2



—¿Qué? —musitó Dégel de Acuario, perplejo.

A su lado, su esposa, Seraphina, estaba igual que él.

Oh, bozhe moy oh, por dios, susurró Seraphina en idioma ruso.

Era de noche, y en el interior del undécimo templo del zodiaco de la diosa Athena, se encontraba reunida una familia de tres. Una pareja y enfrente de ellos, una joven rubia, que les miraba con una expresión calmada aunque en el fondo de su estómago se hallaba un maremoto de emociones. La mesa del enorme comedor era lo único que los dividía y sobre esta se encontraba un candelabro.

—En conclusión: si debo culpar a alguien…

Fluorite se levantó de golpe, casi tirando la silla sobre la que estaba sentada y apuntó con su dedo índice al perplejo hombre de cabello verde.

—¡Ese eres tú, Dégel! —explotó luego de haber narrado tranquilamente su versión de los acontecimientos—, ¡¿por qué no me advertiste sobre esa norma antes?!

Lady Seraphina arqueó ambas cejas y miró de reojo a Dégel.

—¿Qué? —volvió a musitar él, en respuesta.

—Ya escuchaste. Es culpa tuya —dijo Fluorite, sentándose otra vez, cruzándose de brazos; luego lo miró seria—, ¿y bien? ¿Cómo lo solucionaremos? Yo no me quiero casar y suicidarme como en una de sus tragedias griegas tampoco es una opción.

Ante el silencio, lady Seraphina codeó a Dégel al ver que este aún no salía de su shock.

—Y… ¿después del sexto regalo no te paraste a pensar por qué te estaban obsequiando tantas cosas? —inquirió Dégel, posterior a tragar saliva por su garganta seca.

—¡Creí que era sólo un medio de cortejo! —exclamó ella—. ¡No una aceptación al matrimonio! ¡¿Quién hizo esa estúpida norma?! ¡Fue un hombre, ¿verdad?!

—No lo pensaste —masculló Dégel.

—Fluorite, por favor, no grites; y cuida tu lenguaje —pidió Seraphina—. Y técnicamente, sí es culpa tuya —señaló a su esposo, que la volteó a mirar ofendido.

—¿Disculpa?

—Debiste decírselo, cariño; mírala —señaló a Fluorite con la gracia de una dama—, ya es toda una señorita.

—Una señorita que en definitiva NO quiere casarse —Fluorite recalcó el "no" con mucha rudeza, apretando más el agarre de sus brazos.

Dégel se llevó una mano a la cara, tallando sus ojos luego de cerrarlos.

—En verdad estoy demasiado ocupado para esto.

—Tu culpa —murmuró Fluorite entre dientes. No queriendo responsabilizarse de sus actos.

—Ya quedó eso claro, querida; ahora, Dégel, ¿qué haremos entonces?

—Fluorite al aceptar el primer regalo se puso a sí misma en el altar.

—¡Pero no lo sabía!

—Eso no importa —espetó Dégel, comenzando a alterarse también—, ¡y yo no sabía que…! —apretó sus labios, no queriendo actuar como un niño—. Fluorite, ¿cuántos hombres son exactamente?

Con la presión al máximo, pero bajo su mecanismo de defensa de fingir que nada le estaba importando, ella alzó la vista al techo y trató de recordarlos a todos. Con pena, alzó los hombros.

—Mmm, creo que unos… ¿seis? ¿Ocho?

—¿Cómo? ¿Crees o lo sabes?

—¡No los conté!

Dégel hizo una expresión de enfado que Fluorite nunca creyó que vería en él. Se sintió muy pequeña ante su mirada.

—Vamos, vamos —intercedió Seraphina una vez más—, respiremos. Luego contamos. Primero es lo primero, Dégel, ¿qué pasa al haber más de un prometido?

Resoplando, Dégel desvió la mirada a la mesa.

—Primero; no es permitido retractarse, una vez aceptado un obsequio, ya es un trato hecho —dijo; de inmediato levantó su mano y casi apuntó a Fluorite con él dado a que ella estuvo a punto de abrir la boca—. ¡Da igual si lo sabías o no! Ya está hecho y es ilegal no mantener tu palabra; podrías deshonrarte, Fluorite.

