He aquí la cuarta parte de uan historia que se actualiza casi una vez al año, como es lógico One piece ni sus personajes son de mi propiedad y sin más dilación presento la historia.

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Los días pasaron lentamente en el hospital. Aunque la comida era decente y las enfermeras amables, Luffy estaba ansioso por salir. A pesar de recibir visitas regulares de sus amigos, quienes traían revistas, juegos y chismes para mantenerlo entretenido, la visión de la chica de cabello naranja no dejaba de circular por su mente. Lo único que le impedía escapar del hospital era su hermano y la posibilidad de hacerlo enojar aún más. No habían vuelto a verse desde el día que el pelinegro despertó, y no paraba de pensar en cómo abordar a Sabo sin empeorar las cosas. Se preguntaba si era capaz de convencerlo, pero conocía bien la terquedad de su hermano mayor. Decidió que sería mejor esperar a que su herida sanara un poco más antes de plantearle la idea.

Finalmente, llegó el día en que el médico le dio luz verde para abandonar el hospital. Su recuperación no estaba completa, pero se encontraba lo suficientemente bien como para irse a casa. Luffy estaba aliviado de poder abandonar su aburrida habitación por fin, y algo emocionado con la perspectiva de ver a Sabo finalmente, aunque sus motivos fueran bastante egoístas.

Ni bien llegó a casa, dejó las pocas pertenencias que había acumulado durante su estancia en el hospital y salió disparado en busca de su hermano. A medio día entre semana, solo podía estar en el despacho, aprovechando que un corto viaje en taxi lo separaba de ahí. Llegó al lugar y entró resueltamente en el conocido inmueble; nadie lo detuvo ni se extrañó de su presencia, después de todo el edificio le pertenecía a su familia. Sabía el camino de memoria hacia la oficina de su hermano y, sin tocar, abrió la puerta.

—Lo que sea que vengas a pedir es un rotundo no —se escuchó la voz de Sabo ni bien Luffy había cruzado el umbral. El joven rubio ni siquiera se había girado para ver a su hermano, aún mantenía la vista fija en el ordenador, escribiendo sin detenerse.

Luffy resopló, frustrado, pero no sorprendido por la respuesta inmediata de su hermano.

—¡Ni siquiera sabes lo que voy a pedir! —exclamó, cruzando los brazos y acercándose al escritorio de Sabo.

Su hermano dejó escapar un suspiro cansado, sin apartar la vista de la pantalla.

—No necesito saberlo. Te conozco demasiado bien, Luffy. Si estás aquí, es porque tienes algún plan descabellado en mente. Y la respuesta es no. Acabas de salir del hospital.

Luffy frunció el ceño, pero se contuvo. Había pasado días pensando en cómo abordar esta conversación, y no quería arruinarlo con su impulsividad característica.

—No es un plan descabellado —dijo, tratando de mantener la calma—. Es importante. Y necesito tu ayuda.

Finalmente, Sabo dejó de escribir y se giró para mirar a su hermano menor. Sus ojos mostraban una mezcla de cansancio y preocupación.

—Acabas de salir del hospital. Si quieres pensar en locuras, al menos espera a no tener el brazo en cabestrillo.

Luffy dio un paso adelante.

—No puedo estar sin hacer nada. —Hizo una mueca—. Es solo un pequeño favor, solo necesito el número de teléfono desde donde te llamé ese día.

Sabo lo miró en silencio durante un momento. Claro que se imaginaba que era eso. Después de escuchar que su hermano intentaría buscar a una chica, se imaginó que conseguir su teléfono era la vía más rápida. Aunque tenía una respuesta preparada, tardó en contestar. Sabía lo terco que podía ser su hermano, y aún dudaba en hacer lo que estaba a punto de intentar.

Lentamente abrió un cajón de su escritorio y sacó un celular, lo puso enfrente de Luffy, que lo miró extrañado.

—Este ni siquiera es tu teléfono.

—Claro que no, tonto, es el tuyo. Dijiste que el otro se rompió, ¿no es así? —Luffy tomó el aparato con un poco de sorpresa. Viéndolo bien, era totalmente nuevo, aunque ya había sido configurado.

—Vaya, Sabo... gracias —miró a su hermano con un gesto ligeramente agradecido. En todo ese tiempo ni se le había pasado por la cabeza el destino de su anterior móvil, y encima de todo no podía ocultar la expectativa, aún seguía esperando el favor que lo había llevado ahí.

—Sobre lo del número de teléfono que quieres. Yo... no creo... que pueda dártelo... en realidad... podría decir... que lo perdí —Sabo lo dijo lentamente, como si estuviera buscando la mejor forma de explicarse. Tomó su propio celular y lo dejó también delante de su hermano para que este pudiera verlo. Igualmente, se trataba de un modelo totalmente nuevo y Luffy lo miró sin poder entender.

