La Bendición

Las Tres Escobas estaba casi vacío un domingo por la tarde. Todd Granger echaba un vistazo a su alrededor, aparentemente satisfecho de que fuera un establecimiento limpio y acogedor. El brazo de Natalie estaba fuertemente enlazado con el de su hija, aunque a Hermione le resultaba difícil distinguir cuál de las dos estaba destinada a tranquilizar a la otra.

—Buenas tardes, Rosmerta, —saludó McGonagall a la propietaria.

—Buenas tardes, Minerva, —respondió la atractiva bruja detrás del mostrador. Deslizó una jarra llena de algo que humeaba hacia un hechicero enjuto al final de la barra—. La habitación que pediste está subiendo las escaleras, a tu izquierda. Voy detrás de vosotros.

—Gracias.

Si Madam Rosmerta encontraba extraño al grupo que la directora había reunido, no lo delataba. Draco se pegó a su madre y, según notó Hermione, mantuvo las distancias con la casera. De pronto, Hermione recordó que dos años antes él había hechizado con Imperius a Rosmerta para llevarle un collar maldito a Dumbledore en el colegio. De repente, se convenció de que no conocía a Draco Malfoy de nada, a pesar de haber pasado gran parte del último mes trabajando estrechamente con él.

Rosmerta los siguió con una bandeja de vasos flotando detrás de ella, junto con jarras de agua alegre y cerveza de mantequilla.

—Papá, tienes que probar esto, —insistió Hermione en voz baja, sirviéndole a su padre un vaso de cerveza de mantequilla. A menudo había intentado describir la experiencia única de la bebida caliente, pero era un sabor difícil de caracterizar.

—¿Por fin podré probar la misteriosa cerveza? —rio Todd entre dientes. Hermione vio cómo su padre se llevaba el vaso a los labios y daba el primer sorbo. Para su placer, una expresión caprichosa se dibujó en su rostro—. Dios mío, es... increíble. Natalie, tienes que probar...

Sin embargo, era evidente que Natalie Granger no estaba de humor para distraerse con algo tan mundano como una bebida. Mientras los demás terminaban de acomodarse, aceptó un vaso, pero no bebió de él. Sus ojos iban de McGonagall a Narcissa Malfoy, antes de posarse en Draco, que parecía reclinarse despreocupadamente en su silla y había fijado los ojos en una expresión de aburrimiento mientras miraba la pared. Hermione no se dejó engañar; sospechaba que Draco estaba fingiendo comodidad para poder observar mejor al resto de la mesa sin ser obvio al respecto.

Como era su costumbre, McGonagall no perdió el tiempo y entró en materia.

—Seguramente se preguntarán qué clase de apuro me ha hecho reunirlos aquí.

—No estás embarazada, ¿verdad? —gimió Natalie, agarrándose al brazo de su hija.

¡No, mamá! —Hermione escupió un poco de cerveza de mantequilla y se sonrojó con un brillante tono escarlata.

—Gracias a Dios, —suspiró su madre, soltando su férreo agarre—. Oí la palabra "apuro" y entonces apareciste con un chico y... bueno, tienes diecinueve años, querida, así que no pude evitar preguntarme... Estoy segura de que lo entiendes. De hecho, cuando tenía diecinueve...

—Nat, —se limitó a decir Todd, apoyando la mano en la de su mujer.

—Cierto. Estoy divagando.

Hermione deseó poder meterse debajo de la mesa.

—Esta situación es un poco más compleja, me temo, —reveló McGonagall, dando un sorbo a su agua alegre. Narcissa observaba a la directora en silencio, pero con ojos incisivos—. El viernes pasado por la noche, el señor Malfoy y la señorita Granger se encargaron de realizar magia no autorizada en los terrenos del colegio. Construyeron un mandala alquímico... es decir, combinaron sus amplios conocimientos de pociones, aritmética y runas antiguas para llevar a cabo correctamente una magia muy complicada que, hay que reconocerlo, muchas brujas y magos totalmente entrenados no pueden realizar correctamente.

