Las Consecuencias

—¡Buenos días! —Daphne habló al oído de Hermione.

—Owww... ¿era necesario hablar tan alto?

—Te vas a perder el desayuno.

—Mmph, —contestó Hermione, boca abajo en la almohada.

—Está bien, me perderé el desayuno si no te levantas... cosa que no te agradeceré, porque necesito contarte lo que pasó en el Baile de Halloween después de que te fueras descortésmente sin despedirte. Y sin tu acompañante, me di cuenta. —resopló Daphne—. ¡No te he visto desde entonces porque llevas durmiendo unas quince horas!

—¿Por qué estás tan animada?, —gimió Hermione.

—¡Lo sabrías si te despertaras para escuchar mi historia! Eres una confidente terrible, de verdad.

Arrastrarse hasta una posición sentada fue tan difícil como la vez que Hermione había despertado bruscamente de un coma inducido por un basilisco. Tambaleante, se llevó las palmas de las manos a los ojos y parpadeó para quitarse el sueño.

—Merlín, Granger... tu pelo.

—No todas podemos hacer los encantamientos de Lisa, —gruñó Hermione, cogiendo una goma de pelo de la mesilla y apartándose los rizos de la cara.

—La verdad es que son increíbles, —asintió Daphne, impávida. Empezaba a estudiar impaciente el reloj de sobremesa que había sobre la chimenea del dormitorio.

Con retraso, a Hermione se le ocurrió que, si el dormitorio estaba vacío excepto por ellas dos, significaba que las otras tres chicas probablemente ya estaban desayunando. Su propia mirada al reloj y el recordatorio de que tenía que ir a clase por la mañana la despertaron y se dispuso a prepararse lo más rápido que pudo. Se sentía desorientada, como si hubiera dormido una eternidad. Sus huesos crujían en señal de protesta mientras se movía, casi como si supieran que era lunes por la mañana.

—¿De verdad he dormido quince horas?

—Por lo menos, —confirmó Daphne.

—La verdad es que ayer no me encontraba bien... —admitió sorprendida.

—Me lo imaginaba, es la única razón por la que ayer no te desperté para contarte las novedades.

—¿Solo vas a seguir diciendo que tienes novedades? ¿O vas a contármelas de verdad? —Se alisó la corbata azul y bronce del uniforme, se la metió por delante de la túnica y se miró en el espejo para asegurarse de que estaba presentable. Le sorprendió un poco que lo estuviera, dada la presteza con la que se había puesto todo.

—Bueno, ahora que por fin me estás escuchando... —sonrió Daphne satisfecha, sin dejar de mirar algo dudosa la cabellera apenas contenida de Hermione—. Así que, en primer lugar, ¿sabes qué estuvieron haciendo Ron y Finnegan en Halloween cuando no estaban en el baile?

Con el ceño fruncido, Hermione agarró su mochila y comprobó rápidamente que llevaba el material necesario.

—Recuerdo que estaban lanzando escupitajos a la gente. Les eché la bronca y se fueron a buscar a Peeves para hacerle lo mismo.

—Circe sabe por qué...

—¿Supongo que Peeves les pilló in fraganti? —Sabía que el poltergeist lo había hecho, pero no quería explicar por qué lo sabía. Admitirle a Ginny que había besuqueado a Draco en privado había sido difícil pero liberador, pero no estaba preparada para empezar a contárselo a nadie más. Por no mencionar que debía ser un secreto.

—Claro que sí, —rio Daphne entre dientes.

Hermione hizo una mueca de dolor. Tratar con Peeves nunca era agradable.

Las chicas salieron del dormitorio y Daphne continuó.

—Para vengarse, Peeves encontró unos cuantos cubos del asqueroso agua de fregar de Filch y los empapó por completo.

—Oh, vaya, —se rio Hermione, disipándose su negro humor.

—Y en ese estado, Ron aparece en la pista de baile.

—¡No lo hizo!

—Parecía como si se hubiera ahogado. Al principio pensé que era un disfraz muy convincente, pero luego me di cuenta de que dejaba charcos. —Hizo una pausa para reírse—. Se acercó a mí, empapado, e insistió en que le habían echado agua a propósito para que hiciera juego con mi disfraz y me invitara a bailar. Quiero decir, hicimos una especie de combinación, pero también olía como una fregona sucia.

—Tranquilo, Ron, —bromeó Hermione mientras las chicas pasaban junto a un retrato de monjes cotillas.