—Tuve que cambiar mi teléfono y número —frunció el ceño—. Mientras estabas en el hospital, Robin investigó un poco. Encontró algunos informes policiales, aunque nada llegó a informarse, ni siquiera en medios locales. Parece que hubo una redada en la zona donde estabas. Aunque no encontraron nada significativo, es obvio que alguien alertó a las autoridades.

—Ya... suenas igual que los chicos —dijo el pelinegro, refiriéndose a Zoro y Sanji—. También les dije que no creo que "ella" hubiera llamado a la policía.

—Pues yo no puedo correr ese riesgo. Escucha bien, aunque estoy agradecido por la forma en que te ayudó, eso no significa que podamos simplemente bajar la guardia. Eres impulsivo, Luffy. No piensas en las consecuencias. El simple hecho de haber dejado un registro de nuestra llamada en su celular puede ser suficiente para que me relacionen a mí con todo el desastre que provocas. No solo es arriesgar mi trabajo, también todo lo que ha logrado la familia.

Luffy apretó los puños, con la frustración burbujeando dentro de él. Quería gritarle a Sabo, decirle que no entendía, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas.

—No puedes culparla sin pruebas. Ella me salvó la vida. No puedo simplemente ignorar eso —dijo Luffy, tratando de mantener la voz firme y calmada.

Sabo se frotó las sienes, claramente cansado de la conversación.

—No estoy culpándola, Luffy. Pero tenemos que ser cuidadosos. Hay demasiado en juego. Además, no hay mucho más que hacer si ya no tengo el número —esto último lo dijo con cuidado. Sabía lo terco que podía ser su hermano y en ese momento lo que más le interesaba era que su negativa no diera pie a otra locura—. Escucha, primero debes recuperarte, ya pensaremos en alguna forma más segura para buscarla, pero no puedes hacerlo en ese estado —señaló despectivamente su brazo inválido—. Si no hay algo más que añadir —regresó la vista a su computadora—, tengo mucho que hacer y tú debes ir a casa.

—Bien —Sabo escuchó como Luffy salía de su oficina sin añadir nada más. Conocía bien a su hermano y sabía que estaba molesto. Cerró los ojos en frustración. Tenía la intención de evitar que el pelinegro corriera algún riesgo innecesario, y al mismo tiempo le aterraba que por su culpa hiciera algo aún más peligroso. La única solución que se le ocurría era mantener a Luffy ocupado y alejado de cualquier idea impulsiva mientras se recuperaba por completo. Con suerte, eso lo haría olvidar sus planes casi suicidas.

Mientras tanto, Luffy caminaba por las calles, sintiéndose frustrado y atrapado. Sabía que su hermano tenía razón en parte, pero también se sentía impotente ante la situación. Necesitaba hacer algo, quería encontrar a la misteriosa chica de cabello naranja y agradecerle, saber más sobre ella, pero las barreras parecían insuperables. Lo cierto es que a nadie más parecía importarle aquella mujer más que a él.

Al regresar a casa, Luffy entró a su habitación, jugueteando con el nuevo teléfono que Sabo le había dado. Miró la pantalla en blanco por un momento. Se preguntaba si debería llamar a sus amigos desde su nuevo número, pero cayó en la cuenta de que era imposible tras haber perdido su antigua libreta de contactos en la persecución.

Ligeramente frustrado continuaba aferrado su teléfono. Aunque quería encontrar a la misteriosa joven, no era lo que podría llamarse un estratega, y ahora que su plan había fracasado, caminaba en círculos como una fiera enjaulada poco acostumbrado a la inacción, en ese aspecto podía ser bastante egoísta. Necesitaba a sus amigos, a pesar de no tener sus contactos. Incluso si estos continuaban inamovibles ante su terquedad, le era imposible permanecer tranquilo sobre todo después de tantos días de encierro, y nada mejor que estar cerca de sus mejores aliados para comenzar su recuperación.

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Nami por su parte había pasado días de calmada tensión que iba disipándose poco a poco, los días que Luffy había permanecido inconsciente, ella los había atravesado atrincherada en su departamento, con doble seguro sobre la puerta y pidiendo comida a domicilio que revisaba tres veces antes de abrir al repartidor. Pero en cuanto regresó al trabajo la rutina la fue liberando de sus miedos, y día tras día sentía como el estrés resbalaba en ella como si se tratase de un chaparrón pasajero, dejando únicamente su vieja y confiable rutina, una rutina que notaba cada día más angustiosamente aburrida.

