XVII – Pesadilla
—Otros 3 Asesinos no se reportaron hoy—dijo Yamato—Y al menos 5 exploradores. Si contamos a los que perdimos antes…
—Ya llevamos dos docenas en total—terminó Sansker por él.
Yamato cerro su único ojo, con una expresión grave. John miro los reportes de los exploradores que estaban sobre el escritorio de la recepción. La actividad Oni se había incrementado en toda la zona, como era de esperarse, y sus fuerzas estaban siendo diezmadas lentamente. En los últimos 3 días Sansker tuvo que cazar 5 Oni gigantes, por no mencionar reorganizar patrullas y misiones debido a las bajas.
—No tenemos manera de predecir quienes se verán afectados por esta enfermedad—murmuro Yamato—Si seguimos así, perderemos la mitad de nuestras fuerzas en una semana, más incluso.
Sansker asintió. Todo parecía haberse acelerado con la perdida de Hatsuho. Todos los días alguien más caía enfermo en Ukataka, no solo los aldeanos si no sus defensores. La presión por encontrar al Oni responsable y detenerlo se incrementaba día a día.
—Ōka e Ibuki regresaron, pero aún no han encontrado nada—dijo Sansker—Tal vez una operación de búsqueda más larga sea necesario. Si usted está de acuerdo, jefe.
—Muy bien, pero no podré enviar más exploradores, necesito a los que quedan para vigilar la zona—respondió Yamato. El viejo guerrero suspiró, poniendo sus manos detrás de su espalda—Esta es la peor clase de enemigo que podíamos enfrentar. Oni que te atacan en tus sueños… ya ningún lugar es seguro.
—Casi todos en esta aldea tienen algún arrepentimiento en su pasado, o han perdido a alguien que amaban—dijo Sansker—Habrá más víctimas hasta que acabemos con el Mizuchime.
—Estoy de acuerdo. Y por eso quiero que vigiles bien a todos—dijo Yamato—No podemos darnos el lujo de perder más de nuestras fuerzas.
Sansker miro hacia el costado. Nagi estaba hablando con los médicos en un extremo del cuartel. Ōka y Kikka tenían una conversación junto al pequeño altar cerca de la entrada. Hayatori terminaba de firmar una petición en el tablón de anuncios que había logrado completar. Solo Fugaku e Ibuki estaban ausentes de momento ¿Cuál de ellos podía estar teniendo sueños sobre el pasado? Escuchando la voz de seres queridos que ya no estaban y siendo tentados a dormir por siempre. John tembló al recordar los sueños que había tenido sobre su hogar.
—No sé si podamos hacer algo—dijo con voz apagada. Si Hatsuho hubiera estado allí quizás la joven hubiera podido tener en entusiasmo para tratar y sonar confiada—De momento siguen en pie y luchando como siempre.
—La superficie de un lago puede parecer calma y ocultar toda suerte de caos bajo sus sombras—replico Yamato, girándose para mirarlo directamente— ¿Tienes algo que quieras decirme, Sansker?
La pregunta no era del todo inesperada, pero la respuesta era cualquier cosa menos clara. Todos los acontecimientos recientes no habían hecho que John olvidara sus preocupaciones, ni sus asuntos pendientes. El trabajo era una manera de no pensar en nada más que en el presente, de darse tiempo. Sansker no pudo sostener la mirada de Yamato, no con tantas cosas en su mente.
—No sabría por dónde empezar, jefe—respondió al final—Pero si es sobre mi situación actual, mi mente está aquí y ahora, no en el pasado.
—Lo que me preocupa es donde esta tu corazón—replicó Yamato sin inmutarse—No puedo decir conocerte tanto como desearía, eres un hombre reservado. Pero sé que no estás dedicándote como normalmente lo harías. No preguntaré, este tipo de cosas se deben compartir libremente. Solo asegúrate de que hagas lo que hagas, seas honesto contigo mismo.
Ibuki caminaba por la aldea, su mano sujetando el peine que siempre llevaba al cuello sintiéndolo tan pesado como una cadena, pero incapaz de removerlo. La Enfermedad del Sueño, una aflicción que tomaba a los que deseaban revivir el pasado y ver a sus seres queridos. La pobre Hatsuho había sido arrastrada también, llamada por un pasado lejano que no lo era para ella. No era justo, en eso todos estaban de acuerdo. Todos deseaban encontrar al Oni responsable y traerla de vuelta, igual que a todos los demás.
Por tres días había salido junto a Ōka y los exploradores en busca del Mizuchime, y cada vez regresaban con las manos vacías. El tiempo se acababa, apenas quedaban 12 días para que se cumplieran los 100 días de la enfermedad y las almas de las victimas fueran tomadas. Ibuki sabía que esa posibilidad debería empujarlo a la acción, a buscar con más esfuerzo. No podía decepcionar a alguien más, como le había fallado a la mujer del explorador o a…
—Kanade…—murmuro el lancero y su puño apretó el adorno para el pelo, Se sentía vacío, decepcionado. Mientras debía pensar en los demás se enfocaba en si mismo.
