Favor, leer las notas finales si tienen alguna duda, gracias.
Descargo de responsabilidad: todos los personajes y situaciones mencionadas en esta historia, son propiedad de CD Projekt RED y Andrzej Sapkowski; así como de sus respectivos dueños y propietarios.
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Capítulo 2: En medio de las sombras
Respirando entrecortadamente, ignoró las miradas furiosas y curiosas de otros clientes. Dando otro paso, luego se detuvo. Su mirada, fijada en esa figura solitaria encapuchada en la esquina, nunca vaciló. Un borracho vestido con harapos mugrientos tropezó en su camino bloqueándole el paso y la vista. Con los ojos nublados, en lugar de moverse a un lado, el hombre se balanceó, trató de pasarlo y se detuvo. Apestaba peor que un establo sin limpiar durante una semana.
-Oye- balbuceó el borracho. -Tú eres así, ¿Cómo los llamas? ¡B-brujo! Eso es. Acuérdate de ti, mutante- Eructó, el olor nauseabundo de la cerveza rancia combinado con una cena de pescado rivalizaba con el olor del establo.
Luego vino un hipo agudo y el hombre perdió el equilibrio. Mierda, era invierno y todo eso, pero no estaría de más bañarse más a menudo.
Varios hombres acurrucados alrededor de una mesa cercana abuchearon y gritaron empujando al borracho para que se pusiera de pie. Girando la cabeza, miró hacia otro lado, enfocando su atención una vez más en la figura encapuchada en la parte de atrás.
-¿No estábamos masticando aquí lash shummer?
-Disculpe- Maniobrando alrededor del borracho, cruzó la habitación débilmente iluminada por antorchas y velas. Al pasar junto al hogar, su calor se filtraba a través de su gruesa capa negra empapada de nieve. Se habría demorado frente a él, descongelándose las manos y los pies, pero había anhelado este encuentro y no quería perder el tiempo.
Acercándose al individuo encapuchado, respiró hondo. El olor familiar de mujer, de esta mujer en particular, registrado en su nariz. El aroma lo conocía bien. En un momento, la fragancia de lilas y grosellas lo excitaba, lo embriagaba. Pero eso era un recuerdo lejano ahora. Este aroma era crudo y natural, de cuero y acero, y una suave frescura femenina teñida solo con el aroma de las lilas. Influenciado por Yen, sin duda. Con el corazón acelerado, se echó hacia atrás la capucha y puso una mano sobre su esbelto hombro.
Volviéndose hacia él, su capucha ocultaba la mayor parte de sus rasgos. Pero luego levantó la vista. Brillantes ojos verdes brillaron a la luz de las velas enmarcados por cabello ceniciento. Una sonrisa lenta y brillante se extendió por su rostro en forma de diamante. La cicatriz rosa familiar marcaba su mejilla desde debajo del ojo izquierdo hasta la oreja. Extraño, esa cicatriz invocaba sensaciones cálidas y nostálgicas en su vientre. Infierno, invocaba mucho más que la nostalgia.
-Ciri- Vaciló y su nombre fue todo lo que logró. A horcajadas sobre el banco, se sentó junto a ella y la envolvió en sus brazos. La de ella lo envolvió aferrándolo más cerca. Las tazas resonaron, los platos se sacudieron, una cacofonía de voces, todos los ruidos se desdibujaron en el fondo hasta convertirse en un zumbido sordo.
—Geralt —murmuró, su voz familiar suave en su oído, su aliento cálido en su cuello. Cerró los ojos, saboreó el momento.
Respirando su olor, el orgullo se hinchó en él. Había logrado lo que se había propuesto hacer y sobrevivió. Él la apretó con fuerza contra él. Le quitó la capucha de la cabeza y se dio permiso para absorber su presencia. Su mirada recorrió sus rasgos, sus manos se acariciaron su espalda. Cabello ceniciento peinado hacia atrás en el moño habitual en su nuca, un estilo atemporal que siempre había preferido. Las mejillas teñidas de rosa, los ojos brillaban con ese brillo cada vez que lo miraba. Impresionante como siempre.