—Pero bailé con él de todos modos y la verdadera historia con Peeves salió a la luz. Nunca había conocido a alguien que me hiciera reír tanto en mi vida. Es escandaloso.

—Ese es Ron, —estuvo de acuerdo—. Él y Harry juntos son una amenaza cuando están de humor.

—Bueno, esa es otra...

—¡Ahí estáis! —interrumpió Ginny en voz alta desde el otro lado del pasillo cuando las chicas hicieron por fin su aparición en el Gran Comedor.

Hermione vio que Ginny estaba sentada con Harry, Ron y Luna en la mesa de Hufflepuff. Dando un codazo a Daphne, asintió hacia sus amigos y la invitó.

—Ven a sentarte con nosotros.

Daphne pareció detenerse un momento, habitualmente se sentaba con Tracey Davis y Millicent Bulstrode en la mesa de Slytherin para desayunar, pero su mirada captó la de Ron. Se estaba moviendo para hacerle sitio a su lado y le hacía gestos para que se sentara.

—Vale, —consintió con una pequeña sonrisa.

Las chicas se dirigieron al final de la larga mesa y Hermione se acomodó junto a Ginny, mientras Daphne se acomodaba frente a ella y junto a Ron.

—Hola, —le dijo Ron a Daphne, con los ojos clavados en ella.

—Hola, —respondió ella, con un tinte rosado en las mejillas.

—Buenos días a todos, —saludó Hermione.

—Buenos días, Hermione, —respondió Harry, mirándola con suspicacia—. Te echamos de menos ayer.

—Busqué por todas partes, —Ginny hizo un puchero—. Incluso le pedí a Luna que entrara en la Torre de Ravenclaw.

—Eso es una tontería, Ginny, —respondió Luna con serenidad—. Cualquiera es bienvenido a la sala común de Ravenclaw si es lo bastante listo como para responder al acertijo de la puerta.

Nadie intentó discutir con la ex Ravenclaw. En cambio, Hermione explicó.

—No me sentía bien. Me quedé durmiendo en mi habitación.

—Se acostó muy temprano, —confirmó Daphne.

—Pero te perdiste lo mejor de la noche del sábado, 'Mione, —protestó Ron, con la boca medio llena de salchichas—. Harry y yo bailamos.

Hermione se volvió hacia Harry con las cejas alzadas, y él sonrió en respuesta, haciendo la mímica de bailar con alguien al estilo de un salón de baile.

—Eso es lo que intenté decirte de camino aquí, —tomó la palabra Daphne.

—Oh, cielos, ¿de verdad lo hicisteis? —se rio Hermione mientras elegía una mermelada para untar en la tostada.

—Te lo perdiste, —se burló Harry. Luego, muy serio, le informó—: Ginny estaba enfadada con Ron por haberme robado. Totalmente celosa. Rivalidad entre hermanos, ¿sabes?

—¡No lo estaba! —insistió Ginny indignada, lanzando un poco de huevo a su novio.

—Lo estabas.

—A mí me pareció bastante dulce, —dijo Luna con alegría.

—No tenías por qué preocuparte, Gin. Ron fue un compañero pésimo, —la tranquilizó Harry con picardía.

—¡Oye! —protestó Ron acaloradamente.

—Me pareciste genial, —lo tranquilizó Daphne.

Apaciguado, Ron le ofreció un poco de salchicha en la punta del tenedor y ella soltó una risita tímida antes de morderla con delicadeza.

¿Es esta la Daphne Greengrass que conozco? se preguntó Hermione con desconcierto. Su amiga apenas parecía la misma chica a la que una vez había descubierto purgándose en el baño del dormitorio, sufriendo mentalmente las repercusiones de la guerra. Es ingenioso, de verdad, eso de "promover la unidad de las casas". Dejar que los alumnos se mezclaran durante las comidas permitía que todos se hicieran amigos de cualquiera, rompiendo al mismo tiempo las barreras creadas por las Casas separadas que conducían al elitismo. Miró a Luna, que estaba construyendo una especie de mural en su plato con arenques y tostadas. El león de Gryffindor bordado en la pechera de su túnica escolar provocó en Hermione un breve arrebato de nostalgia. Sigo echando de menos la torre de Gryffindor...

—Sois asquerosos, —dijo Ginny, lanzando un segundo trozo de huevo a Ron y Daphne—. Adorables, pero asquerosos.

