XX – Despertar

—Eres muy cruel, Sansker…—dijo Hatsuho. Se abrazo a si misma, aferrando sus brazos con sus manos con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Lagrimas brillantes cayeron de sus ojos al suelo, mientras ella miraba hacia abajo. Su voz era apenas un susurro, pero tenía la fuerza para hacerlo guardar silencio—Solo quería estar con mi familia más tiempo… ¿por qué tienes que alejarme de ellos?

—Hatsuho…—dijo John. Alrededor de ellos el sueño se había suspendido, reducido a un vacío oscuro donde solo ellos existían.

—No me importa si es real o no—dijo ella sacudiendo la cabeza. Se froto los ojos, mirándolo finalmente con los ojos enrojecidos—Es un sueño tan maravilloso ¡¿Qué tiene de malo que quiera quedarme aquí?!

La realidad de la Ukataka falsa volvió a formarse en torno a ellos. La casa de Hatsuho se volvió un punto de reunión donde sus padres, el pequeño Yamato y muchos se congregaron alrededor de ambos. De pie como vigías silenciosos.

—Mi padre, mi madre… todos están aquí…—dijo Hatsuho, apretando sus manos, mirándolos a todos con añoranza—Los he extrañado tanto… ¿Por qué quieres que los deje otra vez?... ¿por qué no puedo quedarme aquí?

—Si te quedas tu alma se perderá… morirás—respondió él. La explicación sonó como una excusa absurda en medio del sueño.

— ¿Y eso sería tan malo?—preguntó ella, sus ojos brillantes con lágrimas no derramadas—Quiero volver con ellos… no hay día en que no los heche de menos… yo pertenezco en este lugar… con mis padres.

Las figuras de ambos padres dieron un paso al frente colocando sus manos en los hombros de Hatsuho. Aunque eran solo imágenes creadas por el sueño, sus sonrisas parecían casi humanas y Hatsuho acepto su toque, poniendo sus manos sobre las de ellos, apretándolas.

John apretó los labios. Ella le había preguntado cual era su derecho, su motivo, y lo había expresado. Deseaba salvar la vida de Hatsuho. Pero al mirar a todos aquellos que la joven dejo atrás, recordó a sus propias perdidas. Su familia, su tripulación, su patria. Todos aquellos que dejo atrás. Y todos aquellos que aún estaban esperando por él.

— ¿Qué hay de Yamato?—preguntó Sansker— ¿Ōka, Ibuki, Nagi, Kikka…? todos en el mundo real están esperándote también.

De alguna forma sabía que tenía razón. Más allá de lo que su mente pudiera razonar, John sentía que sus palabras eran ciertas a un nivel más profundo. Era como si pudiera verlos a todos. Cerro los ojos y dejo que su percepción se expandiera. Sentir almas era algo secundario para un Asesino, y pudo percibir todas las esencias de sus compañeros y amigos: el alma apasionada de Fugaku, la gentil aura de Nagi, el espíritu inquebrantable de Ōka… Sansker abrió los ojos y dejo que esa imagen flotara a su alrededor. El vacío negro se llenó de luz y las siluetas de sus amigos se manifestaron detrás de él, haciendo desaparecer los ecos del sueño, excepto por los padres de Hatsuho.

—Ellos también desean volverte a ver—dijo Sansker. No estaban allí, no realmente, pero sus almas estaban cerca de Hatsuho, físicamente y en espíritu. Y ambos podían escuchar las voces de esas almas, llamándola. Uno a uno los espíritus de todos hablaron.

—Maldición ¿Cuánto más piensas dormir, enana?—exclamo el alma de Fugaku.

—Hatsuho, despierta y vamos a disfrutar de una comida—dijo el alma de Nagi.

—Hatsuho…—llamo el alma de Yamato.

—Todos… ellos…—Hatsuho se llevó las manos a la boca. Más lagrimas se asomaron en su rostro mientras miraba a sus amigos y compañeros—Yo… yo…

—No puedo ni quiero obligarte a nada—dijo Sansker, extendiendo una mano hacia ella—Este sueño es todo lo que quieres y mereces ser feliz… pero nosotros… yo, creo que mereces más que un sueño, Hatsuho.

