Favor, leer las notas finales si tienen alguna duda, gracias.

Descargo de responsabilidad: todos los personajes y situaciones mencionadas en esta historia, son propiedad de CD Projekt RED y Andrzej Sapkowski; así como de sus respectivos dueños y propietarios.

ADVERTENCIA: Este capítulo contiene intentos de violación y violencia gráfica típicos del canon.

Por favor, no dejes que la advertencia de este capítulo te asuste. Tuve mucho cuidado al escribir esta escena. No quiero incomodar a nadie. Véanse las notas al principio de este capítulo por las que sentí que este tema delicado es parte integral de la historia de Ciri.

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Capítulo 7: Reunión de Novigrado - Parte 3

-¡Llévame de vuelta ahora! -Ciri ordenó con un pisotón acompañante de su pie calzado con piel de cordero. No prestó atención a que el agua de lluvia le salpicaba los tobillos. Su cabello pegado a su cara y la humedad se filtraba a través de su chaqueta.

La mano del posadero agarró su brazo, un poco demasiado fuerte, y la arrastró por la calle. Clavando los talones, patinó sobre los adoquines y se lo puso difícil.

Frunció el ceño y se pasó la palma de la mano por la frente. -Estás mejor sin él. ¿Por qué quieres estar con él, un brujo de todas las personas? Estarás a salvo, te lo prometo.

-¡Estaba perfectamente a salvo con él! -Sus dedos, resbaladizos por el agua, intentaron apartar la mano de él de su brazo. ¿Por qué insistía en que ella no estaba a salvo con Geralt?

-Viniste voluntariamente antes. ¿Por qué estás peleando conmigo ahora? -Suspirando, el dueño del Kingfisher Inn la arrastró hasta que se detuvo frente a una casa de ladrillos. Él sostuvo la puerta abierta para ella.

Apretó los talones como plantando raíces en la calle. Se cruzó de brazos y miró al hombre.

-Te estás mojando. Ve adentro -Él asintió hacia la puerta.

-¿Sabes quién soy? -Cambió de táctica. Su voz, tranquila e imperial, habría enorgullecido a su abuela. -¡Te ordeno que me devuelvas al brujo en este instante! -Se aseguró de seguir esa orden con un levantamiento igualmente majestuoso de la barbilla.

No funcionó. No se movió ni dijo nada, y ciertamente no sabía quién era ella. Pero, siempre había funcionado para su abuela. Su barbilla perdió su aire altivo.

Una mujer de mediana edad apareció en la puerta con un camisón arrugado y con volantes y pantuflas a juego. Aturdida, sofocó un bostezo. Mechones de ondulados mechones oscuros asomaban por debajo de un gorro de dormir. -¿Qué diablos es todo este alboroto?

El posadero agarró el brazo de Ciri y el dolor le recorrió el codo. Ella gritó y él la empujó dentro de la casa. Ella lo recompensó con una sólida patada en la espinilla. Nunca nadie la había tratado de una manera tan irrespetuosa antes.

-¡Santa Melitele! -gritó la esposa, con los ojos muy abiertos y ahora despierta. Miró a su esposo mientras él gemía y cojeaba sobre una pierna.

Ciri se soltó de su agarre, le dio un rodillazo en la entrepierna y salió corriendo de la casa tropezando con una planta justo afuera de la puerta en el proceso. Corriendo calle abajo, la lluvia gélida le azotaba la cara. No podía recordar qué dirección habían tomado. Solo recordaba unos pocos giros. La oscuridad y el aguacero incesante la confundían y desorientaban. Como no estaba familiarizada con esta ciudad, no tenía idea de dónde estaba o en qué vecindad estaba la posada.

'Geralt, ¿dónde estás?'

Respirando con dificultad, su estómago se contrajo y una ráfaga de energía la impulsó hacia adelante. ¡Estaba sola otra vez! ¿Qué iba a hacer ella? ¿Dónde ir?

Obligándose a sí misma a respirar profundamente, se concentró en pensar con claridad. Ella había estado sola antes. Respirar

¡No quería volver a estar sola! Aunque horrible y aterradora, se las había arreglado en ese entonces, cuando escapó del Caballero Negro. Durante semanas sobrevivió sola hasta que se topó con esa linda familia con dos hijos.

Aspirar…Así que ahora, tenía que arreglárselas de nuevo y volver con Geralt. Su estómago se revolvió. ¿Y si ella no podía encontrarlo? Se lo llevaron, tal como lo había soñado momentos antes de que sucediera.