—¡Ni de lejos tanto como tú y él! —protestó Ron con vehemencia, señalando con el dedo a su hermana y luego a Harry. Daphne tuvo la delicadeza de sonrojarse.

Ginny golpeó a Ron en la cabeza con un ejemplar enrollado del Profeta que había llegado con el correo esta mañana. Luna volvió sus grandes y pálidos ojos hacia Ginny y le aconsejó seriamente.

—Querrás tratar el papel de periódico con respeto, Ginny. Papá siempre dice que, si tratas mal las noticias, recibirás malas noticias.

—Pss, —se burló Ginny, aunque no volvió a golpear a Ron con el periódico.

Suena la campana de aviso para las clases de la mañana y todo el mundo se apresura a terminar de comer lo que tienen en el plato. La mesa del profesorado estaba casi desierta para entonces. Ginny besó a Harry en la mejilla y ella y Luna se marcharon a Pociones. Daphne se marchó a Adivinación, dejando a Harry, Ron y Hermione solos al final de la mesa de Hufflepuff.

—Será mejor que nos vayamos, —sugirió Harry.

—¿Solo un poco más? —pidió Hermione suplicante. Ron le lanzó una mirada inquisitiva; por lo general, Hermione salía volando del vestíbulo incluso antes de que sonara la campana de aviso—. Os echo de menos a los dos. Siento como si no hubiera estado a solas con vosotros dos desde hace siglos, —admitió.

La sonrisa de Harry desapareció lentamente de su cara mientras intentaba recordar la última vez que habían estado los tres solos.

—Creo que fue cuando fuimos a visitar a Hagrid, pero entonces... Supongo que Hagrid también estaba allí... —tomó la palabra Ron.

—Ahí tienes alguien más que no he visto en mucho tiempo.

—Intentamos encontrarte ayer, Hermione, —le dijo Harry, mirándola con la misma suspicacia de antes—. ¿Dónde estabas?

—Haciendo mi ensayo de Pociones, luego durmiendo. Os dije que no me encontraba bien. —Luego, para evitar que él siguiera preguntando, ella cuestionó—: ¿Qué pusiste para las tres pociones que utilizan infusión de ajenjo?

—Filtro de muertos en vida, Elixir para inducir euforia y Solución para encoger, —recitó Harry de buena fe, demostrando que realmente había hecho la redacción.

—Oh, bien. ¿También terminaste, Ron?

—Eh, sí, —respondió Ron sin convicción.

Mirando la pulsera que llevaba en la muñeca para confirmarlo, Hermione enarcó una ceja desafiante.

—Ron, ¿por qué me has comprado una pulsera que me avisa cuando mientes, y luego mientes?

—¿Por qué le regalamos esa pulsera, Harry?, —refunfuñó Ron.

—No creo que necesitara la pulsera, amigo. Ya sabes cómo es Hermione con los deberes. Además, era una mentira de mierda.

—Sinceramente, se me olvidó lo de la redacción, —admitió Ron—. Tenía la cabeza en otras cosas.

—Déjame adivinar, —se burló Hermione, solo fingiendo que realmente lo meditaba—. ¿Una tal Daphne Greengrass? ¿Vas a armarte por fin de valor para invitarla a salir?

—¡No puedo hacer eso!

—Tenemos otro fin de semana a Hogsmeade en dos semanas.

—Me dirá que no. Está fuera de mi alcance, solo me sigue el rollo...

—Oh, por favor, Ron, no seas tonto. Obviamente está loca por ti.

Una brevísima expresión de ensoñación bailó por un momento en los ojos de Ron.

—¿De verdad?

Harry agitó una mano delante de la cara de Ron y este volvió a prestar atención. Hermione resopló.

—Es una gran persona... un poco insegura por ser sangre pura y una ex Slytherin después de la guerra y todo eso, pero...

Ron se quedó con la boca abierta.

—¿Estaba en Slytherin?

—¿No lo sabías? —preguntó Harry, confuso.

La expresión de sorpresa de Ron lo decía todo.

—¿Pero ella parece tan... maja?

Harry se echó a reír.

—Es maja, —afirmó Hermione. Al cabo de un rato, sintió la necesidad de añadir—: Excepto esta mañana, que me ha despertado como una banshee.

Tras echar un vistazo a su alrededor, Harry empezó a recoger sus cosas.

—Deberíamos irnos ya, vamos a llegar tarde.

