XXIV – La Torre

Esa noche Sansker volvió a soñar con sus Mitama. En ese vacío oscuro, los espíritus reunidos en su interior volvieron a aparecer a su alrededor. El primero en hablar fue el guerrero que había estado atrapado dentro del Gouenma.

— ¿Puedes escuchar mi voz?—preguntó adelantándose a las otras figuras—Mi nombre es Benkei. Tú eres el que me rescato de ese Oni cubierto de fuego infernal. Gracias a tu valor me ha sido posible regresar al mundo humano. En agradecimiento de ofrezco mi fuerza y lealtad inquebrantables.

—Matar al Oni fue parte de una misión, agradezco tu ayuda, pero no me debes nada—replicó Sansker. La conexión con un alma más era palpable lo cual indicaba que Benkei hablaba en serio— ¿Cómo fue que el demonio te atrapo?

—Estaba luchando bajo una lluvia de flechas para salvar a mi señor Yoshitsune—respondió el guerrero—de repente un Oni apareció ante mi y devoro mi cuerpo y mi alma. Le falle a mi señor, mi debilidad fue imperdonable. Pero quizás tu guerra sagrada me conceda la oportunidad de consolar el alma de mi señor. Debes conocer la gravedad de tu tarea. Esta calamidad tiene que ser detenida.

— ¿A qué te refieres?

—A que deberes apresurarte, Asesino—dijo la Princesa Himiko, uniéndose a la conversación.

—Tú tiempo se vuelve más y más corto, muchacho—puntualizo Takeda Shingen.

—El flujo mismo del tiempo se está rompiendo—dijo Abe no Semei—Creando una historia errónea, en donde fuimos devorados por demonios. Estos errores rompen el lazo entre el presente y el pasado.

—Los Oni piensan usar esto para regresar el mundo a la nada—dijo Benkei.

—Todo eso ya lo sé. El Despertar ¿no es así?—Sansker odiaba cuando todas las Mitama parecían ponerse de acuerdo, era como si tuvieran una sola mente y hubieran decidido que no compartirían lo que sea que supieran— ¿Quieren decir que está cerca? Matamos al comandante ¿eso no los detuvo?

—Como el ciclo de los días, así es el ciclo de los Despertares—dijo Amateratsu, quien siempre permanecía más alejada que las demás almas—Debe volver a ocurrir. Ellos descenderán de los cielos una vez más y desharán todas las hebras del destino. Si eso ocurre, será demasiado tarde.

—Sería como si todo esto nunca hubiera sucedido—dijo Amakusa Shirou.

—Lo cual sería una lástima—comentó Sakamoto Ryoma.

—Pero tú eres nuestra esperanza. El único que puede detenerlos—dijo Taira no Masakado.

— ¿Cómo? ¿Dónde? Si tengo que ser su agente o su esperanza, necesito saber más—dijo Sansker resistiendo el impulso de gritarles—La última vez que me avisaron así un Oni casi me mata ¿no pueden ser claros por una vez?

—Ya te lo hemos dicho, estamos atados a ti, John Sansker—explicó Amateratsu sonriéndole—No podemos hacer más ni menos. Lo que podemos decirte es que el peligro no ha pasado, y la amenaza real está a punto de manifestarse ¿Sera el Despertar o la Era del Gran Unificador? Como siempre, la elección es tuya y de nadie más.

Sansker despertó de golpe, parpadeando mientras observaba el techo de su cabaña. Gruño, frustrado y se froto los ojos. Una vez más estaba siendo dirigido por las almas de los héroes y no tenían la decencia de ser claros al respecto.

— ¿Serán así de crípticos con todos o seré un caso especial?—preguntó John en voz alta.

La única que le respondió fue Tenkichi, que salto sobre la cama y se acurruco junto a él, lamiéndole el rostro.

—Supongo que tú si eres directa conmigo, Ten—dijo Sansker. Estiro la mano para rascarla detrás de las orejas.

Lo que dijeran las Mitama no cambiaba nada. Si deseaban darle poder lo usaría. Detendría el Despertar, pero no porque ellos lo dijeran o porque fuera el Gran Unificador. Sansker tenía sus motivos para actuar. En eso Fugaku tenía razón, era mejor hacer algo.

Aunque no pudo evitar recordar la última vez que las Mitama le advirtieron de peligro. La primera vez que luchara contra el Gouenma. Fue cuando aprendió a utilizar los espíritus tan rápidamente y a canalizarlos a todos a la vez. Había sido como si todo su cuerpo se prendiera en llamas, un calor abrazador se desbordo por todo su cuerpo como un aura dorada. Desde entonces no lo había intentado ¿Sería eso parte de la advertencia?

— ¿Tú que crees, Ten?—preguntó Sansker mirando a la Tenko que estaba acurrucándose en sus brazos.

—Kyu, kyu.

—… Tienes razón, meditar tanto al respecto no me dará la respuesta—Sansker sonrió y se levantó, sentándose en la cama—Creo que el primer paso sería hablar con Yamato. Tenemos que asegurarnos que los Oni no han cambiado de estrategia.

— ¡Kyu!

—Y darte de desayunar, eso también.


Ōka estaba de pie, en el segundo piso del cuartel, intentando calmar su espíritu. Su mano jugueteaba con la empuñadura de Suzakura, y caminaba nerviosamente de un lado a otro. El sol ya iluminaba la aldea y todos en Ukataka estaban comenzando su rutina. El ambiente era alegre, luego de la noticia de la derrota del Gouenma. Ōka no podía compartir el sentimiento. Su mirada regreso a la puerta corrediza al otro lado del pasillo, pero esta seguía cerrada. Nagi seguía encerrada con los doctores.

Aquella mañana había comenzado mal. Kikka no despertó a su hora de costumbre y cuando fue a buscarla Ōka la encontró desmayada a los pies de su cama, presa de una fiebre terrible y con sangre salpicándole la boca. De inmediato la trajo al cuartel, despertando al equipo médico y a Nagi para que la ayudaran. Se sentía algo mal por involucrar a su amiga, pero desde que ella y Sansker le salvaran la vida a Kikka, confiaba en la arquera más que en ninguna otra persona para cuidar de la salud de su hermana.