Aunque llevaba años saliendo de su casa a la misma hora, trabajando en el mismo horario y con una inalterable agenda social (es decir totalmente nula) que consistía en pasar sus noches frente a la televisión o leyendo un buen libro, Nami empezó a sentirse insatisfecha. Había algo en su encuentro con Luffy, en la emoción y el peligro de esos días, que la había dejado anhelando algo más en su vida. Aunque no lo admitiera en voz alta, extrañaba la adrenalina, la sensación de estar viva de una manera que su rutina diaria no le proporcionaba.

Una tarde, mientras revisaba unos informes en su pequeño pero ordenado departamento, se sorprendió a sí misma pensando en Luffy. Se preguntaba si estaría bien, si habría recibido los cuidados adecuados y qué estaría haciendo ahora. Sin embargo, sacudió su cabeza intentado alejar esos pensamientos al recordar el peligro que había sentido por ayudarlo. Últimamente el extraño chico no dejaba de colarse en su mente sin desearlo. Sabía que había tomado un gran riesgo, y aunque no lo lamentaba, no conseguía evitar sentirse un poco asustada de las posibles repercusiones. Incluso si aún no había sucedido nada extraordinario a pesar del transcurso de las semanas.

Por primera vez en mucho tiempo decidió salir a caminar para despejar su mente. El aire fresco de la tarde le ayudó a calmarse un poco, pero no pudo evitar que su mente volviera una y otra vez a Luffy. ¿Qué tenía ese chico que la había afectado tanto? No podía explicarlo, pero sabía que tenía que encontrar una manera de seguir adelante sin dejar que esa aventura la consumiera por completo.

Casi sin pensar entró en una tienda de conveniencia solo por hacer algo diferente, tomó un café helado y se quedó en el local tomando su bebida, recriminándose de sorpresivamente por haberse vuelto tan monótona y aburrida, supuestamente se había mudado a una nueva ciudad gracias a haber obtenido el trabajo "de sus sueños" con la intención de empezar de nuevo y de repente se sentía como una cascara vacía. Suspiró frustrada, tal vez su encuentro con el pelinegro había sido algo bueno, y tal vez, (solo tal vez) era la señal que necesitaba para tomar un rumbo más positivo.

Seguía tomando su bebida tratando de convencerse de ello cuando sintió su teléfono vibrar en su bolsillo, lo tomó lentamente imaginando que podría tratarse de alguien de su trabajo hasta que miró la pantalla y se quedó en blanco sin saber que hacer.

"Numero desconocido"

Eso era justo lo que había estado temiendo esos días, ¿Qué posibilidad habría de que alguien se comunicara con ella cuando ni siquiera tenía amigos? sintió un nudo formándose en su estómago, por supuesto que se trataba de uno de "ellos" ¿Qué debería hacer ahora? su celular siguió vibrando hasta quedarse en silencio, fue entonces que Nami se dio cuenta de que estaba temblando y una leve capa de frio sudor ahora la cubría, y sin previo aviso el teléfono comenzó a sonar nuevamente cada pulsación resonando en su mente como un tambor de guerra. Nami, sintiéndose atrapada entre el miedo y la curiosidad, con un ligero temblor en sus manos, deslizó el dedo para contestar la llamada.

—¿Hola? — escuchó la hablar al otro lado de la línea, la voz era masculina, joven y llena de una familiaridad que hizo que su estómago se contrajera. No había duda alguna, era Luffy.

Nami colgó inmediatamente sin decir palabra alguna, había sido una ilusa al pensar que podía olvidar su arriesgada aventura y seguir con su vida como si nada, su teléfono comenzó a sonar por tercera ocasión, pero ella lo dejó en la mesa tratando de ignorar el sonido mientras pensaba a toda velocidad.

Tal vez era una suerte encontrarse por primera vez fuera de casa después de tantos días, no podía ignorar que al igual que su número de teléfono su dirección tampoco les era desconocida ¿y si la llamada se debía justo al hecho de no haberla encontrado en casa? nuevamente lamentó no tener ningún lugar en donde esconderse "cálmate" le dijo una voz dentro de su cabeza que sonaba extrañamente parecida a la de Nojiko, "al menos deberías averiguar qué es lo que quieren antes de salir corriendo" eso sonaba bastante razonable pero antes de poder contestar el teléfono dejo de sonar.

Aunque habían pasado algunos minutos solamente sentía como si el tiempo entre llamadas le hubiera resultado eterno y el ambiente en la tienda se sentía de repente muy frio y ajeno a ella, tomó de nuevo su celular y mientras se mentalizaba para devolver la llamada un mensaje de texto se apareció en su pantalla.

El mensaje parpadeaba frente a ella, en una pequeña ventana digital que parecía contener todas las respuestas y al mismo tiempo ninguna. Con manos temblorosas, decidió abrirlo.