Mientras los tres se colgaban las mochilas al hombro, Hermione tuvo por fin la oportunidad de echar un rápido vistazo al Gran Comedor. Se sintió perturbada al ver que muchos de los alumnos que quedaban en la sala los miraban a los tres con algo que ella solo podía definir como reverencia. Qué inquietante, pensó.

También se había dado cuenta de que, aunque no le había visto salir en ningún momento desde que había llegado, tampoco había rastro de Draco Malfoy en el comedor a esas horas.

Me pregunto si durmió anoche. Si no lo hizo, serían al menos dos noches seguidas sin dormir, recordó. Estará en clase. Merlín, esto va a ser incómodo.

Estaban subiendo el primer tramo de escaleras, con solo unos pocos rezagados por delante o por detrás, cuando Ron dijo:

—¿Cómo no me he dado cuenta antes?

—¿Nunca te diste cuenta de qué? —preguntó Harry.

—¿Que Daphne Greengrass era una Slytherin?

—¿Qué pensabas que era?

—Una Ravenclaw.

Ahora es una Ravenclaw, —le recordó Hermione.

Ron reflexionó un momento antes de preguntar:

—¿Cómo no me había fijado en ella antes?

—¿Porque era Slytherin? —sugirió Harry secamente, compartiendo una mirada con Hermione.

—Maldita sea, tienes razón. —Ron dobló por el pasillo del segundo piso mientras Harry y Hermione se disponían a subir otro tramo—. ¿No venís?

—Slytherin y Ravenclaw tienen Transformaciones, —le recordó Hermione.

—Ah, claro. —Ron pareció desorientado por un momento. Por un momento se había sentido como en los viejos tiempos—. Claro, —repitió—. Nos vemos, entonces.

—Ron, ven a la biblioteca conmigo después de Herbología, —dijo Hermione rápidamente antes de que pudiera darse la vuelta—. Te ayudaré con la redacción.

—Eres increíble, Hermione. —Parecía aliviado.

—No dejes que Daphne te oiga decir eso muy alto, —esbozó una sonrisa secreta.

Ron se fue apresuradamente a clase, ya que no llegaba a tiempo. Harry y Hermione iban a llegar bastante tarde. A diferencia de cuando la profesora McGonagall había dado la clase en el primer piso, el profesor Buchanan prefería el aula del sexto piso para Transformaciones.

—Nunca respondiste a mi pregunta, —le recordó Harry mientras subían otra escalera—. ¿Dónde estabas ayer? No aparecías en el Mapa del Merodeador. El mapa no miente.

—Ah, ¿no?, —intentó ella—. No debes haber buscado mucho.

—Hermione, —insistió seriamente—, eres una de mis mejores amigas y te conozco desde hace siete años; incluso viví en una tienda de campaña contigo durante varios meses. Me doy cuenta cuando mientes. Incluso sin mirar tu pulsera.

—¡Mi pulsera se ha vuelto contra mí!, —gritó, mirándola con burla y traición. Las piedras se habían ennegrecido por su falsedad.

—Lo digo en serio, Hermione.

—Yo también, —dijo seria—. Lo siento, Harry. Tienes razón, he sido injusta. Hay muchas cosas que tengo que explicarte y no hay tiempo suficiente antes de clase para hacerles justicia. Te lo contaré, pero tendrá que ser hoy más tarde. ¿Confías en mí?

—Por supuesto que confío en ti. También me preocupo por ti.

Suspiró cansada. Hoy se sentía especialmente dolorida, todas las articulaciones le ardían con cada movimiento. Era un gran esfuerzo subir seis tramos de escaleras.

—No hay nada de qué preocuparse, es solo una historia muy larga.

—Eso no me tranquiliza en absoluto. —Frunció el ceño.

—Tendrá que valer, ya vamos tarde.

El último toque de campana sonó justo cuando llegaban al final de la escalera de la sexta planta. Cuando llegaron al aula, el profesor Buchanan ya había cerrado la puerta para dar comienzo a la clase.

—Lo siento, —se disculpó Harry por los dos y se dirigieron hacia los únicos asientos que quedaban, que estaban al fondo.

—Potter, Granger, encantado de que os unáis a nosotros, —saludó el profesor con una mirada de severa diversión—. Como iba diciendo: examen sorpresa.

La clase gruñó.

Oh, no... Hermione pensó con consternación. Su pupitre estaba justo detrás de Malfoy y Zabini. ¿De verdad tengo que mirarle la nuca toda la clase?