Algo en su mirada vaciló, una arruga, apenas perceptible para el ojo humano, pero evidente para él, estropeó su suave piel entre sus cejas oscuras. Eso no estaba allí antes de su confrontación con la Escarcha Blanca. Un minucioso detalle que la envejecía un poco y hablaba de la dura vida que había vivido. Él frunció el ceño. Algo había sucedido desde que los había dejado para enfrentarse a la Escarcha Blanca.
El rubor en sus mejillas se intensificó en respuesta a su admiración. -Te ves bien tú mismo, brujo- Sus dedos le hicieron cosquillas en la barbilla sin afeitar. -Hace mucho tiempo que no te veo con barba. No sé… Tal vez me acostumbre.
Rascándose la mejilla, hizo una mueca. -No puedo esperar para afeitarme. Todo ello. Pero por ahora me mantiene la cara caliente".
Una camarera se detuvo en su mesa. -¿Puedo ofrecerles algo a ustedes dos? ¿Cerveza?- Su mirada mordaz dejó a Geralt solo para posarse en Ciri. Mirándola, el labio de la camarera se curvó. Una mujer mayor con cabello canoso y ojos sin alegría, se secó las manos en el delantal sucio. Inclinándose, dijo arrastrando las palabras: -¿Puedo traerte una taza de leche, niña?- como si estuviera hablando con un niño.
—No soy una niña —escupió Ciri con su habitual actitud enérgica
Geralt sonrió para sus adentros, pero lanzó a la camarera una mirada de reproche. -Esa no era forma de dirigirse a una dama, señora.
-Oh, mi error- Ninguna disculpa insinuada en su respuesta. -¿Qué hay de ti, abuelo, qué puedo traerte?
Él suspiró. Está bien, lo consiguió. Cabello y barba tan blancos como la leche lo envejecieron. A menudo confundía a la gente, pero aun así dolía. Estaba en su mejor momento, por el amor de Dios.
—Escuche, señora —Ciri pronunció la palabra con desdén—Él es un brujo. Muestra algo de respeto, ¿quieres?
En ese momento, Geralt miró a la camarera y le dio una vista sin obstáculos de sus ojos. Palideciendo, la camarera dio un paso atrás y jugueteó con su falda evitando su mirada.
-Dos cervezas- ordenó con voz ronca
Una mano cubrió su muñeca.
-Sidra caliente.
Sus ojos se deslizaron hacia los de ella y luego de vuelta a la camarera. –Dos, por favor.
Sin palabras, la camarera asintió y se apresuró hacia la cocina.
Geralt observó a Ciri con atención. Ella encontró su mirada, sus dedos buscando a tientas el broche de su capa. Los gruesos pliegues de lana se abrieron.
-Dondequiera que vayas- ella negó con la cabeza. -¿Eso no te molesta?
-Acostumbrado- Él le sonrió y luego bajó la mirada hacia la mesa. Un pequeño jarrón de madera estaba al final lleno de ramas de hoja perenne. Sus ramas verdes caían sobre los lados tocando la parte superior dela mesa. Sobre todo, estaba acostumbrado. Pero a veces, en el fondo, dolía. Tan diferente de la gente común, nunca se mezclaría con la sociedad ni se convertiría en uno de ellos.
-¿Cómo te sientes, chica bruja?
-Estoy bien, Geralt. Incluso mejor ahora que estoy contigo.
Él bajó la mirada, sin creerle del todo. Con un aspecto más demacrado que de costumbre, se sorprendió a sí mismo de no haberlo visto antes. Y las ojeras manchando la piel debajo de sus ojos. Examinando más de cerca sin llamar la atención, las manchas oscuras no eran del delineador de ojos kohl pesado que delineaba sus ojos como pensó inicialmente.
-¿Quieres algo de comer? Tengo muchas monedas, así que lo que quieras...