—Yo… los extraño mucho—admitió Hatsuho, extendiendo una mano hacia él. Sus dedos se cerraron sobre su palma, temblando con fuerza—Quisiera… quisiera volver con todos… pero… no puedo… no puedo dejar a mis padres otra vez… abandonarlos como hice hace 40 años. Accidente o no, Oni o no… yo los deje y ni siquiera pude despedirme. No puedo, Sansker… lo siento, yo no… no puedo…

Hatsuho cruzo la distancia que los separaba y lo abrazo con fuerza, rompiendo a llorar sin ninguna restricción. Sansker le devolvió el gesto, poniendo sus brazos alrededor de ella. Sus propios ojos comenzaron a arderle, pero no se permitió llorar, su pena no era nada comparada con la de Hatsuho, quien parecía más joven que nunca, llorando desconsoladamente en sus brazos. Era injusto. Este sueño era una broma cruel fabricada por un Oni. Las cosas no deberían ser así, para nadie. Sansker deseaba hacer algo. Levanto la mirada hacia los padres de Hatsuho, los espejismos del sueño.

—No tienes que abandonarlos—dijo John. Una vez más supo que decía la verdad. Sintió un extraño calor en su pecho—Ellos saben que no los dejaste por tu libre voluntad… y si no me escuchas a mí, entonces…


Hatsuho estaba ante una decisión imposible. Extrañaba a todos, incluso a Ibuki y Fugaku, deseaba volver a verlos con todo su corazón. Pero no podía soportar la idea de dejar a sus padres atrás, de romper su corazón de esa forma. Sin dunda ellos habían envejecido y muerto pensando que su hija los abandono. Las palabras de Sansker le hicieron recapacitar, penetrando la niebla de su pena.

— ¿Qué estas…?—quiso preguntar, levantando la vista. El sueño estaba cambiando. Las imágenes de sus amigos se desvanecieron, y una vez más Hatsuho se vio junto a Sansker en ese vacío oscuro, con una luz blanca brillando detrás de ella.

—Es el momento—dijo Sansker, aunque su voz sonada distante. Estaba mirando hacia un punto detrás de ella—Ve con ellos. No durara mucho, pero debería ser suficiente. Yo te estaré esperando justo aquí.

Hatsuho se dio la vuelta. Entre la neblina de sus lágrimas vio dos figuras brillantes, dos figuras familiares, las mismas que había estado hablando en su sueño. Solo que algo era diferente. La luz que emanaba de ellos era demasiado intensa, demasiado familiar. Hatsuho soltó a Sansker, avanzando hacia las dos figuras sin poder creerlo.

— ¿Mamá? ¿Papá?—preguntó la chica, casi sin atreverse a creer que esto pudiera pasar. Ella siempre había sabido que el sueño era falso, de alguna forma su corazón podía saberlo incluso si su mente se rehusaba a admitirlo. Y de esa misma forma, su corazón sabía que esto no era una ilusión, ni un sueño conjurado. Hatsuho dio otro paso hacia adelante— ¿Cómo?

—No nos hemos visto en tanto tiempo ¿Y eso es lo primero que preguntas?—dijo su padre con una sonrisa, sacudiendo la cabeza—Mi hija no ha cambiado nada… ¿no hay un abrazo para tus padres?

Hatsuho se rio al escuchar su voz, su verdadera voz, y no solo sus memorias. Corrió hacia las dos figuras y se arrojó en sus brazos. Sus padres la atajaron, igual que hacían cuando era más pequeña. Hatsuho sintió como volvía a llorar, pero esta vez las lágrimas no eran de pena si no de alegría. Apretó su cara contra el pecho de su madre, extendiendo sus brazos para abrazarlos a ambos, intentando sujetar tanto como fuera posible. Esos eran sus verdaderos padres, no la copia del sueño. Ese era el calor de su padre, el aroma de su madre, la misma sensación.

—Ya, ya… estamos aquí, cariño… no sabemos cómo, pero estamos aquí—dijo su madre, acariciándole el cabello—mira como has crecido, te estas volviendo toda una señorita. Tu abuela estaría tan feliz de verte.

—Sí, mi hija es la más bonita de todas, siempre lo supe—dijo su padre—Ten cuidado con los hombres, cariño, estoy seguro de que pronto no te dejaran en paz.