Si la Enfermedad del Sueño de verdad tomaba a los que deseaban ver a sus seres queridos ¿por qué él seguía allí? Kanade había sido todo para él, y su propia debilidad la había matado. Perderla fue lo peor que Ibuki había experimentado, y por eso juro nunca volver a involucrarse con nadie. Era un absurdo por supuesto, él mismo lo sabía. No se podía vivir sin que te importara alguien, no podías aislarte de todos y pretender que vivías solo por hoy… ¿verdad?
—Claro… tiene sentido—dijo Ibuki riéndose en voz alta sin ninguna alegría—se suponía que era un acto… que solo fingía porque no quería sentir ese dolor otra vez… y sin darme cuenta me volví alguien a quien nada le importa.
¿Por qué otra razón la enfermedad no le afectaba? Ya no deseaba ver a Kanade como antes. Ibuki se puso a reír otra vez. Ahora era de verdad un hombre que no tenía nada. No solo había perdido al amor de su vida, ya ni siquiera le quedaba el dolor de esa perdida. Era un Asesino sin futuro, sin pasado, alguien sin ataduras.
— ¿Cuál es el punto?—mascullo Ibuki—Kanade… si ya no tengo nada… ¿por qué sigo aquí?
No obtuvo respuesta. Quizás nunca había existido una. Ibuki solo sabía una cosa, no podía soportarlo más y no era posible extirpar el dolor, quizás pudiera ahogarlo.
Ōka se dirigió hacia la casa de Hatsuho para visitarla. Habían trasladado a la joven de regreso a su hogar, pensando que era mejor dejarla dormir en su propia cama. Ōka entro en la cabaña, haciendo la puerta corrediza a un lado. Igual que la cabaña de Sansker, esta consistía en una única habitación, con una pequeña cama en la esquina donde Hatsuho dormía, bajo la atenta mirada de Nagi, que estaba sentada junto a ella en una silla de madera.
— ¿Cómo sigue, Nagi?—preguntó Ōka desde la puerta.
—Ningún cambio—respondió la arquera volviéndose—Me temo que ella sigue en su sueño.
Ōka asintió, caminando hasta la cama. Hatsuho yacía boca arriba, respirando tranquila y regularmente, su expresión era relajada y apacible. Se la veía tan relajada que Ōka casi se sintió mal por querer despertarla. Era peor ahora que sabía la verdad. Y aun así se sentía extraño ver a la joven normalmente tan activa de esta forma. Hatsuho siempre fue enérgica, quizás al punto del exceso, pero esa disposición y entrega eran contagiosas.
—Tiene sentido… pero en cuanto encontremos al Oni que hizo esto podremos traerla de vuelta—dijo Ōka. Estiro la mano para acariciarle la cabeza a la joven—Aguanta un poco más, te recuperaremos pronto.
—Es frustrante no poder ayudar—dijo Nagi con un suspiro—Con tantos dormidos todos tenemos demasiado que hacer.
Y era verdad. A pesar de la preocupación, los Oni no dejaban de atacar, obligándoles a realizar más cacerías que de costumbre. Aun así todos habían acordado tomarse turnos para velar por Hatsuho. Ōka deseaba hacer lo mismo, incluso si su misión también era importante.
—Ibuki y yo nos ocuparemos de todo, solo asegurémonos de estar allí para recibirla cuando despierte—dijo Ōka.
Nagi sonrió débilmente, mostrando su acuerdo. Ōka se quedó unos minutos más, pero no podía retrasarse mucho. Debía salir con Ibuki pronto. Hasta ahora su búsqueda era infructuosa, pero tenía la idea de viajar mucho más profundo dentro del Otro Mundo esta vez, quizás incluso dejar la aldea por un par de días para seguir cualquier rastro. Se despidió de la arquera y dejo la cabaña para buscar a Ibuki. Habían acordado encontrarse en el cuartel, pero no lo vio allí cuando fue más temprano, quizás ya hubiera regresado. Llego hasta las escaleras donde se topó con Sansker y Fugaku caminando en sentido contrario.
—Ōka, allí estas ¿no has visto a Ibuki?—preguntó Sansker.
—Esperaba encontrarlo aquí—respondió ella frunciendo el ceño. ¿Dónde se había mentido? —Sera mejor que lo busquemos, ya debería haber llegado.
Sansker asintió y Fugaku se encogió de hombros. Los tres empezaron su búsqueda en las cocinas, pero no había señales de Ibuki allí. Tampoco lo vieron en el templo o la forja, incluso miraron en la Piscina de la Pureza. Ōka no podía entenderlo ¿acaso Ibuki también había caído presa de la Enfermedad del Sueño? El trio fue a buscarlo a su casa, pero en el camino encontraron su respuesta.
Ibuki estaba en la entrada de la taberna, que quedaba en el nivel inferior a la calle principal de la aldea. El Asesino estaba apoyado contra la pared de madera y levanto la vista al verlos llegar, sonriendo ampliamente.
—Vaya, pero si es la pequeña Ōka—Ibuki los recibió con una voz inusualmente alegre. Tanto que sonaba forzada— ¿Cómo es que una belleza como tú sigue sola? Es un desperdicio, necesitas encontrar a alguien.