Ella negó con la cabeza y palideció casi imperceptiblemente, pero él la captó.
-Está bien…
Mirándola por el rabillo del ojo, no estaba seguro de cómo preguntar esto. Su mirada escudriñó la habitación antes de hablar. "¿Cómo lo hiciste? Quiero decir... ¿cómo derrotaste a la Escarcha Blanca? Y, ¿te sientes bien?"
Hizo una pausa, mirándolo, y cuando él miró hacia abajo, ella sonrió. -Sí. Estoy bien. Nada de qué preocuparse.
El asintió. Ella estaba feliz. A pesar de una sensación de ansiedad que ella se esforzaba por ocultar, él sabía que estaba feliz. Eso solo lo hizo más feliz que nunca.
Ciri le sonrió. Chin señaló con orgullo, sus ojos brillaban con un suave resplandor dorado. -Conquistó la Escarcha Blanca. Al menos durante mucho tiempo.
-Lo hiciste, Ciri. Realmente eres una mujer notable. Malditamente orgulloso de ti. Pero, ¿Cómo lo hiciste?
Una taza resonó frente a él, el líquido se derramó por los lados y se derramó sobre la mesa. La segunda taza aterrizó con la misma fuerza frente a Ciri.
—Encantadora hospitalidad —murmuró.
La camarera resopló, le dio un gran rodeo y se apresuró a cruzar la habitación.
-No puedo decir que la culpo. La última vez que estuve aquí, Vesemir y yo nos defendimos de una pelea sangrienta iniciada por algunos lugareños. No terminó bien para ellos. Seguro que traigo todo eso de vuelta cada vez que aparezco.
Ella se rió y el dulce sonido se apoderó de él tranquilizándolo. Le encantaba su risa. Tomó un sorbo con cuidado de no quemarse la boca. -Mmm. No he tenido sidra caliente en…. siglos. Extrañaba esto de los viejos tiempos.
-Yo también- Él tomó un sorbo.
-¿Cómo está Yennefer?
La temida pregunta. Suspirando, dejó la taza y envolvió sus palmas alrededor de la cerámica. El calor se filtraba a través de sus guantes de cuero. -Me temo que preguntarías eso.
Su mirada cayó sobre la mesa. -Es mi madre, Geralt. Necesito saber…
-Por supuesto que sí. Pero…
Esperó inusualmente paciente a que él continuara. Mientras tanto, ella miraba por la ventana cubierta de escarcha a lo largo del alféizar y los bordes.
-No la he visto desde que saliste por el portal que abrió Avallac'h. Ya sabes, para hacer frente a la Escarcha Blanca. Ella... Bueno...- Haciendo una pausa, tosió, encontrando difícil encontrar las palabras. Palabras suficientes sin revelar ningún detalle. Si lo hiciera, arruinaría su reunión.
-¿Geralt?- Ella lo miró inquisitivamente. -¿Tú y Yen tienen una pelea otra vez?"
-Podrías decirlo.
Su mirada traicionó claramente que exigía una respuesta definitiva. Ella no estaba jugando.
-Sí- murmuró en su taza. -Dudo que alguna vez volvamos a estar juntos esta vez.
-Lo siento, Geralt- respiró ella, su mano alcanzando la de él y apretándola significativamente. Él le devolvió el gesto, pero se tomó su tiempo para soltar su mano. -Sé cuánto la amabas.
-Todavía lo hago, en realidad, pero incluso ahora siento que el amor se está convirtiendo en un tipo diferente de amor- Él evitó su mirada penetrante y tomó un sorbo de la humeante sidra. Pero por el rabillo del ojo, la mirada de Ciri se fijó en la suya. Tenía una mirada inquisitiva en sus ojos.
-Ya sabes, de una manera diferente. No como solía hacerlo. Antes, yo estaba obsesionado con ella todo el tiempo- Se detuvo bruscamente, recordando con quién estaba hablando. Ahora no era el momento de revelar los aspectos más personales de su vida amorosa, una vida mucho antes de que Ciri naciera. -No importa. Probablemente sea mejor así.
