacia abajo. Estaba vestido solo con sus pantalones negros, y tenía el torso desnudo, excepto por una serie de vendas que lo apretaban fuertemente. Toco la zona con la mano, y sintió otra punzada de dolor que lo convenció de detener su exploración. Alguien había operado para salvarle la vida ¿Cuánto tiempo había pasado desde el ataque? ¿Cómo estaban Nagi y Fugaku? Sin duda ellos lo trajeron de regreso a la aldea, pero…
—Me pareció escuchar algo, solo quiero…—dijo Hatsuho cruzando el pequeño biombo de bambú que separaba la cama del resto de la cabaña. Los ojos de la joven se cruzaron con los suyos, pero antes de que pudiera decir algo, Hatsuho prácticamente se arrojó sobre él— ¡Estás despierto!
Sansker apretó los dientes, y para ser justos Hatsuho tuvo cuidado de no apoyarse sobre su pecho, pero aun así el dolor le hizo gruñir cuando ella aferro su cabeza y lo abrazo con fuerza. El grito de Hatsuho alerto a los demás que se movieron de inmediato para verificar si estaba en lo cierto. John capto una breve vista de sus compañeros, atrapado como estaba por la joven, pero todos se pusieron a hablar casi al mismo tiempo.
—Oh, miren nada más. Bienvenido otra vez al mundo de los vivos, novato—dijo Fugaku con una sonrisa socarrona.
— ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! ¡¿Tienes idea de lo preocupados que estuvimos?!—exclamo Hatsuho soltándolo finalmente, y parpadeando con fuerza, como si tuviera algo en los ojos.
—Nos hiciste temer lo peor por un momento—comentó Ibuki.
— ¡Maldito idiota descuidado!—exclamo Ōka— ¡Nunca vuelvas a hacer algo así!
—No podemos permitirnos perder a nuestro capitán en estos momentos—dijo Hayatori.
—Gracias al cielo…—murmuró Kikka.
—Está bien, lo siento—dijo Sansker apenas pudo intervenir—la próxima pediré permiso ¿de acuerdo?
Aquello no hizo muy feliz a Ōka o Hatsuho que volvieron a regañarlo, pero al menos Fugaku le ofreció ayuda para incorporarse, ayudándolo a sentarse, aunque su pecho protesto por el movimiento, haciéndole sentir como si alguien lo estuviera apuñalando.
—No te confíes, esta estuvo demasiado cerca para mi gusto—dijo Fugaku—Si no fuera por Nagi no la estarías contando, deberías tener más cuidado.
—Eso mismo, no puedes ponerte en peligro sin pensar—dijo Ōka que parecía divida entre la rabia y un alivio tremendo.
—Lo siento, de verdad… no tuve mucho tiempo para pensarlo—dijo Sansker ya más seriamente. Paseo su mirada por todos los presentes— ¿Qué fue lo que pasó? Lo último que recuerdo fue el golpe y comenzar a desangrarme sobre la nieve.
—Nagi te salvo la vida—dijo Fugaku—te opero en el campo y nos dio tiempo de traerte de regreso. Has estado fuera de combate por 3 días.
— ¿Dónde está Nagi?—preguntó Sansker, dándose cuenta que la arquera no estaba presente.
—La convencí de que tomara un descanso—dijo Ōka—no ha dejado tu lado desde que regresaron.
—Deberías ir a buscarla y darle las gracias, novato—dijo Fugaku—apuesto que ella también quiere darte las gracias a ti.
—Tienes razón. Le debo la vida después de todo—Sansker cerró los ojos y se puso de pie. Sus piernas protestaron por la carga y poco falto para que perdiera el equilibrio, pero finalmente logro sostenerse por sus propios medios.
—Espera ¿es buena idea que te muevas?—preguntó Kikka, que avanzo hacia él, sujetando su brazo—Acabas de despertarte. Quizás deberías descansar un poco más.
—Si he estado en cama 3 días, creo que ya descansé lo suficiente—replicó John dándole una sonrisa para tranquilizarla—Además lo último que quiero es volver a intentar sentarme por un rato.
—Este está hecho de una pasta dura, estará bien—dijo Fugaku. El Asesino dio un paso al frente y le dio una palmada en la espalda que hizo que a John se le llenaran los ojos de lágrimas—Oh, lo siento.
—No… no lo sientes…—replicó Sansker con los dientes apretados, luchando contra el deseo de golpear a Fugaku.
—Ahora tú eres nuestro experto en asuntos médicos…—dijo Ibuki arqueando una ceja.