Normalmente esas palabras hubieran hecho que Ōka golpeara al lancero con fuerza, pero algo en su voz no le gusto. La manera en la que arrastraba sus palabras, ese tono tan inusual, y el ligero tambaleo cuando se separó de la taberna. Ōka se acercó a Ibuki, y fue cuando noto el fuerte aroma que lo rodeaba.
—Ibuki, apestas a alcohol—dijo Ōka con voz serena. Casi deseaba que él la contradijera— ¿Estás borracho?
—Así es… estoy borracho, completamente ebrio—asintió Ibuki sonriendo.
Esto era demasiado. Ōka conocía a Ibuki bien. El tipo era un bromista, algo mujeriego, pero nunca lo había visto de esa forma. Normalmente podía tolerar sus bromas, con el castigo correcto, porque sabía que no hablaba en serio, porque podía ver la bondad que se escondía detrás de sus gestos. La imagen que tenía delante no le producía ira, solo le transmitía un dolor increíble. Sansker y Fugaku estaban completamente confundidos, mirándose sin saber que decir.
—Ibuki ¿qué sucede?—preguntó Ōka mirándolo a los ojos— ¿Paso algo?
—No ocurre nada… solo me estoy divirtiendo, es todo. Tú…—respondió Ibuki—necesitas aprender a relajarte más… no hay razón para intentar ser un héroe todo el tiempo, deberías ser más consciente de tus límites.
Fugaku soltó un bufido.
—Todavía no puedes superarlo ¿verdad?—dijo el Asesino acercándose al lancero—Deja de decir tonterías, puedes proteger lo que sea si eres lo bastante fuerte. No hagas escusas por tu debilidad.
— ¿Y qué fue lo que pudiste proteger?—replicó Ibuki, su rostro ensombreciéndose— ¿Acaso pudiste proteger tu aldea?
— ¡Hijo de…!—Fugaku se arrojó sobre Ibuki en un parpadeo, dándole un golpe tan fuerte que el lancero se tambaleo hacia atrás, sujetando su rostro. Y hubiera seguido si Sansker no hubiera intervenido, sujetando a Fugaku por los brazos y tirando de él hacia atrás.
—Maldita sea Ibuki ¿qué diablos te pasa?—exclamó Sansker apartando a Fugaku y poniéndole una mano en el pecho para evitar que siguiera—Eso estuvo completamente fuera de lugar.
—Tú de todos los presentes deberías entender a que me refiero—dijo Ibuki dejando su mejilla, donde tenía la marca del impacto—Preocuparse por otros… amar a otros… eso solo te puede llevar al sufrimiento… el amor solo produce dolor. Por eso es mejor olvidar ¿no? Pretender que nada ha pasado… así es como sigues adelante.
Sansker apretó los labios hasta formar una línea fina. Ōka pudo ver como una expresión de dolor aparecía en los ojos de su compañero. Ibuki estaba hurgando en heridas muy profundas, casi como si quisiera provocarlo igual que a Fugaku. Curiosamente era eso lo que hacía que Ōka se sintiera más triste y apenada que molesta.
— ¿Eso es realmente lo que piensas?—preguntó Sansker en voz baja.
—No importa lo que piense, es la verdad—dijo Ibuki, bajando la mirada.
Aquello era demasiado. Ōka dio un paso al frente, sujetando a Ibuki por su abrigo verde y blanco.
— ¡Ya basta!—exclamó—Ibuki, no sé qué te ocurre pero tienes que calmarte ¿Por qué has estado luchando todo este tiempo? Este no eres tú.
Ibuki no pudo siquiera mirarla. Puso su mano sobre la de ella, tirando para que lo soltara.
—Hey, yo voy con la corriente, así es como vivo mi vida—dijo Ibuki dándose la vuelta—No te tomes nada demasiado en serio, no intentes nada con demasiado empeño… eso es todo.
El lancero se alejó, tambaleándose, dejando a Ōka con la certeza de que estaba mirando a un hombre completamente derrotado.
El encontronazo con Ibuki dejo a todos de un humor sombrío. Fugaku acepto calmarse, pero su expresión mostraba lo frustrado que se encontraba. Sansker solo podía agradecer que el Asesino hubiese dejado que lo separara antes de que ocurriera algo que debieran lamentar. Aunque él no estaba mucho mejor.
Las palabras del lancero le recordaban demasiado sus propias reflexiones. Y su propia culpa. No estaba de acuerdo con la conclusión, y aun así era imposible negar la lógica. Era una que él mismo había aplicado. Si mantenías alejados a todos era mucho más fácil evitar que te lastimaran.
Al final Sansker y los demás se reunieron en el cuartel. Ōka busco a dos voluntarios de entre los Asesinos de la aldea, llevándose a los dos que alguna vez custodiaban a Kikka. John nunca se aprendió sus nombres, y siempre tenían una cara de pocos amigos cuando se encontraban.
—… ¿Ibuki dijo eso?—preguntó Nagi, incrédula, en cuanto Ōka termino de contar todo— ¿Qué será lo que le ocurre?
—No sé y no me importa—replicó Fugaku cruzándose de brazos.
— ¿Tú tienes alguna idea, Ōka?—preguntó Hayatori.