—Prefiero eso a casarme con un desconocido —bisbiseó ella en respuesta.

—Y yo la apoyo —se unió Seraphina, firme.

—Ya sé, ¿acaso yo me veo feliz por esto? —gruñó Dégel, no en desacuerdo con el apoyo su esposa a Fluorite, sólo un poco molesto por el dolor de cabeza que comenzaba a martirizarlo—, como segundo, se puede abrir una trampa en la ley y evitar que Fluorite sea desposada por un desconocido al mismo tiempo que no es deshonrada.

—¿En serio? —musitaron Seraphina y Fluorite al mismo tiempo.

—¿Cómo? —preguntó Fluorite.

—Comprometiéndote con uno más.

—¡Eh! El punto es no comprometerme con nadie —insistió Fluorite.

—¡Déjame terminar! —exclamó exasperado, haciendo que la chica retrocediese—. Necesitamos a alguien que sea capaz de pelear por tu mano y ganar con garantía. Alguien de confianza con quien podamos solicitar el divorcio pasado un tiempo.

Fluorite y Seraphina compartieron miradas extrañadas.

—Espera, cariño. Creo que Fluorite y yo no estamos entendiendo, ¿cómo que "pelear"? —la dama hizo un gesto de preocupación—. ¿Eso es figurativo o literal?

—Ambos —Dégel se llevó un par de dedos a su sien izquierda—. Dado a que Fluorite no sabía lo que pasaría al aceptar los obsequios, puedo organizar una batalla por su mano entre todos los candidatos. A eso me refiero con conseguir a alguien capaz de ganarles a todos, casarse con ella, ¡y fingir! Que todo está llevándose con forme dicta la ley y después, divorciarse sin problemas.

Más alterada que antes, Fluorite miró a Seraphina, y luego volvió a Dégel.

—¿Acaso aquí no hay leyes que no impliquen matarse entre ustedes?

—Muy pocas. El punto es ese; es lo único que se me ocurre por ahora.

—Así que, necesitamos a alguien que asegure mi mano y después me suelte; ¡sin haberme tocado! Claro está, ¿verdad? —bastante nerviosa, Fluorite inhaló profundo—, ¿verdad?

—En resumen, sí.

Quedaron en silencio por otro corto rato antes de:

—Un santo dorado —Seraphina sonrió diciendo eso.

—¿Cómo? —dijo Dégel.

—¿Qué? —Fluorite se sorprendió.

—Un santo dorado. Podemos pedirle el favor a cualquiera de tus amigos, cariño. Salvo por ti, ninguno es casado, así que cualquiera de ellos podría hacerlo; ya saben, fingir que también desea esposar a Fluorite.

Agobiada y muy estresada, Fluorite se rio.

Maldita fuese su mente por haberle hecho ver en un chispazo, la imagen de cierto hombre centrado en la lectura de un pergamino.

—¿Y alguno de ellos aceptará eso? —preguntó Fluorite, no queriendo admitir que consideraba eso una muy buena idea. Pero no estaba tan segura.

¿Él podría ayudarla?

—Albafica, seguro que no —bisbiseó Dégel entre dientes.

«Y aunque pudiese ser que sí, no podría hacerle eso a Agasha» pensó Fluorite en su pobre amiga enamorada.

—¿Y qué dices de Shion? —inquirió Seraphina, manteniendo su postura optimista y su tono tranquilo—, o Dohko.

—Ambos están fuera de Grecia; ¿por qué? ¡No lo sé! Sólo sé que no contamos con ellos.

—¿Qué dices del señor Hasgard? —señaló Seraphina.

Con una mueca de total incredulidad en su cara, Fluorite pasaba su mirada de uno al otro, preguntándose cuándo había quedado afuera de la conversación. Dégel negó con su cabeza.

—No sabe fingir —respondió él.

—¿Qué tal Manigoldo o Kardia?

—El punto es evitar que Fluorite caiga en manos de un degenerado, y esos dos, de "santos", sólo tienen el título y el nivel de pelea —rezongó, en absoluto desacuerdo con la propuesta—, pensaba en… ¡nadie! ¡Es que no hay nadie! Regulus es demasiado joven y Sisyphus no le permitirá hacer eso porque lo "distraería" de su entrenamiento; nadie en la vida creerá que Asmita quiere casarse, ¿El Cid? ¡Por favor! ¡Es que no hay nadie!