Le costó un poco de trabajo, pero finalmente Sansker pudo convencer a los demás que estaba lo bastante bien para caminar por Ukataka. Aunque Ōka y Hatsuho prometieron dejarlo postrado otra vez si se le ocurría salir de la aldea. John no pudo evitar sonreír. A pesar del dolor en su pecho, que hacía que el respirar fuera una experiencia dolorosa, se sentía bastante feliz. Ver la preocupación en sus compañeros y escuchar sus palabras de apoyo hizo que se sintiera tranquilo.
A pesar del poco tiempo que tenía en Ukataka, John había aprendido a apreciarlos a todos. Un cariño que no pensó posible se formó entre él y los demás Asesinos. Ver ese sentimiento reflejado era agradable. Ya no estaba solo, pero una cosa era entenderlo intelectualmente y otra sentirlo. Sansker supo que no podría expresarles nunca su agradecimiento con palabras, y que jamás olvidaría la deuda que tenía con ellos. Una mucho más profunda que con la Montaña Sagrada. Allí había podido sobrevivir, en Ukataka era donde comenzó a vivir una vez más.
—Y no me he olvidado te ti tampoco—dijo Sansker al tomar su gabardina y ver un borrón blanco que salto hacia él. Tenkichi aterrizo en su hombro, gimiendo y aullando de alegría, lamiéndole el rostro y frotándose contra él, deslizándose entre sus hombros como si fuera una serpiente—También te extrañe Ten…
Estiro la mano para acariciar a la Tenko que mordió sus dedos juguetonamente, incapaz de que quedarse quieta. John la dejo hacer lo que quisiera, y le tomo varios minutos conseguir que Tenkichi se calmara, dejándolo lleno de babas y pelo blanco. Sansker no le hubiera molestado quedarse con ella un rato, pero tenía otro objetivo, así que dejo a Ten mordisqueando una de sus botas y salió de su cabaña, buscando a Nagi.
Nagi estaba intentando distraerse, pero solo consiguió deambular sin rumbo por los alrededores del cuartel. Ōka le había dicho que descansara, y en términos médicos ya no podía hacer nada por su paciente, pero sus emociones se rehusaban a ser controladas por la lógica. Aún no podía creer que hubiera tenido el valor para operar a Sansker no una sino dos veces. Luego de que el miedo se fuera, fue una cuestión de recordar sus estudios y su práctica. Como al sostener a Calma Nocturna, sus manos recuperaron la firmeza y pudo hacer lo que tenía que hacerse.
—Pega rojo con rojo, amarillo con amarillo y blanco con blanco, así te aseguraras de estar al tanto…—murmuro Nagi, recordando la frase con una sonrisa. La había compuesto su amiga en broma cuando Nagi le explico algunos detalles sobre anatomía y tratamientos de heridas. Era una manera fácil de recordar y entender que coser y como cuando tenías un herido.
—Vaya, si es así de fácil, quizás yo pudiera intentarlo—dijo una voz interrumpiendo sus pensamientos.
— ¡Sansker!—exclamó Nagi dando un respingo.
El hombre le sonrió, inclinando la cabeza a modo de saludo. Verlo de pie y consciente la lleno de un alivio tremendo, pero aun así noto como la herida lo afectaba. Sansker se movía de manera rígida, respirando poco profundamente, ni siquiera se molestó en ponerse una camisa, solo se colocó su abrigo como una capa para cubrirse, dejando entrever las vendas que aún sujetaban sus costillas rotas. Pero estaba vivo, despierto y hablando.
— ¿Cómo te sientes?—preguntó ella rápidamente, dando un paso hacia él y abriendo su abrigo para asegurarse que las heridas no se hubiera abierto—Sufriste una herida muy grave, deberías estar descansando.
—Lo sé, pero tenía que buscarte—dijo Sansker—Me salvaste la vida Nagi. Te quería agradecer por ello. Y necesitaba ver si estabas bien, lo último que recuerdo tú estabas en la línea de fuego ¿Estas bien?
— ¿Yo? Tú me salvaste la vida—replicó Nagi sacudiendo la cabeza ¿es que él no se daba cuenta de lo mucho que le debía?—Gracias a ti es que no sufrí ninguna herida. Yo soy la que tiene que estar agradecida… no sé si algún día podre compensarte siquiera una parte de lo que has hecho por mi.
—No nos perdamos demasiado con deudas—dijo él encogiéndose de hombros—Digamos que en este caso estamos a mano. A pesar de todo, gracias Nagi, por salvar mi vida.