—Mamá, papá… yo… hay tanto que les quiero decir—Hatsuho no pudo evitar sonreír al escuchar los comentarios de sus padres. Necesitaba volver a escucharlos, volver a sentirse como una niña—Yo… lo siento tanto por haberlos dejado.

— ¿Dejarnos? Entonces ¿si te fugaste de casa?—preguntó su padre haciendo una expresión de sorpresa exagerada. Pero sus ojos estaban llenos de compasión cuando negó con la cabeza— ¿Pensaste que eso era lo que diríamos? Cariño, estábamos muy preocupados por ti. Te buscamos por todas partes, sabíamos que nunca nos dejarías de esa forma. Incluso le pedimos ayuda a los Asesinos, pero no tuvimos suerte.

—Solo queríamos saber que estabas bien, y la fortuna nos ha dejado comprobarlo—dijo su madre asintiendo—Nunca dudamos que te volveríamos a ver. Incluso te dejamos un mensaje con Yamato, aunque creo que el pobre no te lo ha dado… siempre fue tan bueno para preocuparse, no te molestes con él, ha pasado por mucho desde que te fuiste.

— ¿De qué… de que están hablando?—pregunto Hatsuho, confundida. En medio de el torbellino de emociones, pudo entender suficiente, pero necesitaba estar segura.

—Siempre supimos que volverías, cariño. Incluso cuando todos nos dijeron que habías muerto, sabíamos que estabas bien y de camino a casa—dijo su padre, sonriéndole—Lamentablemente tuvimos que marcharnos antes, pero nunca tuvimos ninguna duda.

—Y sabíamos que Yamato te estaría esperando también—dijo su madre—Pero has hecho muchos otros amigos, y eso nos deja tranquilos. Si tus otros compañeros son tan buenos como el que te ha traído aquí, podemos estar seguros de que estarás bien.

—Todos son geniales—dijo Hatsuho, asintiendo. Recordando a sus compañeros—Yamato se ha vuelto muy gruñón, así que tengo que ponerlo en su lugar. Ibuki es un poco perezoso, pero siempre puedes contar con él. Ōka parece muy estricta, aunque en el fondo es muy amable. Nagi sabe muchas cosas increíbles. Fugaku da miedo, pero es bastante fuerte. Hayatori es solitario, pero lo he convencido de hacer misiones conmigo. Kikka y Yu son muy buenas, me gusta conversar con ellas. Y Sansker…

Hatsuho se detuvo mirando hacia atrás. Su amigo estaba esperándola, con una expresión triste, pero también con una ligera sonrisa. Desde la primera vez que lo vio, ella supo que algo le pesaba, igual que su pasado la sombra de lo que Sansker dejo atrás siempre pesaba en sus ojos, en sus palabras. Y aun así él había intentado ayudarla, escucharla. Aceptado sus ideas, su necesidad de probarse. Sansker había creído en ella y no la trataba como a una niña. Hatsuho se volvió hacia sus padres.

—Sansker ha sido el mejor amigo que pudiera haber pedido—dijo honestamente—Todo ha sido más fácil gracias a él, y nunca podré pagárselo.

—Eso era lo que necesitábamos escuchar—dijo su padre. Muy a su pesar él la soltó y puso una mano en el hombro de su madre—Ya es hora, amor. Tenemos que irnos.

—Sí, lo sé, no podemos quedarnos más—su madre suspiro, abrazándola una última vez—Cuídate mucho, Hatsuho. Se la mejor tú que puedas y tomate mucho tiempo antes de venir a reunirte con nosotros.

—No, aún no, ¿no pueden quedarse un poco más?—preguntó Hatsuho, aferrándose a ellos. Acaba de verlos otra vez.

—Lo siento, cariño, pero ya hemos doblado las reglas—dijo su padre, acariciándole la cabeza—Es como debe ser, esos amigos tuyos te esperan. Ve con ellos, y recuerda que siempre estaremos contigo, mientras no nos olvides.

Hatsuho asintió, sus ojos llenos de lágrimas otra vez, pero se restregó con fuerza y se obligó a sonreír, dejando ir a sus padres lentamente. No deseaba hacerlo, pero sabía que tenía que. Sus padres sonrieron y se dieron la vuelta caminando hacia la luz lejana, dejándola atrás, en el vacío, pero no sola. Hatsuho podía sentir el alma de Sansker y las de los demás, aún cerca de ella, aun velando por ella. La joven se dio la vuelta, mirando a su compañero.