Siguió en la dirección de donde la había traído el posadero. Mientras ella siguiera moviéndose. Y no entró en pánico. Si pudiera volver al establo, estaría segura y seca. Allí podría esconderse y pensar.

Dobló por un callejón oscuro y se detuvo. Los altos edificios a ambos lados del estrecho pasaje no dejaban pasar la luz. Pero no había mucha luz de todos modos a menos que los relámpagos relampaguearan, lo que ocurría de vez en cuando. Aun así, no hay necesidad de correr riesgos innecesarios. Debería permanecer en la carretera principal.

Volviendo por la calle adoquinada, se detuvo en seco. Un hombre arenoso y mugriento con un parche negro sobre un ojo bloqueó su camino. Ella jadeó, retrocediendo un paso. De él emanaba un fuerte hedor a cerveza rancia y orina. Otro olor que no podía ubicar, almizclado y distintivo, sin estar segura de sí era desagradable o no, pero definitivamente en el ámbito del olor corporal y bastante desconocido. Extrañamente le recordaba al mar. Ciri retrocedió más.

El hombre la agarró del brazo y la arrastró contra él. Chocando con su pecho, ella se puso de puntillas para aliviar el dolor en su codo. Quería gritar, pero no lo hizo. Ella se apartó en vano.

-Bien, bien. ¿Qué tenemos aquí?

-¡Déjame ir! -Ella rechinó con los dientes apretados.

-Eres un poco joven para estar vagando solo por las calles a esta hora de la noche, ¿eh?

Su acento, denso como el de un marinero, ojos oscuros como la noche, la recorrió y se interesó demasiado en su pecho. Su piel se erizó, provocando un escalofrío que le recorrió la columna vertebral. Haciendo una mueca, trató de soltarse de su agarre, pero la quemadura era demasiado.

-¿Qué edad tienes de todos modos? -Él se rió entre dientes de una manera lenta y cómplice que le puso los pelos de punta en la nuca.

-Por favor… -Ella raspó las palabras a través de una garganta constreñida. -Estoy con un brujo. Te mataría en un instante.

Por una fracción de segundo, el miedo brilló en sus ojos, pero la diversión no tardó en seguirlo. -¿Es así, eh? No veo a ningún brujo por aquí.

Él la levantó por el brazo y la aplastó contra su pecho con tan poco esfuerzo como si llevara una muñeca de trapo.

Contoneándose más profundamente en la oscuridad del callejón, su otra mano empujó para abrirle la chaqueta.

-Mire, señorita, he estado en el mar por… mucho tiempo y… bueno, un hombre tiene necesidades. Mmm. Una mujer sería preferible, pero lo harás en un apuro. Debes haber venido de Cripplin' Kate's.

Una mano grande y áspera exploró su pecho. Ella se retorció y el calor subió a sus mejillas. Sus dedos se demoraron sobre sus pequeños brotes, tiernos en crecimiento, aplastados bajo su toque exigente. Sus dientes rechinaron uno contra el otro, su estómago se retorció en nudos. ¡Cómo se atreve! ¡Nadie la había tocado nunca de esa manera! Y nadie lo volvería a hacer.

Él gruñó, apretó su pecho y resopló. Sus mejillas se encendieron. ¡Maldito sea! Ella le dio un rodillazo en la ingle, o mejor dicho, lo intentó, pero su cercanía no le permitió la fuerza que hubiera preferido usar. Entonces ella le escupió en la cara.

-Oh, una luchadora, ¿verdad? -Se limpió la saliva de la nariz. -No eres una mujer, pero me gustan con fuego.

Riendo entre dientes, la dejó en el suelo bruscamente y ella se tambaleó. Ella no tuvo suficiente tiempo para recuperar el equilibrio antes de que él la girara para darle la espalda y la inclinara sobre la parte superior de una caja sucia. Su borde era áspero y afilado. Un gran puño retorció sus mechones empapados en un asidero que impidió cualquier movimiento. No podía mover la cabeza en absoluto.

¿Qué quería este hombre? ¿Qué iba a hacer? Con los dientes castañeteando, se obligó a bajar la bilis que subía a su garganta, pero la ahogó. Estiró su cuello hacia atrás.

Una rodilla obligó a sus piernas a abrirse de par en par. Su peso la aplastó, la inmovilizó contra la caja. Una hebilla tintineó y el suave silbido de los cordones de cuero al abrirse le secó la boca. Incapaz de gritar, se retorció, pero fue inútil. Él era demasiado pesado.