Natalie ya empezaba a mirar con desaprobación a su hija por romper los precedentes. Era muy estricta con las normas. Hermione intentó explicarse.

—Fue un poco de magia guay... —pero a pesar de su exactitud, esta justificación sonó poco impresionante, incluso a sus propios oídos.

McGonagall continuó como si no hubiera hablado.

—Esta magia pretendía invocar las formas más básicas de los elementos aire y agua: los arquetipos. Este es un tema que hemos tratado ampliamente en Alquimia este trimestre. —La directora hizo una pausa para volver a dar un sorbo a su bebida—. La aplicación práctica de sus estudios estaba prevista para el próximo trimestre. Dos estudiantes inteligentes que trabajan con antelación podrían haber obtenido créditos extra en otras circunstancias. Desafortunadamente, su mandala fue perturbado.

—¿Perturbado? —repitió Todd, desconcertado. Casi se había terminado su cerveza de mantequilla.

Hermione arrastró los pies nerviosamente y miró a Draco. Seguía manteniendo un estricto contacto visual con la pared del fondo, aunque se dio cuenta de que sus hombros se habían tensado.

—Un unicornio salió por casualidad del bosque y se metió en el mandala mientras la señorita Granger y el señor Malfoy hacían magia allí.

La mano de Narcissa voló hasta su boca y sus ojos se abrieron de par en par, volviéndose para mirar a su hijo con una expresión de horror abyecto. Hermione sospechaba con consternación que la señora Malfoy había estudiado runas antiguas durante su estancia en Hogwarts.

Los Granger permanecieron imperturbables, pero Natalie se mostró reticente ante su ignorancia.

—Tendrá que explicarnos qué significa eso para nuestra hija, directora. No somos gente mágica y, aunque sin duda podría explicarle con insoportable detalle cómo se hace una endodoncia, no tengo ni idea de lo que significa un unicornio dentro de un mandala.

—En las runas antiguas y en la alquimia, el unicornio representa el número uno debido a su singular cuerno, —dijo Narcissa de improviso. Ella, al igual que su hijo, no mantenía contacto visual con ninguno de los demás comensales. En cambio, ahora sostenía un vaso con las dos manos y miraba fijamente la superficie inmóvil de su agua alegre.

—Er... —intervino Todd.

—En resumen, —interpretó Minerva—, la presencia del unicornio aseguró que nuestros jóvenes unieran sus cuerpos de una forma única. —Se lanzó a una complicada discusión sobre las posibles repercusiones de tal atadura, además de describir las cicatrices y dolores físicos que Hermione y Draco compartían ahora.

Todo sonaba exponencialmente peor viniendo de la boca de McGonagall. No endulzaba nada e insistía en los hechos más que en las razones que había detrás de ellos, aunque Hermione no esperaba que lo hiciera de otro modo. Natalie estaba al borde de su asiento y aún no había bebido ni un sorbo de la cerveza de mantequilla que Hermione le había servido. Todd pasó un brazo protector alrededor de los hombros de su hija mientras escuchaba con el ceño fruncido. Narcissa se había quedado rígidamente quieta y había una clara frigidez en su persona, aunque seguía limitándose a mirar fijamente su agua alegre. Hermione pensó que Draco parecía estar enfermo, aunque alguien que no lo conociera bien podría haber supuesto que solo estaba siendo arrogante al no prestar mucha atención.

—Me he puesto en contacto con un viejo amigo mío que actualmente ejerce activamente la alquimia en Irlanda, y le he explicado la naturaleza de la situación, —continuó McGonagall.

—Visité la biblioteca ayer después de que Malfoy y yo saliéramos de su despacho, profesora... para investigar un poco, —interrumpió Hermione, nerviosa.

La comisura de los labios de Draco se crispó tras su confesión, pero no dijo nada.