—Estoy lista… volvamos a casa.

Y el mundo desapareció en un resplandor blanco.


El ambiente en la casa de Hatsuho era sombrío. Todos había decidido aparecer para mostrar su respeto. Ōka estaba de pie junto a la cama, sujetando a Nagi por los hombros, la arquera estaba increíblemente afectada y Ōka temía que su la soltaba terminaría desplomándose. Kikka estaba arrodillada al pie de la cama, con las manos entrelazadas, ya ni siquiera se molestaba en intentar alcanzar a Hatsuho con su poder, la niña estaba demasiado lejos para escucharla.

Al otro lado de la cama Ibuki tenía una expresión sombría, y jugueteaba con ese peine que llevaba al cuello. Fugaku estaba de pie junto a él, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Ōka podía sentir la tensión en ambos, no habían pronunciado palabra desde que entraron. Hayatori estaba de pie, aparte del grupo, pero pendiente, el Asesino silencioso tenía su único ojo cerrado y la cabeza inclinada. El ambiente en general era casi como un funeral, aunque nadie se atrevió a decirlo. Y la persona más afectada de todos, era el jefe Yamato.

Ōka nunca lo había visto con una expresión tan sombría, ni siquiera cuando la aldea se enfrentó a peligros terribles. Yamato estaba de pie en la cabecera de la cama, las manos caídas, y el rostro deformado por una expresión preocupada. Transmitía una sensación de fragilidad, como si fuera a derrumbarse en cualquier momento. Ōka apretó un poco los hombros de Nagi, dudaba que alguno pudiera soportar si el jefe era incapaz. La única persona tranquila era la propia Hatsuho, quien seguía durmiendo, ignorándolos por completo.

Solo faltaba Sansker, pero nadie sabía dónde estaba. Ōka sospechaba que deseaba estar a solas un tiempo. En ese momento Hatsuho se movió. Fue tan repentino que nadie supo cómo reaccionar, pero la chica se movió bajo las sábanas, llevándose una mano al rostro y comenzando a parpadear lentamente.

— ¡Hatsuho!—Yamato se inclinó sobre ella, ayudándole a sentarse en la cama.

— ¿Esta despierta?—preguntó Ibuki.

— ¿Qué diablos…?—Mascullo Fugaku, pero una sonrisa se asomó en sus labios.

— ¡Está despierta!—exclamo Kikka poniéndose de pie.

Ōka sintió como un alivio enorme se apodero de ella. Nagi se inclinó hacia adelante, liberándose de su agarre para poder examinar a Hatsuho quien parecía abrumada por la atención, con todos hablando al mismo tiempo, incapaces de creer sus propios ojos. Incluso Hayatori se movió más cerca, expresando sus buenos deseos.

—Lo siento mucho—dijo Hatsuho—Ya estoy bien. He vuelto a casa finalmente.

—Hemos estado tan preocupados—replicó Ōka, tomando la palabra—No debiste asustarnos así…

—Tengo entendido que lo correcto sería decir 'buenos días'—interrumpió una voz detrás de ella.

Ōka y los demás se dieron la vuelta. Sansker estaba de pie en la entrada de la cabaña, cerrando la puerta detrás de él. No mostraba ninguna sorpresa, aunque se notaba que estaba bastante contento. Hatsuho sonrió y ambos parecieron entenderse mutuamente porque él se limitó a asentir con la cabeza. Ōka parpadeo, confundida, aunque no pudo preguntar.

— ¿Cuánto tiempo estuve dormida?—preguntó Hatsuho.

—Unos días—respondió Fugaku encogiéndose de hombros—no te perdiste de mucho.

—Vaya, eso es un alivio, temí que me fueran a dejar atrás de nuevo—dijo Hatsuho dando un suspiro.

—Nos alegra mucho que hayas regresado, Hatsuho—dijo Yamato.

La joven lo volvió a mirar y le sonrió, tomando su mano.

—Siento haberte preocupado, Yamato—dijo Hatsuho—Pero ya todo esta bien, la hermana mayor Hatsu ya ha vuelto.

—Sí… lo ha hecho—dijo Yamato, asintiendo. Su expresión se oscureció un momento, tomo aire—Hatsuho, yo… tengo que decirte algo. Tus padres te dejaron un mensaje. Cuando regresaste, ellos fallecieron un día después, y me dejaron un mensaje que nunca transmití. Creo que ha llegado el momento.