—Escuché que perdió a alguien muy cercano durante el Despertar—dijo Ōka—Pero no sé los detalles. De momento iré con otros a buscar al Oni responsable de la Enfermedad del Sueño… Sansker ¿crees que podrías meterle algo de sentido común a ese cabezón?
John suspiró. Ōka había intentado avisarle sobre Ibuki desde hacía días, pero él no le presto la atención debida. Miro a un costado mientras pensaba. Esta situación era incomoda en más de una forma.
—Puedo intentarlo al menos, pero no prometo nada—dijo finalmente.
—… Por favor—dijo Ōka asintiendo. Luego miro alrededor, como si estuviera buscando algo, bajando la mirada—Está tan callado…
— ¿Qué cosa?—pregunto Fugaku.
—Oh, solo pensaba, está todo muy callado ahora que Hatsuho e Ibuki no están—respondió Ōka.
Hayatori asintió solemnemente. Sansker tuvo que estar de acuerdo. Ellos fueron sus primeros compañeros en Ukataka, a pesar de sus actitudes siempre se sintió bienvenido y curiosamente tranquilo con ellos. Ibuki era de trato fácil, confiable en el campo de batalla y de carácter agradable. Hatsuho era una bola de energía, capaz de impulsar a cualquiera. Era raro no escuchar su voz todos los días.
—Hmph, esos dos son muy débiles si dejan que este Oni los afecte tanto…—mascullo Fugaku.
—Fugaku, eres demasiado duro—intervino Nagi.
— ¿Huh? Parece que no entiendes, así que déjame ponerlo claro—respondió Fugaku girándose hacia ella—Hay muchas personas en este mundo que han perdido padres, amigos, familia. Si a todos ellos los arrastraran sus sueños, no quedaría nadie despierto.
Nagi no pudo responder y aparto la mirada con una expresión preocupada.
—Eres fuerte Fugaku, pero no todos podemos ser tan fuertes como tu—dijo Ōka. Cerro los ojos brevemente—por favor, cuiden de la aldea mientras no estoy… Sansker, te encargo lo demás.
Ōka se dio vuelta, alejándose con los dos Asesinos de armadura roja. Nagi y los demás se escusaron para regresar a sus deberes, pero John se quedó allí solo. La único que podía pensar era lo mal que estaba todo… y lo poco que podía hacer para resolverlo.
La calma no duro mucho, no solía hacerlo esos días. Apenas una hora desde que Ōka se marchara ya tenían otra misión de la que ocuparse. Sansker tomo la tarea con Fugaku y Hayatori, un Amakiri había sido visto en la Era de la Paz. Los tres partieron en silencio, ninguno dispuesto a decir nada. Sansker agradeció el silencio porque no se sentía con ánimos de conversar. Dejo que Hayatori tomara la delantera y se limitó a seguirlo.
El trío llego a su destino rápidamente, la luz del sol se desvaneció y entraron a los terrenos del Otro Mundo. Hayatori los guio a través de algunos pueblos viejos y derruidos, dirigiéndose hacia el centro, donde estaban los barrancos y las entradas de los templos. Según el reporte el Amakiri estaba cazando desde las cimas, por lo que tendrían que subir hasta terreno alto al salir de la zona urbana.
El terreno en el que se encontraban eran una serie de mesetas, elevándose entre profundos cañones y coronadas por las ruinas de templos que se elevaban aún más, creando la ilusión de niveles. Sansker sintió que le recordaba demasiado a la disposición de Ukataka, lo que le hizo suspirar. Hayatori tomo el camino hacia la entrada de uno de los templos y Fugaku lo siguió. El Oni los embosco en ese momento.
Sansker sintió un cambio en el viento al poner un pie en el primer escalón, y escucho un sonido silbante, casi como el de una flecha. Se dio la vuelta, y apenas pudo reaccionar cuando una masa negra paso volando junto a él. Sansker salto hacia atrás escapando de las zarpas y colmillos del Oni por los pelos. Pero la cola de la bestia se movió como un látigo y se agito hacia él. Sansker se concentró, canalizando el espíritu de Amateratsu y tomando su dominio sobre el espacio. Su cuerpo desapareció en un destello de luz y apareció 20 metros hacia atrás, tropezando debido al impulso. El Oni lanzo un gruñido de frustración al haber perdido a su presa, pero continuo su carrera, evitando a Fugaku y Hayatori que se había lanzado sobre él, escaleras abajo. El demonio corrió por el borde de la montaña, se empujó con sus patas y dio vueltas en el aire, aterrizando con agilidad sobre sus garras.
—Encontramos el objetivo—dijo Hayatori.
— ¿Tú crees?—replicó Fugaku—Acabémoslo, tengo unas ganas de destrozar algo.
El Amakiri era igual a un Kazekiri, excepto que su piel era más clara, y sus rasgos más afilados. Las garras, los cuernos que actuaban como su melena, incluso la punta de la cola, en este caso terminaba en una hoja afilada con forma de guadaña, mientras que el Kazekiri tenía una masa pesada. Sansker se quedó mirándolo, recordando el primero que había cazado con Hatsuho e Ibuki. En aquel entonces ellos pudieron sorprender al demonio, ahora este estaba dándole vuelta al resultado.