'¡Geralt! ¡Te necesito!'

Un puño agarró la parte trasera de la cinturilla de sus pantalones. Un rápido tirón rasgó las costuras y cayeron sobre su trasero. El aire frío la enfrió entre las piernas. Una ola de pánico que le paró el corazón la paralizó. Sus dedos se arrastraron sobre la parte superior de la caja, buscando una roca, un trozo de madera o cualquier cosa para usar contra él. ¡Nada! Nada más que suciedad y telarañas sedosas enredaban sus dedos.

Todo su peso la aplastó contra la madera astillada. Le mordió la parte inferior del vientre. Ella gritó.

-No se preocupe, señorita. Creo que estarás bien apretado, así que será rápido. Cuanto menos te retuerzas, menos doloroso para ti. Relájate.

Un dedo intruso sondeó lentamente donde no tenía nada que hacer y ella jadeó. Las lágrimas se derramaron por sus pestañas y se mordió los labios hasta que el sabor oxidado de la sangre tiñó su lengua. Su estómago anudado se convirtió en una espesa ola de náuseas. ¿Cómo podía un hombre tratarla así? ¿Como si ella fuera una propiedad o un objeto que un hombre pudiera hacer con lo que quisiera cuando quisiera? Ella no quería esto, no pidió esto… Tal vez podría vomitar, eso lo apagaría… ¿no?

Ella balanceó su brazo detrás de ella en un esfuerzo por golpearlo. Su puño encontró nada más que aire. Él agarró su muñeca y la sujetó detrás de su espalda. Ella gimió ante el dolor punzante en su hombro.

-Geralt... -gimió en un sollozo ahogado. Era el único sonido que podía emitir. Tiró del cabello estirando su cuello hacia atrás. Ella juró que esto nunca volvería a suceder. Ningún hombre jamás la violaría, ni siquiera la tocaría. Moriría antes de lograrlo.

-¿Quién es Geralt? -dijo con voz áspera, su aliento contaminado con cerveza, demasiado cerca de su oído, la amordazó. -¿Su novio? -se burló con una risa fea. -¿O tu papá?

Él enfatizó ese último comentario con un fuerte empuje de sus caderas contra su trasero. El borde áspero de la caja se hundió más profundamente en la parte inferior de su vientre. Ella ahogó un grito.

-Un brujo -Una voz profunda, áspera y autoritaria no rompió ninguna discusión y estaba llena de advertencias desde la entrada del callejón.

El corazón de Ciri se detuvo ante el sonido de la familiar voz aterciopelada que había llegado a amar. El alivio la inundó, hizo que se mareara. Mirando hacia la calle, la figura alta e imponente de un hombre de cabello blanco con las empuñaduras de dos espadas sobresaliendo de un hombro se recortaba en la entrada del callejón. La poca luz que emanaba de la calle brillaba sobre su cabello y sus hombros, reflejándose en los acentos de acero de las empuñaduras de las espadas. Su rostro se perdió en la sombra.

'¡Él me encontró!' -Se concentró en respirar. ¡Geralt estaba aquí, lo arreglaría todo!

En tres largas zancadas, Geralt estuvo al lado del marinero y le asestó un fuerte golpe en la cara. El golpe sacudió al marinero y éste se deslizó hacia un lado casi llevándosela consigo.

Liberada de su peso, pudo respirar de nuevo. Rápidamente se subió los pantalones. Pero ahora estaban arruinados y podrían caerse.

Después de un golpe profundo, el marinero gruñó detrás de ella. -¡Suéltame, mutante!

Otro golpe seguido de un gemido.

-¿Tienes la costumbre de agredir a las jóvenes, escoria?

Una pelea, ruidosa y acelerada estalló detrás de ella. Ciri se enderezó, tenía el abdomen magullado y adolorido. Sosteniendo un brazo sobre su vientre, saltó sobre la caja evitando la pelea.

El anillo metálico de acero cantó en la oscuridad. Estaba más oscuro que el negro de la noche en el callejón y sólo la blancura pura del cabello de Geralt brillaba en la mínima luz que daba pista de su paradero. No tuvo ningún problema para hacer contacto con la espada del marinero, por el sonido de la misma. Era como si pudiera ver perfectamente bien en la oscuridad. Probablemente no fue así para el marinero, por otro lado.