Así que ahora solo podía esperar. Y Ōka odiaba hacerlo. Traer a Kikka hasta allí le trajo recuerdos de aquella ocasión, cuando el Hinamagatori destruyo la barrera y su hermana colapsara en sus brazos. En esa ocasión pudo enfocarse en la venganza, ahora todo lo que podía hacer era esperar. Y sentirse completamente inútil. Esto era lo que temía que sucediera. Por días había notado como Kikka parecía debilitarse, y trato de ayudar. Incluso le pidió ayuda a Fugaku y Sansker. Pero eliminar a los Oni cercanos a la aldea no ayudo. Incluso eliminar al Gouenma parecía no haber hecho nada. Ōka no podía entenderlo. Algo estaba afectando a su hermana y ella era incapaz de hacer algo al respecto ¿Cómo podía llamarse su hermana mayor si ni siquiera podía cuidarla?

La puerta corrediza de abrió y los doctores salieron de la habitación. Nagi fue la última en salir y su mirada se cruzó con la de Ōka, que se apresuró a buscarla.

—Kikka está bien, ya ha despertado y hemos logrado controlar su fiebre—dijo la arquera respondiendo a la pregunta que no pudo formular—Le hemos preparado una medicina que deberá tomar 3 veces al día. También tendrá que descansar y creo que necesitará comer algo de fruta.

—Gracias al cielo—dijo Ōka, sintiendo como se le quitaba un peso de encima—pero ¿qué fue lo que causo esto?

—No lo sé, parece que la Señorita Kikka sufre de un resfriado—respondió Nagi—Estas últimas semanas han sido muy intensas. La tensión y el esfuerzo probablemente debilitaron sus defensas y eso hizo que enfermara.

— ¿Eso es todo? ¿Estás segura?—preguntó Ōka. Sonaba demasiado simple. Kikka ya había estado enferma antes, y esto no se sentía igual—Que la afectara tan fuerte, y luego de que lográramos eliminar al comandante Oni…

—Estas cosas pueden ocurrir así. Sospecho que nuestra Doncella ha estado ocultando sus síntomas—dijo Nagi, sonriendo amablemente—Por ahora solo podemos dejarla descansar y esperar lo mejor. Si quieres ir con ella ve, yo reportare al cuartel lo que sucedió.

—De acuerdo… gracias, Nagi.

Ella se marchó y Ōka se quedó mirando la puerta unos momentos. Por supuesto que deseaba ver a su hermana, solo que no sabía exactamente que decirle. Quería regañarla por ocultarle su condición. Deseaba abrazarla y decirle que todo estaría bien. Quería solo verla mejor y dejar todo este asunto atrás. Ōka sacudió la cabeza ¿Desde cuándo las cosas eran tan difíciles? ¿Por qué se sentía tan desesperanzada incluso al recibir buenas noticias?

Abrió la puerta y avanzo, poniendo una cara tranquila. Se arrodillo junto al futón donde descansaba Kikka. Su hermana giro la cabeza y le sonrió con timidez. Tenía las sábanas cubriéndola hasta la barbilla y un trapo húmedo en su frente. Su rostro estaba rojo, pero al menos estaba despierta y no se la veía tan mal como cuando la encontró esa mañana

—Hola Kikka ¿Te sientes mejor?—preguntó Ōka, intento sonreír también pero apenas logro levantar las comisuras de la boca. Busco una de sus manos y la aferro entre las suyas, acariciándola suavemente.

—Un poco…—respondió Kikka, hablando en voz baja—Me ayudaron bastante, no tienes que verte tan preocupada, Ōka.

—No puedo evitarlo, me asustaste mucho—replicó ella, apretó la mano de su hermana—Kikka, solo… dime la verdad ¿está bien? No me gustan este tipo de sorpresas, y si es algo en que te pueda ayudar… prometo que hare lo que pueda.

—No lo sé, yo…—empezó Kikka. Un ataque de toz la interrumpió por unos momentos—Solo siento que es más difícil… mantener la barrera. Incluso cuando los Oni no se acercan. A veces ocurre, cuando me enfermo, pero suele pasar luego de unos días. No quería preocupar a nadie, y…

—Decidiste ocultármelo—terminó Ōka. Kikka asintió— ¿Alguien lo sabía?

Kikka aparto la mirada, como siempre cuando se sentía culpable por algo.

—Jo… Sansker, se lo dije a él…

—Ah, debí suponerlo—dijo Ōka, lanzo un suspiro y su mirada se suavizo. Sus dedos se entrelazaron con los de Kikka—Ustedes dos se han vuelto muy cercanos ¿verdad?

— ¡Ōka!—exclamo Kikka. Se agito un poco, lo cual hizo que tosiera otra vez, aunque logro calmarse después de un par de espasmos— ¿Qué estas…? ¿Qué estás diciendo?

—Lo que he visto, Kikka. Sé que Sansker te importa, y mucho—dijo Ōka simplemente—Y luego de lo que le he visto hacer, me consta que tú también eres importante para él ¿Estoy equivocada?

—… No, tienes razón—admitió Kikka. Solo ahora pudo volver a mirarla a la cara—Es fácil hablar con él. Por eso le dije lo que pasaba… yo fui la que le pidió que no dijera nada, no te enfades con él.

—No lo estoy, pero quería confirmar algo—dijo Ōka—Sansker, él ¿te hace feliz?

Kikka asintió, sin saber que decir. Ōka tuvo que reconocer que era en parte su culpa. Por mucho tiempo siempre se preocupó tanto por proteger a su hermana que sin darse cuenta la había aislado de otros. Su mayor miedo siempre fue que saliera lastimada, o que alguien se aprovechara de ella. Veía a cualquier persona como alguien con las peores intensiones. Pero cuando Kikka le gritó por tomar decisiones en su nombre fue cuando Ōka se dio cuenta de lo idiota que había sido. Tratando a Kikka como si fuera una niña, mostrando tan poca fe en su juicio, Ōka no deseaba repetir nada de eso. No deseaba que Kikka volviera a tener motivos para rechazarla otra vez.

—Lo que quiero decir es que… quiero que te enfoques en recuperarte—dijo Ōka—Y que sepas que te apoyaré en lo que sea, Kikka. Quiero que cuentes conmigo ¿está bien? Por ahora solo ponte mejor.