— ¡Sansker, no te quedes ahí!—bramó Fugaku, sacándolo de sus recuerdos— ¡Prepárate!
John recordó donde estaba y tomo su espada, aferrando el escudo con la otra mano, pero de alguna forma se sentía más lento que de costumbre. Hayatori fue el primero en moverse y se lanzó hacia el Oni, con sus dagas, Golondrinas, en mano. Antes de que hiciera contacto el Asesino desprecio al avanzar, manifestándose luego a un costado del demonio, saltando hacia su flanco. El Amakiri reacciono antes, girando en redondo. Hubo un sonido metálico y Hayatori fue repelido, bloqueando con sus dagas.
Fugaku cargo justo después, levantando los guanteletes, tratando de romperle las patas traseras al Oni. Sansker corrió detrás de ellos, pero estaba muy atrás para intervenir. El Amakiri intento darse la vuelta y usar sus garras, Fugaku se agacho, evitando el golpe y lanzándose desde abajo hacia la bestia. Su golpe le dio a la criatura en el pecho y esta se puso de pie sobre sus patas traseras, gruñendo y arañando el aire inútilmente, dando varios pasos atrás. Sansker vio su oportunidad y se lanzó hacia adelante, espada en mano.
La sombra del Oni se erigió sobre él. Era extraño, la última vez que había estado bajo un Kazekiri el monstruo casi le había matado, irónicamente fue en parte gracias a Hatsuho que John logro invocar a su primer Mitama para evitar morir aplastado. La memoria lo distrajo, su carrera se redujo un segundo, y el Amakiri pudo reaccionar, bajando sus zarpas sobre él. Apenas pudo evitarlas saltando a un lado y rodando en el suelo.
— ¡Maldita sea!—mascullo Sansker apoyando su espada en el suelo para levantarse. Otra zarpa descendió sobre él. Tuvo que saltar hacia atrás, pero el Amakiri giro sobre si mismo, formando un torbellino de viento y extendiendo su cola. El filo al final de esta impacto contra Pridwen, sacando chispas con el contacto y el torbellino de viento estallo, creando una ráfaga de aire que le hizo perder el equilibrio, mandándolo al suelo. En lugar de acabarlo el Oni salto hacia adelante, pasando por encima de Sansker y esquivando a Hayatori otra vez.
— ¿Qué te ocurre, novato?—preguntó Fugaku sin quitarle los ojos al Amakiri—Si te vas a quedar dormido también no debiste venir.
Sansker sacudió la cabeza. Se puso de pie, pero el Oni ya estaba arremetiendo contra Hayatori, poniendo al Asesino en la defensiva. Fugaku se unió al ataque, golpeando al Amakiri en el costado. Ibuki le había dicho que estos Oni eran demasiado agiles y rápidos, lo mejor era emboscarlos, sorprenderlos. En aquella ocasión el lancero uso su poder para lanzar proyectiles y darles la oportunidad de atacar, Sansker podía hacer lo mismo. Debía hacer lo mismo.
Pero ¿Cómo podía concentrarse en este Oni? ¿Acaso algo de todo esto importaba ya? John dudo. Ibuki había dado en el blanco. Él sabía mejor que nadie a que se refería cuando dijo que el amar solo producía dolor. El pasado, el presente… Sansker no podía escoger, era imposible. Amaba su tierra, su familia, sus compañeros en la Marina. También había aprendido a amar Ukataka, sus compañeros Asesinos, la vida que tenía ahora. Negar a uno u otro era como tratar de arrancarse un brazo. Deseaba volver a Inglaterra, deseaba proteger a Ukataka. Querer volver a ver a su familia no implicaba que no quisiera ver a Kikka o los demás.
El Amakiri lanzo un rugido de puro odio. Fugaku había logrado conectar un Destructor, destruyendo los cuernos de la cabeza de la bestia. Hayatori aprovecho para cortar la cola de un giro rápido. El Oni se dobló como si fuera a desplomarse, pero su cuerpo comenzó a brillar y un estallido de viento y luz repelió a los dos Asesinos junto a él. El Amakiri clavo sus ojos en Sansker, las dos grandes cuchillas emergiendo a ambos lados de su cabeza, el frenesí en pleno apogeo. John vio todo en cámara lenta. El Amakiri concentro su poder sobre el viento en su cuerpo, agachándose para darse impulso con sus patas, de golpe comenzó a correr hacia él saltando en el último segundo, las hojas del frenesí cortando en aire en el ángulo perfecto para partirlo en dos. Levanto a Ascalon, sujetando la espada con dos manos. Escoger, ese era el problema. La opción que tenía era entre dos malas situaciones, y si ese era el caso…
— ¡Prefiero no escoger en lo absoluto!
Sansker invoco el poder de sus Mitama, no de una en una como solía hacer. Cada espíritu tenía una afinidad con un estilo de lucha y cuando dos fuerzas similares se encontraban eran capaces de apoyarse. John estiro su alma y toco los espíritus de Taira no Masakado y Minamoto no Yorimitsu, la fuerza de ambos guerreros envolvió su cuerpo en un aura roja y naranja, como un escudo de fuego, dándole más fuerza a sus brazos y proyectando todo ese poder en la hoja negra de Ascalon. Sansker bajo la espada y esta se estrelló contra las cuchillas del Amakiri.