El sonido y el silbido del metal raspando contra metal le rechinaron los oídos. Respiración pesada, gruñidos acompañaron la canción metálica. Un relámpago iluminó el callejón en una serie de destellos rápidos lo suficiente como para revelar al marinero y al brujo en una lucha de fuerza bruta, con sus espadas entrecruzadas en el medio. El marinero era voluminoso, pero Geralt, más delgado y atlético, era más alto. El brujo pateó al marinero en el muslo empujándolo hacia atrás.

-¡Ciri! ¡Sal de aquí! -siseó. Con resonantes golpes, paró otra sucesión de golpes frenéticos.

-¡No! -gritó corriendo hacia atrás en la caja hasta que no pudo ir más allá. La sólida pared de ladrillos fríos del edificio lo impedía. -¡No te dejaré! ¡No quiero volver a estar solo!

Dentro de esa fracción de segundo de distracción, el marinero aterrizó un puño en la mandíbula de Geralt con un golpe resonante. Ella contuvo el aliento cuando su cabeza se giró en la dirección del golpe. Siguiendo el impulso, Geralt giró en una pirueta y sorprendió al marinero con un fuerte golpe de acero. Apenas capaz de pararlo, el marinero se tambaleó hacia atrás hasta que se aplastó contra el costado del edificio.

-¡Maldita sea, Ciri! ¡Fuera de aquí, AHORA!

El tiempo que tardó en ordenarle que se marchara fue suficiente para que otro puño se encontrara con su mandíbula. El cabello empapado de Geralt se agitó en un abanico, salpicando un rastro de agua por todas partes. Con un gruñido, se tambaleó hacia atrás. Levantando su espada en una parada, desvió el torbellino entrante de la hoja para que no le cortara la cabeza.

-¡Geralt!

Ciri fijó su atención en la voz masculina que venía de la calle. Jaskier, la ropa arrugada y pegada a su forma, el cabello completamente desordenado y la boina caída cubría la mitad de su rostro. Se acercó al callejón y llamó de nuevo en un susurro feroz.

-¡Vienen cazadores de brujas!

Geralt soltó una maldición y golpeó de nuevo. Su hoja aterrizó con fuerza contra la del marinero y la raspó a lo largo. Mientras sostenía su espada cautiva, sacó una daga de su cinturón y la clavó profundamente en la parte inferior del vientre del marinero.

La satisfacción se posó en Ciri, el placer de presenciar la desaparición del cabrón trajo puro deleite. Y fue Geralt quien lo cumplió. Su protector, su destino.

Envainando ambas espadas, Geralt corrió hacia ella, la sacó de la caja y se adentró a una velocidad vertiginosa en el oscuro callejón. Le rodeó el cuello con los brazos, le rodeó la cintura con las piernas, enterró la cara en el hueco de su cuello y lo sujetó con fuerza. Pase lo que pase después, todo estaría bien. Geralt la tenía. Ella estaba con él y todo estaría bien.

Jaskier lo siguió a un ritmo mucho más lento. Sus zapatos de seda resbalaron en el suelo mojado.

Los pies fuertemente blindados de los cazadores de brujas resonaron por el callejón. Geralt se agazapó detrás de unas cajas y barriles apilados y le indicó a Jaskier que hiciera lo mismo. Ciri enterró la cara en el cabello mojado de Geralt y contuvo la respiración. Ninguno de ellos hizo un sonido.

Los Cazadores de Brujas llegaron parte del camino por el callejón, pero no vieron la necesidad de ir más lejos y se dieron la vuelta. No deben haber visto el cadáver del marinero.

Esperaron hasta que ya no pudieron escuchar sus pasos antes de aventurarse a salir de su escondite.

-¿Cómo volvemos al establo sin ser vistos? -Jaskier susurró.

-Seguimos bajando por este callejón. Pasé por aquí esta noche. No estamos lejos.

Ciri se estremeció, sus dientes castañetearon incontrolablemente. Un fuerte frío se apoderó de ella. Como ningún resfriado que hubiera recordado. Volvió a temblar y no pudo parar.

La mano de Geralt acarició su espalda y la estrechó más. Seguro. Estaba a salvo en sus brazos. Ella exhaló, profundamente reconfortada simplemente por estar con él. Apretando sus brazos alrededor de él, se aferró a él. Siempre estaría a salvo con Geralt.

—Tenemos que calentarte —murmuró. -Te estás congelando. Vamos, Jaskier. Sígueme y quédate callado.