—No había mucho que encontrar, —admitió, hurgando en la manga de la camisa de su uniforme. Con la voz entrecortada, añadió—: Al menos no inmediatamente...

—Por desgracia, es poco probable que encuentres la respuesta en la biblioteca de Hogwarts, —dijo Minerva con suavidad, pareciendo reconocer que la interrupción había surgido de los nervios más que de la grosería—. Nuestra colección es un extraordinario vestigio de conocimiento, es cierto, pero la cantidad de información relativa a accidentes alquímicos es escasa. —Sacó una carta del bolsillo de su capa de viaje—. Sin embargo, debido a que se utilizó la esencia de Sal, siendo el Cuerpo de la alquimia, en lugar del Espíritu o el Alma, el experto que consulté cree que hay muchas posibilidades de que esto sea reversible.

—Esto es mucho para asimilar a la vez, así que déjeme asegurarme de que lo entiendo. —La voz de Natalie temblaba de emoción—. ¿Mi hija y este joven han unido sus cuerpos el uno al otro?

—Suena peor de lo que es, —susurró Hermione frenéticamente.

—Suena bastante incriminatorio, —coincidió Todd con su esposa. Se volvió hacia la directora—: ¿Dijo que había métodos posibles para deshacer este encantamiento?

—Como he dicho antes, he contactado con un alquimista ampliamente respetado. Sin embargo, Europa no tiene verdaderos expertos en la materia desde la muerte de Nicholas Flamel...

—¡Nicholas Flamel! —estalló Hermione.

Todas las miradas se volvieron hacia ella. Incluso Draco y Narcissa la observaban ahora con expresiones casi idénticas de vago aviso que enmascaraban su verdadero interés por la naturaleza de su arrebato.

—Er, lo siento, —se disculpó, nerviosa—. Nicolás... es decir, el señor Flamel... fue el primer creador conocido de la Piedra Filosofal, ¿no?

Para sorpresa de todos, la expresión de la profesora McGonagall se transformó en una de cortés diversión.

—Efectivamente, señorita Granger. Tal vez esté recordando su hazaña emprendedora de su primer año con los señores Potter y Weasley, en relación con el señor Flamel.

—Perdona, pero ¿quién era? —preguntó Natalie.

Volviéndose hacia su madre, Hermione le explicó:

—Nicolás Flamel nació en 1327 y era un alquimista de considerable talento. Creó la Piedra Filosofal y, por lo tanto, el Elixir de la Vida, utilizando información que obtuvo de Leonardo da Vinci e Isaac Newton, entre otros. Murió hace solo unos años.

—¿Hace solo unos años? —se burló Todd—. Tendría que tener... ¿qué?

—Seiscientos sesenta y seis en su último cumpleaños, —confirmó Hermione con conocimiento de causa. Le pareció ver que Draco esbozaba una leve sonrisa, casi podía oír cómo la llamaba burlonamente sabelotodo, pero cuando lo miró, su expresión era neutra.

—¿El elixir de la vida, dices? Supongo que tendría que serlo, para vivir tanto. —Todd dejó escapar un silbido bajo.

Una nueva pregunta acosaba a Hermione.

—Pero profesora, ¿qué tiene que ver Nicolás Flamel en todo esto?

—El señor Flamel fue capaz de descubrir el Elixir de la Vida, es cierto, —reflexionó Minerva—. Pero al hacerlo, primero tuvo que descubrir el arquetipo de la quintaesencia.

—¿Qué...? —empezó Natalie.

McGonagall ya se le había adelantado.

—La quintaesencia se considera a menudo el quinto elemento, aunque en realidad no es un elemento en absoluto. Es diferente, del mismo modo que a veces se considera que el plasma es una forma de materia simplemente porque no es un sólido, un líquido o un gas verdadero. Pero el plasma es algo totalmente distinto y, del mismo modo, también lo es la quintaesencia. Es un arquetipo elemental, y no lo es. Sin embargo, es esencial para la creación del Elixir de la Vida. Nicolás Flamel fue el primer alquimista conocido que creó la quintaesencia.