—Siempre he contado contigo Ōka…—replicó Kikka, sonriendo. Con un esfuerzo se enderezo, haciendo las sábanas a un lado, dándole un abrazo—Y significa mucho escucharte decir esto, gracias.


Ōka dejo a Kikka después de una hora. Le hubiera gustado quedarse con ella todo el día, pero tenía sus deberes que atender. Al bajar a la recepción se encontró a Sansker y Yamato hablando, se acercó a ellos.

—Buenos días, Ōka ¿Cómo se encuentra nuestra Doncella?—preguntó Yamato.

—Buenos días, jefe, Sansker. Kikka se encuentra mejor. Pero necesita descansar—respondió la espadachina—Probablemente se trate de un resfriado.

—De acuerdo, estaremos pendientes—dijo Yamato asintiendo—Estábamos discutiendo nuestro paso a seguir. Aún no sabemos cómo es que los Oni planean realizar este segundo Despertar. La muerte de su comandante debería poner un alto a sus planes, pero…

—No podemos estar seguros—termino Sansker—Estaba pensando que deberíamos explorar el Otro Mundo más a fondo. Buscar Oni gigantes y eliminarlos, ver si detectamos algo inusual con su comportamiento en vez de esperar a que nos ataquen de nuevo.

— ¿Sabemos siquiera que buscar?—preguntó Ōka, frunciendo el ceño.

—Precisamente eso era lo que no podíamos decidir—dijoYamato, cruzándose de brazos.

—No creo que sea un problema. Los Oni que nos han atacado eran todos inusualmente fuertes, potenciados por las Mitama que habían consumido—dijo Sansker—Si encontramos más, podríamos estar cerca. El Gouenma no me parecía tan fuerte para ser el causante de un evento como el Despertar.

—No, no lo era—admitió Yamato—Pero quizás otra voz sea necesaria ¿tú qué opinas Ōka?

La Asesina los miro a ambos. Era curioso pensar que tenía que depender de ellos para el liderazgo. Con Yamato era fácil, conocía al jefe desde hacía años y confiaba en él por completo. Sansker por su parte apenas tenía unos meses con ellos, pero Ōka sentía exactamente igual. Ya no podía imaginar la aldea sin ninguno de los dos. Quizás por eso sus últimas decisiones habían sido tan sencillas. Contemplo sus dos puntos de vista antes de responder.

—Esta es una oportunidad para obtener información—dijo finalmente—Avanzar en su territorio nos dejaría observar sus movimientos y podríamos atacar antes de que nos golpeen.

—Ya veo, parece que me he visto superado—dijo Yamato asintiendo—Lo aceptaré, pero llévate solo una unidad, Sansker, los demás seguirán actuando cerca de la aldea. Si encuentran Oni potenciados por Mitama, igual es mejor que tú te encargues.

—Escogeré a dos compañeros—asintió Sansker.

—En ese caso me ofrezco de voluntaria—dijo Ōka de inmediato, ganándose una mirada de sorpresa de los otros dos.

— ¿Estás segura?—preguntó Sansker—Con Kikka enferma, entendería si quisieras quedarte en Ukataka.

—Estoy preocupada por ella, desde luego—admitió Ōka—Pero no dejaré que eso me detenga. Quiero ayudar, y disminuir el número de Oni hará su carga mucho más ligera. Así que puedes contar conmigo.

Sansker asintió, decidiendo no discutir.

—Tenemos un plan, cuento con ustedes dos una vez más—dijo Yamato—encuentren la verdad que oculta el enemigo, y protejan nuestra aldea.

El jefe se retiró, dejándolos para solucionar los detalles. Sansker propuso llevar a Hayatori con ellos, el Asesino era quien más experiencia tenía en misiones de esta naturaleza después de todo. Ōka aceptó con rapidez y dejo que su compañero fuera a buscarlo. Ella se ocupó de ir a conseguir las provisiones ya que estarían fuera un tiempo más largo de lo habitual.

No estaba mintiendo cuando dijo que deseaba actuar a pesar de estar preocupada por Kikka. Aunque quizás era más correcto decir que era eso lo que la estaba empujando a tomar esta decisión. Necesitaba hacer algo, lo que fuera. Protegería a su hermanita así fuera lo último que hiciera.


Por los siguientes 3 días Sansker tuvo que admitir que era una experiencia nueva, cazar Oni de esta forma. Desde que empezara a trabajar como Asesino se acostumbró a solo hacer misiones cortas, quedándose en la aldea o sus cercanías, pero en ocasiones era normal emprender expediciones en el Otro Mundo que duraban más tiempo en busca de objetivos en específico o como parte de alguna misión importante.

Ōka, Hayatori y él se estaban moviendo entre las bases de avanzada en el Otro Mundo, siguiendo los reportes de avistamiento de Oni gigantes y cazando a aquellos que parecían importantes, observando el comportamiento de los demonios o solo explorando directamente las diferentes Eras. Sansker decidió enfocarse en la Era de la Antigüedad y la Era del Caos, siendo de las más profundas. Habían eliminado varios Kazekiri, Mifuchi, incluso un par de Kueyama y un Takeikusa, pero ninguno de ellos tenía una Mitama o los llevo a alguna pista. Los Oni actuaban como bestias, deambulando a sus anchas sin ninguna dirección aparente.

Cuando no estaban ocupados en la cacería, hablaban poco. De Hayatori se lo esperaba, conociendo su naturaleza reservada, pero con Ōka era extraño. Su compañera era casi cortante a veces, aunque no parecía enojada, solo distraída. Al principio pensó que estaba preocupada por Kikka solo que a veces la sorprendía examinándolo con intensidad, solo para evitar el tema si trataba de preguntar. A todo esto, le añadía el hecho de que no encontraban nada.

Para la noche del tercer día decidieron descansar en la base cerca de la Era de la Guerra. Está se encontraba oculta en las ruinas de una aldea, con la Piedra de la Barrera escondida entre las casas. Sansker no pudo evitar notar lo parecido que era a su propia cabaña, sin muebles, mientras encendía el fuego. Se sentó en uno de los lechos de paja, mirando a las llamas.