Sus delgados hombros se hundieron. Su sonrisa antes había iluminado la cámara oscura, pero ahora frunció el ceño y volvió a oscurecerse dentro de la taberna.
-Debería haberme despedido de ella. Debería haber explicado mis planes. Yo... Sólo sabía que sería demasiado difícil. Y yo flaquearía. Tuve que hacer eso... confrontar a la Escarcha- Ella lo miró y sonrió con una sonrisa melancólica. -Ahora me siento doblemente mal sabiendo que ustedes dos están fuera otra vez. Tal vez las cosas cambien en el futuro.
-Hmmm- gruñó. -No estoy tan seguro. Pero ustedes dos todavía se tienen el uno al otro. Yennefer estaría encantada de saber que has regresado y estás a salvo en casa.
Asintiendo, se limpió un mechón de cabello de la cara. -¿Donde esta ella?
Él suspiró. -La vi por última vez en Undvik, después de que te fuiste por el portal-. Apoyando un codo en la mesa, se quedó mirando lo que quedaba de la sidra. Apretando los dientes, odiaba mentirle, pero, bueno, no era realmente una mentira per se, solo redirigía un poco la verdad para ahorrarle más ansiedad.
-Descubrir que te habías… dejado…- tragó saliva y lo disimuló tomando otro sorbo de la bebida caliente. -Ah, no la he visto tan furiosa en mucho tiempo. Me dio un buen latigazo. Todavía pica. —añadió en voz baja.
-Avallac'h tampoco pudo consolarla. Traté de explicarle lo que necesitabas hacer, pero ella simplemente no podía ver más allá del dolor de perderte-. Sí, eso pareció funcionar en base a su expresión de preocupación. -Se tele transportó furiosa. No sé adónde fue. No la he visto desde entonces.
-Eso fue hace cuatro meses- Sus ojos se empañaron. Parpadeó rápidamente mirando su taza. -Lo siento, Geralt. Debería haber manejado eso mejor. Eso fue egoísta de mi parte. No había considerado tus sentimientos ni los de Yennefer cuando me alejé de un salto momentos después de que derrotaras a Eredin y la Cacería Salvaje.
Ella se inclinó más cerca, sus ojos encapuchados y sinceros. Él no apartó los ojos de ella cuando ella presionó sus labios contra los suyos. Ninguno de los dos se movió, el beso duró una deliciosa eternidad. Cada músculo se derritió con el contacto. Sus labios suaves y sedosos lo calmaron y lo calentaron. Ella se apartó, sus labios se aferraron el uno al otro por otro momento prolongado antes de separarse. Suspirando, se humedeció los labios, todavía la saboreaba.
-Nunca tuve la oportunidad de agradecerte adecuadamente.
-¿Para qué?
Su mirada inquebrantable sostuvo la de él y luego recorrió su rostro amando cada parte de él. Un aleteo rodó en su vientre.
-Para todo. Por ser el hombre en quien podía confiar mi vida. Por desafiar y derrotar a dos comandantes y al rey de la Cacería Salvaje. No es un logro pequeño, Geralt. Has hecho más por mí que nadie.
—Haría cualquier cosa por ti, Ciri —murmuró.
-Lo sé. Haría cualquier cosa por ti, Geralt. Espero que lo sepas.
Se quitó un guante de cuero y apartó el flequillo que se le había caído cerca de los ojos. "Lo hago", susurró.
Ella negó con la cabeza, limpiándose una lágrima perdida de sus pestañas. -Puaj. Ya no puedo hablar de Yennefer. Duele demasiado. Temo haberla lastimado. Tal vez ella nunca quiera volver a verme.
Tomó un sorbo. Duele demasiado. Eso fue un eufemismo. Cada relación que había lastimado. Normal para él.