Hubo un estallido de viento y luz. Por un momento los dos filos quedaron suspendidos hasta que el primero de ellos cedió. Las cuchillas del Amakiri se agrietaron y Ascalon penetro con fuerza, cortando limpiamente y arrancando un enorme fragmento del Oni. Sansker bajo su espada hasta el suelo, deteniendo la punta antes de que golpeara el piso. El Amakiri perdió el equilibrio en su carrera, cayendo de costado con un lado de su cabeza salpicando sangre negra producto de su herida. Sansker se dio la vuelta, aun sujetando su espada con las dos manos.
—Y tú, Amakiri, escogiste un mal día para cazar.
El Oni respondió con un gruñido bajo, sus ojos fijos en él. Comenzó a moverse lentamente, rodeándolo, igual a un depredador ante una presa en guardia, esperando el momento para atacar. Sansker cerró los ojos, su cuerpo aún envuelto en esa aura de energía, dejando que el demonio se moviera libremente.
—Porque a diferencia de ti…—continuo John sonriendo brevemente—yo no estoy solo.
El Amakiri ataco por la izquierda, al creerse a salvo de su espada. Sansker escucho los pesados pasos de la bestia y supo el momento en que salto, pero el golpe fue interrumpido. Fugaku cargo desde el costado, su cuerpo envuelto en su propia aura rojiza al golpear al Amakiri en su abdomen, usando ambos puños y levantando al monstruo en el aire. El Oni se elevó, doblándose por la mitad, y su cuerpo fue envuelto en una nube de sombras, donde varias cuchillas de luz oscura se clavaron en su piel, hundiéndose en las articulaciones de las patas y detrás del cuello, Hayatori aterrizo antes que la bestia, dejándola caer pesadamente al suelo.
Sansker abrió los ojos otra vez y giro su cuerpo, arrojando su espada como una jabalina. Ascalon voló por el aire y atravesó al Amakiri justo en el ojo derecho, hundiéndose con facilidad hasta lo que pasara por cerebro en esa bestia. El Oni soltó un aullido de agonía, sangre brotando a borbotones de su ojo, pero incapaz de moverse para tratar de huir o arrancar el arma que lo atormentaba. John avanzo hacia el demonio y en uno de sus movimientos de cabeza sujeto a Ascalon nuevamente, tirando hacia arriba y acabando con la vida del Amakiri finalmente.
—Una bestia escurridiza—dijo Fugaku frotándose los hombros— ¿Qué diablos te pasa novato? Casi que te quedaste congelado por unos momentos.
—Nada… solo me di cuenta de algo—respondió Sansker, limpiando su espada y volviéndola a poner en la vaina—Siempre me toma mucho tiempo darme cuenta de los obvio…
Fugaku lo miro confundido y se giró para ver si Hayatori tenía algo que decir, pero el otro Asesino estaba tan indescifrable como siempre. Sansker tuvo que reprimir una sonrisa.
—No es importante, purifiquemos el cuerpo.
Al regresar a Ukataka Sansker fue quien se ocupó de reportar el éxito de su misión. Normalmente eso implicaba solo dejar el papeleo, no obstante, la vista que lo recibió le hizo detenerse a mirar. Yu estaba frente al escritorio de recepción, y parecía enfrascada en una conversación con tres Tenkos que lanzaban quejidos en diferentes tonos, rodeándola en un semicírculo. El Tenko de la izquierda tenía el pelaje azul, y parecía enfermo o cansado, el de la derecha tenía el pelaje rojo y saltaba mientras ladraba, mientras que el del centro, con un pelaje amarillo brillante, se quejaba lentamente.
—Uno a la vez por favor, no los puedo entender si hablan todos al mismo tiempo—decía Yu, claramente abrumada, pero con un tono paciente.
— ¿Quiero saber que estás haciendo, Yu?—preguntó Sansker arqueando una ceja.
—Ah, Sansker—Yu se volvió y le sonrió a manera de disculpa—supongo que vienes a entregar el reporte de tu misión ¿no? Disculpa, es que normalmente soy la encargada de poner las peticiones en el tablón, y estos tres llegaron de repente.
— ¿Aceptas peticiones de los Tenko?
—Por supuesto. Ellos también tienen derecho a pedirle ayuda a los Asesinos—respondió Yu en tono serio—No hay muchos que puedan entender su idioma, pero a mí se me da bien. Es solo que estos tres hablan muy rápido.
La última frase estaba dirigida a los Tenko, aunque era un regaño bastante suave. Yu siempre era amable y atenta con todos, siempre dedicándoles una sonrisa incluso durante las tribulaciones recientes. John frunció el ceño mientras miraba a Yu intentando explicar a los zorros la importancia de tomar turnos. La joven tenía la misma edad que Kikka, pero a diferencia de ella Yu había crecido en Ukataka, y según tenía entendido la zona fue el escenario de una batalla terrible durante el Despertar. Nadie pudiera decirlo viéndola hablar tan tranquila con los Tenko.