—Creo que mañana deberíamos internarnos en la Era de la Guerra—dijo John—Es posible que encontremos algo si vamos hacia el norte.

Los otros dos asintieron en silencio. Aunque Hayatori hablo luego de unos momentos.

—Podría adelantarme—dijo—Si voy solo, sería más sencillo moverme sin ser detectado. Hay muchos Oni entre las ruinas de esa zona.

—No es una mala idea. Aunque creo que es mejor ir en grupo—dijo Sansker—Si fueras a meterte en problemas no podríamos ayudarte.

Hayatori cerro su ojo descubierto, asintiendo.

—Como desee, capitán.

—Podemos discutirlo más tarde…—empezó John.

—Tomaré el primer turno de guardia.

Hayatori se puso de pie y desapareció antes de que pudiera decir nada más. Sansker se quedó mirando el lugar donde había estado, soltando un suspiro.

—Si no supiera mejor diría que lo hice enfadar—comentó.

—No lo creo—dijo Ōka poniendo más leña en la fogata—Se le pasará pronto.

John decidió aceptar sus palabras. Se puso a buscar algo de comida en sus alforjas. Quedaban pedazos de carne salada que todavía podían masticarse y algunas galletas de arroz. Tomo un poco y le ofreció el resto a Ōka.

— ¿Y qué hay de ti?—preguntó él, dándole un mordisco a un pedazo de carne.

—No me has hecho enfadar—respondió la espadachina, sentándose sobre sus talones— ¿Por qué preguntas?

—Siento que algo te molesta. Y más específicamente, siento que fue algo que hice.

Sansker tenía que reconocer que él también estaba preocupado. Por Kikka, por la aldea, por no encontrar ningún rastro. Lo último que quería era pensar que podía haber hecho algo a alguno de sus compañeros sin darse cuenta. Ōka se lo quedo mirando por unos segundos antes de responder.

—… No estoy segura de si sabes lo que has hecho—dijo finalmente—Creo que eso es lo que me molesta.

— ¿Puedo pedir una explicación?—preguntó John, confundido.

—Sé lo de Kikka y tú—dijo Ōka.

Sansker inspiró tan rápido que se tragó entero el trozo de carne que tenía en la mano. De inmediato comenzó a toser, y tuvo que tomar su botella de agua para ayudar a bajar el bloque de sal y carne. Fue como tragarse un ladrillo, mientras Ōka lo miraba con una ceja arqueada.

—Dios…—John tosió otra vez y volvió a tomar agua—Ōka, no me… no me asustes así…

—Tú preguntaste—dijo Ōka encogiéndose de hombros—Y no estas en posición de quejarte, Sansker.

—No, supongo que no—admitió John. Siempre supo que tendría que decirle a Ōka lo que sentía por Kikka. Tenía la intención de seguir al lado de la joven Doncella tanto como pudiera, y era justo que su hermana lo supiera. Pero nunca pensó como tendría que sacar el tema a colación. No solo estaba la amenaza que Ōka le hiciera directamente una vez, estaba el hecho de que sabía de primera mano el amor que sentía por Kikka. Quizás era algo sobreprotectora, pero Ōka era sincera— ¿Ella te lo dijo?

—Lo sospechaba, simplemente me confirmo algo que sabía desde hacía un tiempo—dijo Ōka mirando las llamas.

—No puedo decirte que lo sienta, no realmente. Solo que lamento que no te dijéramos algo antes—dijo Sansker. No pensaba pedir disculpas por sus sentimientos, ni por los de Kikka.

—Si lo hicieras entonces si que me enfadaría—replicó Ōka. Un leño estallo en el fuego enviando chispas al aire—Me pregunto si tienes idea de lo que implica enamorarse para una Doncella de la Barrera ¿Sabes por qué es tradición que pasen sus días encerradas sin salir más que para algunas ceremonias?

—No—admitió él. Cuando le contaron supuso que sería alguna costumbre que no conocía. O algo similar a los retiros religiosos. Nunca se puso a pensar que hubiera una razón de peso.

—El poder espiritual de un Asesino viene de nuestra conexión con el alma, y la comunión con las Mitama. Nosotros liberamos el poder de nuestras emociones, como bien sabes—explicó Ōka en un tono neutro, sus ojos apagados, aún fijos en el fuego—Pero las Doncellas hacen lo opuesto. Para poder generar sus barreras sus emociones deben estar en armonía. Mente, corazón y alma en balance. Así que son alejadas de todos para que pasen su vida en meditación, lejos del barullo del mundo, y nuestras existencias no afecten su estado emocional.

—Eso es…—Sansker abrió la boca, pensando en la palabra correcta. Ahora entendía las palabras de Shusui mucho mejor, su ira contra el sistema de Midland—Terrible.

—Necesario, dirían otros—dijo Ōka, sus manos se cerraron en un puño sobre su regazo—Por suerte, el jefe Yamato no ve las cosas así. Pero Kikka tiene una labor tan injusta y pesada, por mucho tiempo pensé que tenía que hacer todo lo posible para aliviar su carga. Te dije que si querías pasar tiempo con ella tendrías lidiar conmigo ¿no?

—Lo recuerdo—asintió Sansker. Su compañera lo dijo sin ninguna energía, pero él no lo había olvidado—También recuerdo lo parecidas que me parecían ustedes dos…

—Sigues siendo el único que lo ha notado—dijo Ōka, el fantasma de una sonrisa apareció en su rostro. Levanto la vista del fuego, mirándolo a los ojos—Por mucho tiempo temí que alguien pudiera lastimar a Kikka. Tener que controlar sus emociones sin importar que ocurra, verla sufrir bajo los ataques de los Oni y sus problemas de salud era bastante… pero que alguien pudiera lastimarla aún más… No quería permitirlo. No podía. Y termine tomando decisiones por ella. Al final Kikka me hizo ver lo absurdo que era, ya no es una niña, incluso si para mi siempre será mi hermanita. Y aun así…

—Nadie puede culparte por querer proteger a tu hermana—dijo Sansker. Podía entender ese sentimiento. Y la razón por la que Ōka había estado actuando extraña estos últimos días—Tampoco por preocuparte ahora. Yo también lo hago, Ōka.