Fluorite y Seraphina captaron al mismo tiempo un detalle.

—¿Dáskalos? —masculló la joven, pensando de inmediato y otra vez, en su "profesor".

No quiso hacerlo, pero, ¡de nuevo!, Fluorite de pronto recordó las cosas significativas que había pasado con él desde que su formación educativa quedó a su cargo.

Desde sus primeros malos roces, hasta llevarse mejor después de una noche donde Sisyphus se resfrió, hasta el insignificante hecho de rememorar el talento innato de su dáskalos con el dibujo… él la había dibujado a ella; y en lo que a él respectaba, ella no lo sabía. Y el piano…

—¿Y por qué no pedimos la ayuda de Sisyphus? —preguntó Seraphina.

Como nunca en la vida, ambas oyeron a Dégel reírse. Ambas se volvieron a mirar sin entender a qué venía esa reacción tan exagerada.

—No, no lo hará —dijo él, luego de tomar algo de aire.

—¿Y por qué? Es honorable, serio, y parece que tú y él tienen una buena relación de compañerismo —enumeró Seraphina—. Eso sin contar que él también conoce bien a Fluorite, ya que pasan mucho tiempo, juntos, estudiando.

—El asunto no es su imagen, el asunto es que él… no creo que quiera —carraspeó su garganta—, casarse, al menos no con Fluorite.

Saliendo de su burbuja de pensamientos, Fluorite al oír eso hizo un gesto.

—¿Por qué no? ¿Qué tengo de malo? —preguntó ella bastante ofendida—, más de cinco pretendientes me dejan en claro que no soy nada fea.

—No es eso. Es… complicado. No creo que él quiera.

—Nada perdemos preguntándoselo; es el dáskalos de Fluorite, a nadie se le haría extraño que, quisiera casarse con ella —insistió Seraphina—, además, no tiene que ser de por vida, pueden divorciarse, tú mismo lo dijiste.

—Aun así, Seraphina —dijo Dégel, frunciendo el ceño—, aunque no lo creas, Sisyphus es griego, y tiene algunas creencias bastante… del siglo siete, creo yo. Para él, casarse sí es de por vida aunque exista la cláusula del divorcio.

—¿Aún si le decimos que necesitamos urgentemente el favor? —preguntó Fluorite.

Completamente sonrojada de la cara y nerviosa, ella pensó que, sería mejor preguntarle primero a Regulus si él podría hacerlo, ya que el chico, para empezar, no la ponía tan alterada cuando la miraba a los ojos; pero Fluorite sabía que él ya estaba enamorado de esa chica llamada Conner. No podría hacerle eso a su amigo, ¿y si la tal Conner se enteraba de su feliz matrimonio y mandaba al diablo a Regulus?

Por lo que Fluorite sabía, él seguía mandándose cartas con esa joven que ella seguía sin conocer personalmente. ¿Cuándo harían oficial su rara relación? Quién sabe.

Por otro lado. La relación actual que Fluorite tenía con su dáskalos era muy "profesional", además que, desde hace tiempo ella había querido mantenerse alejada de él porque comenzaba a verlo con otros ojos; unos que le asegurarían un corazón roto.

Y sí, el tipo seguía siendo atractivo; mucho. ¡Era hermoso verlo a los ojos y sentir ese cosquilleo en su estómago!

Por eso, ¡de nuevo!, Fluorite en estos últimos meses había decidido tratar de mantener cierta distancia con él; ¿y qué tal si ella malinterpretaba el comportamiento de Sisyphus y se lanzaba hacia sus brazos y resulta que él sólo estaba siendo amable? Salvo por los dibujos, sus lecciones de piano y su actual amabilidad, no significaban algo más. Ha pasado mucho tiempo tratando de convencerse de que estaba tomando sus buenos gestos por el lado incorrecto.

Fluorite no podía hacer semejante ridículo, menos con un santo dorado que, además, era amigo de su tutor. ¿Y qué si él la había dibujado? Había dibujado también a Dégel, Seraphina, Tenma, Manigoldo y Kardia, y eso no significaba que quisiera casarse con todos ellos, ¿o sí?