Ella suspiro y acepto el agradecimiento. Sería grosero hacer otra cosa, y encajaba bien con la imagen que ella tenía de Sansker, de alguien generoso y amable. Al principio parecía ser tan distante como Hayatori, o al menos reservado con su pasado igual que Fugaku. Era como si ahora una sombra se hubiera levantado de su semblante, Nagi se preguntó si él sería consciente de ese cambio.
—Nunca pensé que podría volver a practicar cirugía—dijo finalmente, levantando sus manos para mirarlas—Cuando vi toda esa sangre manando de ti… pensé que me ahogaría con mi propio miedo. Pero mi miedo más grande era dejarte morir… sabía las consecuencias de no hacer nada, así que tuve que actuar. Ni siquiera me di cuenta de lo que hacía hasta que regresamos a la aldea…—Nagi apretó sus manos para convertirlas en puños—Estaba… estaba tan aliviada de haber podido salvarte…
Nagi no pudo evitarlo y sus ojos se llenaron de lágrimas, a pesar de que se sentía tan feliz.
—Siempre tuviste la capacidad, Nagi, solo necesitabas un pequeño empujón—dijo él sonriendo.
—Lo-lo siento… estos no son momentos para lagrimas—dijo ella limpiándose los ojos. Dudaba que Sansker tuviera razón, sin él ella nunca hubiera tenido el valor de hacer lo que hizo— 'Te convertirás en la mejor doctora en el mundo…' ¿Quizás aún pueda cumplir esa promesa?
—Eso dependerá de ti, pero si me preguntas a mi estoy seguro de que podrás hacerlo—dijo Sansker.
—Eres una persona mucho más fuerte que yo, Sansker—dijo Nagi asintiendo, se llevó una mano al pecho—Cumpliré mi promesa, pero fue solo gracias a que me diste parte de tu entereza que puedo estar aquí y ahora… te lo agradezco, Sansker, desde el fondo de mi corazón, muchas gracias.
Nagi inclino la cabeza respetuosamente. De repente sintió un calor en su pecho y una luz azul celeste envolvió su cuerpo. Nagi vio la imagen de su Mitama, el famoso medico Ogata Koan, un espíritu igual al suyo, dedicado al estudio y la curación. El venerable doctor tenía el cabello marrón oscuro y largo, con un rostro tranquilo y un hakama rojo y purpura claro. Nagi siempre se sintió identificada con él, incluso cuando su miedo y dudas la llevaron a dejar la curación, Koan nunca la había abandonado. El espíritu miro a Sansker un momento y asintió, entonces su imagen se partió en dos, creado dos reflejos del doctor, uno regreso dentro de Nagi y el otro se movió, introduciéndose en el pecho de Sansker.
—Por la tierra y por el pueblo—dijo Ogata Koan, desapareciendo dentro de su compañero.
—Mi Mitama… se ha dividido…—dijo Nagi. Podía sentir a Koan en su interior, pero también la parte de él que ahora acompañaba a Sansker, aun conectada a la original.
— ¿Pero qué…?—preguntó Sansker, confundido— ¿Qué paso?
—Según cuentan, las Mitama a veces pueden dividirse cuando encuentran dos almas en las que confían—dijo Nagi, sonriendo suavemente al entender lo que estaba sucediendo—Ogata Koan te ha escogido, Sansker, y con él va una parte de mi alma. Me alegro mucho de que podamos compartir este vínculo, por favor cuida bien de esa parte de mi.
—… Lo haré, gracias por tu confianza Nagi—dijo Sansker llevándose una mano al pecho.
Nagi asintió, ahora una parte de ella siempre estaría con él. Y eso estaba perfectamente bien.
Luego de hablar con Nagi, Sansker fue a buscar a Yamato. Se encontró con Yu en la recepción, que sonrió aliviada al verlo recuperado. Su padre estaba allí y la joven los dejo para que hablaran por un momento.
—Nos diste un buen susto, Sansker—dijo Yamato examinándolo con su único ojo—Salvaste a Nagi, pero esa clase de riesgos no son propios de un oficial al mando. Ten más cuidado en el futuro.
—Lo tendré, pero dudo que los Oni piensen tomárselo con calma—replicó Sansker.
—No cooperan demasiado con nuestros planes, no—asintió Yamato—Escuche que recuperaste una Mitama del Oni ¿deberíamos pedirle a Kikka que use su clarividencia?