— ¿Entiendes lo que significa, Sansker?—insistió Ōka, sin dejar de mirarlo a los ojos—Que Kikka este enamorada de ti… eso implica que podrías ser la roca que le de apoyo, o aquella contra la que se quiebre. Y de ello depende no solo ustedes dos, pero el peso de la aldea ¿estas preparado para lidiar con esa responsabilidad?

John medito su respuesta. Sus sentimientos seguían siendo los mismos, de esto estaba seguro, igual que su convicción, aunque ahora tenía un conocimiento más profundo de la situación. El hecho de que eso no lo afectara le hacía sentirse bien por primera vez en días.

—Esa decisión no es tuya, ni tampoco mía—replicó Sansker, dándose cuenta de lo obvio. Esta vez no necesito tanto tiempo—Kikka es la que tiene que decidir, Ōka. Yo ya sé mi respuesta, y no ha cambiado a pesar de todo lo que me has dicho. La amo, pienso permanecer a su lado y lo haré tanto como ella así lo desee.

Ōka le sostuvo la mirada unos minutos y finalmente suspiro, bajando la cabeza.

—Muy bien, entonces eso será—dijo la espadachina. Su postura se relajó un poco.

—Espera… ¿eso es qué?—preguntó Sansker, confundido.

—Eso era lo que quería escuchar—respondió Ōka, se inclinó para buscar algo de comer—Confío en Kikka, pero necesitaba escucharlo de ti también. Me alegra que ambos piensen igual.

— ¿Quiero preguntar?

—Los he visto juntos, Sansker—dijo Ōka tomando una galleta de arroz y mordiendo con ganas—Kikka siempre se ve más feliz cuando habla contigo. Le has salvado la vida o ayudado a salvarla más allá del deber. Sé que puedo confiar en ti en ese aspecto. Pero no sabía si estabas listo para todo lo que implicaba. Si Kikka lo estaba. Por eso me preocupe tanto. Con su enfermedad, con ese ataque que tuvo antes de que saliéramos…

Sansker asintió. Ahora podía ver a que se refería Ōka. Era un panorama más completo.

—Quiero pensar que estoy haciendo lo correcto esta vez—dijo ella—No quiero… no puedo volver a equivocarme con ella.

—Si me lo preguntas, creo que estas por el buen camino. Incluso si suena interesado—dijo Sansker. Estiro una mano para darle una palmada en el hombro, apretando suavemente—No tienes que averiguarlo sola, podemos intentar resolverlo juntos.

—Gracias, apreciaría la ayuda…—dijo Ōka con una leve sonrisa. Luego volvió a mirar el fuego unos momentos—Igual sabes que, si le partes el corazón, te parto en dos ¿De acuerdo?

—… Me parece justo.


Hayatori había tomado la decisión de adelantarse. Sus compañeros no eran tan sigilosos como él. En solitario podría encontrar las respuestas que buscaban. Esa fue su lógica para dejar atrás a Ōka y Sansker. No notarían su ausencia por unas horas. Solo su Mitama, Jiraiya, estaba con él, quizás juzgándolo silenciosamente pero su apoyo no estaba en duda.

Y lo que encontró justificaba sus actos. Hayatori pudo observar grupos de Diablillos y otros Oni merodeando el Otro Mundo que cargaban objetos, transportando restos de las ruinas con ellos como si fueran tesoros. En grupos de 5 o 6, los demonios agarraban lo que podían y luego se alejaban siguiendo un instinto o guía que solo ellos podían adivinar. Moviéndose en las sombras, usando la habilidad de su Mitama para poner un velo de oscuridad a su alrededor, Hayatori siguió a los Oni mientras se adentraban en la Era de la Guerra y así fue como llego hasta el lugar que ocupaba en ese momento.

En lo profundo de esta era, el Monte Fuji, coronado en fuego, emitía constantemente ríos de lava. Como todo en la distancia, era imposible saber si se trataba de una ilusión o si el Otro Mundo de verdad traía consigo aquella famosa montaña. Pero en esta zona las construcciones humanas y los campos de batalla desaparecían, dejando un paisaje de roca y fuego teñido de rojo. Un lugar inhóspito y abandonado que incluso los exploradores más atrevidos apenas visitaban. Y ahí fue donde Hayatori encontró la torre.

Era una construcción precaria de objetos, rocas, restos de edificios y plantas del Otro Mundo apiladas unas encima de otras sin ninguna atención al detalle más que elevar la construcción hacia el cielo, donde el gran vórtice que coronaba el Otro Mundo se mantenía tan inmutable como siempre. Incluso ahora Hayatori podía ver otro grupo de Oni pequeños llegando con más objetos, como si quisieran añadirlos a la gran pila que ya tenían. No solo Diablillos si no también Almas Oscuras, Oni con forma de cráneo demoniaco que flotaban en el aire envueltos en llamas.

Hayatori no lo pensó, necesitaba acercarse. Desenvaino sus dagas dobles, Golondrinas, y atacó. Fue sencillo, el grupo de Oni que golpeo estaba de espaldas a él y el Asesino apareció entre ellos como si se hubiera teletransportado. Dirigió golpes rápidos a los cuellos de los Diablillos, cortando y moviéndose hacia adelante, golpeando su segundo blanco incluso antes de que el primero tocara el suelo. Así, en un torbellino de actividad, acabo con una docena de Oni antes de que los otros pudieran darse cuenta.

Los rugidos y chillidos de los otros demonios casi parecían humanos, mientras estos corrían para alejarse del Asesino sin seguir un rumbo aparente. Un grupo de Almas Oscuras descendieron para atacarlo, abriendo sus bocas para escupir bolas de fuego hacia él. Hayatori se hizo a un lado, evadiendo el ataque, concentrándose en su Mitama invoco más de su poder creando una esfera de energía oscura en su palma y arrojándola hacia sus atacantes flotantes. La esfera estallo entre los demonios, dispersando una serie de estacas de energía, golpeando las Almas Oscuras y haciéndolas caer, quedando a merced de sus Golondrinas. Hayatori acabo con el segundo grupo con la misma rapidez que el primero.