—Pero ¿qué tiene que ver esto con...? —Natalie lo intentó de nuevo.

—El alquimista con el que contacté insistió en que invocar el arquetipo de la quintaesencia es una de las dos posibles soluciones a este aprieto.

A Hermione se le fue todo el color de la cara y estalló.

—¡Pero eso es casi imposible! La gente lleva siglos intentándolo.

Natalie parecía perturbada y no parecía convencida de sus propias palabras cuando habló.

—Estoy segura de que hay alguna otra forma de deshacer este encantamiento.

Volviéndose hacia la señora Granger, la directora intentó explicarle:

—Debe comprender que este tipo de atadura mágica no es en realidad un encantamiento. Es más bien una bendición. Parecida a la que se otorga al casarse o al nacer un hijo.

—No entiendo la diferencia entre un encantamiento y una bendición, —admitió Todd. Su brazo, que seguía cubriendo los hombros de su hija, se flexionó ligeramente—. Al menos no en términos mágicos.

Para sorpresa de todos, Narcissa le contestó, aunque siguió mirando su agua alegre sin tocar mientras hablaba.

—Hay muchos tipos de hechizos. La magia oscura incluye maldiciones o maleficios. La magia de luz se caracteriza más por los conjuros o las bendiciones. Los hechizos como los encantamientos son más neutrales y pueden tender en cualquier dirección.

—Así que una bendición no es magia negra, —espetó Natalie. No parecía dispuesta a seguir siendo educada en su afán por obtener respuestas que, en su opinión, le estaban ocultando—. ¿Qué significa eso?

—Siendo de la Luz, una bendición apenas afecta al propio ser físico o mágico, —intervino McGonagall—. Es lo contrario de la magia Oscura, que deja manchas en el núcleo mágico de uno, por pequeño que sea el hechizo o inocente la intención. Sin embargo, eso no impide que la magia de Luz sea poderosa a su manera.

—Creo que hasta ahora lo sigo, —dijo Todd—. Aunque admito que me está costando averiguar hacia dónde se dirige esta conversación.

La directora parecía temer esta parte de la conversación en particular, pues bebió un largo trago de su agua alegre antes de responder.

Está dando rodeos, notó Hermione con interés. Nunca había visto a McGonagall divagar sobre nada.

—Una bendición perdura durante un año y un día antes de que pueda deshacerse por arte de magia. Cuando se otorga una bendición a un recién nacido, es extremadamente difícil deshacerla, si es que tal cosa está justificada. En el caso de un matrimonio mágico, una bendición así solo puede deshacerse mediante un divorcio mágico. —McGonagall se volvió para mirar expresivamente a Hermione—. Un divorcio es magia neutra y deshace todos los encantamientos. Por ejemplo, si alguien estuviera bajo la influencia de multijugos o de Imperius, un divorcio mágico lo liberaría de tales cadenas.

—¡Merlín y Agrippa! —maldijo Hermione mientras todo encajaba en su sitio—. ¡Quieres que nos casemos!

—El experto con el que me puse en contacto pensó que sería la forma más fácil de deshacer la magia del mandala, —admitió la directora. Las palabras de McGonagall eran tan firmes como siempre, pero su expresión se había suavizado considerablemente.

—No. Absolutamente no. —dijo Todd inmediatamente.

Hermione era vagamente consciente de que sus padres habían empezado a discutir, no solo con McGonagall, sino también entre ellos. Ella, mientras tanto, había caído en un extraño estado de conciencia: consciente de lo que la rodeaba, pero no. Pensó que podría estar al borde de otro ataque de pánico.