Además, el pobre aún parecía tener ese ligero gris en su mirada cuando veía a su diosa siendo acompañada por el pegaso. Cada vez era menos, pero el dolor del rechazo aún seguía ahí. Él también estaba lidiando con sus emociones.

Aun así, ¿podría él hacerle un favor tan enorme?

Al final, no era necesario que se tratasen diferente, sólo que un papel y una ceremonia los "uniesen" y se detuviese esta locura.

Mientras veía a Dégel y Seraphina hablar, ella se agarró fuerte de sus agallas y salió de ahí más fácil de lo que pensó que sería.

Con las sienes punzándole, Fluorite se maldecía por haber desconocido algo tan importante, y seguía culpando a Dégel. Caminó hasta salir de Acuario, bajando hacia Capricornio, esperando que el santo guardián de esa casa no estuviese ocupado o de mal humor.

—Buenas noches, señor El Cid, pasaré por su casa —anunció en voz alta, más no gritando.

Durante el camino, sentía que por los nervios vomitaría. Pero Seraphina había tenido razón, ¿qué más daba? Había que intentarlo y ella en serio quería salir rápido de esta situación.

Tenía que calmar a su agitado corazón. Tenía que centrarse en su objetivo.

Al salir de la décima casa del zodiaco, Fluorite se dio cuenta por qué el señor Cid no le había respondido. En las escaleras que dividían Capricornio de Sagitario, estaban los dos santos guardianes de dichas casas, hablando.

—Ay no —susurró ella, sudando por la larga caminata y siendo atormentada por el frío viento de la noche—, esto debe ser cosa del destino. No quiere que le pida esto.

Se detuvo casi a mitad del camino, cedió a su cobardía, se dio la vuelta y casi volvió sobre sus pasos. Estuvo a punto de lograr irse de ahí cuando…

—¡Fluorite! —exclamó el santo de sagitario a sus espaldas. Sonaba muy molesto.

Ella se tensó en el camino.

Ay, no.

Ay, no.

¡Ay, no!

«Cálmate; es un hombre, sólo es un hombre» pensaba asustada a medida de que giraba su cuerpo lentamente y enfrentaba temerosa al hombre que la veía desde unos pocos escalones abajo, con los brazos cruzados. A pesar de ser ella la que lo viese desde arriba, se sentía muy pequeña bajo su mirada penetrante—. Bu-buenas noches, dáskalos.

Él entrecerró sus ojos con molestia mientras observaba los de ella.

—¿Se puede saber qué es la locura que he oído esta noche?

Comenzando a temblar bajo tal demostración de rabia… el frío de la noche, o ambos, Fluorite, apretando sus puños por encima de la falta de su toga, trató de aligerar el ambiente.

—¿Los cerdos por fin aprendieron a volar? —sonrió torpemente; pero esa patética expresión murió ante el silencio y la expresión seria de Sisyphus.

Si los ojos matasen

—Un comerciante se plantó en Aries hace una hora —se unió El Cid—, exigiendo ver a Dégel, y a ti. Alegando que era tu futuro esposo, y que, como demostración de eso, ahora mismo usabas un costoso brazalete, el cual aceptaste ayer —dijo mientras veía sin descaro que ella no usaba nada en sus muñecas, luego también miró a Fluorite a la cara—. ¿Eso es cierto?

Si de por sí era intimidante enfrentar a su dáskalos enojado, ahora agreguemos al santo de capricornio, que tenía menos sentido del humor que una roca afiladora de espadas.

—Yo… lo juro… no lo sabía —masculló con sus labios temblando, observando los ojos fríos y oscuros del santo de capricornio. ¿Acaso ese hombre no parpadeaba?

—¿No sabías qué? —gruñó Sisyphus, bajando su tono de voz.

A él sí que no podía enfrentarlo. No podía verlo.

Haciendo algunas muecas, sin poder responder por el nudo que se había formado en su garganta, Fluorite cedió ante la presión, bajó la cabeza y comenzó a llorar. Tapó con vergüenza su cara con sus manos y no pudo retener los sollozos.