Ōka se sorprendió, si estaba escuchando bien lo que el jefe decía, los padres de Hatsuho aún estaban con vida cuando ella reapareció ¿Acaso la joven no lo sabía?

— 'Bienvenida a casa, y… ve a vivir tu vida, Hatsuho'—dijo Yamato de manera solemne. Y pudo parecer un truco, pero Ōka casi pudo jurar que escucho otras dos voces detrás de la del jefe, repitiendo las mismas palabras.

—Mamá… Papá…—Hatsuho se llevó las manos al pecho, bajando la cabeza. A pesar de su esfuerzo los sollozos pronto comenzaron a sacudirla.

—Tus padres siempre confiaron en que estabas allí, jamás dejaron de creer que volverías hasta el último minuto—dijo Yamato.

Ōka aparto la mirada, mientras que Hatsuho rompía a llorar libremente. Por doloroso que fuera el momento, era una señal de que estaba de regreso y por ahora eso bastaba.


— ¿Segura que ya te sientes mejor?—preguntó Sansker, no por primera vez.

—Sí, estoy bien—respondió Hatsuho honestamente—Es raro ¿sabes? He estado aquí otras veces, pero nunca me había sentido así.

Sansker asintió, mirando al frente. Hatsuho también lo hizo. Luego de que Yamato le contara el mensaje de sus padres y la verdad de su muerte, Hatsauho sentía que había llorado todo lo que podía. Aunque siempre los extrañaría, por primera vez se sentía capaz de vivir con ese dolor. Por eso le pidió a Sansker que la acompañara hasta el cementerio de la aldea. Como era costumbre, sus padres habían sido incinerados, pero Ukataka conservaba una pequeña porción dentro de su perímetro para conmemorarlos a todos. Una serie de piedras simbolizaban las lapidas de los caídos, con los nombres grabados sobre la superficie. Hatsuho no le costó encontrar los nombres, escritos el uno junto al otro.

—Creo que te debo una disculpa—dijo ella—He estado fuera de combate mucho tiempo. Y ahora que regresé nos hice pasar un momento incomodo a todos.

—Después de lo que ocurrió, todos entendemos—replicó él—No hay nada que perdonar.

Hatsuho suspiro, pero no discutió. Por encima de ellos el sol estaba poniéndose, tiñendo el cielo de rojo. Las primeras estrellas apenas empezaban a brillar en el firmamento.

—Apenas puedo recordar los detalles de mi sueño—dijo Hatsuho mirando las estrellas—Pero me hace sentir tranquila cuando pienso en ello. Pero tú estuviste allí ¿no es así? Tienes que explicarme que paso. Aunque parece que me salvaste otra vez.

— ¿Otra vez?—preguntó Sansker, sorprendido.

—Sí, yo creo que es la segunda ocasión—dijo Hatsuho—Desde que llegaste a Ukataka… me he sentido mejor. Siempre me sentí una extraña en la aldea. Todo era tan familiar y a la vez tan diferente… pero por primera vez siento que este de verdad es mi hogar, el lugar al que pertenezco. Me di cuenta de que solo comencé a sentirme así desde que te conocí, Sansker. Te lo agradezco mucho.

—… Tú hubieras hecho lo mismo—respondió él luego de una pausa—Si quieres darle las gracias a alguien, ve y vista el altar del Espíritu Guardián. Siempre ha velado por todos. Fue gracias a él que pude alcanzarte en ese sueño.

— ¿Qué quieres decir?—pregunto ella.

—Solo que tuve ayuda. Y si tu no hubieras elegido despertar, los dos hubiéramos quedado atrapados en tu sueño, así que estamos a mano.

— ¡¿Qué?! ¿Y aun así fuiste a buscarme?—exclamo Hatsuho, sin creer lo que escuchaba— ¡¿Por qué no me lo dijiste?!

—No me parecía justo. Te hubieras sentido obligada a regresar.

Hatsuho se volvió a mirarlo, pero Sansker tenía una expresión tranquila, como si aquello fuera lo más obvio del mundo. Ella se llevó una mano a la frente ¿Cómo alguien podía ser tan descuidado? Pensar que por poco lo había dejado atrapado con ella… Hatsuho sintió como una sonrisa afloraba en sus labios. Por supuesto que lo haría. Sansker era esa clase de persona, capaz de ir hasta los limites para ayudar a otros.