—El alma pertenece a Sakamoto Ryoma, pero dice que no conoce al comandante—respondió Sansker negando con la cabeza—Podríamos intentar, aunque no creo que funcione.
—Es una lástima, esperaba que pudiéramos avanzar nuestra investigación—dijo Yamato—No quiero presionarte, pero sin ti nuestra cacería de Mitama no tiene sentido. Normalmente te daría todo el tiempo que necesitaras para recuperarte…
—El tiempo no está de nuestro lado—termino Sansker por él—Lo entiendo. Apenas pueda volveré a la cacería.
Yamato asintió, aunque tuvo la impresión de que el jefe resentía tener que tomar esa decisión. Sansker se despidió y regreso a su cabaña. Se sentía cansado, aunque apenas había caminado un poco. Le sorprendió descubrir que deseaba volver a luchar. Estaba empezando a tomarse su papel de defensor de la aldea en serio. Al llegar a su puerta la abrió y dio un paso adentro, pero sintió algo detrás de él y se dio vuelta, encontrándose con Hayatori que lo miraba con calma, a escasos centímetros de él. Sansker dio un respingo, y poco falto para que diera un salto. No había escuchado al tipo acercarse en lo absoluto.
— ¡Por amor de…!—exclamo Sansker controlando su reacción—Eres bastante silencioso ¿verdad?
—Lo siento, quise decir algo, pero no tuve ocasión—respondió Hayatori, inclinando la cabeza a modo de disculpa.
— ¿Ocurre algo?
Sansker había aprendido bastante de sus compañeros en las semanas que tenía de vivir en la aldea, pero Hayatori era un completo misterio para él. Reservado, solitario y críptico, el Asesino de las dagas no solía mezclarse con los otros, apenas hablaba durante las misiones y solo aparecía cuando era necesitado. Según Hatsuho, Hayatori esperaba colgado en alguna parte hasta el momento en que era necesario.
—Solo deseaba reportarme—dijo Hayatori—No podemos correr el riesgo de perder a nuestro capitán. De ahora en adelante será mejor que me convierta en tu sombra, para garantizar tu supervivencia.
—No estoy en contra de vivir un poco más, pero dudo que pase algo en la aldea—replicó Sansker—Seguro que tienes mejores cosas que hacer.
—Mi deber como ninja… digo, como Asesino es lo único que me involucra—dijo Hayatori negando con la cabeza—Una sombra necesita a un líder. No al revés.
—Hay más cosas en la vida que el deber, Hayatori.
—Tal vez, pero no son cosas que puedan distraerme. Defender la aldea, eliminar al enemigo, proteger al capitán… mientras yo perdure estas tareas no estarán completadas. Eso es todo.
Sansker arqueo una ceja, pero Hayatori realmente creía lo que decía.
— ¿Y té gusta? Tu misión digo, ya que vives para ello, ¿te gusta ser un Asesino?
—Es la única manera que conozco—respondió Hayatori, su ojo libre se topó con los de Sansker— ¿Y tú?
Aunque era natural, la pregunta lo tomo por sorpresa. Hayatori tenía una extraña intensidad en su mirada, algo familiar que Sansker no pudo identificar. ¿Le gustaba ser Asesino? No lo había pensado nunca. Al principio unirse a los guerreros de la Montaña Sagrada fue solo inercia. No deseaba pensar, no deseaba estar a solas con sus pensamientos. El entrenamiento era duro, constante, como la Marina. Allí pudo solo actuar sin tener que pensar demasiado. Luego venir a Ukataka y luchar fue parte de lo mismo. No tenía simpatía por los Oni y volverse un arma contra ellos era algo, le dio un propósito cuando no tenía nada. Ahora sus razones para luchar eran más profundas, pero ¿le gustaba?
—Curioso… la verdad es que no lo sé—dijo Sansker apartando la mirada y recordando—Es igual que cuando me uní a la Marina. Cuando me quise dar cuenta ya era parte de mi vida, y no me detuve a pensar si me gustaba o no… pero hay algo que se me gusta. Destruir el mal, proteger a otros… ser un Asesino me permite ayudar a la gente y poner este poder en uso. Eso es lo que me gusta de mi trabajo, Hayatori.
El Asesino se quedó pensando, y Sansker aprovecho para abrir su puerta, atajando el pequeño borrón blanco de Ten cuando esta intento saltar sobre él. Por suerte era demasiado liviana para causarle dolor al tomarla en brazos. John se volvió hacia Hayatori.