—Bien, esto es lo que haremos —suspiró Sisyphus; al parecer, buscando calmarse—, El Cid, por favor, ve con Dégel y explícale la situación; tú, ven conmigo a Sagitario.

Llorando sin poder controlarse, Fluorite siguió sin resistencia a Sisyphus hasta el interior de su templo, ahí, ambos fueron hasta la cocina, donde él le ofreció un vaso con agua. Para entonces, su llanto había casi terminado, ahora sólo hipaba mientras trataba de quitarse las lágrimas y tragarse la mucosidad de su nariz.

—Entonces, ¿es cierto? Le aceptaste el brazalete —dijo Sisyphus, mirándola con atención.

—No quiero casarme —respondió llorosa, llevándose el vaso de agua a los labios—. No sabía lo que eso significaba.

—¿Cómo que no lo sabías? —espetó él, volviendo a enojarse—, fue una de las primeras cosas que vimos en nuestras lecciones. Incluso te dejé hacer un ensayo de todo eso. Pensé que te había quedado claro.

Acabando de oír eso, Fluorite se ahogó con el agua, tosió bastante.

—No es verdad —dijo ella exasperada—, recordaría algo tan importante.

—Pues ya ves que no lo hiciste —gruñó Sisyphus otra vez. Fluorite entonces se quedó fría y muda.

¿De verdad Sisyphus ya le había enseñado sobre esa tradición? Bueno, él tenía una memoria muy buena, a diferencia de ella. ¿De verdad…?

Maldición, ¡si Dégel y Seraphina se enteraban de que ella ya debió haber sabido eso…! No, su dáskalos no podría ser tan cruel para delatarla ante ellos, ¿o sí? ¡¿O sí?!

¿La obligarían a casarse?

Fluorite, en silencio, entró en un profundo pánico.

—¿Qué harás? Y ni se te ocurra decir que te suicidarás. Y huir tampoco es una opción.

Sintiendo una suave sensación de Déjà Vu, Fluorite ladeó la cabeza, antes de agitarla y llevar de nuevo el vaso a sus labios, tratando de protegerse con él, y hablar torpemente con el agua sobrante estorbando su voz.

—¿Y bien?

No lo sé, ¿y tú?

—¿Yo, qué? —gruñó, seguro haciendo un gesto de desconcierto.

Esperando a que su corazón no estallase adentro de su pecho, Fluorite se armó de valor y miró al piso mientras apartaba el vaso de su boca un poco y soltaba al aire su pregunta:

—¿Tú no quieres casarte conmigo?

Simplemente lo dijo…

—…—


Me disculpo por la tardanza y los capítulos cortitos; algunos me salieron cortitos y otros algo más largos; pero sigo trabajando en ello xD

Pobrecito Dégel, lo agarraron con la guardia baja xD y adoré escribir a Seraphina siendo suelta y hasta bromista xD no sé qué tan OOC me está quedando su personaje, pero ni modo xD todo por el bien de la trama.

A otro que se le agarró de sorpresa fue a Sisyphus, ¿no es adorable cuando se emputa? xDDD

Espero que este capítulo haya sido de su agrado. Saludos y hasta pronto.

Reviews?


Gracias por leer y comentar a:

agusagus: ¡Saluditos! Pues Fluorite ya le preguntó a Sisyphus si podría ayudarla, a ver qué responde jajaja. Gracias por comentar.

Nyan-mx: ¡Una disculpa! Jejeje, es que algunos capítulos me quedan cortitos y otros un poco más largos; este por ejemplo quedó un poco más extenso que el anterior, pero creo que es mi culpa porque ya los acostumbre a mis otros long-fics con tener capítulos de más de 4,000 palabras y pues, llegar a ese número no es fácil xDDD me esforzaré un poco más. Y pues, sí, de cierto modo, Dégel es culpable, acá Fluorite se lo echa en cara jajajaja, perdón si la primera escena de este fanfic me quedó muy "anime" pero la ocupo así XDDD me dio mucha risa leer a Fluorite regañando a Dégel y exigiéndole sacarla de esa situación, ¿onde quedó el respeto? xDD Espero que este capítulo haya sido de tu agrado y ya nos leeremos luego. ;) Abrazos.


Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Reine Vaniteux" (antes) "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)