—Eres increíble—dijo Hatsuho suspirando, luego se dio vuelta para mirar la piedra. Sabía que volvería, pero esta era una despedida—Mamá, papá… ha pasado mucho tiempo, y quería… decirles adiós. Creo que ya estoy lista para seguir con mi vida como deseaban. No tienen que preocuparse por mi. Tengo muchos buenos amigos, incluyendo a un hombre muy amable, aunque muy irresponsable… lo siento, y gracias por todo. De aquí en adelante, forjare mi propio camino.

Hatsuho sintió como sin una enorme carga fuera levantada de sus hombros. De repente su pecho comenzó a brillar con una luz azul, y pudo sentir a su Mitama moviéndose a su lado. La figura de un hombre mayor, con barba y cabellos largos de color gris apareció junto a ella, envuelto en un hakama verde con pantalones rojos y sentado sobre una enorme tortuga terrestre. Urashima Taro, el pescador perdido en las corrientes del tiempo, el alma que había ayudado a Hatsuho a encontrar su camino a casa en la niebla. Urashima Taro le sonrió y su cuerpo se dividió en dos, tomando la forma de una esfera azul y moviéndose para entrar en el pecho de Sansker.

He venido del palacio del Rey Dragón—dijo la Mitama despareciendo.

— ¿Mi Mitama se dividió?—Hatsuho aún podía sentir el espíritu conectado con ella y el fragmento que ahora estaba con su amigo. Asintió, le parecía lo correcto—No entiendo muy bien como paso, pero no me molesta compartir a Urashima Taro si es contigo… por favor, cuida muy bien esa parte de mi alma, Sansker.


—Me alegra que Hatsuho este despierta—dijo Kikka, sonriendo. Había estado rezando por su bien que casi perdió la esperanza. Y ahora todo estaba como debería ser. La conmoción en la aldea por el fin de la Enfermedad del Sueño se estaba apagando con la caída del sol, pero todavía podía sentirse una atmosfera de alegría.

—Ahora que eliminamos al Mizuchime deberíamos poder relajarnos un poco—asintió Ōka. Su hermana aún parecía tensa, mirando hacia el cuartel—Pero el comandante Oni aún sigue afuera… tenemos que encontrarlo pronto.

—Ya aparecerá una señal, estoy segura—dijo Kikka. Sonaba más convencida de lo que esperaba. Supuso que ver a Hatsuho otra vez ayudo bastante. Sospechaba que John tenía algo que ver. Su expresión era mucho más tranquila que cuando hablaron esa mañana.

—Lo siento, no quería preocuparte—dijo Ōka.

Kikka se rio, tapándose la boca con las manos. Su hermana era siempre la que estaba preocupada por algo. Su risa se interrumpió cuando sintió un ataque de toz golpearla con fuerza. Kikka se dobló un poco, intentando controlarse, pero esta vez perdió la batalla, tosiendo con mucha fuerza, y sintiendo como un sabor cálido y metálico llenaba su boca. Ōka le puso una mano en su espalda alarmada.

— ¡Kikka!—exclamo su hermana, frotando su espalda— ¿Estas bien?

—No… no es…—intento decir, pero la toz la interrumpió, esta vez pudo sentir como salpicaba sus manos y al apartarlas de su rostro pudo ver una mancha rojiza en ellas. Kikka se apresuró a cerrar la mano, esperando que Ōka no se diera cuenta—Estoy… estoy bien, Ōka… de verdad.

—Creo que sería mejor que Nagi te revise—dijo su hermana de todas formas. Le puso una mano en la frente. Su mano se sentía bastante fría—Tienes algo de fiebre, esto no me gusta ¿estas enfermándote otra vez?