—Hmm, está bien, creo que lo tengo—dijo Yu dando una palmada—El de la izquierda quiere una siesta, el del centro tiene hambre y el de la derecha fue asustado por un Oni… ¿Correcto?
Los tres Tenkos dieron una voltereta contentos y Yu rio, feliz de haber adivinado. Luego se ocupó de complacerlos, dejando que uno de los Tenko tomara los restos de su almuerzo, y otro se escondiera debajo del escritorio para tomar una siesta. Para el tercero se puso a escribir una petición de ayuda, donde informaba del Oni y el lugar donde el Tenko lo había encontrado. Sansker se quedó mirándola trabajar sin decir nada, sonriendo muy a su pesar.
—Listo, con eso terminamos—dijo Yu, dejando que la nota para el tablón se secara—Gracias por esperar, Sansker. Me gusta atender a todos como se merecen ¿Tienes la nota de la misión?
—La llené mientras esperaba—dijo Sansker dándole el papel. Se quedo pensando unos momentos antes de continuar—Dime una cosa, Yu ¿siempre has trabajado aquí?
— ¿Te refieres a la recepción?—preguntó Yu levantando la vista. La joven puso un dedo en su barbilla—Técnicamente solo me he ocupado del escritorio desde hace un par de años. Aunque siempre trabaje en el cuartel general. Tuve que empezar algo joven durante el Despertar, pero incluso los niños teníamos que dar una mano en aquel entonces.
— ¿Nunca pensaste en hacer otra cosa?
—Creo que no. Papá… digo, el jefe Yamato es muy descuidado con el papeleo, y me gustaba poder ayudarlo. Además, considerando todo lo que ustedes los Asesinos hacen por la aldea, esto es lo mínimo que puedo hacer—dijo Yu, mirando hacia los papeles en el escritorio—Durante el Despertar fue muy duro, todos estaban tan serios y sombríos… así que me dije que yo tenía que intentar alegrarlos, incluso si no podía luchar contra los Oni, quería alejar las sombras. Por eso tome este puesto, para estar aquí y siempre recibirlos con una sonrisa. Esa es mi contribución.
Sansker asintió, asimilando la respuesta. Yu había sido moldeada por esta terrible realidad y aun así escogía luchar contra la tristeza con una sonrisa. Era curioso, antes de llegar a Ukataka Sansker no había sonreído en años, ahora se sorprendía a si mismo haciéndolo constantemente. Un gesto tan simple podía ser más poderoso que la mejor de las espadas.
—Entiendo… sí… tiene sentido—murmuró él. Aunque todo pareciera perdido, esos pequeños gestos no carecían de importancia—Gracias Yu, por todo.
—D-de nada…—dijo Yu, aunque parecía confundida— ¿Ocurre algo?
—Solo confirmaba una cosa. Me he dado cuenta de que no te he agradecido por todo lo que haces—dijo Sansker, sonriendo ante la mirada de la joven—Me ayudaste con una decisión que había estado postergando.
John dejo la recepción sin explicarse más. Estaba anocheciendo, y aunque sentía la urgencia de su tarea pendiente, decidió ir a su cabaña para descansar. Aquella fue la primera noche de sueño tranquilo que tuvo, donde las pesadillas del pasado no lo alcanzaron.
Ibuki no se molestó en verter el sake en la taza y en su lugar se llevó la botella a los labios. El regusto del licor desapareció demasiado pronto para su gusto, acababa de terminar otro sake. Resignado el lancero tiro la botella a un lado, hundiendo su cabeza en sus manos. El sol apenas había salido hacia unas horas y se encontraba decepcionantemente sobrio. La cabeza le palpitaba y todo el dolor que el licor mantenía dormido estaba amenazando con regresar. Ibuki busco su bolsa, tanteando el cinturón de su traje.
—Hey, buen hombre, se amable y pasa otra botella ¿quieres?—dijo el lancero, poniendo un par de monedas haku sobre la barra.
El cantinero, que de hecho había abierto solo para él, se lo quedo mirando unos segundos, finalmente tomo las monedas y dejo otra botella en su lugar, encogiéndose de hombros. Era un hombre discreto y no preguntaba a sus clientes por qué motivo necesitaban un trago, estaba comenzando a caerle bien. Extendió la mano para tomar la botella, pero alguien se le adelanto, sentándose a su lado.
— ¿Te molesta? Ha pasado un tiempo desde tome un trago—dijo Sansker llevándose la botella a los labios y dándole varios tragos largos como si estuviera tomando agua. Antes de que Ibuki pudiera protestar bajo la botella e hizo una mueca— ¿Te emborrachaste con esto? Apenas y se le siente el gusto.
Ibuki se enderezo, despegándose de la barra, la botella estaba casi vacía y Sansker parecía tan tranquilo como si no hubiera hecho nada. Ibuki mascullo una maldición y se froto el rostro, despejando los últimos retazos de estupor de sus ojos para mirar al otro Asesino.
— ¿Qué es lo que quieres?—preguntó Ibuki—Si es por lo de ayer yo… quizás dije algo que no debería… no importa… solo déjame beber en paz ¿quieres?