-No creas eso. Ella te ama más que a nada. Incluso más que yo. Podrías encontrarla. Cuando quieras, puedes ir con ella.
-Sí, iré con ella en breve. La necesito, Geralt. Quiero decir, yo también te necesito, pero en los próximos meses, la voy a necesitar. Pero, quería estar contigo primero- Ella fijó su brillante mirada en él. Una sombra de preocupación se oscureció sobre ellos por un momento, luego parpadeó y miró hacia otro lado. Ella inhaló un suspiro tembloroso. -Hablando de padres…
—No estamos hablando de padres —señaló—
-Bueno- agitó su mano en el aire con desdén. -Estamos ahora. ¿Cómo tomó la noticia? ¿Te creyó?
En silencio, Geralt se tomó su tiempo para sacar un sorbo de la taza. Su calor especiado con canela lo calentó todo el camino. Dejó la bebida y estiró las piernas debajo de la mesa. -Honestamente, no tengo idea. Tu padre es un hombre duro, Ciri, y difícil de leer. Le dije lo que querías de la forma más convincente que pude.
-Eso es todo lo que podría pedir. Así dejará de perseguirme. Gracias, Geralt.
Un silencio se instaló entre ellos, espeso como una manta de lana. Él la miró y tomó otro sorbo. -¿Cuándo vas a decirme lo que realmente quieres decir?
-¿Qué?- La tasa se tambaleó sobre la mesa cuando ella la soltó. La sidra se derramó por los lados.
-Me escuchas.
-¿Cómo lo supiste?- susurró, sus mejillas enrojecidas.
Arqueando una ceja, no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, mantuvo la voz baja. -Tu ritmo cardíaco es rápido, tu sonrisa, a veces temblorosa como si estuvieras nerviosa por algo. Te ves cansada, ¿Qué es?
-Aquí no, Geralt… por favor. Prefiero no estar en un lugar público.
-Está bien- Él se paró. -Conseguiré una habitación…
Su mano se abrió y agarró su brazo. -Me encargué de eso. Ya alquilé uno para la noche.
Volviendo a sentarse, asintió. -Buen pensamiento. El lugar está ocupado.
-Sí, todas las habitaciones están ocupadas.
-Vámonos entonces.
Terminando la sidra de un gran trago, depositó la taza sobre la mesa. Se pasó el dorso de la mano por la boca y se levantó del banco. Ofreciéndole una mano, sacudió la cabeza, murmurando algo acerca de poder por su cuenta. Sus dedos agarraron la pesada capa negra cerrada sobre su pecho. Algo en la capa aguijoneó su subconsciente, pero su enfoque en ella enterró cualquier otro pensamiento.
-Sígueme- pasó delante de él y se dirigió a las escaleras, su capa ondeaba detrás de ella. Algunos ciudadanos borrachos la miraron con lascivia y le silbaron. Cuando sus miradas se posaron en él, sus burlas se convirtieron en burlas sucias y bromas groseras. Ignorándolos a todos, siguió a su figura alta pero esbelta hasta la escalera.
-¿Qué cuarto?
-El último a la derecha.
-Te veo ahí. Voy a agarrar mis alforjas primero.
Ella asintió.
La vio llegar al segundo piso. Dioses, estaba tan contento de que ella regresara. Después de que ella se fue voluntariamente para enfrentar a la Escarcha, honestamente se armó de valor contra la idea de que nunca la volvería a ver. Era una realidad con la que no podía vivir. De vuelta en Undvik, la ira y la furia de Yennefer estaban dirigidas a él, pero solo una parte se debió a la precipitada partida de Ciri. La otra parte, bueno... mejor aprende a vivir con eso. De ninguna manera era un hombre perfecto.
La puerta de su habitación se cerró con un ruido metálico y él se giró para salir al frío penetrante. Una sonrisa secreta capturó sus labios. Ciri estaba de vuelta y podía respirar de nuevo.
….
La puerta se cerró con un clic.