—No creo que…—Se interrumpió al ver el rostro de su compañero. El único ojo de Hayatori estaba fijo en Tenkichi y todo su lenguaje corporal había cambiado en un segundo— ¿Hayatori?
— ¿Ese… ese es tu Tenko?—pregunto el ninja con voz suave y casi quebradiza. Se inclino hacia adelante completamente embelesado—Ese pelaje… Es tan… blanco y suave
—Sí, esta es Tenkichi, o Ten—dijo Sansker arqueando una ceja.
— ¿Puedo… puedo acariciarla?
Tenkichi, que entendió que hablaban de ella, comenzó a olisquear el aire y al final salto hacia Hayatori, dejando que el Asesino la cargara y consiguiendo que su expresión se derritiera en una de completa felicidad. John reprimió una sonrisa al notar el cambio. Parecía que el ninja también tenía algo que le gustaba además de su deber después de todo. Hayatori se dio cuenta del espectáculo que estaba haciendo y se apresuró a calmarse, colocando a Tenkichi en el suelo y aclarándose la garganta.
—Sí, los Tenko son… fascinantes… gracias por la experiencia—dijo Hayatori intentando recuperar su tono usual y evitando su mirada.
—Vuelve cuando gustes, creo que le caíste bien.
El ninja asintió marchándose, pero claramente distraído. Sansker sacudió la cabeza y entro en la cabaña.
Por los siguientes 5 días Sansker estuvo convaleciente, y alejado del campo de batalla por orden de Nagi. Quien seguía atendiéndolo, pero John pensó que era una pérdida de tiempo. El dolor de su pecho disminuyo hasta casi desaparecer en un par de días, y la herida se cerró sin problemas. Apenas dos días luego de despertar podía moverse y sentarse sin problemas, y para el quinto día ya no sentía más que una ligera molestia si hacia un esfuerzo físico intenso. Nagi le advirtió que eso se debía al poder de su Mitama, Koan, y que no dependiera de ello para hacer tonterías.
Sansker tuvo que rendirse a su experiencia. Aunque se sentía mejor, no olvidaba la sensación de su vida escapándose de su cuerpo al igual que su sangre. No se sentía inmortal, ni pensaba probar hasta qué punto su cuerpo podía romperse y volver. Claro que eso era una cosa y estar en la aldea sin poder hacer nada era otra. Nagi no le permitió entrenar ni ayudar con nada pesado, lo cual estaba bien, pero con la sensación de urgencia para encontrar al Oni comandante, Sansker no pudo evitar sentirse frustrado.
Kikka le hizo compañía durante su convalecencia, compartiendo sus comidas, hablando, e incluso ayudando a Nagi con sus labores de enfermera, y aunque le gustaba tenerla cerca, notaba que algo le preocupaba. La joven hacía lo posible para mostrarle un rostro alegre, pero sus ojos no podían mentir. Aun así respondió con evasivas cuando él trato de hablar al respecto. Entre eso y la espera, esos días recuperándose se le hicieron eternos. Pero finalmente Nagi tuvo que aceptar que estaba lo bastante recuperado para volver al campo de batalla.
—Preferiría que descansaras unos días más—dijo la doctora al terminar su último examen médico—Pero creo que sería inútil decirlo… al menos prométeme que tendrás cuidado, Sansker.
—Por supuesto, no tengo deseos de pasar por lo mismo otra vez—respondió John colocándose su abrigo nuevamente y tomando sus armas por primera vez en días. El peso de la espada y el escudo le hicieron sentirse entero otra vez—Gracias por todo Nagi.
—Si tienes algún problema no dudes en consultarme—dijo ella dando un suspiro y forzando una sonrisa—por ahora creo que es oficial, estas de alta, felicidades.
Nagi se marchó, dejando a Sansker solo. Él probo moviendo sus brazos y torso. Se sentía algo tenso en las articulaciones, pero ya no notaba ningún dolor. Estaba listo para volver a cazar Oni. Salió de su cabaña, despidiéndose de Tenkichi, y fue a buscar el pequeño templo del Árbol Sagrado, para dejar su ofrenda. Fue recompensado con otra nada apetitosa fruta que guardo en su bolsillo. Se la daría a Ten para la cena. Se marcho hacia el cuartel y fue allí, al llegar a la cima de las escaleras, que se encontró con Kikka.
—Buenos días, John—dijo la joven con una sonrisa, aunque esta desapareció al ver la espada y el escudo a su espalda—Eso es… ¿Nagi ya te ha dado de alta?
—Buenos días Kikka, sí, acabo de verla. Finalmente logre convencerla—dijo Sansker encogiéndose de hombros—Pensé que te gustaría verme curado.