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En la quietud del establo, metódicamente, lo hizo. Primero colocó la manta sobre la espalda de Roach, luego la silla de montar y las correas se abrocharon. Comprobó la tensión y la ajustó en consecuencia. Hizo los movimientos por la fuerza de la costumbre, sus pensamientos dando vueltas sobre sí mismos, lejos de la tarea en cuestión.

La sacudida ocasional de la crin de un caballo en un establo cercano y el chisporroteo del fuego en las chimeneas eran los únicos sonidos. Volviendo a ajustar las correas, miró por encima de la espalda de Roach a Ciri. Yacía envuelta en una manta de lana, con la cabeza apoyada en el regazo de Jaskier. Estaba recostado contra la esquina del cubículo. Se había quedado dormida no mucho antes. Su amiga, inusualmente tranquila, apartó el cabello seco de su rostro.

Geralt se agachó ante ellos. Ciri todavía temblaba incluso en sueños.

Jaskier se secó los ojos inyectados en sangre. -¿Crees que ella estará bien?

Se le hizo un nudo en la garganta al recordar lo cerca que había estado el marinero de... Se aclaró la garganta.

-Difícil de decir. Ya ha pasado por mucho y ahora... esto. Por el amor de Dios, Jaskier... si llegara treinta segundos después...

-Lo sé. La salvaste justo a tiempo. Todavía está temblando.

Puso una mano sobre la manta. -Ojalá hubiera llegado a ella antes. Necesitamos sacarla de esa ropa mojada. Pero tenemos que salir de aquí rápido. Alguien viene.

Se levantó y asomó la cabeza por la puerta del establo. Al ver los largos rizos rojos, se relajó. Volviéndose, miró a su amigo. -Es Wendy.

-¡Ahí estas! -Afilados ojos marrones brillaron y abrió la puerta del establo.

Ambos hombres le hicieron un gesto para que se callara.

—Jaskier —siseó ella. -¿Dónde has estado? ¿Te olvidaste de mí? -Sus rizos rebotaron con un enojado movimiento de cabeza.

-Lo siento, Wendy. Verdaderamente lo soy. Esta noche no había resultado como la habíamos planeado.

Geralt suspiró. -No fue su culpa, Wendy. Pero tenemos algunos problemas, incluido Jaskier.

-¿Qué-?

-No puedo explicarlo. Pero tenemos que salir de aquí ahora. Cuanto más tardemos, más riesgos corremos.

Un silencio denso como el manto de lana que cubría a Ciri, se instaló en el establo. Geralt se secó los ojos ardientes. -Mierda. Roach arrojó dos herraduras en el camino a esta ciudad maldita. No puede viajar rápido o lejos sin ellos. Iba a ir a un herrero mañana para que se encargara de eso.

—Correcto —habló Jaskier—. No puedo hacer eso aquí ahora. Pero... hay un pueblo a las afueras de la ciudad. Tal vez ahí…

-¿En qué dirección te diriges? -Wendy intervino en voz baja.

Geralt vaciló. Cuanto menos supiera, mejor.

-No vayas a Arette -Ella no se molestó en esperar su respuesta que de todos modos no llegó. -Todavía está demasiado cerca si estás en ese tipo de problemas. En su lugar, siga hacia el noreste en dirección a Yantra. Es un pueblo pequeño, pero allí tienen un herrero. Su nombre es Bjorn. Dile que te envié e insisto en que te cuide. Y lo hará. Tienes mi palabra.

Geralt miró a Wendy. Sus ojos eran amables y sinceros. Pero aún...

-Confía en mí, por favor. Solo haría esto por ustedes dos. Y tienes mi palabra de que no diré nada.

Geralt asintió de esa manera caballerosa. -Algún día te pagaré por tu amabilidad. Será mejor que te vayas ahora y te quedes callado por un tiempo.

Wendy asintió y miró a su amigo.

Jaskier levantó lentamente la cabeza de Ciri de su regazo y se escabulló sin molestarla. Siguió a Wendy hacia las puertas.

Geralt lo interceptó con una mano en su brazo. -Espero que planees... ah -se aclaró la garganta. -Aunque no lo hiciste…

-¿Tienes una opinión tan baja de mí, amigo mío?

-De ninguna manera.

-Relájate, Geralt. Cuido de mis damas igual que tú.

Él asintió y lo dejó ir con Wendy.