Cada terminación nerviosa revivió tan pronto como entró en la habitación. Ella se mordió el labio inferior. Manteniendo su entusiasmo bajo control, Ciri arrojó otro leño a la chimenea y las llamas rugieron. Se volvió, se quitó la capa y la colocó sobre una silla frente a la chimenea. Geralt dejó caer sus alforjas a los pies de la cama.
-Bonita habitación- dijo. -Más grande de lo esperado.
-Sí-ella asintió. -Era el último disponible- Él tarareó un gruñido y olas de hormigueo sacudieron la parte baja de su vientre.
Se quitó la capa y la miró con esos ojos felinos únicos que solo un puñado de hombres en el mundo poseían. Se enfrentó de nuevo al fuego ansiosa por su calor, sin saber por qué. Aunque la habitación estaba fría, ella ardía por dentro.
-Tengo algo para ti.
Geralt miró por encima del hombro y cogió una vaina de la cama. No era uno que ella hubiera visto antes. La empuñadura y el protector de acero brillaron a la luz del fuego. Abriendo mucho los ojos, dio un paso adelante.
-Es… hermoso- ella respiró.
Él estaba de pie ante ella, alto como un imponente centinela. Ella aspiró profundamente su aroma familiar de cuero y acero mezclado con esa fragancia natural a maderada de pino y fogata. Era un aroma que siempre apreció y recordó en Kaer Morhen. Era el olor con el que soñaba cuando no podía estar cerca de él.
El arma yacía plana sobre ambas palmas y él se la presentó. Ella lo miró a los ojos. Brillaban dorados, sus pupilas verticales redondeadas en la penumbra de la cámara. Su expresión reverente y orgullosa.
Con la respiración atrapada en su garganta, envolvió sus dedos alrededor de la empuñadura de marfil grabado, su frío le mordió la palma. Apreciando y honrando el oficio que formó esta arma, deslizó su mano por el pomo hasta el círculo de acero al final, su robusta circunferencia se ajustaba perfectamente a su pequeña mano. Esto fue hecho específicamente para ella. Nunca antes había experimentado esta sensación de asombro. Él hizo esto solo por ella.
Una rápida mirada hacia él reveló una mirada intensa y sin pestañear, y una leve sonrisa se extendió por sus barbudas mejillas. Contuvo la respiración y luego la dejó salir lentamente mientras ella acariciaba la empuñadura de nuevo. Artesanía impresionante.
-Adelante-dijo con voz áspera con esa voz profunda y áspera suya. -Sostenla.
Lentamente, con reverencia, desenvainó la espada y el silbido agudo cantó en la habitación. Ella contuvo la respiración. La plata pura brillaba en el brillo dorado de la cámara.
-La hoja de treinta y ocho pulgadas y media pesa unas cuarenta onzas.
Afilado como una navaja y digno de una bruja. Las runas grabadas en la hoja brillaron de color azul cielo cuando la luz le dio justo. Coincidían con las runas de la espada plateada de Geralt, pero esta tenía un glifo grabado justo debajo de la cruz. Inclinó la espada a la luz. Representaba un gorrión en el discurso antiguo. Debajo del glifo grabó la palabra: Zireael.
-Golondrina- ella respiró.
-Hmm-hmmm- tarareó. -Un símbolo de primavera y renacimiento. Mi golondrina.
—Oh, Geralt —susurró—. El calor y el amor abrumaron su corazón y su alma.
—Lo hice especialmente para ti, mi bruja. ¿Notas el peso? Lo suficientemente leve como para que tú lo empuñes, pero igual de dañino si yo lo usara.
Con el corazón palpitante, levantó la mirada hasta sus ojos brillantes y su radiante sonrisa. -Esta... ¿es la espada plateada de un verdadero brujo?
El asintió. -Núcleo de acero siderita plateado. Forjado por el maestro herrero más talentoso de Novigrad- Su mano acarició su cabello y acarició su mejilla. Cerrando los ojos, se inclinó hacia su cálido toque.