— ¿Qué? Oh… Claro que me alegra, es bueno saber que te recuperaste—dijo Kikka rápidamente—No lo esperaba tan pronto, apenas han sido unos días.
Sansker suspiró al ver que Kikka evitaba su mirada. Allí estaba, ese algo que le molestaba y que no quería decirle. Normalmente Sansker lo dejaría así, pero ya era demasiado y estaba comenzando a preocuparse.
—Sano rápido parece, no es que me queje—dijo él, cruzándose de brazos—… ¿Ahora sí me dirás que es lo que ocurre?
—No sé de qué hablas—dijo ella negando con la cabeza, sus manos se tensaron junto a la tela de su vestido—Estas empezando a sonar como Ōka, preocupándote por cada pequeña cosa. no estoy hecha de vidrio ¿sabes?
—Por supuesto que no, pero si estás distraída… lo has estado por días—replicó Sansker sin alterarse—Claramente sucede algo, y quisiera ayudar si puedo.
—No se trata de…—empezó Kikka pero un grito la interrumpió.
— ¡Por favor tienen que ayudarlo!
El grito vino del interior del cuartel. Sansker y Kikka intercambiaron una mirada y entraron para ver de qué se trataba. En la recepción una mujer joven estaba hablando con Yamato. La mujer tenía la típica ropa loca, el cabello negro oscuro y un rostro agradable. Tenía una expresión de pánico mientras hablaba con él jefe. Ibuki y Fugaku también aparecieron, atraídos por el ruido.
— ¿Qué es lo que sucede?—preguntó Ibuki.
—Una unidad de exploradores ha desaparecido—dijo Yamato volviéndose hacia ellos.
—Por favor, mi esposo estaba con ellos y no ha regresado—dijo la mujer—Alguien tiene que hacer algo.
—Un pequeño grupo se separó del resto cuando fueron atacados—explico Yamato—Los otros han regresado, pero estos ya han estado demasiado tiempo en el Otro Mundo…
Kikka se llevó las manos a la boca y Sansker apretó los puños. Eso quería decir que los exploradores habían absorbido demasiado Miasma y probablemente estaba muertos o muy cerca de ello. Aventurarse en el Otro Mundo era peligroso y no solo por los Oni, sin importar quien fuera, nadie podía sobrevivir allí por mucho tiempo.
— ¿Dónde lo vieron por última vez?—interrumpió Ibuki dirigiéndose a la mujer. Su mano se movió para aferrar ese peine de mujer que siempre llevaba colgado al cuello.
— ¿Qué?—la mujer parpadeo, sorprendida por la vehemencia del lancero.
—Tu marido ¿Dónde estaba explorando cuando se separó de su unidad?—preguntó Ibuki con más calma—Dímelo, iré a buscarlo y hare que regrese a tu lado, te lo prometo. Tú solo espera aquí.
—Yo… gracias, señor, muchas gracias—dijo la mujer con lágrimas de alegría—Se suponía que irían a la Era de Gracia…
—El grupo debe estar cerca de su límite, Ibuki—dijo Yamato—No hay garantía de que lo puedan encontrar a tiempo.
—Pero hay una oportunidad—replicó Ibuki—Tenemos que salvar todas las vidas que podamos ¿no es así?
—Hmm…—Yamato suspiro y levanto la vista—Sansker, asumo que ya te encuentras mejor.
—Estoy listo para cualquier tarea, jefe—respondió él—Y estoy de acuerdo con Ibuki. Tenemos que intentarlo al menos.
—Muy bien, tú, Ibuki y Fugaku serán los que vayan, pero tienen que salir de inmediato—dijo Yamato asintiendo.
—Ja, parece que vamos en misión de rescate—dijo Fugaku apretando sus puños y frotándose los nudillos.
Sansker asintió, pero antes de dar un paso se volvió hacia Kikka que tenía una expresión sombría en el rostro.
—John… yo quería…—Kikka parecía luchar para encontrar las palabras correctas. Junto sus manos sobre su pecho y suspiro—Ten cuidado allí fuera, y que la fortuna te sea favorable
—Lo tendré—dijo Sansker sonriéndole—Hablaremos cuando regrese ¿de acuerdo?
Kikka asintió y Sansker se dio la vuelta para seguir a Ibuki y Fugaku que ya estaba atravesando el puente para ir a buscar al explorador. Era de vuelta a la acción, lanzándose a la boca del lobo de cabeza.