"Hola soy luffy ¿me recuerrdas? espero q si, ¿ewstas ocupada? te llame varias veses, pero como no contenstas pense qwu tal ves estas ocupada, perdon por interrumpir, como as estado? ¿crees q podamos vernos? llamame cuando tengas tiempro"

Nami leyó el mensaje una y otra vez, sintiendo una mezcla de emociones que iban desde la sorpresa hasta la incertidumbre. El mensaje lleno de faltas de ortografía había sido escrito con velocidad y no le costó trabajo imaginar claramente a Luffy escribiéndolo, el pensamiento casi le arrancó una sonrisa, pero aún tenía muy presente el paso de sus últimos días totalmente agitados. El pensamiento de volver a verlo le generaba nerviosismo, pero por otro lado, necesitaba saber para que la estaban buscando, si es que planeaba escapar a salvo.

Pulso el botón de responder mensaje en su móvil y empezó a escribir con calma.

"Hola Luffy, sí me acuerdo de ti. Estoy muy ocupada ahora, pero si hay algo que quieras decirme, escríbeme."

Bien, era un mensaje claro y tajante esperaba que se interpretara como una clara negativa a reunirse. Aunque no contaba con lo denso que podía ser Luffy para captar indirectas. Pasaron unos largos minutos antes de que su teléfono vibrara de nuevo, indicando la llegada de una nueva respuesta de Luffy. Con un leve nerviosismo, Nami abrió el mensaje:

"Si te acuerdas de mi ¡Qué bueno! No pasa nada en especial, quería verte y hablar contigo, debo darte las gracias por ayudarme. ¿Podemos encontrarnos en algún lugar? ¿Te gustaría tomar un café? :)"

Nami leyó el mensaje con detenimiento, sintiendo cómo la incertidumbre crecía en su interior. En realidad, no sabía nada de Luffy no conocía su incapacidad para planear de forma meticulosa, le extrañaba esa confianza con la que se dirigía a ella como si se conocieran de tiempo, y su insistencia en reunirse de inmediato no hizo más que aumentar su preocupación. Su único consuelo era intuir que no la estaban buscando en su casa.

Tomó un momento para pensar en sus opciones. Por un lado, había algo en la urgencia de Luffy que le hacía sentir que podría tratarse de algo potencialmente peligroso. Por otro lado, al ver nuevamente los mensajes no pudo evitar recordar el gesto de Luffy cuando se vio rescatado, su sonrisa llena de dientes y esa confianza que la hizo sentir mientras se hallaban tendidos en el piso de azulejos lo que entremezclo su temor con curiosidad por saber más sobre él muy a su pesar.

Decidió responder con cautela:

"Entiendo que quieras hablar, pero no hace fata que me agradezcas, no puedo verte por ahora tengo demasiado trabajo."

"Si hay algo que quieras decirme escríbeme."

añadió la segunda parte del mensaje por separado escribiendo muy lentamente letra por letra, el mensaje era conveniente, le daba la oportunidad de intercambiar información, pero mantenía suficiente distancia para dejar claro que no quería reunirse con él. Sin embargo, la respuesta no se hizo esperar.

"Es mejor vernos en persona, esperaré a que tengas tiempo"

Nami suspiró sintiéndose repentinamente cansada, su bebida seguía frente a ella justo donde la había dejado sin embargo le parecía ajena, con mil cosas atravesando por su mente de repente un café le parecía algo mundano, acababa de sentir que perdía la poca seguridad que había construido en esos días, pero al mismo tiempo no podía dejar de alegrarse al saber que Luffy se encontraba a salvo. Salió apresuradamente tratando de aplacar sus ideas mientras se dirigía a casa, pensó en apagar su teléfono pero al final desistió, al menos sorprendió gratamente al darse cuenta de que su edificio y su departamento estaban igual que siempre y eso la ayudó a regresar un poco en sí, sentía como si el teléfono en su bolsillo quemara, seguía pensando en los mensajes y ni bien entró a su recámara se dejó caer pesadamente sobre la cama como en un extraño déjà vu, su único consuelo consistía en pensar que ella había rechazado la repentina invitación de Luffy y en su escasa experiencia tratando con él no se había sentido obligada en ningún momento, aunque claro, al no conocerlo no tenía ni idea de su tremenda tenacidad e insistencia, aunque se daría cuenta pronto. Pues la mañana siguiente despertó con el sonido de su teléfono ante la llegada de un nuevo mensaje

"Buenos días, tienes tiempo hoy?"

y el pelinegro apenas comenzaba.

En fin, estoy muy feliz de contar ya con 13 seguidores en la historia, a pesar de que escribo muy lentamente, así que agradeceré cualquier comentario, destructivo o constructivo sobre sus opiniones de la historia, sin más que añadir les envío un energico saludo.