Ahora tenía el camino libre. Avanzo hacia la torre. De cerca la construcción parecía más estable, aunque también podía notar una fuerte presencia espiritual, la presencia de almas humanas. Hayatori abrió su Ojo de la Verdad y pudo verlo. La torre emitía miasma, contaminada por el Otro Mundo, pero también una enorme cantidad de poder espiritual que ningún Oni sería capaz de producir. El Asesino quedo congelado por un momento, hasta que sintió dos presencias más emergiendo de ambos lados de la torre.

El suelo comenzó a temblar con los pasos de dos Oni gigantes y la estructura delante de él lanzo un brillo siniestro. Hayatori retrocedió, dando un salto hacia atrás. Una pared de luz roja se formó frente a la torre, creando una barrera de energía y por ambos lados los Oni responsables avanzaban hacia él. Hayatori levanto sus dagas, decidido a luchar y los demonios se arrojaron sobre él al mismo tiempo.


—Estoy bien, de verdad—dijo Kikka. La joven estaba volviendo a colocarse sus ropas normales a pesar de las protestas de Yu.

—No sé si es una buena idea que deje la cama, señorita Kikka—insistió Yu, frunciendo el ceño—Necesita descansar.

—Y eso haré. No pienso salir del cuartel, solo…—Kikka se detuvo mientras intentaba ajustar la faja que sostenía sus ropas. Miro a Yu en busca de ayuda y la otra joven accedió, suspirando. Kikka le sonrió a modo de disculpa, sus ropas era a veces un incordio, demasiado rebuscadas para poder vestirse con prisa o sin ayuda—Gracias, Yu.

—De nada, aunque sigo pensando que sería mejor que reposara—replicó Yu. Le dio un tirón al lazo y se alejó para apreciar su trabajo—Al menos intente no hacer grandes esfuerzos.

—Lo intentaré, sé que todos han estado muy preocupados—dijo Kikka. No solo su hermana si no todos en la aldea estaban ahora pendientes de su salud. Si Ōka era propensa a tratarla como si fuera a desmoronarse en una brisa, el resto parecía pensar que era de vidrio. Sus intenciones eran buenas, pero Kikka se sentía sofocada. Era como sin importar cuanto se esforzará, siempre terminaba siendo una carga para otros—Prometo que no saldré del cuartel, solo quiero ver más allá de esta habitación ¿Está bien?

—Supongo... Pero si algo pasa por favor llámeme o a cualquiera—dijo Yu, asintiendo.

—Lo haré, y gracias otra vez—respondió Kikka.

La otra joven se retiró, permitiéndole a Kikka relajarse. En realidad, el esfuerzo que tenía que hacer para aparentar estar bien era incluso peor que de costumbre. Kikka se apoyó en la pared y camino hacia el balcón del cuartel. Al menos ya no se sentía mareada, aunque su cuerpo estaba pesado y le dolía solo estar de pie, como si sus huesos fueran a partirse al más mínimo esfuerzo.

Salió al balcón, donde el aire fresco la hizo sentirse menos oprimida. Kikka suspiró, mirando hacia Ukataka. Había pasado tres días en cama, y por surte solo tuvo que levantar la barrera una vez durante ese tiempo. La interferencia, ese peso que sentía, se estaba volviendo peor cada día. Y eso le pasaba factura.

—No debería ser así…—dijo en voz baja.

Tenía motivos para estar feliz. Ōka descubrió el secreto que John y ella tenían, pero en lugar de molestarse lo aceptó con calma. Contar con su hermana en ese aspecto era un consuelo. Por mucho que estuviera segura de sus sentimientos hacia Sansker, era la primera vez que se sentía así por alguien y eso la asustaba un poco. Ahora mismo ambos estaban fuera en una misión, juntos, y Kikka quería pensar que se estaban llevando bien. Lo último que quería era tener que escoger entre ambos. Pero su salud enturbiaba todo aquello.

—Yo te recomendaría que descansaras un poco más—dijo una voz detrás de ella.

— ¡Shusui!—exclamó Kikka dándose la vuelta. El oficial de inteligencia la saludo con la cabeza. Ella se puso en guardia. Incluso después de todo seguía dándole mala espina hablar con él.

—Por favor, no hay necesidad de estar tan tensa—dijo Shusui, aunque esta vez no intento sonreír como siempre—El Despertar se acerca cada día más, la puerta está por abrirse. Me imagino que eso es lo que está causando presión en tu barrera de energía.

— ¿Cómo… como sabes eso?—preguntó ella. Nadie más estaba enterado de la causa de sus problemas de salud. Solo Ōka y Sansker.

—Tu poder es esencialmente el opuesto al que poseen los Oni. Si una de estas fuerzas se fortalece, es natural que la otra se debilite—explicó Shusui abriendo sus palmas para representar los dos poderes—Esta aldea está demasiado cerca del lugar donde los Oni abrirán la puerta. Esa es la fuente de presión que debes haber sentido últimamente. En el norte, las Doncellas Sagradas fueron las primeras en caer.

— ¿Qué quieres decir?—preguntó Kikka, sintiendo un ligero escalofrío bajarle por la espalda.

—No pienses mal de mi, Kikka, esto es solo un consejo—dijo Shusui. El oficial de inteligencia suspiro mirando hacia un costado—Cuando el Despertar ocurrió hace 8 años, todas las Doncellas Sagradas del norte sucumbieron, intentando mantener sus barreras. La situación es igual ahora. Si no tienes cuidado… podrías morir.

Kikka se tensó, y dio un paso atrás ¿Morir? Siempre supo que su vida estaba en riesgo, solo que de alguna forma el asunto era algo que podía poner fuera de su mente. Escucharlo de boca de alguien más… Kikka se llevó una mano al pecho, su corazón estaba comenzando a palpitar con tanta fuerza que estaba segura de que Shusui podía escucharlo. Intento hablar, pero se dio cuenta que tenía un nudo en la garganta.

—No hay mucho que se pueda hacer, me temo. El riesgo no desaparecerá hasta que el problema sea resuelto—dijo Shusui, mirándola con calma—Y solo se volverá peor conforme pase el tiempo. Mi único consejo es que no mantengas la barrera salvo que sea estrictamente necesario. Hablaré con el jefe Yamato para hacer la recomendación. Ten cuidado, Kikka.