-Un brujo necesita su espada de plata.
Un suspiro tembloroso escapó de sus labios. Abrazando el arma contra su pecho, oleadas de emociones corrieron desenfrenadas por sus venas y la dejaron mareada. Su torre de fortaleza, su refugio, su voluntad de sobrevivir, su todo, todo envuelto en este único hombre. El único hombre que había cambiado el curso de su propia existencia, le dio un hogar durante casi dos años y le enseñó casi todo lo que sabía sobre el oficio de brujo. Ahora la pronunció con el mismo título que ella siempre había anhelado lograr. Tal como él. Una bruja.
-Este es el mejor regalo que he recibido nunca, Geralt. Pero, debe haber costado una pequeña fortuna.
-No para que te preocupes.
Caminando hacia la cama, colocó con cuidado la espada sobre el suave edredón. Girando, se precipitó en su abrazo de cuerpo completo, aferrándolo más fuerte. Sus brazos la envolvieron, su calor se filtró a través del cuero frío, la cota de malla y las hebillas afiladas. Estaba de nuevo en sus brazos, el único lugar en el que siempre anhelaba estar.
-Me encanta, Geralt. Y te amo.
Levantando la mano, pasó los dedos por su largo cabello blanco como la leche y atrajo su cabeza hacia ella. Sus labios capturaron los de ella antes de que ella pudiera hacer lo mismo. Fuertes brazos envueltos alrededor de su espalda la aplastaron contra su pecho.
Ella puso una mano sobre su pecho y rompió el contacto. Con un suspiro, se volvió hacia el fuego y se abrazó el estómago.
-¿Qué pasa, Ciri?
-Nada.
-No creas eso ni por un segundo.
El tintineo de hebillas y cotas de malla se estrelló contra el suelo. El cuero vino después. Entonces él estaba junto a ella junto al fuego vestido sólo con sus pantalones de cuero. Una mano grande descansaba en la nuca de su cuello. Un delicioso hormigueo le recorrió la columna para unirse al tumulto que ya se agitaba en su vientre.
-Ciri. ¿Qué ocurre? ¿Te sientes bien?
Siguió mirando las llamas danzantes.
-Dime que está mal.
Soltando un suspiro de molestia, se soltó el moño de la nuca. Pelo largo y sedoso caído sobre sus hombros y bajando por su espalda cubriendo su mano descansando allí.
Su frente se arrugó.
Ella se volvió hacia él -Estoy cansada, Geralt. Tan condenadamente cansada.
-Si alguien se ha ganado un buen descanso, eres tú- Él la llevó a la cama- Desnúdate y vete a la cama. Le dio un beso en el costado del cuello, justo debajo de la oreja.
Sus ojos se empañaron y asintió- Sí… durmiendo en una cama. Eso sería encantador.
Una vez bajo las sábanas, se estiró detrás de ella y la atrajo hacia él. El suave vello de su pecho contra su espalda la consolaba. Su mano se deslizó por su costado desde las costillas hasta el muslo y volvió a subir antes de colocar su brazo en la curva de su cintura. Su mirada encontró su nueva espada apoyada contra la mesita de noche. Suspirando, encontró su mano y entrelazó sus dedos entre los largos de él. Lo apretó y lo sostuvo con fuerza.
Así recordaba las noches en la carretera hace tantos años cuando era una niña aterrorizada. Sólo él mantuvo el miedo a raya. El calor inundó su mente, cuerpo y alma. Aquí, en sus brazos, ella estaba a salvo y atesorada. No por quién era ella o cómo podía promover la ganancia de otro, pero para Geralt ella era simplemente su pequeña bruja. Su destino. El calor que generaba se filtraba a través de ella por dentro y por fuera. Una vez más su protector y mentor. Todo estaría bien. Ella deseaba quedarse aquí, justo así...siempre.
El sueño descendió rápidamente. Por primera vez en una década, ella durmió en paz, sin pesadillas.
Fin del capitulo