El corazón se le aceleró y fue consciente del latido de la sangre en sus arterias. De hecho, casi podría decir que sentía las neuronas disparándose por todo su cuerpo, ramificándose a través de axones y dendritas, pero seguramente no podía ser consciente de algo tan celular. Los ojos de Draco parpadearon hasta su cara, como si se hubiera dado cuenta de su pánico, aunque no podía hacer nada para ayudarla desde el otro lado de la mesa.

—Si el vínculo se mantiene como está, —intentaba aconsejar McGonagall—, ni el señor Malfoy ni la señorita Granger podrán casarse con nadie más.

Extrañamente ajena a la discusión que estallaba a su alrededor, en la que Todd había empezado a hablar con un tono de voz elevado que no solía utilizar y Natalie escupía de rabia, Hermione se dio cuenta vagamente de que Narcissa se había unido a la discusión.

—El vínculo ya es de naturaleza matrimonial, —explicó la bruja de sangre pura (con bastante paciencia, teniendo en cuenta la vena que le palpitaba en la sien)—. Los matrimonios mágicos no solo son vínculos legales, sino también mágicos.

—No veo cómo eso es problema de mi hija, —interrumpió Natalie—. Así que comparten una especie de vínculo corporal. ¿Por qué debería eso impedirles casarse con otras personas?

Narcissa la detuvo con frialdad y, con una voz que podría haber comandado ejércitos, dijo:

—Mi hijo es el único heredero de una de las herencias mágicas más antiguas y poderosas de Gran Bretaña. En algún momento deberá casarse con una bruja adecuada y reproductivamente compatible para continuar con la tradición. Sin embargo, dado que actualmente está unido a la señorita Granger, le resulta imposible hacerlo. Por lo tanto, aunque intentara casarse con otra, no hay garantía de que todo saliera bien para la herencia.

—¡No es problema de Hermione! —gruñó Todd.

Respira, Hermione. Puedes hacerlo. Solo respira.

Narcissa desvió sus fríos ojos azules hacia el señor Granger y lo miró fijamente de una forma que podría haber hecho si fuera un poco de lodo que se hubiera atrevido a pegarse a su zapato.

—Sin duda es problema de la señorita Granger si alguna vez desea contraer matrimonio ella misma.

—Hay otras formas de casarse, —protestó Todd, poniéndose colorado—. Los matrimonios normales no son tan... ridículos.

—Papá, —advirtió Hermione, pero no sonó muy amenazadora. En cambio, solo sonaba diminuta mientras luchaba por mantener su respiración estable. Respira... solo respira...— Por favor, no.

—Si crees que tu hija será feliz casada con un muggle, un hombre inferior en cuanto a habilidades e inteligencia, ajeno al mundo en el que ella se ha sumergido, entonces estás ciego. —Hermione no estaba segura de si era su imaginación, pero la matriarca de los Malfoy sonaba bastante engreída cuando pronunció estas palabras, como si se hubiera estado muriendo por hacer un comentario despectivo relacionado con los muggles todo el tiempo y solo ahora hubiera encontrado la oportunidad. A Hermione le ardía la cara de vergüenza, pero estaba demasiado ocupada en no tener una crisis como para defenderse a sí misma, a sus padres o al mundo del que venía.

Solo respira... inhala y exhala... inhala y... exhala... inhala... y...

Draco habló por fin.

—¿Qué estás sugiriendo, madre?

Narcissa le chasqueó la lengua a su hijo de forma exasperada, como si pensara que ya debería haberse dado cuenta.

—Debes casarte con la señorita Granger, por supuesto, así podrás divorciarte dentro de un año y un día.

La habitación permaneció en silencio durante dos segundos. Dos segundos que parecieron una eternidad.

—¿Q-Qué? Pero... pero si el divorcio no funciona... Malfoy y yo... ¡nos quedamos casados!, —pudo tartamudear Hermione al final.

Tal vez fuera su imaginación, pero una extraña expresión pareció pasar brevemente por el rostro de Draco antes de desaparecer por completo.