El hombre dio media vuelta y se fue. Kikka no lo miro marcharse, estaba demasiado ocupada. Su otra mano comenzó a temblar, y tuvo que aferrarse a la baranda del balcón para intentar controlarla. Estaba asustada, no, aterrada. Kikka busco la cruz de plata dentro de sus ropas, apretándola con fuerza. Lo que Shusui le dijo era correcto, lo sabía.

— ¿Voy a morir?—murmuro Kikka. Decirlo en voz alta hizo que sintiera lagrimas aparecer en sus ojos—No… pero yo… esto no tiene sentido.

Su determinación era clara, ella pensaba luchar por sus seres queridos. Este poder era una bendición para ayudarles. No pensaba diferente. Nada de eso había cambiado. Deseaba proteger a su familia y amigos. Entonces…

—John… ¿por qué yo…? ¿por qué tengo tanto miedo de morir?


Desastre, esa era la única palabra que se le venía a la cabeza. Hayatori regresó con ellos justo antes del amanecer y dio su informe. El Asesino parecía sacudido y admitió apenas haber escapado con vida de una lucha. Hayatori se había adelantado y encontrado una gran torre siendo construida por los Oni, pero en su entusiasmo se acercó tanto que los demonios lo detectaron y enviaron a dos Oni gigantes a cortarle el paso, cerrando el camino hacia la torre con una barrera. Ōka apenas pudo contenerse ni bien lo escucho.

— ¡¿En que estabas pensando?!—exclamó la espadachina— ¡Debiste volver con nosotros e informarnos!

—Mis acciones fueron inexcusables—fue la única respuesta que Hayatori pudo dar, bajando la cabeza y cerrando su único ojo—Lo lamento.

Sansker también estaba enojado, pero tuvo que contener a Ōka para que no explotara ahí mismo. Nada podían hacer ya. Intentaron ir hacia la torre juntos, la barrera les bloqueo el camino y no encontraron rastro de los Oni que la crearon. Al final no tuvieron más opción que regresar a Ukataka. Finalmente con un resultado, pero sin ninguna manera de explotarlo. Ōka se rehusó a dirigirle la palabra a Hayatori, quien parecía tan sombrío que el viaje de regreso, aunque corto, se le hizo eterno.

Al llegar a la aldea Sansker convoco a Yamato y al resto, decidiendo hacer el reporte él mismo. Sus dos compañeros no estaban de humor para comentar nada más. Les conto a todos, en pocas palabras, lo que Hayatori había descubierto y el hecho de que ahora no podían aproximarse.

—Una torre…—repitió Hatsuho cuando John termino de hablar— ¿Para qué estarían construyendo algo así?

—No lo sé—dijo Yamato negando con la cabeza—Es la primera vez que escucho sobre Oni construyendo algo.

Sansker tampoco tenía la respuesta. Pero alguien más intervino.

—Si desean detener el Despertar, entonces deben destruir esa torre—dijo Shusui, apareciendo junto al grupo.

Todos se dieron la vuelta para encarar al oficial de inteligencia, que camino hasta ellos con calma.

—Desgraciado ¿a qué te refieres?—preguntó Fugaku— ¿Acaso sabes algo de esto?

—Precisamente, estoy muy al tanto de todo lo que esto significa.

—Espera ¿Cómo es que sabes estas cosas?—preguntó Ibuki, cruzándose de brazos.

—Lo sé, porque en realidad no soy parte de los Asesinos—respondió Shusui.

Sansker frunció el ceño, era la primera vez que Shusui admitía esto delante de nadie. Por supuesto que él ya sospechaba que sus lealtades estaban en otro lugar, pero que simplemente lo admitiera… El ambiente cambio de inmediato, todos los demás se pusieron tensos.

—… ¿Qué dijiste?—preguntó Fugaku.

—Trabajo para una… organización diferente de los Asesinos, el Camino de la Luna y el Sol—explicó Shusui tranquilamente—No puedo decirles exactamente que somos, pero eso significa que tengo acceso a cierta información que ustedes no.

Sansker miro a los demás. Fugaku soltó un gruñido. Ibuki parecía preocupado. Nagi y Hatsuho solo miraban a Shusui como si por primera vez que lo vieran bien. Ōka estaba tensa, aguardando una explicación. Yamato parecía tranquilo, analizando la situación. Hayatori era tan indescifrable como siempre, pero escuchaba con atención. John dio un paso al frente

—Entonces eres un espía—dijo Sansker, no estaba preguntando. Shusui se giró hacia él, pero asintió brevemente— ¿Por qué confesar ahora? Después de todo lo que has hecho ¿qué tienes que ganar?

—Es solo que, a pesar de todo, les he tomado cariño—dijo Shusui, acomodando sus lentes, que relampaguearon con un reflejo de luz—No deseo verlos morir. Y me he cansado de ser el chico de los recados para un grupo de ancianos malcontentos. Si acceden a dejarme actuar por mi cuenta, prometo ofrecerles mi ayuda.

— ¡Serás…!—Ōka avanzo hacia el oficial de inteligencia, con una mirada peligrosa.

—No tenemos opción—dijo Yamato de pronto, haciendo que Ōka se detuviera—Necesitaremos tu ayuda, Shusui.

— ¡Oye, Yamato!—exclamo Hatsuho— ¿No estas siendo demasiado permisivo?

—Me he mantenido cayado sobre tu origen y misión todo este tiempo—explicó el jefe—Creo que es hora de que mi generosidad se vea recompensada.

—Debí saberlo, jefe, usted ya había visto mis verdaderas intenciones—dijo Shusui apartando la mirada—Aunque no ha sido el único ¿verdad, Sansker?

—Eso fue una concesión. No abuses—replicó John.

—Muy bien, en ese caso déjenme explicarles—dijo Shusui mirándolos a todos—Explicarles lo que deben hacer si quieren salvar el mundo. Los Oni necesitan dos cosas para manifestarse en nuestro mundo: almas para que sean su fuente de energía, y Haku para tener un cuerpo material. Entre más poderoso el demonio, se necesitan más almas y Haku para mantener su forma física. La torre que Hayatori encontró es una enorme acumulación de ambos materiales. Es un pararrayos diseñado para convocar a un Oni de gran poder desde el Otro Mundo. Un ser que sea capaz de abrir la puerta.