Con voces bajas y silenciosas, Geralt aseguró las alforjas a la silla. Luego se puso el jubón de cuero, se abrochó muchas hebillas y tiró de los guantes de cuero con tachuelas de plata. El miro a Ciri dormitando mientras se ataba el cinturón de la espada al hombro.

Ella lo miró a través de los párpados medio cerrados. Se incorporó, su expresión preocupada. -¿Geralt? ¿Qué está pasando?

-Está bien, Ciri. Nos vamos de la ciudad ahora.

-Tengo frío y estoy cansada.

-Lo sé. Yo también.

Jaskier volvió al establo. -Bueno, Geralt. Buen viaje para ti -Hizo una profunda reverencia delante de Ciri. -Mi señora, fue un placer…

-Déjate de tonterías, Jaskier -Geralt ignoró su mirada atónita, lo tomó del brazo y lo sacó del establo. -Tú también eres un hombre buscado, lo sabes. También deberías dejar la ciudad por un tiempo.

El bardo lo miró con la expresión más seria que jamás había visto en su amigo. Generalmente despreocupado, alegre y cabalgando sobre las altas mareas de la vida, en las circunstancias actuales, la gravedad de su situación no se le escapaba. Bien. No quería que le pasara nada a su buen amigo.

Durante varios momentos, ambos hombres se quedaron en silencio, contemplando. Geralt miró a Ciri y frunció el ceño. Todo lo que quería hacer en Novigrad era descansar bien por la noche y abastecerse de comida y ropa. Los inviernos en las Montañas Azules eran duros y largos. Necesitaría ropa más abrigada. Por no hablar de los pantalones nuevos, ya que la escoria de un marinero había arruinado los de ella. Y añade herraduras a esa lista también, suspiró. Maldición, ¿cómo fue que esta noche salió tan horriblemente mal?

-Te acompaño.

Geralt volvió a centrar su atención en su amigo. -Me voy a casa, Jaskier. A Kaer Morhen, ¿recuerdas?

-Lo sé. Tan lejos como Yantra. Luego me dirigiré al sur a Oxenfurt. O en otro lugar si lo pienso. Dejaré que mis musas me guíen. Además, creo que te vendría bien un amigo ahora -Con una palmadita en el hombro, Jaskier caminó hasta el establo contiguo y ensilló a su yegua baya.

Geralt salió del establo con su yegua. Ciri, envuelta en su capa y la manta de lana, se estremeció en el regazo de Geralt. Su cabeza cayó hacia atrás contra su pecho. Con el laúd colgado de la espalda, el trovador siguió a la yegua de Geralt fuera del establo.

Silenciosamente, caminaron, no pisaron, por calles estrechas y oscuras, manteniéndose alejados de las calles principales iluminadas, haciendo el menor ruido posible. Cruzaron el puente menos utilizado del sureste hasta el pueblo de Arette, en lugar del muy transitado puente de Oxenfurt, por temor a que estuviera fuertemente vigilado.

Paseando por las silenciosas calles vacías del pueblo, Geralt mantuvo los ojos y los oídos abiertos. Sabía que estaba allí, siguiéndolos. Manteniéndose lo suficientemente lejos, sin embargo, vigilante. Tenía que dárselo al hombre, sabía rastrear. Se había mantenido al día con ellos todo este tiempo sin traicionar su identidad. Él asintió a pesar de todo.

No advirtió a Jaskier y, desde luego, no podía correr el riesgo de que Ciri lo entendiera. Pero él sabía. Así que siguió adelante y se desplazó al noreste hacia Yantra, planeando cómo perder al bastardo.

Fin del capítulo.

Notas del autor original:

No soy fanático de las escenas de violación y mi intención no era ofender a nadie. Me doy cuenta de que este es un tema delicado para muchos. Esta escena no fue añadida de manera gratuita o por el valor de impacto, pero es realmente típica del canon y aquellos que hayan leído la Saga del Libro de Sapkowski, entenderán que se realizó un intento de violación a Ciri varias veces.

Mi objetivo en este capítulo era definir claramente un suceso para resaltar el espíritu de lucha de Ciri, su miedo a estar sola y los inicios de la desconfianza que tiene hacia los hombres que hace que sea muy difícil para ella involucrarse íntimamente con ellos cuando madure. También hizo que su confianza y amor por Geralt fueran aún más significativos, lo que tendrá fuertes implicaciones en futuros capítulos.

Si has leído hasta aquí, ¡estoy muy agradecido!