—No, no quiero—replicó Sansker, le sujeto la mano cuando fue a buscar su bolsa—Hablemos Ibuki. Luego puedes seguir emborrachándote… si es que el sake realmente puede lograrlo.
Pensó en resistirse. Debería hacerlo. Pero Ibuki no tenía ánimos de discutir. Dejo ir su bolsa y se inclinó sobre la barra otra vez. Los recuerdos regresaron para atormentarlo, libres de la niebla del sake para pulular en su mente. Eran puñaladas peores que la resaca que amenazaba con golpearlo. Su mano busco el peine de Kanade, estrechándolo con fuerza.
— ¿Eres un tomador entonces? —preguntó Ibuki.
—Era marinero, y prefiero la ginebra si hay que decirlo—respondió Sansker encogiéndose en hombros. Su tono era desenfadado, pero sus ojos seguían serios—Si de verdad quieres deshacerte de mi tendrás que ser honesto.
—Si mi capitán…—dijo Ibuki haciendo una parodia de saludo militar. Aún así no pudo poner el veneno en su voz. Estaba cansado, harto incluso ¿Cómo se podía uno agotar de no sufrir? Sansker no dijo nada, esperando a que continuara. Ibuki suspiró—No hay nada que contar… yo… no puedo hacerlo ¿de acuerdo? No sirvo para mantener a nadie a salvo, no me preocupo por nadie. Ukataka te tiene a ti, a Ōka y los demás… estarán bien sin mi.
— ¿O lo estarás tú si te dejamos solo?—replicó Sansker, impasible—Eso es basura, Ibuki. Te vi preocuparte por esa mujer y su esposo, me ayudaste a mi y a Hatsuho, apoyaste a Ōka cuando Kikka cayo enferma… no me lo trago. No eres el hombre que describes.
— ¿Sabes? Entre más te conozco más pienso que eres demasiado amable—dijo Ibuki haciendo una mueca. Decidió cortar la conversación e ir directo al grano— ¿Por qué te importa? No estamos tan cortos de personal que nuestro capitán pueda perder el tiempo con un hombre acabado… ¿Cuál es el punto?
—… Porque elijo hacerlo, nada más—respondió Sansker luego de un momento—Tú dijiste que amar solo genera dolor, y en eso estoy de acuerdo. Prefiero conocer ese dolor que vivir vació por dentro. Esta es mi voluntad Ibuki, y creo que también es la tuya. Así que vamos, dime… ¿qué fue lo que paso?
Ibuki guardo silencio, pensando en sus palabras. La pérdida era demasiado, y en su deseo de liberarse del dolor había fingido que no le importaba. Luego tuvo que enterarse de como ese deseo se hizo realidad, cuando la Enfermedad del Sueño no pudo atraparlo. Era como perderla otra vez, porque ahora no le quedaba ni la añoranza. Ibuki apretó el peine con más fuerza, dejando que sus dientes se hundieran en sus palmas. Sansker no dijo nada y se quedó esperándolo, pero su mirada era como una capa pesada de la que no podía desprenderse.
—Me prometí que no dejaría que nadie más muriera frente a mis ojos…—dijo Ibuki finalmente—Ocurrió en el Despertar. Ya te dije que era un Asesino joven e imprudente. Estaba tan seguro de mi mismo, deseaba probarme… en aquel entonces luchaba junto a una mujer llamada Kanade… ella lo era todo para mi, pero nuestro grupo se encontró con un Takeikusa… todos murieron en la batalla, incluida Kanade… deje de luchar ese día. Cuando el Despertar acabo viaje por aldea en aldea, ofreciendo mis servicios a quien lo necesitara, eventualmente llegue hasta Ukataka hace unos años… ¿entiendes ahora, Sansker? No pude proteger a nadie en aquel entonces… no pude salvar a Kanade, no pude salvar al explorador… cada vez que he esperado algo mejor he visto mis esperanzas arrasadas. Me cansé… no quería perder nada más, y pensé que eso me hacía fuerte… ahora ya no tengo ni mi dolor ¿qué esperas que haga?
Ibuki volvió a hundir su rostro entre sus manos. Eso era todo, la respuesta que Sansker quería. Esperanza. Ibuki odiaba esa palabra. Era mejor aceptar sus fracasos y no volverlo a intentar.
—Ya ni siquiera extraño a Kanade como debería—continuo Ibuki, deseando sacarlo todo—No sirvo ni para guardar un recuerdo precioso… un fracaso completo.
—No… no lo eres—dijo Sansker. Ibuki pudo sentir como el otro hombre se inclinaba sobre la barra también—El tiempo cura cualquier herida, Ibuki, incluso aquellas que pensamos que nos mataran. Si de verdad no sintieras nada, no tendrías ese peine, y si de verdad no lo intentaras no llevarías esa lanza ¿Quieres dejar de sentirte así? Entonces sigue adelante.
Ibuki intento responder, aunque no sabía muy bien que decir. No obstante, antes de que pudiera abrir la boca, la campana de alarma los interrumpió a ambos. El sonido distante tan potente como el de un trueno.