No podía concentrarse en el examen. Intentando por todos los medios ignorar la presencia inmediata de Draco sentado frente a ella, el dolor de rodillas también desviaba su atención y la hacía estremecerse continuamente. En algún momento, el elástico que contenía su coleta se rompió por la presión y su pelo explotó alarmantemente al liberarse. Para cuando recogieron los exámenes, se sentía bastante agotada y recurrió a usar un reparo silencioso en su goma de pelo rota.

Después del examen había una clase, en la que era igualmente difícil concentrarse. Durante toda la clase, Harry la miró con desconfianza, mientras Hermione clavaba sus ojos en la cabeza platinada de Draco.

Bueno, no solo la cabeza... también se fijó en su nuca, donde su pelo se desvanecía en senderos gemelos de color rubio platino... en la forma de sus hombros altivos y su espalda inclinada... o en sus dedos largos y delgados... dedos que parecían hechos específicamente para tocar el piano... y en la forma en que agarraban su pluma y se movían con fluidez en letras caligráficas por el pergamino de su escritorio... ¿dónde había aprendido a escribir con tanta elegancia?

Entonces, como un saco lleno de galeones en la cara, se dio cuenta, estoy colada por Draco Malfoy.

Harry le dio un codazo en el costado y le susurró:

—¿Por qué no estás tomando notas?

—Lo hago, —siseó en voz baja, recapacitando. Ella la miró con traición cuando su brazalete se oscureció de nuevo para indicar su propia mentira. Harry frunció el ceño. Casi podría jurar que oyó a Draco soltar una risita, aunque no se volvió.

Se obligó a concentrarse durante el resto de la clase y sintió un gran alivio cuando, al final del período, salió corriendo del aula para dirigirse a Herbología. Aún no estaba preparada para enfrentarse a Draco, y el corazón le dio un vuelco de pavor cuando recordó que esa misma tarde tenía deberes de prefecta con él.

Harry la persiguió, con los libros aún en los brazos en lugar de la mochila, con el interés de alcanzarla.

—¿Por qué tienes tanta prisa?

—No quiero llegar tarde a Herbología, —respondió poco convencida. Se alegró al comprobar que, como no había sido del todo mentira, su pulsera no había cambiado de color. Tampoco creo que pudiera hacer contacto visual con Draco ahora mismo y no ponerme completamente escarlata.

—¿Por qué estás tan roja?

Estupendo.

—¿Por qué tengo la clara sensación de que me estás ocultando algo muy importante? Quizá Ron no se haya dado cuenta porque está demasiado ocupado con Seamus o Greengrass, pero Ginny parece estar constantemente a punto de revelar algo vital. Siempre se muerde la lengua en el último momento, como hizo en segundo curso cuando intentó hablarnos de la Cámara de los Secretos.

Pobre Harry, se compadeció Hermione. ¿A esto compara mi situación? ¿A un basilisco aterrorizando al colegio? Supuso que tenía que tener algunas paranoias, dado su pasado.

Ron se les unió en el pasillo del segundo piso, después de haberlos esperado.

—El mapa del merodeador te muestra por todas partes con antiguos Slytherins como Malfoy, Nott y Greengrass. Siento que apenas te veo excepto en clase, ¡y hace un momento estabas tan distraída que ni siquiera tomaste apuntes! Hermione. Siempre tomas apuntes. Apóyame, Ron.

—¿Qué se supone que estoy apoyando?

Harry se volvió hacia ella.

—Me lo dirías si tuvieras problemas, ¿verdad?

—Oh, Harry, —suspiró ella, exasperada—. Sí, de acuerdo. Puedes venir conmigo y con Ron a la biblioteca después de clase y os lo explicaré todo, lo prometo.

Consiguió evitar a Draco durante toda Herbología. Incluso Theo parecía dejarla en paz, aunque la miró muchas veces, lo que despertó su curiosidad. En realidad, Draco parecía estar dándole un amplio margen, lo que extrañamente la preocupaba.

Tampoco debe de querer casarse conmigo, concluyó Hermione, y se sorprendió cuando sintió una pequeña punzada de inesperado pesar ante aquel pensamiento.

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Nota de la autora:

Muchas gracias a todos los que han dejado comentarios: son como encontrar cinco dólares por sorpresa en el bolsillo del abrigo. ¡Gracias!

No usé un beta en este capítulo, así que los errores son míos.