Eso explicaba que los Oni hubieran estado destruyendo aldeas y atacando caravanas, pensó Sansker, deseaban acumular almas. Kikka había dicho que al investigar el paradero del Gouenma, pudo escuchar una gran cantidad de almas humanas llamándose. Y Hayatori los vio robando restos de las ruinas del Otro Mundo para poner en su torre. Los dos materiales reunidos.

— ¿Qué puerta?—preguntó Nagi.

—Esa que existe más allá del tiempo, la puerta entre las dimensiones—explicó Shusui—Un Oni con el poder de abrir esa puerta está a punto de aparecer.

—Casi suena como si lo hubieras visto directamente—dijo Ibuki— ¿Cómo es que sabes tanto?

—Porque en efecto lo vi en persona. Hace 8 años. Cuando ocurrió el Despertar… yo estaba presente.

— ¿Estás diciendo que eres un sobreviviente del desastre en el norte?—preguntó Ōka. Tanto ella como los demás miraban a Shusui como si no pudieran creerlo.

—No puedo entrar en detalles sobre mi papel en esos eventos, pero sí, yo sobreviví a la catástrofe en el norte—respondió el oficial de inteligencia—Hayatori, la torre que viste estaba brillando con un resplandor rojo ¿verdad?

El Asesino asintió.

—En ese caso no hay tiempo que perder. Eso indica que la torre ya posee suficientes almas y Haku. Eso es lo que significa el brillo rojo—dijo Shusui solemnemente—Cuando llegue el momento, la torre traerá al Oni y esta vez el mundo humano será destruido.

— ¡Entonces debemos destruir la torre!—exclamó Hatsuho— ¡Si lo hacemos todo se detendrá!

—Parece ser que no he sido muy claro. Tal y como está la situación actual, no es posible destruir la torre. No tenemos los medios para dañar una estructura tan colosal.

— ¡Eso no fue lo que dijiste antes!—replicó Hatsuho, molesta.

— ¿Acaso estas jugando con nosotros?—preguntó Fugaku con un gruñido.

—Por favor, mantengan la calma. Aún hay una oportunidad—dijo Shusui levantando las manos—Su momento para actuar será cuando el Oni sea convocado. Una vez que aparezca, necesitara tiempo para abrir la puerta. Esa ventana de tiempo es su oportunidad. Matar al Oni es su única esperanza de victoria. El éxito de la operación está completamente en sus manos.

Un silencio muy tenso cayó sobre todos. Sansker los vio intercambiando miradas entre ellos. Y no era para menos, lo que Shusui estaba pidiendo sonaba a locura. Claramente no confiaban en él y menos después de revelar que los había estado engañando por meses.

— ¿Cómo sabemos si estás diciendo la verdad?—preguntó Ibuki, dándole voz a las dudas de todos.

—No pueden saberlo. Tendrán que confiar en mi—Shusui cerró los ojos brevemente. Los demás soltaron murmullos de descontento. El oficial de inteligencia se volvió hacia él— ¿Tú que piensas, Sansker?

John le sostuvo la mirada un momento. La expresión de Shusui era tranquila, como si todo estuviera saliendo según lo esperado ¿había sido así en el norte?, pensó él por un momento ¿Una tragedia que pudo prevenirse, pero la falta de confianza hizo que no actuaran hasta que fuera demasiado tarde? John sacudió la cabeza.

—Yo creo que dices la verdad—dijo, dando un paso al frente. Shusui frunció el ceño, claramente no esperaba que dijera eso.

—Sansker…—murmuro Hatsuho, claramente en conflicto.

— ¿Esa es tu respuesta?—preguntó Yamato.

— ¿Qué alternativa tenemos, jefe?—dijo Sansker mirándolos a todos. La duda en sus ojos era palpable—Nadie aquí sabe nada al respecto. Shusui se ha puesto a nuestra merced confesando sus planes. Sus motivos no siempre han sido honestos, pero su información siempre fue correcta. Yo digo que confiemos en él.

Los otros Asesinos lo juzgaron en silencio. Hatsuho parecía dispuesta a escuchar, pero con dudas. Ibuki y Fugaku se encogieron de hombros, tomando su palabra. Nagi miro hacia un costado, preocupada. Ōka apretó los labios, molesta. Hayatori no fue capaz de mirarlo a la cara. Solo el jefe parecía tranquilo.

—Al final no importa lo que creamos—dijo Yamato—La torre debe ser investigada, los Oni eliminados. Y la barrera que protege ese lugar tiene que ser destruida si queremos hacer algo al respecto. Incluso si no confiamos en Shusui, nuestras acciones serían las mismas. Así que por ahora continuaremos nuestro camino.

—Estoy seguro de que los dos Oni gigantes que vi son los que crearon la barrera—dijo Hayatori, hablando por primera vez en mucho tiempo—Si los eliminamos, podremos llegar a la torre.

—En ese caso tenemos que actuar—dijo Ōka, mirando a Shusui—No tenemos mucho tiempo ¿verdad?

—En efecto, tienen que darse prisa—dijo el oficial de inteligencia.

—Muy bien, las ordenes son claras—dijo Yamato—Deben buscar y eliminar a los dos Oni que crearon la barrera junto a la torre. En cuanto a Shusui, podrá continuar con su investigación, pero será tu responsabilidad si algo sale mal, Sansker.

Eso pareció bastar para los demás que asintieron. John tuvo que agradecerle a Yamato, dudaba que hubiera podido convencerlos él solo. Ahora tenían un objetivo familiar y un curso de acción. Aunque con todo, se dio cuenta de que Hayatori no parecía tranquilo y se alejó del grupo antes de que nadie más se diera cuenta.


Hayatori no podía enfrentar a nadie. El peso de su error colgaba encima de todos. La aldea, el mundo entero podía estar en peligro debido a él. Era completamente inaceptable.

—Un fracaso como ninja, un fracaso como Asesino—murmuró Hayatori, cerrando los ojos—… ¿Que se supone que soy entonces?

Debía expiar esta equivocación, pero ¿Cómo? Salir nuevamente era invitar al desastre. Quedarse y no hacer nada era inaceptable ¿qué debía hacer?

Incapaz de responder a esa pregunta, el antiguo ninja se quedó solo con sus pensamientos, alejándose de todos.