—No entiendo por qué es un problema para ti, —replicó Narcissa, cruzando los brazos sobre el pecho y mirándola con su aristocrática nariz—. Desde luego, no tienes nada que perder con ello, estoy segura. Es un riesgo mucho mayor para las tradiciones de la familia Malfoy.

—Madre, —advirtió Draco por lo bajo.

Pero Hermione, inexplicablemente, se había serenado ante aquella grosería y había pasado del ataque de pánico pendiente al modo batalla.

—Oh, claro, ¡por supuesto que sería considerado un "buen partido" para mí casarme con tu familia supremacista que piensa que yo y todos los que son como yo, son escoria!

—¿Y eso qué significa? —preguntó Todd, mirando furioso de Hermione a Narcissa. Se había puesto colorado, igual que su hija.

La señora Malfoy cruzó los brazos sobre el pecho y respondió con frialdad:

—Simplemente significa que, en cualquier otra circunstancia, me resistiría a invitar a la señorita Granger, o a cualquiera de su calaña, a integrarse en mi familia.

—Narcissa, —advirtió McGonagall con los dientes apretados—. Esto es muy desacertado.

La bruja pareció no oír.

—Los Sangre sucia son el mayor cáncer de la sociedad mágica. Su avaricia por la magia les impide ver o preocuparse por el daño que causan a los buenos y respetables...

—No termines esa frase, —imploró Hermione, saltando de su asiento y golpeando torpemente la mesa al hacerlo. La cerveza de Natalie se volcó y se derramó, extendiéndose rápidamente por toda la mesa. Nadie hizo ademán de limpiarlo. Hermione miraba a Narcissa con todo el veneno del que era capaz—: No voy a casarme con tu hijo, arpía malcriada y egoísta.

A continuación, cruzó la habitación y abrió la puerta de un tirón para marcharse.

—¡Señorita Granger! —la llamó McGonagall.

—Iré a por ella, —se oyó decir voluntariamente a Draco mientras Hermione bajaba las escaleras hacia la salida.

¡Respira! Solo respira...

—¡No harás tal cosa! —contraatacó Todd—. Ya has hecho suficiente daño, muchacho.

—¡Hermione! —llamó Natalie.

Pero Hermione no podía detenerse. Siguió avanzando hasta que hubo dejado las Tres Escobas por completo y estaba a mitad de camino por la calle principal de Hogsmeade antes de darse cuenta de que estaba demasiado expuesta. Se escabulló por una calle lateral que parecía estar formada principalmente por residencias privadas y pudo detenerse a recuperar el aliento.

Inspira... espira... mantén la calma, Hermione...

En cuanto su respiración se estabilizó, sintió náuseas. Se agarró a un poste de la valla que rodeaba un cuidado jardín y un patio frente a la ordenada casa de alguien.

Debes casarte con la señorita Granger, por supuesto, dijo la fría voz de Narcissa.

Entonces, el rostro de Theodore Nott se materializó en su mente, con cara de suficiencia mientras se limpiaba las gafas.

Una cosa que vi con certeza, fue a ti y a Draco... y estáis casados.

—¡Granger! —Se oyó la voz de Draco llamándola desde el final del camino.

Solo lo notó una fracción de segundo, apenas el tiempo suficiente para que Hermione se recogiera el pelo para apartárselo de la cara, antes de vomitar espectacularmente en el montón de abono del jardín, al otro lado del poste de la valla.

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Nota de la autora:

Muchas gracias a todos los que me han dejado un comentario o me han felicitado. Cuando la gente comenta, es como recibir helado gratis en un caluroso día de verano. Ahh, qué bueno.

También quiero dar las gracias a mi fantástica beta, iwasbotwp, que está experimentando muchas cosas emocionantes en su vida en este momento, pero aun así encontró algo de tiempo para revisar este capítulo por mí y darme sus pensamientos y opiniones. Este capítulo es mejor por ello, sin duda.