—Es solo…—Kikka bajo la mirada. No deseaba mentirle a Ōka, ni tampoco preocuparla. Si se daban cuenta de cuanto la estaba afectando no le dejarían usar sus poderes, y tenía que seguir ayudando—Me he sentido un poco mal, varios Oni se han acercado a la barrera con todas nuestras bajas por la Enfermedad del Sueño…

Eso no era mentira, pero solo parte de la verdad. Las palabras de Shusui aún pesaban en su mente. "Todo este sistema está construido en el sacrificio de las Doncellas Sagradas…Si decidieras huir nadie aquí te lo reprocharía" ¿Por qué era tan difícil negar ese deseo? Kikka apenas había empezado a aceptar su destino, y el oficial de inteligencia casi destrozo su convicción con unas pocas palabras. Si Ōka se ponía a preocuparse por ella… Kikka sentía que no podría soportarlo. Parte de ella deseaba pedirle a su hermana que la salvara, que la dejara detenerse. No podía permitirlo.

—Yo… hablare con Sansker entonces, tendremos que ver sobre los vigías—dijo Ōka, aunque su mirada seguía llena de preocupación— ¿Estas segura de que no es nada más?

—Lo estoy… gracias, Ōka—dijo Kikka, aunque no pudo mirar a su hermana. Su mano busco la cruz de plata que Sansker le había regalado. Si de verdad el Dios del que le había contado existía, ella podría usar su ayuda.


La noche llego a Ukataka finalmente y Sansker pudo acostarse sobre su cama. El día había sido largo y aunque técnicamente tuvo una siesta no planeada, se sentía agotado. En su pecho estaban dos nuevos espíritus, y sintió el tirón de uno de ellos mientras sus ojos se cerraban y volvía a caer a ese vacío negro de sus sueños.

En el vacío el espíritu de la reina Kimiko estaba esperándolo. Como la primera vez que la vio, la reina vestía un elegante y largo vestido de aspecto simple, como si fuera muy antiguo, con una diadema hecha de cuerda blanca y coronada por plumas rojas y blancas, y una gran tela que cubría sus largos cabellos marrones. Entre sus joyas se contaban dos caracolas que llevaba a modo de aretes y algunas piezas metálicas como brazaletes o bandas en sus brazos.

—Vaya, si es el guerrero que me salvo del Oni. Nos conocemos y apenas te marchas para rescatar a otra dama… eres todo un caballero o completamente atrevido—dijo la reina Kimiko, observándolo con curiosidad—Aunque más me interesa ese despliegue de poder ¿Cómo hiciste para llamar las almas del más allá?

—No lo sé—respondió Sansker, pensando en ello—Solo… quería hacer algo por Hatsuho. No podía dejar las cosas como estaban. Sería imposible explicarlo mejor.

—Al menos me has liberado de mi tumba sofocante—dijo la reina. Dio una voltereta y estiro los brazos—se siente tan bien ser libre. Y el aire fresco es mucho mejor. Apenas podía moverme dentro del Oni y las voces de las almas perdidas estaban por todas partes.

—Suena como una situación terrible—dijo Sansker—Pero tengo algo que…

—Nunca interrumpas a una reina—replicó Himiko levantando una mano—Ya no lo tolerare más. Estaba enseñándole a Iyo sobre el mundo de los espíritus y la amenaza de los demonios cuando un Oni aprecio en los cielos y devasto mis tierras ¡Imperdonable! No puedo permitir que los Oni campen a sus anchas. Es por eso que te sedere mi poder para manipular espíritus.

—Lo agradezco—dijo Sansker, sintiendo que ahora si podía hablar.

—No lo menciones. Solo recuerda que debes tener cuidado. La destrucción puede aparecer en cualquier momento, igual que lo hizo en mi reino de Yamatai—dijo Kimiko. Se giro hacia él y le puso las manos en los hombros—si debes caer entonces hazlo mañana. Hoy debes vivir ¿Entiendes?

—No estoy seguro, pero no tengo intenciones de morir pronto—replicó Sansker. La reina parecía satisfecha porque retiro las manos y dio un paso atrás, alejándose de él—Oye, espera, necesito preguntarte algo.

— ¿Hm? Oh, es cierto, lo olvidaba—dijo la reina girándose hacia él una vez más—Estas buscando a un Oni en particular ¿no? Uno que comanda a los demás. No lo conozco, pero sé de alguien que sí. Estas buscando el alma de Tokugawa Ieyasu, él sabe cuál es el Oni que buscas. Su espíritu se encuentra encerrado dentro de un demonio que surca los cielos. Espero que lo encuentres pronto. Cuídate mucho Asesino, deseo que podamos trabajar juntos por mucho tiempo.